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> El fin no justifica los medios < (+17, Lemon) [30/30] + A&Q
Recuerdo del primer mensaje :
Nombre del Fic: El fin no justifica los medios
Nombre de las autoras: DulChoc! y Lady Akari
Tipo o genero: Yaoi, drama, gore, violencia...
Duracion: Indefinido
Advertencia: (+17)
Personajes: SHINee, SuJu, algunos de EXO... ect
Otros: Se está publicando en otros foros también.
¡Hola a tod@s! Aquí les traemos este fic, que es el resultado de la colaboración de DulChoc! y Lady Akari. Esperemos que os guste, porque esperamos seguir trabajando juntas como Dongmaeng en el futuro. Gracias a tod@ <3
~~ Continuará ~~
Nombre del Fic: El fin no justifica los medios
Nombre de las autoras: DulChoc! y Lady Akari
Tipo o genero: Yaoi, drama, gore, violencia...
Duracion: Indefinido
Advertencia: (+17)
Personajes: SHINee, SuJu, algunos de EXO... ect
Otros: Se está publicando en otros foros también.
¡Hola a tod@s! Aquí les traemos este fic, que es el resultado de la colaboración de DulChoc! y Lady Akari. Esperemos que os guste, porque esperamos seguir trabajando juntas como Dongmaeng en el futuro. Gracias a tod@ <3
Cuando alguien te arrebata lo que más quieres, tu vida se ve arruinada. Cuando miras a tu alrededor y no hay nadie, un vacío se apodera de ti. Solo un sentimiento prevalece en ese cúmulo de remordimientos, tristeza, impotencia, dolor… La Venganza. Poco a poco se apodera de tu cuerpo, cegándote por completo, haciéndote ver que tu único objetivo, es acabar con su existencia. La incesante búsqueda no finalizará hasta haber derramado la última gota de sangre.
‘’Morirás, será mi última voluntad’’
~~ Continuará ~~
Última edición por ~ Dongmaeng ~ el Mar Abr 01, 2014 3:01 pm, editado 12 veces
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
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> El fin no justifica los medios < (+17, Lemon) [Capítulo 18]
¡Hola! Por fin aquí el capítulo 18 :3 Esperamos que lo disfruten <3
CAPÍTULO 18
Sin ser conscientes del paso del tiempo, la noche llegó, y con ello, la marcha de dos. La habitación llena de cables y aparatos electrónicos, estaba ocupada por los demás. De un momento para otro el aire se volvió frío como el hielo y silencioso como la muerte. Nuevamente sus venas se llenaban de sangre transformada en ira, sus ojos en fuegos y sus almas, ansiaban la sangre:
- Que comience el juego- murmuró el líder con una enorme sonrisa en su rostro.
Ambos chicos pusieron rumbo con paso ligero hacia el bar. Aún no podía creer que después de tantos años, aún siguieran realizándose esas batallas ilegales y, lo que era peor, que no las hubieran descubierto. Todavía había gente sufriendo por ese hecho, familias que perdían a sus hijos, o pequeños que veían como sus padres eran asesinados por negarse a vender a sus hijos. Solo de pensarlo, su sangre hervía, pues él había sido uno de esos. Le habían arrebatado a su familia y lo obligaron a matar los lazos de hermandad que había creado con el resto de jóvenes. Algo inhumano que debía ser detenido inmediatamente:
- ¿Tienes algo en mente? –le preguntó su compañero.
Negó:
- Todavía no lo sé, pero lo que sí sé es que tenemos que acabar con ellos, antes de que llegue la final –dijo seriamente.
- ¿Qué pasa en la final?
- Es una selección, a quien gane en el último combate, se lo llevarán a la isla de la Arena, dónde competirán de una forma internacional. Allí es dónde comienza la verdadera masacre, pero a los que pierden en las preliminares, los encierran en un cuarto y les prenden fuego, para no dejar huellas.
- O sea que es ganar o morir –su voz sonaba ronca.
- Exacto, justamente como lo has dicho…
El moreno notó su semblante, se estaba perdiendo en sus recuerdos de nuevo, pero eso no le haría bien:
- Minho –captó su atención- los salvaremos, te lo prometo.
- Gracias, hyung –una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
En pocos minutos más, se pararon en frente de la puerta de ese lugar. Minho suspiró profundamente. Jonghyun lo miró buscando su indicación. Este asintió y entraron. Una vez traspasaron esa puerta, sus semblantes cambiaron drásticamente. De esa entrada hacia adelante eran otras personas, otras identidades. Había comenzado la función.
Tuvieron que hacer un severo esfuerzo para no torcer la boca del asco que les producía aquel lugar. El olor a cerveza y a tabaco inundaba sus fosas nasales y las voces roncas del lugar retumbaban en sus cabezas con cada carcajada. El ambiente apestaba a dinero, hipocresía, negocio, insensibilidad…
- Vaya vaya, ¿qué tenemos aquí? –dijo un hombre que dormía con billetes en invierno- ¿sois nuevos verdad?
- ¿Lo parecemos? –sonrió de lado el moreno.
El hombre soltó una carcajada:
- Nunca había visto vuestras caras por aquí –soltó el humo de lo que venía fumando- ¿quiénes sois?
- Mi nombre es Junghwa y este es mi socio Minkyung, estamos buscando algo de diversión, el dinero en casa se aburre mucho.
- Entonces creo que habéis venido al lugar adecuado –volvió a reír- seguidme.
Comenzaron a seguir a aquel individuo a una distancia prudente, tampoco había que confiarse. Los guió por una extraño pasillo al fondo del local, hasta llegar a lo que parecía ser un ‘’sin salida’’. Un cuadro se situaba a lo largo de la pared doblando sus alturas. El hombre alargó su brazo hasta el interruptor de la luz, y en vez de iluminarse, el cuadro comenzó a elevarse como si fuera una puerta automática. Intentaron no parecer sorprendidos y continuaron caminando hacia la profundidad de la nueva entrada. Empezaron a oír mucho bullicio hacia el fondo. Innumerables voces hacían eco en aquel oscuro túnel hasta que por fin, la imagen se aclaró cuando atravesaron el final. Aquello era como un estadio. Las gradas hacían una forma rectangular alrededor de aquella enorme jaula que parecía ser el terreno de lucha. Las personas aplaudían eufóricos y esperaban impacientes a algo. Analizaron el lugar rápidamente, echando un vistazo detallado a todo el lugar que se ocultaba bajo la fachada del bar:
- Bienvenidos a las batallas del inframundo –dio otra calada- en este caso tratamos con niños, es más divertido criarlos y hacer que se enfrenten. Es lo que gusta.
Aquellas palabras eran ácido para el alto. Jonghyun notó como él se estaba tensando de la rabia que estaba sintiendo, tenía la sensación de que en cualquier momento se lanzaría a su cuello.
Se mordió el labio inferior nervioso, impaciente. Daba vueltas y más vueltas en el reducido lugar. Sus pensamientos rozaban el peligro de lo que podía suceder. Se imaginaba muertes y batallas inimaginables, terribles cuerpos sin rostro, ventas y guerras horribles. Sacudió la cabeza molesto y triste:
- ¿Y si...?- susurró.
Dejó caer su cuerpo, quedando así de piernas cruzadas. Sus manos temblaban:
- ¿Taeminnie?
Escuchó como los pasos, que antes habían sido inaudibles, se acercaban:
- ¿Qué te pasa?- le dijo tocando su mejilla.
- ¿Y si les ocurre algo...?- murmuró.
El rubio sonrió, sintiendo esa calidez que solo el pequeño transmitía. Le alargó la mano, ofreciéndole que la cogiera:
- Vamos, no seas tonto. Tus hyungs son muy listos y están muy bien preparados para cualquier imprevisto- añadió a su mirada segura.
El menor se quedó unos segundos mirándolo con inseguridad. Tomó la mano y asintió:
- Tienes razón.
El rubio sonrió y le guiñó un ojo:
- Lo peor que puede suceder es que se pierdan de camino- dijo bromeando con el maknae.
Este se carcajeo:
- Es muy posible que ocurra eso- comentó el líder que pasaba por allí.
- No son tú- le gritó Tae entre risas.
Intentó iniciar la conversación para que el hombre no notara la expresión de su amigo:
- Así que estás son las famosas peleas de niños, interesante –dijo volviendo otra vez la vista al lugar a las gradas repletas.
- Veo que tienes buen gusto. ¿Te interesaría apostar?
- ¿De qué manera se podría apostar en estas peleas? –toda información detallada sería bienvenida.
- Es muy sencillo, así que te lo explicaré, pero prefiero que aquí no, se me está haciendo difícil el hablarles con tanto ruido. Espérenme aquí, voy a buscar una sala que esté libre con vistas desde lo alto. Allí podremos hablar tranquilamente.
- Concuerdo, esperaremos.
Una vez que se aseguró de que ya no estaba a la vista, se giró a su compañero:
- Minho, ¿estás bien?
- Yo…sí, lo estoy.
- Tranquilo, saldremos lo antes posible.
- Hyung…tenemos que detener la pelea.
- ¿Va a haber una ahora?
El alto asintió:
- Y quedará poco para que comience, por eso ese se ha ido, previendo lo que va a dar comienzo.
- Entiendo, está bien. La detendremos, no sé cómo pero lo haremos antes de que acaben.
Creía en sus palabras, aunque todavía no tuvieran un plan, creía en su hyung:
- Señores, por aquí –les indicó un guardia.
Sin entender nada, lo siguieron y tras pasar unos lujosos pasillos y numerosas habitaciones, se pararon delante de una de ellas:
- Adelante –les dijo abriendo la puerta.
Se adentraron en aquella sala que solo contaba con unos lujosos sillones, una televisión, una barra y una mesa al lado de una enorme cristalera que dejaban ver el mismo panorama que segundos antes veían, pero desde otra perspectiva:
- Siéntense caballeros –les invitó sirviéndoles una copa de vino.
- Muchas gracias.
Hicieron lo pedido y se dispusieron a hablar:
- Este negocio es sencillo. Aquí los mocosos son como piedras, la más dura, será la vencedora. Tú compras piedras y con suerte conseguirás una dura que ganará para ti millones con las apuestas de los aficionados a estas luchas. Cada vez que apuesten por tu piedra, te llevarás un cincuenta y cinco por ciento del dinero que se acumula en el bote. Digamos que esto son las fases menores. Cada vez que ganes un torneo completo, sumarás puntos y prestigios en la casa de apuestas internacional, pudiendo destacar. Cuando se celebre la competición estatal, los que más puntos tengan acumulados por sus batallas, son elegidos para llevarlo a La Arena, la isla de batallas por excelencia. Allí mocosos de todo tipo, son llevados a convivir en la misma casa hasta que comiencen las peleas y son elegidos aleatoriamente para luchar.
- Así que puntos… –sonrió- ¿Qué pasará si mis piedras no llegan a la competición estatal o se pierden por el camino?
- Se desintegran –ahí estaba otra vez su maltita risa
.
El alto cerró los puños debajo de la mesa, indignado:
- ¿Me puede indicar dónde está el baño?
- Claro, baja por las escaleras de la derecha y en la primera entrada gire a la izquierda, encontrará otra sala parecida a esta, pues siga recto y vuelva a bajar. La primera a la derecha.
- Muchas gracias, con vuestro permiso –dijo para salir de allí.
- ¿Se encuentra bien tú socio?
- Sí, es solo que anoche volvió tarde de un asunto y no ha dormido bien.
- Entiendo, la vida del empresario –sonrió bebiendo de su copa.
- A lo que íbamos, ¿cómo puedo comprar piedras? –así le era más fácil preguntar.
- Pues le puedo traer una lista de los que están en venta o alguno que quiera en especial.
- ¿Se pueden comprar los vendidos? –afiló la mirada.
- Muy astuto, buena pregunta. Sí puedes, pero el precio de ellos ya dependerá del propietario.
- Me imaginaba. Aproximadamente, ¿cuántos apostadores hay en este campo?
- Aquí hay registrados unos cuarenta y ocho más o menos y suelen tener tres piedras o cuatro, depende del dinero que les generen. El ganador internacional lleva cuatro años consecutivos arrebatando premios y se rumorea que en esta final se presentará aquí.
- ¿Y por qué aquí?
- Va viajando por todo el país ganando prestigio.
- Tiene que ser muy fuerte.
- Desde luego, nunca había visto a un niño pelear como lo hace él.
- ¿Cuántos años tiene más o menos?
- Creo que unos nueve, una futura promesa.
El peliblanco balanceó su copa y la llevó a sus labios para dar otro trago más:
- Mire allí, va a empezar la pelea.
Se tensó. Observó como de las dos bocas negras de los laterales salían dos niños y cómo estos eran armados, y llevados a la entrada de la jaula. Los empujaron al interior y cerraron la puerta ambas puertas con una candado. Jonghyun se estremeció ante la situación. Tenía que ser horrible lo que estaban pasando en aquel momento. Esa sensación de miedo, de tener que pelear por tu vida en la época en la que nos encontrábamos, ¿por qué alguien tenía que decidir por ellos?
- Me interesan esos dos –habló rápidamente.
- ¿Aún no han empezado a luchar y ya los quieres? Te estás apresurando.
- Tengo buen ojo, aunque ahora no puedan llegar a mucho, sé de lo que son capaces –sonrió.
- ¿Los quiere entonces?
- Así es, así que detenga la pelea y hable con los propietarios.
- Aprendes rápido, esa es la actitud –dijo pulsando un botón.
- ¡Demanda! ¡Fuera esos dos! –gritó pro el altavoz.
La gente comenzó a abuchear, pues le habían fastidiado la pelea esa noche:
- Pregúntales a cuánto los vende.
- Cómo ordene, salió el hombre de la habitación.
Estaba aturdido. Entró en aquel pasillo de espacios reducidos e intentó tomar aire. Lo recorrió, cada vez más adentro. De vez en cuando se encontraba a algún ricachón por el camino. Suspiraba por cada vez que entraba en un nuevo pasillo, pareciera que estaba en un pasadizo:
- Solo quiero ir al baño- se dijo realmente molesto.
Pasó un nuevo mural y escuchó un extraño ruido. Se le asemejaba a un llanto. Agudizó el oído y lo siguió, oyéndolo cada vez con más fuerza. Sintió un escalofrío al escucharlo más. Era un llanto inundado de tristeza, de miedo y dolor. Entonces lo vio. Un dulce niño, de tal vez unos siete años, llorando. Su corazón se nubló. Ver a ese pequeño de esa manera... le había roto el alma:
- No no no- se acercó a él corriendo-. No llores, pequeño.
El menor se asustó ante la vista de ese hombre alto y de ojos grandes.
