Manejaba su nuevo carro. No era un auto último modelo, pero se sentía el chico con el carro mas especial de mundo. ¿Por qué? No lo sabía. Solo sentía que iba camino hacia algo muy especial y hermoso. Algo que le cambiaria la vida. Bueno, en realidad esto último él no lo sabía.

Destino…

La persona perfecta para ti y solo para ti…

¿Eso existe?

Un felino chico demasiado hermoso para ser una completa realidad, con unos labios tan hermosos y envidiados; una piel que parecía ser el mismo sol resplandeciente y… ¿hay que repetir lo antes dicho del felino chico? Unos ojos tan hermosos como los de un gato. Sí, pero en realidad era humano.
Key, como le decían sus amigos, tenía una de las tiendas más hermosas que había en la ciudad, hablando de flores. Pues sus flores eran las mejores y no solo las flores, el era el mejor en lo que hacía. No solo vendía flores por vender, si no el siempre te decía el por qué te las vendía, cual era la mejor para ti o para la persona a la que se lo ibas a regalar. Podría no saber otra cosa, aunque era dudoso el que no supiera otras cosas, pero, en cuanto a flores y sentimientos era todo un erudito.

Pero tenía un problema.

Bueno, no es que fuera problema pero era tan irónico hablando de su persona. Si bien había dado muchos consejos de que regalar o sobre el importante significado de regalar alguna flor o planta, y de haber hecho felices y juntado a tantas parejas, el… El no tenía alguna pareja o tan si quiere un amor no correspondido.

¿Pero es que acaso Cupido no tenía derecho a enamorarse también?





—Vuelve cuando quieras. —escuchó una voz aguda gritar — ¡Claro!

En ese momento que él iba entrando a la tienda un chico más alto que el chocó con él. —Disculpa… —el chico le hizo una reverencia rápida. — No te preocupes. —Miró como se subía rápidamente en su bicicleta y comenzaba a pedalear para alejarse de ahí.

—Buenn…

Cuando volteó enseguida comenzó a caminar que ahora el no se dio cuenta que alguien se había acercado a el. —Omo… lo siento. — se disculpó al casi chocar con el chico que tenía enfrente.

—No te preocupes. —rió. — ¿Necesitas algo?

—Si —miró a su alrededor— quiero unas flores.

— ¡Oh! ¿En verdad? —volteó a ver al chico que lo atendía y solo pudo sonreír al escuchar su sarcasmo. —

—Sí, y creo que he venido al lugar correcto. —y con un gesto señaló todas las flores al su alrededor.

—Oh eso ni lo dudes.


Los dos comenzaron a reír por las tonterías que estaba diciendo. Una cálida brisa entró y recorrió dentro de la tienda acariciando y meciendo las flores y platas que se encontraban ahí. —Entonces… ¿Qué te gustaría?
—Quiero rosas de color rosa. —dijo alegre y firme, mostrando una hermosa sonrisa.
El chico se le quedó mirando raro. — ¿pasa algo? —preguntó al mirar que el chico se dirigía un poco confundido hacia donde estaban las rosas.

—No… solo que… —volteó a verlo mientras tomaba las rosas—suenas completamente seguro de lo que regalaras.

Esta vez el que miró raro fue el al chico que lo atendía. — ¿y eso es malo? —rió despacio.

—Oh! No, es que… normalmente me preguntan que regalar. —el felino le regaló una sonrisa. —puedo… ¿puedo preguntarte a quien se lo regalaras?

—A mi madre.

—Ves! —chilló el felino.

— ¿Qué? —miró a todos lados intentando encontrar el motivo del pequeño grito. —Pues es que… nadie… ¡nadie! Ha venido y me ha dicho con tanta seguridad las flores que le regalará a su madre.

Caminaron juntos hasta el mostrador donde el chico colocó las rosas sobre él. — ¿Y… cual es el problema? —Rió fuertemente.

—No, ninguno. —el felino se detuvo a pensar lo tonto que pudo haber sonado. —Es la flor perfecta para regalarle. —sonrió.

—Y ¿eso por que? — ahora que lo veía era ligeramente más alto que el.

—Por que las rosas de color rosa significan agradecimiento —que el felino sonriera tan complacido por lo que estaba diciendo, hizo que se acercara mas y creciera mas su curiosidad. — ¿Si? ¿Qué más?

—Se transmite aprecio y cariño a la persona que le regalas. —cuando terminó de atar un listón de color blanco en un extremo del ramo dirigió su mirada a él. —por eso son perfectas.

