Esa tarde comenzaría un final tras la profunda relación. La puesta en el lago de la ciudad, él lo esperaba en aquel auto abandonado a las orillas del agua. Cubierto de enredaderas que lo hacían ver como un auto natural, por así decirlo. En la mente del entrenador de fútbol pasaban los recuerdos de la primera vez que le vio en aquella mañana de verano, donde el sol apenas comenzaba a salir.

—Quiero jugar a la pelota —pronunciaron los dulces labios del chico de cabellos rojos.

—Lo siento, pero el club abre dentro de media hora —contestó el entrenador Choi. Ese fue el momento en que dirigió su mirada hasta el nuevo chico. A simple vista parecía escuálido, no tenía el cuerpo común de un atleta ni mucho menos la apariencia de un fanático del futbol. El de ojos grandes miró por un instante el suelo para soltar una risa sin que el menor lo viera—. Y dime, ¿cuál es tu nombre? —Preguntó mientras lo hacía pasar a tomar asiento en la oficina.

—Soy Taemin, Lee Taemin —contestó, sonriente, dejando ver una hermosa dentadura.

—¿Cuántos años tienes, Taemin? —Volvió a preguntar.

—Eres bastante joven —agregó sin entender por qué pensó en la diferencia de edad que había entre ambos. Minho iba por los casi veintitrés años—. ¿Por qué quieres jugar al futbol?

Continuó sonriendo en el abandonado automóvil del lago, su mirada se fijó en aquel recuerdo y la respuesta del menor. Él quería jugar fútbol para sentirse más cerca de la apariencia de un hombre. Había sido abandonado por su padre desde el día en que nació, por lo que la figura paterna en su vida no había existido.

—Estás tardando demasiado —musitó el alto.

Tomó una bolsa de doritos y los depositó en un plato bajo, estiró su mano para dejarlo en el lado del copiloto y, sin querer, fueron a dar al piso del viejo cacharro. Con mucho cuidado se inclinó para recoger los doritos, cuando sintió que una sombra se asomaba por la venta.

Alegremente se levantó, pensando que era Taemin, pero su rostro se tornó de moreno a pálido en cuanto descubrió que estaba equivocado. Era la madre del menor, aquella mujer de cabello color guinda que con solo mirarle el rostro producía miedo. Traía su ceño fruncido mientras se cruzaba de brazos. No tuvo necesidad de abrir la puerta del auto, ya que no tenía vidrios.

—Así que esto es el lago —dijo la mujer con una hoja en la mano. Eran del diario de Taemin, habían sido arrancadas por ella hasta dar con el lugar escrito—. Aquí es donde has estado abusando de mi bebé. —Minho quiso excusarse, pero la dama le dejó con la explicación en la boca. —¿No lo ves, acaso? Tiene quince años… ¡Quince años! —Esta vez gritaba al tiempo que tiraba todas las hojas por el suelo.

—Yo no he hecho nada contra su voluntad —nuevamente fue callado por la madre del menor.

—¡Cállate la boca! —Entre sus gritos parecía querer calmarse, se detuvo unos segundos llevando sus dedos hasta la sien, respiró profundo y continuó. —Te prohíbo que te vuelvas aparecer por el club. No quiero que mi hijo ni los demás niños corran peligro de un abusivo como tú —agregó—. Si te llego a ver por esos lados te denunciare a la policía por abuso a un menor de edad.

Dijo esto y se fue, dejando al alto con miles de palabras en la boca. Antes que todo, no era un violador, él solamente se había enamorado de Taemin. Además, ¿cómo no aparecerse por el club? ¡Ese era su trabajo!

Desanimadamente salió del bosque hasta subirse a su vehículo. Al momento de encenderlo, tan solo puso la llave y nuevamente el recuerdo de la primera vez que besó al pelirrojo se filtró por su cabeza. Fue en esa tarde de lluvia, Taemin se había quedado entrenando más que los demás chicos, puesto que quería estar en la lista oficial del partido que se llevarían a cabo en unos días. Tras las indicaciones del entrenador Choi, el menor había mejorado bastante en el juego. Podía decirse que prácticamente pateaba la pelota y ésta no salía en dirección errónea.

