PRÓLOGO

1st Nightmare: Awake.

El viento helado y furioso envolvía la lluvia incesante, obligándola a darle castigo a una solitaria y pobremente iluminada calle de la ciudad… La penumbra de la noche era testigo del rápido andar de un joven de cabellera corta, negra y peinada ligeramente hacia arriba. Corría aceleradamente, con rapidez, con pánico.

A cada paso que daba sentía las sienes latiendo de dolor y la sangre caliente brotando por una herida en su frente, producto de una caída.

Minho: *¿Por qué? … ¿por qué?... * - corrió despavorido mirando compulsivamente sobre su hombro izquierdo solo para asegurarse de la cantidad de “caminantes” que le seguían –

Tal vez 30… o quizás 50 personas con ropas roídas, sumamente pálidas, ojerosas en extremo, con múltiples heridas en todo el cuerpo, enfermas y… hambrientas.

Dio vuelta en una esquina para intentar perder a las criaturas y fue entonces que los vio… más de 200 enfermos cubriendo la totalidad de la calle…

Quiso regresar pero ya estaba rodeado por los que le seguían y ante todo ese barullo la atención de los infectados presentes se posó sobre el… se acercaron rápidamente y otros más corrían desesperados hacia el chico, todos con sed de sangre y carne. Una señora que no reconoció, con llagas en el rostro y una herida grande en la mejilla claramente de una mordida humana, le sujetó del brazo, se le abalanzó al cuello y le tosió algo de sangre antes de abrir la boca para clavarle los dientes.

Sr. Choi: ¡ya levántate! ¡Eres un bueno para nada! – una voz profunda le gritaba desde afuera de su habitación –

Gracias a eso pudo despertar de la terrible y constante pesadilla que le hacía compañía cada noche…

Minho: ya voy… - estaba cubierto de un sudor frio y su corazón latía agitado como si aun estuviera corriendo por su vida –

Se levantó sin ganas y echó un vistazo por la ventana. Aun no había amanecido y una densa capa de niebla se cernía sobre la calle, como si su sueño estuviese recreándose ante sus ojos… tal pensamiento le llenó de escalofríos.

Sr. Choi: ¡¿qué mierdas haces?!... ¡Tienes que ir a trabajar, maldito holgazán! – continuaba llenando con gritos hasta el más pequeño rincón de la humilde casa –

Minho: ¡¡que ya voy!! – le respondió con el mismo tono de voz al sentir como le enervaba cada palabra de su padre –

Rápidamente se dio una ducha fría y eligió su ropa… no debía ponerse un uniforme ni vestuario elegante para lo que hacia todos los días. Solo un pantalón de mezclilla azul, una camiseta de mangas largas negra, una gorra del mismo color y tenis.

Sr. Choi: ¡ya lárgate!... ¡Si te corren del trabajo ni creas que podrás regresar aquí! – Vociferó una vez más desde la sala al ver a su primogénito bajar las escaleras con pesadez –

Minho: ¡ja! Si vieras como muero por volver aquí – le espetó sarcásticamente mientras tomaba la correa de su bolso y la pasaba sobre su cabeza para hacerla descansar en su hombro –

Sr. Choi: ¡Cómo te atreves a responderme! – Se levantó amenazante del sillón y le miró por unos segundos – mejor lárgate a traer algo de dinero… no eres más que un maldito parásito – murmuró para después sentarse nuevamente -

Minho: ¿ahora exiges respeto?... maldito viejo – dijo muy bajo para no ser oído y salió con rapidez de aquel lugar -

No siempre había vivido en esa casa tan pequeña, maltratada y localizada en uno de los peores barrios de la ciudad… no… cuando era niño todo era muy diferente.

Vivía en una hermosa casa de 3 pisos, con un amplio jardín lleno de flores blancas… recordaba la servidumbre del lugar y las montañas de juguetes que tenía en su habitación… era un lugar acogedor y lo más importante de todo es que aun tenia a esas dos personas en su vida. Su madre y su hermana.

Los días se hacían interminables al jugar con su hermana menor y las noches se tornaban mágicas con los cuentos que su madre le inventaba y narraba solo para él. Todo era perfecto… era un hogar en toda la extensión de la palabra ya que, según recordaba, su padre también le amaba mucho. Lo arropaba antes de que su madre empezara a contar alguna historia y siempre lo llevaba de pesca los fines de semana.

