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Mensaje por Lunort Miér Ene 25, 2012 12:57 pm

Titulo: The gift
Autor: Mikka
Genero: Fluff
Parejas: MinKey
Nota: En la escuela estábamos comentando algo acerca del día de San Valentin, las experiencias de cada uno de mis amigos con el tema del romanticismo y esas cosas, pues resulta que la mayoría de nosotros terminan para estas fechas ya que no quieren regalar nada o simplemente por causas del destino xDD entonces la "española" (apodo de una de mis amigas por ser de allá) nos dijo que en Barcelona los catalanes celebran algo parecido en las Ramblas, "el día de Sant Jordi" y nos explico que en ese día los enamorados o entre familia se regalaban un libro y una rosa... bien pues me base en el día de Sant Jordi en este shot LOOL así que ya no les aturdo con tanto spam~



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THE GIFT


Las calles estaban más abarrotadas de lo habitual, aunque era de esperar en un día como aquél. Los libreros habían instalado sus puestos a ambos lados de ese famoso paseo que lleva hasta el centro comercial más grande de Seúl, y una multitud de personas trataban desesperadas de hojear los últimos títulos y encontrar algo apropiado que llevar a sus seres queridos. Los floristas también estaban contentos, vendiendo rosas a espuertas durante todo el día. Ese día era costumbre regalar un libro y una rosa a tu pareja y amigos; una tradición iniciada por la Asociación de Editores de Seúl en los años sesenta, para conmemorar la muerte de Shakespeare; y la gente teme regresar a casa con las manos vacías.

Mi jefe me había dado la tarde libre, pero casi hubiera preferido que no lo hubiese hecho, pues ese día siempre me deprimía. Si viviera en cualquier otro lugar de Corea, me daría igual, pero me sentía tan solo y abandonado, observando a todo el mundo llevar a cabo ese elaborado ritual romántico, cuando yo jamás había tenido un novio al llegar esa fecha. Incluso cuando estaba saliendo con alguien, cosa nada común en mi vida a pesar de no tener especiales problemas a la hora de encontrar sexo con otros hombres, cuando yo quería, tanto en bares y saunas como hasta en la calle, siempre rompíamos antes que llegará esta fecha, como para fastidiarme.

Aún así, me sentí atraído por el festejo como todo el mundo y, dado que tenía la tarde libre, no me resistí. Hubiera ido paseando de todas formas, quizá para tomar algo en el café de Taemin y ver a la gente pasar, tal vez hablar un rato con el. Estaba seguro de que entre la muchedumbre habrían varios amigos míos y que la casualidad propiciaría un encuentro. Aunque también temía encontrármelos, pues casi todos tenían pareja y pensé que verlos juntos tan contentos me haría sentir todavía más decaído. De pronto consideré que tener ese sentimiento de intensa soledad aún estando rodeado de tanta gente era todavía peor, y pensé que si hablaba con alguien, quienquiera que fuese, sería mejor que estar dándole vueltas a la cabeza en ese vicioso círculo de autodestrucción.

Muchos editores esperaban hasta justo antes de este día para publicar sus nuevos títulos en un intento por alimentar el hambre de libros que se desataba y, de paso, lanzarlos con unas fuertes ventas iniciales. Con un poco de suerte, las recomendaciones se sucederían de boca en boca cuando, entre amigos, compararan los regalos durante los siguientes días y semanas. Me dio la impresión de no haber visto jamás en las tiendas los libros expuestos por los primeros libreros, de manera que me pasé un buen rato mirándolos y leyendo las contraportadas y solapas para ver si algo llamaba mi atención.

Pero a medida que avanzaba por los puestos, me di cuenta de que muchos repetían los mismos títulos una y otra vez. Siempre había laguna variación, lo que hacía que valiera la pena pararse brevemente en cada puesto, aunque sólo fuera curiosidad. Como, a diferencia de todos los que allí estaban, no tenía intención de comprar ningún libro a mi pareja, aquello se convirtió casi en un juego de memoria que consistía en localizar lo más rápidamente posible las pocas portadas nuevas que no había visto en la última mesa.