—Creo que si sigues así tu pie saldrá volando junto con el balón —dijo Minho, llegando hasta el pelirrojo—. Además conseguirás un resfriado, tu cuerpo está caliente y la lluvia cae sin parar.

—Gracias, Minho Sunbae —Taemin sonrió para luego irse a las instalaciones.

El joven se dio una rápida ducha, más de diez minutos no tardó y ya iban de camino a su casa en el auto del entrenador de ojos grandes. Con mucha confianza, encendió la radio y sonaba aquella nueva canción que todos amaban, se titulaba “Aside”. El alto sintió como la saliva pasaba con dificultad por su prominente garganta. Sabía perfectamente que de los cuatro meses que Taemin llevaba entrenando, su corazón se sentía contento cada vez que lo veía.

“Cada vez te veo y me sonríes .Una grave enfermedad se forma en mi corazón. Sé que no puedo, pero quiero abrazarte, quiero sentirte, quiero soñar contigo”

Tal como lo decía esa hermosa balada, por primera vez en la vida sentía eso con alguien. Ni con sus relaciones con mujeres y hombres mayores le había pasado. Pero aquel muchachito que iba de copiloto cada vez que le sonreía podía sentir cosquillas en su interior.

Al pasar los minutos llegaron a la casa del menor, éste bajó con rapidez por la lluvia y volvió de inmediato dentro del vehículo.

—¿Qué sucede? —Preguntó curioso Minho, percatándose de que el cabello rojo de Taemin se veía totalmente oscuro por la lluvia.

—Mi madre no está —contesto—. Me alcanzó a decir la vecina que salió por la tarde a casa de mi tía que vive en el pueblo próximo —agregó, mirando su celular, de seguro tenia llamadas perdidas de la mujer—. Me dejó un mensaje de texto —dijo sonriendo al momento que pasaba su mano por la nuca viendo lo despistado que podía llegar a ser.

Minho tomó el celular en sus manos leyendo el SMS de la señora:

Taemin, podrías pasar la noche en casa de Kai. Resulta que tu tía enfermo y me pidió cuidar del bebé.

—Entonces, ¿quién es ese Kai? —Preguntó Minho, devolviéndole el celular. —Si gustas puedo llevarte hasta su casa, o si quieres puedes quedarte en la mía —ofreció sin ninguna mala intención.

—Me gustaría —contestó el menor, sonriendo de esa manera que desmoronaba la serenidad del alto.

Encendió nuevamente el motor del automóvil, esta vez con dirección ya definitiva. Mientras la lluvia caía sin reparo sobre aquel vehículo, Taemin comenzó a tararear la canción que minutos atrás había sonado en la radio. Minho de reojo lo miraba, quería sonreír, pero no se lo permitía. Solo podía pensar, “¿Qué te sucede Choi Minho?, estás colado por un joven que es menor de edad”.

Salió de sus pensamientos una vez que llegaron hasta su casa. Esta vez no se mojaron al bajar, estaban protegidos por el gran tejado que cubría a su vehículo. Se adentraron a la casa del mayor, éste encendió las luces dejando a la vista su hermoso hogar. Sus muebles y decoraciones tan sutiles, pero a la vez sorprendentes.

—Tienes una casa muy linda, Minho Sunbae —decía mientras con su mirada recorría todo el lugar.

—Toma asiento —le indicó el alto—. ¿Quieres algo de comer o beber? —Pregunto, subiendo una pequeña escalera que conectaba con su sofisticada cocina.

Taemin solo asintió con la cabeza, pero no respondió que le apetecía. Minho lo miró desde el lugar, aun estaba con su carita de asombro al ver el enorme hogar del mayor. Éste abrió el refrigerador y sacó una leche de banana, ahora que lo recordaba había visto un par de veces a Taemin bebiendo leche de ese sabor.

