-Pero joven amo, tiene que ir a esa fiesta. Sera presentado ante la sociedad como el heredero de la familia Kim – Un hombre de hombros anchos, no tan alto de estatura, ojos marrones, lo suficientemente claros para notar el iris de sus ojos, convencía a su amo de asistir a una de las reuniones más importantes de su vida.

-¡No quiero! ¿Que no entiendes que yo no quiero todo ese dinero? Lo único que quiero es… - Hizo una pausa, con intención de no seguir hablando.

-Pero amo – El joven mayordomo insistía.

-¡Ya te dije que no! ¡¿Acaso estas sordo?! - Espeto el joven con expresiones felinas en los ojos, delgado. Sin embargo muy apuesto y con piel de porcelana.

-Bien señor, cuando me necesite, solo llámeme – el joven mayordomo hizo una reverencia para disponerse a salir del cuarto de su joven y caprichoso amo.

-Solo te necesito a ti tonto – murmuro con una lagrima corriendo en su mejilla derecha; lagrima con una gran cantidad de frustración y tristeza; tristeza que causaba aquel chico con rasgos caninos en el joven que yacía en cuclillas, espetando su enoja hacia sí mismo – Siempre eres un estúpido Kibum. Haces cosas tontas todo el tiempo. Solo díselo – reprendía a si mismo con las manos en la cara, cubriendo su dolor.

El joven se levantó, limpio la solución salina que emanaban sus finos ojos y comenzó a vestirse. Tenía que ir a esa bochornosa fiesta; no quería imaginar lo que pasaría si no iba; quizás sus tutores lo mandarían lejos. Sus padres habían muerto hacía varios años atrás. Kibum en cierta manera tenía ese dolor de perder a sus progenitores dolorosamente escondido en lo más profundo de su ser. Se podría decir que el joven nunca los lloro. Nunca. Simplemente el rencor que sentía hacia ellos era suficiente para guardarse ese sentimiento. Kibum siempre había sido una joven la mar de inteligente; su comportamiento y complexión eran una descripción clara de la frialdad en un ser humano. Siempre trataba de aguantar sus sentimientos; siempre escondía lo que sentía a otras personas. La única que se podría considerar “amigo” del joven de ojos finos era ese simple mayordomo, quien a pesar de que al principio su joven amo era demasiado desconsiderado, frívolo y totalmente despreocupado de la seguridad ajena a la de él; incluso llego a odiarlo y decir que era una persona totalmente egoísta. Pero en una ocasión lo encontró llorando, este en vez de correrlo, lo abrazo fuertemente. Haciendo saber todo el dolor que el joven se había guardado. Ese Kibum tan frio y egocéntrico ahora se veía vulnerable y triste. Esta acción de parte de su amo hizo que desde ese momento ambos se expresaran uno al otro. Solo que un detalle los estaba separando; un detalle que ni uno se imaginaba que el mismo problema que tenía uno de ellos de igual forma atormentara al otro. Si, ambos estaban enamorados. Ellos se amaban, simplemente que temían una palabra tan sencilla de escribir, de pensar, pero difícil de sobrellevar: Rechazo. Los dos temían a ser rechazados de la peor manera posible. Incluso lágrimas amargas humedecían sus ojos cada vez que pensaban en lo que posiblemente sucedería. Tontos a ojos de muchos; ambos se aman; ambos son idiotas por no arriesgarse; ambos son unos completos cobardes.

-Joven amo, su transporte está listo – informaba el joven mayordomo con una mirada tenue en el piso. Se encontraba mal; simplemente era algo que lo frustraba y no quería que el joven frente a él se percatara de su situación.

-Bien, me voy – expresaba con una voz apenas audible a consecuencia del llanto de hace unos minutos atrás.

Ambos se miraron instantáneamente percibiendo en dolor del otro. A continuación Kibum se llenó de tristeza e indignación ante no saber la razón del acongojo de su mayordomo, que más que eso era su mejor amigo. El único que lo conocía por completo ¿o no? Lo que Kibum le ocultaba lo hacía sentir culpable, pensaba que no estaba siendo lo suficientemente sincero con él. La mirada que le se daban uno al otro era la misma; lástima que no podían leerse las mentes para ser felices. Que sencillo seria eso, ¿no?

