El cielo estaba oscuro y las farolas iluminaban tenuemente el camino a aquellos que retaban al frío del exterior y salían a recorrer las calles de aquella pequeña ciudad.
No es como si Choi Minho soportara las bajas temperaturas por voluntad propia, a su espalda colgaba una mochila cargada de libros y sobre su hombro descansaba una bolsa de deporte. Quedaba exactamente un cuarto de hora para que comenzasen las clases en su instituto y a él no le había quedado más remedio que coger un par de guantes gruesos, una gran bufanda que ocultaba gran parte de su rostro exceptuando su nariz roja y tantas capas de ropa como era capaz.

Vivía algo alejado de la escuela en una zona apartada y tranquila, por lo que las calles estaban en completo silencio.

Por supuesto, Choi Minho no era un alumno corriente. Era el gran jugador estrella del equipo de fútbol del colegio, estudiante de notas insuperables y un chico lo suficiente social como para poder entablar conversación con cuatro alumnos de cada cinco de su centro.

Por no olvidar, por supuesto, su atractivo físico, elogiado tanto por chicas como por chicos y subiendo los estándares de belleza de todo aquel que lo viese, el futbolista podía estar orgullo de su gran estatura, una piel bronceada que recordaba la canela, dos ojos más grandes de lo promedio oscuros, unos labios gruesos y perfectamente moldeados y, un cuerpo de atleta que se llevaba todos los suspiros de las féminas.

En resumen, era un chico fuera de lo común con un gran futuro por delante.

Pero el chico camina despistado, no se saca de la cabeza el examen de matemáticas que tiene ese mismo día, y no percibe el coche oscuro que gira a una esquina próxima a la suya.

Era andando mirando el suelo, repasando formulas matemáticas, cuando el coche frenó en seco frente a él y un cuerpo robusto salió de la puerta trasera agarrándolo abruptamente. Minho se sorprende y trata de zafarse, pero otro par de manos se unen con un pañuelo húmedo dirigiéndose a sus fosas nasales.

Minho intenta escapar, pero los brazos que lo sujetan son demasiado fuertes y a cada inspiración su cabeza da cada vez más vueltas, tambalea un poco mientras su mochila deportiva cae de su hombro causando un ruido seco y pierde el conocimiento.


Cuando el joven despertó estaba en una habitación oscura y sucia, atado en una silla con una mordaza en su boca. El miedo al principio lo paralizó por completo, pero no tardó en moverse desesperado tratando de huir, pero todo fue en vano, y estuvo ahí en lo que le pareció horas con cada centímetro de su cuerpo cubierto por una capa de sudor y con el único sonido de su corazón batiendo fuertemente sobre su pecho.

Finalmente se abrió una puerta apareciendo dos siluetas, Minho volvió a tratar de zafarse sin perder de vista a aquellos dos hombres que quedaron en frente de él, tomando uno de ellos su rostro, parecían analizarlo.

-Shindong-llamó-dile a Leeteuk que venga, me parece que con este nos lo quedamos.

Minho trató de dominar su miedo, especialmente cuando más gente apareció en la habitación, le quitaron las cuerdas que le ataban, pero todo intento de huída fue frustrado por todos los brazos que lo aguantaban, de repente vio como su ropa era quitada violentamente, manos ajenas paseándose por su pecho y piernas, analizando su musculatura, los gritos quedaban ahogados por la tela que cubría su boca, siendo mirar la escena lo único que podía hacer.

Su ropa interior se fue lejos, manos colándose en sitios recónditos, gotas de sudor cayendo por la frente del deportista. Una cámara de fotos salida de no sabía donde y los minutos más angustiosos y humillantes de su vida pasando a cámara lenta. Cuando parecieron finalizar Minho ya no hacía nada por escapar, había comprendido que era inútil.

Volvieron a atarlo sin colocarle de nuevo su ropa, temblando del terror, sus ojos fueron directamente a un hombre rubio que apuntaba algo sobre una libreta.

-Sí… tú serás una buena pieza.