PRÓLOGO

13th Nightmare: The last one [Final].

El cuerpo del moreno cayó estrepitosamente de espaldas al suelo y el líquido carmesí brotó furioso de la herida profunda que había logrado hacerse, bañando su camiseta y encharcando el piso.

Taemin se levantó de la mesa con miles de lágrimas surcándole el rostro, temblando, angustiado, con el corazón saliéndosele por la boca, sin importarle el constante crujir de sus costillas y el insoportable dolor que eso le provocaba.

Al poner un pie en el suelo, resbaló con la sangre y quedó a un lado del herido. Sus ojos se cruzaron con los del pelinegro sólo por un instante, sólo por un único momento antes de ver cómo sus párpados y las gruesas pestañas caían pesadas hasta arrebatarle la mirada más dulce y gentil que había visto y que le había dedicado por última vez.

La edificación se cimbró con violencia y el oculto emitió un grito desgarrador, prolongado y sostenido, ensordeciéndolo mientras clavaba la vista en los rasgos perfectos y ahora pálidos del alto.

...

En un pestañeo el rubio se encontraba sentado en una banca gris en medio de un espacio intensamente blanco. Hacía frío, una capa de niebla nívea se cernía sobre todo el paisaje y los copos de nieve caían con suavidad para brindar aun más blancura al entorno.

Confundido, subió las manos hasta sus mejillas y notó que seguían húmedas por las gotas saladas que había estado derramando; no había dolor, heridas ni sentido. Sobretodo lo último.

A lo lejos una sombra se aproximaba a paso veloz, rompiendo la humeante bruma, y cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, la figura la percibió mas y mas pequeña.

Taemin: ¿Quién anda ahí? – Tiritó y sus dientes chocaron con sutileza. -

La neblina se dispersó ligeramente en torno al extraño y develó el diminuto cuerpo de un niño.

Tres o quizás cuatro años de edad podía calcularle al chiquillo. Lo recorrió con la vista a modo de reconocimiento; vestía tenis, pantalón caqui, un largo abrigo azul marino, una bufanda a cuadros sobre sus hombros y guantes negros; inevitablemente su transitar ocular terminó en el cabello lacio y azabache y en ese inconfundible par de ojos oscuros y grandes.

Dejó de respirar. Era Minho, su Minho.

El pequeño infante sonrió maravillosamente y se agazapó para batir la nieve entre sus dedos enguantados y descubrir el césped que había debajo.

¿Por qué estaba viéndolo?... tan frágil, tan inocente, tan puro… ¿Por qué así?

Miró aquello, se llevó la mano a la boca para no dejar salir un sollozo y apretó sus ojos con fuerza, dejando precipitar las hirvientes lágrimas. No quería perturbar al menor que jugaba, como si su única preocupación en el mundo fuese arrancar pasto para decorar los pasteles de nieve que hacía.

Sus cabellos se mecían con el aire helado, los labios rosados enmarcaban una fina sonrisa y la casta mirada desprendía un brillo propio que se pierde con la llegada de la adolescencia.

Y cuánto amaba verle así. Aunque sus lágrimas continuaran cayendo interminables sin darle tregua un segundo y se atragantara en su débil intento por no gimotear y perturbar tan hermosa imagen.

El menor se rió divertido por el pastelillo que había hecho.

Minho: ¿Por qué lloras hyun? – No lo vio, continuó escarbando el hielo. –

“Hyun…”

Pero qué encantadora voz tenía; suave, infantil y adorable, y qué bello sonaba en sus oídos que le llamara así… tan natural, tan bien educado, tan buen niño.

Taemin: N-no lloro. – Secó sus lágrimas con el dorso de la mano con rapidez. – ¿Te gusta la nieve…?

Minho le vio y asintió firmemente con una sincera sonrisa pintada en sus labios; la nariz estaba un poco roja al igual que las regordetas mejillas por el intenso frio.

Echó la cabeza hacia atrás, suspiró y cerró los ojos mientras dejaba brotar más ríos salados de ellos. Comenzaba a temblarle el mentón pero no era la condición invernal la que se lo provocaba, era la ternura, la sorpresa, era él.

Dio gracias al cielo el estar sentado en la helada banca pues no estaba seguro de que las piernas le funcionaran luego de todo eso, de toda la felicidad y el dolor que estaba experimentando.

Feliz por ver una etapa en la vida de él que desconocía.

Destrozado por saber que eso no era normal, no era lógico, no debía ser y que lo había visto muerto. Muerto…

Taemin: *Murió… ¿También fallecí?... ¿Este espacio es el último que compartiré con él?...*

Con las palmas unidas en una fuerte plegaria muda sin destinatario, suplicó que tal realidad torcida se extendiera interminable.

