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(Oneshot) Laugh I nearly die
Titulo: Laugh, I nearly die
Autor: LúTachibana
Género: Angst, AU, Oneshot
Parejas: Jongna(?), Lunew
Personajes: Jonghyun (narrador)
Nota: Esto esta un poco muuy depresivo...Si, yo tambien lloré cuando lo volví a leer.
Ah, cierto. Esta historia la publiqué en dos lugares más...por si la ven por ahi, no se preocupen, soy yo (si el autor es Lu Tachibana). Que otra cosa...Ah si, hay muerte de un personaje...
_______________________________
Laugh, I nearly die
La puerta de su habitación se encontraba cerrada, así había estado los últimos 23 días. La única señal de vida que podía ser percibida era la música a todo volumen que salía por las rendijas de la puerta y el constante olor a pizza que se emanaba del interior.
A su familia no parecía incomodarle el hecho de su continua ausencia y mucho menos de que él no hubiera salido de su habitación en los últimos días. De seguro se imaginaban que él se escapaba por la ventana cada noche para ir a beber su correspondiente porción de cerveza en la casa de Jinki, su mejor amigo, o que en el mejor de los casos, se escabullía para encontrarse con Luna, su antigua casi novia, en su auto.
Su madre caminaba por los pasillos cargando una pila de ropa, olfateaba el olor a pizza, hacía un gesto de desaprobación y seguía su camino. Ella pensaba en todas las veces en que se reunía la familia teniendo que mentir sobre la razón de que el lugar de su hijo mayor estuviera vacío. Se había cansado de rogarle que fuera más sociable, de suplicarle que dejara de internarse en su habitación por semanas, de siempre culparse por el extraño comportamiento de su hijo.
Varías noches ella lloraba por su penetrante sentimiento de culpa, se ahogaba en lágrimas sin soltarse de los brazos de su esposo y a veces se lastimaba ella misma pensando que dolor y castigo era lo que merecía por dejar que su pedazo de carne cayera.
Su padre no tenía el valor para acercarse y llamar a la puerta, no tenía el valor siquiera para ver a su hijo a los ojos aquellas contadas veces en que salía de su habitación. A él solo le quedaba consolar a su amada esposa en sollozos y huir de su propio pesar sumergiéndose en arduas horas de trabajo.
El primer día de su periodo de claustro él llegó a casa llorando. Tomó la puerta principal – algo que nunca hacía- , atravesó la sala con las manos cubriéndose el rostro y la mochila cayendo de su hombro, entró a la cocina para llenar la helera con cervezas y comida suficiente para una semana, y subido a su habitación azotando la puerta tras él, comenzó su encerramiento.
El segundo día Luna llamó a su casa argumentando que él no contestaba su móvil, y un día después Jinki se presentó en su casa e intentó razonar con su mejor amigo.
Algo había sucedido, pero no parecía importarle a alguien. Después de tres intentos de comunicación con él, Jinki y Luna se habían rendido por completo.
Pero pasaron los 23 días y la música seguía resonando en la habitación, como el olor a pizza perfumaba todo el ambiente. En sí, nada había cambiado para las personas que se encontraban en el exterior de aquel cuarto, sin embargo en el interior, la ventana se había vuelto a abrir y las cortinas danzaban al ritmo del viento.
Así fue como llegó el siguiente día, cuando inesperadamente la puerta se volvió a abrir, aunque la música siguió sonando y el olor perduró.
El llevaba puesto una playera de Led Zeppelin y encima de ella, una camisa a cuadros de colores neutros, también sus tenis favoritos y un pantalón de mezclilla roto en la rodilla.
Bajó lentamente a la cocina para dejar la helera y se recargó en la barra tomando una manzana.
-Buenos días, mamá – él le saludó
Su madre alzó la mirada lentamente para ver la cara de su hijo y regresó a seguir cortando los vegetales, pero ella no contestó.
-Tenía planeado que fuéramos a comer a un restaurante italiano y a un parque de atracciones – no le importó la falta de respuesta por parte de ella – ya tengo los boletos y la reservación hecha – sonrió viendo hacia la ventana - también he invitado a Jinki y Luna
En primer instante su madre se había quedado sin respiración, su pulso se aceleró y una lágrima le recorrió la mejilla. A pesar de eso, ella decidió no responder y seguir cortando vegetales como robot.
