PRIMERA PARTE

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Las luces intermitentes y el espeso humo artificial le dieron la bienvenida al escandaloso lugar. Minho echó un rugido furioso que, debido al intenso volumen de la música, podía confundirse con un suspiro. El ligero olor a cigarrillos y alcohol se pegó a las paredes de sus fosas nasales, haciendo que el estomago se le agitara disgustado.

Odiaba ese tipo de lugares. En especial, ése lugar. No porque tuviera algún tipo de fobia, sino porque no estaba ahí precisamente por decisión y gusto propio. Sin duda, en cuanto saliera de aquél lugar y su deuda estuviera saldada, dos cabezas rodarían calle abajo. Kibum y Jonghyun iban a desear nunca haber ganado aquella estúpida apuesta. Así como él ahora deseaba nunca haberla aceptado. Había sido un momento de poca claridad, y ahora tampoco bebería soju en presencia de los mayores. Estos siempre terminaban aprovechándose de su embriaguez.

Seguía sin saber de dónde mierda había sacado la valentía para asistir a aquél lugar. No era como si nunca hubiera estado en un bar, o en un antro. Oh, claro que no… Le agradaba concurrir discotecas, beber con sus amigos y pasarla bien. De vez en cuando, esas fugaces distracciones terminaban en una amplia habitación de hotel, con sedosas piernas ceñidas a su cintura y largos cabellos femeninos esparciéndose sobre alguna almohada junto a él.

Pero aquello era completamente diferente, tan diferente que sentía iba a devolver el estomago en cualquier momento. Desde que sus mejores amigos eran… especiales, no se divertían en discotecas comunes y corrientes. Si tenías alguna idea de lo que ocurría, debías irte imaginando que no había muchas mujeres en aquél oscuro y ruidoso local.

―Maldito antro gay… ―Gruñó el alto hombre haciéndose paso entre la multitud de hombres que bailaban apretadamente en el atestado sitio. Y de repente, pegó un brinco escandalizado al sentir una descarada palmada en el trasero, seguido de una agudizada voz varonil que había susurrado un escueto “Estás buenísimo” cerca de él.

Minho sintió el frío sudor perlando su amplia frente, debajo del flequillo quebradizo que la cubría y sus mejillas debieron sonrojarse profusamente. Maldijo mentalmente a sus dos amigos. Sí, ya estaba decidido, iba a asesinarlos cuando salieran de ahí. Su retaguardia acababa de ser ultrajada, y ese par de exhibicionistas pagarían el alto precio. Sus hombros se mantuvieron tensos a medida que iba avanzando entre las parejas y grupos que hacían su propia fiesta. Evitaba hacer contacto visual con aquellas personas. “Si los miras a los ojos, pensarán que estás dispuesto y disponible”, le había dicho otro de sus mejores amigos, Jinki, quien también ya había sido víctima de una de las bromas pesadas de la pareja especial.

Minho quería evitar por todos los medios que su estancia ahí se viera malinterpretada, pero estaba en un antro gay después de todo, completamente solo, y era obvio que lo sería. Ya había recibido una palmada en el trasero, y seguramente eso no sería lo único que le harían. Su cuerpo se estremeció ante la idea. No le gustaba en absoluto.
Siguió caminando entre el gentío, con la estruendosa música pop que inundaba el salón de paredes oscuras y blancas luces intermitentes que hacían que terminara mareándose. Todo se veía como una película cortada, ese típico efecto que a la gente le gustaba mientras bailaba canciones movidas.

Los besos y las caricias eran algo a lo que estaba acostumbrado ver… Entre una mujer y un hombre. Ver a decenas de hombres –mayormente de su edad-, bailando de manera evidente, frotando las caderas contra otro chico, recibiendo y dando besos volátiles por el cuello y los labios… Suprimió recuerdos. Fijó la vista en los pequeños espacios de piso que alcanzaba ver y sin levantar nuevamente la vista, se dirigió hacia la barra que empezaba a divisar al fondo del amplio y oscuro local. Pero estaba a unos cuantos pasos de llegar ahí, cuando un sinuoso cuerpo, con largo cabello oscuro y ondulado, se enredó entre sus pupilas.