Que ese invierno fuese eterno…

Que no parara nunca por más que le desgarre la verdad…

Que el niño siga jugando a sus pies sin pena alguna…

Que no se lo quiten, sólo… que no se lo quiten.

Minho: Lo siento…

Así, viendo su pequeña creación de nieve, le soltaba una disculpa lastimera, quedita, llena de calor; tan cálida como el verano que ya no compartirán juntos.

Le vio con los ojos bien abiertos, sin poder creer la inocente frase que escuchaba.

Había preferido la muerte a herirlo.

No había nada que perdonarle, nada.

Sintió la rabia avanzar por su garganta y atorarse ahí como un sólido objeto redondo que por más que tragaba saliva, no lo pasaba.

¿Arriesgar todo por alguien como él?... cuánta furia y cuánto dolor le inundó.

Taemin: No hay nada que disculpar Minho ah.

Minho: No quería que te doliera. - Concentrado en sus manos, hizo trocitos un diminuto ramo hecho de césped. -

Taemin: Lo sé… – Sollozó sin poderlo evitar. –

Súbitamente, el pequeño se puso de pie y tras sacudir sus ropas, agitó su mano alegremente como despedida y dio media vuelta para salir corriendo.

El rubio sintió que se le pegaba el estómago a la espalda y que su corazón incluso había dejado de latir al ver que el niño se alejaba.

No lo pensó. Se levantó de la banca y salió tras él con todas sus fuerzas.

Taemin: ¡Espera!... ¡Por favor! - Ahora si gimoteó sin tapujo alguno mientras le veía la espalda. Su pecho se estrujaba y la respiración entrecortada le infligía una taquicardia constante; aun así lo seguía. –

La diminuta silueta se desdibujó al adentrarse en el velo vaporoso y blanco, hasta que desapareció por completo.

Taemin: *No…* ¡NO!... ¡Minho! – Se llevó ambas manos a la cabeza y percibió que el lugar daba vueltas, usando su cuerpo como eje principal. –

¿Tienes miedo?... Yo también… Con todo lo que tengo, Taemin…

Lo oía, a lo lejos; los bien conocidos murmullos de recuerdos se arremolinaban en sus oídos como siendo acarreados por un viento antiguo. Y se detuvieron.

Todo tan lleno de más nieve, de más niebla, de más blanco a donde mirara, pero tan vacio de él…

“Por favor… no lo pude abrazar…”

Se dejó caer de rodillas, mojando su pantalón por el hielo y ahogándose con el remordimiento por no haber tocado, agradecido ni despedido a Minho. Un estúpido, un completo y reverendo estúpido, justo así se sentía. ¿Cómo pudo pensar que ese momento duraría para siempre?... ¿Cómo pudo ser tan ingenuo como para creer que el destino, que los había separado, ahora seria amable con ellos?

Golpeó una y otra vez el suelo con sus antebrazos, sin importarle el entumecimiento, las piedras entre la nieve y el daño en su piel. Únicamente deseaba descargar la furia y el amor que estaban consumiéndole.

Minho: Hyun, no llores.

La pequeña vocecilla le hizo levantar el rostro entre sorprendido e ilusionado. Ahí estaba de nuevo, parado frente a él y ofreciéndole una hermosa rosa roja.

La punzante paramnesia le hizo tomar el regalo y sonreír de forma boba entre el dolor.

Minho: Debo ir con mi mamá y mi hermanita. – Sonrío satisfecho. -

Las palabras calaron hasta la médula. No era una simple frase, había todo un mar detrás de ellas, uno inevitable y cruel.

Taemin: E-espera… - Antes de despedirse, debía hacer algo que justo acababa de recordar, algo que Key le había contado hacía mucho. -

“Un pacto de sangre puede ligar a dos personas a que se encuentren en su próxima vida…”

Su único y patético consuelo; una migaja de esperanza, puesto que, esta reencarnación arrasó con ellos al igual que en las otras; porque fue mucho el amor y pocas las opciones, porque simplemente no lo quiso ese alguien que todo lo ve.

Sujetó el tallo de la flor y, cuando halló lo que buscaba, no titubeó y clavó una espina en su índice derecho hasta que de él brotó el líquido carmesí que tanto ansiaba. Ahora debía hacerle lo mismo al niño pero le resultaba difícil herir la tierna piel.

Minho inclinó la cabeza hacia un lado sin saber qué hacía el otro pero, al observar la sangre, las comisuras de sus labios apuntaron al suelo.