El salió de la cocina con la penetrante mirada de su madre siguiéndole la espalda, de alguna forma él sabía que no se podría negar a sus planes y tenía la certeza de que si no accedían a ir, el iría al restaurante italiano, pediría un gran pastel de chocolate con 20 velas y un plato de espaguetis tamaño familiar solo para el e iría al parque de atracciones solo.
-¿Si irán conmigo? - insistió mientras desayunaban
Nadie le miró y mucho menos le respondieron, pero aun así, él sonrió imaginando la respuesta que él quería escuchar.
-Me pregunto qué harán de mi habitación cuando ya no esté – habló – a mí me gustaría que no se acercaran a partir de hoy, les perdonaría que me dejaran solo esta tarde, pero no lo haría si entraran a mi habitación
Su padre tenía la mirada fija en el plato y apretaba con fuerza la cuchara, pareciera que se desmayaría por el exceso de presión en cualquier momento. Su hermana menor no había tocado el cubierto siquiera, tan solo veía la comida con repulsión. Y su madre sollozaba en silencio, se limpiaba los ojos constantemente y había perdido el apetito, como el resto de su familia. Pero el aun sonreía como si no le importara la situación, comía tranquilamente y contaba una anécdota de cuando iba en primaria y tenía tantas ganas de ir a un parque de atracciones al que fue sin permiso y pidió a un señor que entrara con él.
Tal como su familia se había acostumbrado a su ausencia, él se acostumbró al extraño comportamiento de todos cuando él estaba cerca. Esa era una de las razones por las que él se encerraba regularmente y prefería estar solo.
-Esa vez encontré a un hombre vestido de traje sastre color verde olivo y un sombrero de bombín, me acerqué lentamente y le pedí que me comprara un boleto para subir a la rueda de la fortuna – el seguía contando alegremente – inesperadamente el señor accedió y me llevó de la mano hasta una de las casillas. Aún recuerdo que me compró un algodón de azúcar y me llevó a comer espagueti a un restaurante italiano que estaba cerca del parque – movió la cuchara con aire soñador y suspiró - ¿Saben? Ese fue el mejor cumpleaños de mi vida
Su padre saltó de la silla, azotó la cuchara sobre la mesa y salió de la sala inmediatamente como si tuviera una bomba de tiempo bajo la corbata amarilla con rombos.
-¿Vendrán conmigo hoy? - el volvió a preguntar – Supongo que papá no vendrá, tampoco Onew y Luna quisieron venir... Supongo que hoy no es un buen día – por primera vez su voz se tornó melancólica, pero volvió a su tono natural rápidamente - ¡Pero no importa!
Su madre apretaba fuertemente el pañuelo y su llanto se había hecho más visible.
-¿Por qué lloras madre? - él le preguntó - ¿Lo haces porque te enteraste de que Luna andaba con Onew y conmigo al mismo tiempo? - de nuevo lo dijo tristemente – Yo solo estuve triste los primeros días, pero ahora ya estoy bien, así que debes de animarte
Su hermana alzo la vista unos instantes y miró aterrorizada el rostro sollozante de su hermano mayor fingiendo sonreír.
-¿Que sucede hermana? - la miró extrañado - ¿Querías decir algo? - dejó la cuchara en el plato vacío – Me gustaría volver a escuchar tu voz... ¿Puedes decir tan siquiera una palabra, por favor?
Ella intentó hablar, pero de su boca solo salió un susurro imperceptible seguido de una lágrima.
-Hoy es un día hermoso, aun no sé qué les sucede a todos – él se levantó de la mesa y llevó su plato sucio al lava trates – Gracias por la comida, mamá
El subió a su habitación y salió en unos segundos dejando el estéreo prendido y sin percatarse del penetrante olor a pizza que salía de su cuarto.
En silencio caminó hasta el parque de atracciones al que había ido hace algunos años y esperando al amable señor de traje color verde olivo se sentó en una de las bancas.
En su mente seguían rodando todas las imágenes de su madre y su hermana llorando, de su padre huyendo de él, de Luna compartiendo cama con Onew, del movimiento constante de los discos en el lector y de sus recuerdos con el señor de verde olivo en la rueda de la fortuna.
-Oiga señor – un pequeño niño se le acercó - ¿Le gustaría compartir un algodón de azúcar conmigo?
