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Apariencias
Autor: Faby Estrada.
Género: Drama, Romántico, Humor...
Advertencias: Lemon (aunque pasarán los 10 capítulos y no verán nada de eso) & situaciones un poco subiditas de tono.
Pareja Principal: MinKey
Parejas Secundarias: JongTae &...
Género: Drama, Romántico, Humor...
Advertencias: Lemon (aunque pasarán los 10 capítulos y no verán nada de eso) & situaciones un poco subiditas de tono.
Pareja Principal: MinKey
Parejas Secundarias: JongTae &...
Las apariencias engañan, ¿o no?
KiBum está enamorado de Choi Minseok; Choi Minseok aparentemente no.
KiBum odia al hermano menor de Minseok, Choi Minho; Minho aparentemente también.
Y ahora, debido a una racha de mierda en su vida y para salvar su futuro, KiBum tiene que aparentar amar a quien no ama. ¿Podrá lograrlo?
Re: Apariencias
Prólogo.
Con el plato de comida intacto frente a él y el murmullo de la gente alrededor de la elegante mesa de aquella casa desconocida, Kim KiBum, de tan sólo catorce años, mantenía la mirada fija en el hijo mayor de los Choi. El muchacho que le habían presentado como Minseok comía con la vista clavada en su plato y sonriendo de vez en cuando cada vez que su madre decía algo sobre él.
Apoyando la quijada en una mano y moviendo ociosamente el tenedor con la otra, KiBum inclinó la cabeza y lo observó con mayor detenimiento. Aquel cabello negro y bien cortado dejaba al descubierto unas orejas ligeramente grandes, pero mantenía tapada una frente que, él intuía, no era tan amplia. Los ojos bonitos estaban enmarcados por espesas pestañas y cejas pobladas. Tenía la nariz levemente achatada y sus labios eran delgados y bien formados.
Un par de minutos después de estarlo estudiando, la manzana de Adán del chico bonito se movió cuando la comida pasó por su cuello largo. KiBum tragó saliva en un acto reflejo y se lamió los labios inconscientemente. Oh, y es que su belleza le afectaba hasta el punto de quedarse como idiota.
Estaba sufriendo de ansiedad para cuando los ojos de Minseok se alzaron y se posaron sobre él. Y, en vez de fruncirle el ceño por tener el descaro de estar examinándolo, KiBum logró que los labios ajenos se estiraran formando una sonrisa ladina.
Ante eso, parpadeó varias veces, sintiendo la cara ardiendo al verse descubierto y alejó la mirada para salir de aquel embrollo. El problema fue que, en vez de aliviar su creciente vergüenza, se encontró ahogándose con su propia saliva. El hijo menor de los Choi había parado de comer y lo miraba con una ceja levantada. Mierda, era obvio que él lo había descubierto viendo a su hermano mayor con demasiado interés.
Sí, pensó desganado, me ha gustado tu hermano.
—¿Estás bien?
KiBum volvió la cabeza hacia su madre.
—Sí.
—¿Seguro? —Ella le frunció el ceño. Era evidente que se estaba comportando raro. Normalmente él era un chico muy hablador y seguro de sí mismo. En cambio ahora, estaba ahogándose como un idiota con sus propios fluidos y acosando visualmente a un completo extraño.
—Sí, mamá.
El señor Choi se echó a reír por algo que le había contado su esposa, llamando la atención de los demás y dejando olvidado su pequeño y vergonzoso incidente. ¡Gracias a Dios!
—Bien — El dueño de la casa dejó caer los cubiertos y alejó su plato—, ¿qué les parece si tomamos un poco de aire fresco en el jardín?
Al ver que no esperaba una respuesta y se levantaba obligando a los demás a hacer lo mismo, KiBum rodó los ojos. La verdad era que le aburría toda esta pantomima y lo único que lo mantenía entretenido era el rostro de Choi Minseok.
Dios, que enfermo estaba.
—Ya que se hablará sobre negocios —dijo la señora Choi, mirando a los tres menores—. ¿Por qué no van por un postre y suben a entretenerse con videojuegos?
—Claro —Minseok se limpió la boca con una servilleta y lo miró, moviendo la cabeza hacia la cocina—, ¿vamos?
A KiBum le temblaron las piernas al pensar en tener una conversación con él, suspiró y se obligó a concentrarse. Sería demasiado bochornoso terminar convertido en un charco en el suelo por culpa del encantador Minseok.
Rodeó la mesa y se detuvo frente a él.
—¿Quieres un poco de helado?
Minseok le sonrió amplio, y con eso, algo dentro de su cuerpo se estremeció. ¿Qué demonios le pasaba? Sacudió la cabeza y le devolvió la sonrisa, asintiendo. Porque maldita sea si podía pronunciar palabra alguna frente a su nuevo amigo.
—Bien, sígueme.
Obedientemente, KiBum lo siguió, intentando por todos los medios que su estúpida sonrisa desapareciera, pero era demasiado pedir cuando se sentía lleno de felicidad.
—Eres raro.
Al oír una voz detrás de él, dio un respingo y casi grita. Había olvidado por completo al hijo menor. Se detuvo para mirarlo y trató de parecer normal.
—Tú no te quedas atrás.
—¿Por qué lo dices, gato?
¡¿GATO?! Pero qué demonios.
—No me digas así, alien.
—¡Cómo me dijiste, cara de…!
—¡Minho! —Intervino Minseok, ganándose una mirada fulminante por parte de su hermano pequeño. —Discúlpate ahora mismo con nuestro invitado.
—Pero hyung, él empezó.
—No me importa. Discúlpate. Ya.
Cuando el labio inferior de Minho amenazó con sobresalir, KiBum tuvo dificultades para no reír. No quería quedar como un completo inmaduro frente a Minseok, así que relajó la expresión y bajó la mirada. Asumiendo una pose de niño maltratado.
—De acuerdo —murmuró Minho—. Lo siento —dijo sin ganas, inclinando la cabeza imperceptiblemente.
KiBum se dio por satisfecho, la diversión chisporroteando en sus ojos. Estaba emocionado de que Minseok le hubiera dado la razón.
—No hay problema —respondió, pero sabía que sí había problema cuando Minho entrecerró los ojos y dio media vuelta para irse a otro lado y dejarlos solos.
—Discúlpalo —dijo Minseok, mientras abría el refrigerador—, está enojado desde ayer.
—¿Por qué? —Tomó asiento en la pequeña mesa de servicio y apoyó la barbilla en el dorso de la mano. Su nerviosismo, repentina y extrañamente, se había ido y ahora se sentía hipnotizado por los movimientos tranquilos, pero fluidos que hacía el mayor. Minseok tenía el ceño fruncido, ahora estaba concentrado en repartir el helado en iguales proporciones en los vasos.
—No fue a su práctica de fútbol porque tenía que estar en esta reunión —río—. Dijo que hoy iban a elegir al capitán del equipo, pero mis padres se negaron a dejarlo ir. Dijeron que sería una falta de respeto para tu familia —Se sentó frente a él y empujó hacia el frente un vaso lleno de helado de vainilla—. La verdad es que tienen razón, pero mi pequeño hermano todavía no lo entiende.
Y tampoco él. Porque aunque no iba a decirle nada a Minseok, él, más temprano, le había causado problemas a sus padres cuando se negó a venir. Toda esta reunión era sobre sus compañías y, como su familia acababa de regresar a Corea, era evidente que el señor Choi quería hacer negocios con su papá. Y él no entendía por qué carajos tenía que estar presente, pero ahora, en compañía del chico bonito, KiBum pensó que se habría arrepentido de no haber venido.
Miró a Minseok y se sonrojó cuando éste le sonrió. Sí, definitivamente se habría arrepentido mucho si no hubiera venido.
Estuvieron callados unos minutos, sólo concentrados en comer lo que había en sus vasos. Al final, KiBum se quería morir, la garganta se le había cerrado y no podía comer nada más. Estar en compañía de Minseok, en un espacio cerrado y sin nadie más alrededor, era demasiado. Sentía que le faltaba el aire y su corazón iba a explotar dentro de su pecho.
—¿KiBum?
Alzó la mirada y parpadeó. Minseok había terminado el helado y estaba esperando pacientemente a que él dijera algo. Dios, ¿se había quedado ido así como así? ¿Podía llegar a ser más estúpido?
—Disculpa, ¿qué?
Minseok se rió y se puso de pie.
—¿Te apetece jugar algo? ¿Xbox, ver una película, o, si quieres, simplemente podemos ir al jardín y platicar mientras esperamos a que nuestros padres terminen con sus asuntos?
Le disparó otra de esas sonrisas que KiBum estaba empezando a considerar peligrosas. Cada vez que Minseok estiraba sus delgados labios, KiBum sentía una molestia en el pecho. Le iba a dar un infarto si seguía así.