Frente a mí vi a un hombre obviamente gay, con el pelo descolorado en rubio, un tanto musculoso, de estatura baja, dos perforaciones en la oreja derecha, y el rasgo definitivo: una sonrisa de oreja a oreja, tonta. Tras unos segundos levantó la vista hacia mí, como habiéndose percatado de mi mirada, y nuestros ojos se quedaron atrapados en un momento de complicidad. No suelo ligar con reinas musculosas, así que no tenía mucho interés sexual. Era algo que realmente me encantaba de la manera de ligar de los gays, tan activa y tan reafirmante, aún cuando me rechazaran o encontrara al tipo poco atractivo; y, especialmente ahora, pensar que alguien me había encontrado lo suficientemente guapo como para detenerse a mirarme de esa forma, renació mi ego, Tal vez no era la única persona del lugar sin amante, me dije a mi mismo, ¿quién sabe lo que podría pasar? Pensé que Musculitos era seguramente el tipo de gay que vive con su pareja igualmente musculosa, pero que hace tríos con otras reinas del gimnasio o que quizá ambos mantienen otras relaciones sexuales fuera de la pareja. Pero esta noche se intercambiarían los libros y las rosas que habían comprado duerante el día, y no importaba la cantidad de veces que se engañaran con otros hombres, seguían teniéndose el uno al otro...

Me alejé, de aquel puesto y de Musculitos, pero ese momento me había cambiado el estado de ánimo otra vez. Durante un rato, perdido en el mundo de los libros, me había olvidado de lo solo que estaba. Empecé a mirar no únicamente a los libros que aparecían delante de mi en cada puesto, sino también a las personas que curioseaban como yo. Traté de imaginar a quién comprarían el libro cada uno de ellos, celoso de sus prelaciones, y quiénes eran los pocos que, como yo, también debían fingir que buscaba el libro perfecto para llevar a mi amante. De vez en cuando sentía que tenía que comprar uno, no importaba cuál, para que la gente no pensara que era un fracasado; sería como una especie de camuflaje.

Intenté perderme de nuevo entre las novedades literarias, pero esta vez los ojos se me nublaron al mirar con atención las descripciones de los argumentos y leer las biografías de los autores, en muchas de las cuales aparecían sus esposas e hijos. Para distraerme, traté de averiguar mentalmente en qué montón de libros había visto los títulos más conocidos e intenté encontrar afinidades entre las mujeres y hombres que veía comprándolos.

Llegué hasta el puesto del Bithae, uno de los colectivos gays de Corea, y me detuve para echar una buena ojeada. Un atractivo hombre al que había visto unos puestos más arriba también se paró para curiosear, y se quedó, aún habiéndose percatado de que todos los libros de la mesa eran de temática gay y lesbica. Sonreí para mí mismo mientras lo observaba, y pensé que no habían sido meras ilusiones cuando, unas mesas atrás, me había preguntado si también él era gay. El chico examinó el puesto, deteniéndose ocasionalmente para voltear algún libro y leer la contraportada. Al llegar al final de la mesa, levantó la mirada y me vio todavía sonriéndole; me devolvió la sonrisa y continuó calle abajo hacia hacia el siguiente puesto. Me acerqué hasta donde él se había detenido y deposité la mano sobre el sobre el último libro que había tocado, preguntándome sobre él, ¿quién era? ¿cómo era? ¿estaba soltero? ¿era realmente gay o simplemente muy liberal? O ¿quizá tenia un amigo gay a quien quería regalar un libro?...