Pero su felicidad solo duró hasta que cumplió 11 años. Fue una brillante mañana en la que la señora Choi decidió conducir el auto de la familia para llevar a sus dos hijos al parque… pero ese día en especial el pequeño Minho estaba muy inquieto y molestaba a su hermana… sus travesuras llegaron al punto en que su madre descuido el volante… solo una pequeña distracción y el automóvil invadió el carril contrario, estampándose de frente contra otro coche.

Ni la niña ni la mujer sufrieron… dejaron de existir instantáneamente mientras que el único sobreviviente salió ileso… una desgracia o un retorcido milagro.
....

Llegó justo a tiempo a su lugar de trabajo… nada más y nada menos que un almacén de supermercado.

Minho: *mierda* - Suspiró resignado ante su destino… 12 horas de acarrear cientos de cajas y al levantar la primera, automáticamente su mente se puso en blanco como todos los días –

No tenía caso pasarse toda su jornada laboral pensando sobre aquel día, sobre el odio que despertaba en su padre ni la forma en la que lo encontraría al llegar a casa… completamente alcoholizado y con alguna deuda pendiente a una prostituta barata. Ya estaba más que acostumbrado a encontrarse esas escenas diariamente.

Pero sus pensamientos volaron de manera inevitable. Después de todo, solo era un chiquillo sin nada más que cavilar.

Segunda caja, ¿Por qué tenía que mantenerlo?
Tercera caja, cuanto le aborrecía.
Cuarta caja, cuanto lo odiaba.
Quinta caja, debió ir en el auto.
Sexta caja, debió morir en la última congestión alcohólica.
Séptima caja, debió no ser su padre y él su hijo.
Octava caja, cansancio. Aun quedaban 142 formas diferentes de maldecirlo.
....

Llegó a su “hogar” y como dejavu encontró todo como ya lo esperaba… solo que esta vez había dos prostitutas esperando la paga…

Sr. Choi: por fin llegas… págales ya – decía con dificultad por el altísimo grado de alcohol que corría por sus venas -

Rápidamente sacó su cartera y les pagó… más que obedecer a su progenitor, deseaba que esas mujeres se largaran de ahí cuanto antes, aunque se quedara sin dinero.

Minho: mierda… te excediste esta vez… ¿me rompo la espalda para qué? ¡¿Para mantener a esas mujeres?! ¡Ni siquiera hay dinero para la comida de mañana! – le gritó desesperado al alcoholizado hombre –

Sr. Choi: ¡pues lárgate a buscar más dinero! – dijo con la voz rasposa por tanta bebida mientras se ponía cómodo en el sillón –

Minho: ¡¿y por qué no mueves ese culo y buscas trabajo?! ¡Al menos así podrás pagarte las putas que quieras! – alterado, vociferaba y manoteaba al aire completamente exasperado por la situación –

Sr. Choi: ¡no me hables en ese tono! … al menos así purgas tus pecados… maldito asesino… - le miró con odio sin ninguna contemplación ante sus palabras –

El chico se quedó inmóvil sin saber que decir… aunque su padre le dijera de esa manera tan detestable miles de veces, no era capaz de reaccionar… aun no podía acostumbrarse a algo así.

El viejo solo giró su rostro al televisor y lo encendió para perderse en algún programa de comedia mientras Minho seguía de pie con la vista perdida en algún punto de la sala y con el rostro bañado con los múltiples colores que desprendía el aparato.

¿Culparse?
¿Arrepentirse?
¿Odiarse?

No… aunque su padre y el mundo le gritaran ser un asesino, él no podía percibir ninguno de esos sentimientos…

Sr. Choi: ¡¿aun sigues aquí?! ¡Lárgate a conseguir dinero!... o has algo de provecho y ¡muérete de una vez!

El pelinegro le dedicó una mirada vacía y salió de la casa sin rumbo fijo… solo a conseguir algo de dinero para poder comer al día siguiente.

Ya había caminado hasta el otro lado de la ciudad y no podía encontrar alguna manera de llevar dinero a la casa… estaba desesperado, se hacía tarde y el frio comenzaba a calarle hasta los huesos, aun así caminó un poco mas hasta que escuchó unos pasos que le seguían.

Minho: tengo la cartera vacía igual que tu… - dijo en un tono bastante audible sin dejar de caminar –

Desconocido: ¿a si?... pues me gusta tu cadena… - susurró burlonamente –

El más alto fijó la vista en su pecho y notó el dije de oro que su madre le había regalado en su cumpleaños número 10… siempre había sido cuidadoso con ese objeto tan preciado y diariamente lo guardaba bajo su ropa pero en algún momento, mientras cargaba cajas en el almacén, se salió y no se percató de ello.