Después de lo que pareció un minuto, Minseok cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, aún esperando una respuesta.
—Eh… —titubeó, poniéndose de pie también —, sí, claro. Una película estaría bien.
—Perfecto entonces. Vamos, es en el segundo piso.
Recorrieron la enorme casa, y él aprovechó para compararla con la suya. La de los Choi era conservadora y tenía demasiado blanco en las paredes. Había floreros en cada esquina, todos con diferentes tipos de flores. Estaba impecablemente limpia y luminosa. En cambio la de él, era llamativa, pintada de rojo y muebles modernos. En el interior había mariposas, un montón de ellas; en las paredes, en la mesita de centro y hasta en el techo. Dios, ese raro fanatismo de su madre lo estaba volviendo loco.
Suspiró mientras subían las escaleras.
—Es aquí —Minseok se detuvo en la primera puerta del pasillo y la abrió.
La desilusión golpeó a KiBum tan pronto como se dio cuenta de que no estarían solos. Minho estaba adentro, sentado en el único sofá que había en la pequeña habitación.
—Oh, ¿qué? —Preguntó Minho volteando a verlos, su ceño fruncido.
—Vinimos a ver una película, pero veo que nos ganaste.
—Ah, sí —Minho lo miró y le sonrió descaradamente—. ¿Se van a quedar?
—Claro —respondió Minseok antes de que él pudiera negarse.
KiBum pataleó mentalmente porque no quería esto, él quería estar a solas con Minseok y así poder conocerlo más.
¡Joder!
—Pues adelante, tomen asiento y veamos juntos Sr. y Sra. Smith.
Desganado, KiBum avanzó y casi chilla de disgusto. Minho estaba sentado justo en medio del mueble y no daba señales de querer moverse. Optimista, esperó para ver si Minseok le decía algo para que se recorriera y los dejara sentarse juntos, pero eso no pasó. En vez de eso, el mayor se echó en el sofá al lado de su hermano, y a él no le quedó más remedio que tomar asiento en el otro lado. Su muslo quedando completamente pegado al de Minho.
Incómodo. Demasiado incómodo.
—Regrésale —ordenó Minseok—. No la vimos desde el principio.
—Mala suerte.
—Minho…
—Está bien.
Y así, después de una hora, KiBum estaba muriendo de sueño. La verdad es que la película no era aburrida, pero anoche se había desvelado y la habitación tenía el aire acondicionado puesto y la habían dejado a oscuras. Comenzó, sin poder evitarlo, a hacer bizcos, tratando de mantener los párpados abiertos; pero con el tiempo, cada vez le costaba más abrirlos.
Se iba a quedar dormido y no iba a poder hacer nada al respecto…
Despertó una hora más tarde y le costó un momento comprender en dónde se encontraba, con quién y en qué posición. Se levantó de golpe, sobresaltado, mirando con los ojos bien abiertos a Minho quien le miraba divertido. ¿Había estado durmiendo sobre su hombro? Dios mío. Se quería dar un tiro. Recorrió con la mirada la habitación en busca de Minseok, pero él no estaba por ningún lado.
—Se fue —anunció Minho, poniéndose de pie y estirando los brazos—. Fue al baño.
—No pregunté nada —contestó a la defensiva. Aún no podía creer que se hubiera quedado dormido una hora sobre el hombro del chico que no era de su agrado.
—Pero no hace falta que preguntes.
—¿Qué?
—Es evidente el extraño interés que tienes en mi hermano. No creas que por ser menor de edad soy menos inteligente. Al menos me he dado cuenta que te gusta Minseok.
—Cállate, eso no es cierto —pero claro que lo era y, por lo mismo, su cara se puso ferozmente roja. Se miró los dedos con preocupación y tragó saliva. ¿Qué haría ahora? No era normal que un chico de catorce años fuera gay, ¿o sí? ¿Qué iba a pasar si Minho abría la boca para decirle a su hermano que se alejara de él?
—Lo que tú digas —dijo Minho, evidentemente creyéndole nada—. Igual no me interesa.
KiBum quiso llorar, pero se contuvo. Movió las piernas para salir de ahí y casi choca con Minseok.
—Oh, ya despertaste —dijo, deteniéndose al verlo salir—. ¿Te aburrió mucho la película?
—Eh, no —se las arregló para contestar, aún sentía la cara ardiendo, y estaba seguro que Minho no le quitaba la vista de encima—, pero tenía mucho sueño.
—Ya veo —sonrió—. Tus padres están esperando por ti.
—Ah, sí. Gracias.
Caminaron en silencio hasta llegar junto a los adultos. Se despidieron con la promesa de reunirse muy pronto otra vez. Dios, y a pesar de todo lo malo que había ocurrido minutos atrás, KiBum lo deseaba también.
—Fue un placer conocerlos —comentó cuando recibió un codazo por parte de su madre.
—Igualmente —le respondieron los Choi, excepto Minho, quien se acercó a él y le ofreció la mano.
KiBum alzó la mirada, frunciendo el ceño. ¿Qué se traía entre manos? Pero, sin tener tiempo para pensar, cerró los dedos entorno a la mano que le ofrecía y, justo cuando estaba a punto de soltarse, Minho lo jaló y lo apretó en un abrazo, sorprendiéndolo.
—El placer fue mío, KiBum —susurró cerca de su oído. Su respiración haciéndole cosquillas en el cuello y poniéndole la piel de gallina. Tanto, que los dedos de sus pies se encogieron.
Cuando se separaron, lo único que KiBum pudo hacer fue mirar esos ojos enormes que lo observaban de una manera completamente diferente, extraña.
¿Qué había sido eso?
Ocho años más tarde, KiBum no había progresado mucho en su relación con Minseok. Hasta ahora, eran simplemente amigos. Sus padres se habían asociado y eran dos de los hombres más ricos de Corea. Por lo tanto, sus familias se frecuentaban e iban a eventos juntos. Minseok era un hyung maravilloso, le prestaba atención a menudo, lo acompañaba cuando tenía ganas de ir de compras y le mandaba mensajes en line diariamente para ver cómo se encontraba; pero KiBum estaba seguro de que aquello no era interés sexual, aquello era interés fraternal.
Minseok lo veía como a un hermano menor y nada más.
Y se conformó con eso.
Fue feliz los primeros años, pero ahora eso ya no le llenaba. Cada día se hartaba de no poder confesar lo que sentía por él. Se estaba ahogando en su mentira, y lo que lo hacía más insoportable, era que se había convertido en el entretenimiento de Minho. Porque él había sabido todo el tiempo cómo se sentía respecto a Minseok, y lo molestaba con eso. Lo odiaba, lo detestaba. El alto no hacía otra cosa más que provocarlo y torturarlo, diciéndole que su hermano nunca se iba a fijar en él. Que se diera por vencido.
Já, si fuera tan fácil.
—¿Estás listo?
Se encogió al escuchar la voz de su madre.
—Sí —dijo, mirándola, vestida toda elegante parada junto al marco de su puerta—. ¿Va a tardar mucho la fiesta?
Ella le sonrió.
—Mmm, supongo que sí.
—¿Qué se celebra?
—Ya lo verás.
Tragó saliva y se obligó a devolverle la sonrisa. Nada de esto le estaba gustando. Odiaba que le ocultaran las cosas, pero sus padres eran así y no había nada que él pudiera hacer para cambiarlo.
Les tomó una hora llegar al lujoso hotel en donde se celebraría la dichosa fiesta. Salió del auto y se encogió de frío. Apuró el paso y subió al elevador. El camino fue silencioso pero, una vez salieron, su padre dio media vuelta y lo miró.
—Es un día muy importante para la familia Choi, KiBum, así que trata de no parecer aburrido como siempre estás en este tipo de eventos, ¿de acuerdo?
¿Un día importante?
—Sí —un escalofrío le recorrió la espalda—, trataré, lo prometo.
Pero, al final, no pudo.
¿Por qué iba a sonreír cuando quería llorar en una fiesta que fue hecha para destruirle el corazón y las ilusiones? ¿Por qué iba a sonreír cuando en realidad quería llorar y matar a alguien? ¿Por qué iba a sonreír en la fiesta de compromiso de Minseok?
¡¿Por qué?!
Se alejó corriendo de ahí, dejando atrás la mirada confusa de Minseok, y la enojada de su padre.
Lloró, lloró hasta que estuvo lo suficientemente tranquilo para darse cuenta de que no estaba solo.
Minho estaba parado detrás de él.
Limpiándose las mejillas, dio media vuelta y lo fulminó con la mirada.
—¿Qué quieres?
El alto se encogió de hombros.
—Nada, en realidad. Sólo quería decirte que «te lo dije». Te dije que te olvidaras de él.
KiBum apretó las manos en puños.