Sus grandes ojos negros sucumbieron a la sorpresa de ver tal espécimen femenino en el lugar. Yep. Era una mujer. Una mujer hermosa. Esbeltas e interminables piernas sostenían su anguloso cuerpo, con los pies enfundados en bonitos botines que la hacían ver más alta de lo que probablemente era. El trasero firme respingado envuelto en unos pantaloncillos azul turquesa que no le llegaban ni a la mitad de los cremosos muslos y las caderas bien formadas, creando una suave curva delicada que terminaba en una diminuta cintura, y que volvía a tomar un camino curveado hasta los pequeños y firmes senos. Antes de que pudiera verle el rostro, pues lo único que podía ver de ella era su perfecto y sensual perfil, una pesada mano le palmeó la espalda, haciendo que diera un respingo, como un niño que acababa de ser pillado viendo cosas indebidas.

— ¡Minho-yah! —Aquella voz que tan bien conocía escapó de los labios del que se hacía llamar Key, y cuando se dio la media vuelta para encararle, lo descubrió colgado del cuello de su novio, quien continuaba bailando aún a pesar de que su pareja estuviera aferrado a él como una lapa y limitara a propósito sus movimientos.

Toda aquella sensación abrumadora que lo que había visto segundos antes le hubiera provocado, se esfumó como una llamarada de fuego cuando los dos hombres delante de él se fundieron en un descarado beso. No sentía repulsión, sólo que, aún a pesar de que ellos eran pareja y debían hacer cosas peores cuando se hallaban solos dentro de cuatro paredes, seguía sin acostumbrarse a las inminentes muestras de afecto.

Minho echó un pesado suspiro al tiempo que ponía los ojos en blanco y caminaba hacia la barra nuevamente, pero por más que buscó con la mirada aquél atractivo cuerpo que fácilmente podía comprar con el de una modelo, no volvió a verlo. Era como si se hubiese tratado de un espejismo, y empezaba a creer que lo había sido. No podía resultar tan difícil el distinguir a una fémina tan voluptuosa como ella entre tantos hombres, ¿O sí? No, por supuesto que no. Aún a pesar de que había muchos con rasgos afeminados y piernas descubiertas, nada podía compararse a aquél delicado y erótico cuerpo.

Se sentó en uno de los bancos altos frente a la barra, con la nariz atestada por el fuerte aroma a alcohol, y sintiendo como su cuerpo iba resintiendo un calor que avanzaba desde sus piernas hasta la cabeza. No sabía si se trataba por el atestado lugar y la calidez humana, o por la reacción que su cuerpo había intentado evitar desde que la había visto. Seguramente era una mezcla de ambos, pensó sintiéndose mareado por la música.

—Lo estás disfrutando, ¿Verdad? —La burlona voz de Jonghyun se escuchó a sus espaldas, con ese tono sardónico y victorioso. No podía hacerlo ahí, pero cuando salieran del lugar, borraría aquella perruna sonrisa de su rostro con un puñetazo. Movió la cabeza de lado a lado para hacer tronar su esbelto y largo cuello antes de volverse de espaldas y mirar al más bajo, quien ya tenía a su empalagoso novio pegado a su espalda.

—Lo que les va a costar —Gruñó por lo bajo con un tono amenazante, y ambos hombres sólo soltaron a reír escandalosamente ante sus palabras, consiguiendo que Minho ahogara el impulso de romperles la quijada. Al parecer no conocían aún los alcances de su bien entrenado cuerpo –no por nada se levantaba muy temprano en la mañana para hacer ejercicio-, y lo que les dijera como advertencia lo pasaban como broma. Pronto no lo harían, pero mientras, tenía que mantener su palabra. Treinta minutos en aquél lugar y todo acabaría en golpes cuando estuvieran fuera.

—Puedes irte y perder; no tienes nada que probarnos. ¿A caso no te da miedo volverte homosexual? —Canturreó Key arrastrando la lengua y hablando un par de octavas más agudo de lo normal. Ni siquiera tenía que preguntar cuánto había bebido. Sus hyungs eran buenos bebedores, pero era obvio que el rubio estaba llegando a su límite. Minho odiaba ese lado irritante de Key, incluso aunque tuvieran años conociéndose, el rubio siempre hacía algo que a él le molestaba, y Kibum lo sabía perfectamente, por eso no dejaba de hacerlo.

