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Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min) Empty Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min)

Mensaje por Sou-Tan Miér Dic 25, 2013 3:24 am

Titulo: Lo que fue de el / El pianista.
Autora: Sou-Tan beibi lml
Genero: Romántico / Angustia/ Songfic.
Pareja: Onew - Key. (Mención; Jongkey)
Adv: Mención-Muerte de un personaje.
Sinopsis: En 2007, 12 años después de haber vivido el suceso que marco su vida para siempre, Kibum se traslado a Tokio, Japón, donde, ademas de conseguir un trabajo, un lugar donde quedarse y la forma de coordinar sus horarios para poder estudiar una carrera en una universidad publica, también encontró a alguien que también marco su vida para siempre. 



Lo que fue de el ... 


La fiereza del viento alboroto sus cabellos perfectamente peinados. Ahora eran negros, totalmente negros y oscuros, haciendo resaltar la piel lechosa y pálida. Lanzo al suelo el cigarrillo y lo piso dejándolo atrás con rapidez, reanudando de nuevo su caminata. ¡Vaya! ¡Que rápido pasaba el tiempo! 


Como si los recuerdos fuesen pequeños espejismos de vidas pasadas, y los sentimientos estuviesen ahí, un poco más fuertes que antes y más valiosos aun. ¡Cuánto amaba las tardes tranquilas de Japón! El sol, el cálido ambiente. No extrañaba las nevadas en Seúl, ni ninguna otra estación. Solo no extrañaba Corea en absoluto. Había dejado su alma en ese país, el lugar guardaba todo de sí y cuando se dio cuenta de que no pertenecía mas allí, solo se fue. Conocía el idioma, había estado ahí muchas veces, pero, como todo, había cambiado mucho.


Cuando fue tiempo de adaptarse a los cambios, odio meses enteros el rápido desarrollo de los países asiáticos en cuanto a tecnología. Aunque lo suyo giraba en torno a los instrumentos musicales y diseños, aquello represento algo bastante frustrante, incluso más que ir de aquí para allá buscando un empleo y una vivienda en la que se pudiese mantener un tiempo hasta que consiguiese una fija. 


Pensar en las dificultades ya no era nada para él, los días duros solo eran más en la cuenta, ¿verdad? No quería sumergirse en las quejas, en la inconformidad, en una vida vacía. Seria fuerte y lucharía por sus sueños, como había prometido hacia mucho, siendo fiel a sí mismo.


Aun no lo sabía, el viento no le silbaría una respuesta al oído, tampoco las notas del piano ni los bocetos regados por todo el departamento junto con los envases de comida instantánea. Solo, seguirá buscando. Buscándose a sí mismo. 


No es que fuese un gran pensador o analítico acerca de todo, pero, hacía mucho se había perdido, y se necesitaba. Si no había nadie que le cubriese del frío de la noche cuando se dormía encima de sus dibujos o en las partituras, tendría que ser el quien se diese ánimos para seguir adelante.


Dejo escapar el humo lentamente. ¡Tokio sí que era bonito en primavera! Todos iban de aquí para allá, muchas personas y todas tan distintas, tantas a quienes conocer. Los estudiantes con sus grandes sonrisas, acompañados de sus amigos y otros caminando solos a casa. Por el rechazo. 


El había conocido ese sentimiento muchas veces, un rechazo tras otro. Pero también había conocido el consuelo, la más radiante felicidad. Y había enfrentado la pérdida de esa felicidad, la pérdida de sí mismo, y la pérdida de un consuelo…aunque, tenía uno: El consuelo de su búsqueda, la búsqueda de sí mismo.


Tenía un trabajo, una nueva pasión y otra que estaba retomando, esforzándose en las dos, practicando duramente por las noches con el piano y estudiando hasta no poder, dibujando e ideando nuevos diseños. Había hecho malabares, se mantenía ocupado, y aun así, con todo el peso del estrés y el cansancio, estaba dispuesto. Dispuesto a jamás rendirse. Kim Kibum no tenía esa intención, pero se había demostrado a si mismo que era tan fuerte como nunca pensó. ¿Quién le iba a decir que aquel frágil adolescente de dieciséis años de habría de convertir en ese hombre de 28 tan decidido? 


Esbozo una sonrisa ladina. Las hojas de los arboles tan verdes y bonitas, las observo un rato al pasar. En otoño caerían y se las llevaría el viento, como los días, los meses y los años. ¿Cuándo se había vuelto tan alto que no lo había notado? 


Se tocó los labios un momento manteniendo la expresión pensativa, y sonrió de nuevo. No estaba tan viejo, y alguien así…tan Kibum, una vida era muy poco pero suficiente para vivir. Aunque el, eso aún no lo había descubierto esa primavera. 


Pero la tonada de piano aun no dejaba de sonar, y eso le hacia sonreír en las mañanas, al despertar y seguirla escuchando.











Nota: Hola (?) es mi primer escrito serial de esta pareja, y se siente como si fuese el primero de todos. No soy una seguidora de ella, pero en esta historia, la amo tanto como ustedes (shippers). Me base en la canción "The Piano man" de Billie Joel, sinceramente, me encanta el cover de Colton Dixon (ex-participante de American Idol), tenia una idea para un one-shot y con otra pareja, pero me quedado con esta y es diferente. El titulo original seria "Lo que fue de ella", el cual es el titulo de un libro y me pareció buen bueno para esta historia. Es la continuación de Anamnesis (Jongkey) No se preocupen, no es necesario leer la primera parte, aunque seria bueno (y triste). Quería darle a Key un poco mas de historia, una diferente, un cambio. Y no matarlo como siempre hago...
¿Las actualizaciones? Pues, ya saben, se me ocurrió ahora mismo, asi que lo he escrito y comenzare con el para después. No sera tan pronto. Tengo dos fanfics en el olvido, cuando vuelva a retomarlos, escribiré este también. Solo lo dejo esto, y les digo que es una historia a la que le tengo mucho cariño <3

La primer parte JONGKEY (no es una obligación leerla para entender el fic, tampoco es que les meteré por los ojos una pareja que no les guste. Si la leen, este fanfic ya sera mas normal, pero, ojo, no de esos mojigatos TT TT) ---->> Anamnesis: La historia de un loco enamorado.

La canción ---->> Piano Man - Billie Joel Y el cover ---->> Piano Man - Colton Dixo Short.ver

PD: He escrito mas en las notas que en la introducción ._.
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Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min) Empty Re: Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min)

Mensaje por Sou-Tan Dom Ene 12, 2014 4:20 pm

Capitulo Primero.
El chico del ayer...





Si tan solo sus manos no estuviesen ocupadas sosteniendo el montón de papeles, las hubiese podido meter en sus bolsillos y resguardarlas del frío que reinaba en el lugar. El chico del ayer camino ignorando los cuadros baratos colgados en el corredor a medio iluminar. La puerta estaba a punto de ser cerrada por el guardia, quien al verle le dejo salir inmediatamente.


Aun podía escuchar una voz acompañándole en la canción de esa noche.


Lastimosamente, la voz desapareció tan rápido, a la velocidad de los recuerdos antes de que pudiese deducir si realmente había escuchado aquello.


-Aigo. Al parecer te ha quedado algo de aquella locura…


Su voz sonó casi surreal y risueña al burlarse de sí mismo aquella noche de primavera en Tokio. El cálido atardecer fue reemplazado con la fría noche, donde muchos caminaban por las calles en una ciudad que no dormía. Sin poder evitarlo, su hombro choco contra el de un desconocido, cuando intento disculparse, la persona que no conocía solo fue otra más entre el gran océano de transeúntes desesperados por llegar a su destino. Y él también iba a prisa.


-Magenta, ¿Violeta? O… ¿Rosa? Aunque los cálidos van mejor con su piel… -. Discutió en susurros todo el camino a casa consigo mismo sobre el color a elegir para uno de sus diseños para la siguiente evaluación en la universidad.


Al cruzar el umbral de la puerta de su pequeño departamento los papeles casi se van de sus manos cuando escucho el ruido de su celular. Jamás se acostumbraría a esos aparatos, los odiaba. Más que acercar, solo distanciaban a las personas. Una vez tuvo uno, uno que le permitía escuchar la voz de quien más aborrecía cada hora del día. Ahora, ¿Quién podría ser?


-¿Alo?


-Key-kun, ¿eres tú? Llamaba para avisarte que el jueves tienes la noche libre, el jefe escucho sobre esa prueba tan importante. Decidí decírtelo hoy, muchacho, tiendes a estresarte mucho por nada.


