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Frágil
Prólogo
Las nauseas por el centrado olor a hierro producen una arcada que me dobla en dos, estoy sudando, y todo da vueltas alrededor; no puedo enfocar un punto fijo.
¿Es de noche o estará demasiado oscuro?
Me tambaleo al girar en mi propio eje, y al hacerlo mis tobillos chocan con algo blando, haciéndome caer. El suelo está empapado. De ahí proviene el nefasto olor que da nauseas. Me incorporo con las palmas abiertas apoyadas al suelo. Mis talones se hunden en la suavidad de los glúteos como dos alfileres punzantes al quedar sentado sobre ellos.
Ya no solo escurre sudor por mi mejilla, un líquido espeso cosquillea hasta gotear por mi barbilla, quedando estancado en la playera que no recuerdo haberme puesto.
Al fin mi vista se acostumbra a la oscuridad, pero el asco no se va, persiste, revuelve mis entrañas como si alguien me hubiese agitado igual que a un refresco. Elevo las manos por encima de mi cabeza, al frente de mis ojos entrecerrados en contra de los rayos de luz cadente de luna que se cuelan por la ventana. El líquido es negruzco, pesado, cada gota forma una pequeña mancha concentrada que va difuminándose hasta quedar un vino espumoso en los bordes.
¿Qué es esto?
La sorpresa me obliga a bajar la mirada junto con un terror que enerva en mis venas, colándose por el torrente sanguíneo a una velocidad vertiginosa hasta chocar en mi cerebro, haciendo que todo el mareo que estaba sintiendo se vuelva contra mí y vomite los jugos intestinales. Me quedé completamente vacío.
¿Qué he hecho?
Llevo las manos resbalosas a mi cara, desde la sien al final de la mandíbula. La humedad sigue ahí, el líquido sigue ahí, el rastro abrumador de calor se queda estático sobre mi piel.
En un furioso movimiento limpio mis labios de la rebaba asquerosa y ácida que dejó el vómito, aunque las nauseas prevalecen, haciéndome arquear una y otra, y otra vez, pero ya no hay nada en mi estómago que pueda desechar.
Soy un monstruo.
Con las piernas hechas papilla intento incorporarme, hallando soporte en la pared lisa que va quedando embadurnada de rojo borgoña por mis manos sucias. Busco en todas direcciones algún indicio de compañía, alguna persona que pueda retenerme, algún valiente que me sostenga sin dejarme escapar. Pero no encuentro a nadie, sin embargo, el plástico lacado de color amarillo del teléfono brilla cuando un soplo de viento hace bailar las cortinas vaporosas, llamándome intensamente, y empeño todo mi esfuerzo en ir hasta él, en marcar el número de emergencia sin titubear.
Los tonos me vuelven loco, la voz calmada de la mujer al otro lado me pone histérico, mandando latigazos a mi cabeza.
Él quiere escapar otra vez, tomar el mando para huir como si nada y dejar ahí todo ése desastre, pero los alaridos en mi fuero interno me impulsan. Lo retengo, gobernando el raciocinio. Escuchando a través del tubo como la voz de mujer no ha parado de parlotear. –¿Hola, hola? Si es una broma…
Soy un asesino –digo. Y parece una voz ajena, no la mía, más parecida a la de él; decidida, rebosante de confianza, con una petulancia que me enerva los vellos más finos de la nuca.
Parpadeo un montón de veces, asustado de que haya tomado el control, de verme en tercera persona como cuando él emerge. No puedo moverme, el libre albedrío en mi cuerpo se ha esfumado, ni siquiera puedo alzar un dedo. Estoy encarcelado, viendo, siendo testigo de la atrocidad que está cometiendo sin poder hacer nada.
Frustrado, aterrorizado, estoy hipando como un niño en una esquina distante de mi mente.
Happy Halloween –canturrea contra la bocina para enseguida cortar la llamada a emergencias.
Y tengo la certeza: Es un asesino. Soy un asesino.
______________________________________________________________________________________________________
N.A
Estoy aprendiendo a usar éste cachivache, así que ténganme paciencia queridos –futuros- lectores. Por cierto, sé que es navidad y toda la cosa, pero empezar el fic en un ambiente de Halloween fue tan natural que mandé al diablo al gordo panzón de Santa *les deja besos y abrazos a todos* <3
Las nauseas por el centrado olor a hierro producen una arcada que me dobla en dos, estoy sudando, y todo da vueltas alrededor; no puedo enfocar un punto fijo.