- Shhh- le dijo poniendo su dedo índice en sus labios-. No digas nada- le susurró.
El niño de ojos inocentes almendrados se detuvo y miró sin comprender al mayor.
- No llores, ¿sí?- le dijo intentando aparentar una sonrisa tranquila.
- Pero, yo-
Su voz se quebró, dando a más lágrimas ácidas. Sonrió y lo abrazó, teniendo al niño estático entre sus brazos:
- Me llamo Minho- le dijo.
Y lo abrazó, contestando aquel abrazo que durante meses no había recibido, un abrazo repleto de cariño, de amor y humanidad:
- Yo me llamo Jung- habló muy bajito.
Se separaron y el alto se deshizo de las lágrimas que el adorable Jung tenía en su rostro:
- ¿Por qué lloras?- le preguntó.
Era una pregunta obvia y sin sentido, pero ese llanto, no era solo por estar allí, algo más había tras ello:
- Tengo miedo- habló mirando al suelo.
Se quedaron en silencio unos segundos. Era sumamente puro como el cielo:
- Ese señor es malo- dijo con odio en sus ojos.
El moreno se asombró. Jamás creyó que ese enano pudiera sentir tal sentimiento:
- ¿Por qué es malo?- le preguntó.
Quería saber más:
- Quiere que haga eso- mordió su labio con fuerza, con rabia e ira.
Parecía que se lo iba a arrancar. Levantó su mano y acarició la mejilla de este:
- Te vas a hacer daño- le dijo.
El menor suspiró y se dejó caer, sentándose en el suelo de piernas cruzadas:
- No quiero hacerlo- susurró.
- ¿El qué?
Le dolía:
- -No quiero pelear contra él- una lágrima se escapó.
Se sentó junto a él, quedando frente a frente:
- ¿Quién es él?- le dijo intentando no parecer afectado por sus palabras, por su dolor.
- Mi he-
- ¡Jung!- oyeron ambos, siendo interrumpido.
El pequeño sonrió y se levantó con lágrimas rápidas recorriendo su rostro:
- ¿Estás bien, enano?- le preguntó el niño que parecía tener como dos años más que Jung.
Este asintió dándole un abrazo:
- ¿Qué haces aquí?- le preguntó en llanto.
- Me he escapado- le dijo autoritario.
El alto sonrió. Ese niño era un real hermano mayor. Acarició al menor que aún lo abrazaba, y se fijó en el moreno:
- ¿Quién es usted?- le preguntó alejándose con Jung.
- Se llama Minho- tomó el habla el menor-. Es un señor muy agradable.
El cara rana quiso reír, jamás lo habían llamado señor:
- No es agradable cuando se encuentra en este lugar- le dijo a su hermano.
Tenía razón. Nadie que estuviera allí era agradable. A lo lejos se apreciaron unas voces profundas y altas. Los pequeños se asustaron como si las conocieran a la perfección:
- Qué hacemos, Yong?- preguntó el menor temblando y mirando donde provenían los pasos.
El mayor de ambos miró para todos lados, tomó la mano de Jung y antes de comenzar a correr en dirección opuesta el alto los agarró de la mano:
- Vamos, seguidme- les dijo.
Yong dudó, pero se dejó llevar. Los tres recorrieron los pasillos en silencio, intentando aparentar normalidad. Vieron un pequeño hueco y se escondieron ahí. Escucharon como los pasos se aproximaban y como con la misma se alejaban. Suspiraron de alivio:
- Gracias- dijo el mayor.
- Nada- le dijo Minho.
Sonrieron:
- Sabéis, yo también estuve como ustedes- les contó.
Los menores se sorprendieron:
- ¿Y cómo...?-no terminó la pregunta.
- Escapé- respondió-. Y yo, os ayudaré a ustedes a hacer lo mismo.
Y entonces, como si de un milagro se tratara, en el rostro de ambos niños se recreó una sonrisa llena de esperanzas y alegría. Porque esos niños querían salir de allí, vivir sus vidas y ser alguien. Vivir una vida llena de felicidad. Ellos también tenían derecho y el alto no iba a quitárselo. Sonrió al igual que ellos, dejando que una lágrima escapara veloz de su ojo derecho.
- ¿Seguro que te los quieres llevar? Es un precio elevado el de ambos y no es que dude de ti, pero no parece que lleguen a mucho.
- Yo sé lo que hago.
Los niños lo miraban un poco temerosos, ¿otro amo? No querían seguir luchando, esta noche se habían salvado gracias a ese curioso señor con el pelo blanco y cara de dinosaurio, pero ¿hasta cuándo?
- Está bien, pues iré a pedirles el número de cuenta a los dos, mientras tanto rellena estos documentos –le dio un bolígrafo.
El peliblanco obedeció y se volvió a sentar para concluir su tarea. Cuando el señor abandonó la sala nuevamente, los pequeños miraban atentos al mayor. Jonghyun los miró tiernamente y les dedicó una cálida sonrisa:
- Pueden sentarse –les señaló el sillón.
- ¿Nos lo permite amo? –estaban sorprendidos.
- Claro, pero no me llamen así, me llamo Jonghyun-este miró para todos lados- shh… es un secreto.
Los niños lo miraron divertidos y se sentaron. El menor de todos se acostó en las piernas del mayor de ellos y este último, le acariciaba los cabellos suavemente. El moreno se enterneció por la escena, le recordaba a él con su pequeño cuando eran como ellos. Definitivamente los iba a sacar de aquí. El peliblanco se levantó y se acercó. Se arrodilló a su altura y les acarició la mejilla tranquilizándolos:
- Les sacaré de aquí, ¿vale?
- ¿Cómo que sacarnos? –preguntó el menor quien estaba acostado.
- ¿No nos estás comprando ahora?
- Digámoslo así, pero se acabó el luchar.
- No lo entiendo am…
Él lo miró seriamente:
- Digo… ¿hyung? –probó suerte.
- Mucho mejor.
- ¿Seremos libres? –preguntó ahora el mayor.
Asintió:
- ¿No nos miente? –les brillaban los ojos.
- No, dentro de nada, estarán fuera de aquí –les guiñó el ojo- y ahora si me perdonan, atenderé la llamada.
Se levantó y sacó su móvil que vibraba:
- ¿Minho? ¿Dónde estás?
- Hyung, he encontrado a dos hermanos, tenemos que sacarlos de aquí, mañana los harán luchar.
- Entiendo, dime sus nombres.
- Yong y Jung.
- Está bien, sal con ellos y recoge a los otros dos, te estarán esperando en la entrada.
Según colgó, el hombre hizo acto de presencia:
- Toma aquí tienes –le extendió un papel.
- Gracias, ¿le pudo solicitar otra compra?
- Por supuesto, dime.
- Los hermanos Yong y Jung.
- Bien, iré a hablar con los propietarios.
- Antes de que te vayas, ¿mi socio puede llevárselos a los cuatro ya?
- Claro, si ya los tiene, sí.
- Bien.
- Vuelvo en seguida.
- Esos hermanos son los que compiten mañana, ¿verdad? –preguntó uno de los pequeños.
- Así es.
- ¿También los salvará?
Asintió:
- ¿No es mucho dinero eso? –preguntó inocente el menor.
Jonghyun sonrió:
- Lo importante es que estaréis a salvo, no os preocupéis por eso. Ahora os iréis con ese amable señor que está en la puerta –dijo intentando sonar creíble- os llevará a la entrada y allí os encontraréis con un amigo mío y dos niños más. Él los sacará de aquí, ¿sí?
- ¿Y tú? –sonó preocupado el mayor.
- Yo les veré más tarde. Ahora vayan –le sonrió.
Colgó y se guardó el móvil en el bolsillo trasero del pantalón:
- De acuerdo- dijo saliendo del hueco-. Nos vamos- les dijo a los niños.
Estos lo miraron sin comprender:
- ¿Cómo?- preguntó el menor.
El alto sonrió y les ofreció la mano:
- Creed en mí.
Ambos salieron sin tomar su mano:
- No- dijo Yong-. No puedo confiar en ti- habló.
Vio como se alejaron de él:
- Dime una cosa, Yong- comenzó a decir. Aún continuaban caminando-. ¿Qué prefieres, confiar en mí o pelear en esa jaula a muerte?- le preguntó sin compasión alguna.
Fuertes palabras para esos niños. El mayor de ellos se paró y apretó fuertemente su puño, intentando poder escapar de allí, soltando la ira que tenía reprimida durante años:
- Hyung...- dijo Jung.
El pequeño intentaba mirar a su hermano, pero no lo dejaba. Seguía con su rostro mirando al suelo, con su puño apretado y su cuerpo con continuos temblores:
- Lo sé- dijo alzando la voz. Estaba llorando-. ¿Pero qué puedo hacer?- se preguntó-. Esos malditos me trajeron aquí- dijo llorando más. Miró al frente, a los asolados pasillos-. ¡Trajeron a mi hermano!- chilló desgarradoramente.
Sintió como ese pequeño le había trasmitido ese dolor, como le había hecho recordar aquellos tiempos nuevamente.
Escuchó más lágrimas. Ambos lloraban, ahora el pequeño también. Sonrió dominado por esos dos seres. Fue a ellos y se puso delante:
- Escúchame, Yong- le pidió-. Yo sé lo que sientes. Te pido, es más, te ruego, que vengas conmigo. Por tu hermano, por ti.
Este miró los ojos grandes del alto y asintió ante ellos:
- Lo haré- dijo.
El menor se quedó en silencio viendo la escena y entonces fue a los brazos del alto:
- Eres un ángel, ajusshi Minho- dijo con una sonrisa aún abrazándolo.
Rió:
- Llámenme hyung, no soy tan viejo- dijo con un puchero que ablandó el corazón del mayor.
- ¿Podemos irnos ya?- preguntó avergonzado por las lágrimas que había dejado salir.
Jung soltó a Minho y tomó la mano de su hermano:
- Vamonos, hyung.
El alto asintió y los hizo pasar ante él, no quería perderles la vista. Solo tenía que hablar con el guardia y que les dieran a los otros dos pequeños, para poder marcharse de allí. Se fijó en las manos de los niños. Ambas unidas, una temblaba y la otra se encontraba llena de marcas. Marcas de guerra. Dejó de mirarlas, no quería recordar aquellos tiempos, y mucho menos imaginarle dentro de esa jaula.
CAPÍTULO 18
Sin ser conscientes del paso del tiempo, la noche llegó, y con ello, la marcha de dos. La habitación llena de cables y aparatos electrónicos, estaba ocupada por los demás. De un momento para otro el aire se volvió frío como el hielo y silencioso como la muerte. Nuevamente sus venas se llenaban de sangre transformada en ira, sus ojos en fuegos y sus almas, ansiaban la sangre:
- Que comience el juego- murmuró el líder con una enorme sonrisa en su rostro.
Ambos chicos pusieron rumbo con paso ligero hacia el bar. Aún no podía creer que después de tantos años, aún siguieran realizándose esas batallas ilegales y, lo que era peor, que no las hubieran descubierto. Todavía había gente sufriendo por ese hecho, familias que perdían a sus hijos, o pequeños que veían como sus padres eran asesinados por negarse a vender a sus hijos. Solo de pensarlo, su sangre hervía, pues él había sido uno de esos. Le habían arrebatado a su familia y lo obligaron a matar los lazos de hermandad que había creado con el resto de jóvenes. Algo inhumano que debía ser detenido inmediatamente:
- ¿Tienes algo en mente? –le preguntó su compañero.
Negó:
- Todavía no lo sé, pero lo que sí sé es que tenemos que acabar con ellos, antes de que llegue la final –dijo seriamente.
- ¿Qué pasa en la final?
- Es una selección, a quien gane en el último combate, se lo llevarán a la isla de la Arena, dónde competirán de una forma internacional. Allí es dónde comienza la verdadera masacre, pero a los que pierden en las preliminares, los encierran en un cuarto y les prenden fuego, para no dejar huellas.
- O sea que es ganar o morir –su voz sonaba ronca.
- Exacto, justamente como lo has dicho…
El moreno notó su semblante, se estaba perdiendo en sus recuerdos de nuevo, pero eso no le haría bien:
- Minho –captó su atención- los salvaremos, te lo prometo.
- Gracias, hyung –una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
En pocos minutos más, se pararon en frente de la puerta de ese lugar. Minho suspiró profundamente. Jonghyun lo miró buscando su indicación. Este asintió y entraron. Una vez traspasaron esa puerta, sus semblantes cambiaron drásticamente. De esa entrada hacia adelante eran otras personas, otras identidades. Había comenzado la función.
Tuvieron que hacer un severo esfuerzo para no torcer la boca del asco que les producía aquel lugar. El olor a cerveza y a tabaco inundaba sus fosas nasales y las voces roncas del lugar retumbaban en sus cabezas con cada carcajada. El ambiente apestaba a dinero, hipocresía, negocio, insensibilidad…
- Vaya vaya, ¿qué tenemos aquí? –dijo un hombre que dormía con billetes en invierno- ¿sois nuevos verdad?
- ¿Lo parecemos? –sonrió de lado el moreno.
El hombre soltó una carcajada:
- Nunca había visto vuestras caras por aquí –soltó el humo de lo que venía fumando- ¿quiénes sois?
- Mi nombre es Junghwa y este es mi socio Minkyung, estamos buscando algo de diversión, el dinero en casa se aburre mucho.
- Entonces creo que habéis venido al lugar adecuado –volvió a reír- seguidme.
Comenzaron a seguir a aquel individuo a una distancia prudente, tampoco había que confiarse. Los guió por una extraño pasillo al fondo del local, hasta llegar a lo que parecía ser un ‘’sin salida’’. Un cuadro se situaba a lo largo de la pared doblando sus alturas. El hombre alargó su brazo hasta el interruptor de la luz, y en vez de iluminarse, el cuadro comenzó a elevarse como si fuera una puerta automática. Intentaron no parecer sorprendidos y continuaron caminando hacia la profundidad de la nueva entrada. Empezaron a oír mucho bullicio hacia el fondo. Innumerables voces hacían eco en aquel oscuro túnel hasta que por fin, la imagen se aclaró cuando atravesaron el final. Aquello era como un estadio. Las gradas hacían una forma rectangular alrededor de aquella enorme jaula que parecía ser el terreno de lucha. Las personas aplaudían eufóricos y esperaban impacientes a algo. Analizaron el lugar rápidamente, echando un vistazo detallado a todo el lugar que se ocultaba bajo la fachada del bar:
- Bienvenidos a las batallas del inframundo –dio otra calada- en este caso tratamos con niños, es más divertido criarlos y hacer que se enfrenten. Es lo que gusta.