Minho: Hyun, te hiciste daño. – Dijo en un puchero. –

Taemin: No me due –

Sin dejarlo terminar, el infante llevó el trémulo dedo hasta su propia boca para detener la diminuta hemorragia.

Un gesto sin malicia, un gesto puro y hermoso que le hizo chillar cual niño.

El fuerte crujido, de lo que parecían ser arboles a punto de partirse a la mitad, le hizo despertar de la burbuja de fascinación. Casi al mismo tiempo, su dedo fue liberado y percibió que le bajaba la presión vertiginosamente.

No quería, pero terminó cayendo de costado sobre el manto helado. Tiritó sin control alguno y luego todo se tornó negro poco a poco, haciéndose cada vez más lejana la figura sonriente e infantil de Minho…
...

Húmedo, helado, viscoso, en su pecho, brazos, cuello y mejilla. El líquido escarlata por doquier en ese suelo de madera.

De nuevo estaba a su lado, bañando en su sangre.

No había sonido alguno más que el constante pitido en sus oídos. Completamente sordo, sentía la succión del portal que seguía abierto.

El pelinegro lucía en paz aunque la daga continuara dentro de su pecho, con el semblante relajado como si durmiera la fase profunda del sueño, pero los labios blancos confirmaban el verdadero estado de su cuerpo.

Había fallecido.

Se arrastró hasta poner el oído sobre el hombro del joven. Tenía los ojos tan abiertos que le dolían, percibía que de ellos brotaban mas y mas ríos violentos que deformaba la imagen del perfecto perfil que veía; ya no le importaba nada, no podía pensar en nada, ni en sus hyuns, ni en el espectro.

Key: ¡Taemin!

Volvía a oír de nuevo.

Esa voz tan lejana y desesperada de Kibum, tan efímera, tan insignificante para él.

Jonghyun: ¡Con un… carajo!

Jjong lloraba también.

Onew: ¡Levántate Taemin!

¿Cómo iba a hacerlo si Minho ya no estaba para ayudarle?

La bestia comenzó a reírse de forma ronca, distorsionada, poseyendo más de 3 voces diferentes, pero como base, el maknae podía distinguir con claridad el tono del prestamista, desagradable y repugnante.

Se mofaba por su dolor y por el triunfo que eso significaba para la criatura; desde aquella vez así fue. Emitió una carcajada limpia cuando terminó de saciar sus deseos con él y con un “serás mío de nuevo” se había ido de la habitación no sin antes haber pateado a su padre y abofeteado a su madre.

A paso lento, el complacido oculto se dirigió a su presa, mostrando sus dientes como “flamante” sonrisa e incrementando el color rojizo de sus pupilas.

El blondo escondió su rostro en el cuello frío del pelinegro y cerró los ojos. No quería ver el desenlace.

Taemin…

Susurraba de nuevo con todo el apetito desbordándose de manera horrible de sus cuerdas vocales y alzando las viscosas extremidades superiores hacia el rubio, sin embargo, un ligero rayo azul en el piso le hizo detener su avance y gruñir furioso.

Jonghyun: ¿Qué fue eso? – Trató de agudizar sus sentidos pero no percibía nada diferente. –

Onew: ¡¿Key?! – Volteó a verlo pero el joven negaba con la cabeza. –

Los chicos no tenían ni un atisbo de energía, mucho menos la diva puesto que ya había empleado todo su don para obtener la herramienta más poderosa que habia conocido, no obstante, las descargas se desplazaron nuevamente por el suelo, tronando a los pies del ente.

El maknae alcanzó a vislumbrar el extraño fenómeno y al sujetar la camiseta del alto para apoyarse en busca de una mejor visión, sintió una punzada en el índice derecho e instintivamente lo revisó. Un pinchazo. La gorda gota de sangre era rodeada de un borde rojizo de piel ligeramente inflamada, como el que es provocado por una aguja o… la espina de una rosa.

De pronto, el oscuro portal bramó espantosamente, liberando una fuerte cantidad de energía eléctrica que se expandió por el techo e hizo temblar el suelo de forma tan violenta que la madera crujió amenazándoles con deshacerse cual polvorón.

Por reflejo, Taemin cubrió con su cuerpo el de Minho.

Una bola de fuego color plata incendió inesperadamente la daga dragón, desapareciéndola en un segundo, y ante la vista atónita de todos los presentes, el pelinegro abrió los ojos de golpe, giró el rostro con rapidez y escupió un líquido carmesí y espeso que también fue consumido por una llama.

Antes de que pudieran reaccionar ante tal acontecimiento, el pasaje incrementó la energía de succión sólo hacia el oculto, el cual vociferó encolerizado y se lanzó sobre el blondo, sujetándole el tobillo con fuerza en un último intento desesperado por poseerle.