Minho: *mierda…* - apretó los ojos sintiéndose estúpido por haber cometido tal descuido y de inmediato encaró al sujeto – lo siento pero no puedo dártelo, es importante para mí – dijo con calma tratando de hacer entender al ladrón –

Desconocido: eso no me importa niño, ¡dámelo ya! – acabó con la distancia que había entre ambos e intentó arrebatarle el objeto –

Minho se defendió y le estampó un puñetazo en el ojo al ladrón, el cual fue a dar al suelo y una vez ahí, le propinó un par de patadas justo en las costillas… debía asegurarse de tener tiempo de huir sin que el sujeto le atacara…

Sin embargo el asaltante metió la mano dentro de su chaqueta y sacó un arma tan rápidamente que el pelinegro no tuvo tiempo de alejarse…

El eco de la pistola resonó en todo el vecindario… un dolor profundo en el estomago le atacó y vio como su camiseta se mojaba por la sangre… no supo en qué momento cayó en la acera pero si sintió con claridad cuando esa persona le arrancaba el dije. Después de eso todo se tornó negro…

La aspereza del césped contra su mejilla izquierda le hizo despertar.

Observó que el suelo no se parecía en nada a la sucia acera donde había caído y que el dolor en su abdomen había cesado así que, alarmado, se incorporó rápidamente.

Era un césped verde azulado que se movía suavemente como si el viento estuviese acariciándolo sin embargo, no había aire….ni una sola brisa. Volteó nervioso a su alrededor y se percató de la presencia de algunos árboles bastante frondosos y grandes, cuyas hojas emitían un ligero resplandor. Todo el suelo parecía emitir un gran brillo propio… miró hacia el cielo y su respiración se detuvo al notarlo ennegrecido y adornado con unas suaves y extrañas ondas de color rojo…

Minho: es de noche... pero todo se ve tan iluminado… - tragó saliva pesadamente… no tenía la mas mínima idea de donde estaba -

Minho hyun, Minho hyun… mira quien está ahí~

El canto de un niño le provocó escalofríos y se giró rápidamente para encararlo.

Minho: *¿un niño?* - muy confundido observó aquel desconocido –

El pequeño de aproximadamente 8 años lo veía fijamente y sonriente… vestía un blusón largo y de un blanco inmaculado… el cabello corto y chocolate le daban un aspecto aun más tierno pero… algo no andaba bien con él. Tenía la piel demasiado pálida y las ojeras muy marcadas… como si estuviese enfermo.

Abrió ligeramente sus labios para hablarle pero antes de emitir sonido alguno, el chico se echó a correr a lo que sólo atinó a salir tras él con todas sus fuerzas sabiendo que ese niño era su única oportunidad para descubrir donde se encontraba.

La figura que escapaba frente a él le iba sacando ventaja cada vez más a pesar de ser solo un infante… de pronto el niño se escondió tras un enorme árbol y Minho sonrió al ver que lo tenía acorralado, pero cuando se asomó, el chico ya no estaba…

Minho hyun, Minho hyun… mira quien está ahí~

Sintió como se le erizó el vello de la nuca al escuchar aquel canto justo atrás de él…

Volteó con lentitud esperando toparse con el pequeño nuevamente… pero lo que vio jamás lo olvidaría…

Una joven yacía colgada del árbol… la soga que rodeaba su cuello la hacía parecer una muñeca que flotaba entre el resplandor de las hojas. Minho quedó prendido de la piel blanca y tersa y del cabello largo, rubio y sedoso de la chica, para después perderse en los detalles del cuerpo… examinando la holgada y larga blusa gris que portaba, el pantalón negro y justo a las piernas y las botas del mismo color. Había olvidado por completo que contemplaba una persona muerta… era más bien como apreciar una fina figura de porcelana.

De pronto el delicado rostro abrió los ojos sorpresivamente y al más alto se le fue la sangre a los talones.

¡¿Qué haces aquí?!

La voz sonó clara, fuerte y… varonil.

El pelinegro dio un paso hacia atrás con la respiración agitada por la impresión y súbitamente todo se tornó negro de nuevo.

Sólo pasaron escasos 10 minutos para que los vecinos se aglomeraran alrededor suyo, llenándolo de murmullos que terminaron despertándolo.