Un atisbo de sonrisa surco los labios acorazonados por un segundo al escuchar las palabras al otro lado de la línea. Por primera vez un teléfono móvil podía servirle de algo: Consuelo.


-¿Hablas en serio, Yui-san? Gracias.


-No es a mí a quien debes agradecer. Sueña bien, Kibum.


Tranquilo, se lanzó a su cama para disfrutar de un tranquilo descanso sin sueños, sin nada más que la nada y la tranquilidad. El chico del ayer había dejado de soñar hace mucho tiempo, y, más que una tortura, él lo consideraba un alivio.


Kim Kibum era su nombre, veintiocho años, estudiante por la mañana, bastante talentoso en la composición y tocaba el piano en las noches en aquel bar bastante conocido en la ciudad, Broken Land. Era coreano de nacimiento, y hacia casi un año que había dejado su país para buscar un futuro en un país al que no visitaba desde que era un pre-adolescente. Corea representaba el pasado, Japón el presente, y, tal vez, el futuro.


 El reloj dio aviso de que ya era hora de levantarse, poner las tostadas en la máquina, darse un baño rápido, recoger sus cosas, desayunar y apresurarse para tomar el transporte público al que aún no se acostumbraba. Tantas personas a su alrededor, y aun así, se sentía recluido en un cuarto oscuro. O peor: Blanco y claro, con esa luz que te ciega.


Bajo del metro justo a dos cuadras de la universidad, yendo sin prisa a su destino ahora que estaba más cerca. Al llegar no miro a nadie, solo mantuvo la mirada en sus pies. Todos parecían mirarle como su fuese un muro que no pudiesen derrumbar, como un misterio que estaba oculto tras los ojos café, o en el rumor de los risos negros que caían por tu frente.


Casa por clase, solo hubo una canción en su mente, retumbando en sus pensamientos sin dejarle concentrarse. La había escuchado una vez en la radio, pero recordaba la letra perfectamente y no quería salir de su cabeza. Cuando eso sucedía, sin excepción, la tocaba para abrir el show en Broken Land.


Tomo sus cosas al salir, anotando rápidamente las últimas palabras del profesor en su libreta mental al despedirse agitando ligeramente su mano. “Por favor, no olviden que deben estar listos para el viernes”.


Realmente, el viernes sería un día por demás importante.




~**~


Los asientos se llenaron, muchas copas se llenaron y vaciaron antes de su llegada, mucho se fueron más temprano y otros jamás se fueron. Las mesas y asientos en la barra parecían tener el nombre grabado en ellos de cada uno de los que día a día siempre escogían el mismo lugar. Yui, la camarera, le sonrió desde detrás de la barra y las luces se apagaron un momento.


Se sentó y una vez las tenues luces le iluminaron, el chico del ayer dejo sus dedos caer en el piano. En noches como esa, en que el lugar estaba repleto de personas familiares, de las constantes caras, donde cada uno escondía una historia, un pasado repleto de momentos incontables. Noches en que estaba rodeado de ojos tan apagados como los suyos, era en ella en que le gustaba tocar una canción para ellos, sonreír por un momento antes de comenzar y mientras cantaba, recordar.


Incluso ahora, ¿Me recuerdas? Tal vez, donde estés, si es que estas, es mejor si no piensas en mí. Solo espero, que las noches reconfortantes como estas también te reconforten ahí. Aquellas fueron las palabras escritas en el diario que escribía aquella noche.


Segundos después de mirar un poco hacia las personas observando, su voz se escuchó en el lugar.


“Deja de ser tan brillante, porque el mundo real es oscuro. ¿Has escuchado lo que dije?
¿Cómo puedes reír de esa manera? ¿Cómo?
Sé que he estado aquí antes. No me gusta el amor calculado de los adultos…
Ahora, estoy temblado, pero estoy bien…No en realidad, yo…
Fuiste tú quien me dejo, así que te odio.
Incluso ahora, mi frío corazón congelado te sigue extrañando.
Te estoy extrañando. Te estoy extrañando…
El amor de mi juventud se acaba así. Por favor, se feliz.
Incluso si pasa mucho tiempo, vamos a recordar que, en ese entonces, nos pertenecíamos el uno al otro.
Nos pertenecíamos el uno al otro…”


Un par de copas se escucharon chocar en un brindis silencioso, esos eran sus aplausos. Le gustaba ver la expresión, no feliz, sino la expresión de una persona que se siente en casa, esa expresión en las personas que le escuchaban. A veces se quedaba a beber, otras, solo salía como entraba, sin hacer ruido, despidiéndose con una sonrisa de hoyuelos. Esa noche, opto por las despedidas carentes de palabras y la caminata de suspiros a casa.


De vez en cuando le gustaba preguntarse ¿Alguna de esas personas recordaría en algunos años al pianista de aquel bar que solían frecuentar?


El lugar era cálido, tranquilo, taciturno, como si todos supiesen un secreto que tenían en común. Desde jóvenes a personas de setenta lo frecuentaban, Broken Land no era un sitio donde la gente iba a descansar emborrachándose hasta perder el conocimiento o vomitar en los baños, a buscar pareja o a hacer fiesta. Todos charlaban, bebían unos cuantos tragos, mucho en realidad, le veían cantar, y, en vez de intentar olvidar, parecía que todos quisiesen mantener esos recuerdos intactos.


Rió, por un momento, había encontrado un lugar al cual pertenecer.


~**~


 De aquí para allá fue esa noche de jueves por toda la pequeña sala-comedor-estudio de su departamento, preocupándose por terminar su trabajo a tiempo. Aunque su concentración era nula. Parecía en trance, era como si sus manos luchasen para mantenerle dentro de lo que debía hacer, pero sus ojos no podía estarse allí por mucho tiempo. El ir y venir de sus emociones era algo con lo que siempre había lidiado, y, para esos días, ya sabía que no tenía remedio luchar con ello.


Decidió, lanzando maldiciones, que debería dejarlo estar por un momento y saldría por ahí a deambular por los pasillos. Tomo su abrigo y su bufanda, también aquella pañoleta que le gustaba amarrarse en la cabeza y se los coloco y salió. Debían ser la una o más de la madrugada y era la única persona fuera de su departamento en el edificio.


Camino a la terraza, encendió un cigarrillo y solo abrió la puerta una vez la tuvo frente a sí. La vista desde allí era maravillosa, se había perdido de tanto por tanto tiempo que en momentos como esos no dudaba en disfrutar.


Sin vacilar tomo asiento en el borde del edificio. Tiempo atrás sentía miedo por las alturas y los deportes extremos, también, tiempo atrás había dejado de tener miedo.


Ensimismado en contar inútilmente las estrellas, no noto que, a su lado, en la cuidad que no dormía, alguien estaba parado detrás de sí. Una vez sintió los tímidos pasos estuvo alerta, pero, luego de escuchar la dulce voz titubeando en el frío silencio, tranquilizo sus nervios. No conocía al dueño de la voz, pero no le transmitía peligro.


-¿Por qué no has ido a tocar esta noche?


-Es mi noche libre. ¿Por qué no has ido a dormir aun?


El hombre se sentó a su lado, aun a una distancia razonable y coherente.


-No sé, ¿y tú?


-Supongo que tampoco…-. Le ofreció de su cigarrillo y el otro lo tomo sonriente. Viéndolo desde la oscuridad, su sonrisa le recordaba un poco a las estrellas.- Parece que son muchos los que no pueden dormir por algunas noches… ¿Vas seguido al bar?


-Todas las noches. Hoy me he llevado una gran decepción al no encontrarme con el chico del piano ahí. Supongo que el chico del piano también se siente así…


-¿Así?


-¿No has notado esa extraña expresión en todos allí (el bar)? Es como compartir un sentimiento pero no saberlo y eso es divertido.- Le aclaro devolviendo el cigarrillo.


Solo hubo silencio los siguientes minutos, nada más que el intercambio de un cigarrillo entre dos desconocidos que habían salido una noche solitaria y habían encontrado un poco de compañía.


La oscuridad ocultaba a la perfección los rasgos del recién llegado. Esa noche el chico del ayer no supo acerca de los ojos pequeños, del cabello largo y liso, de las mejillas regordetas y rosadas por frío y de la expresión que ocultaba muchos años de edad, solo de la sonrisa brillante que poseía el desconocido.