El hábito le fue arrancado y las almas que había devorado, salían una a una de su cuerpo desagarrando la sustancia de la que estaba hecho, destazando sus extremidades inferiores, explotándole el estómago y provocándole que vomitara su propia “carne” en trozos.

Jonghyun: ¡Taemin! – Vio horrorizado que el ente tiraba de él. -

Lo que quedaba del oculto fue jalado hacia el portal y obligado a introducirse poco a poco, pero por su agarre, el maknae fue impulsado también y antes de que su pie comenzara a atravesar el hueco, la mano de Minho asió con firmeza la del menor.

Taemin: ¡Minho! – Lloriqueó incrédulo por lo que veía. -

Key: ¡Minho! – Corrió como pudo hasta el moreno y entre lágrimas abrazó su cintura por la espalda para ayudarle a jalar. –

El castaño se arrastró y afianzó la pierna de la diva mientras el líder tomaba la del primero.

La temblorosa extremidad se negaba a soltar el tobillo del maknae y el agujero negro aumentó su poder, haciendo que todos despegaran los pies del suelo, excepto Onew, quien enredó sus piernas alrededor de una de las patas de la mesa de roble.

Pero la larga mano del oculto hizo más fuerte su agarre y la mesa inició el característico tronido indicando, con ello, que pronto cedería.

El blondo temblaba de dolor y más por el terror de sentirse victima de nuevo de quien le deseaba de manera enfermiza. No deseaba ver su tobillo ni la oscuridad que lo sujetaba; su cerebro aun intentaba protegerlo obligándolo a apartar la vista y a mantenenerse inmovil, y eso únicamente lo volvía una presa fácil, un bulto que debía ser defendido.

Tal hecho lo notó con alarma. Así no podría alcanzar su libertad; no sólo física.

Si bien jamás podría deshacerse de las podridas memorias y nunca volvería a ser el mismo sujeto antes de aquel suceso que le marcó, sabía que era el tiempo indicado para avanzar y atropellar el miedo de una vez por todas.

De salir adelante y dejar de ser ese niño indefenso.

Taemin: ¡Háganlo a la mala!

Usando su pierna libre, pateó la desagradable extremidad en incontables ocasiones y en ese momento, todos fruncieron el ceño, tiraron con todo lo que tenían y gritaron por el esfuerzo, hasta que el amarre del ente estalló en esferas blancas, dejando a los chicos a merced de la ley de gravedad por la repentina ausencia de succión.

El inmenso portal concentró toda la energía eléctrica en su centro y desapareció como si jamás hubiera estado ahí…

Minho: ¿Están bie – Antes de poder terminar, sintió cuatro pares de brazos rodeándole y estrujándole en un cálido abrazo, uno con sabor a familia, uno que hacía mucho no lo percibía. - Hey, chicos…

Key: Cierra la boca Choi Minho. – Le ordenó. -

Minho: Pero…

Jonghyun: Cá…llate. – Hipaba como un niño. Todos sabían que no pararía ahora. –

Onew: ¡Yah! ¡¿Por qué carajos me das estos sustos?! – Le mordisqueó el hombro en una extraña manera de desahogo mientras lloraba. -

Pero Taemin, a través de sus lagrimales, dejaba fluir en ese cálido pecho todo el sufrimiento, el pánico, el horror, la angustia, la locura misma de haberle visto perdido para siempre y sin saber realmente por qué, sus pequeños puños golpeaban muy apenas ese torso.

Los tres hyuns se separaron un poco para darles espacio ya que comprendían que ellos dos eran los que posiblemente habían sufrido más.

Minho: Taemin… - Susurró quedito y rodeó con sus brazos el frágil cuerpo que se resistía al principio pero que al final terminó cediendo al gesto. –
...

Luego de que el castaño llamara a una ambulancia, todos fueron trasladados al hospital más cercano.

El rubio presentaba las heridas más severas por lo que los médicos lo atendieron rápidamente y le hicieron una serie de exámenes y pruebas hasta identificar todas y cada una de las lesiones que tenía: Cortada de 3.5 cm. en la parte posterior de la cabeza, 4 costillas rotas en el costado izquierdo del tórax y la muñeca derecha fracturada en tres partes.

El pelinegro tenía zarpazos profundos hechos por algún carnívoro de gran tamaño, deducido así por los médicos, en la espalda y hombro izquierdo.

Onew presentaba el mismo tipo de herida que la del alto pero sólo en la pierna derecha, Key tenía una cortada de 1 cm. en la ceja izquierda y golpes menores en el cuerpo, Jonghyun compartía las mismas lesiones a excepción del corte, y todos mostraban un cuadro de debilidad extrema, diagnosticado como consecuencia de hacer dietas peligrosas.