—No estoy para aguantar tus idioteces, Minho. Lárgate.
Los ojos de Minho tenían un brillo extraño. No se veían divertidos como siempre que lo molestaba. ¿Tal vez estaba triste? No, imposible.
—Cuídate, KiBum —suspiró—. Trata de no ser muy obvio, ¿de acuerdo?
—¡Vete ya!
Cuando Minho desapareció entre las sombras, él lloró otro poco, pensando en cuán injusta era la vida.
Amaba con el alma a Minseok y odiaba con todas sus fuerzas a Minho. ¿Por qué no podía ser al revés? Tal vez así su vida sería un poco más fácil.
Dios, ¿ahora tenía que aparentar no estar jodido?
Sí, buena suerte con eso.
Apoyando la quijada en una mano y moviendo ociosamente el tenedor con la otra, KiBum inclinó la cabeza y lo observó con mayor detenimiento. Aquel cabello negro y bien cortado dejaba al descubierto unas orejas ligeramente grandes, pero mantenía tapada una frente que, él intuía, no era tan amplia. Los ojos bonitos estaban enmarcados por espesas pestañas y cejas pobladas. Tenía la nariz levemente achatada y sus labios eran delgados y bien formados.
Un par de minutos después de estarlo estudiando, la manzana de Adán del chico bonito se movió cuando la comida pasó por su cuello largo. KiBum tragó saliva en un acto reflejo y se lamió los labios inconscientemente. Oh, y es que su belleza le afectaba hasta el punto de quedarse como idiota.
Estaba sufriendo de ansiedad para cuando los ojos de Minseok se alzaron y se posaron sobre él. Y, en vez de fruncirle el ceño por tener el descaro de estar examinándolo, KiBum logró que los labios ajenos se estiraran formando una sonrisa ladina.
Ante eso, parpadeó varias veces, sintiendo la cara ardiendo al verse descubierto y alejó la mirada para salir de aquel embrollo. El problema fue que, en vez de aliviar su creciente vergüenza, se encontró ahogándose con su propia saliva. El hijo menor de los Choi había parado de comer y lo miraba con una ceja levantada. Mierda, era obvio que él lo había descubierto viendo a su hermano mayor con demasiado interés.
Sí, pensó desganado, me ha gustado tu hermano.
—¿Estás bien?
KiBum volvió la cabeza hacia su madre.
—Sí.
—¿Seguro? —Ella le frunció el ceño. Era evidente que se estaba comportando raro. Normalmente él era un chico muy hablador y seguro de sí mismo. En cambio ahora, estaba ahogándose como un idiota con sus propios fluidos y acosando visualmente a un completo extraño.
—Sí, mamá.
El señor Choi se echó a reír por algo que le había contado su esposa, llamando la atención de los demás y dejando olvidado su pequeño y vergonzoso incidente. ¡Gracias a Dios!
—Bien — El dueño de la casa dejó caer los cubiertos y alejó su plato—, ¿qué les parece si tomamos un poco de aire fresco en el jardín?
Al ver que no esperaba una respuesta y se levantaba obligando a los demás a hacer lo mismo, KiBum rodó los ojos. La verdad era que le aburría toda esta pantomima y lo único que lo mantenía entretenido era el rostro de Choi Minseok.
Dios, que enfermo estaba.
—Ya que se hablará sobre negocios —dijo la señora Choi, mirando a los tres menores—. ¿Por qué no van por un postre y suben a entretenerse con videojuegos?
—Claro —Minseok se limpió la boca con una servilleta y lo miró, moviendo la cabeza hacia la cocina—, ¿vamos?
A KiBum le temblaron las piernas al pensar en tener una conversación con él, suspiró y se obligó a concentrarse. Sería demasiado bochornoso terminar convertido en un charco en el suelo por culpa del encantador Minseok.
Rodeó la mesa y se detuvo frente a él.
—¿Quieres un poco de helado?
Minseok le sonrió amplio, y con eso, algo dentro de su cuerpo se estremeció. ¿Qué demonios le pasaba? Sacudió la cabeza y le devolvió la sonrisa, asintiendo. Porque maldita sea si podía pronunciar palabra alguna frente a su nuevo amigo.
—Bien, sígueme.
Obedientemente, KiBum lo siguió, intentando por todos los medios que su estúpida sonrisa desapareciera, pero era demasiado pedir cuando se sentía lleno de felicidad.
—Eres raro.
Al oír una voz detrás de él, dio un respingo y casi grita. Había olvidado por completo al hijo menor. Se detuvo para mirarlo y trató de parecer normal.
—Tú no te quedas atrás.
—¿Por qué lo dices, gato?
¡¿GATO?! Pero qué demonios.
—No me digas así, alien.
—¡Cómo me dijiste, cara de…!
—¡Minho! —Intervino Minseok, ganándose una mirada fulminante por parte de su hermano pequeño. —Discúlpate ahora mismo con nuestro invitado.
—Pero hyung, él empezó.
—No me importa. Discúlpate. Ya.
Cuando el labio inferior de Minho amenazó con sobresalir, KiBum tuvo dificultades para no reír. No quería quedar como un completo inmaduro frente a Minseok, así que relajó la expresión y bajó la mirada. Asumiendo una pose de niño maltratado.
—De acuerdo —murmuró Minho—. Lo siento —dijo sin ganas, inclinando la cabeza imperceptiblemente.
KiBum se dio por satisfecho, la diversión chisporroteando en sus ojos. Estaba emocionado de que Minseok le hubiera dado la razón.
—No hay problema —respondió, pero sabía que sí había problema cuando Minho entrecerró los ojos y dio media vuelta para irse a otro lado y dejarlos solos.
—Discúlpalo —dijo Minseok, mientras abría el refrigerador—, está enojado desde ayer.
—¿Por qué? —Tomó asiento en la pequeña mesa de servicio y apoyó la barbilla en el dorso de la mano. Su nerviosismo, repentina y extrañamente, se había ido y ahora se sentía hipnotizado por los movimientos tranquilos, pero fluidos que hacía el mayor. Minseok tenía el ceño fruncido, ahora estaba concentrado en repartir el helado en iguales proporciones en los vasos.
—No fue a su práctica de fútbol porque tenía que estar en esta reunión —río—. Dijo que hoy iban a elegir al capitán del equipo, pero mis padres se negaron a dejarlo ir. Dijeron que sería una falta de respeto para tu familia —Se sentó frente a él y empujó hacia el frente un vaso lleno de helado de vainilla—. La verdad es que tienen razón, pero mi pequeño hermano todavía no lo entiende.
Y tampoco él. Porque aunque no iba a decirle nada a Minseok, él, más temprano, le había causado problemas a sus padres cuando se negó a venir. Toda esta reunión era sobre sus compañías y, como su familia acababa de regresar a Corea, era evidente que el señor Choi quería hacer negocios con su papá. Y él no entendía por qué carajos tenía que estar presente, pero ahora, en compañía del chico bonito, KiBum pensó que se habría arrepentido de no haber venido.
Miró a Minseok y se sonrojó cuando éste le sonrió. Sí, definitivamente se habría arrepentido mucho si no hubiera venido.
Estuvieron callados unos minutos, sólo concentrados en comer lo que había en sus vasos. Al final, KiBum se quería morir, la garganta se le había cerrado y no podía comer nada más. Estar en compañía de Minseok, en un espacio cerrado y sin nadie más alrededor, era demasiado. Sentía que le faltaba el aire y su corazón iba a explotar dentro de su pecho.
—¿KiBum?
Alzó la mirada y parpadeó. Minseok había terminado el helado y estaba esperando pacientemente a que él dijera algo. Dios, ¿se había quedado ido así como así? ¿Podía llegar a ser más estúpido?
—Disculpa, ¿qué?
Minseok se rió y se puso de pie.
—¿Te apetece jugar algo? ¿Xbox, ver una película, o, si quieres, simplemente podemos ir al jardín y platicar mientras esperamos a que nuestros padres terminen con sus asuntos?
Le disparó otra de esas sonrisas que KiBum estaba empezando a considerar peligrosas. Cada vez que Minseok estiraba sus delgados labios, KiBum sentía una molestia en el pecho. Le iba a dar un infarto si seguía así.
Después de lo que pareció un minuto, Minseok cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, aún esperando una respuesta.
—Eh… —titubeó, poniéndose de pie también —, sí, claro. Una película estaría bien.
—Perfecto entonces. Vamos, es en el segundo piso.
Recorrieron la enorme casa, y él aprovechó para compararla con la suya. La de los Choi era conservadora y tenía demasiado blanco en las paredes. Había floreros en cada esquina, todos con diferentes tipos de flores. Estaba impecablemente limpia y luminosa. En cambio la de él, era llamativa, pintada de rojo y muebles modernos. En el interior había mariposas, un montón de ellas; en las paredes, en la mesita de centro y hasta en el techo. Dios, ese raro fanatismo de su madre lo estaba volviendo loco.
