PURE MORNING

En una cama de sábanas celestes, abre los ojos y se topa con esa visión. Esa que ama tanto observar cuando, por fortuna, se levanta temprano.

Se revuelve en el colchón y suspira, pero al inspirar de nuevo, su pecho se contrae repetidamente al llenarse de más aire del que pensaba jalar y cuando exhala, siente que hace una buena aportación a la atmósfera de vapor de agua rebajado con todo su amor. No le despierta, ya que así puede apreciarle sin disimular la sonrisa y la mirada profunda que inevitablemente salen a flote, por lo que sólo se incorpora con cuidado. Elige un pantalón azul marino para hacer ejercicio, una chamarra blanca deportiva, calcetones y tenis del mismo color y cubre su cabellera con una gorra negra.

Sale del departamento que ambos comparten, agradeciendo no tener que ir a trabajar a la oficina ese día y poder salir a correr al parque a matar la mañana.

Empieza trotando despacio para destensar los músculos y que entren en calor conforme los rayos del sol se abren paso entre las hojas de los frondosos árboles. Los pájaros revolotean en las copas con un melodioso canto y las madres apuradas llevan a sus hijos pulcramente uniformados a la escuela.

Rápidamente, su andar se hace más intenso. Aprieta los labios para no respirar por la boca y obliga a su nariz a reclamar oxigeno más aprisa, pero tras una media hora de muslos ardientes, su vista comienza a fallar, el aliento a escasearle y el mareo a ser su primera preocupación.

En los bordes de la enorme fuente de piedra del lugar, elige apoyar las manos y clavar la vista en el agua cristalina. Es entonces cuando nota sus ojeras prominentes, la tez más pálida de lo usual, los labios gruesos ahora cenizos y la coleta rubia, grasosa y sucia.

La ropa que lleva no es la suya, por eso le queda ligeramente grande.

La rutina que está haciendo no es la suya, por eso no puede aguantar más que media hora.

Y el hombre que vio al despertar, fue un simple recuerdo, por eso no pudo besarlo.

Las lágrimas se apuran en salir sin control alguno, bañando el rostro acongojado y conforme se precipitan, su mismo cuerpo imita tal acto, sentándose al pie de la estructura.

Lleva las trémulas manos a la cabeza y se quita la gorra para guiarla hasta su nariz y respirar la esencia que aun está impregnada en ella y que tampoco es la suya. Huele a él… a ese champú de toronja que los dos compartían cuando se duchaban juntos y a esa loción que se quedaba en sus propias ropas cuando hacían el amor sobre la alfombra de la sala.

Solloza tan audible como su garganta le permite mientras estruja la prenda entre sus manos, percibiendo el pecho a punto de rompérsele como si su ser deseara abrir un agujero y escapar de ese cuerpo ya más que seco y muerto.

Le duele que sea miércoles. Que el lunes no haya podido levantarse temprano para despedir a su Minho hyun con un beso y que justo en ese mismo lugar, mientras se ejercitaba, su corazón haya decidido detenerse, simplemente porque si.

Le parte el alma que lo haya dejado atrás a la deriva de un mar furioso y oscuro pero más le cala hasta los huesos que a tres días sin bañarse, comer ni tomar agua aun siga de pie.

“Ya casi…"

Sonríe entre el llanto porque sabe que si sigue así, seguramente en siete días más, lo verá de nuevo…