Aquellas palabras eran ácido para el alto. Jonghyun notó como él se estaba tensando de la rabia que estaba sintiendo, tenía la sensación de que en cualquier momento se lanzaría a su cuello.
Se mordió el labio inferior nervioso, impaciente. Daba vueltas y más vueltas en el reducido lugar. Sus pensamientos rozaban el peligro de lo que podía suceder. Se imaginaba muertes y batallas inimaginables, terribles cuerpos sin rostro, ventas y guerras horribles. Sacudió la cabeza molesto y triste:
- ¿Y si...?- susurró.
Dejó caer su cuerpo, quedando así de piernas cruzadas. Sus manos temblaban:
- ¿Taeminnie?
Escuchó como los pasos, que antes habían sido inaudibles, se acercaban:
- ¿Qué te pasa?- le dijo tocando su mejilla.
- ¿Y si les ocurre algo...?- murmuró.
El rubio sonrió, sintiendo esa calidez que solo el pequeño transmitía. Le alargó la mano, ofreciéndole que la cogiera:
- Vamos, no seas tonto. Tus hyungs son muy listos y están muy bien preparados para cualquier imprevisto- añadió a su mirada segura.
El menor se quedó unos segundos mirándolo con inseguridad. Tomó la mano y asintió:
- Tienes razón.
El rubio sonrió y le guiñó un ojo:
- Lo peor que puede suceder es que se pierdan de camino- dijo bromeando con el maknae.
Este se carcajeo:
- Es muy posible que ocurra eso- comentó el líder que pasaba por allí.
- No son tú- le gritó Tae entre risas.
Intentó iniciar la conversación para que el hombre no notara la expresión de su amigo:
- Así que estás son las famosas peleas de niños, interesante –dijo volviendo otra vez la vista al lugar a las gradas repletas.
- Veo que tienes buen gusto. ¿Te interesaría apostar?
- ¿De qué manera se podría apostar en estas peleas? –toda información detallada sería bienvenida.
- Es muy sencillo, así que te lo explicaré, pero prefiero que aquí no, se me está haciendo difícil el hablarles con tanto ruido. Espérenme aquí, voy a buscar una sala que esté libre con vistas desde lo alto. Allí podremos hablar tranquilamente.
- Concuerdo, esperaremos.
Una vez que se aseguró de que ya no estaba a la vista, se giró a su compañero:
- Minho, ¿estás bien?
- Yo…sí, lo estoy.
- Tranquilo, saldremos lo antes posible.
- Hyung…tenemos que detener la pelea.
- ¿Va a haber una ahora?
El alto asintió:
- Y quedará poco para que comience, por eso ese se ha ido, previendo lo que va a dar comienzo.
- Entiendo, está bien. La detendremos, no sé cómo pero lo haremos antes de que acaben.
Creía en sus palabras, aunque todavía no tuvieran un plan, creía en su hyung:
- Señores, por aquí –les indicó un guardia.
Sin entender nada, lo siguieron y tras pasar unos lujosos pasillos y numerosas habitaciones, se pararon delante de una de ellas:
- Adelante –les dijo abriendo la puerta.
Se adentraron en aquella sala que solo contaba con unos lujosos sillones, una televisión, una barra y una mesa al lado de una enorme cristalera que dejaban ver el mismo panorama que segundos antes veían, pero desde otra perspectiva:
- Siéntense caballeros –les invitó sirviéndoles una copa de vino.
- Muchas gracias.
Hicieron lo pedido y se dispusieron a hablar:
- Este negocio es sencillo. Aquí los mocosos son como piedras, la más dura, será la vencedora. Tú compras piedras y con suerte conseguirás una dura que ganará para ti millones con las apuestas de los aficionados a estas luchas. Cada vez que apuesten por tu piedra, te llevarás un cincuenta y cinco por ciento del dinero que se acumula en el bote. Digamos que esto son las fases menores. Cada vez que ganes un torneo completo, sumarás puntos y prestigios en la casa de apuestas internacional, pudiendo destacar. Cuando se celebre la competición estatal, los que más puntos tengan acumulados por sus batallas, son elegidos para llevarlo a La Arena, la isla de batallas por excelencia. Allí mocosos de todo tipo, son llevados a convivir en la misma casa hasta que comiencen las peleas y son elegidos aleatoriamente para luchar.
- Así que puntos… –sonrió- ¿Qué pasará si mis piedras no llegan a la competición estatal o se pierden por el camino?
- Se desintegran –ahí estaba otra vez su maltita risa
.
El alto cerró los puños debajo de la mesa, indignado:
- ¿Me puede indicar dónde está el baño?
- Claro, baja por las escaleras de la derecha y en la primera entrada gire a la izquierda, encontrará otra sala parecida a esta, pues siga recto y vuelva a bajar. La primera a la derecha.
- Muchas gracias, con vuestro permiso –dijo para salir de allí.
- ¿Se encuentra bien tú socio?
- Sí, es solo que anoche volvió tarde de un asunto y no ha dormido bien.
- Entiendo, la vida del empresario –sonrió bebiendo de su copa.
- A lo que íbamos, ¿cómo puedo comprar piedras? –así le era más fácil preguntar.
- Pues le puedo traer una lista de los que están en venta o alguno que quiera en especial.
- ¿Se pueden comprar los vendidos? –afiló la mirada.
- Muy astuto, buena pregunta. Sí puedes, pero el precio de ellos ya dependerá del propietario.
- Me imaginaba. Aproximadamente, ¿cuántos apostadores hay en este campo?
- Aquí hay registrados unos cuarenta y ocho más o menos y suelen tener tres piedras o cuatro, depende del dinero que les generen. El ganador internacional lleva cuatro años consecutivos arrebatando premios y se rumorea que en esta final se presentará aquí.
- ¿Y por qué aquí?
- Va viajando por todo el país ganando prestigio.
- Tiene que ser muy fuerte.
- Desde luego, nunca había visto a un niño pelear como lo hace él.
- ¿Cuántos años tiene más o menos?
- Creo que unos nueve, una futura promesa.
El peliblanco balanceó su copa y la llevó a sus labios para dar otro trago más:
- Mire allí, va a empezar la pelea.
Se tensó. Observó como de las dos bocas negras de los laterales salían dos niños y cómo estos eran armados, y llevados a la entrada de la jaula. Los empujaron al interior y cerraron la puerta ambas puertas con una candado. Jonghyun se estremeció ante la situación. Tenía que ser horrible lo que estaban pasando en aquel momento. Esa sensación de miedo, de tener que pelear por tu vida en la época en la que nos encontrábamos, ¿por qué alguien tenía que decidir por ellos?
- Me interesan esos dos –habló rápidamente.
- ¿Aún no han empezado a luchar y ya los quieres? Te estás apresurando.
- Tengo buen ojo, aunque ahora no puedan llegar a mucho, sé de lo que son capaces –sonrió.
- ¿Los quiere entonces?
- Así es, así que detenga la pelea y hable con los propietarios.
- Aprendes rápido, esa es la actitud –dijo pulsando un botón.
- ¡Demanda! ¡Fuera esos dos! –gritó pro el altavoz.
La gente comenzó a abuchear, pues le habían fastidiado la pelea esa noche:
- Pregúntales a cuánto los vende.
- Cómo ordene, salió el hombre de la habitación.
Estaba aturdido. Entró en aquel pasillo de espacios reducidos e intentó tomar aire. Lo recorrió, cada vez más adentro. De vez en cuando se encontraba a algún ricachón por el camino. Suspiraba por cada vez que entraba en un nuevo pasillo, pareciera que estaba en un pasadizo:
- Solo quiero ir al baño- se dijo realmente molesto.
Pasó un nuevo mural y escuchó un extraño ruido. Se le asemejaba a un llanto. Agudizó el oído y lo siguió, oyéndolo cada vez con más fuerza. Sintió un escalofrío al escucharlo más. Era un llanto inundado de tristeza, de miedo y dolor. Entonces lo vio. Un dulce niño, de tal vez unos siete años, llorando. Su corazón se nubló. Ver a ese pequeño de esa manera... le había roto el alma:
- No no no- se acercó a él corriendo-. No llores, pequeño.
El menor se asustó ante la vista de ese hombre alto y de ojos grandes.
- Shhh- le dijo poniendo su dedo índice en sus labios-. No digas nada- le susurró.
El niño de ojos inocentes almendrados se detuvo y miró sin comprender al mayor.
- No llores, ¿sí?- le dijo intentando aparentar una sonrisa tranquila.
- Pero, yo-
Su voz se quebró, dando a más lágrimas ácidas. Sonrió y lo abrazó, teniendo al niño estático entre sus brazos:
- Me llamo Minho- le dijo.
Y lo abrazó, contestando aquel abrazo que durante meses no había recibido, un abrazo repleto de cariño, de amor y humanidad:
- Yo me llamo Jung- habló muy bajito.
Se separaron y el alto se deshizo de las lágrimas que el adorable Jung tenía en su rostro:
- ¿Por qué lloras?- le preguntó.
Era una pregunta obvia y sin sentido, pero ese llanto, no era solo por estar allí, algo más había tras ello:
- Tengo miedo- habló mirando al suelo.
Se quedaron en silencio unos segundos. Era sumamente puro como el cielo:
- Ese señor es malo- dijo con odio en sus ojos.
El moreno se asombró. Jamás creyó que ese enano pudiera sentir tal sentimiento:
- ¿Por qué es malo?- le preguntó.
Quería saber más:
- Quiere que haga eso- mordió su labio con fuerza, con rabia e ira.
Parecía que se lo iba a arrancar. Levantó su mano y acarició la mejilla de este:
- Te vas a hacer daño- le dijo.
El menor suspiró y se dejó caer, sentándose en el suelo de piernas cruzadas:
- No quiero hacerlo- susurró.
- ¿El qué?
Le dolía:
- -No quiero pelear contra él- una lágrima se escapó.
Se sentó junto a él, quedando frente a frente:
- ¿Quién es él?- le dijo intentando no parecer afectado por sus palabras, por su dolor.
- Mi he-
- ¡Jung!- oyeron ambos, siendo interrumpido.
El pequeño sonrió y se levantó con lágrimas rápidas recorriendo su rostro:
- ¿Estás bien, enano?- le preguntó el niño que parecía tener como dos años más que Jung.
Este asintió dándole un abrazo:
- ¿Qué haces aquí?- le preguntó en llanto.
- Me he escapado- le dijo autoritario.
El alto sonrió. Ese niño era un real hermano mayor. Acarició al menor que aún lo abrazaba, y se fijó en el moreno:
- ¿Quién es usted?- le preguntó alejándose con Jung.
- Se llama Minho- tomó el habla el menor-. Es un señor muy agradable.
El cara rana quiso reír, jamás lo habían llamado señor:
- No es agradable cuando se encuentra en este lugar- le dijo a su hermano.
Tenía razón. Nadie que estuviera allí era agradable. A lo lejos se apreciaron unas voces profundas y altas. Los pequeños se asustaron como si las conocieran a la perfección:
- Qué hacemos, Yong?- preguntó el menor temblando y mirando donde provenían los pasos.
El mayor de ambos miró para todos lados, tomó la mano de Jung y antes de comenzar a correr en dirección opuesta el alto los agarró de la mano:
- Vamos, seguidme- les dijo.
Yong dudó, pero se dejó llevar. Los tres recorrieron los pasillos en silencio, intentando aparentar normalidad. Vieron un pequeño hueco y se escondieron ahí. Escucharon como los pasos se aproximaban y como con la misma se alejaban. Suspiraron de alivio:
- Gracias- dijo el mayor.
- Nada- le dijo Minho.
Sonrieron:
- Sabéis, yo también estuve como ustedes- les contó.
Los menores se sorprendieron:
- ¿Y cómo...?-no terminó la pregunta.
- Escapé- respondió-. Y yo, os ayudaré a ustedes a hacer lo mismo.
Y entonces, como si de un milagro se tratara, en el rostro de ambos niños se recreó una sonrisa llena de esperanzas y alegría. Porque esos niños querían salir de allí, vivir sus vidas y ser alguien. Vivir una vida llena de felicidad. Ellos también tenían derecho y el alto no iba a quitárselo. Sonrió al igual que ellos, dejando que una lágrima escapara veloz de su ojo derecho.
- ¿Seguro que te los quieres llevar? Es un precio elevado el de ambos y no es que dude de ti, pero no parece que lleguen a mucho.
- Yo sé lo que hago.
Los niños lo miraban un poco temerosos, ¿otro amo? No querían seguir luchando, esta noche se habían salvado gracias a ese curioso señor con el pelo blanco y cara de dinosaurio, pero ¿hasta cuándo?
- Está bien, pues iré a pedirles el número de cuenta a los dos, mientras tanto rellena estos documentos –le dio un bolígrafo.
El peliblanco obedeció y se volvió a sentar para concluir su tarea. Cuando el señor abandonó la sala nuevamente, los pequeños miraban atentos al mayor. Jonghyun los miró tiernamente y les dedicó una cálida sonrisa:
- Pueden sentarse –les señaló el sillón.
- ¿Nos lo permite amo? –estaban sorprendidos.
- Claro, pero no me llamen así, me llamo Jonghyun-este miró para todos lados- shh… es un secreto.
Los niños lo miraron divertidos y se sentaron. El menor de todos se acostó en las piernas del mayor de ellos y este último, le acariciaba los cabellos suavemente. El moreno se enterneció por la escena, le recordaba a él con su pequeño cuando eran como ellos. Definitivamente los iba a sacar de aquí. El peliblanco se levantó y se acercó. Se arrodilló a su altura y les acarició la mejilla tranquilizándolos:
- Les sacaré de aquí, ¿vale?
- ¿Cómo que sacarnos? –preguntó el menor quien estaba acostado.
- ¿No nos estás comprando ahora?
- Digámoslo así, pero se acabó el luchar.
- No lo entiendo am…
Él lo miró seriamente:
- Digo… ¿hyung? –probó suerte.
- Mucho mejor.
- ¿Seremos libres? –preguntó ahora el mayor.
Asintió:
- ¿No nos miente? –les brillaban los ojos.
- No, dentro de nada, estarán fuera de aquí –les guiñó el ojo- y ahora si me perdonan, atenderé la llamada.
Se levantó y sacó su móvil que vibraba:
- ¿Minho? ¿Dónde estás?
- Hyung, he encontrado a dos hermanos, tenemos que sacarlos de aquí, mañana los harán luchar.
- Entiendo, dime sus nombres.
- Yong y Jung.
- Está bien, sal con ellos y recoge a los otros dos, te estarán esperando en la entrada.
