Kibum caminaba casualmente por los pasillos del colegio, sus pasos apresurados en un vano intento de no llegar tarde a la clase de la Srta. Yong por la la tercera vez sólo aquella semana.

El rubio sabía que esta vez ella no aceptaría sus elaboradas disculpas, y no estaba con paciencia para hacerle frente a su padre si decidieran llamar desde la escuela a su casa otra vez.

Pero era un poco inútil; de hecho, si mirara el gran reloj en su muñeca, Kibum se daría cuenta que quince minutos ya habían pasado desde que la señal para la primera clase tocara, y que, aunque corriera a toda velocidad, nunca llegaría en tiempo.

Aún así, eso no le impidió intentarlo.

Tal vez un minuto o dos hagan alguna diferencia, ¿verdad?

Sus planes fueron brutalmente frustrados, sin embargo, por un fuerte cuerpo colidiendo contra el suyo, mandándole al suelo por el impacto, sus libros volando de sus manos y sus hojas extendiéndose por todo el pasillo vacío.

“Yah!” Kibum exclamó. “¿No ves adónde vas, idio-”

En el momento en que Kibum levantó sus ojos para mirar a la persona maldita que sería culpable por su futura perdición, las palabras se atraparon en su garganta y su boca cerró inmediatamente.

Profundos ojos chocolates le suplicaban su perdón, una mano extendida le ofrecía ayuda para levantarse; aparentemente suave pelo castaño caía sobre su cara mientras el desconocido lo miraba con preocupación.

Kibum nunca había visto a nadie tan hermoso en su vida.

"¿Perdón...?" El bello desconocido intentó, mordiéndose el labio inferior mientras esperaba que el rubio tirado al suelo aceptara su ayuda para salir del piso sucio de la escuela.

Recuperándose otra vez y luchando por su dignidad, Kibum reunió fuerzas para levantarse sólo, limpiando sus ropas con las manos. “Pedir perdón es muy fácil, no eres tú quien va a escuchar su padre quejándose toda la noche, diciendo cómo eres inútil y preguntándose en donde se ha equivocado en la creación de su propio hijo.” El rubio murmuró para sí mismo, inclinándose para reunir a sus cosas perdidas, mientras el desconocido lo miraba con una expresión divertida en el rostro.

“¿Cómo...?” El moreno se aventuró a preguntar, acercándose para ayudarle a recolectar sus hojas.

“¿Olvídalo, ok?” Kibum suspiró, irguiéndose tras reunir todas sus cosas. “Muchas gracias por hacerme llegar tarde en la clase de Matemáticas por la tercera vez esta semana. Eres muy guapo y todo, y me habría gustado encontrarte por el pasillo en cualquier otro momento, pero no creo que eso tenga valido la pena hoy.”

Sorprendido ante el repentino discurso sincero del otro, el más bajo no pudo contener la sonrisa que se escapó de sus labios; este chico realmente es alguna cosa... “Realmente dices lo que piensas, ¿verdad?” Preguntó el moreno, tratando de contener su risa. “Kim Jonghyun. Mucho gusto conocerte.” El chico más bajo se presentó, extendiendo una mano al otro, esperando que la aceptara esta vez.

El rubio solamente rodó los ojos. “Kim Kibum. Siento no poder decir el mismo.”

Jonghyun sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír. ¿Este chico es mismo real? "¿Qué puedo hacer para compensarte por semejante desgracia, Kim Kibum?"

Kibum alzó las cejas. "Nos vemos en frente a la entrada principal después de las clases, me vas a pagar un café.” El rubio afirmó en una expresión seria que no dejaba espacio para contestaciones.

“Ok.” Jonghyun asintió con la cabeza, dándole su sonrisa de un millón de dólares. "Hasta, Kim Kibum."

El chico de liso pelo rubio se limitó a asentir, antes de recomenzar a hacer su camino, preparado para recibir su sentencia de muerte. Antes de girar a la derecha al final del pasillo, sin embargo, Kibum se volvió, encontrando el hermoso extraño aún en su campo de visión.

“Jonghyun?”

El chico inmediatamente se volvió hacia él, una expresión curiosa en su cara.

“Tienes suerte de ser hermoso.”