-Hazme 200 ¡Ahora, Lee! – Ahí estaba yo, como burro haciendo lagartijas para el general. Que en cierta manera siempre me castigaba. Sé que me veo afeminado, pero no es suficiente razón para tratar de hacerme ver más masculino – ¿En qué piensa?, déjese de cosas y póngase a trabajar o habrá doble castigo – libero de mis pensamientos y sentencio mi alto sunbae, pues siempre me rezagaba en cuanto ejercicio se trata. Sin embargo creo que me merezco esto pues no me porte de la mejor manera y por ello estoy aquí.

Lo que paso fue lo siguiente: Soy Lee Taemin un adolecente de 20 años, no podría decir que soy muy responsable a pesar de tener ya me mayoría de edad. Hace 2 semanas choque el coche de mis papás después de salir de una fiesta muy alocada. No negare que me bebí mi buena porción de alcohol, pero nunca imagine que afectaría a personas inocentes. Lo que hizo que por mandato de mis padres y por parte, decisión propia estoy ahora en el servicio militar, cualquiera que me viera diría que este lugar es muy pesado para mí. La verdad es que si lo es, pero tengo que aguantar. El general Minho siempre me reprende por mis constantes distracciones y torpeza. Debo admitir que la primera vez que lo vi me llamo la atención; a quien no le llamaría la atención, es un hombre muy atlético y de cuerpo envidiable. El hombre más varonil que he visto en mi alocada vida. Aunque al principio lo subestime por su juventud, solo se nota que es más grande que yo por unos 2 años. Pero se ve una persona madura y a pesar de ser mi superior y que constantes veces me castigue, lo respeto mucho. Tiene poco que entre al ejército, por lo que aun soy algo debilucho, la mayoría me molesta porque piensan que soy una chica, bueno pensaban; han cortado mi cabello. La parte más dolorosa de mis actos paganos.

Ahora me encuentro aquí, sudando a mares por las lagartijas que me deja hacer el general siempre. Se podría decir que es mi entrenador personal. Lo cual se me hace muy extraño, creo que es porque me veo demasiado femenino. A veces me odio por eso. Minho suele ser muy estricto conmigo, más que con otros internos. Dice que si quiero pagar mi deuda con la sociedad debo de echarle ganas.

-Vamos muchacho, esa deuda no se pagara sola – repetía para darme “ánimos”; como él lo llamaba, ya que cada vez que me gritaba me sentía como una completa basura.

-Sí, general – cada vez que él hablaba me veía obligado a contestar, ya que según él así se daba cuenta que no me daban igual sus palabras.

Termine de hacer las lagartijas, siempre odie hacer ese tipo de ejercicios, en lo personal lo único que hacia relacionado con el esfuerzo físico era bailar. Pero ahora estaba en la milicia y no creo que hubieran clubs de baile; que tonto por pensarlo.

-Listo, cadete. Puede retirase. No olvides tomar una ducha fría antes de acostarte. Si no eso dolerá mañana – esperó a que me levantará con tanto esfuerzo y se retiró sin siquiera preguntarme si estaba bien, sé que es el ejército, pero algo de preocupación por sus alumnos no le afectaría en lo absoluto.

Caminaba por las duchas para hacer que caso a la orden que me había dado sunbae. Nunca me imaginé que me lo encontraría en los baños y no precisamente con una toalla rodando su cintura, si no como Dios lo trajo al mundo. Sentí un latido muy fuerte el pecho, realmente verlo así me ponía la mar de nervioso. Incluso más nervioso que estar cerca de una chica.

Me acerque un poco, pero me di cuenta que no estaba más que él y yo. Aunque para el general, él estaba solo. Me oculte y me percate que… Dios, ¿se estaba masturbando?. Sabía que los hombres del ejército se tenían que contener y supuestamente era más fácil porque no había mujeres para provocarlos. Pero aun así, los hombres tienen necesidades.

Agache mi cabeza para observar un bulto en mis pantalones que en verdad me estaba lastimando. Pero que rayos, estaba a punto de tener un estúpida erección, pero esperen… ¿la razón era Minho? Santo san google, me estaba excitando ver al general masturbarse, ¿cómo era eso posible? ¿Cómo? Estaba seguro que aunque mi aspecto fuera afeminado, era completamente hombre. Sin embargo mi “amiguito” me estaba haciendo una mala jugada. Desabotone mis pantalones para liberarme un tanto del dolor, pero no era suficiente. Tenía que masturbar para calmar mi miembro, extremadamente palpitante y creciente. Al liberarlo de la tela, me pasó la cosa más vergonzosa que me pudo pasar. El general se dio cuenta de mi presencia cuando yo estaba atendiendo mi ahora grave problema. Atine a cubrirlo con mis manos, pero al tener contacto con él, un gemido travieso escapo de mis labios haciendo que el general; aun desnudo, se diera cuenta de mi problema.