-¿Vienes solo? - él le preguntó sonriendo como de costumbre
-Sí, señor – el niño miró al piso y entrecerró sus enormes ojos color aceituna – Pero no me siento solo... ¿Usted se siente solo?
-Me sentía antes de que llegaras – el derramó una lágrima sin querer
-¿Que sucede? - se exaltó - ¿Dije algo malo?
-No, solo recordé que tu voz es la primer que escucho en días – se limpió los ojos con la manga de la camisa - ¿Me podrías seguir hablando un rato más?
-Claro señor – el pequeño le sonrió - ¿Quiere subir a la rueda de la fortuna?
Él sonrió.
-¿Qué se siente estar triste? - el niño le preguntó
-Supongo que es como sentir un vacío en el corazón
-¿Como cuando se tiene hambre?
-Justamente como eso – apretó un poco más la mano del niño – Pero es necesario sentirlo, pues solo así podrás valorar cuando te sientas feliz
-¿Usted es feliz?
-En este momento, lo soy – su respirar era calmada y sus lágrimas habían cesado - ¿Tu lo eres?
-Afirmativo, señor – saludó con la manita en la frente – Solo porque usted es el mejor regalo que he tenido en un cumpleaños
-Lo mismo digo yo...
-¿Y su familia?
-Ella es más feliz si no los molesto, aunque me hubiera gustado estar con ellos este día – su melancólico corazón se desnudó una vez más frente al pequeño
-¿Hoy es un día especial?
-Todos los días son especiales – suspiró – pero hoy es tu cumpleaños así que eso lo hace aún más especial
-Señor, debería regresar con su familia y pedirles que suban a la rueda de la fortuna con usted
-En ese caso, deberías pedirle a tus padres y amigos que suban al carrusel juntos
-Eso haré señor – el pequeño sonrió – se lo prometo
El regresó a casa con un pastel de chocolate y veinte velas en la mano. Él iba decidido a pasarla bien con su familia ese día tan especial, intentó olvidar todas aquellas dolorosas imágenes que atormentaban su mente y las sustituyó por las palabras de aquel niño acompañado por el suave sonido de la música que seguía reproduciéndose en su habitación.
-Madre, he traído pastel de chocolate
Ella volvió a quedarse sin palabras, pero el fingió no importarle.
-Pide a papá que coma con nosotros, por favor – le suplicó – sé que a mí no me escuchará
Su padre salió de la estancia inmediatamente como lo hacía siempre.
-Hoy me encontré a un pequeño niño y me pidió que subiéramos a la rueda de la fortuna juntos – dejó el pastel sobre la mesa – Supongo que no te interesa mi platica, perdón, no volverá a pasar
Su madre lo miró con compasión y dolor, pero inmediatamente quitó la vista de él. Ella también huía de él como si fuera una peste.
El tampoco entendía que sucedía, la puerta aún seguía cerrada y la música se escuchaba fuerte y clara. El CD de Led Zeppelin aun giraba en el lector, el olor a pizza aun impregnaba el ambiente.
El no entendía nada.
-Madre, lo siento – el al fin agachó la mirada – me gustaría que hicieras algo por mí...
-¿Que necesitas? - musitó con mucho esfuerzo
-Soplemos las velitas del pastel, solo esta vez, pero...
-¿Quieres algo más?
-¿Puedes apagar la música de mi habitación? - intentó sonreír – Gracias, por este día
Su madre subió sumergida en llanto, caminó por el largo pasillo y se detuvo ante la peste de queso, giró la perilla y todo se transformó en silencio.
Las ventanas estaban abiertas, el viento movía lentamente las cortinas blancas. La cama estaba acomodada perfectamente, como si nadie se hubiera acostado el ella por mucho tiempo, el móvil estaba sobre la almohada y el olor del interior era ocupado por el perfume de las rosas blancas.
En el estéreo no había disco alguno, en la cocina no se encontraba nadie más, pero a un lado de la cama, tendido delicadamente estaba el cuerpo inerte de su hijo, cubierto por rosas blancas de pies a cabeza. A un lado del cuerpo, una pizza y sobre esta, el CD de Led Zeppelin aun con envoltura.
El pensamiento del joven quedó gravado en la cubierta del disco:
“Si tan solo pudiera regresar un día después de mi muerte, me gustaría pasar un día inolvidable, el mejor de todos los que he tenido en vida...”.
______________________________________
Nota final:
La verdad es la primera vez que dejo a alguien leer algo de mis escritos... Ustedes opinen libremente.