El chico miro al de los hoyuelos, parecía esconder una eternidad en sus ojos rasgados donde reflejadas estaban las estrellas que observaba, era como mirar a través de un muro a medio alzar.


-Tú…pareces haber tenido todo.


Kibum miro al chico a su lado y pensó que tenía razón.


-Sí, tuve todo.


-¿Mucho dinero?


La risa le salió amarga mientras desviaba su vista hacia otro lugar. Esa noche, a un desconocido del que apenas sabía que frecuentaba su trabajo, le estaba permitiendo entrar y, por un momento ver, lo que había más allá de sus muros.


-Mucho dinero, muchas personas, muchas sonrisas compradas, mucho tiempo malgastado en cosas que están mal. Eso jamás pudo darme nada.


El desconocido, simulando sorpresa ante su respuesta, sonrió para sus adentros.


-Vaya, casi puedo decir que has sentido ambas cosas, al mismo tiempo…


-¿Ambas…cosas?


-Tristeza y amor.


-Nacemos para sufrir…nacemos llorando y, buscando la felicidad, somos infelices. Todos hemos sentido la tristeza… Pero, ¿Qué podemos saber del amor? ¿Eso quieres decir? Entonces tuve ambas, pero ahora no. 


-Comprendo, el amor es algo inalcanzable para muchos. Tristeza es un sentimiento, el amor, algo que sobrepasa esos límites de un mero sentimiento, los principios, un pensamiento y diferencias de cualquier tipo, incluso del tiempo. Los humanos somos un grupo muy pensador para saber conservarlo.


El chico del ayer asimilo las palabras dejando escapar el humo y un par de recuerdos. Miro más allá de los edificios, donde las estrellas desaparecían y la noche se volvía incierta y, por primera vez después de muchos años, de muchos viajes, de mucho amor y mucha tristeza; se sintió como en casa.


“¿Es este el mundo en donde tú y yo habríamos vivido miles de aventuras más?”. Su propia voz sonó de cerca en su oído.


-El pensamiento de posesión es el que daña todo. Las personas van, marcan tu vida, y, un día y sin aviso, se van sin más.


-Después de todo, los recuerdos son los más importantes.


Era gracioso, era como si el conociese su pasado, como si hubiese estado observando toda su vida, sus palabras, se escuchaban como las de un amigo muy cercano, de esos que saben todo de ti aun si no tienes intenciones de contarles nada.


En algún lugar del mundo siempre existe alguien con las palabras que quieres escuchar. Se dijo a sí mismo.


-¿Sabes? Tú me recuerdas a alguien que conocí hace mucho.


-¿Ah, sí? ¿Eso es bueno o malo?


-Es bueno para mí.


-¿Era alguien especial?


-Lo es, pero hace mucho que no sé dónde se encuentra. Él no hablaba mucho, pero siempre tenía algo que decir y a mí me gustaba escucharle.


-¿Comiste ya?


-¿Otro coreano? Pues no, mañana hay mucho trabajo y supongo que lo olvide.


-¡Oh! Ya es tarde, debe esperarme… -. Exclamo al ver su celular. Devolvió el cigarrillo y, antes de irse, se despidió.- Mañana, o, mejor dicho, ahora más tarde espero verte. ¡Adiós, pianista!-. Y desapareció por la puerta mientras el solo le ignoro.


¡Sí que era tarde! De madrugada ya, y el aun debía preparar todo. Aquella charla, ¿Dónde estaba lo extraño? Mucho tiempo atrás, a la primera pregunta hubiese evitado responder, cohibiéndose, ahora, en un lugar donde nadie tenía recuerdos de él, las cosas cambiaban. La conversación amena con el tipo de la sonrisa solo había servido para restablecer su ánimo.


No tenía sueño, prepararía una cena rápida y luego terminaría el trabajo.






A pasos lentos, el chico del ayer recordó la sonrisa del desconocido mientras se deslizaba dentro de su departamento. El viejo disco sonó algo extraño luego de tantos años sin haberlo escuchado, y entonces, la canción pareció totalmente perfecta para un viernes por la noche. 










Canción mencionada: Missing you by 2ne1.
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Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min) Empty Re: Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min)

Mensaje por Sou-Tan Vie Feb 07, 2014 11:07 pm

Capitulo segundo.






Con el pasar del tiempo y las tantas experiencias vividas, tanto gratas como no gratas; había vivido mañanas vacías, alegres, nostálgicas, turbias, desesperantes y otras que iban incluso más allá de la felicidad. Esa era una de las pocas mañanas tranquilas que se podía disfrutar en el año, donde tomaba en café con tranquilidad mientras confirmaba, con calma, que todo estuviese en orden para ese día.


Tenía confianza en que todo podría salir bien o sería un completo desastre aquella mañana, pero con un poco de esfuerzo lo lograría y tendría éxito.


Dejo la taza vacía en su lugar después de haberla lavado bien, luego tomo su maletín, su bolso y el vestido que sería su evaluación más importante aquel semestre. De él dependía que suspendiese o no. Y no estaba dispuesto a perder tiempo en algo que podría salir bien a la primera.


Vivía en un barrio tranquilo próximo a la ciudad, su departamento no era la gran cosa y como todos también tenía uno que otro vecino con extravagantes preferencias. Una de las cosas que más le gustaba de vivir allí era el ser extranjero, tenía sus ventajas en ciertas situaciones. Podría simplemente callar cuando no quería decir nada y nunca nadie sabría que dominaba bien el idioma.


Esa mañana, además de tranquila, fue fresca. El viento le llevo de vuelta un rato por los finales de los ochenta. Bonita época para recordar; habían aun muchos colores y canciones alocadas sonando en la radio, los niños se volvían locos por salir a jugar con sus amigos y por cualquier nueva innovación en el campo del entretenimiento, podías ir de aquí para allá sin que te riñeran tus padres o te sucediese algo.


Todo parecía ser borroso en su niñez, las imágenes de esos días estaban desordenadas.


Al parecer me estoy volviendo más viejo y comienza a afectarme.


Asintió para sí mismo y entro al teatro de la universidad donde ya la mayoría de los estudiantes de su clase se encontraban reunidos y ocupados en revisar una y otra vez sus trabajos, buscando defectos.


Sintió unas cuantas miradas sobre su nuca cuando, sin pensarlo dos veces, quito la envoltura del vestido y se lo entregó a la chica que le ayudaría para ser la modelo. Ella regreso rápido y no necesito de ninguna maquillista de apoyo para dejarla como quería. Tan natural como pudiese.


Recibió con modestia los elogios y escucho atentamente mientras asentía cuando le señalaron algunos puntos que mejorar, a él y a otros, tomando nota en su mente. A veces cuando hacia aquello creía que las personas pensaban que no las escuchaba por el simple hecho de escucharlas atentamente y de no interrumpirlas ni dejarlas terminar. Incluso él se había acostumbrado a la falta de modales.


La calificación fue satisfactoria y eso le alegro mucho, se había pasado la madrugada entera (salvo el tiempo que había tardado aquella agradable charla), dedicado a terminar ese vestido.


Se fue sin despedirse de nadie. Era extraño para ellos juntarse con gente tan mayor cuando hacía casi un año solo trataban con personas de su misma edad, y esa era otra de las razones por las cuales no congeniaba fácilmente con alguien.


Envuelto en su abrigo y bufanda a pesar de que no había mucho frio camino hacia la parada de autobús. Jamás entendió el afán por hace todo rápido, como si unos segundos de más fuesen suficientes para hacer todas las cosas que nunca nos atrevemos. <mañana y viven un día igual al anterior. Como copiar y pegar>>.


~**~


Como una rapidez inversamente proporcional a la velocidad de los recuerdos, el chico de cabellos castaños y brillantes se balanceo en su sitio, apenas moviéndose en el columpio. Su situación comenzaba a ser deprimentemente aburrida y para nada interesante. Se estaba aburriendo.


Aquí fuera no era más que un retraído. Un extraño que siempre utilizaba los columpios en el parque y que se quedaba ahí durante horas en las que nadie se acercaba a hablarle y el parecía mirar a la nada.


-Esta estúpida cosa…


Escucho perfectamente como una pequeña voz a su lado se quejaba, lo más curioso de la situación es que había hablado fluidamente en el idioma que hacía años no escuchaba.