Según colgó, el hombre hizo acto de presencia:
- Toma aquí tienes –le extendió un papel.
- Gracias, ¿le pudo solicitar otra compra?
- Por supuesto, dime.
- Los hermanos Yong y Jung.
- Bien, iré a hablar con los propietarios.
- Antes de que te vayas, ¿mi socio puede llevárselos a los cuatro ya?
- Claro, si ya los tiene, sí.
- Bien.
- Vuelvo en seguida.
- Esos hermanos son los que compiten mañana, ¿verdad? –preguntó uno de los pequeños.
- Así es.
- ¿También los salvará?
Asintió:
- ¿No es mucho dinero eso? –preguntó inocente el menor.
Jonghyun sonrió:
- Lo importante es que estaréis a salvo, no os preocupéis por eso. Ahora os iréis con ese amable señor que está en la puerta –dijo intentando sonar creíble- os llevará a la entrada y allí os encontraréis con un amigo mío y dos niños más. Él los sacará de aquí, ¿sí?
- ¿Y tú? –sonó preocupado el mayor.
- Yo les veré más tarde. Ahora vayan –le sonrió.
Colgó y se guardó el móvil en el bolsillo trasero del pantalón:
- De acuerdo- dijo saliendo del hueco-. Nos vamos- les dijo a los niños.
Estos lo miraron sin comprender:
- ¿Cómo?- preguntó el menor.
El alto sonrió y les ofreció la mano:
- Creed en mí.
Ambos salieron sin tomar su mano:
- No- dijo Yong-. No puedo confiar en ti- habló.
Vio como se alejaron de él:
- Dime una cosa, Yong- comenzó a decir. Aún continuaban caminando-. ¿Qué prefieres, confiar en mí o pelear en esa jaula a muerte?- le preguntó sin compasión alguna.
Fuertes palabras para esos niños. El mayor de ellos se paró y apretó fuertemente su puño, intentando poder escapar de allí, soltando la ira que tenía reprimida durante años:
- Hyung...- dijo Jung.
El pequeño intentaba mirar a su hermano, pero no lo dejaba. Seguía con su rostro mirando al suelo, con su puño apretado y su cuerpo con continuos temblores:
- Lo sé- dijo alzando la voz. Estaba llorando-. ¿Pero qué puedo hacer?- se preguntó-. Esos malditos me trajeron aquí- dijo llorando más. Miró al frente, a los asolados pasillos-. ¡Trajeron a mi hermano!- chilló desgarradoramente.
Sintió como ese pequeño le había trasmitido ese dolor, como le había hecho recordar aquellos tiempos nuevamente.
Escuchó más lágrimas. Ambos lloraban, ahora el pequeño también. Sonrió dominado por esos dos seres. Fue a ellos y se puso delante:
- Escúchame, Yong- le pidió-. Yo sé lo que sientes. Te pido, es más, te ruego, que vengas conmigo. Por tu hermano, por ti.
Este miró los ojos grandes del alto y asintió ante ellos:
- Lo haré- dijo.
El menor se quedó en silencio viendo la escena y entonces fue a los brazos del alto:
- Eres un ángel, ajusshi Minho- dijo con una sonrisa aún abrazándolo.
Rió:
- Llámenme hyung, no soy tan viejo- dijo con un puchero que ablandó el corazón del mayor.
- ¿Podemos irnos ya?- preguntó avergonzado por las lágrimas que había dejado salir.
Jung soltó a Minho y tomó la mano de su hermano:
- Vamonos, hyung.
El alto asintió y los hizo pasar ante él, no quería perderles la vista. Solo tenía que hablar con el guardia y que les dieran a los otros dos pequeños, para poder marcharse de allí. Se fijó en las manos de los niños. Ambas unidas, una temblaba y la otra se encontraba llena de marcas. Marcas de guerra. Dejó de mirarlas, no quería recordar aquellos tiempos, y mucho menos imaginarle dentro de esa jaula.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> El fin no justifica los medios < (+17, Lemon) [Capítulo 19]
CAPÍTULO 19
Después de caminar por los pasillos, llegaron al gran lugar, donde se encontraba el área de batalla. Miró para las habitaciones de arriba, encontrando a Jonghyun hablando con aquel señor. Parecía tan tranquilo... Tomó aire y salió de allí, topándose con el guardia:
- ¿Usted es Minkyung?- le preguntó con el semblante serio e inexpresivo.
Este asintió con los niños al lado de él:
- Ese soy- respondió.
- Ustedes- dijo a dos niños que se encontraban en una esquina, a lo lejos de ellos-. Venga ya- dijo molesto-. Niñatos estos, lo único que pueden hacer bien es entretener- añadió escupiendo esas palabras por su boca.
El alto apretó su puño fuertemente, mientras se mordía la lengua, no podía decir nada al respecto. Los niños se acercaron y miraron a los hermanos con miedo, se acercaron y se quedaron quietos juntos:
- Me voy- dijo el alto pasando ante el guardia con los pequeños por delante.
Este asintió y los dejó pasar, mirando con asco a todos.
Recorrieron el bar, y salieron. Los niños estaban inquietos. Lucían felices, aunque intentaran evitarlo. Jung se acercó al alto y le sonrió:
- Gracias, hyung- dijo riendo.
Minho sonrió:
- Venga niños, vamos por aquí- les pidió-. Juntos que es de noche.
Todos asintieron y comenzaron a caminar:
- ¿Cómo os llamáis?- preguntó Minho, pues se había creado un molesto silencio.
Uno con el cabello negro como el carbón lo miró:
- Dae-respondió-. Encantado.
El alto sonrió, al parecer creían un poco en él:
- ¿Y tú?- le preguntó al niño que tenía el pelo largo, que tapaba sus ojos.
- Hyun-Su.
Tomó aire, se sentía aliviado. Habían salvado a cuatro pequeños, pero todavía quedaban más. Su mente se nubló con una gran nubosidad negra. Escuchó una risa proveniente de aquellos pequeños. Todos reían, al parecer de un despiste del pequeño Jung:
- Hacía tiempo que no veía el cielo- dijo Hyun.
Los otros asintieron y miraron el despejado cielo oscuro:
- Echaba de menos esta libertad- habló Yong.
El cara rana los adelantó y sonrió:
- ¿Veis esas estrellas?- les preguntó. Todos miraron el cielo buscando las estrellas que el mayor de todos había dicho-. Esas estrellas, sois ustedes.
- ¿Cómo sabes que somos nosotros?- preguntó Jung.
Rió:
- Porque levaban tiempo sin brillar, y porque esta noche, por primera vez en mucho tiempo, están en el cielo, mostrando a las nubes y las demás estrellas, los fuertes que son.
Todos se quedaron en sumo silencio mirándolas:
- Pongo en duda tus palabras- habló el de cabellos largos.
Minho asombrado lo miró:
- ¿Por qué?- le preguntó.
- Porque nosotros no somos nada en este mundo, nacimos para esto, pelear y morir. Batallar y deshacernos de aquellos que son como nosotros. Somos dinero para esos malditos ricos, juego para los que apuestan y muñecos para la humanidad- contestó con tristeza.
- ¿Realmente crees eso?- le preguntó el mayor seriamente.
- No sé lo que creer- respondió.
- Pues no es verdad- le dijo.
- ¿Cómo lo sabes?
- Lo sé- respondió a su pregunta-. Sé que no sois eso, porque yo no lo soy.
El niño se quedó en silencio, sin comprender nada de lo que acababa de decir:
- Yo no soy ningún muñeco, ni dinero y ni siquiera un juego. Soy Choi Minho, un humano que vive su vida, sin que nadie le esté diciendo como debe hacerla. Soy una persona, y yo- dijo señalando el cielo-, también estoy brillando ahí.
Todos se quedaron en silencio:
- ¿Tú...?- no terminó la pregunta.
- Sí- respondió.
Se quedó en silencio y continuaron caminando:
- A todo esto, llamadme hyung- dijo mirando al pequeño Jung-. No soy ningún viejo.
Todos rieron y se formó un ambiente agradable. Caminaron y caminaron hasta llegar a un viejo hostal:
- Buenas noches- le dijo al chico que se encontraba tras un mostrador-. Una habitación- añadió.
El chico asintió:
- Aquí tiene. Es….
El alto lo interrumpió:
- Lo pagará un chico que pasará por aquí más tarde- dijo al joven.
Este lo miró sin creer, pero accedió al ver a los pequeños:
- Aquí tiene- dijo dándole la llave-. Buenas noches.
Minho empujó ligeramente a los menores para que recorrieran el lugar, pasando por delante de habitaciones y ruidos. Miró el número y se detuvo. Abrió la puerta, encendió las luces y suspiró. Miró el lugar, una gran cama de matrimonio ocupaba el lugar:
- Tenéis que dormir- dijo.
Todos lo miraron:
- ¿Podemos dormir ahí?- preguntó Dae.
Asintió:
- Todos vais a dormir ahí.
Aquellas palabras sacaron sonrisas en sus rostros. Los chicos se quitaron los zapatos y se subieron a la cama. Se veían tan felices:
- Buenas noches- susurró.
Salió de allí y se sentó en una silla. Sacó el móvil y envió un mensaje con la dirección del lugar, junto con el número de la habitación y también diciéndole que debía pagar el alojamiento. Buscó aquel número, sin esperar más apretó a llamar:
- ¿Minho?- preguntó la persona al otro lado de la línea.
- Hyung- dijo este con tono cansado.
- ¿Qué tal todo?- preguntó-¿Dónde estáis?
Se echó para atrás, apoyándose en el respaldar de este:
- Estoy en un hostal con unos niños- dijo con tono cansado.
- ¿Niños?- preguntó.
- Sí, compramos a cuatro niños- respondió.
- ¿Estás hablando con ellos?- preguntó otra voz al otro lado.
Algún que otro ruido y luego como se quedaba en silencio:
- Estoy hablando con Minho, Tae- respondió el líder.
- Hola, hyung- dijo este.
- Hola, Taeminnie- respondió al saludo.
- ¿Y Jonghyun-hyung?
Se quedó en silencio unos segundos:
- Es verdad, ¿y Jjong?- preguntó ahora el mayor, tomando prestada esa pregunta.
- Pues...- tomó aire-. Se quedó allí.
Un gran silencio:
- ¿Cómo que está allá?- preguntó el castaño alterado.
- Taemin, tranquilízate- dijo el de sonrisa amable.
- Pero... ese idiota- dijo sin pensar-. Solo se le puede ocurrir a él quedarse solo allí, él solo...
- No le faltes el respeto- entró el cara rana.
- ¡¿Y tú por qué lo dejaste solo?!- chilló al teléfono.
Se separó de él por acto reflejo, lo iba a dejar solo:
- ¡Cómo le ocurra algo!- chilló molesto-. Es que... ¡Agg!
Solo se podían oír los gritos del menor:
- ¿Minho, sigues ahí?- preguntó.
Este se rio:
- Sí, todavía sigo vivo- contestó.
- Compréndelo- dijo riendo-. Es Jonghyun- añadió.
Silencio:
- Cuéntame bien todo eso, por favor.
El cara rana contó con pelos y señales todo lo que había sucedido, omitiendo cosas sin importancia y demás. Estuvieron comentando lo que harían y cómo seguirían. De vez en cuando se oían quejas del maknae, diciendo palabras sin sentido para sí. Alguna vez se apreció la voz de Key echándole la bronca por palabras que salían de su boca:
- Hyung, ¿puedes pasarme a Key?- le preguntó.
- Claro, creo que va a ser lo mejor- dijo-. Tengan cuidado, cualquier novedad...
Suspiró. No se escuchaba ningún ruido. Se levantó y miró en la habitación, los niños dormían tranquilamente. Seguramente jugando en sueños. Sonrió por lo adorables que se veían:
- Sí, hyung- contestó yéndose nuevamente al mini salón.
Se escucharon palabras al otro lado:
- ¿Min?- preguntó la voz del rubio.
- Key- respondió-. Necesito un favor.
Este se quedó en silencio:
- Onew-hyung te explicará todo, pero necesito que vengas con ropa de niños y comida- agregó.
- ¿Ropa de niño?- preguntó.
- Sí, para cuatro. De la talla... mierda, no me sé sus edades- dijo molesto.
El felino se rió:
- ¿Sus ropas no tiene etiqueta?- preguntó.
El alto abrió los ojos, no había pensado en ello. Fue a la habitación y con cuidado fue mirando las tallas de los niños.
- Les saco una foto y te las envío, ¿vale?- le preguntó.
- Vale, nos vemos. Tengan cuidado- dijo antes de colgar.
El cara rana tomó aire y sacó fotos a las etiquetas de las prendas. Salió de allí y se las envió.
- Bueno pues entonces está todo arreglado, con esto último –dijo entregándole los documentos.
- Sí, no te olvides de que tienes un plazo de veinticuatro horas para efectuar el pago de los mocosos.
- Lo sé –miró el reloj- bueno, es hora de irme.
- Comprendo, te acompañaré hasta la salida –le sonrió de nuevo.
Le empezaba a dar escalofríos ese hombre. Recorrieron de nuevo el camino del principio y finalmente pudo divisar la calle y sentir el frescor nocturno que lo empezaba a acariciar:
- Ha sido un placer hacer negocios contigo.
- Lo mismo digo –una última sonrisa mientras le estrechaba la mano.
Se dio la vuelta y emprendió el rumbo a la dirección que le había dado Minho. Menos mal que no estaba muy lejos, a pesar de que no había hecho mucho, estaba un poco cansado y le dolía la cabeza de tanto ruido que había allí dentro, pero por suerte, ya podía respirar oxígeno y no otras sustancias de paradero desconocido que no tenía ganas de averiguar.
Las calles estaban abandonadas y frías. El sonido de las hojas de los árboles resonaba en todo el lugar. Sacó el móvil, necesitaba esa cantidad de dinero. Esperó a que dejara de sonar el continuo pitido, hasta que por fin lo cogieron:
- ¿Taemin? ¿Podrías por favor realizar una transacción?- dijo al silencio de la otra línea.
Continuó caminando:
- Te escucho respirar, ¿puedes al menos responder?- preguntó sin comprender.
- Hyung- comenzó a hablar-, ¿por qué te quedaste allí solo?- respondió con otra pregunta, intentando mantener la paciencia.
El mayor cruzó la carretera y cambió de calle, miró el gran letrero, al parecer todavía no había llegado:
- Taemin, es trabajo- respondió.
- Eso de que es trabajo no me vale. ¿Sabes lo qué te podría haber ocurrido?- preguntó ya histérico.
- ¿Te estás escuchando?- le preguntó riendo.
