Una vez más se levanta con el alba para realizar su ritual de aseo, baño, acicalarse un poco su negro y un tanto rizado cabello, un pequeño desayuno y luego partir con la velocidad de un rayo, hacia el lugar donde tomaría el bus.

Todos los días es lo mismo, todos los días se sienta en el tercer asiento de lado de la entrada, recargado hacia la ventana, todos los días ve a las mismas personas, todos los días el mismo chofer al que saluda familiarmente, pero no hoy, hoy no es un día normal para Minho, hoy un madre ha abordado el bus con sus tres pequeños hijos y se ha sentado con él, es una mujer hermosa, de ojos grandes oscuros, piel blanca, cabello un tanto castaño y una amable sonrisa, una sonrisa que ofrece en forma de disculpa en nombre de sus hijos que se aprietan entre el asiento y golpean ligeramente las piernas de Minho que intenta recogerse a un lado lo más posible para que los chicos tengan el suficiente espacio, está pensando seriamente en levantarse y ceder todo el espacio a esa mujer, cuando una pequeña mano se posa sobre su rostro y aprieta esa un tanto redonda mejilla el mas pequeño de los niños se levanto entre los brazos de su madre para acariciar la piel de Minho –“mamá, es tan suavecito como tu…”- pronuncia claro y con inocencia, el rubor cubre ambos rostros y las sonrisas tontas se forma en ambos labios, de nuevo el pequeño se forcejea e intenta estirar los brazos con toda la intención de sentarse en la piernas de Minho, su madre molesta lo toma por la cintura y le obliga a sentarse mientras reparte los otros dos tercios de atención a los otros dos pequeños, Minho sonríe un poco al ver el pequeño puchero que los labios rosas cubiertos de una fina capa de leche sabor fresa suponía, formaban, al ver su intento frustrado, el pequeño alza su mirada celeste y vuelve a intentarlo está decidido a recorrer el resto del viaje sobre esas piernas gruesas cubiertas por ese pantalón café claro –“Taemin, por favor, tranquilízate, mira el chofer se va a enojar…”- trataba su madre de devolver la cordura que un niño de 6 años no conoce –“no se preocupe señora… si quiere yo lo puedo cargar… vamos ven Taemin”- estira un poco su brazos para tomar al pequeño y sentarlo sobre sus piernas y rodearlo por la cintura con su fuerte brazo, ante la mirada un poco desconfiada de su madre, el pequeño rubio sonríe y apunta fuera de la ventana señalando los postes que corren más rápido que él bus, Minho sonríe todo el camino ante cada una de las ocurrencias del pequeño, quien ha ignorado por completo a su madre que pasaba de vez en cuando su mano por los sedosos cabellos revueltos de su más pequeño retoño -“adiós Taemin, hasta mañana…no, no es molestia… que le vaya bien”- se despide de la madre del niño inquieto y lleno de vida que acaba de conocer.

No puede evitar todo el día pensar en el pequeño inquieto y la manera en la que hasta el mas pequeño detalle se vuelve un milagro nuevo ante sus ojos, le parece fascinante, una nueva experiencia en sus 19 años de vida. Desearía volver a verlo.

Al día siguiente realiza la misma operación, baño, comida, correr desesperado para alcanzar el bus y de nuevo ese asiento que parece reservado para él, a la siguiente cuadra una voz aguda y fuerte le arranca una sonrisa, de nuevo la mujer del día anterior aborda con sus pequeños gnomos, sentándose a un lado de él de nuevo –“buenos días señora…buenos días Taemin, hoy no te quieres sentar conmigo?...”- le pregunta al niño que no duda ni un instante en posar sus manos en los hombros del moreno para intentar acomodarse para ver por la ventana. Un pequeño no miente, un niño siempre dice la verdad inconscientemente y Minho sabe eso, sabe que las cosas que le cuenta muy cerca de su oído es verdad, sabe que su padre se fue a comprar comida muy lejos y que tardara mucho en venir, sabe que es verdad que su mamá llorar por las noches cuando ve la foto de su papá y que dice que no tener más que gripa cuando su pequeños le pregunta que le pasa, sabe que la guardería a la que asiste todos los días no es tan buena como la mamá cree y sabe que algún día el pequeño se convertirá en un superhéroe para evitar que su madre llegue cansada a diario.

Minho desea ayudar a esa mujer que sufre por alguien que tal vez no lo merece, quiere con todas las fuerzas de su alma, proteger a ese pequeño rubio que cada día se sienta en sus piernas y que cada vez cree necesitar más, que cada día necesita sentir sus pequeñas manitas en su mejilla y esa sonrisa angelical invadir sus pupilas, no entiende como una niño puede hacerle sentir necesidad, como puede hacerle sentir satisfecho besar delicadamente esa sedosa frente pálida, como el calor que emana ese cuerpecito que se inquieta y hace pucheros con cada negación le haga sentir hormigueo en su estomago y contraer su corazón al punto de de dolerle el pecho y aguarse sus ojos cuando llegue el fin de semana, los únicos días en los que no le siente cerca.