Desvió su vista al columpio próximo al suyo y se encontró con una escena que a cualquiera hubiese hecho reír; aquel pequeño no hacia más que retorcerse inútilmente en busca de balancearse de adelante atrás y lo único que lograría así seria caerse y darse un golpe que tal vez le dejaría atontado por el resto del día y le haría llorar por un buen rato.


Se bajó riendo, ganándose la atención del más pequeño.


-¿De qué ríes, tonto? – Le reto.


-De ti, enano. – Se burló.


Fue detrás de él y le acomodo bien para que no se cayese. El niño pareció desconfiado al principio pero después se mostró dispuesto. Le ordeno que se sostuviese de las cadenas y comenzó a empujarle suavemente hacia adelante.


-¡Ya! Puedo yo solo.


-Los niños siempre pueden solos, ¿eh?


El niño abrió la boca para contestar, pero tuvo que tragarse las palabras cuando un chico alto se acercó a ellos y le miro con cara de reproche. Llevaba dos helados en sus manos y al parecer había estado buscándolo mucho rato por todo el parque.


-¿Qué te he dicho de escaparte? ¿Qué pasa si te hubiesen llevado? Bueno, te devolverían en menos de una hora, pero realmente me preocupaste. – Le regaño y luego se volvió a mirarle a él con una expresión de disculpa no muy convincente –Perdón si te molesto.


Despreocupado se encogió de hombros y volvió al columpio. Miro al niño y puso cara de desagrado.


-Los niños siempre son una molestia.


Recibió una mirada cargada de enojo y otra de indignación que le hicieron reír. El más pequeño rio con el luego de verle reírse y el más alto solo le miraba con desconfianza.


-Ya, dile a ese que no me mire de esa forma. – Le susurro.


- Dice que no le mires de esa forma como si quisieses matarlo.


-Le he escuchado. ¡Estoy a menos de cincuenta centímetros de ustedes! Y tú, niño, deja de modificar las palabras de los demás. No me sorprende que siempre termines metiéndome en problemas. – Se quejó.


Les había mirado de lejos, pensó en correr cuando le vio tomarle para cargarle pero se tranquilizó al notar que solo le ayudaba a estarse firme y no caerse. Tal vez debería dejar de ser tan protector. O tan despistado como para que se le escapase de su vista cuando estaba comprando los helados.


Escucho como ambos hablaban un poco, le mencionaron una vez y luego comieron los helados. El más alto ayudo al niño que probablemente era su hermano a jugar un rato y luego se fueron.


-Y ni se te ocurra decir algo como “Hyung intento matar a un chico en el parque”.


-¡Yo no he hecho nada! – Se defendió.


-No aun, pero te conozco bien.- Le reto no muy seriamente mientras intentaba no fallar en parecer intimidante para el niño de no más de siete años.- ¿Qué? ¿Tengo algo de helado en la cara?


-¡No me mires a mí también como si fueses a matarme! – Reclamo el más pequeño mirándolo impresionada y exageradamente.


-¡De nuevo no!


Aquel par le había sacado unas cuantas risillas a medida que la conversación se fue desvaneciendo a distancia mientras se alejaban. Deseaba poder recordar algo sobre su niñez, algo más allá que las citas al consultorio, la mirada insegura de su madre y los constantes abrazos torpes de su padre que no lograban consolarlo. Porque no entendía que era lo que estaba mal consigo como para comportarse de aquella forma.


Resoplo balanceándose un poco, ya sin ánimos de estar ahí, pero sin ganas de regresar a casa Poco a poco los niños fueron desapareciendo junto a sus acompañantes. Era un parque tan solitario de noche que no podías ver ni a una sola pareja de adolescentes por ahí a esas horas, tratando de ser discretos pero llamando siempre la atención, como tenia acostumbrado ver en los parques de Seúl.


Los parpados se le hicieron un poco pesados ante el sueño. Diviso una silueta de forma borrosa luego de haberse tallado los ojos. Bostezo sin más y se balanceo de nuevo, resuelto a quedarse por un rato más en ese lugar.


-¿Vives aquí? Creo que es bastante tarde y el lugar está muy solo. Deberías volver a casa.


Desvió su vista encontrándose con el joven alto de antes. Miro sus manos donde tenía un pequeño juguete de color rojo, un Power Ranger, un poco sucio de tierra. Volvió a mirarle a la cara y, desinteresado, volvió su vista al frente.


Al parecer el chico había vuelto a hablarle, pero el ya no estaba escuchándole. Era uno de esos momentos en que parecía perderse en sí mismo y en cosas que el parecía no entender. Y que a veces le producían miedo. Comenzó a tararear una canción inventada al tiempo en que mordía sus labios, no cediendo aun a los deseos de aquellos pensamientos que no le alegraban. Algunas veces era agradable, y otras veces solo le hacía sentir más solo que antes.


Un tanto asombrado, el alto observo sus labios siendo torturados por sus dientes. En el inferior, justo donde su dentadura presionaba, había una pequeña y casi invisible irritación o tal vez una delgada costra. Ese debía ser un hábito común.


Cuando vio los labios mancharse de sangre y que aquel parecía estar metido en quien sabe dónde, le dio un pequeño empujón en el hombro como acto reflejo.


-Hey, tu. ¿Te duele algo? ¿Debería llamar a una ambulancia?


No recibió contestación, pero al parecer había logrado algo con su golpecito y sus palabras. Había obtenido un poco de su atención y comenzaba a relajar las facciones que hacia segundos estaban tensas.


-¿Quieres que llame a tus padres?


Entonces Taemin se volvió, ya más dueño de sí mismo, a mirarle de nuevo. Sonrió sarcásticamente pero no de forma insultante. ¡Este también creyó que era un niño!


-Debería agradecerte por preocuparte, ¿no es así? Vete ya, por aquí se está muy solo y esta es una ciudad que jamás duerme.


Un bufido salió de los labios del más alto.


-Debería agradecerte por preocuparte, ¿No es así? Deberías volver a casa, te estarán esperando.


Fue imposible retener su risa.


Mi casa es un lugar bastante poblado, bastante grande y descolorido. Mi habitación son cuatro paredes blancas y mis amigos las voces de mis pensamientos. Eso es lo que la gente como yo considera casa, porque, fuera de aquí; no somos más que unas máquinas con defectos de fábrica que no serán aceptadas.


Sus propias palabras en un pasado hicieron eco en su cabeza.


-Entonces, ¿ese niño es tu hermano?


-Eh…si.- Respondió bastante descolocado por el cambio repentino de tema.


-Es bastante simpático…


-Pero tu dij-


-Las personas dicen tantas cosas que las palabras a veces no tienen valor. Y tu hermano está esperando su juguete… ¿Qué no te vas? – Y rápidamente el tono de su voz se distorsionó, yendo desde comprensivo a mordaz.


Minho le miro ceñudo y, sin decir nada, vacilo al momento de irse. Muchas veces miro atrás para comprobar que él seguía ahí, o que hacía o decía. Era bastante extraño, pero era una persona que no conocía. Su comportamiento era un poco extraño pero no parecía ser malo.


Las calles estaban vacías, el rumor de la noche era mucho más que un enigma. Podría descubrir todo un mundo nuevo en un par de horas sin problemas y todo gracias a la simple ausencia de luz. Pero estaba ahí, no tan a gusto, en un columpio, de noche, muy tarde en un parque solitario y con solo un farol que le iluminase. Miro al cielo, a la una brillando y a las estrellas titilantes. Estaban riendo, ¡Reían sin parar y podía escucharlas!


Sonrió abiertamente dejando resbalar un par de lágrimas. Recordaba que esa creencia la había obtenido en las páginas finales de “El Principito”, su libro favorito. Toda su vida se preguntó si el autor también pudo escuchar reír a las estrellas como él lo hacía.


Aquello era tan hermoso que era capaz de hacerle sentir feliz por su condición.


~**~


El piano resonó en el lugar. Ya todos tenían sus ojos puestos en él, porque, vamos, ¡Era el pianista! El que siempre estaba ahí para tocar un par de canciones y hacerles pasar un buen rato, a gusto, como en ese lugar que parecía ser la casa de muchos.


Antes de que la primera palabra saliese de sus labios en la nota perfecta, asimilo una vez más los sueños rotos en los ojos de su público. Para el, cada canción, aunque no la hubiese escrito el, era como una disculpa por los años que había perdido de tal forma, y a la vez, un recordatorio, una cicatriz que aún quedaba y que recordaría por el resto de sus días, por que tenía que seguir.


“No puedo seguir mi camino si quiero tenerlo todo.