Minho: *¿pero qué…?* - otra vez estaba tendido sobre la acera, con el intenso dolor en su estómago, la cabeza le daba vueltas y muy apenas podía recordar lo que acababa de vivir en aquel extraño lugar… estaba muy confundido, sin saber si había sido un sueño o no -

Vecina: ¡llamen a la ambulancia, rápido! – gritaba desesperada –

Minho: *¿por qué demonios no llama ella?... solo está viendo como muero* - quería decírselo pero el dolor no le permitía emitir palabra alguna… la vio detenidamente, las arrugas en su rostro, los tubos enredados en el cabello algo canoso y su expresión llena de preocupación y a la vez de asco -

Le pareció de lo mas hipócrita… trató de decirle con la vista la horrible persona que era, pero justo atrás de ella, una sombra negra comenzó a salir de una alcantarilla…

Tenía una silueta muy parecida a la del ser humano… pero no tenia rostro, no había ningún detalle, simplemente era una bruma negra que se arrastraba…

Abrió los ojos como platos y su ritmo cardiaco se aceleró por el pánico, nadie parecía percatarse de la criatura más que él… respiraba más fuerte y palideció aun mas, quería gritar lo que estaba viendo… pero justo en ese instante el extraño ser volteó a verlo… más que ojos parecían dos agujeros blancos que se posaban sobre él, que le examinaban… inclinaba la cabeza hacia un lado como cuando un perro escucha un sonido que no conoce y después… una bizarra sonrisa se dibujó en esa negrura… era tan amplia que abarcaba de lado a lado de la cabeza, mostrando unos dientes largos, afilados y puntiagudos… jamás había visto semejante dentadura en ningún otro animal.

Minho: *por Dios…* - trató de incorporarse pero la desagradable mujer le sujetó del brazo y lo obligó a permanecer en el suelo –

Vecina: ¡no te esfuerces!

Horrorizado observó que la criatura empezó a desplazarse a gran velocidad tal como lo hace un caimán en tierra cuando persigue alguna presa… solo que en este caso, se dirigía hacia él sin desvanecer la terrible sonrisa.

El pelinegro pataleó con intensidad para intentar deshacerse del agarre de la gente que lo seguía manteniendo en el suelo pero solo conseguía ser sujetado con mayor fuerza.

Cuando ese ser se acercó a escasos 3 metros de él, un joven de cabellera algo larga, chocolate y rostro apacible salió de entre la multitud y observó al humanoide, el cual increíblemente se esfumó como si huyera de este.

Minho: *¡¿pero qué demonios está pasando?!* - clavó su vista llena de terror en esa persona… lo había visto… ese joven también había observado esa rara negrura –

Casi como si el chico hubiese leído sus pensamientos, volteó a ver a Minho y le dedicó una sonrisa muy peculiar.

De inmediato el aludido sintió un intenso frio que recorrió todo su cuerpo, obligándolo a tiritar. Estaba entrando en shock… inevitablemente miró al cielo y su vista se torno borrosa conforme los borbotones de sangre salían desmesuradamente de la herida.

Escuchó a lo lejos la sirena de la ambulancia y sintió como lo levantaban en la camilla… después comenzó a entrar y salir de la inconsciencia.

Vio pasar una tras otra las brillantes luces del pasillo del hospital…

Una enfermera le preguntó si no era alérgico a algún medicamento…

Sintió como le ponían una mascarilla y después cayó rendido ante la anestesia.

Cuando despertó, la habitación del hospital estaba bañada de tonos naranjas y rojos, propios del atardecer… había estado durmiendo toda la noche y la mayor parte del día.

Minho: ¿qué es… esto? – dijo muy bajo con dificultad y con la voz algo rasposa y cansada. Estaba muy confundido, sabía que estaba en el hospital pero no tenía conocimiento de cuantas horas llevaba en ese lugar. Intentó llamar a la enfermera pero cuando volteó vio a ese mismo joven de rostro tranquilo, sentado en una silla al lado de su cama, observándolo fijamente– ¿Quién eres?... – preguntó con algo de temor al recordar lo que había hecho con la extraña criatura –

Onew: Lee Jinki… puedes llamarme Onew – le dedicó una amplia sonrisa – ¿eres tu cierto?... – agudizó su vista, escudriñando el rostro del pelinegro – lo viste… debes ser tu... –

Minho: *¿A qué se refiere?* - estaba más que desconcertado. Pensaba que había sido un sueño o alucinaciones pero ahora la prueba de que todo era real estaba frente a él –

Miles de preguntas revolotearon en la mente del pelinegro… ¿Cómo era posible que eso existiera?... ¿Quién es en realidad ese tal Onew?... ¿Por qué demonios había visto aquello? Y lo más importante… ¿Ese hermoso chico que colgaba inerte del árbol… también es real?...