Suspiró mientras subían las escaleras.
—Es aquí —Minseok se detuvo en la primera puerta del pasillo y la abrió.
La desilusión golpeó a KiBum tan pronto como se dio cuenta de que no estarían solos. Minho estaba adentro, sentado en el único sofá que había en la pequeña habitación.
—Oh, ¿qué? —Preguntó Minho volteando a verlos, su ceño fruncido.
—Vinimos a ver una película, pero veo que nos ganaste.
—Ah, sí —Minho lo miró y le sonrió descaradamente—. ¿Se van a quedar?
—Claro —respondió Minseok antes de que él pudiera negarse.
KiBum pataleó mentalmente porque no quería esto, él quería estar a solas con Minseok y así poder conocerlo más.
¡Joder!
—Pues adelante, tomen asiento y veamos juntos Sr. y Sra. Smith.
Desganado, KiBum avanzó y casi chilla de disgusto. Minho estaba sentado justo en medio del mueble y no daba señales de querer moverse. Optimista, esperó para ver si Minseok le decía algo para que se recorriera y los dejara sentarse juntos, pero eso no pasó. En vez de eso, el mayor se echó en el sofá al lado de su hermano, y a él no le quedó más remedio que tomar asiento en el otro lado. Su muslo quedando completamente pegado al de Minho.
Incómodo. Demasiado incómodo.
—Regrésale —ordenó Minseok—. No la vimos desde el principio.
—Mala suerte.
—Minho…
—Está bien.
Y así, después de una hora, KiBum estaba muriendo de sueño. La verdad es que la película no era aburrida, pero anoche se había desvelado y la habitación tenía el aire acondicionado puesto y la habían dejado a oscuras. Comenzó, sin poder evitarlo, a hacer bizcos, tratando de mantener los párpados abiertos; pero con el tiempo, cada vez le costaba más abrirlos.
Se iba a quedar dormido y no iba a poder hacer nada al respecto…
Despertó una hora más tarde y le costó un momento comprender en dónde se encontraba, con quién y en qué posición. Se levantó de golpe, sobresaltado, mirando con los ojos bien abiertos a Minho quien le miraba divertido. ¿Había estado durmiendo sobre su hombro? Dios mío. Se quería dar un tiro. Recorrió con la mirada la habitación en busca de Minseok, pero él no estaba por ningún lado.
—Se fue —anunció Minho, poniéndose de pie y estirando los brazos—. Fue al baño.
—No pregunté nada —contestó a la defensiva. Aún no podía creer que se hubiera quedado dormido una hora sobre el hombro del chico que no era de su agrado.
—Pero no hace falta que preguntes.
—¿Qué?
—Es evidente el extraño interés que tienes en mi hermano. No creas que por ser menor de edad soy menos inteligente. Al menos me he dado cuenta que te gusta Minseok.
—Cállate, eso no es cierto —pero claro que lo era y, por lo mismo, su cara se puso ferozmente roja. Se miró los dedos con preocupación y tragó saliva. ¿Qué haría ahora? No era normal que un chico de catorce años fuera gay, ¿o sí? ¿Qué iba a pasar si Minho abría la boca para decirle a su hermano que se alejara de él?
—Lo que tú digas —dijo Minho, evidentemente creyéndole nada—. Igual no me interesa.
KiBum quiso llorar, pero se contuvo. Movió las piernas para salir de ahí y casi choca con Minseok.
—Oh, ya despertaste —dijo, deteniéndose al verlo salir—. ¿Te aburrió mucho la película?
—Eh, no —se las arregló para contestar, aún sentía la cara ardiendo, y estaba seguro que Minho no le quitaba la vista de encima—, pero tenía mucho sueño.
—Ya veo —sonrió—. Tus padres están esperando por ti.
—Ah, sí. Gracias.
Caminaron en silencio hasta llegar junto a los adultos. Se despidieron con la promesa de reunirse muy pronto otra vez. Dios, y a pesar de todo lo malo que había ocurrido minutos atrás, KiBum lo deseaba también.
—Fue un placer conocerlos —comentó cuando recibió un codazo por parte de su madre.
—Igualmente —le respondieron los Choi, excepto Minho, quien se acercó a él y le ofreció la mano.
KiBum alzó la mirada, frunciendo el ceño. ¿Qué se traía entre manos? Pero, sin tener tiempo para pensar, cerró los dedos entorno a la mano que le ofrecía y, justo cuando estaba a punto de soltarse, Minho lo jaló y lo apretó en un abrazo, sorprendiéndolo.
—El placer fue mío, KiBum —susurró cerca de su oído. Su respiración haciéndole cosquillas en el cuello y poniéndole la piel de gallina. Tanto, que los dedos de sus pies se encogieron.
Cuando se separaron, lo único que KiBum pudo hacer fue mirar esos ojos enormes que lo observaban de una manera completamente diferente, extraña.
¿Qué había sido eso?
Ocho años más tarde, KiBum no había progresado mucho en su relación con Minseok. Hasta ahora, eran simplemente amigos. Sus padres se habían asociado y eran dos de los hombres más ricos de Corea. Por lo tanto, sus familias se frecuentaban e iban a eventos juntos. Minseok era un hyung maravilloso, le prestaba atención a menudo, lo acompañaba cuando tenía ganas de ir de compras y le mandaba mensajes en line diariamente para ver cómo se encontraba; pero KiBum estaba seguro de que aquello no era interés sexual, aquello era interés fraternal.
Minseok lo veía como a un hermano menor y nada más.
Y se conformó con eso.
Fue feliz los primeros años, pero ahora eso ya no le llenaba. Cada día se hartaba de no poder confesar lo que sentía por él. Se estaba ahogando en su mentira, y lo que lo hacía más insoportable, era que se había convertido en el entretenimiento de Minho. Porque él había sabido todo el tiempo cómo se sentía respecto a Minseok, y lo molestaba con eso. Lo odiaba, lo detestaba. El alto no hacía otra cosa más que provocarlo y torturarlo, diciéndole que su hermano nunca se iba a fijar en él. Que se diera por vencido.
Já, si fuera tan fácil.
—¿Estás listo?
Se encogió al escuchar la voz de su madre.
—Sí —dijo, mirándola, vestida toda elegante parada junto al marco de su puerta—. ¿Va a tardar mucho la fiesta?
Ella le sonrió.
—Mmm, supongo que sí.
—¿Qué se celebra?
—Ya lo verás.
Tragó saliva y se obligó a devolverle la sonrisa. Nada de esto le estaba gustando. Odiaba que le ocultaran las cosas, pero sus padres eran así y no había nada que él pudiera hacer para cambiarlo.
Les tomó una hora llegar al lujoso hotel en donde se celebraría la dichosa fiesta. Salió del auto y se encogió de frío. Apuró el paso y subió al elevador. El camino fue silencioso pero, una vez salieron, su padre dio media vuelta y lo miró.
—Es un día muy importante para la familia Choi, KiBum, así que trata de no parecer aburrido como siempre estás en este tipo de eventos, ¿de acuerdo?
¿Un día importante?
—Sí —un escalofrío le recorrió la espalda—, trataré, lo prometo.
Pero, al final, no pudo.
¿Por qué iba a sonreír cuando quería llorar en una fiesta que fue hecha para destruirle el corazón y las ilusiones? ¿Por qué iba a sonreír cuando en realidad quería llorar y matar a alguien? ¿Por qué iba a sonreír en la fiesta de compromiso de Minseok?
¡¿Por qué?!
Se alejó corriendo de ahí, dejando atrás la mirada confusa de Minseok, y la enojada de su padre.
Lloró, lloró hasta que estuvo lo suficientemente tranquilo para darse cuenta de que no estaba solo.
Minho estaba parado detrás de él.
Limpiándose las mejillas, dio media vuelta y lo fulminó con la mirada.
—¿Qué quieres?
El alto se encogió de hombros.
—Nada, en realidad. Sólo quería decirte que «te lo dije». Te dije que te olvidaras de él.
KiBum apretó las manos en puños.
—No estoy para aguantar tus idioteces, Minho. Lárgate.
Los ojos de Minho tenían un brillo extraño. No se veían divertidos como siempre que lo molestaba. ¿Tal vez estaba triste? No, imposible.
—Cuídate, KiBum —suspiró—. Trata de no ser muy obvio, ¿de acuerdo?
—¡Vete ya!
Cuando Minho desapareció entre las sombras, él lloró otro poco, pensando en cuán injusta era la vida.
Amaba con el alma a Minseok y odiaba con todas sus fuerzas a Minho. ¿Por qué no podía ser al revés? Tal vez así su vida sería un poco más fácil.