Una queja:
- ¡Hyung!- dijo ahora sí molesto-. ¡¿Por qué no piensas?!- le gritó.
El mayor se puso serio al momento en el que el móvil dejó escapar un chillido del castaño:
- Lee Taemin, no me chilles- dijo.
Un prolongado silencio. Continuó caminando, un bar se encontraba abierto, lleno de borrachos que creaban un gran escándalo:
- ¿Estás en la calle?- preguntó en voz baja.
Pasó de largo:
- Sí- respondió.
- ¿¡Has visto la hora qué es!?- le preguntó.
- Oye, Lee Taemin, deja de gritarme ya- le dijo en voz alta.
- ¿¡Por qué eres tan necio!?- le preguntó.
Suspiró y se acarició las sienes:
- No me va a ocurrir nada, y si sucediera algo, ¡ya soy mayorcito!-dijo realmente cansado.
- No comprendes nada- dijo con tristeza-. ¡Me preocupas!- agregó nuevamente más alto de lo debido.
- Mira, se acabó, o dejas de gritarme o te prometo que cuelgo. Solo quería que realizaras una transacción y hablar contigo, ¡hablar!- dijo recalcando la última palabra-. No que me estuvieras echando la bronca como una madre.
- ¡Agg!- gritó desesperando. Se escuchó un ruido al otro lado, uno fuerte-. ¡Eres una mala persona! ¡Me preocupo por ti, y me tratas de esa manera! ¡Er-
- Buenas noches, Tae. Te envío por mensaje la cantidad y el número de la cuenta. Te quiero- dijo interrumpiéndole antes de colgar.
Cerró los ojos y tomó aire. Sabía que se preocupaba, pero no tenía por qué chillarle de esa manera. Tomó aire e intentó calmarse. Más tarde lo llamaría, y hablaría con él cuando estuviera más calmado. Se estaba comportando como un niño. Aceleró el paso y se perdió en las calles oscuras y abandonadas.
Salió con la mochila a su espalda. Miró a la asolada calle, si no recordaba mal, a cuatrocientos metros se encontraba un 24 horas. Caminó con paso rápido, cuanto antes llegara mejor era. Observó el lugar iluminado, abrió la puerta y entró:
- Buenas noches- dijo una muchacha detrás del mostrador.
Realizó una reverencia y continuó entrando en el lugar. Fue a la ropa, compró ropa cómoda para los pequeños, pero que aun así no perdiera su toque. Cogió comida, bastante, estaba más que seguro de que esos niños estaban muertos de hambre. Después de pagar todo, salió del local y llamó a un taxi, el cual tardó lo suyo. Se subió en la parte trasera de este, cuando hizo acto de presencia:
- Buenas noches, ¿a dónde quiere que lo lleve?- preguntó secamente.
Lucía agotado de tantas horas de trabajo. No perdió el tiempo y dijo la dirección exacta, aquella que no se habían demorado en enviar:
El trayecto fue rápido, era de noche y tráfico ninguno. Pagó la cara cuota y se bajó de este. Miró el hostal que le habían dicho, parecía viejo. Tomó aire y entró. Continuó de largo al ver que no había nadie en el hall. Vio el número que lucía oxidado en la puerta. Tocó débilmente. Antes que le abrieran escuchó algunos pasos y palabras:
- Pasa- dijo el alto haciéndose a un lado.
- ¿Dónde están?- preguntó el felino al momento.
- Durmiendo- contestó llevándolo a donde se encontraban.
Dormían plácidamente, con sus rostros tranquilos y descansados. Una sonrisa se formó en su rostro. Cerraron la puerta y fueron a la salita:
- Hola, Kibum- dijo el peliblanco con una sonrisa en sus labios-. ¿Trajiste todo?- preguntó.
Este asintió:
- La ropa para cada uno- dijo sacándolo-, y la comida.
Sacó tres botellas de agua y les dio una. Se sentó en una silla, dejando la bolsa sobre la mesa:
- Cuéntenme- dijo seriamente.
- Entonces...- dijo mínimamente pensando.
Se escuchó un ruido en la otra habitación. El peliblanco se levantó y caminó hacia allí, donde estaba la puerta cerrada. La abrió, pudiendo ver a un pequeño despierto, mirando a la puerta, de donde había aparecido este:
- Buenos días- dijo en un susurro.
El menor sonrió y se bajó de la cama, haciendo el menor ruido posible. El moreno lo miraba haciendo muecas ante los movimientos de este. Después de conseguir salir de allí sin despertar nadie, se acercó al mayor, que lo acompañó hasta la sala:
- ¿Qué tal dormiste?- le preguntó.
Se pasó la mano por los ojitos y bostezó. Todos miraron la dulzura del pequeño:
- Muy bien- contestó enseñando una gran sonrisa.
El peliblanco lo tomó en brazos y lo sentó en la silla que antes ocupaba:
- Dime, ¿cómo te llamas?- le preguntó.
Este dejó de reírse:
- Jung- contestó.
- Yo soy Jonghyun- dijo tocando sus mejillas-. Y te voy a preparar un delicioso desayuno, ¿qué quieres comer?
Sus ojitos grandes brillaron como luceros:
- Me da igual- contestó alegre.
El moreno sonrió y revolvió sus cabellos. Se levantó y se puso manos a la obra con el desayuno. El rubio se levantó ante la vista del más pequeño del lugar y fue a buscar la prenda que había comprado para él:
- Vamos a cambiarte de ropa- le dijo sonriendo.
El niño vio las prendas que agarraba:
- ¡Sí!- contestó rápidamente.
Salieron de allí, hacia el baño. Un suspiro salió de los labios del alto:
- ¿Qué ocurre, Minho?- le preguntó.
- Nada- contestó.
- No mientas.
Se quedó unos segundos en silencio:
- Es que... de verdad que el odio cada vez aumenta más- dijo-. Esos niños... es que...- se mordió el labio y reprimió un grito desgarrador, porque esa situación traía recuerdos, miedos y dolor.
- No te preocupes, todo a su debido tiempo- contestó con una sonrisa en sus labios.
Más ruidos se hicieron audibles, la puerta que antes habían cerrado el peliblanco y el menor, ahora se estaba abriendo por los demás. Miraron aquella escena sin comprender nada:
- ¿Y Jung?- preguntó su hermano al instante, quien miró al chico que aún desconocía.
De otra puerta aparecieron el pequeño y el felino:
- ¡Hola!- dijo este lleno de alegría-. ¡Mirad lo que me regaló Key-hyung!
Los chicos miraron al niño sonriendo:
- ¿Te hicieron algo?- le preguntó su hermano acercándose a él, examinándolo.
- Estoy de maravilla- respondió-. Como hace tiempo no lo estaba.
En la sala se hizo un gran silencio:
- Bueno, bueno. Vayan todos a cambiarse, el desayuno va a estar listo ya- habló el mayor de todos-. Por cierto, me llamo Jonghyun- añadió.
Solo dos se asombraron ante él, que era un desconocido para ellos:
- Yo soy Key- dijo el felino, entrometiéndose en la conversación-. Vamos, tenéis que cambiaros.
Jung se sentó en la silla que antes lo dejó el mayor y jugueteó con las mangas de su chaqueta. Al poco tiempo, aparecieron los demás por la puerta, con un sonriente Key:
- Que guapos- dijo Minho sonriendo.
Desayunaron tranquilamente, disfrutando la deliciosa comida que el moreno les había preparado:
- Tengo una idea- dijo el felino de repente, sacando de la ensoñación que mantenían los chicos mirando a los pequeños comer.
- Suéltala –dijo ansioso el alto por sus palabras.
- Cuidado –advirtió señalando a los menores presentes que miraban.
El rubio lo captó, tendría que modificar su registro, aunque estaba seguro que lo que iba a decir no era nada del otro mundo para ellos, ya que seguramente habían escuchado cosas peores:
- ¡Teatro!
- ¿Qué? –fruncieron el ceño los chicos.
- Key no estamos para bromas.
- No es una broma, hagamos un teatro, en la mejor solución. Pero necesito la colaboración de ellos –los señaló.
- No creo que sea buena idea haberlos sacado, para volverlos a meter allí.
- Espera hyung –le dijo Yong- ¿cómo sería eso? –preguntó mirando atento al rubio.
El felino sonrió:
- La obra ya ha comenzado, ahora les toca a ustedes entrar en escena en el segundo acto. Quiero que peleéis. Os apuntaremos a los torneos y tenéis que combatir, pero no será de verdad, será un simulacro. Este es el plan, él –señaló al peliblanco- apostará de verdad con ustedes. Recogerá las listas con las fases de los enfrentamientos y todos los datos. Con lo que tenemos ensayaremos los combates y con las armas practicaremos una secuencia de movimientos que serán realizado en la arena, pero que en ningún momento golpearan a nadie.
- ¿Y entonces la sangre?
- Utilizaremos efectos para eso no se preocupes. Los prepararemos para salir antes de luchar. Lo más arriesgado de este plan será preparar a los otros niños que aún están sometidos. Pero él –señaló esta vez al alto- se colará sin que nadie lo vea y hablará con el que tenga que salir a combatir y lo preparará. Irán ganando y los perdedores serán rescatados por mí, que me haré pasar por un nuevo trabajador que se encargará de ese trabajo sucio. Cuando todos los niños estén a salvo, destruiremos el lugar –sonrió inocentemente –un escalofrío recorrió a todos los presentes ante su expresión.
Jonghyun lo miró un poco serio, sabía que había más peligro de lo que el rubio les había dicho a los menores, simplemente había tenido cuidado en dar sus explicaciones:
- Todo queda en ustedes chicos, si aceptáis salvaremos al resto. Podéis pensarlo todo lo que queráis.
- Lo pensaremos –dijo y todos se retiraron en cuanto terminaron.
- No sé qué fue peor, si lo que verdad esconde el plan o tu chantaje –rio de lado el peliblanco.
- Es nuestra única opción sin hacerles daño.
- Key tiene razón.
- Esperemos a ver qué dicen ellos.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> El fin no justifica los medios < (+17, Lemon) [Capítulo 20]
CAPÍTULO 20
Se sentaron en la gran cama, se encontraban pensativos, con la mirada puesta en el pasado, y en el posible futuro:
- ¿Qué debemos hacer?- preguntó uno de ellos rompiendo el silencio.
- No lo sé- respondió Dae.
Se escucharon suspiros. Parecían nerviosos y molestos. Todo dependía de su respuesta. Dae se levantó de la cama, poniéndose a caminar en círculos:
- Quiero salvarlos y acabar con todo esto de una miserable vez- se dijo así mismo en voz alta-. Pero... nuestras vidas corren peligro- agregó-. Somos solo unos niños- dijo desesperándose-, ¿por qué tenemos que tomar estas decisiones?
Más silencio por parte de los demás. Yong se levantó de la cama, con el rostro crispado en seriedad:
- Vamos a hacerlo- contestó.
Todas las miradas fueron a él:
- ¿Qué hacer?- les preguntó-. ¿Vamos a arrepentirnos durante toda nuestra vida porque no los salvamos?- negó-. Yo no quiero eso. Confío en esa gente- añadió señalando la puerta-, sé que ellos no mienten. Temo- dijo mirando a su hermano pequeño-. Tengo miedo, no solo por mi vida, sino por la de él. Pero quiero ayudarlos, salvar a aquellas personas que veía batallar en la jaula, sufriendo y luchando por su vida.
Rostros de indecisión se dejaban ver en los demás:
- Yo también lo haré, hyung- añadió el pequeño Jung.
Su hermano lo miró con una sonrisa:
- Yo también- añadió Dae-. Tienes razón. Sé lo que sufren ahí dentro, no quiero que se vuelva a repetir.
Todos miraron al mayor:
- Creo que soy el único que queda- dijo seriamente-, pero no por ello no lo haré.
El menor sonrió:
- Voy a decírselo a Key-hyung- dijo levantándose rápidamente de la cama.
Lo miraron salir por la puerta:
- Solo, seamos cuidadosos con lo que vamos a hacer- agregó Hyun.
- Sí- asintieron ambos al unísono.
- ¡Key-hyung!- gritó el menor cantando.
Los mayores lo miraron asombrados por el escándalo que el pequeño estaba causando:
- No grites- le pidió este riendo-. Dime, ¿qué pasó?- le preguntó.
Jung se detuvo ante él, y se puso con una gran sonrisa, que encandilaba a los demás:
- Vamos a hacerlo.
El rubio pestañeó asombrado:
- ¿Es eso cierto?- les preguntó el peliblanco a los chicos que salían de la habitación.
Estos asintieron:
- Genial- dijo el alto en un susurro.
Tal y como lo habían planeado se pusieron manos a la obra. Mientras el rubio diseñaba las ‘’actuaciones’’, el alto los entrenaba para llevarlas a cabo con el mínimo fallo. Dos días fueron lo que acogieron ese entrenamiento. Ya faltaba poco para el torneo en el cual Jonghyun ya los había inscrito. Sola faltaba una última cosa por concretar:
- ¿Ya estamos listos? –preguntó el rubio.
- Sí, será mejor que nos pongamos en marcha. Aunque la primera pelea nuestra comienza a las diez y media, prefiero ir antes para observar mejor el terreno en juego.
- Tienes razón -apareció Minho apoyándose en el marco de la puerta de la cocina.
- Está bien. Yo me encargaré de infiltrarme después.
- Ten cuidado, ¿oíste? Cuando estemos llegando avisaré a Taemin para que os ayude a ambos.
- De acuerdo –asintió el alto.
Tras esto, tanto el moreno como el alto salieron con su tropa hacia el bar:
- Hyung, ¿contra quién nos toca primero?
- Mmm… espera déjame mirar –respondió sacando el papel que le habían dado el día de la inscripción.- Aquí pone que el primero será Jin.
El menor abrió los ojos sorprendido y acto seguido agachó la cabeza un poco apenado:
- ¿Qué pasa?
- ¿P-uedo combatir yo?
- ¿Lo conoces? –preguntó audazmente Minho.
El menor asintió:
- Jin es mi amigo, ambos teníamos el mismo amo antes de que me comprarais.
- Está bien, por mi puedes ser el primero.
- Hyung… -miró ahora a su hermano mayor.
- Solo te pido que tengas cuidado, sé que no tiene por qué pasar nada, pero por si acaso. –dijo seriamente.
- Lo tendré –sonrió.
El móvil comenzó a sonar en el pequeño lugar. Veloz se movió y acercó a este, encontrándose con aquel número. Tomó el pequeño aparato y salió con él fuera de la habitación, sin cesar de sonar:
- ¡Hyung!- gritó buscando al mayor, que miraba unos papeles, ensimismado.
