Look at Me

Los primeros rayos del sol iluminaban el sendero cubierto de sakuras. El viento se encargaba de robarle aquellos pétalos a los árboles como si quisiera decorar el andar relajado de un chico alto, de grandes ojos y cabello corto y negro.

La mirada llena de seguridad, la frente en alto, la espalda bien derecha y el pecho repleto de orgullo. Así es como se dirigía cada mañana a la universidad el goleador estrella del equipo campeón de fútbol, Choi Minho.

Volteó y vio a las chicas que se arremolinaban a su alrededor para obtener lo de siempre.

Esbozó una sonrisa flamante, mostrando todos los dientes y después regaló un guiño esporádico y característico de él. Los pequeños grititos de las fanáticas no se hicieron esperar, los jóvenes se llenaron de envidia y lo notó todo a la perfección; cada gesto de odio y amor los captó por los ojos y los saboreó con lentitud con las papilas gustativas, deleitándose el paladar y tragando satisfecho cada sentimiento de atención hasta que terminó con el ser atestado de ego.

Otra entrada brillante del gran goleador, otra vez era el rey de la escuela y otra vez no era nada.

- ¡Démosle un aplauso a nuestro Minho ah ya que, gracias a ese gol, consiguió el triunfo de la universidad! – Dijo el profesor con júbilo y aplaudiendo, seguido del ruido estremecedor del salón. –

-Gracias… - Se levantó del asiento e hizo una ligera reverencia – “Más… mas alimento.”

No supo cómo el tiempo se fue tan rápido. Su mente estaba tan inmersa en recibir las felicitaciones de toda la escuela que se sintió intoxicado. No recordaba haber subido al negro jaguar que la familia Choi tenía a su disposición, sólo sabía que estaba frente a la enorme residencia.

Subió a su habitación y se recostó en la cama.

Soledad… esa era la verdad.

Sus padres nunca estaban en casa. Desde niño fue adiestrado para ser el mejor, el único heredero del emporio familiar, rodeado de extraños amantes del dinero como arlequines vestidos de seda danzando entorno a un gran diamante de múltiples quilates.

Solamente era un objeto, una figura vacía sin amigos verdaderos, sin amor verdadero; una sonrisa falsa más, una cena repleta de elogios quiméricos. Más ego, más banalidad…

Pero su infierno tuvo un inicio y aun tenía el fresco recuerdo de ello.

Un día en la escuela primaria, obtuvo el único 10 perfecto de toda la clase y saboreó por vez primera esas miradas llenas de interés que se posaban en él. Sus padres dirigieron la vista hacia abajo, a su altura; por fin lo veían e incluso una media sonrisa se había dibujado en sus rostros. Fue breve, pero lo disfrutó en exceso y ese mismo día decidió ser el mejor estudiante del colegio.

Poco después la atención se fue esfumando y el chico con altas calificaciones ya no sorprendía a nadie. Debía hacer otra cosa y justo entonces observó a los futbolistas. Cada juego era una nueva sensación, una nueva victoria y exquisitas pupilas listas para ser devoradas.

Una especie de masa amorfa se hizo presente en su estómago, se incorporó de la cama con la vista nublada y con una sensación de repulsión atacándole abominablemente.

Él mismo se daba asco…

Se recuperó de las náuseas repentinas, se dirigió al baño a paso lento, arrastrando los pies como si fuera un anciano y observó su semblante en el espejo. Su mirada sin brillo delataba su falta de alma.

- Hoy no cumplo años… - Susurró para sí mismo sin despegar la vista de su reflejo. –

Por tercer año consecutivo, sus padres le habían mandado una lúgubre tarjeta de cumpleaños el día equivocado.

Abrió la llave del grifo y refrescó su rostro un poco.

¿Qué haría esa noche? ¿Salir con sus “amigos” a beber hasta intoxicarse y amanecer con desconocidas? últimamente esa actividad se había convertido en uno de sus deportes alternativos, hasta había terminado haciendo cosas indescriptibles con algunos tipos por culpa del altísimo grado etílico que en ocasiones alcanzaba a correr por sus venas, pero todo eso calmaba momentáneamente el escozor producido por las heridas fantasmas de un corazón inexistente.

De pronto su vista se colmó de decenas de lágrimas que amenazaron peligrosamente con salir de golpe.

“¿Qué caso tiene todo esto?”

Las arcadas le atacaron de nuevo y no pudo evitar devolver el estómago en el lavabo.

“Quiero que acabe…”

El ardor en la garganta, el desagradable sabor en su boca y un millar de imágenes le bombardearon en un segundo.

Las mujeres de sociedad que deseosas le dejaron penetrarlas en las fiestas de gala.

Su padre cogiéndose a la secretaria en el despacho de su propia casa.

Los desconocidos que lo besaron y desnudaron a la fuerza en un sucio callejón…

Tosió como si quisiera expulsar algo inmundo de su cuerpo y volvió a la realidad, de nuevo caía en lagunas mentales ya que no recordaba cuándo se había sentado en el suelo del baño ni cómo había llegado a sus dedos una pequeña navaja.

Las manos se movieron solas haciendo un corte certero y profundo en cada muñeca…

Una mueca de dolor, sólo físico ésta vez.

Al poco tiempo se sintió liviano, ya no había culpas ni pesar, su vista se tornó borrosa y se dejó llevar por la hermosa sensación de la muerte lenta. Podía ver con dificultad como su sangre se deslizaba rápidamente por el costoso suelo de mármol y entonces cerró sus cansados ojos del mismo precio que los de cualquier mortal.

Sin embargo, en cuanto escuchó los pasos de la sirvienta dentro de su alcoba supo que su intento por escapar sería frustrado y que lo llevarían al hospital. Echó la cabeza hacia atrás, exhaló una gran bocanada de aire por la boca y esbozó una amplia sonrisa, sintiéndose excitado casi como arañando el orgasmo, porque ahora… la atención sobre él sería aun más grande y placentera.

“De nuevo.”

La mujer le vio y emitió un grito desgarrador.

“Glorioso…”

hey ya-chan no one like you~
tan linda que eres!!