Dios, ¿ahora tenía que aparentar no estar jodido?
Sí, buena suerte con eso.
Re: Apariencias
I. La vida es una hija de puta.
—¡No entiendo tu comportamiento!
Ni lo entenderás.
KiBum miró a su madre mientras se quitaba la corbata. ¿Qué hacía su madre despierta de todas formas? Eran las tres de la mañana y él acababa de llegar a su casa. Se había pasado un par de horas lamentándose como un imbécil, llorando y dándose golpes en el pecho antes de que decidiera que había tenido suficiente y debía afrontar lo que había causado su mala decisión.
No iba a negar que aún le dolía que el amor de su vida se fuera a casar. Dios, porque de verdad dolía; pero él era fuerte y buscaría la manera de sobreponerse.
—Mamá, por favor —murmuró, sentándose en la cama y apoyando la cabeza entre las manos—. No estoy para dar explicaciones, ¿podemos hablar de esto mañana?
—¡No!
—Mamá —alzó la cabeza y la observó cruzarse de brazos. Esa era su típica actitud de estoy-esperando. Joder, su madre no se iría hasta conseguir una explicación. Resignado, suspiró—. No me lo esperaba, ¿de acuerdo? —Eso era verdad. —Me sentí traicionado. Minseok hyung es —el amor de mi vida —mi mejor amigo y no pude creer que no lo mencionara antes, ¿entiendes? Sobre todo cuando comprendí que tú lo sabías, mi papá lo sabía. Todos lo sabían menos yo.
Ella lo miró entrecerrando los ojos.
—Eso es infantil, KiBum —bufó, haciendo un gesto indiferente con la mano—. Debiste de haber controlado ese feo temperamento tuyo en vez de salir así cuando se anunció el compromiso. ¿Sabes lo vergonzoso que fue para tu padre y para mí? ¡Nos dejaste en mal con los Choi! —suspiró exageradamente y se agarró el puente de la nariz con una mano—. Para tu información, Minho se enteró al mismo tiempo que tú y fue lo bastante inteligente como para felicitar a su hermano. No salió corriendo como niñito de diez años —explicó—. Así que mañana vas y te disculpas con todos ellos, ¿me escuchaste? Y por favor, da una excusa más convincente.
KiBum se dejó caer sobre el colchón mientras ella daba media vuelta y salía de su cuarto. ¿Disculparse? Eso sería algo imposible de hacer. Sobre todo porque ya no se sentía capaz de ver a Minseok a la cara sin soltarse a llorar. Dios, podría jurar que, en un momento de locura provocada por el dolor, le rogaría que no se casara, que le diera una oportunidad. Y no gracias, él no iba a quedar más en ridículo.
Soltando un quejido, se levantó y se desvistió. Estaba a punto de entrar al baño cuando su celular sonó. ¿Quién carajos podría ser a esta hora? Acaso… El pensamiento de que fuera Minseok causó que le dieran escalofríos por todo el cuerpo y llenó sus ojos de lágrimas.
Mierda.
Levantó el aparato de la mesita de noche y miró la pantalla.
No era Minseok.
—Taemin —contestó—, ¿qué demonios haces llamándome a esta hora?
—Hyung —la vocecita precavida de Taemin le hizo rodar los ojos. ¿Por qué había contestado de todas formas?—, ¿Estás bien?
—¿Ah? —Preguntó, confundido. —¿A qué viene eso tan de repen…?
—Lo sé —lo interrumpió—, se acerca de Minseok-ssi, lo acabo de ver en internet.
Silencio. Silencio por largo rato hasta que no pudo más. Pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas y lo hicieron sollozar. Se tapó la boca con una mano y cerró los ojos con fuerza. En este mismo momento se arrepentía de haberle contado a Taemin sobre Minseok, pero a la vez se alegraba de tener a alguien con quien poder desahogarse.
—Realmente —murmuró—, necesito un abrazo, Taemin.
—Ah, hyung —el pequeño suspiró—. ¿Quieres que vaya a tu casa? Sabes que no hay problema, puedo pasar la noche contigo.
Se escuchó el sonido de sábanas y después, una voz suave y pesarosa murmuró:
—Me temo que sí habrá problema, bebé. Recuerda que eres mío.
La piel se le puso de gallina y se le fue momentáneamente la tristeza al recordar la relación que Taemin sostenía con ese pervertido novio que tenía. Joder, sólo de pensar en lo que hacían por las noches causaba que le diera dolor de cabeza.
—¡Cállate! —Masculló Taemin, después se escuchó un golpe. —Aleja tus manos de mi culo, Jonghyun, acuéstate otra vez.
KiBum tosió.
—Mmm no es necesario que vengas, Taemin. ¿Hablamos después, sí? Ahora mismo no me siento bien.
—Pero…
Colgó, sonriendo con pesar. ¿Cómo pudo haber pensando que podría descargar sus penas con él por teléfono? Era evidente que no podría mientras estuviera Jonghyun presente. Demonios, pero en el fondo se alegraba, al menos uno de los dos era feliz, ¿no?
Tras dejar el teléfono sobre el colchón, se encerró en el baño y tomó una ducha. Estuvo adentro durante media hora, salió y se recostó, tapándose hasta la barbilla. Durante veinte minutos miró el techo, realmente sin pensar en nada. Su mente estaba demasiada ocupada poniéndole la cara de Minseok sonriéndole una y otra vez. Torturándolo.
Se durmió pensando cuánto tiempo iba a necesitar para poder olvidarlo.
Sólo había dormido unas pocas horas, cuando su madre lo despertó.
—Levántate, KiBum, tu padre quiere verte.
KiBum se sentó y abrió los ojos. Carajo, sentía que tenía arena dentro de ellos y estaba seguro que estarían hinchados. Horribles.
—¡Mamá! —Protestó cuando ésta abrió las cortinas, dejando entrar la luz del día. Cegándolo.
—Apresúrate —dijo ella antes de salir de su habitación. Importándole muy poco sus protestas.
Negando con la cabeza, se puso de pie frente al espejo y de verdad odió su reflejo.
El chico que estaba ante él, tenía ojeras e hinchazón debajo de sus afilados ojos; su cabello estaba enmarañado, como si alguien le hubiera pegado un tremendo revolcón durante la noche; sus labios estaban resecos y ni qué decir del resto de su cuerpo. En fin, se veía terrible, demacrado, asqueroso.
Se vistió tratando de mantener los parpados abiertos, no estaba para pláticas sobre lo que había pasado anoche, pero su padre era su padre, y le gustara o no, tenía que obedecer. El problema era que no sabía si lograría soportarlo.
Salió de su habitación y caminó al estudio. Tocó y esperó.
—Adelante.
—¿Me llamaste, papá? — Preguntó una vez entró, pero no se quedó quieto. Caminó alrededor, mirando las estanterías llenas de libros, rogando por dentro parecer el chico seguro de sí mismo y sin ningún problema del corazón.
Su padre se aclaró la garganta y dejó el periódico a un lado de su escritorio. Se quitó las gafas y lo miró. Serio, los brazos apoyados en la mesa.
—Sabes que estuviste mal anoche.
—Sí.
—Irás a la casa de los Choi… —¿qué tienen de malo las llamadas telefónicas? —a felicitar a Minseok.
No.
—Sí.
—Le llevarás un regalo, así que ve a comprarlo. Y por el amor de Dios, no te tardes.
Apretando las manos en puños, KiBum giró para enfrentar a su padre.
—¿Tengo que ir hoy? —Recibió un ceño fruncido como respuesta. Suspiró. —Bien, iré. ¿Puedo retirarme?
Tras mirarlo por un momento, su padre finalmente asintió y él no perdió tiempo, salió como alma que lleva el diablo de ahí. Mierda, estaba demasiado seguro que su viejo se imaginaba cosas, tal vez la mayoría acertadas, sobre él.
Cinco horas más tarde, no estaba en casa de los Choi. Se había quedado en la barra de un bar, tomando tragos de su Tom Collins . Había entrado con la excusa de necesitar un poco de alcohol para tomar valor e ir a ver Minseok, pero ahora estaba más que un poco mareado, veía doble y el piso se movía.
Joder.
—¿Te invito un trago? —Se sobresaltó al escuchar la profunda voz junto a su oído. ¿Qué demonios?
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste, maldito acosador? —Sonrió, palmeando la mejilla de Minho.
—¿Acosador? —Bufó el alto, alejando el rostro de su mano. —Lamento desilusionarte, gato, pero este es mi bar favorito, y por supuesto, el de mi hermano también.
Claro que lo sabía, pero estaba tratando duramente de olvidarlo. ¿Cuán bajo había caído para llegar a esto? Persiguiendo recuerdos, visitando lugares que Minseok frecuentaba.