Miré el libro sobre el que había depositado la mano; era la última novela de Kim Heechul, un personaje de la televisión abiertamente gay, que era amado y repudiado por igual entre mis amigos (por no mencionar a la prensa gay) por sus actuaciones de reinona. Muchos lo criticaban por interpretar a los peores estereotipos de los homosexuales y, por consiguiente, por vender esa imagen a los heterosexuales, mientras que otros, lo veían como un icono que trataba de romper con la barrera invisible de exclusividad heterosexual del mundo de la televisión; lo encontraba entretenido cuando lo veía en los programas, pero tampoco era un fanático (ni a favor ni en contra) como lo eran muchos de mis conocidos. Aún no había leído la novela, aunque había oído que era bastante buena y mucho más literaria de lo que cabía esperar de alguien cuya imagen pública era tan... frívola.

Me pregunté cuál sería la opinión que el atractivo desconocido tendría de Heechul, si lo adoraría o le odiaría. Miré la portada del libro que tenía en mi mano, pero en su lugar volví a contemplar el rostro del chico, en ese momento en el que levantó la mirada y me sonrió. ¡Cómo me gustaría volverle a ver y hacerle sonreír otra vez de esa manera!

Un par de libreros más adelante, aunque al otro lado de la calle, volví a verle, mi atractivo desconocido. Lo contemplé con hambre, como si pudiera devorar con mis ojos sus facciones de modelo; mirpe con atención la forma en que sus dedos se curvaban alrededor del libro; una forma que denotaba delicadeza y fortaleza por igual. Sostenía el nuevo libro de Adrienne Rich, “sangre, pan y poesía”, y me pregunté si estaría pensando en comprárselo para él o como regalo para otra persona; pensándolo mejor, no creo que quiera regalar un libro de ética que explora los posibles significados de ser blanca, mujer, lesbiana, judía y ciudadana de los Estados Unidos. Dejó el libro y escudriñó los demás títulos de la mesa antes de levantar la cabeza, encontrarse con mi mirada y sonreírme, arqueando ligeramente la ceja en señal de reconocimiento, sus enormes ojos miel brillaron. ¡Se acordaba de mí del puesto del Bithae!

Yo le devolví la sonrisa y pensé un poco más en él, preguntándome, deseando y esperando, fantaseando con construir una vida juntos. Sé que fantasear tan a largo plazo con alguien que acabas de conocer; incluso ni conocer, simplemente al que le has echado un vistazo; puede sonar un tanto patético, pero así era. Pensé en nosotros no sólo manteniendo relaciones sexuales, aunque también se me pasaron esas imágenes por la cabeza, sino de una forma que daba a entender que compartíamos un hogar: quizá hacíamos el amor en la terraza de nuestro apartamento, o lo había esperado a que llegara a casa después del trabajo, y me había echado tanto de menos durante esas pocas horas en las que habíamos estado separados, que no podía esperar a desnudarme y tumbarme en el suelo hasta que nuestros cuerpos se fundían en una sola criatura jadeante de placer.

Aparté la vista, avergonzado, como si él pudiera leer mi mente simplemente con mirarme a los ojos y me quedé mirando fijamente el libro que tenía en las manos, tratando de no pensar en nada. Cuando volví a levantar la cabeza, había desaparecido, se había alejado hacia el siguiente puesto.

Me quedé donde estaba, para darle la oportunidad de distanciarse y que no pensara que le estaba siguiendo como un psicópata. Pero no podía dejar de soñar con que nuestros caminos volverían a cruzarse, quizá unos puestos más abajo, me preguntaba si la próxima vez que nos encontráramos sería capaz de decirle algo. Era muy tímido a la hora de abordar a alguien, aunque estuviera interesado en él, estaba convencido de que diría algo estúpido y arruinaría cualquier oportunidad de conocernos mejor. Confiaba en que si me ponía a tiro y permanecía cerca, sería él quien daría el primer paso. Tal vez podía comentar algo sobre uno de los libros que él estaba mirando, pensé, o pedirle que me recomendara alguno... sí, eso sería mejor, ya que le animaría a responder, y una vez que empezara a hablar, quizá continuase haciéndolo.