Gracias por leer
Autor: LúTachibana
Género: Angst, AU, Oneshot
Parejas: Jongna(?), Lunew
Personajes: Jonghyun (narrador)
Nota: Esto esta un poco muuy depresivo...Si, yo tambien lloré cuando lo volví a leer.
Ah, cierto. Esta historia la publiqué en dos lugares más...por si la ven por ahi, no se preocupen, soy yo (si el autor es Lu Tachibana). Que otra cosa...Ah si, hay muerte de un personaje...
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Laugh, I nearly die
La puerta de su habitación se encontraba cerrada, así había estado los últimos 23 días. La única señal de vida que podía ser percibida era la música a todo volumen que salía por las rendijas de la puerta y el constante olor a pizza que se emanaba del interior.
A su familia no parecía incomodarle el hecho de su continua ausencia y mucho menos de que él no hubiera salido de su habitación en los últimos días. De seguro se imaginaban que él se escapaba por la ventana cada noche para ir a beber su correspondiente porción de cerveza en la casa de Jinki, su mejor amigo, o que en el mejor de los casos, se escabullía para encontrarse con Luna, su antigua casi novia, en su auto.
Su madre caminaba por los pasillos cargando una pila de ropa, olfateaba el olor a pizza, hacía un gesto de desaprobación y seguía su camino. Ella pensaba en todas las veces en que se reunía la familia teniendo que mentir sobre la razón de que el lugar de su hijo mayor estuviera vacío. Se había cansado de rogarle que fuera más sociable, de suplicarle que dejara de internarse en su habitación por semanas, de siempre culparse por el extraño comportamiento de su hijo.
Varías noches ella lloraba por su penetrante sentimiento de culpa, se ahogaba en lágrimas sin soltarse de los brazos de su esposo y a veces se lastimaba ella misma pensando que dolor y castigo era lo que merecía por dejar que su pedazo de carne cayera.
Su padre no tenía el valor para acercarse y llamar a la puerta, no tenía el valor siquiera para ver a su hijo a los ojos aquellas contadas veces en que salía de su habitación. A él solo le quedaba consolar a su amada esposa en sollozos y huir de su propio pesar sumergiéndose en arduas horas de trabajo.
El primer día de su periodo de claustro él llegó a casa llorando. Tomó la puerta principal – algo que nunca hacía- , atravesó la sala con las manos cubriéndose el rostro y la mochila cayendo de su hombro, entró a la cocina para llenar la helera con cervezas y comida suficiente para una semana, y subido a su habitación azotando la puerta tras él, comenzó su encerramiento.
El segundo día Luna llamó a su casa argumentando que él no contestaba su móvil, y un día después Jinki se presentó en su casa e intentó razonar con su mejor amigo.
Algo había sucedido, pero no parecía importarle a alguien. Después de tres intentos de comunicación con él, Jinki y Luna se habían rendido por completo.
Pero pasaron los 23 días y la música seguía resonando en la habitación, como el olor a pizza perfumaba todo el ambiente. En sí, nada había cambiado para las personas que se encontraban en el exterior de aquel cuarto, sin embargo en el interior, la ventana se había vuelto a abrir y las cortinas danzaban al ritmo del viento.
Así fue como llegó el siguiente día, cuando inesperadamente la puerta se volvió a abrir, aunque la música siguió sonando y el olor perduró.
El llevaba puesto una playera de Led Zeppelin y encima de ella, una camisa a cuadros de colores neutros, también sus tenis favoritos y un pantalón de mezclilla roto en la rodilla.
Bajó lentamente a la cocina para dejar la helera y se recargó en la barra tomando una manzana.
-Buenos días, mamá – él le saludó
Su madre alzó la mirada lentamente para ver la cara de su hijo y regresó a seguir cortando los vegetales, pero ella no contestó.
-Tenía planeado que fuéramos a comer a un restaurante italiano y a un parque de atracciones – no le importó la falta de respuesta por parte de ella – ya tengo los boletos y la reservación hecha – sonrió viendo hacia la ventana - también he invitado a Jinki y Luna
En primer instante su madre se había quedado sin respiración, su pulso se aceleró y una lágrima le recorrió la mejilla. A pesar de eso, ella decidió no responder y seguir cortando vegetales como robot.