—Vete a la mierda —Volvió a gruñir, consiguiendo que el rostro del mayor –aunque más bajo en estatura- se convirtiera en una máscara inexpresiva; naturalmente y como cualquier novio, odiaba que se dirigiera así a Key, pero a Minho eso le importaba un bledo en ese momento. Llevaba toda la vida conociéndolo, y toda la vida le había contestado de aquella manera cuando el mayor de ambos lograba sacarlo de sus casillas. No se había detenido antes, y no iba a detenerse ahora. Así Jonghyun se convirtiera en un verdadero dinosaurio.

― ¿Por qué no te tomas un trago? Disfruta de los siguientes treinta minutos, quizás sean los mejores de tu vida ―Dijo Jonghyun un segundo después, borrando la tensión de su rostro al esbozar una traviesa sonrisa que hizo que los hombros de Minho se sacudieran por la desconfianza que depositaba en él. Minho no creía que aquella fuera la mejor media hora de su vida, a menos que cierta ilusión volviera a aparecer ante sus ojos. Había sido extraño, y nunca en su vida había sentido que la piel se le erizaba por sólo ver un par de largas piernas preciosas.

―Limítate a contar el tiempo ―Dijo suavemente y apretando los dientes, acomodándose sobre su asiento de frente a la extensa barra que brillaba bajo las tenues luces que bailoteaban sobre él y las decenas de personas en el local. No quería emborracharse. Si se emborrachaba, haría el tonto y cualquiera podría aprovecharse de la situación, y no quería correr riesgos. Así que sólo bebería un par de tragos de whisky y se iría a casa, dispuesto a suprimir recuerdos.

Llamó al barman, quien le sonrió coquetamente al tiempo que se acercaba a él y se inclinaba en su dirección, haciendo que la piel de Minho se erizara por la incomodidad.

― ¿Te doy algo en especial, guapo? ―La voz gruesa intentando sonar femenina le caló los huesos, helándolo por completo. ¿Incluso el barman? Oh, por Dios… las sienes de Minho palpitaron azoradas, y balbuceó al contestar.

―W-whisky, por favor ―Alcanzó a decir, con las mejillas profusamente sonrojadas. Sabía que muchas mujeres se interesaban en él, y con varias de ellas había tenido sus quereres… Pero nunca un hombre le había intentado coquetear, y la idea le resultaba… agobiante. ¿Decir que no estaba interesado en él lo haría salir más rápido del asunto? Seguramente el par de dementes le acusarían de desertor y se declararían como los ganadores. Nunca en sus puñeteras vidas.

―No es usual verte por aquí, ¿Te acabas de declarar? ―La pregunta inesperada del barman que regresaba para depositar frente a él un vaso vacío y verter dentro el líquido ambarino le hizo bufar y despejar la mirada, dirigiéndola hacia otro sitio. Nop, definitivamente, él no “era”. Pero, aún si lo negaba, ¿Le creería? Sería algo estúpidamente contradictorio ante los ojos del chico delante de él.

―No precisamente ―Sólo eso se atrevió a decir, y con una obvia mirada que expresaba un “Ni hoy, ni mañana, ni nunca, gracias”, le dio la espalda para fijar sus ojos en alguna parte del techo antes de posar el filo del vaso de vidrio sobre sus gruesos y pequeños labios rosados.

Ah… Debía estar loco. No hallaba otra razón lógica que resumiera lo que estaba haciendo en ese lugar. Mantuvo los ojos cerrados por un par de segundos, y cuando los volvió a abrir después de sentir como el elixir embriagante navegaba por su garganta, todo hálito de aire abandonó sus pulmones.

Joder.

De nuevo aquellas hermosas piernas descubiertas, moviéndose sensualmente sobre aquellos altos tacones que envolvían sus pequeños pies. Estaba de espaldas a él, moviendo las caderas con un ritmo candente que hizo que la sangre de su cuerpo empezara a ser bombeada velozmente a su cabeza… Pero no precisamente aquella que pensaba.
El apretado y respingado trasero iba y venía con suavidad, y entonces, se quedó de piedra al ver como éste era envuelto por una esbelta mano, posándose sobre el glúteo pecaminosamente redondo. Alzó la mirada con rapidez hacia donde la chica se encontraba. Por un instante sospechó que no se tratara de una verdadera mujer, y todo su estomago amenazó con arrojar el alcohol que había ingerido.
Pero cuando ella giró su rostro para quedar de perfil delante de él, supo que no había duda: Era una chica. Una chica preciosa.