Una vez que los jóvenes recibieron el tratamiento correspondiente, los reunieron a todos en una sala con capacidad para 6 camillas, aunque dos de ellas estaban vacías.

Jonghyu: Minho… - Llamó de repente mientras las enfermeras transportaban a Taemin en una camilla hasta acomodarlo a su lado. –

Minho: ¿Cómo te sientes Taemin? – Se sentó en el colchón para verlo mejor. –

Taemin: Bien, me dieron medicamento para que no me dolieran las fracturas, ¿y tú? – Le dedicó una leve sonrisa. -

Minho: Muy bien, esto no es nada. – Sonrió de lado y se cruzó de brazos, aunque la realidad era que las heridas le dolían como el demonio y tuvo que pedir, a punto del llanto, medicinas para controlar el dolor. –

Jongyun: Minho… - Interrumpió la escena de macho man del joven. -

Minho: ¿Qué mierdas quieres Jjong? – Había notado que le hablaba, pero ¿acaso no veía que quería flirtear un poco con su pequeño? –

Jonghyun: ¿Cómo le hiciste? – Desde que habían llegado a la clínica le carcomía la duda. –

Onew y Key prestaron atención y se enfocaron a la pregunta porque también se morían por saber.

El más alto sonrió altanero y les mostró la v de la victoria.

Jonghyun: ¡Lo sabia! Lo tenias todo perfectamente calculado ¿cierto? – Le vio con ojos titilantes, como los de un cachorro. –

Minho: Ah… este. – Se llevó la mano a la nuca y desvió la mirada. Había sido bastante inocente pensar que su gesto de triunfo sería suficiente. – Algo así… si.

La diva borró la mueca idiota que había puesto al sentir orgullo por uno de sus retoños y su mirada se llenó de sospecha.

Onew: ¿Algo así?... cuéntanos, yo también quiero saber. – Se inclinó en la cama y sonrió ampliamente. -

Minho: Bueno… calcular, lo que se dice calcular así perfecto pues… es decir. – Carraspeó esperando a que la tierra lo devorara, ya que el rubio se veía más fascinado y ansioso que todos por oír la increíble historia. – Al principio – Se le ocurrió una idea para continuar. – mi único don era el copiar el de los demás después de que los veía, incluso pude estar en el plano de Taemin, ¿cierto?

Taemin: Cierto. – Asintió con la cabeza. –

Minho: Y al ver cómo usaba su habilidad al cerrar el portal de aquel espejo, supe de inmediato lo que tenía que hacer. – Echó los hombros hacia atrás, al tomar más confianza. – Fue difícil ejecutar el plan, pero es pan comido para mi do…

Key: ¿Sabías exactamente lo que debías hacer? – Interrumpió y levantó una ceja. – Pero si Taemin me contó, cuando llegamos, que hasta te despediste de él en otro plano.

Minho: Oh, eso. – Se rió un poco de los puros nervios. –

Onew: Déjalo en paz Kibum, ya dijo que lo tenía todo planeado. No es como si hubiera puesto nuestras vidas en peligro sólo para ver si su don copiaba el de Taemin y, así, salvarlo. – Echó una carcajada ante esa realidad tan absurda pero luego se detuvo en seco cuando la idea no le pareció tan descabellada. –

Minho: Creo que ya me siento mejor, me adelanto al café. – Dijo rápido, intentando salir de la cama. –

Key: ¡Lo sabia! ¡Maldito presumido! – Tomó una almohada y se la arrojó con toda la energía que tenía. -

Jonghyun: ¡Eres un hijo de puta! – Imitó a la diva. –

Onew: ¡Yah! ¡¿Cómo pudiste decepcionarme?! – Cojeando y con suero en mano, fue hasta la cama del alto para golpearle personalmente con una bacinica. -

Minho: Malditos bastardos, yo los salvé después de todo… ¡YO! – Se cubría con los brazos todos los almohadazos que le llegaban pero los porrazos con la bacinica eran despiadados. –

Taemin estaba sorprendido y en cierto punto cautivado de una forma un tanto inusual, porque el moreno arriesgó la vida de todos por una pizca de esperanza para salvarle de morir sólo a él. Se sentía bien, tan bien que se carcajeó del pelinegro por la forma en la que era castigado por los hyuns aunque las costillas le demostraran, con dolor, que aun no era tiempo para reir.
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Era un día soleado, sin nubes ni viento helado. El invierno estaba yéndose de a poco para darle paso a la primavera que se acercaba.