Y aunque ya sepa todas esas cosas, es como si el futuro que veía entonces fuese algo más brillante.


En la época en que los girasoles florecen, iré a verte. Iré a verte. Así seré alguien mejor.


¿Aun puedes ver el mar desde la ventana de mi casa? ¿Cómo se encuentran todos?


Sé que no puedo seguir llorando siempre. Siempre les daré las gracias.”


Yui sonrió detrás de la barra. Cada vez que cantaba una de sus canciones ella se emocionaba, porque podía ver la expresión de los demás. La chica estaba llena de sueños que cumplir y un gran talento, pero estaba tan decepcionada de la vida como todos los demás.


Y así a esa canción le siguieron muchas, la noche se pasó tranquila y, cuando fue hora de volver a casa, de nuevo, aquella inusual y divertida pero agradable voz llego a sus oídos.


-¿Realmente estamos siendo mejores?


Una vez mas no podía ver su rostro, el no parecía tener intención de esconderlo, tampoco parecía notarlo. El cigarrillo paso a sus manos segundos después, como si de viejos amigos que se sientan a beber una copa y a hablar de los niños, el trabajo y la esposa se tratase.


-Aunque quizá lo haga mal, creo intentarlo.


-Trabajamos el futuro sin tomar en cuenta el presente, y al final, la vida no es más que un puñado de recuerdos y de emociones vividas.


-Bueno, el tiempo pasa, pero en este momento, mi vida está en pausa, debo tomar un respiro de todo esto, asimilar lo nuevo y poder volver a sentir que el aire penetrando en los pulmones vuelve a tener sentido.


-Supongo que noches como estas en un lugar como este ayudan bastante.


-Y conversaciones como esta también lo hacen. – Sonrió sin notar que el otro si podía verle.


Aquello le brindo felicidad por el siguiente rato que siguieron hablando hasta que fue tiempo de volver a casa. La noche escondía tantos secretos que le era difícil contarlos, a lo largo del tiempo conoció muchos de ellos sin querer.


Es difícil a veces, pensar en tantas cosas al mismo tiempo. Meditando en soledad, te das cuenta de que has perdido la noción del tiempo y que la cuenta de los días en que te has comenzado a sentir de esa forma se te va de las manos. Inevitablemente, si estas solo, si estas triste, hay que ir con cuidado. El sufrimiento en grandes cantidades puede ser adictivo. Una vez estuvimos en la cima, al demonio todo. Éramos los reyes del mundo y nadie podía borrar aquella sonrisa, era como si romperse no importara. Y ahora, hechos pedazos, justo en lo profundo, solo queremos recuperar algo de aquello que solíamos ser.


-¿Al menos me dirás tu nombre?


-Veamos, creo que no. Digamos que soy tu fan número 1 y sigamos divirtiéndonos con esto un rato más. Te veo luego.


 
Canción mencionada "Sea" By YUI.
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Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min) Empty Re: Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min)

Mensaje por Sou-Tan Vie Mar 07, 2014 8:28 pm

Capitulo tercero.




Al principio, sintió miedo, poco después, se convirtió en nervios. Más tarde, todo resulto ser nada más que un sueño. Con pereza sus parpados se levantaron. La ventana abierta dejaba ve el celeste del cielo mañanero de una ciudad que omitía dormir. Amaba Tokio, Japón en general. Amaba la tranquilidad del campo y al mismo tiempo el ruido de la agitada vida urbana. Era increíble como esa ciudad podía combinar ambos en cierta forma.


Y eran ese tipo de pensamientos los que le hacían olvidar Seúl y los días vividos allí, como si los recuerdos de otro país fuesen también de otra vida. Otra que ya no volvería y recuerdos que eran buenos solo en tardes donde, sin nada que hacer, uno se dispone a leer un libro, pero la mente divaga tanto, que es imposible no recordar aquello.


Sus pequeños ojos parecen serlo aún más en las mañanas y se tambalea antes de llegar al marco de la puerta y, logrando al fin tomar la voluntad suficiente para comenzar un nuevo día, termina de despertarse, clavando su mirada en la puerta blanca frente a sus ojos. Y sonrió tiernamente antes de dirigirse a la cocina.


El olor a café inundo el departamento por completo, provocando que el chico de cabello alborotado y largo saliese de su encierro y se dignase a soltar las sabanas. Se le veía perfectamente despierto, sus ojos rodeados por las inevitables ojeras de siempre. El recién llegado tomo asiente en la pequeña barra de la cocina que servía como comedor. Después de todo, solo estaban ellos dos ahí.


Perfectamente sabía que casi nunca dormía, que llegaba tarde a casa y no se metía bajo las sabanas antes de las cuatro de la madrugada. A veces Jinki deseaba que fuese algo de la juventud, que saliese por ahí a hacer tonterías, a emborracharse o drogarse con sus amigos como todos los demás, que se diese a la fuga y que se pasase de fiesta en fiesta hasta casi el amanecer. Que tuviese motivos no tan tormentosos para no poder dormir.


-¿Dos o una? – Pregunto acercándose a la barra y colocando la taza de café frente al greñudo chico.


-Cinco, si quieres, seis.


Rio. Amaba esas respuestas, le recordaban a la época en que no notaban cual era el problema, y podían reír sin preocupaciones, comportándose como dos idiotas más del montón. Se sentó a su lado, tomando el café en silencio. Casi podía ver a retorcidas, coloridas y raras ideas flotando en el aire. Le encantaba cuando eso sucedía, era como poder tener acceso a un poco de su realidad, eso le hacía entenderle un poco cada vez más.


Los tiempos son cambiantes, y las personas también se ven obligadas a serlo. Restos de sonrisas forman el rompecabezas del pasado mientras el presente nos obliga a destruir todo e, inevitablemente, nos desesperamos pensando en el futuro. La vida es un ir y venir de sensaciones, el estado intermedio es el no sentir nada.


Entonces la mirada rasgada y bonita volvía de nuevo a él. La travesura de un amor en las sombras se reflejó en una sonrisa luego de acabar el café.


~***~


Desde el sillón, donde yacía sentado, por no decir desparramado en una posición un tanto contorsionista, Kibum recorrió con la mirada el departamento completo, dejándose llevar por la música y sintiendo los recuerdos revolotear en la habitación.


Todos saben el “hubiese”, no existe, pero, en su situación, le era imposible no preguntárselo cada que tenía oportunidad. En días como aquellos, en los que podía sentir la cálida sensación de un feliz despertar tentándolo a recordarla, no podía evitar figurarse que su desordenado y pequeño departamento de estudiante y músico era nada más y nada menos el escenario donde las mañanas más llenas de vida se habían desarrollado.


Podía imaginar que las partituras desordenadas tomaban su lugar en el piano que no era negro sino blanco, que la ventana desaparecía y se convertía en un amplio balcón, que las paredes se tornaban de un suave tono amarillo cremoso y se tapizaban en varios sitios con algunos posters de bandas de punk rock poco conocidas de los noventas; podía imaginar que los sillones desaparecían, que la mesa del comedor y la cocina se esfumaban y, en su lugar, una cama desordenada cubierta por dos cobijas diferentes aparecía. Desde el balcón no se veían edificios, solo unos cuantos árboles y un jardín bastante grande. La luz inundaba sus recuerdos bastante nítidos de aquellos días.


Y se podía ver a sí mismo, más delgado y más bajo, ese adolescente de mirada risueña, rubio teñido, sonriente, sin poder anticipar el futuro que les aguardaba a la vuelta de la esquina, en el que la sonrisa desaparecía, al igual que ese joven que desde el otro lado de la habitación parecía sonreírle también.


Podía escuchar su risa, lejana, un audio dañado por el tiempo en su memoria, pero que seguía produciendo el mismo efecto.


Pensaba que él se quedaría en Corea, pero sin importar que, Jonghyun había conseguido hacerse un espacio entre sus maletas, entre los asientos del avión, también logro colarse en su departamento y se encargó de llenar todo con su presencia.


Suspirando, intento no llorar, tal y como sucedía cuando se sentía feliz. Ese tipo de felicidad que produce la nostalgia, la felicidad que ya no poseía pero de la que le quedaban los recuerdos. Ese tipo de felicidad. Supo desde que se fue, que no conseguiría superarlo jamás, porque ese sentimiento se empeñaba en quedarse.