Este lo miró sin comprender nada. El menor le dio el móvil:
- Contesta- dijo dándose la vuelta sin esperar a que lo hiciera.
Miró irse a este y contestó la llamada de aquel número que conocían a la perfección.
- ¿Jonghyun?- preguntó.
- ¿Hyung?- preguntó este igual, sin entender nada.
- ¿Qué ocurre?
Ambos se quedaron unos segundos en silencio:
- Necesito que Taemin se ponga- habló en un tono serio.
- Me lo acaba de dar- dijo aturdido.
Un suspiro al otro lado de la línea:
- Hyung, es importante que se ponga, es sobre el caso. Me da igual si no se quiere poner- agregó autoritario.
- Iré a buscarlo.
El mayor se levantó de la silla y recorrió el gran pasillo. Suspiró cansado de aquella situación. Separó el móvil de su oído y tapó el altavoz:
- Taemin, te necesitan- le dijo asomándose por la puerta.
El maknae lo miró molesto:
- No quiero contestar, hyung.
El de sonrisa amable entró en el lugar y lo miró sin ninguna señal de diversión en el rostro:
- Es urgente, y sabes bien que los casos no son ningún juego- le dijo seriamente.
El castaño dudó unos segundos, pero sin pensarlo más extendió la mano, donde acabó el móvil. Le puso una mueca al mayor, girándose sobre la silla:
- ¿Qué?- preguntó a regañadientes.
- Taemin, tienes que entrar en el sistema- contestó el peliblanco después de la espera.
- Vale- volvió a decir en el mismo tono-. ¿Para qué?
Comenzó a teclear y mirar en las grandes pantallas. No tardó:
- Es necesario que ayudes a Key para saber dónde colocar los detonadores en el lugar- le dijo-. Por eso quiero que le guíes dentro.
El maknae asintió en el silencioso lugar:
- Ya estoy.
- De acuerdo, avisaré a Kibum-contestó el peliblanco.
- ¿Algo más?- preguntó nuevamente cortante.
Esperó irritado los segundos que se había alargado este en contestar:
- Nos vemos más tarde, pequeño- habló antes de colgar.
Odiaba estar en esas situaciones con el maknae, pero ahora mismo no podía distraerse del combate que estaba por empezar.
Taemin inspeccionó automáticamente todo el lugar, al parecer no contaban con tanta seguridad tecnológica, sino más bien, fuerza bruta:
- ¡Hyung! –llamó al líder.
- ¿Qué pasa Tae? –dijo entrando de nuevo a su habitación.
- ¿Cuáles son los sitios más puntuales para colocarlos?
- ¿Estamos hablando de detonadores?
Este asintió:
- Mmm… veamos –dijo analizando las pantallas del menor que le mostraban todos los rincones del lugar.
- Pues aquí, aquí también…mmm… y aquí –señaló por último.
- ¿Solo esos tres lugares?
- Sí, por lo que veo no es una estructura muy estable, así que en cuanto estos soportes, que me figuro yo que aguanta todo el peso de la construcción, reciban un estallido, no tardará mucho en venirse abajo.
- ¿Cuánto calculas que tardaría?
- Pues…aproximadamente…unos veinticinco minutos.
- Está bien. –continuó con su trabajo.
A pesar de que, como había dicho su hyung, no era una estructura muy regular, consiguió establecer las conexiones con sus dos compañeros:
- ¿Me escucháis los dos?
- Sí –dijeron al unísono.
- Bien, Key-hyung, en cuando logres meterte, me avisas. Minho-hyung, ¿te dijeron dónde se encuentran los niños a los que tienes que avisar?
- Sí, ya tengo toda la información. Te la acabo de enviar.
De repente, un disimulado pitido se escuchó en su habitación:
- Me acaba de llegar, perfecto.
- A ver, el primero se encuentra en la número quince. ¿Dónde te encuentras ahora mismo?
- Estoy en el segundo nivel de las gradas, en la puerta de la derecha.
- Vale, ya te veo. Vuelve a salir por esa puerta y gira a la derecha. Allí encontrarás un baño, date prisa y métete.
Gracias a las indicaciones del menor, Minho pudo llegar a la habitación en la que se encontraba el niño. Tuvo que esperar a que el amo saliera un segundo, para colarse rápidamente y explicarle todo al pequeño, que con una mezcla de sorpresa y alegría en el rostro, entendió el plan rápidamente:
- Uno menos -pensó el alto.- Sigamos Tae.
- ¿Estás preparado?
- Creo que sí.
- Tranquilo. Sé que esto es complicado, pero es la única forma de hacerlo. Todos te apoyamos, ¿vale?
El menor sonrió y asintió:
- Lo haré lo mejor posible.
- Así se habla. Vamos, saquemos a tu amigo de ahí.
Tan rápido como el presentador los nombró a ambos, los menores subieron a la arena siendo obsequiados con las armas que tendrían que utilizar. Ambos chicos se miraron y una sonrisa cómplice se mostró en sus rostros:
- ¡Podéis empezar!
Ambos asintieron y el telón se subió dando comienzo a la obra.
El combate avanzaba según lo previsto. Parecía que los dos niños lo habían entendido perfectamente, así que ahora solo quedaba el golpe final. Tras ‘’matar’’ a su oponente, se anunció al ganador que saliera del combate mientras recogían el cuerpo.
Jonghyun se fijó en como la persona que se llevaba al perdedor, le sonaba extrañamente. Este lo miró a los ojos y con una sonrisa traviesa le guiñó el ojo divertido. El peliblanco sonrió ante el gesto:
- Este chico y su maravilloso ingenio.
Según habían acordado, Key ocultaría a los niños que iba sacando en un lugar circundante al bar hasta que todos estuvieran listos, por lo que no tenía que preocuparse mucho. El resto de batallas continuaban sin ninguna dificultad. Jonghyun se fijó en los paneles de lucha. Aquel chico que habían mencionado como el mejor el día que vino aquí, era el único de su grupo y al parecer se bastaba pues había ganado todas las peleas.
Vibraba en su bolsillo de manera insistente. Lo sacó de este y miró la pantalla. Leyó el mensaje que le había llegado. Se levantó de la silla que ocupaba y recorrió el lugar con prisas, como si el mundo se fuera a acabar. Abrió el gran armario y se hizo con el abrigo negro. Se miró en el espejo mientras se lo ponía. Colocó sus cabellos castaños y tomó aire. Agarró el móvil nuevamente y marcó un número. Esperó con ansias:
- Menos mal, pensé que jamás contestarías- dijo aliviado.
- ¿Qué quieres, Onew? Estoy ocupado- dijo en un tono apresurado.
- Kai me ha enviado un mensaje, necesito salir, es urgente- fue hablando mientras se ponía los zapatos.
- ¿Salir?- preguntó el peliblanco.
- Sí, me es necesario dejar a Taemin solo- añadió.
Al otro lado de la línea no se dejó oír su voz, solo palabras sueltas de gente y ruidos extraños:
- ¿Jongh-
- Sabes lo que opino sobre el dejar a Taemin solo, Jinki- lo cortó seriamente.
Un suspiro:
- Jonghyun, soy consciente de ello, por eso te llamo. Voy a salir, pero quería que lo supieras. Taemin ya es mayor para poder estar solo un momento, no tardaré- dijo-. Tienes que confiar en él.
- Confío en él, pero no en los demás- contestó.
Se mordió el labio, eso era cierto:
- Dime que sí, no quiero que te molestes- le pidió.
- De acuerdo, vete. Te aviso que como ocurra algo...- no terminó la oración.
- Lo sé, lo sé- dijo levantándose-. Seré rápido- añadió antes de colgar.
Guardó el móvil en el bolsillo y fue hasta el menor, que miraba concentrado el monitor:
- Taemin, voy a ver a Kai, ten cuidado.
El maknae no lo miró, tan solo asintió. Salió del lugar, dejándolo solo, cerrando la puerta antes con llave, y asegurándose de que nadie lo viera, para él también era incómodo dejar al menor solo.
El pequeño Yong se acercó al panel de lucha:
- La final…
Apretó los puños fuertemente y se mordió el labio con el objetivo de tragarse la impotencia que lo dominaba:
- Lee Sang…
Ese chico que se había convertido en su amigo, su mejor amigo. Había llegado a la final junto a ellos, pero…él no era como los demás. A él le habían lavado el cerebro completamente. No atendía a razones, lo habían manipulado psicológicamente y lo habían convertido en una máquina de matar. El plan no funcionaría con su amigo y ya lo habían comprobado:
- Yong, ¿cómo te encuentras? –le preguntó cálidamente el peliblanco.
- Yo…estoy bien.
- ¿Estás seguro de que quieres hacerlo tú?
- Sí, tengo que hacerle entrar en razón antes de que sea demasiado tarde.
- Esta ya no es una batalla programada, ahora tienes que luchar para sobrevivir de verdad, lo sabes, ¿no?
- ¿Qué pasará si no lo consigo? –unas pequeñas lágrimas asomaban por sus pequeños ojos.
- Yong…
- Prométeme que mi hermano estará a salvo, solo te pido eso.
- Yo sé que lo conseguirás, confío en ti. Solo…si al final no consigues hacerlo entrar en razón, lo único que puedes hacer en matarlo antes de que lo haga él.
- Esto es muy cruel –se limpiaba las lágrimas.
- Lo sé pequeño –lo abrazó cariñosamente- pero a veces, lo único que nos queda es mirar hacia adelante.
- ¡Finalistas, preséntense en la arena! –anunciaron.
- Vamos, ya es la hora. –lo agarró de la mano y lo llevó de vuelta al lugar donde se encontraban los demás.
- ¡Hyung! –su hermano lo abrazó fuertemente- ¡No me dejes por favor!
- No lo haré –lo abrazó igual- Yo...ganaré –dijo mirando hacia el peliblanco quien le sonrió.- y saldremos juntos de aquí.
- ¡Prométemelo!
- Te lo prometo, pequeño. –le despeinó con ternura.
Miraba para todos lados con cautela y un poco nervioso. Escuchaba la voz del menor en su oído sin parar:
- Gira a la derecha, hyung- le dijo mirando las pantallas y observándolo-. Desde ahí puedes seguir recto y sin problemas.
Hizo lo que el maknae le dijo sin decir nada. Intentaba caminar pisando con cuidado, no quería hacer ruido. Ya había colocado todos los detonadores, solo les quedaba uno. Según el castaño, le había dicho que se encontraba al final de aquel corredor, que era un peculiar callejón sin salida. Después de avanzar y avanzar se detuvo. Se agachó y colocó el último detonador. Satisfecho con su trabajo se levantó y sacudió sus vaqueros oscuros:
- Ahora tenéis veinticinco minutos exactos- dijo el castaño en su oído.
El rubio asintió y sacó su móvil:
- Jonghyun, veinticinco minutos, no hay más tiempo- dijo rápido.
El peliblanco miró el reloj comenzando a ponerse nervioso:
- Pequeño, solo tenemos veinticinco minutos para acabar con esto.
El menor asintió y se dirigió hacia el campo de batalla donde tendría que tomar la decisión más dura de su vida.
No esperó a que dijera más, tan solo colgó y lo guardó:
- Sigue recto, hyung- le dijo el menor-. No gires en ningún momento hasta que te diga- añadió.
El felino no se hizo de rogar y siguió sus instrucciones.
Tras darle las instrucciones al rubio, el menor recorrió una vez más los otros paneles de la pantalla en busca de algún peligro. De repente un estruendoso ruido se hizo presente en toda la casa y las luces se apagaron. El menor se asustó notablemente y un ataque de nervios estaba a punto de darle. El generador que estaba conectado al ordenador avisó que pronto se apagarían los sistemas. Había saltado la alarma de seguridad. El castaño con los nervios en cada poro de la piel iba a levantarse a apagarla, pero un terrible miedo lo paralizó. No supo por qué, pero su cuerpo no le respondía ya. Su corazón se aceleró de sobremanera y una brisa gélida se hizo presente en la habitación sacudiendo su rostro. Su vista comenzó a tornarse borrosa y le costaba enfocar. Su cerebro dejaba de funcionar poco a poco y cayó sobre la mesa en la que se encontraba trabajando.
Escuchó un ruido extraño, lo que causó que su corazón comenzara a latir a mil, su sangre corría veloz y temerosa:
- ¿Taemin?- preguntó en voz baja hacia ningún lugar-. ¿Taemin?
No escuchó nada, absolutamente nada. Se detuvo en medio de aquel lugar, esperando a que el menor contestara, a que el miedo no lo dominara. Después de eternos segundos escuchó un ruido de agua. Abrió los ojos desmesuradamente, eso no le gustaba nada. Miró para todos lados, buscando algo. El chapoteo que hacían las botas al pisar sobre el agua se acercaba más, parecían apresuradas y de muchas personas. Se mordió el labio y corrió marcha atrás. No sabía diferenciar entre sus pisadas y las de ellos, entre su corazón desbocado o el goteo del agua al tocar el suelo. Sintió como unas manos lo rodearon por el cuello y lo hicieron detenerse. Su corazón se detuvo. Un puñetazo fue directo a su estómago:
- Maldita puta, de aquí no te escapas- dijo uno de ellos con desprecio.
Una patada fue directa a su costado. Soltó un alarido de dolor antes de ser arrastrado en el interior del lugar, antes de perder total esperanza.
Tomó aire y recorrió el lugar sin dejar de mirar el reloj, de contar los segundos que no cesaban de pasar. Caminaba con prisas, sin mirar bien los lugares, sin vigilar sus espaldas. Un último tramo se extendió frente a él, con rapidez y sin duda corrió este. Abrió una gran puerta, encontrándose con dos más. Miró indeciso ambas, el felino no le había dicho de la existencia de dos puertas. Con dudas se acercó a la derecha, pero algo le hizo girar a la izquierda y abrirla sin pensarlo, encontrando una habitación grande, oscura y húmeda. Entrecerró los ojos para albergar a ver algo:
- ¿Hola?- preguntó en un susurro.
Nada, sus ojos aún no se acostumbraban:
- ¿Minho?-preguntó una voz dulce e infantil.
El alto sonrió:
- Lo soy- contestó poniéndose recto y mirando a aquellos niños-. Y nos vamos a marchar de aquí- les aclaró.
Salieron de aquella habitación con prisas, no debían perder el tiempo más de lo que ya habían perdido. Miró el reloj impaciente. El felino ya debía estar en camino de la salida, y el peliblanco esperando para coger a Yong. Tragó con dificultad, esperaba que todo saliera según lo previsto. Arrancó a caminar con más velocidad, pero sin levantar sospechas. El lugar se encontraba abandonado, la final mantenía a la mayoría arriba, ocupados mirando aquella horrible batalla. Escuchaba a los niños jadear de los nervios. Se mordió el labio:
- Vamos... el último esfuerzo- dijo en un murmullo.