Volví a verle en el puesto de Mayu con un ejemplar de “Un millón de luces” de Clara Sánchez. Apartó la banda azul para poder leer el texto impreso en la contraportada, luego lo dejó. Cogió un ejemplar de “Shangai Romance”, el libro de Kim Heechul que le había visto hojear antes, y lo abrió por las primeras páginas. Permaneció quieto leyéndolo, y yo dudé si abordarlo en ese momento porque quizá, sería demasiado obvio. Se me encogió el estómago y empezaron a sudarme las manos. Me quedé contemplando fijamente su espalda y me pregunté de nuevo en qué lugar se encontraría dentro de la escala de opiniones sobre Heechul, si sería un fan o tal vez le odiaría después de haberlo visto en la televisión pero sintiera curiosidad por saber si su libro era bueno o no.

Me pregunté si habría pensado en comprarse el libro para él, y recordé haber visto que Heechul iba a estar firmando en el puesto de Kyuu a las seis y media. Eché una ojeada a mi reloj; eran las seis y diez. Guiado por un impulso, decidí retroceder hasta el puesto de Kyuu y comprar un ejemplar de “Shangai Romance” a este desconocido para que Heechul lo firmara. Era un impulso ridículo, lo sabía, pero mis pies ya me habían llevado a contracorriente hasta el puesto de Kyuu; supongo que me sentía “más seguro” así que intentando entablar una conversación con él. Por lo menos ahora tendría una excusa para romper el hielo, dándole el libro, y sólo esperaba que no fuera demasiado descarado, que por lo menos lo entendiera. Era un gesto tan impetuoso y romántico que parecía apropiado para este día. Pero sólo un alma romántica como la mía lo apreciaría.

Kim Heechul estaba hablando con dos amas de casa de mediana edad mientras yo esperaba pacientemente para que me firmara el libro. De pronto, Heechul dejó una frase a medias y se quedó mirándome.

-¡Adoro el color de tu camisa!- exclamó, agarrándose las manos y dando un pequeño brinco -perdónenme- les dijo a las dos señoras, y se desplazó ligeramente hasta colocarse frente a mi. Se inclinó hacia delante y me cogió el ejemplar de su libro que había estado sosteniendo en espera de mi turno. Al conocerle en persona, empecé a entender por qué la gente le quería, le quería; tenía una forma de centrar su atención completamente en ti o, por lo menos, de hacerte creer que así era y te hacía sentir que eras la persona más importante del mundo para él en ese momento; que eras realmente especial. Era una sensación embriagadora, que te dejaba sin aliento. Era como estar bajo un foco de luz demasiado brillante.

-¿Para quién es?- me preguntó con el bolígrafo sobre el libro abierto preparado para dedicarle unas líneas.

-No lo sé- le contesté, odiándome por el tono agudo y débil de mi voz; estaba nervioso -quiero decir, sé a quién se lo quiero regalar- proseguí con tanta rapidez, que todo el mundo pudo evidenciar mi ansiedad, estoy seguro -pero... no sé su nombre. Todavía.

Dejé de hablar y, por fin, me atreví a mirar a Heechul, quien soltó un breve chillido de placer -¡eres el admirador secreto de alguien! ¡Que suerte tiene ese chico! ¡Qué romántico!- escribió algo en un arrebato de inspiración y me devolvió el libro con una nueva sonrisa.

Luego Heechul se volvió hacia la señora que tenía a mi derecha y dijo -¡Oh, cómo me gustaría tener su pelo!- ella se tocó los rizos aludidos y se ruborizó; mientras, Heechul le tomó el ejemplar del libro.

Me sentí aliviado al ver que dejaba de prestarme atención y también maravillado por su habilidad para manejar a la gente tan bien, para cambiar tan fácilmente de una situación a otra con cada nueva persona y hacernos sentir como si nos hiciera un regalo a cada uno. Pero su intensidad me ponía nervioso, y agradecí poder pagar el libro y marcharme antes de que me volviera a mirar y se diera cuenta de lo patético que era; ¡recurrir a comprar un libro en este día a un desconocido cuyo nombre ni tan sólo sabía!