Una carta yacía en el buró de la segunda habitación a la derecha; Minho estaba acostado boca arriba en su cama, con ambos brazos entrelazados bajo su nuca y no hacía otra cosa más que repasar mentalmente lo escrito en el papel una y otra vez. Se había aprendido cada palabra escrita en él, tal vez por lo corto o quizás por lo significativo que era.

Minho… poco después de que te fuiste me interné en una clínica de rehabilitación y sólo quiero decirte que lo siento… lo siento tanto. Espero que puedas perdonarme algún día, hijo.

Cerró los ojos y suspiró, dejando que el aire que inspiraba saliera por la boca muy lentamente para relajarse.

Minho: ¿Piensas que eso es suficiente? – Dijo para sí mismo. Lo creía una burla por el lado en que lo viera. Seguramente se le había acabado el dinero que obtuvo al venderlo y no tuvo otra opción más que irse a refugiar a esos sitios donde la comida es gratis pero los famosos 12 pasos obligatorios y, si mal no recordaba, el disculparse era uno de ellos. – Bastardo…

Por más que le diera vueltas al asunto, mas cabreado terminaba. ¿Qué esperaba que le contestara? ¿“si papá, te perdono”?, de ninguna forma, el daño se lo había hecho por años, con toda la intención y el odio que alguien puede albergar.

Su más que perfecto día estaba yéndosele a la mierda desde temprano. Hasta eso se encargaba de hacerle y de lejos; consideraba que eso sí era toda una nueva hazaña de su padre, y pensar que el venderlo estaba en el puesto número uno en su top ten de brutalidades hechas por su progenitor. Ni de broma, ahora ésta sería la primera por tener otras características: le parecía graciosa por ser la primera carta que le escribía, se podía mear de la risa, también, por la incredulidad que le provocaba la idea de ese hombre dejando la bebida, y por resultarle completamente irreal que se disculpara por ese medio justo en ese día de entre todos los demás.

Justo hoy, cuando sería su primera cita con Taemin.

Minho: Maldito viejo… - Volvió a rabiar. –

Key: ¿Qué haces?, Taemin ya casi está listo. – Apoyado en el marco de la puerta veía extrañado las, a su juicio, fachas del alto. -

Minho: Estoy listo desde hace media hora. – Exclamó sin abrir los ojos. –

Key: ¿Listo?... listo el desayuno, tú no lo estás para nada. – Se adentró a la alcoba y hurgó en el armario en busca de algo que pudiera usar decentemente para una cita y no los pantalones de mezclilla roídos, la camiseta de mangas largas negra y la odiosa gorra que no hacía más que gritar un “no me peine hoy” que portaba. –

Dentro de poco y muy a su pesar, ya se encontraba bajo las manos expertas del ser más metrosexual de toda Corea.

El pantalón fue cambiado por uno de vestir color negro, la playera por una blanca de manga corta con estampado de formas triangulares grises y encima un saco del mismo color, y la gorra quedó totalmente descartada.

Key: Si tuvieras más ropa que no fuera gris y negra… - Se quejó. –

Minho: Yah… me gusta así. – Replicó, dejando que el otro le pasara por el pelo los dedos llenos de cera para peinar, para esculpir su cabello hacia arriba, dejando despejada la frente. –

Key: Si, si. – Ignoró al chico y se detuvo un momento para ver su creación. – ¡Perfecto! ¡Ahora si estás listo! – Sonrió complacido. –

Taemin: Umma… ¿dónde estás? – Dijo amablemente desde el pasillo. – ¡Umma! – Eso, en cambio, no se oyó nada amable. -

Key: Oh, estoy aquí Taeminnie~ - Contestó para que el menor diera con él por el sonido de su voz. –

El aludido se dejó ver por sus hyuns y fue el pelinegro el que se quedó con la boca abierta. El maknae llevaba unos skinny jeans color rosa y un suéter de cuello alto, negro, ajustado al cuerpo y largo hasta la cadera; unos pasadores se encargaban de sujetar el fleco, que estaba echado hacia atrás en una ligera comba, y unos mechones del lado izquierdo de su cabeza, mientras que las suaves ondas doradas caían libres del lado derecho. Era una ligera variación del peinado que tenía la noche en que hicieron el amor por primera vez.

Minho: Excelente trabajo. – Le murmuró a la diva sin despegar los ojos del blondo. -

Key: Claro que si, darling. – Un par de palmaditas en su hombro acompañó la frase. – Ahora fuera de aquí, anden. – Agitó las manos con las palmas hacia abajo, a la altura de su cara, en una clara expresión para que salieran. –

No esperaron a que Kibum se los repitiera cuando ambos salieron de la cafetería.