Las luces intermitentes iluminaban ligeramente su perfecto perfil. La nariz respingada, los labios gruesos y abultados, la barbilla delicada… Y un largo cabello ondulado que le caía también por los hombros en capas más cortas. Las femeninas cejas delgadas enmarcándole el rostro, haciéndolo ver poderosamente sensual y llamativo.

No podía ver completamente sus ojos oscuros, debido a la falta de luz del local, pero podía adivinar el maquillaje ahumado que la convertía en una especie de vampiresa.
No podía apartar la mirada de ella, se humedeció los labios con la lengua, sin poder evitar que cierta parte de su anatomía diera un respingo por la emoción.

Podía imaginársela bailando de aquella manera sobre una cama de blancas sábanas, con su esbelto cuerpo ondulándose así sobre el suyo mientras la poseía a un ritmo enloquecedor.
La mujer pasó una de sus manos sobre sus senos con sensual delicadeza, como una niña pequeña que no sabía lo que hacía exactamente, pero que tenía curiosidad por la reacción que provocaría. Minho tuvo que beber de nuevo un trago para intentar aplacar el fuego que iba iniciándose en su interior, sin poder apartar los ojos de aquél cuerpo que exudaba erotismo por cada poro.

Pocas veces reaccionaba así ante la visión de una mujer. Usualmente, le llevaba varios segundos encontrarlas realmente atractivas, y varios minutos –sino es que horas- que la parte baja de su anatomía respondiera de tal manera ante un simple baile.

La chica sonrió, mostrando sus perfectos dientes blancos, se inclinó hacia adelante, y Minho se quedó petrificado.

Estaba susurrando al oído de alguien. De un hombre. Rubio y más alto que ella, pero igual de esbelto y delicado. Minho apretó los puños. ¿Y ése quién diablos era?
La chica rió ampliamente, su risa sofocada por la música, y dedicó una pequeña palmada al pecho masculino que estaba delante. El tipo estaba de perfil, más no podía ver su rostro. Tan sólo adivinaba una de sus manos aferradas a las caderas femeninas, y la otra estaba ahora en los hombros de la chica, apartándole el cabello. Él volvió a decir algo y la chica volvió a reír, acercando demasiado su rostro al del joven rubio antes de alzar los brazos y enredarlos en su cuello, ciñendo su torso seductor al pecho contrario, y Minho se mordió la lengua al ver cómo ella parecía rozar los senos contra el otro. ¡Maldita fuera! ¿Iba a un sitio como ese sólo para…?

Pero aún a pesar de que sus instintos viriles le dijeran que fuera a donde estaba y la arrancara de los brazos del otro, debía admitir que la escena se le antojaba de lo más sensual.

¿Cómo sería ser aquél jodido hombre? ¿Qué pasaría si la tuviera de aquella manera, y acariciara sus caderas –y parte de su trasero- como lo estaba haciendo el rubio? Si tan sólo pudiera tocarla, estaba seguro de que lo abordaría un orgasmo a juzgar por su condición ahora que sólo estaba mirándola desde lejos.

La chica continuó torturándolo cuando le dio la espalda a su acompañante y este la rodeó por los hombros desde atrás con ambos brazos, pegando las caderas contra el trasero de ella, que parecía ansioso. Mierda… ¿Estaba comportándose como una furcia, dentro de un antro gay? ¿De verdad? ¿No era una jodida broma? Quizás no, pero sí la más extraña y sexy situación que había visto en su vida, debía admitir… Dios… ¡Si la tuviera, todo lo que le haría! No le alcanzaría toda una noche.

La chica cambió posiciones nuevamente, y de lejos parecía como si fuera ella quien llevara las riendas de aquella danza seductora. El rubio quedó dándole la espalda a Minho, y la mujer se puso de puntitas para poder hablarle al oído, murmurando algo, mirando al chico con el rostro muy cerca de éste, despejó la vista… Y sus ojos se encontraron por encima de los hombros de la pareja de la fémina.

Como dos rayos que cayeran en un mismo lugar, pudo sentir los profundos ojos de ella clavados en los suyos a través de la inquieta oscuridad y una corriente eléctrica le recorrió la columna vertebral. Aquella intensa y negra mirada… Una parte baja de su anatomía vibró, y se quedó congelado cuando la vio susurrarle algo a su acompañante otra vez antes de rodearlo y alejarse de él, caminando en su dirección.