Compré una sola rosa de tallo largo en uno de los puestos de flores y me precipité calles abajo en busca de mi atractivo desconocido. Nos habíamos encontrado a lo largo de tantas paradas, que estaba seguro de que no podía haberse ido muy lejos del lugar en el que lo había visto por última vez. Pero a medida que me abría paso entre la multitud, buscando a derecha e izquierda su jersey azul, sus grandes ojos miel, su piel acaramelada, aquella sonrisa que había iluminado su rostro al mirarme..., empecé a ponerme nervioso. ¿Dónde podía estar? ¡Lo había pasado de largo sin darme cuenta? No, estaba seguro de que le habría reconocido desde cualquier ángulo si hubiera estado en mi campo de visión. Pero quizá alguien se había puesto delante de mí, bloqueándome la vista... no, no creo, el era una persona alta. Quería correr, gritar su nombre, pero claro, no sabía su nombre, todavía no.

Llegué hasta un puente sin haberlo notado, y volví a deshacer el camino calles arriba, buscándolo con desesperación. Pero quince minutos más tarde ya estaba en otra avenida y tuve que admitir que había perdido su rastro.

-Que tonto he sido- me dije -al pensar que un desconocido con el que había intercambiado unas sonrisas querría el estúpido libro que le había comprado- ¡era un idiota sentimental!

Me senté en el bordillo de la acera, ya que la calle estaba cerrada al tráfico aquella tarde, y me hundí. Tenía ganas de llorar, por mi propia desesperación y quedé mirando la flor que todavía tenía en la mano y pensé que había sido una tontería haberla comprado; incluso haberme hecho ilusiones.

Le arranqué uno de sus pétalos rojos y lo dejé caer en el suelo delante de mí -me quiere- dije en voz alta – no me quiere- empecé a deshojar la rosa, pétalo a pétalo, hasta que sólo quedó uno, firmemente enroscado en el corazón del pimpollo. Lo arranqué y lo dejé caer al suelo admitiendo mi derrota -no me quiere.

¿Por qué me había agobiado con un juego tan estúpido?, me pregunté. Tenía más ganas de llorar que nunca, pero por alguna extraña razón no podía; y estaba dividido entre el deseo de liberar la emoción, como si el vacío que me inundaba fuera a secarse a través de mis lágrimas, y el temor de parecer un estúpido por llorar en público. Me quedé mirando fijamente el montón de pétalos rojos esparcidos entre mis pues como un charco oscuro. Sentí que la sangre me había abandonado y que se había extendido en la calle, delante de mí; que mi corazón yacía en el suelo para que cualquiera pudiera pisarlo. Enfadado; conmigo mismo, con mi desconocido por haber desaparecido, con el mundo por no portarse conmigo como yo quería; me levanté y pisoteé le flor destruida, por si acaso. No cambié nada, pero me sentí un poco mejor una vez lo hube hecho. Por lo menos no había llorado ni había hecho el ridículo en público.

Deseaba tirar el libro, con su papel de regalo plateado, pero me contuve. No tenía derecho a desquitarme con el libro, después de todo él no tenía la culpa. Además, siempre podía guardarlo para dárselo a otra persona, no estaba dedicado a nadie en particular, sólo ponía “Al bello desconocido: ¡Qué suerte tienes de tener un admirador secreto tan atractivo! ¡Qué romántico! ¡Tengo tanta envidia! Un beso muy fuerte, Cinderella.”

Pensé en ir a un bar para distraerme un rato, pero no era sexo lo que andaba buscando. Ansiaba intimidad y romanticismo; quería una persona con quien entrelazar mis manos y a quien abrazar, más que un polvo rápido con cualquiera, no importaba lo sexy que fuese, al que jamás volvería a ver, o peor aún, a quien volvería a encontrarme y él no se acordaría de mi.