Suspirando, agarró su vaso y tomó un trago.
—¿Qué vas a hacer ahora, Minho? —Masculló, sentía la lengua pesada, le costaba pronunciar las palabras y estaba seguro que tenía aliento a alcohólico. Hizo una mueca, arrugando la nariz. Miró a Minho. —Ya no vas a poder molestarme con tu hermano.
Minho sonrió, pero la alegría no le llegó a los ojos. Era raro, si no estuviera ebrio, KiBum podría jurar que el tarado alien estaba triste.
—Bueno —dijo, sentándose a su lado—, tendré que superarlo y encontrar otra manera. Eres mi pasatiempo favorito. No te voy a dejar tan fácil.
En otras circunstancias, KiBum se habría reído y después enojado con él. Cada vez que Choi Minho le decía ese tipo de cosas, él reaccionaba dándole un golpe. Pero no esta vez. Esta vez de verdad necesitaba escuchar algo agradable, aún si era de una de las personas que menos le caían bien.
—¿Sabes? —Susurró, apoyando la mejilla en la barra y abrazándose a sí mismo. —A veces me pregunto por qué razón no me gustaste tú —rió—, pero luego te veo y sé porqué.
En vez de contestarle, Minho llamó al barman y pidió un whisky escocés. KiBum aprovechó ese momento para observarlo, y tenía que aceptar que el alto había cambiado para bien. Antes, era un chico larguirucho y sin chiste. Sus ojos, de por sí grandes, en esa época parecían abarcar la mitad de su pequeño rostro. Sus orejas eran de un tamaño considerable y no sobresalían como las de Minseok.
Era un alien.
Se río por ese pensamiento y alzó la cabeza sin dejar de verlo, volviendo a su escrutinio. Ahora aquel cuerpo feo y ligero, se había convertido en uno fuerte, musculoso y deseable. Sus ojos ya no parecían tan grandes y tenía unas cejas hermosamente pobladas. Su nariz era bonita de perfil, aunque no tanto de frente. Tenía una mandíbula fuerte y, conservando su rareza, en su cuello sobresalía su manzana de Adán y una extra más abajo.
Wow, de pronto Minho parecía un ser extraordinario y él tenía que estar perdiendo la razón para pensar eso. Mierda, tal vez debería de dejar de tomar. Sacudió la cabeza y picó el brazo de su acompañante con un dedo, llamando su atención.
—¿Qué? —Dijo Minho frunciendo el ceño y, automáticamente, KiBum lo imitó.
—¿Qué? —Contestó, divertido, ganándose una mirada en blanco. Oh, por Dios, eso lo sorprendió.— ¿Acabas de rodar los ojos? ¿Tú, el hombre hielo Choi Minho?
—Estás ebrio —Minho tomó un trago de su whisky. —La verdad es que me sorprende que puedas ser más estúpido de lo normal.
—¡Yah! —le pegó en el hombro, molesto. —Pues tú eres estúpido sin tener que abrir la boca.
— Sí, claro.
—¡No me des el avión!
—No lo hago —sonrió, alzando una ceja—. De todas formas, ¿por qué estás aquí?
KiBum apretó los dientes y terminó su Tom Collins de un trago. De pronto la rabia aplastó su tristeza, estaba enojado con la vida.
—¡Estoy aquí por culpa del lame culos de tu hermano! —Gritó, haciendo que varias personas voltearan a verlo. —¿Qué? —bramó, taladrándolos con la mirada. Muchos voltearon la cabeza a otro lado, pero los demás fruncieron los labios con desaprobación.
Já, como si le importara una mierda.
—Ya veo —rió Minho—, pero no te pregunté eso. Quiero saber por qué, no por quién.
—Vete a la mierda. Me confundes, no quiero pensar, ¿de acuerdo? Era esto, o ir a tu casa y ver a Minseok para disculparme.
Por el rabillo del ojo, KiBum vio al alto fruncir el ceño.
—¿A disculparte?
—Ajá. Por salir así de su fiesta de compromiso —bufó y abofeteó la madera del bar frente a él. —¿Por qué debería de disculparme de todas formas? Minseok, tú y todos se pueden ir a la mierda. No me voy a disculpar cuando el que terminó con el corazón roto fui yo.
Minho soltó una carcajada, dejándolo estupefacto. ¿Cuándo había sido la última vez que había escuchado una verdadera risa de él? Pff, seguramente nunca, ya que se la pasaba junto a Minseok todo el tiempo y rara vez veía a Minho.
—Esto es tan divertido. Me quedaré y veré que pasa. Creo que será muy interesante.
¿Se estaba divirtiendo con su dolor? ¿Quién rayos se creía que era? Le apuntó con un dedo y se inclinó.
—Te lo he dicho…
Pero no terminó de decir nada y pegó un chillido cuando se tambaleó en el banco alto. Por acto reflejo, agarró el brazo de Minho y se estabilizó. El corazón le palpitaba fuertemente al igual que la cabeza. Su estómago se revolvió cuando vio que el piso no se quedaba quieto.
—Mierda —susurró—, creo que voy a vomitar.
Minho soltó una maldición y lo agarró del pelo, alejándolo de él. KiBum se quejó, pero antes de que pudiera protestar de verdad, un pequeño recipiente fue puesto frente a él. No esperó. Se inclinó y vomitó.
Dios, ¿tan ebrio estaba? Casi pudo jurar que Minho le estaba acariciando el cabello en el lugar donde lo había jalado; pero eso era tan posible como que nevara en verano. Cuando terminó, alejó el cuenco y reclinó la frente en la barra con los ojos llorosos. Qué vergüenza.
—Qué lástima —suspiró Minho—, veo que es hora de irnos.
KiBum alzó la mano, mostrándole el dedo medio. Minho río mientras deslizaba dinero sobre la barra.
—No quiero ir a mi casa —murmuró—. Así que déjame.
—Eso no va a suceder, gato.
—Cállate, alien, deja de llamarme así.
—¡GATO!
—¡Pedazo de mierda!
—¡GATO!
Justo cuando iba a contestar, fue alzado del banco y echado al hombro del alto como si se tratara de un saco de patatas. Pero qué…
—Minho, ¿qué estás haciendo? ¡Bájame! ¡OYE!
Pataleó, pero a cambio recibió una fuerte palmada en el culo. ¡Qué carajos!
—¡Minho, maldito hijo de puta!
—¡Cállate, maldita sea! Te estoy haciendo un favor, ¿de acuerdo? No te llevaré a tu casa, si no a la mía.
Al oír esto, el corazón se le detuvo. ¿A su casa? ¿Acaso había perdido la razón? Estaba en este bar porque no quería ver a Minseok, ¿pero Minho estaba planeando llevarlo a su casa?
—No, no, no, no —balbuceó, intentando fuertemente respirar—. No puedo ir a tu casa… Yo… Minseok. No.
Los brazos de Minho le apretaron con fuerza las piernas, pero la mano que le había dado una palmada permanecía en su trasero.
—Dije a mi casa, no a la de mi hermano —gruñó—. Si te fijaras más en lo que pasa alrededor de mi hermano y no tanto en él, sabrías que vivo solo desde hace dos años.
¿En serio? Al instante se relajó y dejó que lo llevara. Ya no le quedaban fuerzas para discutir, sentía que sus emociones eran un relajo. Quería llorar, quería reír, quería gritar, quería desaparecer de la faz de la tierra.
—¿Por qué nací? —Se preguntó en voz alta.
Minho soltó un bramido de risa.
—Porque tus papás decidieron una noche juntar sus ombligos y…
—Cállate, maldito asqueroso —lo reprendió devolviéndole el golpe en el culo, pero en el fondo se rió.
Cerró los ojos, estaba tan cansado que, antes de que pudiera pensar en otra cosa, se quedó dormido.
Su almohada se sentía extraña y su cama absurdamente cómoda. Estaba tan calientita que no quería abrir los ojos, pero tenía cosas que hacer, ¿no? Creía haber oído a su padre decirle que tenía que arreglar un asunto, pero no recordaba qué era.
Arrugó la frente. ¿Por qué no lo recordaba? Olfateó el aire y se rascó la nariz. ¿Por qué su cuarto olía así? Él no usaba ese perfume.
Se estremeció y se dio la vuelta, moviendo el brazo para poder agarrar su almohada…
¿En dónde estab…?
Tocó algo duro, pero a la vez suave. Piel. Abrió los ojos de golpe y se encontró de frente con Minho, quien tenía cara de haber despertado recién.
¡OHMIDIOSPEROQUÉCARAJOSPASÓANOCHE!
—¿Qué…? —Se sentó, con la intención de salir de la cama, pero se detuvo. Alzó la sábana que lo cubría y se horrorizó al descubrir que estaba completa y absolutamente desnudo.