El salió de la cocina con la penetrante mirada de su madre siguiéndole la espalda, de alguna forma él sabía que no se podría negar a sus planes y tenía la certeza de que si no accedían a ir, el iría al restaurante italiano, pediría un gran pastel de chocolate con 20 velas y un plato de espaguetis tamaño familiar solo para el e iría al parque de atracciones solo.
-¿Si irán conmigo? - insistió mientras desayunaban
Nadie le miró y mucho menos le respondieron, pero aun así, él sonrió imaginando la respuesta que él quería escuchar.
-Me pregunto qué harán de mi habitación cuando ya no esté – habló – a mí me gustaría que no se acercaran a partir de hoy, les perdonaría que me dejaran solo esta tarde, pero no lo haría si entraran a mi habitación
Su padre tenía la mirada fija en el plato y apretaba con fuerza la cuchara, pareciera que se desmayaría por el exceso de presión en cualquier momento. Su hermana menor no había tocado el cubierto siquiera, tan solo veía la comida con repulsión. Y su madre sollozaba en silencio, se limpiaba los ojos constantemente y había perdido el apetito, como el resto de su familia. Pero el aun sonreía como si no le importara la situación, comía tranquilamente y contaba una anécdota de cuando iba en primaria y tenía tantas ganas de ir a un parque de atracciones al que fue sin permiso y pidió a un señor que entrara con él.
Tal como su familia se había acostumbrado a su ausencia, él se acostumbró al extraño comportamiento de todos cuando él estaba cerca. Esa era una de las razones por las que él se encerraba regularmente y prefería estar solo.
-Esa vez encontré a un hombre vestido de traje sastre color verde olivo y un sombrero de bombín, me acerqué lentamente y le pedí que me comprara un boleto para subir a la rueda de la fortuna – el seguía contando alegremente – inesperadamente el señor accedió y me llevó de la mano hasta una de las casillas. Aún recuerdo que me compró un algodón de azúcar y me llevó a comer espagueti a un restaurante italiano que estaba cerca del parque – movió la cuchara con aire soñador y suspiró - ¿Saben? Ese fue el mejor cumpleaños de mi vida
Su padre saltó de la silla, azotó la cuchara sobre la mesa y salió de la sala inmediatamente como si tuviera una bomba de tiempo bajo la corbata amarilla con rombos.
-¿Vendrán conmigo hoy? - el volvió a preguntar – Supongo que papá no vendrá, tampoco Onew y Luna quisieron venir... Supongo que hoy no es un buen día – por primera vez su voz se tornó melancólica, pero volvió a su tono natural rápidamente - ¡Pero no importa!
Su madre apretaba fuertemente el pañuelo y su llanto se había hecho más visible.
-¿Por qué lloras madre? - él le preguntó - ¿Lo haces porque te enteraste de que Luna andaba con Onew y conmigo al mismo tiempo? - de nuevo lo dijo tristemente – Yo solo estuve triste los primeros días, pero ahora ya estoy bien, así que debes de animarte
Su hermana alzo la vista unos instantes y miró aterrorizada el rostro sollozante de su hermano mayor fingiendo sonreír.
-¿Que sucede hermana? - la miró extrañado - ¿Querías decir algo? - dejó la cuchara en el plato vacío – Me gustaría volver a escuchar tu voz... ¿Puedes decir tan siquiera una palabra, por favor?
Ella intentó hablar, pero de su boca solo salió un susurro imperceptible seguido de una lágrima.
-Hoy es un día hermoso, aun no sé qué les sucede a todos – él se levantó de la mesa y llevó su plato sucio al lava trates – Gracias por la comida, mamá
El subió a su habitación y salió en unos segundos dejando el estéreo prendido y sin percatarse del penetrante olor a pizza que salía de su cuarto.
En silencio caminó hasta el parque de atracciones al que había ido hace algunos años y esperando al amable señor de traje color verde olivo se sentó en una de las bancas.
En su mente seguían rodando todas las imágenes de su madre y su hermana llorando, de su padre huyendo de él, de Luna compartiendo cama con Onew, del movimiento constante de los discos en el lector y de sus recuerdos con el señor de verde olivo en la rueda de la fortuna.
-Oiga señor – un pequeño niño se le acercó - ¿Le gustaría compartir un algodón de azúcar conmigo?
-¿Vienes solo? - él le preguntó sonriendo como de costumbre
-Sí, señor – el niño miró al piso y entrecerró sus enormes ojos color aceituna – Pero no me siento solo... ¿Usted se siente solo?