¿Es de noche o estará demasiado oscuro?
Me tambaleo al girar en mi propio eje, y al hacerlo mis tobillos chocan con algo blando, haciéndome caer. El suelo está empapado. De ahí proviene el nefasto olor que da nauseas. Me incorporo con las palmas abiertas apoyadas al suelo. Mis talones se hunden en la suavidad de los glúteos como dos alfileres punzantes al quedar sentado sobre ellos.
Ya no solo escurre sudor por mi mejilla, un líquido espeso cosquillea hasta gotear por mi barbilla, quedando estancado en la playera que no recuerdo haberme puesto.
Al fin mi vista se acostumbra a la oscuridad, pero el asco no se va, persiste, revuelve mis entrañas como si alguien me hubiese agitado igual que a un refresco. Elevo las manos por encima de mi cabeza, al frente de mis ojos entrecerrados en contra de los rayos de luz cadente de luna que se cuelan por la ventana. El líquido es negruzco, pesado, cada gota forma una pequeña mancha concentrada que va difuminándose hasta quedar un vino espumoso en los bordes.
¿Qué es esto?
La sorpresa me obliga a bajar la mirada junto con un terror que enerva en mis venas, colándose por el torrente sanguíneo a una velocidad vertiginosa hasta chocar en mi cerebro, haciendo que todo el mareo que estaba sintiendo se vuelva contra mí y vomite los jugos intestinales. Me quedé completamente vacío.
¿Qué he hecho?
Llevo las manos resbalosas a mi cara, desde la sien al final de la mandíbula. La humedad sigue ahí, el líquido sigue ahí, el rastro abrumador de calor se queda estático sobre mi piel.
En un furioso movimiento limpio mis labios de la rebaba asquerosa y ácida que dejó el vómito, aunque las nauseas prevalecen, haciéndome arquear una y otra, y otra vez, pero ya no hay nada en mi estómago que pueda desechar.
Soy un monstruo.
Con las piernas hechas papilla intento incorporarme, hallando soporte en la pared lisa que va quedando embadurnada de rojo borgoña por mis manos sucias. Busco en todas direcciones algún indicio de compañía, alguna persona que pueda retenerme, algún valiente que me sostenga sin dejarme escapar. Pero no encuentro a nadie, sin embargo, el plástico lacado de color amarillo del teléfono brilla cuando un soplo de viento hace bailar las cortinas vaporosas, llamándome intensamente, y empeño todo mi esfuerzo en ir hasta él, en marcar el número de emergencia sin titubear.
Los tonos me vuelven loco, la voz calmada de la mujer al otro lado me pone histérico, mandando latigazos a mi cabeza.
Él quiere escapar otra vez, tomar el mando para huir como si nada y dejar ahí todo ése desastre, pero los alaridos en mi fuero interno me impulsan. Lo retengo, gobernando el raciocinio. Escuchando a través del tubo como la voz de mujer no ha parado de parlotear. –¿Hola, hola? Si es una broma…
Soy un asesino –digo. Y parece una voz ajena, no la mía, más parecida a la de él; decidida, rebosante de confianza, con una petulancia que me enerva los vellos más finos de la nuca.
Parpadeo un montón de veces, asustado de que haya tomado el control, de verme en tercera persona como cuando él emerge. No puedo moverme, el libre albedrío en mi cuerpo se ha esfumado, ni siquiera puedo alzar un dedo. Estoy encarcelado, viendo, siendo testigo de la atrocidad que está cometiendo sin poder hacer nada.
Frustrado, aterrorizado, estoy hipando como un niño en una esquina distante de mi mente.
Happy Halloween –canturrea contra la bocina para enseguida cortar la llamada a emergencias.
Y tengo la certeza: Es un asesino. Soy un asesino.
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N.A
Estoy aprendiendo a usar éste cachivache, así que ténganme paciencia queridos –futuros- lectores. Por cierto, sé que es navidad y toda la cosa, pero empezar el fic en un ambiente de Halloween fue tan natural que mandé al diablo al gordo panzón de Santa *les deja besos y abrazos a todos* <3
Adenio
SHINee
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