Quería alejarme de allí lo antes posible. Pensé en bajar al metro para que me llevara donde fuera. Pero en lugar de hacerlo, decidí caminar hasta Po-coffe, con la esperanza de que el ejercicio me calmara un poco, suavizara esa rabia brutal y frustración que sentía. Deseaba huir de los lugares que frecuentaba habitualmente, alejarme de los locales y bares gays. Lo último que necesitaba en este momento era volcar mis esperanzas en otro hombre, y ser rechazado una vez más.

Llegué a Po-coffe demasiado pronto, así que continué caminando, a pesar de ser un barrio que siempre me había gustado.

Deambulé en dirección norte, sin destino, simplemente tratando de perderme. Oscureció, pero seguí caminando, pensando en mi vida, en las cosas que podría estar haciendo ahora, o en mis amigos y en cómo estarían celebrándolo con sus parejas y lo solo que eso me hacía sentir. Era viernes noche, pero no quería ir a ningún bar, y tampoco me apetecía quedarme en casa. De hecho había muchas cosas que podía hacer... arreglar el apartamento, cosas que había ido posponiendo durante la semana para cuando dispusiera de más tiempo. Pero irme a mi pequeño hogar sólo me recordaría que no tenía a nadie con quien compartir mi vida, así que continué caminando. Cuatro horas.

Al final, me calmé lo suficiente como para darme cuenta de que estaba hambriento. Fui a un bar que había en una esquina y me senté en la barra. Pedí una cerveza y un trozo de tortilla. Cuando hube terminado, pedí otra cerveza, y me quedé allí sentado bebiendo y picando unas aceitunas, sin mirar a nadie, intentando no pensar.

-¿Eres tú, verdad?- dijo un chico a mi lado. Se le iluminó el rostro con una sonrisa cuando alcé la vista y vi que era mi atractivo desconocido -quiero decir, nos hemos visto antes...

-Si- le dije, sin poder creer que lo había vuelto a encontrar, o que me había encontrado él a mí, para ser más exactos; y aquí, en medio de ninguna parte -en los locales de libros.

Una parte de mi cerebro pensaba “de modo que es así como suena su voz” archivando la información con las demás fantasías que me había hecho sobre él. Era una voz bonita, cálida, amistosa, pero en demasía varonil, masculina, sensual, y me puse nervioso, pues supe que escucharla podía llegar a gustarme demasiado. “Solo vas a hacerte daño si piensas de ese modo” me dije a mi mismo, e intenté cambiar el curso de mis pensamientos. Pero me era difícil hacerlo con él estando tan cerca de mí y sonriendo otra vez de esa manera.

-Qué coincidencia- prosiguió el desconocido de pie junto a mi.

-Si- respondí. No sabía qué decir. Soy terrible en este tipo de conversaciones y tenía miedo de parecer demasiado ansioso, y de albergar esperanzas otra vez, para más tarde sumirme en un todavía más profundo desespero. Mis emociones seguían estando resentidas por haberlo perdido en los locales de libros; no me podía creer que lo hubiera vuelto a encontrar, no do esta forma, no por accidente, no sin un coste.

-De alguna forma esperaba volver a encontrarme contigo- afirmó, y yo traté de ser cauto para no dejarme perder con tanta rapidez otra vez; quise ir despacio y ver qué era lo que tenía que decir – ya ves, sé que puede sonar extraño porque no te conozco de nada, pero... feliz día- me dio una bolsa, y supe que contenía un libro -espero que te guste- dijo – he tenido que adivinar qué podía gustarte, porque... bueno, porque no sé nada de ti- se echó a reír nervioso -debes pensar que soy un poco raro, lo sé.

-No- contesté sin poder dar crédito a lo que acababa de ocurrir –no creo que seas raro para nada. Creo que eres maravilloso- cogí el paquete plateado y se lo di -yo también te he comprado un libro.