Iba bajando las escaleras cuando vio de espaldas a su invitado, el cabello aun le goteaba por lo que cogió una toalla y caminó hasta a él.

—¿Te gusta de este sabor, verdad? —Colocó la pajilla en la caja y dejó la leche en sus manos. —Si gustas algo de comer puedes ir tú mismo hasta la cocina, coge lo que desees.

—Gracias, Minho Sunbae —dijo, sonriente mientras tomaba la leche.

Minho se quedó parado unos segundos con la toalla entre sus manos. Estaba nervioso y ansioso, a la vez sentía que quería secar el cabello del menor y al mismo tiempo sabía que era un gran peligro. Suspiró profundamente y se colocó de rodillas sobre el sofá, quedando al lado de Taemin. Colocó una punta de la toalla en cada mano y delicadamente comenzó a secar el cabello del menor, primero desde el centro hasta las puntas haciendo dulces círculos en el cuero cabelludo. Taemin se quedó estático, sintiendo como la presión del momento podía palparse en el aire.

—Listo, ya tienes tu cabello seco —dijo el alto, sintiendo como su corazón quería salirse de su pecho.

Taemin dejó la cajita de leche en la mesa de centro y se colocó igual que él sobre el sofá. Tomó la mano de su Sunbae acariciando la palma de ésta para lentamente irla entrelazando con la suya. La sostuvo por unos segundos y, como un cachorrito carente de cariño, comenzó a deslizar su cabeza por el antebrazo de su entrenador.

Minho sentía como si tuviera la vida en sus manos, cerró sus ojos, apreciando los sentimientos a flor de piel, sin darse cuenta que el menor cada vez subía más y más hasta llegar a sus labios y rozarlos débilmente con los suyos. Abrió sus ojos, se encontró con el rostro de Taemin casi pegado al suyo, sus respiraciones chocaban de tanto acercamiento.

—¿También puedes sentirlo, Sunbae? —Preguntó Taemin. —Ese sentir de mi corazón por ti, ¿tú lo sientes por mí? —Volvió a preguntar.

Minho solo pudo asentir con la cabeza. Tomó la barbilla del menor y volvió a besarlo. Esta vez como un hombre real lo podía hacer, profundo y lento, con pasión y calma al mismo tiempo. Dulce y tibio al rozar sus lenguas, ese era el tipo de beso que Choi Minho le dio.

El alto volvió de sus recuerdos, ese bello momento donde lo beso por primera vez siempre estaría depositado en su mente y corazón.

Llegó desde el lago hasta su casa. Nunca en la vida había tenido una pelea tan intensa entre su racionalidad y lo que él conocía como amor. Giró la llave y abrió la puerta, ahí estaba el de cabello cobrizo, sentado en el mismo sofá con un paquete de doritos en sus manos y el televisor prendido. Los ojos del menor se iluminaron y dio un saltito en el sillón, Minho lo miró dando un suspiro, recordando que le había dado un par de llaves de copia. Ante él tenía al chico que le había hecho revivir ese viejo motor conocido como corazón. Al mismo tiempo era quien podía destruir su carrera, su vida y mandarlo a la misma cárcel.

— ¿Qué haces aquí? —Pregunto en un tono seco. —Tu mama vino a reclamarme, no deberías venir por estos lados —agregó, caminando hasta el sofá.

—Ya lo sé, me hizo un espectáculo en casa. Está loca —Taemin palmeó el lado vacio del sillón, indicándole a Minho que se sentara junto a él para ver la televisión.

—Debemos conversar —se sentó a su lado, tomó el control y apagó el plasma—. Vamos a dejar de vernos —dijo, sin poder mirarlo a los ojos. Taemin le quitó el control y volvió a encender el televisor—. ¡Te estoy hablando! —Le gritó. —Debes irte, no podemos seguir con esto. Tu mamá amenazó con mandarme a la cárcel.