El más chico de los dos se dispuso a subir a su medio de transporte. Con la cabeza totalmente echa un lio y el corazón apaciguando sus signos vitales. Al llegar a la ceremonia se sentía la mar de mal. Sin embargo, podía fingir una que otra sonrisa dolorosamente fingida.

Los días pasaron y ambos amigos comenzaban a solo tratarse como: Amo y sirviente. Hasta que un día:

-Jonghyun, no te vayas – el menor detuvo a su canino mayordomo antes de que este abandonara sus aposentos ¿acaso estaba decidido a confesarle sus sentimientos? .

-Estoy a sus órdenes, amo. Solo dígame lo que desea – hizo un ademan y miro fijamente al joven de rasgos finos situado frente a él.

-¡Detente, Jonghyun! Deja de comportarte así. Solo quiero que vuelvas a ser mi amigo – había comenzado gritando, pero lo último sonó bajo y con obvia tristeza invadiendo sus palabras.

-¡Es lo que soy, un simple sirviente. No lo puedo tratar de otra forma! – también estallo. Simplemente no tuvo compostura, ya no aguantaba más.

-¿Qué? – una lágrima se asomó por el ojo derecho de Kibum amenazante en salir y con este una oleado mayor de ellas –. Tú no eres un simple sirviente, ¡¿que no entiendes?!¡Eres mi mejor amigo, carajo! –expreso furioso. El joven mayordomo miro hacia el piso sin una expresión aparente.

-Claro, solo tu sirviente amigo – susurro para que su acompañante no lo escuchara. Sin embargo sus intentos de discreción fueron en vano, ya que el chico de ojos felinos se quedó perplejo ante sus palabras. –. No puedo verte más que de mi amo, Kibum – finalizo mostrándole una fría mirada.

-Jonghyun… - No alcanzo a terminar.

-¡Te amo, carajo! soy un simple sirviente enamorado de su amo. Soy patético – por fin libero esas sinceras palabras que habían carcomido su alma y la razón de sus constantes noches sin conciliar el sueño. Esperaba que con esto definitivamente perdiera su amado trabajo, pero sabía que no había nada mejor que irse con la conciencia tranquila. Mientras que el joven que se postraba en frente de él, sostenía una mirada completamente inexpresable en completo estado Shock. El mayordomo no pudo seguir viendo, no quería que lo rechazaran como en tantas ocasiones lo había hecho en sus más profundas pesadillas.

-No te vayas – alcanzo a decir su amo, completamente seguro y ahora con la idea ya asimilada. -. Yo también te amo, Jonghyun – correspondió a los sentimientos del joven que ahora yacía parado frente a él con indignación formándose en sus ojos; indignación que no fue completada por un repentino y dulce beso que sello su confesión de una vez por todas; un dulce beso que era la mar de especial y justamente lo que se imaginaban que sentirían al sentir los labios de su amado; une beso que sello y confirmo el amor que sentían. ¿Qué fácil no es así? Pues no tanto, los jóvenes vivieron con ese sintiendo desde que tenían memoria de la existencia del otro. Sin embargo, nunca llegaron a imaginarse lo que pasaría si ambos correspondían a los sentimientos que emanaban uno del otro. Nunca pensaron en las cosas felices que podrían pasar; nunca pensaron que su amor se haría realidad; siempre imaginaron las peores de las situaciones después de confesarse a la persona que amaban. Si desde un principio se imaginaran en un momento feliz en el que estarían juntos, todo esto que vivían en ese instante seria desde hace tiempo ya. Pero por algo se hacen las cosas y por más que pensaban en lo estúpidos que habían sido en el pasado, no serían capaces de regresar el tiempo por más que lo desearan. Únicamente les restaba ser felices por lo que les quedara de vida sin importar que uno fuera un simple mayordomo y que el otro fuera el amo, quien había renunciado a su fortuna para abrirle paso al amor.

FIN~