De pronto la canción se detuvo y otra volvió a sonar. Recordaba haberla cantado una vez con un poco de alegría, no sabía porque, dado que era una canción bastante triste. Lo más triste de todo es que alguna vez se había llegado a sentir así. Todo fue durante “los días de blanco”, como le llamaba el a sus días como interno.


~***~


-Se parece a la noche en que llegaste aquí. – Yui le hablo mientras le servía su trago – Pediste el mismo trago, no parecías nuevo en absoluto, pero resaltabas, como si desde el primer momento todos supiesen que tú les ayudarías un poco, que les darías algo por lo que volver aquí cada noche además de la comodidad y privacidad.


Tomo su trago y susurro un leve “gracias” a la chica que le miraba con gracia, como burlándose inocentemente. Aquel día había vagado por ahí, cansado del estresante día donde buscaba trabajo y termino de entregar unos papeles en la universidad para comenzar en el siguiente curso. Pidió un trago y las miradas no le incomodaban, se fijó en el piano solitario encima del improvisado escenario y decidió que una buena canción de las viejas, esas que todos conocían, estaría bien luego de un día ajetreado de trabajo. Siguió yendo día a día, tocando una simple canción y luego una noche el dueño le ofreció trabajo, dado que al público parecía gustarle su presencia.


Así fue como termino sentado tras el piano de ese lugar escondido en uno de los barrios más calmados de la ciudad.


-Nunca vi a estas personas tan concentradas en algo que no fuese sus problemas. Haces que olvidemos un poco toda la mierda que hay fuera de esas dos puertas y esas letras de neón. – La voz conocida se escuchó a sus espaldas y vio a Yui asentir de acuerdo con eso.


Se giró encontrándose rápidamente sumido en una leve oscuridad que indicaba que era hora de que el pianista subiese e hiciese lo suyo. No encontró por ningún lugar al chico de las noches más extrañas y reconfortantes desde que había estado ahí, todos estaba sentados, y el parecía tragado por el montón de personas.


Despejo su mente recordando las primeras notas de la canción para no olvidarlas y yendo hacia su puesto. Detrás de ese piano podía olvidarse de Key, de Kibum, de todo lo que había sido y en lo que se había convertido. Pero él se negaba a irse, y eso le daba un poco de motivación.


Intento, sin conseguir mucho, encontrar al chico de las dos noches anteriores. Esa noche, no sabía, tenía una curiosa necesidad por descifrar el misterio que el escondía, un rostros, una indicación que le permitiese recordarlo con claridad.


Compartir un pensamiento pero no saberlo es divertido.” De muchas formas, tenía razón. Todos venían a Brokenland por diferentes razones, pero impulsados por un mismo sentimiento de incomprensión y felicidad que compartían en silencio y que flotaba en el ambiente. Esa vez era diferente, esa canción era todo lo que tenía, esa canción significaba todo lo que había sido y era. Esa canción era de Key, de Kibum y del pianista nocturno en un bar de Tokio. Era suya.


Me gustaría haberla tocado junto a ti, pero, supongo, que tus manos son las mías ahora, ¿no?


~**~


El chico del ayer espero, inútilmente, que el desconocido estuviese fuera de nuevo. Todo el camino a casa dudo de si realmente no había sido otra cosa más que su imaginación; la sola idea de que alguno de sus problemas del pasado hubiesen perdurado le produjo un escalofrió.


-Bastante grandecito que estoy para los amigos imaginarios, ¿eh? Después de todo, Yui también lo escucho.


Sus pies le llevaron hasta su edificio, por alguna razón se acostumbró a andar a pie a donde fuese. Las escaleras resultaban demasiadas a medida que subía manos en sus bolsillos. El cansancio de días anteriores se sintió como un gran peso sobre sus hombros, y aun así la tenue sonrisa de los sábados por la noche se mantenía allí.


Inevitablemente, Kibum comenzaba a sentirse tan solitario como en aquellos días de adolescente. A veces se planteaba el socializar un poco más, pero luego recordaba que, además de Yui, no había nadie más. Sus capacidades sociales eran casi nulas, aquella capacidad nata a la hora de conversar se desvaneció en el tiempo. Las palabras se quemaron lentamente en su garganta y se fueron al soltar el humo de los cigarrillos.


-¡Hasta que te dignas a aparecer! Estuve mucho rato esperándote.


Cerro tras de sí la puerta de la azotea y agrando su sonrisa. La única bombilla de luz, ahora encendida, permitió que observara perfectamente como al borde del edificio, sentado, aguardaba el supuesto desconocido.


La cabellera negra y larga le caía sobre los hombros, su flequillo rozaba levemente sus parpados, su piel era bastante clara aunque un poco tostada por los rayos de sol de la ciudad. Pequeños, sus ojos casi desaparecen en una sonrisa.


Como sintiendo el alma volver a su cuerpo, sintió la brisa de la noche helarle la piel y haciéndole sentir más despierto.Casi como si pudiese anticipar que un pequeño encuentro pondría todo de cabeza.


-Apuesto a que sí.


Fue hacia él y se sentó a su lado, solo que con una pierna flexionada ara recargar su barbilla. Le vio tomar un trago directo de la botella en sus manos y rápidamente lo identifico como vodka. Extendió su mano y se la quito de las manos para tomar un trago; el líquido rodo por su garganta dejando un rastro amargo que se desvaneció lentamente.


-Así que, fan número uno, ¿vives en este edificio? Jamás te había visto antes.


Pareció meditar unos segundos su respuesta, quitándole la botella de vuelta, dando un trago y sin dignarse a mirarle. Su mirada divago por entre los edificios y el sinfín de luces de la ciudad.


-Allá, en las calles colapsadas de gente, supongo que todos somos invisibles, incluso en Brokenland o en un simple edificio. No nos conocemos, así que pasamos de largo y en menos de dos segundos olvidamos rostros. Es gracioso, porque quien sabe cuánto nos estemos perdiendo, ignorando todo y volviéndonos insensibles. Supongo que eso hacen las situaciones difíciles, nos protegemos, pero, ¿de qué? Y la respuesta siempre es la misma: Huimos de nosotros mismos y de la felicidad por miedo a perderla. Pero creo que lo único que quieres saber es que si, vivimos en el mismo edificio. – Tomo un respiro para mirarle - ¿Tiene encendedor?


Encogiéndose de hombros asintió sacándolo de su bolsillo y lanzándoselo.


-¿Alguna vez…? – Guardo silencio cayendo en cuenta de que su pregunta ya tenía respuesta – Olvídalo.


-¿Qué querías decir?


-No tenía sentido alguno.


-Vamos, señor pianista, ni la vida misma tiene sentido.


-¿Alguna vez escuchaste a alguien decir que las estrellas ríen?


El otro se carcajeo divertido y curioso.


-No estoy seguro, pero creo que sí.


Kibum asintió.


-¿Y tú?


-¿Yo que?


-¿Puedes escuchar a las estrellas  reír?


El chico del ayer observo el cielo como si fuese la vez primera. Los destellos blancos en el cielo titilaban en el firmamento nocturno y lo embellecían. Intento agudizar sus sentidos, pero nada, no había más que el sonido del viento y de dos respiraciones allí.


Y no pudo evitar preguntarse de nuevo, ¿Es este el mundo donde tú y yo hubiésemos vivido miles de nuevas aventuras?


Esa era una de esas noches en las que te sientes sumamente pesado, pero tu alma se siente ligera. Tan ligera que el viento puede llevársela para siempre. Recuerdo que en noches como esas tus manos sostenían las mías fuertemente, ahora me sostengo fuerte a las páginas de este viejo cuaderno. Le agradezco, yo realmente lo hago, por haberme sostenido esa noche.


Sintió como las lágrimas bajaban por sus mejillas.


-Pues, querido fan número uno, debes saber que hablas con alguien que ni siquiera puede soñar. – Entonces, casi pudo sentir su alma salir de su cuerpo, pero prontamente un brazo rodeando sus hombros se aseguró de mantenerla donde debía.


Impulsado por una oleada de agradecimiento, se abrazó suave y torpemente al pianista a su lado. El hacía de sus noches más llevaderas, al menos, por esa noche, lo intentaría. Aunque fuese su ultima vez, el amor que escondía saldría a flote y tal vez, seria ocultado otra vez en la mañana. Pero no importaba. ¡Se sentía como el aviador con el pequeño príncipe entre sus brazos!


¡Había en una estrella, un planeta, el mío, la Tierra, un pequeño príncipe a quien consolar!  No sabía que decirle, como consolarle y hacer que tuviera nuevamente confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!"