¡Desnudo!
—Oh, mierda —farfulló.
Ahora sí estaba metido en un buen lío.
Ni lo entenderás.
KiBum miró a su madre mientras se quitaba la corbata. ¿Qué hacía su madre despierta de todas formas? Eran las tres de la mañana y él acababa de llegar a su casa. Se había pasado un par de horas lamentándose como un imbécil, llorando y dándose golpes en el pecho antes de que decidiera que había tenido suficiente y debía afrontar lo que había causado su mala decisión.
No iba a negar que aún le dolía que el amor de su vida se fuera a casar. Dios, porque de verdad dolía; pero él era fuerte y buscaría la manera de sobreponerse.
—Mamá, por favor —murmuró, sentándose en la cama y apoyando la cabeza entre las manos—. No estoy para dar explicaciones, ¿podemos hablar de esto mañana?
—¡No!
—Mamá —alzó la cabeza y la observó cruzarse de brazos. Esa era su típica actitud de estoy-esperando. Joder, su madre no se iría hasta conseguir una explicación. Resignado, suspiró—. No me lo esperaba, ¿de acuerdo? —Eso era verdad. —Me sentí traicionado. Minseok hyung es —el amor de mi vida —mi mejor amigo y no pude creer que no lo mencionara antes, ¿entiendes? Sobre todo cuando comprendí que tú lo sabías, mi papá lo sabía. Todos lo sabían menos yo.
Ella lo miró entrecerrando los ojos.
—Eso es infantil, KiBum —bufó, haciendo un gesto indiferente con la mano—. Debiste de haber controlado ese feo temperamento tuyo en vez de salir así cuando se anunció el compromiso. ¿Sabes lo vergonzoso que fue para tu padre y para mí? ¡Nos dejaste en mal con los Choi! —suspiró exageradamente y se agarró el puente de la nariz con una mano—. Para tu información, Minho se enteró al mismo tiempo que tú y fue lo bastante inteligente como para felicitar a su hermano. No salió corriendo como niñito de diez años —explicó—. Así que mañana vas y te disculpas con todos ellos, ¿me escuchaste? Y por favor, da una excusa más convincente.
KiBum se dejó caer sobre el colchón mientras ella daba media vuelta y salía de su cuarto. ¿Disculparse? Eso sería algo imposible de hacer. Sobre todo porque ya no se sentía capaz de ver a Minseok a la cara sin soltarse a llorar. Dios, podría jurar que, en un momento de locura provocada por el dolor, le rogaría que no se casara, que le diera una oportunidad. Y no gracias, él no iba a quedar más en ridículo.
Soltando un quejido, se levantó y se desvistió. Estaba a punto de entrar al baño cuando su celular sonó. ¿Quién carajos podría ser a esta hora? Acaso… El pensamiento de que fuera Minseok causó que le dieran escalofríos por todo el cuerpo y llenó sus ojos de lágrimas.
Mierda.
Levantó el aparato de la mesita de noche y miró la pantalla.
No era Minseok.
—Taemin —contestó—, ¿qué demonios haces llamándome a esta hora?
—Hyung —la vocecita precavida de Taemin le hizo rodar los ojos. ¿Por qué había contestado de todas formas?—, ¿Estás bien?
—¿Ah? —Preguntó, confundido. —¿A qué viene eso tan de repen…?
—Lo sé —lo interrumpió—, se acerca de Minseok-ssi, lo acabo de ver en internet.
Silencio. Silencio por largo rato hasta que no pudo más. Pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas y lo hicieron sollozar. Se tapó la boca con una mano y cerró los ojos con fuerza. En este mismo momento se arrepentía de haberle contado a Taemin sobre Minseok, pero a la vez se alegraba de tener a alguien con quien poder desahogarse.
—Realmente —murmuró—, necesito un abrazo, Taemin.
—Ah, hyung —el pequeño suspiró—. ¿Quieres que vaya a tu casa? Sabes que no hay problema, puedo pasar la noche contigo.
Se escuchó el sonido de sábanas y después, una voz suave y pesarosa murmuró:
—Me temo que sí habrá problema, bebé. Recuerda que eres mío.
La piel se le puso de gallina y se le fue momentáneamente la tristeza al recordar la relación que Taemin sostenía con ese pervertido novio que tenía. Joder, sólo de pensar en lo que hacían por las noches causaba que le diera dolor de cabeza.
—¡Cállate! —Masculló Taemin, después se escuchó un golpe. —Aleja tus manos de mi culo, Jonghyun, acuéstate otra vez.
KiBum tosió.
—Mmm no es necesario que vengas, Taemin. ¿Hablamos después, sí? Ahora mismo no me siento bien.
—Pero…
Colgó, sonriendo con pesar. ¿Cómo pudo haber pensando que podría descargar sus penas con él por teléfono? Era evidente que no podría mientras estuviera Jonghyun presente. Demonios, pero en el fondo se alegraba, al menos uno de los dos era feliz, ¿no?
Tras dejar el teléfono sobre el colchón, se encerró en el baño y tomó una ducha. Estuvo adentro durante media hora, salió y se recostó, tapándose hasta la barbilla. Durante veinte minutos miró el techo, realmente sin pensar en nada. Su mente estaba demasiada ocupada poniéndole la cara de Minseok sonriéndole una y otra vez. Torturándolo.
Se durmió pensando cuánto tiempo iba a necesitar para poder olvidarlo.
Sólo había dormido unas pocas horas, cuando su madre lo despertó.
—Levántate, KiBum, tu padre quiere verte.
KiBum se sentó y abrió los ojos. Carajo, sentía que tenía arena dentro de ellos y estaba seguro que estarían hinchados. Horribles.
—¡Mamá! —Protestó cuando ésta abrió las cortinas, dejando entrar la luz del día. Cegándolo.
—Apresúrate —dijo ella antes de salir de su habitación. Importándole muy poco sus protestas.
Negando con la cabeza, se puso de pie frente al espejo y de verdad odió su reflejo.
El chico que estaba ante él, tenía ojeras e hinchazón debajo de sus afilados ojos; su cabello estaba enmarañado, como si alguien le hubiera pegado un tremendo revolcón durante la noche; sus labios estaban resecos y ni qué decir del resto de su cuerpo. En fin, se veía terrible, demacrado, asqueroso.
Se vistió tratando de mantener los parpados abiertos, no estaba para pláticas sobre lo que había pasado anoche, pero su padre era su padre, y le gustara o no, tenía que obedecer. El problema era que no sabía si lograría soportarlo.
Salió de su habitación y caminó al estudio. Tocó y esperó.
—Adelante.
—¿Me llamaste, papá? — Preguntó una vez entró, pero no se quedó quieto. Caminó alrededor, mirando las estanterías llenas de libros, rogando por dentro parecer el chico seguro de sí mismo y sin ningún problema del corazón.
Su padre se aclaró la garganta y dejó el periódico a un lado de su escritorio. Se quitó las gafas y lo miró. Serio, los brazos apoyados en la mesa.
—Sabes que estuviste mal anoche.
—Sí.
—Irás a la casa de los Choi… —¿qué tienen de malo las llamadas telefónicas? —a felicitar a Minseok.
No.
—Sí.
—Le llevarás un regalo, así que ve a comprarlo. Y por el amor de Dios, no te tardes.
Apretando las manos en puños, KiBum giró para enfrentar a su padre.
—¿Tengo que ir hoy? —Recibió un ceño fruncido como respuesta. Suspiró. —Bien, iré. ¿Puedo retirarme?
Tras mirarlo por un momento, su padre finalmente asintió y él no perdió tiempo, salió como alma que lleva el diablo de ahí. Mierda, estaba demasiado seguro que su viejo se imaginaba cosas, tal vez la mayoría acertadas, sobre él.
Cinco horas más tarde, no estaba en casa de los Choi. Se había quedado en la barra de un bar, tomando tragos de su Tom Collins . Había entrado con la excusa de necesitar un poco de alcohol para tomar valor e ir a ver Minseok, pero ahora estaba más que un poco mareado, veía doble y el piso se movía.
Joder.
—¿Te invito un trago? —Se sobresaltó al escuchar la profunda voz junto a su oído. ¿Qué demonios?
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste, maldito acosador? —Sonrió, palmeando la mejilla de Minho.
—¿Acosador? —Bufó el alto, alejando el rostro de su mano. —Lamento desilusionarte, gato, pero este es mi bar favorito, y por supuesto, el de mi hermano también.
Claro que lo sabía, pero estaba tratando duramente de olvidarlo. ¿Cuán bajo había caído para llegar a esto? Persiguiendo recuerdos, visitando lugares que Minseok frecuentaba.
Suspirando, agarró su vaso y tomó un trago.