Ya veía la salida. Tomó el último gran impulso y abrió la puerta con prisas. Esta dejó ver la oscuridad de la calle, las estrellas brillaban más que nunca:
- Vamos chicos, ya estamos fuera- dijo dejando pasar a los niños antes que él.
Miró como el último pasaba y con una mirada rápida dentro del lugar cerró la puerta con fuerza, saliendo a la calle, observando como los pequeños miraban el cielo extasiados. Sonrió y suspiró:
- Por fin- susurró.
El menor estaba perdiendo los nervios y cada vez le estaba costando más esquivar los ataques de su amigo:
- ¡Tienes que escucharme! –volvió a repetir- ¡Podemos salir de aquí! ¿Es que no lo entiendes? –dijo atacando ahora él.
- ¡Tú eres el que no entiendes Yong! ¡Estamos hechos para esto, para combatir los unos con los otros!
- ¡Estás equivocado, por favor, reacciona de una vez!
- ¡¡Lucha o acabaré matándote!!
Le quedaba poca energía ya. Esto tenía que acabar de una forma u otra y parece que su amigo se empeñaba en que acabara de la peor de ellas. Esquivó el ataque de su contrincante en un movimiento rápido, pero al caer, pisó mal y el siguiente golpe, que gracias a dios no fue con el arma, se estrelló en su estómago estampándolo contra los barrotes de la jaula. Cayó al suelo rendido. Le dolía más la impotencia que el daño físico que estaba recibiendo. Levantó la cabeza del suelo y vio como él se acercaba empuñando el cuchillo que había recibido. Las lágrimas acudieron a sus ojos. Este era el final, después de todo, no lo había conseguido, todo había sido inútil. Por lo menos, su hermano estaría a salvo en algún lugar.
En cuanto llegó a él, lo levantó por el cuello sujetándolo a su altura:
- ¿Por qué lloras Yong? –preguntó curioso- Esto es lo que nos toca, pensé que ya lo habías superado.
- No… -sus lágrimas discurrían por sus mejillas- Este no es nuestro lugar, esto está mal. ¡¿Por qué no lo entiendes?!
- Porque estás equivocado, estás confundido. –le insistía apaciblemente.
Su amigo levantó el arma apuntándolo ferozmente. El pequeño cerró los ojos:
- ¡¡Hyung!!
Esa voz…volvió a abrir los ojos y recorrió el lugar con su vista:
- ¡¡Me lo prometiste!! –su hermano gritaba desesperado mientras sus pequeños ojos se inundaban en lágrimas.
- Jung…
- ¡¡Me prometiste que estaríamos juntos!! ¡¡No puedes dejarme!! ¡¡No lo hagas!!
- Tu hermano tiene mucho valor –sonrió de lado.
- Mi hermano jamás ha perdido de vista lo que realmente es, un ser humano. Así que si no quieres entender, no me queda otro remedio.
Y con una fuerza de origen desconocida, se zafó de él con un fuerte golpe en el pecho y la pelea continuó, pero esta vez, Yong manejaba la situación:
- Vamos pequeño, solo nos quedan diez minutos. –dijo el peliblanco mirando el reloj- tienes que acabar ya.
¿El tiempo? Su mayor enemigo en estos momentos. Tan solo diez minutos y tenían que salir de allí. ¿Cómo les iría a los otros?
De repente el hermano pequeño se aferró a la camiseta de Jonghyun evitando mirar. El peliblanco regresó la mirada al campo de batalla y se encontró con los dos menores muy cerca el uno del otro. La tensión era palpable, pero poco a poco Lee Sang comenzó a caer con el cuchillo clavado en el pecho mientras que el suyo aterrizó en el suelo. Yong cayó de rodillas al suelo llorando ante su propio acto. Matar a tu mejor amigo. ¿Podía ser peor?
- Vamos, Yong. –le dijo su hermano- Sal de ahí, tenemos que irnos.
El niño se levantó como pudo tras anunciar al ganador y Jonghyun lo cogió en brazos. Era duro, y Yong había sido muy valiente:
- Ya está pequeño –le acariciaba la espalda.
- Lo maté… acabo de matarlo –lloraba sin parar.
- Shh…no es culpa tuya. No ha sido decisión tuya, tranquilo.-dijo encaminándose con el resto hacia la salida.
Fijó la vista en el pequeño Yong, que miraba cabizbajo todo, con el rostro inundado en tristeza. Su hermano corrió a él e inundó el lugar en sonrisas y alegría. Alzó los ojos al mayor de todos, que miraba el reloj impaciente. Se acercó a él:
- Lo sé, aún no llega- le dijo en voz baja, para que quedara solo entre ambos.
Los ojos preocupados del mayor se posaron en los suyos:
- No falta mucho para que acabe todo- volvió a decir.
El alto miró a los menores jugar y reír felices. Se mordió el labio mientras millones de imágenes lo bombardeaban. Cerró los ojos tan solo unos segundos, dejándose inundar por el pequeño e inaudible sonido que hacía el reloj del peliblanco:
- Hyung- le dijo después de unos segundos de lapso. Este lo miró sospechando las palabras que saldrían de sus labios-. Voy a buscar a Key.
- No- le dijo tajante-. No quiero que lo hagas, no- negó nuevamente.
- Entiéndelo, no podemos dejarlo solo.
- Taemin lo está guiando, Taemin está ayudándolo- repitió intentando convencerse de que todo iba bien y según lo planeado.
- Lo sé- susurró.
Miró a los niños y después al moreno:
- Cuídalos- soltó por última vez antes de perderse en el interior del lugar.
El peliblanco abrió los ojos al verlo ir, miró a los niños para luego pensar en el felino y en el maknae, en qué diablos hacían, y en el alto, que iba hacia la boca del lobo:
- ¡Minho!- gritó desesperado.
Tiempo era lo que no les quedaba.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
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> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 21]
CAPÍTULO 21
El lugar se encontraba en un gran caos. Gritos y ruidos de máquinas. Corría nervioso por los callejones, mirando para todos lados con temor. El tiempo pasaba y por primera vez en su vida esperaba que los cálculos del líder hubieran sido equivocados. Sus jadeos se dejaban oír, pero pasaba inadvertido entre la multitud. Todo estaba patas arriba. No comprendían que había sucedido mientras la final se debatía. Giraba y giraba, un presentimiento le decía que se encontraba en lo más hondo de aquel lugar. Poco a poco el silencio era menor, el frío aumentaba y el tiempo pasaba. Después de varios giros se encontró con una gran puerta en un costado. Tragó con dificultad. Un grito se oyó desde dentro, algunas voces y más barullo. Dominado por la ira, empujó la puerta con toda la fuerza que le fue necesaria. Abrió los ojos al encontrarse al felino atado, con el torso desnudo, de rodillas en el suelo y con la espalda inundada en sangre, de yaga viva. El que agarraba el látigo se detuvo para mirar al alto:
- Mira que bien, tenemos un nuevo acompañante- dijo con una sonrisa traviesa en sus labios rotos.
El otro hombre viejo y corpulento se puso ante él al ver que se acercaba a ellos. El rano cerró los ojos unos segundos, para ser dominado completamente por la rabia que había guardado durante años. Con fuerza y sin vacilación alguna encestó un perfecto gancho en su estómago. El corpulento señor se llevó las manos al pecho sorprendido de las habilidades del chico. Sin poder evitarlo escupió al suelo sangre:
- Ahora sí que la hiciste buena, maldito insecto- dijo mostrando unos dientes podridos.
Se le hacían los segundos más veloces. Tomó aire, no podían esperar más allí, debían comenzar a moverse, alejarse más de aquel lugar, marcharse sin dejar huella. Se mordió el labio impotente:
- Chicos, vamos a tomar la mano de nuestro compañero y con cuidado nos iremos moviendo, ¿vale?- les preguntó.
Todos asintieron a sus palabras. Se tomaron de las manos, y comenzaron a alejarse, no sin antes una última mirada. Tragó con dificultad y continuó:
- Jonghyun-hyung- escuchó de uno de los pequeños que se había detenido. Lo miró sin comprender-. ¿Esos chicos no van con nosotros?
Siguió la línea que el dedo del menor hacía, señalándolos, mostrándolos ante él. Una sonrisa se formó en sus labios:
- ¿¡Te marchabas sin nosotros!?- le preguntó en voz alta el cara rana.
Negó aún con la sonrisa de sus labios:
- No mientas- dijo riendo.
Miró el reloj, no quedaba nada. Los menores continuaron avanzando con velocidad, mientras el rubio y el moreno se acercaban a ellos. Ya no quedaba nada, ya había finalizado.
Se despidieron de ellos, algunas lágrimas se escaparon de sus grandes y avivados ojos:
- Nos vemos pronto- les dijo el rubio.
Las sonrisas en ellos eran anchas:
- Toma- le dio el peliblanco al mayor de ellos un sobre-. Cuando los veas entrégales esto- añadió sonriendo.
El niño asintió y lo agarró fuertemente:
- Juguemos- habló el alto.
- ¿A qué?- dijo el menor de todos con el rostro inundado en lágrimas.
- A 'no sé'- añadió el felino.
- ¿Cómo va eso?- preguntó otro.
- Es fácil, cuando os pregunten algo sobre nosotros, tendréis que decir 'no sé'- agregó el cara rana con una sonrisa mientras explicaba.
Los niños rieron ante aquel ridículo juego:
- Todo depende de ustedes, ¿podréis jugar bien?- preguntó el mayor de todos.
Los niños asintieron. Los tres adultos sonrieron:
- Bueno chicos, es hora de que nos vayamos y de que ustedes avancéis- les dijo.
Unos fuertes sollozos. Sonrieron con fuerza y se dieron la vuelta, dejando atrás a los menores. Doblaron la esquina y entraron en un callejón, donde se veía perfectamente donde se encontraban los menores:
- Vamos... tienen que moverse- susurró el peliblanco.
No se tardaron, a pesar de que sus pasos eran lentos, llegaron hasta allí, donde se veía como un policía los miraba sin comprender y como Kwang le entregaba el sobre. Sonrieron cuando los pequeños entraron. Sin más, dejaron el lugar.
Sus pasos eran débiles y cansados, ya no podían con sus almas, les pesaba todo el cuerpo. Un suspiro sonoro en el lugar. Sonrisas de alivio en sus rostros. Las calles oscuras por la recién caída noche dejaban un tenebroso fular de niebla. Miraban al frente con los ojos entrecerrados. Les quedaba poco para llegar, las casas vecinas se acercaban a ellos. Poco a poco un sonido extraño entraba en sus oídos:
- Ese ruido...- dijo el rubio ligeramente.
De repente, delante de los dos, comenzó a correr el peliblanco. Asustados por lo que conllevaba esa reacción lo siguieron sin dudarlo un segundo. Recorrieron el poco tramo que quedaba hasta la chillona casa que habitaban. La puerta fue abierta con prisas y temblores por parte del mayor, que al entrar continuó con su recorrido. El cara rana dudó, pero se marchó a la caja de electricidad de la casa. El rubio no pudo evitarlo y siguió al peliblanco:
- ¿¡Taemin!?- gritó el moreno entrando en su habitación.
Lo localizó en el suelo, acurrucado. Abrió los ojos y bajó sus manos. En mi mitad de todo aquel alboroto la luz volvió y el grito incesante acabó. Tomó su pulso, que iba tranquilo y acompasado. Suspiró aliviado, cerrando los ojos por unos segundos, sintiendo como el alivio lo dominaba. Se fijó en el menor, en como su pecho subía despacio y como bajaba igual, como su rostro lucía pacífico y en descanso, al igual que sus facciones. Su mente corría veloz, hasta que lo había comprendido. Se puso erguido y con una fuerza brutal dio un golpe a la mesa, donde las cosas saltaron. El maknae abrió los ojos de repente, asustado y sin comprender que sucedía. Miró al peliblanco con los ojos abiertos, observando como su mirada ardía en rabia. El felino miró aquella escena con el corazón a mil, no se esperaba esa reacción del mayor:
- ¿Hy-
- ¿Puedes explicarme qué estás haciendo?- le interrumpió lo más tranquilo que pudo.
- Pu- pues- intentó decir.
El moreno lo miró a los ojos, transmitiéndole lo que sentía:
- ¿¡Te estoy preguntando que qué hacías!?- le volvió a preguntar alzando la voz a más nivel.
El menor abrió los ojos:
- No lo sé...- murmuró asustado de aquel rostro.
- ¿¡No sabes!?
El rubio, que miraba todo desde la puerta, se acercó al mayor y subió la mano a su hombro:
- Jonghyun-hyung, tranquilízate, no vas a conseguir nada de esta manera- le pidió.
- ¿¡Por qué dormías!? ¡Te pedí que guiaras a Key, solo eso!- le dijo alzando la voz de mala manera-. ¡Solo tenías que hacer eso, pero al parecer te molesta!- le echó en cara.
El castaño no daba crédito a las palabras del médico. Se levantó como pudo, sintiendo un mínimo dolor en sus piernas:
- Hyung, yo no hice eso- comenzó-. En serio que no me dormí- agregó con el rostro descompuesto en confusión.
El mayor chistó molesto, volviendo a dar otro golpe más:
- Parece que no eres consciente de lo que está sucediendo... ¡Key casi muere en esta misión por tu falta de responsabilidad!- le gritó.
El maknae al oír aquellas palabras de su boca sintió como su mundo se derrumbaba, no comprendía como él, la persona que más amaba en el mundo, le estuviera diciendo eso, recalcándole aquello que en un día le dijo que jamás hiciera, aquello que prometió jamás hacer, y aquello que nunca había hecho:
- ¡Estuvo a punto de formar parte de aquel gran trozo de mierda y escombros! ¿¡No lo entiendes!?- le volvió a gritar.
La ira lo tenía dominado, y al ver las lágrimas del menor aún más:
- ¡No llores!- le gritó.
Se mordió el labio impotente de la rabia, acumulada días atrás, que lo tenía contaminado. Dio un nuevo golpe a la mesa y salió de la habitación, empujando al alto que se entrometía en su escapada. Un último portazo se dejó oír en la puerta de salida. La casa se inundó de un silencio cargado de incomodidad, que fue roto por el llanto del menor. El rubio ante la vista de este se acercó a él rápido y acarició su espalda:
- Lo sé, es un gran idiota, pero tienes que entenderlo- le susurró con una pequeña sonrisa en sus labios.