-yo – ciertamente, no tenía excusa, corrí hacia las regaderas y abrí la llave. Se supone que con el frio se “enfría”, ¿no?. Comencé a involuntariamente tallar mi erección para quitarlo del estado en el que se encontraba. Mis mejillas estaban de un abundante color carmesí. En ese instante se me olvido que el general estaba justo ahí, observando atentamente todo lo que hacía. TODO.

-Yo, lo siento… aah – me excusaba entre jadeos, era el momento más bochornoso de toda mi joven vida.

El general no hizo nada, simplemente comenzó a acercarse a mí de un forma algo ¿lasciva? ¿Lujuriosa? Aun no descubro exactamente su expresión, ya que de la nada tomo mi miembro y lo introdujo en su cavidad lo más deliciosamente posible. El agua helada caía en nuestros desnudos cuerpos sin afectarnos en lo absoluto. Ambos estábamos demasiado excitados para percatarnos de la temperatura del agua.

-Espere general ¿Qué hace?... aah – gemía inconscientemente, el general realmente lo hacía demasiado bien, no tenía ni una intención de separar mi pene de su boca. Ni que estuviera loco.

Minho no dejaba de succionar. Lo hacía tan excelente, tan deliciosamente excitante, que todo se me olvido en ese momento. Solo éramos él y yo. Pronto llegue al orgasmo con unos muy roncos jadeos liberándose de mi boca. Mordí mi labio inferior para no hacer sonidos fuertes, ya que aunque todas ya debían estar en sus habitaciones, era peligrosa la situación en la que nos encontrábamos. Por último se tragó todo el espeso semen que derrame.

-Taemin, te deseo – se levantó comenzó a besar mi cuello haciendo que gimiera de nueva cuenta. Antes que desbordara más gemidos, él con sus perfectos y carnosos labios tomo los míos. Succionado con tal desesperación, que hacía que me excitara de sobre manera – esta vez tendrás que ser mío – recalcaba entre besos húmedos en mis labios. Esos labios tan adictivos y perfectos. Definitivamente mi general era la descripción humana de la perfección.

-Sí, general~ – aquellas palabras que había veces no quería decir, salían de mi boca sin esfuerzo alguno.

Quito mi camisa y comenzó a besar mi abdomen de una manera indescriptible. Haciendo que sintiera el verdadero placer en toda su extensión. Pronto me despojo de mis pantalones, que yacían aun en mi cuerpo, solo dejando al descubierto mi pene extremadamente caliente y con longitud en aumento. No me había percatado de lo que se carba en entre sus piernas, realmente era una de las cosas más grandes que había visto en toda mi vida. De cierto modo me entro miedo, pero a la vez, unas ganas mortales de que ese gran miembro estuviese dentro de mí.

-¿Estás listo? Te seré sincero, dolerá. Pero después conocerás lo que es placer – con la voz aun lujuriosa exclamo aquellas palabras, de la forma más sexy que he odio. Me ubico de espaldas para poder tener acceso a mi entrada.

-Lo e-estoy, hágame suyo – no tuve que decirlo dos veces, antes que pudiera mencionar la última palabra. Ese gran amigo del general me penetro haciendo que derramara unas cuantas lagrimas por el dolor de tener esa gran cosa dentro de mi- aahh… aah – el placer se hizo presente después de menos de un minuto de dolor.

-Lo siento pequeño, pero tú me haces comportarme rudo – excuso su comportamiento salvaje.

-Aaah… muévase… estoy listo – mi sunbae comenzó embestirme de una forma tan placentera que si dije alguna vez haber sentido el placer en toda su extensión, estaba realmente equivocando. Definitivamente, esta era la forma más enloquecedora de darme placer – más rápido… aaah – gemía tan fuerte que ya no me importo más que alguien nos escuchara.

-Di mi nombre, muñeco, grítalo y te daré mas – Minho se sabía cómo torturarme, ya que comenzó a masturbar mi necesitado pene de una forma lenta que hacía que me volviera loco deseando más.

-Minho aaah… dame más… - por fin hizo caso a mis peticiones y comenzó a hacer las estocadas de una forma más rápida y placentera – espera… voy a corr… - no pude terminar mi advertencia, ya que todo mi esencia encontraba en nuestros desnudos cuerpos deslizándose por el agua que aun caía de las regaderas. Menos de un minuto después, el general Choi se corrió dentro de mi haciendo que los dos liberáramos roncos gemidos.

Salió de mí, nos enjugamos de los residuos de mi semen de nuestros cuerpos y nos cubrimos con toallas la cintura, sin duda todo lo que paso anteriormente había sido muy cansado. Pero placentero al extremo, después de todo, no era tan hombre como lo creía y me alegraba que mi primera experiencia con un hombre hubiera sido con el general.

-nos vemos mañana en el castigo muchacho – me lanzo una lasciva mirada y se retiró de los baños. Capte su indirecta, sin duda desde ahora los castigos no serían tan malos después de todo.