El menear de sus caderas lo aturdió por un momento, y alejó la mirada de ella intentando no parecer demasiado obvio. Intentando ocultar el hecho de que… estaba emocionado. De repente hacía calor, ¿habían encendido la calefacción? ¿Era el efecto de su bebida?

Se giró en redondo hacia la barra, con las mejillas azoradas, rogando al cielo para que la mujer no notara la prominencia de sus pantalones, aquella que ni siquiera él se atrevía a observar, dadas las circunstancias.

La atractiva chica se detuvo a su lado, analizando la amplia pared forrada de botellas, con un dedo acariciando sus gruesos y sensuales labios, de los que sólo podía adivinar el contorno.

― ¿Qué me recomiendas? ―Minho se sorprendió al descubrir que la suave y sedosa voz provenía de muy cerca. De ella. Era una voz tan femenina, tan ligera y sutil, tan cantarina… Minho permaneció callado, hasta que ella se volvió para mirarlo entre las sombras y comprendió que se dirigía a él.

―Ah… El Whisky sabe bien ―Alcanzó a decir sin que su voz temblara o evidenciara la excitación de hacía algunos momentos. La chica pareció sonreír, pero el fugaz gesto se vio ensombrecido por la oscuridad.

―Oppa, dame un whisky suave, por favor ―Dijo la muchacha, inclinándose sobre la barra, con su largo torso estirado, regalándole un bella vista de su estrecha cintura, las suaves caderas y… Oh, Dios, ese condenado trasero, impertinentemente respingón…

Reparó en las palabras que había escuchado por encima de la estridente música. La chica le hablaba de forma cómoda al barman, y el vocablo “oppa” atrajo su atención. Aquella manera de tratar al hombre mayor que ella, le había indicado al instante que eran cercanos… Y que por lo tanto, ella asistía a ese lugar a menudo. Si no, ¿Cómo habría tal confianza?

El hombre musitó algo en la oreja de la mujer que Minho no pudo escuchar, pero que la hizo sonreír. El hombre se dio media vuelta para realizar el pedido de la joven, y ésta, sin dejar su posición, giró el rostro para verle a la cara con una ligera sonrisa de lado.

―No te había visto por aquí, ¿Eres novato? ―La pregunta de la hermosa mujer casi le provocó un dolor de cabeza, pero lo pasó por alto, pues estaba observándola atentamente, tratando de adivinar sus facciones con más claridad.

―Nunca antes había venido ―Admitió, pasando saliva con dificultad. La chica se acercó peligrosamente a él, Minho evitó estremecerse, mordiéndose los labios.

― ¿Lo ves? ―El rostro de aquella muñeca de porcelana se dirigió al hombre rubio que ahora bailaba grácilmente con otro chico, aunque manteniendo cierta distancia que antes no había mantenido con ella ―. El rubio alto de ahí ―Minho asintió ligeramente, pero sus ojos no se quedaron mucho tiempo en la figura del joven. Su atención voló rápidamente a las largas y rizadas pestañas que batían el aire a centímetros de él ―Taemin-nie es… Muy bonito, ¿Verdad? ―Murmuró ella con voz aterciopelada, y Minho pretendió ver al chico cuando ella alzó los ojos hacia él. Dios… Estaba tan cerca… Casi podía sentir su respiración rozándole el cuello. Entonces se dio cuenta de lo diminuta que era. Aunque llevaba zapatillas altas, seguía sin llegarle a la barbilla ―. Taemin oppa es muy popular por aquí, pero no se va con cualquiera… Si te esfuerzas de verdad, quizás él…

Minho se ahogó con su propia lengua, tosiendo ligeramente para pasar el mal trago. Las palabras de la mujer no eran las que estaba esperando oír, y le cayeron como un balde de agua casi congelada. Se quedó petrificado, dirigiendo sus grandes ojos hasta los de ella, con los labios entreabiertos por la sorpresa. ¿Ella había pensando que…Que él era…? ¡Él no era gay! La chica rió, una risa melodiosa y aterciopelada. Sensual. Sus caderas se estremecieron al oírla, pero estaba tan impactado que lo dejó pasar.