-Me sentía antes de que llegaras – el derramó una lágrima sin querer
-¿Que sucede? - se exaltó - ¿Dije algo malo?
-No, solo recordé que tu voz es la primer que escucho en días – se limpió los ojos con la manga de la camisa - ¿Me podrías seguir hablando un rato más?
-Claro señor – el pequeño le sonrió - ¿Quiere subir a la rueda de la fortuna?
Él sonrió.
-¿Qué se siente estar triste? - el niño le preguntó
-Supongo que es como sentir un vacío en el corazón
-¿Como cuando se tiene hambre?
-Justamente como eso – apretó un poco más la mano del niño – Pero es necesario sentirlo, pues solo así podrás valorar cuando te sientas feliz
-¿Usted es feliz?
-En este momento, lo soy – su respirar era calmada y sus lágrimas habían cesado - ¿Tu lo eres?
-Afirmativo, señor – saludó con la manita en la frente – Solo porque usted es el mejor regalo que he tenido en un cumpleaños
-Lo mismo digo yo...
-¿Y su familia?
-Ella es más feliz si no los molesto, aunque me hubiera gustado estar con ellos este día – su melancólico corazón se desnudó una vez más frente al pequeño
-¿Hoy es un día especial?
-Todos los días son especiales – suspiró – pero hoy es tu cumpleaños así que eso lo hace aún más especial
-Señor, debería regresar con su familia y pedirles que suban a la rueda de la fortuna con usted
-En ese caso, deberías pedirle a tus padres y amigos que suban al carrusel juntos
-Eso haré señor – el pequeño sonrió – se lo prometo
El regresó a casa con un pastel de chocolate y veinte velas en la mano. Él iba decidido a pasarla bien con su familia ese día tan especial, intentó olvidar todas aquellas dolorosas imágenes que atormentaban su mente y las sustituyó por las palabras de aquel niño acompañado por el suave sonido de la música que seguía reproduciéndose en su habitación.
-Madre, he traído pastel de chocolate
Ella volvió a quedarse sin palabras, pero el fingió no importarle.
-Pide a papá que coma con nosotros, por favor – le suplicó – sé que a mí no me escuchará
Su padre salió de la estancia inmediatamente como lo hacía siempre.
-Hoy me encontré a un pequeño niño y me pidió que subiéramos a la rueda de la fortuna juntos – dejó el pastel sobre la mesa – Supongo que no te interesa mi platica, perdón, no volverá a pasar
Su madre lo miró con compasión y dolor, pero inmediatamente quitó la vista de él. Ella también huía de él como si fuera una peste.
El tampoco entendía que sucedía, la puerta aún seguía cerrada y la música se escuchaba fuerte y clara. El CD de Led Zeppelin aun giraba en el lector, el olor a pizza aun impregnaba el ambiente.
El no entendía nada.
-Madre, lo siento – el al fin agachó la mirada – me gustaría que hicieras algo por mí...
-¿Que necesitas? - musitó con mucho esfuerzo
-Soplemos las velitas del pastel, solo esta vez, pero...
-¿Quieres algo más?
-¿Puedes apagar la música de mi habitación? - intentó sonreír – Gracias, por este día
Su madre subió sumergida en llanto, caminó por el largo pasillo y se detuvo ante la peste de queso, giró la perilla y todo se transformó en silencio.
Las ventanas estaban abiertas, el viento movía lentamente las cortinas blancas. La cama estaba acomodada perfectamente, como si nadie se hubiera acostado el ella por mucho tiempo, el móvil estaba sobre la almohada y el olor del interior era ocupado por el perfume de las rosas blancas.
En el estéreo no había disco alguno, en la cocina no se encontraba nadie más, pero a un lado de la cama, tendido delicadamente estaba el cuerpo inerte de su hijo, cubierto por rosas blancas de pies a cabeza. A un lado del cuerpo, una pizza y sobre esta, el CD de Led Zeppelin aun con envoltura.
El pensamiento del joven quedó gravado en la cubierta del disco:
“Si tan solo pudiera regresar un día después de mi muerte, me gustaría pasar un día inolvidable, el mejor de todos los que he tenido en vida...”.
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Nota final:
La verdad es la primera vez que dejo a alguien leer algo de mis escritos... Ustedes opinen libremente.
Gracias por leer
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