La primera parada que estaba planeada por el alto era en un parque, donde las crepas dulces de zarzamora y chocolate fueron su desayuno y el caminar tomados de la mano, su postre.

Era increíble la habilidad que poseía el maknae para desvanecerle el mal humor que le había provocado su padre, horas atrás. No tenía que esforzarse mucho para lograrlo, solo sonreír, molestarlo, asustarse con los insectos que salían de entre el pasto o simplemente agitar la larga melena.

Por su parte, Taemin no podía estar más contento, sentía que caminaba al lado de un famoso modelo de pasarela y su mano parecía estar pegada a la suya sin ningún tipo de prejuicio, incluso cuando una viejecita les clavó la vista con ganas de narrarles la biblia entera, ni así le había soltado. Lo paseaba orgulloso, como si lo presumiera con toda la gente y eso simplemente lo amó.

Taemin: ¿Ahora a donde vamos? – Soltó de pronto cuando terminaron de recorrer el parque entero. –

Minho: Te va a gustar. – Sonrió viéndolo de soslayo. No quería arruinar la sorpresa. -

Cuando llegaron, al pequeño se le iluminó el rostro. Estaban frente a una plaza comercial que había recibido gran fama por una sola cosa: su pista de hielo gigante.

Taemin: ¡Entremos ya! ¡Vamos! – Tiró de la muñeca del mayor para hacerlo andar rápido. –

Era muy rara la forma en la que había cambiado gracias a Minho. Seguía siendo un ser amargado y serio, pero ya no tenía porque pensar ni racionar las sonrisas ni mucho menos barajar algún comentario irónico o agresivo a todo lo que veía, escuchaba, olía, tocaba, probaba o sentía. Ahora podía abrirse un poco más con los chicos aunque con las personas nuevas, en concreto con los clientes, aun le costaba ser afable.

Al poner un pie en la pista, no pudo evitar deslizarse ágilmente y dejar atrás al moreno y eso él lo notó satisfecho. Había sido una magnífica idea sacarle información a Jjong y los demás sobre los gustos del joven, pero alguien debió advertirle que su don no podría copiar esa habilidad de patinar sobre hielo y su trasero le reclamó en cada caída su exceso de confianza.

Definitivamente debió llevar su cámara, puesto que las fotos de su celular no les hacían suficiente justicia a las aparatosas caídas del mayor. Cada que movía un patín, por más cortita que fuera la distancia, por más que le tomara la mano o que de plano le abrazara la cintura para guiarlo, siempre terminaba de espaldas y maldiciendo sobre la fría superficie hasta con él encima, en ocasiones.

Las horas pasaron veloces en su marcha inexorable y la diversión, los golpes, las sonrisas y sonrojos sobre ese lugar, debieron terminar por la cancioncilla que anunciaba el cierre de la pista y el único contento por ello era el culo del pelinegro.

Antes de regresar a casa, acordaron comer comida china en uno de los tantos restaurantes de los que presumía la gran plaza comercial, pero más que comer de su plato, ambos probaban el del otro con el pretexto de que les parecía mejor y que habían errado en la elección de los suyos e inclusive, debían llevarse la comida a la boca ajena dizque porque así se acentuaba mas el sabor, todo siguiendo esa hipótesis que a los dos se les había ocurrido al mismo tiempo, la cual no había sido necesario plantearla en la mesa para llevarla a cabo y extrañamente había resultado cierta. La comida así era más sabrosa, mucho más.

Tras su descubrimiento, los jóvenes salieron del lugar rumbo a la cafetería en pleno atardecer.

Taemin: Minho-ah… hay un lugar al que quiero ir. – Acarició con su pulgar el dorso de la mano que sujetaba. –

Era una sorpresa que su pequeño tuviera algo preparado, así que no se negó y dejó que lo guiara hasta donde quería ir, pero a cada paso que daba no podía evitar sentir el deja vu de haber recorrido, hacía mucho, ese mismo camino, y una vez que llegaron al sitio no pudo ser más claro para él.

Era el cementerio donde yacían los restos de su madre y hermana.

Minho: ¿Qué hacemos aquí? – Dijo con tono serio y tajante. –

Taemin: Aquí te espero. – Soltó su mano. También había investigado sobre él, sobre el paradero de esos cuerpos y sabía que para que sus pesadillas terminaran, debía sostener una charla con esas dos almas, incluso si lo obligaba a ello. –

Dio un gran suspiro mientras su vista se perdía entre las tumbas y se decidió de una vez a entrar ahí.