—Pero no quiero irme —el menor se abalanzó sobre él, tomándose de sus brazos en posición fetal—. No quiero regresar a esa casa, ella está loca —agregó, rogándole al mayor.

Minho intentó zafarse del agarre de Taemin, pero éste parecía un koala en sus brazos. Le dolía el corazón actuar de esa forma, pero sabía que era lo correcto. Su amor no podría ser tan fácil, eso lo supo desde el primer momento.

El de pelo rojo lo miraba directamente, con lágrimas en los ojos. Minho se movió más fuerte hasta lograr tirarlo en el piso.

—Dije que debes irte —se agachó hasta levantarlo—. Te iré a dejar a tu casa, será lo mejor.

Le tomó del brazo y caminó con él hasta el automóvil. Taemin parecía caminar sin peso, solo avanzaba sin decir nada y con su cabeza mirando el piso. El auto arrancó y con ellos un ambiente denso, nadie decía nada y cada vez mas cuadras avanzaban. Las luces verdes de los semáforos les indicaban que faltaba cada vez menos para decir adiós.

—¿Volveremos a vernos? —Preguntó Taemin, esta vez levantó su mirada, buscando la del alto, pero éste permanecía inmóvil solo conduciendo sin musitar ninguna palabra. —¿Volveremos a vernos? —Preguntó de nuevo, y otra vez no obtuvo respuesta.

El semáforo dio rojo y Taemin abrió la puerta rápidamente, saliendo corriendo desde ese lugar. Minho se quedó con el nombre del pelirrojo en sus labios y salió tras él en pleno centro de la ciudad “Taemin”, gritaba mientras la gente miraba al chico alto que denotaba desesperación en sus grandes ojos.

Regresó al automóvil y encendió marcha hasta la casa de la madre de Taemin. Golpeaba una y otra vez el volante, sentía como si toda la culpa fuera de él. Un hombre ya hecho y derecho jamás debió haber empezado un juego con un menor de edad, pero cuando el corazón da órdenes no se entiende de razones.

En un cuarto de hora llegó hasta la pequeña residencia que conocía por las múltiples veces que había ido a dejar al colorín a su casa. Tocó la puerta una vez y luego otra, pero nadie parecía salir. Volvió a tocar cuando sintió los pasos de alguien que venía abrir. Era la mujer, aquella con rostro desafiante. Se encontraba junto con otra del mismo carácter, era la vecina. Ambas se cruzaron de brazos mientras la progenitora de su alumno colgaba una llamada en el teléfono.

— ¿Tienes el descaro de aparecerte por aquí? —Preguntó desafiantemente la mujer. —Pervertido —agregó.

—¿Donde está el? —Cuestionó e hizo oídos sordos a los insultos de la mujer.

—No te importa eso a ti, la policía viene en camino, ellos lo buscaran —contestó, cerrándole la puerta en la cara, pero antes de que pudiera lograrlo, Minho colocó su pie y con su rostro mirando el piso, abrió fuertemente la puerta—. Puedes dejarnos a solas —agregó tenazmente la mujer, dirigiéndose a su amiga. Con un desaire se marcho y la mujer por primera vez lo invitó a pasar—. Mi hijo no es gay, no es un invertido como tú —fue lo primero que dijo una vez que se encontraron a solas.

—¡Usted no sabe nada de él!, no lo conoce —dijo el alto, bajando gradualmente el tono de su voz.

—Él solo está confundido, tú lo perturbas, la falta de su padre, de una figura masculina lo tiene desconcertado y tú te aprovechas de eso —con sus manos le indicó una pequeña escalera, el alto subió lentamente hasta dar con la habitación de Taemin. La mujer con su cabeza indicó que pasara.