Se me quedó mirando con incredulidad, como no pudiendo creer que le hubiera comprado un libro especialmente a él, como pensando que lo guardaba por si acaso ocurría algo parecido o que lo había comprado para otra persona. Fue entonces cuando me permití albergar esperanzas de nuevo, en ese momento en el que, también él, se había sentido inseguro y dubitativo, preocupado porque, de repente, todo pudiera acabar.

-Ábrelo- le insté -vi como lo mirabas, así que fui a que me lo dedicara para ti. Aunque no sabía tu nombre.

El desconocido rasgó el envoltorio plateado y su rostro se iluminó al ver de qué libro se trataba, y todavía cuando me miró y susurro -es perfecto. Gracias.

-Está firmado- le dije, arrepintiéndome al instante de hacer pronunciado esas palabras. Sonaron como si tratara de convencerlo de que le gustase, aún cuando él ya me había dado las gracias, aún cuando su rostro ya se había iluminado. Yo no había mirado el libro que me había regalado él, lo cual debió dejarme como un maleducado. Pero no podía evitarlo, por eso soy tan malo dando el primer paso, me pongo tan nervioso que no paro de hablar -para ti, quiero decir, aunque no he sabido qué nombre decirle.

-MinHo- respondió -Choi MinHo.

Repetí el nombre para ver qué gusto tenía en mis labios mientras él me miraba con esos enormes y hermosos ojos.

Y, entonces, un momento después, nos estábamos inclinando el uno hacia el otro, uniendo nuestro aliento, luego nuestros labios, en un largo y maravilloso beso.




Última edición por Mikka el Miér Ene 25, 2012 12:59 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Bithae Miér Ene 25, 2012 12:58 pm

aparto!!!
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Mensaje por Kou♥ Miér Ene 25, 2012 4:58 pm

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Mensaje por Onsook Miér Ene 25, 2012 10:20 pm

aparto :3
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Mensaje por freyashirou Dom Ago 05, 2012 11:53 pm

aparto :)
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Mensaje por Keyleth Jue Sep 20, 2012 5:10 pm

SIMPLEMENTE HERMOSO!
Me gusto muchooo tan tiernooo y bonito!!
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Mensaje por Adrie_tibbers Vie Jul 12, 2013 4:22 pm

Whaaha! Soy feliz!


Este oneshot ya lo había leído también hace ya bastantito tiempo, pero como toda la vida siempre se me traspapelan(?) los links o se borran y al fin de cuentas no los vuelvo a encontrar... hasta ahora!! Recuerdo que este me había enamorado como una tonta! ..  Esas historias de amor entre libros y café me encantan, así que me hace feliz haber dado con este escrito y el nick de la escritora, hohoho :'DDD -se siente una completa acosadora(?)-
Y bueno, creo que tengo una visión distinta de la primera vez que lo leí, gracias al bonito SHINee Wonderful Day ... Recordé el episodio dónde Key comenta que Notting Hill es su película favorita y cuan emocionado estaba al "encontrar" la librería aquella ...que al final terminaron rompiendo su corazón pues no era la verdadera y bueeeno ya, esa imagen de Bummie entre libros y Minho andando también con su cámara, su abrigo negro y su cabello largo aaah~ ♥ Exactamente como en su viaje en Londres es como imagine esta vez, la historia. .. (en su loca mente imaginó que el oneshot puede volverse real ¡lol! )

Lo sé, tengo un leve(?) trauma con ellos XD ♥

Gracias por compartirlo aquí, me han hecho inmensamente feliz!! ♥♥
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The gift [MinKey] Empty Re: The gift [MinKey]

Mensaje por Vanexia Vie Mayo 30, 2014 7:17 am

Que hermoso shot!Me encanto!
amor a primera vista!*w* que lindo de parte de key en comprar el libro y dedicarselo a Minho y luego el destino juntarlos de vuelta y con la sorpresa de que el tambien le compro un libro realmente hermoso shot minkey~
saludos
Vanexia
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