Algo malo se estaba creando en su cerebro, una parte de él, la parte razonable, la parte sana, le decía a gritos que era un desquiciado, que no puede sentir semejante deseo entre sus piernas por un bebe, porque eso era Taemin, un bebe y el simple hecho de imaginar lastimarlo por su pasión le dolía en el alma, pero su parte oscura, su doble personalidad, le incitaba, le recordaba por medio de imágenes y evocación de sensaciones como era que pensaba su entrepierna, le recordaba la pureza e inocencia que destilaba el pequeño Taemin, algo que nunca encontraría en nadie que no fuera él, le recordaba la suavidad de sus manos, su hermoso rostro de mejillas durazno, de labios rojos y carnosos tan apetecibles a devorar como los de la mejor modelo que pudiera existir, le recordaba el pequeñísimo bulto que deseaba probar, era asqueroso pensar de esa manera de un niño, era un monstruo el desear tener a Taemin entre sus brazos pero no de la manera habitual, deseaba poder arrancarse los ojos y otra parte más de su cuerpo para dársela de comer a los cuervos por crear semejantes imágenes que le obligan a responder a su cuerpo de una manera que no debería.

-“Minho… quieres ser mi papá…”- había dicho el pequeño, tan fuerte y claro en su oído que temía que su madre lo escuchara, pero ella se encontraba 3 asientos más atrás, al sentir que Minho no era un peligro para su pequeño, un idea que cada día perdía veracidad –“por…por...porque dices eso…”- apretaba las mejillas rosadas y deslizaba delicadamente una de sus manos por la barriguita del pequeño bajo de su camiseta –“por que mamá dice que él ya no…va a regresar… y yo te quiero…te quiero mucho… y mamá dice que eres buena persona… sabes… lo que siento aquí por mi mamá…”- señalaba su pecho –“…es lo mismo que siento por ti… por eso quiero que seas mi papá… me caes bien…”- las palabras pequeño perforaban un hoyo profundo, un abismo que despedía llamas de su interior y quemaban sus ojos hasta hacerlos llorar, las simples palabras “Te quiero” rondaban en su cabeza con ecos fuertes, deseaba escuchar esas palabras pero de un Taemin un poco más grande, de un Taemin que no pensara en él como un padre, de un Taemin enamorado –“no llores…si no quieres no seas mi papá…”- los pequeños deditos se deslizaban por las mejillas de Minho intentado capturar la esencia que emanaba de sus ojos.

No le dijo nada, tan solo permaneció en silencio con su mentón apoyando el cabeza de Taemin, mientras perdía su vista en el horizonte, en tierras lejanas donde Taemin no era un bebe entre sus brazos, donde era un chico alto, guapo, de cuerpo esbelto y ojos brillantes, donde era hombre como él, donde podía besarlo a su antojo y hacer miles de cosas que ahora no podría.

6 meses, 6 largos y tortuosos meses en los que ha visto a Taemin crecer tan rápido, poco a poco comienza a ser más pesado y cada día ocupa más espacio, cada día se vuelve un niño más hermoso, mas abrazadle, mas apetecible, antes de que Taemin baje sus piernas y vaya corriendo con su madre, el pequeño intenta depositar ese pequeño beso de despedida en su mejilla pero la sacudida del bus hace que la mitad de sus labios rocen los de Minho, quien se estremece al sentir por primera y quizás única vez la suavidad de esa boca, probar el tenue sabor fresa, con fuerzas salidas de no sabe donde logra controlar el maldito impulso de tomar ese delicado rostro y mantenerlo apretado contra sus labios.

El pequeño sonríe inocente por qué no ha pasado nada, no ha pasado nada raro, absolutamente nada para él y agita su mano antes salir disparado arrollando personas a su paso para encontrarse con su madre que dice un “gracias” con su mirada.

Ese día fue el ultimo que Minho vio a Taemin, al día siguiente sin aviso alguno para el pequeño o su madre cambio de casa, de trabajo, de celular, cambio de apariencia, cambio de vida, no quería seguir luchando contra sentimientos impuros, sentimientos llenos de pecado, amaba tanto a ese niño que no se atrevería nunca a lastimarlo, tal vez algún día, solo quizás algún día, cuando Taemin fuera un hombre, podría decirle lo mucho que lo quiere, lo mucho que lo ama y aun así la situación no cambiaría nada, porque ante sus ojos Taemin siempre seguiría siendo aquel pequeño de 6 años que conoció en medio de una rabieta, por sentarse de lado de la ventana del bus.

aparto!

Menos mal no lo quitaste, te hubieras ganado un abucheo continuo o.ó porque es buena la historia!. Pareces psicologa siempre abordando esta clase de temas. Es lindo, pero lo bueno fue que minho se controlo y como dice en el final que da oportunidad de que algun dia cuando sean adultos puedan estar juntos. Uno mas grande que otro pero ya ese es otro cuento.

Tus historias son siempre bien recibidas, asi que trae todo lo que tu imaginacion quiera contar.