Era una habitación bastante pequeña y sencilla. Estaba decorada con posters de celebridades masculinas. Su madre lo asociaba a la falta de un hombre, de su padre. La cama estaba tendida perfectamente con un cobertor color azul al igual que las paredes del cuarto. Un pequeño automóvil de juguete le llamó la atención. Era muy antiguo y se encontraba en una repisa blanca bastante decadente. Parecía haber sido hecha por alguien sin experiencia, Minho pensó que Taemin la había hecho y cada vez sentía cómo su corazón se hacía más chiquito. Tomó la figura de juguete entre sus manos y nuevamente un recuerdo vino a su mente, aquel momento donde Taemin lo invitó a una cita.

Fue en la tarde de un domingo donde el menor llegó con la idea de una cita. Dando órdenes y todo, indicó el lugar al que debían ir, Minho solo siguió sus indicaciones. Sonreía pensando en cómo alguien de su edad obedecía a un menor, ese menor que lo tenía loco de amor. Era un lugar que estaba a las afueras de la ciudad. Una especie de cerro para aparcar los autos e ir en pareja a darse beso bajos las estrellas. En medio del lugar había un mirador no muy alto, unos tres metros aproximadamente de altura. Una escalera para subir y un lindo juego infantil.

Taemin bajó primero del auto y abrió la puerta de Minho saliendo con éste del brazo.

—Vamos, Minho, sube —dijo desde arriba, él ya había subido. Para esas alturas ya no le decía Sunbae.

El alto subió hasta llegar al gran mirador, Taemin lo esperaba muy sonriente sentado en el piso. Se incorporó a su lado y el menor no demoró en depositar su cabeza en el pecho de su entrenador.

—Amo este lugar —comentó luego de unos minutos.

—¿Por qué? —Preguntó mientras enredaba sus dedos en el cabello rojo de Taemin.

—En este lugar decidí jugar fútbol, por eso te conocí —Minho le tomó el rostro y lo miró curioso—. Hace unos meses, mamá contactó a ese hombre y me citó en este lugar. Era mi padre ¿sabes?, igual quería conocerlo. Saber si me parecía a él, mirarle a los ojos y quizás escuchar una excusa del por qué nos abandonó cuando nací —el alto lo abrazó más fuerte, sabía que todas las memorias de Taemin terminaban en llanto—. Fue todo lo contrario, él no dejó que lo abrazara. Minho, yo de pequeño soñaba que él me tomara en sus hombros y corriera conmigo fingiendo ser mi caballito —sonrió con lágrimas en sus ojos—. Solo me dijo, “Te cité aquí, bien lejos para que los demás no me vieran con un marica”, cuando mencionó eso, sentí que algo en mí se destruyo, la ilusión. Él se fue rápidamente mientras yo me quedé llorando en este mismo mirador en el que hoy estamos tú y yo —Minho le besó la frente—. Y me dije que haría alguna actividad de hombre, fue entonces que di con el club de fútbol. —Terminó su historia y dejó caer un par de lágrimas, las cuales besó con sus labios.

—Ahora me tienes a mí —le dijo el alto con lágrimas en sus ojos grandes y su voz temblorosa, jamás había llegado a sentir el deseo de hacer el dolor de alguien propio para que su amado no sufriera.

—¿Puedo ilusionarme contigo? —Preguntó con sus pestañas mojadas, estaban pegadas las unas a las otras.

—Sí —contestó con mucha seguridad—. Yo te amo.

—¿Nunca me vas a dejar solito? —Preguntó, nostálgicamente. El de ojos grande le sonrió y negó con la cabeza, dándole a entender que siempre estaría con él. —Te amo Choi Minho.

Minho salió de sus pensamientos, con el mismo automóvil de juguete entre sus manos, miró con mucha sinceridad a la mujer. Ésta lo miraba de una manera extraña.

—Sígame.