Si bien desde que las enterraron no había vuelto a visitarlas, no fue necesario pedir informes, sus piernas lo llevaron exactamente al lugar donde estaban las frías lápidas como si tuvieran memoria propia y una vez que estuvo frente a ellas, se agazapó.

Minho: ¿Qué puedo decir? – Sonrió nervioso. – ¿Lo siento?... creo que eso no es ni la mitad de lo que merecen… - Su voz comenzaba a temblar. – Yo… yo fui muy molesto ese día… - Sus ojos se aguaron inevitablemente y una terrible presión en el pecho le atacó. Estaba repitiendo las mismas palabras que bailaban en su mente cuando se asfixiaba en la culpa – Yo…

No pudo continuar. El vello de la nuca se le erizó y un escalofrío intenso recorrió su espalda… lo podía sentir, era la misma sensación inigualable que le gritaba que no estaba solo.

Apretó los puños con fuerza, mordió su labio inferior y frunció el ceño antes de levantar la vista y verlas a ambas frente a él, sólo que esta vez era distinto… se veían radiantes, limpias, saludables y sonrientes.

Las lágrimas se precipitaron una tras otra, agolpándose y creando ríos salados por doquier, tal y como si no hubiese llorado nunca y ahora salieran todas las que estaban guardadas.

Minho: Perdónenme… por favor… lo siento tanto. – Sollozaba cual niño pero tanto la madre como la hija negaron con la cabeza sin desvanecer la enorme sonrisa. Supo al instante que no le estaban disculpando, sino que se despedían para irse en paz, y el peso que sentía sobre los hombros se esfumó inmediatamente. -

Ambas le dedicaron una última y cálida mirada y se llenaron de esferas plateadas hasta que desaparecieron por completo.

Una persona que había sido asesinada no cruzaría a menos de que su homicida tuviera un final, sino había sido así y seguían vagando en la Tierra, era porque tenían un asunto que arreglar… y justo el pendiente que tenían las dos, era que ese joven dejara de culparse y fuese feliz. Él lo entendió, al fin lo pudo comprender.

Secó las gotas saladas de sus mejillas, se levantó y le hizo señas a Taemin para que se acercara.

Ya las había visto cruzar, pero algo muy dentro de él le decía que estaban viéndolo… que siempre estarían a su lado cuidándole a la distancia.

Minho: Mamá… te presento a Lee Taemin. – Sujetó la mano del maknae con firmeza. – Él es el hombre al que amo. – Exclamó orgulloso. –

Taemin: M-Minho. – Le miró impactado pero en cuanto sintió un ligero tirón en su extremidad, se apuró en hacer una amplia reverencia. Cuando de modales se trataba, el alto era estricto con él. – Yo… le juro que lo cuidaré bien. – Dijo manteniendo la venia. -

Minho sonrió ampliamente y con otra reverencia, ahora de su parte, se retiró del lugar con el rubio a su lado.

Taemin: ¿Y el asunto con tu padre? – Preguntó camino al café. -

Minho: Creo que… le llamaré. – Asintió con la cabeza para darse confianza ante lo que decía. – Pero… ya conociste a mi madre, ¿cuándo conoceré a tus papás? – Le vio de reojo y con una sonrisa de medio lado. –

Taemin: Pues… no los he visitado porque sufren mucho al verme, pero si voy contigo y ven que soy feliz… tal vez ellos, se sientan mejor. – Suspiró. –

El pelinegro no dijo nada, sólo besó la frente del pequeño en un gesto de apoyo.

Por fin llegaron a la cafetería y tomó el pomo de la puerta dispuesto a escuchar las cascadas de preguntas de Jjong sobre si lo hicieron o no en un lugar público, las de Onew sobre si habían comido pollo y las de Key sobre si había seguido sus consejos para una cita perfecta, que incluía la renta de un carruaje.

Taemin: Minho-ah…

Minho: ¿Qué pasa? – Se giró a verlo. –

Taemin: Yo también te amo…

Sin más, se puso de puntitas y enredó el moreno cuello con sus brazos para posar su boca muy suave, dulce y tiernamente sobre la otra.

Taemin: Minho-ah… entremos a la casa. – Rió bajito al ver el rostro y las orejas tan rojas como tomates del chico. –

Minho: V-vamos…

Fue entonces que abrió la puerta y sintió la calidez de esas personas que le esperaban y de la que ingresaba feliz frente a él… esos que no eran amigos ni compañeros, sólo extraños que un día entraron a su vida sin invitación y que sin saberlo se convirtieron en su familia… por fin, el núcleo que le hizo tanta falta por años y que anheló como lo hace el cielo azul llorándole nubes al astro rey, cada mañana.

FIN.