―Tranquilo, aquí nadie va a juzgarte ―La mano de la chica se posó en su hombro y Minho volvió a encontrar difícil la tarea de hidratar su garganta. Mierda… Su cerebro estaba convirtiéndose en pasta moldeable. El ligero peso de la palma sobre su chaqueta, el aroma a crema de almendras que despedían sus dedos… Dios, todo era tan insinuante… Todo le pedía a gritos que tomara aquellos dedos entre sus labios y saboreara la textura. Nunca había tenido pensamientos tan sexuales, pero no podía evitarlos ahora ―. Oh… ¿A dónde se fue? ―Minho estaba tan ensimismado en su propio mundo que no había notado que ella se había erguido y buscaba a su acompañante con la mirada. Sonrió traviesamente, como cayendo en cuenta de algo obvio que debería haberse imaginado, y entonces lo miró a él: ―Creo que has perdido tu oportunidad, señor desconocido ―El tono elocuente lo dejó sin habla, pero se sintió completamente incapaz de pensar coherentemente cuando ella alargó una de sus pequeñas manos para tomar las suyas y tirar de él suavemente ―. Vamos, te daré unos cuantos tips para tu primera noche aquí… ¿Te gustaría bailar?

¡Le encantaría, por favor, sí!

Se dejó guiar por la chica castaña, su cabello brillando bajo los atenuantes rayos de borrosa luz, hasta que se adentraron a la atestada pista, quedando entre cientos de parejas que se entregaban al salvaje ritmo.

Minho hubiera tomado sus caderas para acercarla a él si fuera diferente la situación… Así que fue ella quien le pasó ambos brazos sobre los hombros y lo acercó a su cuerpo, aunque dejó un espacio conveniente para que sus torsos no se tocaran… No demasiado.
La chica pareció notar los torpes movimientos de Minho, quien apenas se reconocía a sí mismo. No conocía a ninguna otra mujer que le atrofiara tanto el cerebro. Ni siquiera sus noonas… Aunque no sabía si ella lo era.

La chica sonrió, al tiempo que tomaba uno de los antebrazos de Minho y posaba su mano sobre su propia cintura. Minho sintió un calor yendo desde sus dedos hasta la columna vertebral. Era tan suave. No sentía los huesos que solía sentir cuando tocaba a otras chicas, pero sí la carne firme y el vientre plano. Era esa sensación precisa que le hacía arder las palmas…

—La primera vez que logres bailar con él… —Musitó ella, inclinándose para hablar en su oído, Minho adivinó que estaba de puntitas y aun así tuvo que encorvarse un poco para escucharla mejor, sentir su aliento contra su oreja le erizó la piel y otra carga de electricidad viajó hasta sus talones— No bajes tus manos de la cadera, o recibirás un puñetazo.

Minho ni siquiera asintió, pues estaba preguntándose si acaso recibiría uno en caso de que él bajara las manos de aquella cadera en ese momento… Quería hacerlo, se moría por tomar ese respingado trasero entre sus manos, sentir su suavidad y firmeza.

—Ah… Ustedes… —Minho se atrevió a hablar por primera vez después de tanto dudar. Sabía que su voz era profunda y grave, y empeoraba cuando estaba… Pues, contento. Así que trato lo más que pudo para que no sonara rasposa y aterciopelada. Se esforzó, pero al parecer ella no notó nada inusual — ¿Ustedes vienen seguido?

La chica alzó su rostro en dirección al de él y sus ojos se hundieron en un profundo mar de espesa negrura. Ella volvió a acercarse gloriosamente a él, navegando con sus pequeñas manos los fuertes hombros.

—Todos los sábados, puntualitos —Respondió escuetamente y una sonrisa se dibujó en sus labios, quitándole el aliento. Ella era tan sexy. Toda ella era atractiva ante su mirada.

Minho sonrió, ni siquiera se molestó en ocultarlo. Así que asistían con regularidad, ¿Eh? Perfecto… Miró su reloj de pulsera por un instante. La media hora dentro del local estaba por cumplirse. Pero él no quería irse todavía. No, señor.

Estaba disfrutando demasiado el erotismo de aquella chica. No resultaba vulgar. No era nada similar a las descaradas con las que de vez en cuando terminaba sus fiestas privadas. Era delicada, sus movimientos eran sensuales… Simplemente la mujer que le había robado el aliento más rápido que ninguna otra antes.

Y aunque había dicho que no volvería a pisar ese sitio, ¿A caso uno no podía retractarse? Porque él, definitivamente, volvería al próximo sábado… Iba a regresar por más.

Taemin oppa es muy popular por aquí, pero no se va con cualquiera… Si te esfuerzas de verdad, quizás él…