Fue cuando vio. Sus delicados ojos, su nariz tan fina y linda, sus labios rosas como las flores que eligió, esa sonrisa tan peculiar. —Listo.

Le entregó el ramo de flores y con todo el gusto del mundo le pagó al chico. Se dio la media vuelta para dirigirse a la salida, pero antes de llegar a ella se detuvo.
— ¿pasa algo? — la voz del chico se oía desde el mostrador.

—Creo… creo que no es el regalo indicado — miró el ramo.

— ¿Cómo? ¿Por qué? —preguntó el otro exaltado.

—Pues… no creo que…

— ¿No le gustan las flores? —preguntó asustado el felino. —No! No es eso… al contrario ella las ama y vive rodeada de ellas. —el chico lo miro ladeando su rostro. —por eso… creo que un ramo de flores no será algo especial.

Para el más bajo le fue inevitable el no mostrar la tristeza en su rostro. —Ya… — sintió como una suave mano se posaba sobre su mejilla haciéndolo girar. —creo que la persona que reciba estas flores será la más feliz y afortunada del mundo. —estaba decidido, lo aceptaba, le encantaba ver sonreír a ese chico. —No importa si es la ninfa que vive rodeada de flores en el bosque, lo que ella espera es… que la persona que más le importa, que más quiere, le lleve una sencilla y simple flor. —si querer el comenzó a sonreír bobamente. —Eso hace especial a la flor, la persona que la regala.

—Muchas gracias. —en verdad ese chico deslumbraba en sus ojos. —Jonghyung. Soy Kim Jonghyun. Sintió una necesidad de decirle su nombre. — ¿puedo venir más seguido? — preguntó.
—Claro. —esa sonrisa. Como la estaba amando.

Se dio la media vuelta y comenzó a caminar nuevamente a la salida. —Ya! Jonghyun… —sintió que la piel se le erizó al escuchar su nombre ser pronunciado por esos labios. Rápidamente volteó a verlo. —Soy KiBum. — ¡Dios! Más bobo no se podía ver con esa sonrisa de lado a lado sobre su rostro.

—Kim KiBum.



Hacia un año que lo había conocido. Se encontraba en aquel café donde fueron a desayunar por primera vez. Fue a la semana del día que se conocieron. Toda esa semana había llegado Jong todos los días a comprar flores. Todos los días. La primera semana se supone que eran para su madre, luego la segunda semana dijo que como se había mudado a un departamento le faltaban algunas amigas con quien platicar. Pero descubrió que todo era mentira pues, irónicamente, su madre era dueña de otras de las florerías más reconocidas de la ciudad. ¡Sí! Irónicamente su madre había sido la persona que le había enseñado todo lo que sabía sobre su profesión. Irónicamente Jong había sido dueño de una sucursal de su madre en la ciudad donde él vivía. ¡Con mucha razón! Ese día que llegó tan decidido en comprar esas flores debió saberlo.
Pero ahora entendía muchas cosas. El siempre regresaba a su tienda y preguntaba sobre todas las flores que podía y Jong lo miraba y escuchaba atento a todo lo que decía. Cuando no estaba atendiendo la tienda de su madre era lógico que estuviera con él en la tienda. Su amistad creció mucho, demasiado. Al grado que se habían intercambiado llaves de sus departamentos.

Eran amigos. Muy buenos amigos.

Pero ahí sentado, escuchando el parloteo de la gente a su alrededor, ell sonido de tasas y platos siendo levantados y siendo apilados sobre una bandeja; pensaba detenidamente en la relación que llevaban. Realmente nunca se habían besado, nunca se habían dicho que se gustaban. ¿Le gustaba Jong? Si, hoy se había dado cuenta de eso. Se levantó tan emocionado por el hecho de que lo había invitado a ir a desayunar ese día, un 14 de febrero. Era la primera vez que sentía eso, que sentía esa emoción en un día como ese. Hasta cerró la tienda en un día tan cotizado, con tal de tener todo el día para Jong.


—Hola — una voz lo sacó de sus pensamientos. —Siento haber tardado, pasé a un lugar antes.

—Hola…


KiBum sintió como la sangre le subía a la cara y su cuerpo era presa de un terrible calor. —Key…¿Estás bien? —preguntó Jong.

—Claro.


El día pasó entre charlas tan comunes entre ellos, pero ninguna referente a su relación. Por alguna razón Key se sentía un poco curioso sobre eso, pero para nada habían tocado el tema y eso lo decepcionaba un poco. No es como si se tuviera que hablar del tema, pues no eran nada, solo amigos. Pero KiBum se moría por saber qué tipo de relación tenían.