Canción mencionada Replay (Piano ver.)
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Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min) Empty Re: Lo que fue de él...[Capitulo 4] (Onkey - 2min)

Mensaje por Sou-Tan Jue Abr 03, 2014 1:45 pm

Capitulo Cuarto.
-El loco.


Una y otra vez sus dedos se deslizaron sobre el teclado antes de caer sobre las teclas. Con vehemencia, una vez más, de nuevo, otra vez, sin parar. En ese viejo teatro, solos; él y su piano. Casi podía sentir las miradas del público expectante en su espalda, movía su cuerpo al son de la orquesta imaginaria. Sus pies parecían tener vida propia, golpeando sin cesar el suelo.


Con sus ojos cerrados, sin detenerse, sin necesidad de partituras, sintiéndose como Robert Frobisher y el Cloud atlas de en sueño. Las hebras de cabello largo y liso revoloteaban en el aire, un momento calmas, un momento fieras agitándose en el aire al son de los estruendosos chelos. Su cuerpo entero se contrajo ante la suavidad de las flautas y con elegancia su cabeza se inclinó al tiempo en que los violines le deleitaban los oídos. 


Cuando la última nota del piano trajo consigo el final de la tonada los parpados subieron y las pestañas negras volvieron a enmarcar los acaramelados ojos. De pronto, todo a su alrededor le pareció dulce: Las hileras de asientos vacíos y llenos de polvo, las pocas bombillas que aun funcionaban, el telón blanco y el escenario desusado. 


Afortunado. Se sentía sumamente afortunado por tener la dicha de admirar tanta belleza. Belleza del pasado, de los recuerdos. Tal vez, donde ahora él se encontraba sentado, una joven toco frente a cientos de personas mientras el miedo se la comía por dentro. Tal vez, en uno de esos asientos, un amor prohibido se dio la mano sigilosamente mientras todos observaban a la orquesta, y la música era el manto que cubría un amor secreto. Tal vez, solo tal vez, miles de sueños olvidados aun flotaban por ahí en ese viejo teatro de paredes solitarias.


No presto atención cuando los músicos, vestidos con traje, corbata y un sobrero negro, sin rostros, se retiraban y desaparecían como los fantasmas que eran. Consiente al fin de su aparente soledad, sonrió a medias, regalándole un gesto cordial a cada uno de los recuerdos que frente a él caminaban, tan vivos y animados. ¡Antaño tantas emociones llenaron los asientos ahora vacíos! Todo tan olvidado, tan abandonado. Y aun así, todo seguía vivo.


Entonces el piano desapareció y la hora de partir llego. La puerta se mantenía cerrada, como para que sus sueños y los sentimientos que flotaban en el aire no escapasen. 


Salió de ahí, dejando atrás el teatro como quien deja atrás su pueblo natal, como una serpiente que cambia de piel. Ahora ya no pertenecía a ese mundo lleno de aplausos y energía. Volvía a ser un cuerpo vacío. Una mente llena de ideas que nunca serian contadas. 


Honestamente, le costaba bastante adaptarse. Prefería su cómoda blanca bata larga que iba más allá de sus rodillas, la libertad que estar internado le concedía. Ahí dentro podía ser tal y como era: Un loco, como se le quisiese llamar; pero que ahí podía serlo con total confianza. Los jeans y las camisetas no eran lo suyo. 


Una bocina de automóvil le hizo dar un respingo al cruzar la calle, estaba a punto de ser arrollado 


Y ese era su mundo. El mundo del loco. Un mundo sin mañanas y sin noches de dulces sueños. Un mundo donde existían muchos otros mundos diferentes. Donde podía ser el director de su propia orquesta en su propio teatro, donde el mismo creaba a sus espectadores y se inventaba recuerdos inciertos. Donde de repente solo era otra persona caminando por las mimas calles de siempre, olvidando quien era y lo que quería, sumiéndose en la ociosidad y la conformidad. Donde volvía a ser ese niño solitario al que todos temían en el parque repleto de niños que no jugaban con él. Donde al final de la noche se perdía a sí mismo en tantos mundos e historias, sumergiéndose en todo y en nada, perdiéndose cada vez más. 
 
Casi pudo ver todo de nuevo tal y como era: Un parque con unos cuantos avisos, solo que en coreano en vez de japonés, padres vigilando y niños jugando, mas con otras cosas que con las atracciones del lugar; luego estaba ese columpio viejo que nadie quería usar, y allí estaba el tan distante y solo viendo cosas que todos decían nadie debía. En ese tiempo no sabía, jamás pensó que algo iba mal consigo mismo. 


Nos miraron extrañados, como si algo estuviese mal con nosotros. Pero no era así, estábamos bien: Después de todo el sufrimiento, de las caídas y de lo fuerte que fuimos, así es como teníamos que ser. 


No era normal, y después de tantos años solo observando el comportamiento de otros, pudo entender un poco el concepto promedio que la gente tenía de un niño, de un adolescente o un adulto. Solo tendría que comportarse de tal forma, y nadie le miraría. Eso hizo poco a poco, engañándoles, envolviéndolos a todos en una actuación bien ensayada. Casi un año después había salido de centro psiquiátrico, poco después noto que se había atado a sí mismo a una fatídica normalidad. 


Tomo su lugar en el columpio, tal y como lo hacía cuando era solo un niño que apenas comenzaba a notar la crueldad para con los que no eran como el resto. Había sido ese su primer desengaño de la vida: La tolerancia no existe; las personas profesamos amor y regalamos odio. 


-Hey, el tonto está aquí de nuevo. ¡Y tiene el último lugar!


Miro hacia la vocecita que se quejaba sin para, encontrando ahí al niño del otro día. Se rio un poco de su desgracia y, para la suya, termino siendo descubierto por el pequeño y por la mirada fastidiada del otro. Se notaba a leguas que el hermano mayor del niño prefería estar por ahí con sus amigos que cuidando de su hermano mejor. 


-Busca otro lugar. – Dijo a modo de respuesta.


-No, tonto, esto es solo para niños. ¡Vete!


Inclinándose hacia adelante le saco la lengua juguetonamente. 


-Entonces, deberías buscar otro parque. 


-Por favor, crece un poco y sede el maldito lugar al niño. – Hablo a sus espaldas el hermano mayor del chico.


Miro, sin inmutarse ni un poco ante la exclamación, al chico alto de cabellos negruzcos. Su rostro reflejaba un poco de cansancio, el ceño fruncido señalando el estrés acumulado durante días (quizá meses), y los ojos grandes mostrando molestia producida por el estrés y el cansancio. Pero el, el loco, el niño del columpio, el vio algo más allá de eso. Más alla del ceño fruncido, de la molestia y el estrés: Vio un par de sueños rotos que intentaban esconderse, así como los demonios que le visitaban intentaban esconderse durante el día en su habitación. Pero era inútil, siempre los veía y ya no se molestaba en aparentar que no era así.


Más tarde, termino por sonreírle al niño y tomarlo con fuerza para después sentarlo en sus piernas ante la acusadora mirada del otro. Se columpio un rato, hasta que los tres parecieron estar cómodos con la situación. Taemin a veces olvidaba como no y como si debía comportarse.


Unas cuantas sonrisas luego de varios sustos cuando casi caen los dos, incluso Minho lo hizo, rio por las tonterías de aquellos dos aunque intentaba disimularlo. Después de un rato se acostumbró a la idea de que ese chico fuese como era y tomo asiento, observando con atención. Y es que no podía tener nada más que eso de este mundo. Aunque un estuviese en recuperación, observar era, por ahora, lo único que su lesión le permitía hacer. No se negaba a si mismo que la paso un poco bien.


-A ver, ¿Así que si sonríes? Pensaba que esa cara que tienes es un tatuaje en vez de músculos, piel y huesos.


-Bastante gracioso. Ahora, ¿Quieres darme a mi hermano? 


-Lo que necesitas es una sonrisa, pero creo que darte a tu hermano sería mejor – Esto lo dijo en un susurro que ni fue escuchado por el más alto. El niño en sus brazos estiro sus manos hacia el pelinegro y el no tardó mucho en entregárselo – Aquí lo tienes.


Siento que puedo olvidarlo de nuevo, así que me lo recuerdo todos los días: La normalidad se convierte en una pesadilla cuando se toma como un estilo de vida, todos necesitamos algo de esa dulce locura en nuestras vidas. Eso dijo un viejo amigo, solo no quiero que él se olvide de ello aunque este lejos, como tú. 