—¿Qué vas a hacer ahora, Minho? —Masculló, sentía la lengua pesada, le costaba pronunciar las palabras y estaba seguro que tenía aliento a alcohólico. Hizo una mueca, arrugando la nariz. Miró a Minho. —Ya no vas a poder molestarme con tu hermano.
Minho sonrió, pero la alegría no le llegó a los ojos. Era raro, si no estuviera ebrio, KiBum podría jurar que el tarado alien estaba triste.
—Bueno —dijo, sentándose a su lado—, tendré que superarlo y encontrar otra manera. Eres mi pasatiempo favorito. No te voy a dejar tan fácil.
En otras circunstancias, KiBum se habría reído y después enojado con él. Cada vez que Choi Minho le decía ese tipo de cosas, él reaccionaba dándole un golpe. Pero no esta vez. Esta vez de verdad necesitaba escuchar algo agradable, aún si era de una de las personas que menos le caían bien.
—¿Sabes? —Susurró, apoyando la mejilla en la barra y abrazándose a sí mismo. —A veces me pregunto por qué razón no me gustaste tú —rió—, pero luego te veo y sé porqué.
En vez de contestarle, Minho llamó al barman y pidió un whisky escocés. KiBum aprovechó ese momento para observarlo, y tenía que aceptar que el alto había cambiado para bien. Antes, era un chico larguirucho y sin chiste. Sus ojos, de por sí grandes, en esa época parecían abarcar la mitad de su pequeño rostro. Sus orejas eran de un tamaño considerable y no sobresalían como las de Minseok.
Era un alien.
Se río por ese pensamiento y alzó la cabeza sin dejar de verlo, volviendo a su escrutinio. Ahora aquel cuerpo feo y ligero, se había convertido en uno fuerte, musculoso y deseable. Sus ojos ya no parecían tan grandes y tenía unas cejas hermosamente pobladas. Su nariz era bonita de perfil, aunque no tanto de frente. Tenía una mandíbula fuerte y, conservando su rareza, en su cuello sobresalía su manzana de Adán y una extra más abajo.
Wow, de pronto Minho parecía un ser extraordinario y él tenía que estar perdiendo la razón para pensar eso. Mierda, tal vez debería de dejar de tomar. Sacudió la cabeza y picó el brazo de su acompañante con un dedo, llamando su atención.
—¿Qué? —Dijo Minho frunciendo el ceño y, automáticamente, KiBum lo imitó.
—¿Qué? —Contestó, divertido, ganándose una mirada en blanco. Oh, por Dios, eso lo sorprendió.— ¿Acabas de rodar los ojos? ¿Tú, el hombre hielo Choi Minho?
—Estás ebrio —Minho tomó un trago de su whisky. —La verdad es que me sorprende que puedas ser más estúpido de lo normal.
—¡Yah! —le pegó en el hombro, molesto. —Pues tú eres estúpido sin tener que abrir la boca.
— Sí, claro.
—¡No me des el avión!
—No lo hago —sonrió, alzando una ceja—. De todas formas, ¿por qué estás aquí?
KiBum apretó los dientes y terminó su Tom Collins de un trago. De pronto la rabia aplastó su tristeza, estaba enojado con la vida.
—¡Estoy aquí por culpa del lame culos de tu hermano! —Gritó, haciendo que varias personas voltearan a verlo. —¿Qué? —bramó, taladrándolos con la mirada. Muchos voltearon la cabeza a otro lado, pero los demás fruncieron los labios con desaprobación.
Já, como si le importara una mierda.
—Ya veo —rió Minho—, pero no te pregunté eso. Quiero saber por qué, no por quién.
—Vete a la mierda. Me confundes, no quiero pensar, ¿de acuerdo? Era esto, o ir a tu casa y ver a Minseok para disculparme.
Por el rabillo del ojo, KiBum vio al alto fruncir el ceño.
—¿A disculparte?
—Ajá. Por salir así de su fiesta de compromiso —bufó y abofeteó la madera del bar frente a él. —¿Por qué debería de disculparme de todas formas? Minseok, tú y todos se pueden ir a la mierda. No me voy a disculpar cuando el que terminó con el corazón roto fui yo.
Minho soltó una carcajada, dejándolo estupefacto. ¿Cuándo había sido la última vez que había escuchado una verdadera risa de él? Pff, seguramente nunca, ya que se la pasaba junto a Minseok todo el tiempo y rara vez veía a Minho.
—Esto es tan divertido. Me quedaré y veré que pasa. Creo que será muy interesante.
¿Se estaba divirtiendo con su dolor? ¿Quién rayos se creía que era? Le apuntó con un dedo y se inclinó.
—Te lo he dicho…
Pero no terminó de decir nada y pegó un chillido cuando se tambaleó en el banco alto. Por acto reflejo, agarró el brazo de Minho y se estabilizó. El corazón le palpitaba fuertemente al igual que la cabeza. Su estómago se revolvió cuando vio que el piso no se quedaba quieto.
—Mierda —susurró—, creo que voy a vomitar.
Minho soltó una maldición y lo agarró del pelo, alejándolo de él. KiBum se quejó, pero antes de que pudiera protestar de verdad, un pequeño recipiente fue puesto frente a él. No esperó. Se inclinó y vomitó.
Dios, ¿tan ebrio estaba? Casi pudo jurar que Minho le estaba acariciando el cabello en el lugar donde lo había jalado; pero eso era tan posible como que nevara en verano. Cuando terminó, alejó el cuenco y reclinó la frente en la barra con los ojos llorosos. Qué vergüenza.
—Qué lástima —suspiró Minho—, veo que es hora de irnos.
KiBum alzó la mano, mostrándole el dedo medio. Minho río mientras deslizaba dinero sobre la barra.
—No quiero ir a mi casa —murmuró—. Así que déjame.
—Eso no va a suceder, gato.
—Cállate, alien, deja de llamarme así.
—¡GATO!
—¡Pedazo de mierda!
—¡GATO!
Justo cuando iba a contestar, fue alzado del banco y echado al hombro del alto como si se tratara de un saco de patatas. Pero qué…
—Minho, ¿qué estás haciendo? ¡Bájame! ¡OYE!
Pataleó, pero a cambio recibió una fuerte palmada en el culo. ¡Qué carajos!
—¡Minho, maldito hijo de puta!
—¡Cállate, maldita sea! Te estoy haciendo un favor, ¿de acuerdo? No te llevaré a tu casa, si no a la mía.
Al oír esto, el corazón se le detuvo. ¿A su casa? ¿Acaso había perdido la razón? Estaba en este bar porque no quería ver a Minseok, ¿pero Minho estaba planeando llevarlo a su casa?
—No, no, no, no —balbuceó, intentando fuertemente respirar—. No puedo ir a tu casa… Yo… Minseok. No.
Los brazos de Minho le apretaron con fuerza las piernas, pero la mano que le había dado una palmada permanecía en su trasero.
—Dije a mi casa, no a la de mi hermano —gruñó—. Si te fijaras más en lo que pasa alrededor de mi hermano y no tanto en él, sabrías que vivo solo desde hace dos años.
¿En serio? Al instante se relajó y dejó que lo llevara. Ya no le quedaban fuerzas para discutir, sentía que sus emociones eran un relajo. Quería llorar, quería reír, quería gritar, quería desaparecer de la faz de la tierra.
—¿Por qué nací? —Se preguntó en voz alta.
Minho soltó un bramido de risa.
—Porque tus papás decidieron una noche juntar sus ombligos y…
—Cállate, maldito asqueroso —lo reprendió devolviéndole el golpe en el culo, pero en el fondo se rió.
Cerró los ojos, estaba tan cansado que, antes de que pudiera pensar en otra cosa, se quedó dormido.
Su almohada se sentía extraña y su cama absurdamente cómoda. Estaba tan calientita que no quería abrir los ojos, pero tenía cosas que hacer, ¿no? Creía haber oído a su padre decirle que tenía que arreglar un asunto, pero no recordaba qué era.
Arrugó la frente. ¿Por qué no lo recordaba? Olfateó el aire y se rascó la nariz. ¿Por qué su cuarto olía así? Él no usaba ese perfume.
Se estremeció y se dio la vuelta, moviendo el brazo para poder agarrar su almohada…
¿En dónde estab…?
Tocó algo duro, pero a la vez suave. Piel. Abrió los ojos de golpe y se encontró de frente con Minho, quien tenía cara de haber despertado recién.
¡OHMIDIOSPEROQUÉCARAJOSPASÓANOCHE!
—¿Qué…? —Se sentó, con la intención de salir de la cama, pero se detuvo. Alzó la sábana que lo cubría y se horrorizó al descubrir que estaba completa y absolutamente desnudo.
¡Desnudo!
—Oh, mierda —farfulló.
Ahora sí estaba metido en un buen lío.
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