El alto se subió a su auto mientras la mujer lo hizo en el suyo. Condujo a gran velocidad, tenía lágrimas en sus ojos, pero más doloroso aún, tenía lágrimas en el corazón. Pasó los cien kilómetros por hora, al igual que la madre de Taemin que venía detrás de él. Alrededor de los treinta minutos, llegaron hasta el lugar. El primer auto fue el del futbolista, las grandes luces iluminaron el mirador y tras el resbalín bajo un sonriente Taemin, con su sonrisa de oreja a oreja, pese a que sus ojos estaban hinchados y rojos, estaba feliz de ver a Minho. Pensaba que éste venia por él.

—¡Minho! —Gritó, feliz, pero por muy poco tiempo. Segundos después, apareció el automóvil de su mamá y estaba bajando furiosa. —¿Qué hace ella aquí? —Cuestionó como si se refiriera a una gran desconocida.

La mujer se acercó hasta él y le tomó con delicadeza de los brazos, pero el pelirrojo agresivamente se soltó de su agarre.

—Taemin, contrólate —dijo Minho a unos centímetros de ellos.

—¡Como me haces esto, Minho? —Agregó, con las lágrimas sostenidas en el borde de sus ojos. —Yo te amo —corrió hasta el alto y lo abrazó, pero este no le correspondió. Sabía que no debía hacerlo.

—Vuelve a casa con tu madre —soltó el mayor.

—Eres un desgraciado —Taemin comenzó a dar golpes en el tonificado pecho del atleta—. Te odio —decía entre golpe y golpe—, pero de todos modos, yo estaba pensando cambiarte por alguien.

—¡Taemin! —Gritó la mujer, llegando por la espalda de su hijo. —Tú no eres homosexual —el menor se dio la vuelta y le dio un empujón, la dejó tirada en el suelo.

El alto se acercó hasta la mujer y la levantó con mucha amabilidad, le habló al oído y ésta asintió en modo afirmativo. Caminó hasta Taemin y le tomó del brazo y, como de costumbre, éste solo lo seguía. Subieron juntos hasta el mirador una vez más. Taemin se sentó en una esquina con sus brazos afirmando sus rodillas. Minho se puso a su lado, podía sentir como si la vida se le iba de las manos, aun así, sabía que era el último momento que lo abrazaría, el último en mucho tiempo.

—No te odio, tampoco eres un desgraciado ni mucho menos quiero estar con alguien más —dijo el menor al tiempo que la primera lágrima caía por su mejilla.

—Lo sé —contestó Minho mientras sus grandes ojos se llenaban de esas dolorosas lágrimas.

—Dijiste que nunca me dejarías solito, ¿qué estás haciendo ahora? —Los primeros sollozos aparecían. —Y no digas que no lo harás, puedo sentir como desaparecerás de mi vida.

—Yo nunca te dejare solo —sentía como si su garganta quisiera reventar en gritos de dolor—. Siempre estaré, pero hoy no es el momento.

Taemin soltó ese llanto que parecía peor que lluvia. Pegó su rostro al pecho del alto, sus lágrimas cálidas daban directo en su corazón. Minho lo abrazó como nunca lo había hecho, con ese sentir de pérdida, se sentía patético al no poder cuidar lo que más amaba.

—Mírame —dijo, levantando el rostro del menor entre sus manos—, mírame a los ojos —sus rostros estaban bañados en lagrimas y mocos. Sus sollozos podían hacer llorar hasta la persona más fría del mundo—. ¿Podrías prometerme algo?

—¿Q… qu… qué?— El hablar del colorín apenas salía.

—Dime que me vas a esperar hasta que cumplas la mayoría de edad, por favor, promételo —acercó su rostro más al del menor—. Si tu respuesta es sí, te prometo que te esperaré, y cuando llegue el día, hacerte mi hombre y no soltarte nunca más. Viviremos juntos y compraremos un cachorrito, quizás tendremos plantas y unas tortugas —Minho intentaba sonreír entre las lágrimas—. Envejeceremos y terminaremos nuestros días juntos. Así nuestras almas se volverán a encontrar en las siguiente vida —le besó la nariz—. ¿Lo prometes?