-A todas estas, chico, ¿Cómo te llamas?


Taemin pareció no escucharlo, así que la pregunta fue repetida una y otra vez hasta que la respuesta salió de sus labios. 


-El loco. O Taemin. 


-¿El loco? ¿Estás en una de esas pandillas o qué? 


-He escuchado todo tipo de nombres para un hospital psiquiátrico, pero creo que pandilla no es uno bueno. Hasta pronto, niños. – Lo último fue en un perfecto coreano que desconcertó al más alto de todos, quien no dijo adiós, solo se fue cargando al pequeño. 


Por otro lado, Taemin parecía estar listo para irse a vagar por entre los callejones de la ciudad otra vez, solo que antes quiso dar otra ojeada al parque. Nostálgico, sonrió. No extrañaba los días del pasado, solo no quería crecer, nunca lo quiso. Otra vida diferente estaría mejor. 


Lastimosamente, pensar en días nada iguales a estos era igual que es deseo de nacer de nuevo en un lugar diferente; podías pensarlo y hasta anhelarlo, pero eso no significaba que sucedería.


De todos modos, se acostumbró a no obtener nada de lo que quería.


Y allí va de nuevo el loco, los ojos diferentes que podían ver cosas que otros no, con sus voces de otros mundos e ideas retorcidas, sumido en un mundo ruidoso donde sus pensamientos eran aún más audibles.


El velo negro de la noche lo envolvió todo. Las luces se encendieron y los demonios salían de sus escondites, se quitaban sus trajes y corbatas para ser parte y camuflarse en ese infierno. 


Sinceramente, no creía que hubiese algo llamado paraíso ahí en el cielo; solo estrellas incontables. Durante su vida, no supo mucho acerca del dios que muchos alababan. Algunos de los otros pacientes hablaban de el a veces, y no lograba entenderlo. Todo lo que había escuchado de eso le pareció contradictorio y fantasioso. Irónico.


¿Y el infierno? ¿Dónde quedaba? Definitivamente, justo todos caminaban sobre los suelos del infierno mismo día a día. No había ángeles, solo seres sin vida, sombras oscuras y demonios ocultos. Solo eso durante la noche. 


Listo para perderse un poco, cruzo a la derecha, justo encontrándose a su costado un lugar bastante sencillo e interesante, más por su nombre que por su fachada, llamado Brokenland.  


Dejo atrás el cartel de neón y las luces de la entrada, adentrándose en un ambiente de agradable iluminación, con luces tenues y una oscuridad que su vista agradecía. Diferente a otros de los bares que conoció a lo largo de su vida, no olía a grandes cantidades de alcohol, en el suelo no habían tragos derramados, tampoco una pista atestada de gente demasiado apretujada donde bailaban muy juntos; mucho menos encontró rastros de olor a narcóticos o hierba el aire del lugar.


En lugar de eso, se encontró con que la música era agradable pero no pesada, un grupo de personas bailaban un poco en una pequeña pista, una chica agradable repartía los tragos y a su lado un hombre algo mayor la acompañaba en su tarea, las personas charlaban amenamente sin formar alboroto y otros preferían disfrutar solos en sus mesas. La mayoría miraba hacia un escenario donde un piano descansaba, como si minutos antes alguien hubiese estado ahí deleitándolos con su música. Eso le dejo un tanto decepcionado.


Aquello le gustaba. Por primera vez desde su salida y encuentro con el nuevo mundo, sintió que sus jeans desgatados, camiseta repetitiva, zapatos aburridos y cabello algo largo y desastroso, encajaban en el lugar. Nadie le miro extraño ni con desagrado por su apariencia y, no es que le importase, solo que era un detalle que no podía pasar por alto. 


A paso lento se dirigió a la barra donde se sentó un largo rato antes de querer pedir nada. Inseguro llamo a la chica. ¡Pero qué demonios! Ya no recordaba ni los nombres de los tragos.


-Eh…yo quiero uno de esos – Y señalo al trago incoloro de la persona sentada a su lado.


-¿Vodka? 


-Sí, sí. Un vodka.


-¿Tienes suficiente edad para beber? – La voz roca a su lado le hizo mirar al dueño de esta, encontrándose sus ojos con los grandes y marrones del hermano del pequeño del parque cuyo nombre desconocía.


-Tengo veinticinco años.


~***~


Kibum rio entre dientes. No con sarcasmo, sino con ganas, con tantas ganas que termino riendo a carcajadas abiertamente, confundiéndolo y haciendo que se alejara. 


Los brazos de su nuevo amigo eran torpes, pero reconfortantes. Ni supo por qué, pero paso del llanto a la risa súbitamente, volviendo el ambiente un tanto incomodo después de un momento hasta que todo volvió a la calma.


-¿Por qué ríes?


-¿Cómo crees que ríen las estrellas? 


-No lo sé. 


-Es que ya no tengo a nadie a quien preguntarle después de ti.


-¿Qué paso con esa persona tan importante?


-Desapareció hace mucho, tal vez ya no las escuche.


-Sería bastante cómico.


-¿El qué?


-El escuchar a alguien intentando imitar algo que desconoce.


-Como las personas hablando de amor. 


Kibum asintió, de acuerdo del todo. Y se incluía, lo único que tenia del amor eran los recuerdos.


-Son cosas que están ahí, que sabemos que existen, pero eso es todo.


El llamado fan número uno se encogió en su sitio, sintiéndose identificado. 


-Supongo que sí. Es difícil cuando se es una de esas cosas que existen, pero nada más sabe el resto del mundo sobre ti.


-Suenas como si tu fueses una de ellas.


-Lo soy. Lo soy. – Canturreo como quien se burla de su propio dolor.


-No lo creo. Sé que vas a Brokeland casi todas las noches, que miras mis shows, sé que sabes que las estrellas ríen, sé que vives en este edificio y que tú eres esa persona en el mundo que tiene las palabras que quiero escuchar. ¿Qué más hace falta saber de ti? 


Definitivamente eso le hizo sonreír haciendo que sus ojos desaparecieran entre sus pómulos. Cada vez se convencía mas que delante de sus ojos tenia a ese pequeño príncipe perdido en la tierra, con una visión bastante diferente de lo que importante significaba. Y le gustaba, incluso más que antes. ¡Él ni siquiera sabía su nombre, y ya lo trataba como su viejo amigo!


-Mi nombre, no sabes mi nombre.


-¿Ah, sí? ¿Y cuál es? ¡Soy Kibum! Aunque he cambiado tanto que creo que mi nombre ya debería también cambiar. 


-Jinki, pero prefiero que me llamen Onew…aunque lo odie y no pueda ser cambiado.


-¿Y eso por qué?


-Porque la persona más importante en mi vida se encargó de crearlo para mí.


Onew. El nombre reboto en las paredes de su mente mientras lo asimilaba. Entonces tuvo algo más que añadir. 


-Key.


-¿Key?


-Sí, Key.


-Sí, pero, ¿Por qué una llave?


-No lo sé, pero la persona más importante en mi vida se encargó de crearlo para mí. – Se encogió de hombros.


Jinki se encogió mas luego de eso. En el horizonte vio como comenzaba a amanecer, colándose los rayos de sol por entre los edificios. Era hora de convertir ese amor en uno cobarde y escondido.


-¿Y dónde está ella?


-El… - Respiro hondo – No volverá nunca. 


El de ojos pequeños creyó que eso era peor que esconder un amor sin sentido. Perderlo y que la improbabilidad se convierta en una realidad irremediable. Kibum no lo sabía, pero algo de su dolor era ahora compartido.







 
 

 


Última edición por Sou-Tan el Jue Abr 03, 2014 2:31 pm, editado 1 vez (Razón : ninguna en especial)
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Mensaje por M o m o i r o Sáb Ene 09, 2016 10:53 am

Owww tendré la esperanza de que algún día haya actualización de ésta hermosa historia
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Mensaje por Sou-Tan Sáb Ene 09, 2016 12:05 pm

Hola! Juro que lo quiero actualizar pero hace dos años que mi computadora se daño y mi celular es muy pequeńo. De todas formas estoy intentando buscar la manera de escribir otro!
Deseo poder venir con un capítulo! Gracias por leer♥♥
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Mensaje por M o m o i r o Mar Ene 12, 2016 11:26 pm

Bueno, entonces me mantendré con la esperanza ;)
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