El sol estaba por ponerse. Estaban de regreso, en la tienda.
—Hola. —KiBum hablo después de abrir la puerta. — ¿Me extrañaron?

—¿Quiere que te ayude a regarlas?. —preguntó Jong.

—Claro.



Cada quien tomó sus utensilios y comenzaron con su labor. Las plantas que relamente necesitaban agua estaban del otro lado, pero ellos se quedaron juntos a un metro de distancia sin decir palabra alguna. Pasó como media hora sin decir nada.

—Yo… —hablaron y se voltearon al mismo tiempo haciendo que sus miradas se cruzaran. —Dime tu primero. —hablo Jong nervioso.

—Primero tu. —Key desvió la mirada.

—Yo… —los ojos de Jong no paraban de ir de aquí para allá. —Creo que me tengo que ir. —comenzó a caminar rápidamente.

—Pero por…


Fue en cuestión de segundos. En el momento que lo tomó por el codo, Jong resbaló girando sobre sí y haciendo que al KiBum tenerlo tomado por el codo lo jalara y cayendo los dos al suelo. Y no solo cayeron ellos, habían chocado contra un estante donde se encontraban recipientes con flores haciendo que estos volaran por el aire.


—Key… ¿Las flores son mágicas?

Esa pregunta se la había hecho su pequeño TaeMin. El sabía perfectamente que lo eran, pero hasta ese momento subo el exactamente como era que hacían su magia.


Su mirada viajaba de la mirada de Jong a los pétalos color azul zafiro que volaban por el aire y caían sobre ellos.

—Acianos…—dijeron al mismo tiempo, antes de que sus miradas se volvieran a cruzar.


Desviaron sus miradas con sus rostros completamente llenos de un color carmesí. Sabían perfectamente lo que los acianos significaban. “No oso confesarte mi amor por ti”


—Creo… que me tengo que ir. —dijo Jong.

—Claro… —esta vez Key no hizo nada por evitarlo.


Sin alguna palabra Jong salió de ahí, no sin antes dirigirle una sonrisa tímida. KiBum se sentía un poco decepcionado pero tampoco quería pasar tanta pena. No estaba acostumbrado a eso. Miró el desastre ahí y suspiró profundamente. Escuchó un sonido muy peculiar en la entrada de la tienda, sin duda era la campana de a bici de TaeMin.




TaeMin desde que había llegado no había parado de decir lo decepcionado que estaba por no haber recibido alguna confesión por parte de su amigo MinHo. —Otro más decepcionado, pensó por dentro. — El intentaba calmarlo, ya ni el se encontraba en ese estado.

—Una maceta… ¿puedes imaginarlo? Me regaló una maceta. —Key quería morir de risa al escuchar eso pero fingió falso enojo. —No lo tomes a mal, sabes que amo las flores. —Claro, desde el día que conoció a MinHo, TaeMin había tomado cierto carillo especial a las flores —Por cierto… ¿Qué sucedió aquí?

—Ah… es una larga historia. —Suspiró fuertemente, se sentía bobo al estar esperando algo — todavía no acabo de limpiar. Todas las flores cayeron, bueno… no todas, solo las de este lado. Pero aun así quedó todo mojado.

— ¿Quieres ayuda? — ofreció TaeMin.

—Te lo agradecería pequeño.


TaeMin no dejaba de renegar y esto le causaba tanta gracia a KiBum, pues, creia que si a él le hubiera sucedido esto cuando era mas chico estaria de la misma forma que TaeMin. O peor. —Prímulas…

Key volteó rápidamente al escuchar ese nombre. —Eh…? —preguntó Key.

—Las flores… son prímulas.

— ¡Dios! Tú te estás muriendo y el te ha regalado prímulas. — Key estaba que mataba al pequeño por preocuparse de esa manera. — ¿No sabes lo que significa verdad? — lo miró con enfado. TaeMin solo pudo negar. — Primer amor… “Solo te he amado a ti”


Sin esperar un segundo mas TaeMin salió corriendo de ahí, dejando solo a KiBum con la flor en mano. —Adiós…


KiBum se sintió la persona menos afortunada, hasta su pequeño había recibida la confesión que tanto había deseado. ¿Y él? Tenía que terminar de limpiar el desastre.
Después de una hora, después de terminar de limpiar y regar las plantas por fin cerró la tienda, y se dirigió a su departamento que se encontraba a unas cuantas casas de ahí.