Taemin asintió, quería contestarle con un fuerte y profundo “sí”, pero su voz ya estaba totalmente quebrada. Pegó sus labios con los del mayor y fundió un hermoso beso, igual que el primero. Profundo y lento, con pasión y calma al mismo tiempo. Dulce y tibio al rozar sus lenguas. Ese fue el último, Minho entendió que Taemin había aprendido a besar como un hombre real lo hace.

Bajaron del mirador, la mujer los esperaba junto a un automóvil de la policía. Era como un encuentro entre un secuestrador que libera al rehén.

— ¿Entonces está todo bien? —Preguntó el policía a cargo.

La mujer lo miró a los ojos y asintió con la cabeza.

Los policías fueron los primeros en retirarse, seguidos de Taemin y su madre. Cuando el carro partió, la mirada de Taemin se depositó en los ojos de Minho, se cortó solamente cuando la distancia era mucha y el automóvil ya se había perdido.

El alto se quedó llorando por casi una hora en el desolado lugar. Golpeó el suelo con sus manos hasta que estas quedaron bañadas en sangre, solo para tratar de sacar la rabia que tenía.  

Los días avanzaron y todo continuó como antes de que Taemin llegara a su vida. Miró la lista de alumnos en el club, el nombre del colorín ya no figuraba ahí. Miraba a los demás chicos jugar y le parecía ver correr entre el césped al chico que le colocó la vida cuesta abajo.

— ¿Sunbae? —Musito el joven, amigo de Taemin.

—Ya deberías haberte ido Kai, la clase terminó —dijo, sonriendo mientras anotaba la lista de jugadores para el siguiente partido.

—Solo quería decirle que Taemin está un poco mejor. Al menos llora menos veces al día y ya no se pasa tanto tiempo en posición fetal —le comentó el menor—. También le contaré algo que no debería, pero tiene un calendario donde cuenta los días hasta que sea mayor de edad. Hasta pronto Sunbae.

El amigo del pelirrojo se fue del lugar, dejando a Minho con una sensación de alivio. Dio un gran respiro llenando sus pulmones de fresco aire. Sonrió, y al oír cantar a unos pajaritos, supo que en un próximo futuro, en tan solo un par de años, ellos volverían a estar juntos.

Fin

SOY UN DORITO!~(8)
Oppa, amé tu shot♥ Iba a leerlo desde que vi el MP, pero no sé, se me fueron los días y no quería dejar un comentario para apartar mi lugar sin saber qué poner, con eso de que ya no está permitido el apartito xD

Pero déjame decirte que enserio me encantó esta historia! Amé que me hiciera sentir tantas cosas: tristeza, ternura, intriga! Porque no sabía qué terminaría por hacer el rano:/ No sé, todo eso de sentir mientras leo siempre me hace disfrutarlo todo*--*
La madre de Tae fue un poco maldita:C Pero bueno, era comprensible, su retoño estaba realmente muy peque; aunque también entiendo a Tae, comprendo ése sentimiento de querer ver a alguien con hartas ganas y que tus padres no te lo permitan porque eres muy joven :S Pero bueno, yo al final entendí que lo hacían por mi bien, y estoy segura de que la madre de Minnie también quería lo mejor para él, aunque éso no le quita lo homofoba a la maldita:c JUM!
Las palabras del padre de Tae me dolieron en el alma, pero qué viejo tan más cabrón:@@ Pero ahiuhuirh9 la forma en que Minho lo trataba, y ésa vez cuando se besaron por primera vez fue todo tan hermoso*---* Y me reconforta saber que sólo tienen que esperar unos años para volver a estar juntos, realmente pensé que tendría un final trágico, pero no lo tuvo, hay esperanza, y seguro Tae y Minho se esperaran mutuamente, ¿qué son ocho años de diferencia? En el amor no hay edad♥ (claro, esto sólo aplica cuando hay AMOR de verdad xD)

Gracias por compartir esta historia Oppa, ojalá nos leamos pronto de nuevo, cuidate mucho! n_______n