Entró y llegó hasta la sala de estar sin prender las luces y se sentó unos momentos en uno de los sofás a pensar y recordar todo lo que había pasado en el día. No había pasado lo que tanto esperaba pero, no lo podía negar, había sido un día realmente lindo en compañía de Jong. Y eso lo hacía feliz. Se levantó y prendió las luces, era ahora de que esta vez las plantas de su casa recibieran cuidados.

Volteó y lo que vio lo dejó completamente sin habla por algunos pequeños momentos. Como pudo se acercó lentamente a una mesa de estar que se encontraba en el centro de esa pequeña sala y lo que vio hizo que su corazón saltara de alegría, más de lo que ya había saltado.

En la mesa se encontraban muchas plantas y ramos de flores. Todas diferentes. Pero estaba ordenados con números. Al verlas le fue inevitable que su mente procesara lo que una vez aprendió de la madre de Jong. Es que… si realmente el destino existía, lo que estaba en la mesa era exactamente lo que la madre de Jong le explicó hace años.



—KiBum… si te regalan crisantemos rojos eres una persona afortunada.

— ¿Por qué? —preguntó.

—Los crisantemos significan “Te quiero”. —para KiBum le fue inevitable sonreír. —Si te regalan iris…es que eres una persona muy aun más afortunada. Las iris blancas quieren decir “Te amo con confianza”, las azules “Te amo con ternura” y las amarillas “Te amo con alegría”

—Oh… ya veo.

—Las Lys quieren decir que la persona que te lo regala tiene “Sentimientos puros”

— ¿Y las margaritas?

—Las blancas significan “Eres la más bella” y las rosas o violetas “Eres la persona a la que más he amado”



Las veía y las volvía a ver, estaba seguro que ninguna de ellas faltaba en aquella mesa. Cada una en su color. ¿Fue Jong? Se preguntó. Claro, era el único que tenia la llave de su departamento.


—Por eso… se tardó…


Miro una pequeña tarjeta de color blanco con bordes rosados y un pequeño y delgado listón morado, se encontraba a lado de las margaritas rosas y la tomó para leerla.

“¿Has entendido lo que te quiero decir? Lo siento, pero soy como los acianos, tenía miedo de decirte lo que siento…

Pero… si entiendes lo que te quiero decir, sal fuera”

Sin dudar un momento KiBum salió lo mas rápido que pudo y abrió la puerta azotándola. En la puerta se encontró con Jong que se encontraba sentado en la acera de en frente. Cuando lo vio se puso de pié y comenzó a caminar hacia el. Key sentía que el corazón le iba a explotar, pero no lo permitiría, quería estar vivo para escuchar lo que Jong le tenía que decir.


—Hola… —se sonrieron tímidamente. —Ten…


Jong sacó una pequeña caja y se la entregó. Key con la calma que pudo reunir abrió delicadamente la caja y se sentía como aquellas niñitas de secundaria cuando un chico se les confiesa.

—Un trébol… —alzó la mirada hacia Jong.



—Eomeoni ¿Qué significan los tréboles?

—“Incertidumbre”. —respondió. —Se regala cuando quieres saber algo, en otras palabras “Querría saber… “



Se miraron por algunos instantes, Jong intentaba sacar fuerzas de algún lugar.

—Yo…—el corazón de KiBum latía tan rápido. —quería saber si…

— ¿Si…? . —el felino parecía como si Jong estuviera tardando toda una eternidad.

—Quería saber si te gusto…

Key sentía mariposas en el estomago, pero claramente no era lo que estaba esperando. —Dios! Jong claro que me gustas.


Jong rió intentando llenarse de fuerzas. —Quieres… ¿quieres ser mi novio?


Fuegos artificiales estallaron en la mente, en el corazón y el estomago del chico. Al fin, al fin lo estaba escuchando. Lo que mas había esperado en todo el dia.


—Si. —con movimientos inexpertos se acercó a su ahora novio y depositó un suave y tierno beso sobre los labios de Jong.



Kibum no se dio en qué momento se había enamorado de ese chico. No sabía como había caído en las redes del amor. No pensaba en ello, nadie le había despertado el deseo de querer a alguien. Hasta el día en que el apareció. El día que llegó a su vida. Él ni siquiera salió a la calle a buscarlo ¿Cómo llegó el a encontrarlo? Se preguntaba si acaso había recorrido mucho para llegar hasta el. Pero en ese momento no era tan importante. Lo primordial era que el había llegado hasta el.

—Gracias por conducir hacia a mi