- Estaba muy preocupado- entró en la conversación el cara rana-. No es normal en él verlo de esa manera, es más, bastante extraño- agregó-. Pero llevamos días sin dormir y pues... encontrarte durmiendo...
El maknae lo miró entre lágrimas:
- Lo entiendo- habló como pudo-, pero yo no hice eso, no me quedé dormido- miró a ambos-. Os lo prometo, yo no me quedé dormido. Fue todo tan de repente... los sistemas fallaron y...- cerró los ojos intentando recordar algo que nunca llegó a retener.
Un ligero beso fue dejado en su frente:
- Te creo, pequeño. Intentaré hablar con él- le dijo el felino-. Mientras tanto intenta tranquilizarte y tomar algo, estás pálido. Minho estará aquí contigo- agregó esto último mirando al nombrado, quién asintió.
Salió por la puerta, entrando en la fría y oscura noche nuevamente. Miró para todos lados, el menor le había contado de su lugar, donde el peliblanco tenía la costumbre ir. Comenzó a caminar con paso rápido. La espalda le escocía, pero eso no le importaba en esos instantes, debía solucionar aquello que su corazón mantenía duro y con dolor.
El recorrido fue cansado, se había encontrado con una gran subida. Después de pasar un tramo de árboles, se encontró con el paisaje más perfecto que jamás había visto. El cielo coloreado con tonos oscuros, la ciudad pintada con puntos amarillos y una fina niebla que la cubría. Entró en él con el rostro inundado en asombro:
- Esto es increíble- susurró sin dar crédito.
El mayor lo miró entrar y pisar la hierba pequeña y húmeda:
- ¿Qué haces aquí?- le preguntó débilmente.
Después de aquel lapsus se fijó en el peliblanco, que miraba lejos de aquel prado, a las tenebrosas calles. Tomó aire y se sentó a su lado:
- Vine a buscarte- murmuró ensimismado en el panorama.
Se creó un gran silencio sacudido por el movimiento de las hojas en los árboles:
- No seas así de injusto- le pidió el rubio.
- ¿Que no sea cómo?- le preguntó al mismo tono.
Un gran suspiro, miró al mayor que aún continuaba con la mirada puesta en ello:
- Sabes bien que trataste muy mal a Taemin- le dijo consternado-. ¿Realmente te crees que se haya quedado dormido en medio de una misión?- le preguntó-. Porque yo no lo veo así. Mejor que nadie eres consciente que Tae es demasiado responsable en estos asuntos. ¿Has pensado en el daño que le hiciste?- le preguntó otra vez.
- Joder Key- masculló en un hilo de voz. Miró al suelo, para luego alzar la mirada y ponerla sobre los ojos felinos, dejándose ver débil e indefenso con sus adorables ojos de cachorro-. Sé que Taemin no hace esas cosas, pero mis ojos lo vieron. Estaba durmiendo, durmiendo. En medio de una misión. Que tu vida estaba en pel-
- Deja de decir ya eso- le pidió molesto-. Sé que estaba en peligro, pero él no tiene la culpa. ¿Por qué saltó la alarma de la casa? No has pensado en ello, pero es una evidente razón de que algo ocurrió- le dijo rápido-. No tienes que enredarte en tus idiotas cavilaciones modificadas por la falta de descanso. Abre los ojos y piensa que no tiene sentido. Cree en él, hyung.
Los ojos del mayor se cerraron por un momento, largo y pesado:
- ¡Creo en él! Es mi niño, mi pequeño. Dios mío... es que no sabría que hacer sin él. Me es imposible pensar que haya hecho eso, pero... - su voz se quebró por un momento. Tomó aire intentando calmarse.
El felino sonrió ante esa reacción del mayor:
- Eres un babo- le habló con una gran sonrisa en sus labios-. No tendrías que estar diciéndomelo a mí, sino a él.
El mayor suspiró derrotado por la gran variedad de sentimientos que había en su interior:
- Pero... ¿y si no me quiere perdonar?- le preguntó-. Mis palabras fueron tan brutales, me comporté como un maldito arrogante, le grité.
- Te perdonará. Es Taemin- le consoló-. Sabe que eres un tonto de los grandes- le dijo riendo-. Hazme caso, te quiere tanto como tú a él.
Se levantó del suelo sacudiendo sus vaqueros, sintiendo una pequeña punzada en su espalda:
- Dios mío, tengo que curarte la espalda- dijo abriendo los ojos-. Lo había olvidado por completo. Encima de un agresivo, un mal médico- dijo ayudándolo a ponerse recto.
- No digas bobadas y vamos para que hagas tus deberes- le reprendió.
- ¿Ya estás mejor?- le preguntó el cara rana mientras miraba como este vendaba al rubio.
Asintió:
- Siento mi comportamiento- dijo en un suspiro.
Terminó de vendarlo y se levantó, ayudándolo a él después:
- Que mala suerte que se haya quedado dormido- dijo el herido.
Todos asintieron:
- Estaba llorando mucho- murmuró el alto-. Le obligué a sentarse después de comer y se quedó dormido- añadió con una pequeña sonrisa.
- Vas a tener que esperar a mañana. Mejor, así tienes una noche de sueño extendido en medio.
Este asintió y suspiró:
- ¿Llamaste a Jinki-hyung?- preguntó el peliblanco.
- Sí- asintió el alto-. Está con Kai muy ocupado, dice que tardará unos días en regresar.
Se quedaron en silencio, digiriendo todo lo que había sucedido en el día.
Los ojos le escocían. Suspiró quitando las sábanas que habían acabado sobre su rostro. Se levantó parpadeando como pudo. Le dolía todo. Fue en busca de un gran vaso de agua que refrescara su seca boca, para después dirigirse al baño. Se sorprendió al ver al menor dentro de la bañera con la mirada pérdida:
- ¿Taemin?- preguntó a duras penas.
El menor lo miró a los ojos ante su llegada:
- Pequeño perd-
- Cierra la puerta y siéntate- le pidió en un tono leve y monótono.
Hizo caso a lo que el menor pedía y se quedó en silencio, esperando sus próximas palabras:
- Sé cómo te encontrabas, al igual que te comprendo- comenzó hablando sin mirarlo-. También sé lo que me sucedió. No fue tan simple, no me quedé dormido. Porque jamás lo haría y porque no lo hice. Algo sucedió. Recuerdo perfectamente cuando Onew-hyung vino a mi habitación y se despidió de mí. Después de eso continué tranquilamente guiando a Key-hyung. Escuchaba ruidos, pero que creí de los ordenadores. Estaban calientes y era algo usual. Poco a poco sentía mi cuerpo un tanto pesado, que no catalogué como extraño. Me imaginé que tal vez por todo. El algún momento mis ojos se volvieron pesados y el sistema dio el aviso de que se apagaría. Te juro que me sorprendí tanto que creí que moría, no tenía sentido que eso ocurriera. Me levanté para ir en buscar de la caja de electricidad, eso no era normal. Sí, me temblaba el cuerpo, pero no podía arriesgarme a perder conexión. Cuando pisé el suelo mi cuerpo dolió y mis ojos de repente se cerraron, albergando ver una sombra ante mis ojos. Volví a la consciencia cuando llegasteis- terminó de contar.
El silencio que había mantenido el mayor se acabó cuando asimiló aquellas palabras:
- Lo siento- murmuró-. Te eché la culpa de todo y te llamé irresponsable, es más, te grité y me dejé llevar por algo inexplicable. No me creía que hieras eso, pero me era imposible creer en algo más en las circunstancias que me encontraba. El ir a nuestro lugar me hizo aclarar todo aquello. No sé, fue como si mi mente se hubiera aclarado drásticamente. No me gusta verte llorar, diablos, odio verte si quiera con una cara larga. Pero fui cegado por mis estúpidas especulaciones- se detuvo unos segundos, fijando su mirada en sus ojos, que lo habían mirado en ese instante-. Perdóname. Miénteme si hace falta, porque no voy a poder vivir si no lo haces.
Escuchó un sollozo, el menor sonrió sintiéndose ridículo:
- Eres un tonto, lo sabes, ¿verdad?- le preguntó secándose las lágrimas calientes.
El peliblanco asintió:
- Lo sé, y el más grande del mundo- añadió levantándose abriendo los brazos.
Estos fueron ocupados por el menor, que con una sonrisa lo abrazaba fuertemente:
- No lo vuelvas a hacer- susurró a su oído-. No quiero volverte a ver así. Eres muy feo enfadado- añadió para dar un toque de diversión.
Ambos rieron:
- Muy feo- murmuró.
Se sentó sobre la cama, mirándolo:
- Minho se marchó- le dijo-. ¿Sabes cuándo va a venir Onew-hyung?- le preguntó.
El mayor negó sin despegar la mirada del libro que ocupaban sus manos:
- ¿Qué lees?- le preguntó poniéndose cómodo, tapándose con las sábanas.
- Un libro sobre un síndrome- le dijo sin despegar la mirada del libro.
El rubio alzó una ceja y rio. Tomó una revista y entró en ella. Ambos eran consumidos por sus lecturas, sin ser conscientes de la entrada de un intruso. Gateó divertido por el suelo. Alzó la mirada y abrió la cama, entrando por debajo de las sábanas. Caminó como una pequeña oruga, hasta que tuvo ante sus ojos lo que andaba buscando. Con una sonrisa traviesa acarició el muslo. Sonrió al sentir como la persona daba un pequeño respingo.
Soltó una pequeña risita sin quererlo. Subió una de sus manos por el torso del otro, entrometiéndose dentro de su camisa. Sintió la calidad de este, sus definidos abdominales. Estaba irremediablemente poniéndose duro. Su otra mano jugó rebelde en el bulto que tenía el rubio. Escuchó un gemido. Sonrió, cuando vio como el mayor levantó la sábana, dejándolo en evidencia:
- Eres un chico malo- le dijo con una sonrisa de lado.
Agarró su mano y lo subió con fuerza, dejándolo a la misma altura que él. Sin ningún impedimento se lanzó hacia sus labios. Sus lenguas excitadas por la lujuria jugaron en la boca del otro. Recorriendo toda su cavidad. Sus manos se entrelazaban y pasaban, sin perder detalle, por el cuerpo del otro. El menor fue rodeado por unos brazos, recibiendo un masaje en su oreja. Estaba demasiado excitado, podía sentir que se corría sin siquiera haber sido tocado allí. El mayor soltó sus labios para deshacerse de su camisa, dejando a vista su bien formado tronco. La mano del maknae fue directa, jugando a recorrer sus abdominales. El rubio celoso le lamió el cuello. Ante esto sonrió y tumbó al felino. Le quitó la camisa sin ningún comentario por parte de él y luego sus pantalones y bóxer. Dejándolo totalmente indefenso ante sus miradas. El peliblanco y el castaño estaban hambrientos. El primero de estos tomó los labios del de piel de porcelana y poco a poco bajó hasta sus tetillas, donde sin pensarlo jugó con ellas. Al igual que el mayor, el maknae lamió uno de los botones rosados y excitados del felino. Un sobresaliente gemido escapó de sus labios acorazonados. La mano del menor paró sobre su erecta hombría, y con lentitud y delicadeza comenzó a masajearla.
Los jadeos empezaron a inundar el gran lugar, el ambiente pesado y acaramelado manchaba la habitación. Una de las manos del moreno se escapó y apretó el trasero del rubio. Sonrió y soltó un gemido. Ambos le estaban dando un placer sin precedentes. Su mano poco a poco dejó penetrar uno de sus dedos. Metió otro y otro. Lo masajeaba al igual que el menor. No soportaba la sensación de éxtasis que lo dominaba. Estaba a tan solo un movimiento más de correrse.
- Me... v-voy a correr- murmuró inaudiblemente.
El menor sonrió y mordió sus labios. Causando lo tan esperado, el rubio soltó todo el líquido blanco que lo había mantenido pendiendo de un hilo. Su gemido llenó el lugar, su espalda se arqueó y sus ojos se pusieron en blanco. Los jadeos llenaron el lugar.
- Ya estás- habló el peliblanco lamiendo los dedos.
El menor se quitó toda prenda que lo mantenía atado, teniendo la mirada de los demás sobre él. El moreno lo siguió, los vaqueros le presionaban. Lo agarró por la espalda, y con admiración perfiló su cuerpo con sus manos. De arriba hasta su cadera, donde entrometió dos dedos en su rosado agujero. Un pequeño gemido salió de sus labios, que fue atrapado por la boca del rubio. Con ansias sacó los dedos y despacio entrometió su hombría. El menor abrió la boca sin emitir sonido alguno.
- Dios... eres tan perfectamente apretado- murmuró el mayor.
Entonces lo hizo, se metió en él, llenándolo por completo.
- Vamos, ven Key-hyung- le incitó el menor.
No lo dudó por un segundo y se acercó a este de espaldas, mientras el maknae se metía en él. Sin esperar demasiado el peliblanco salió de él y volvió a entrar, haciéndolo gemir del placer, el rubio hizo lo mismo, sacando su cuerpo para adelante y nuevamente para atrás. Los gemidos que salían de sus bocas, las palabras incomprensibles y los suspiros era lo único que se dejaba oír en el gran silencio del lugar. El continuo vaivén, el choqué entre los tres, el roce de sus cuerpos, la vista perfecta...
- Dame más, hyung- pidió el castaño desesperándose por la lentitud.
Una sonrisa de lado y una fuerte estocada:
- ¡Ah!- gritaron los otros dos de placer.
El felino también aumento la velocidad, mientras el menor le masturbaba. La cadena que mantenían fue destruida por el éxtasis. Sus cuerpos temblaban. El peliblanco se echó por completo en la cama, el menor se acostó en su costado y el rubio igual. Jadeaban con velocidad, el corazón les iba a mil. Se sentían liberados. El felino se enredó en el cuerpo del mayor y besó su costado, sus manos recorrieron su pecho, causando escalofríos en este. De un momento a otro ya estaba de nuevo. Este se despegó de él y se montó encima. El maknae miraba la escena con recelo. El de piel de porcelana mordió sus labios, bajando por todo él, dejando un leve camino de saliva, hasta llegar a su hombría, donde dio una pequeña lamida. El mayor soltó un suspiro. Esperando unos segundos para hacerlo desesperar, metió el pene en su boca, chupándolo sin vergüenza alguna ante ambos.
El castaño empezó a masturbarse mirando la escena, pero su mano fue detenida por la del moreno, quien lo hizo por él, tocando de vez en cuando sus testículos, haciéndolo sentir a punto:
- Me...ah ah...- susurraba.
El rubio sacó de su boca el pene del mayor y besó sus labios, sentándose sobre él, obligándole a que se metiera. Su mirada chocó con la del mayor, quién le pedía más, quería gritar del placer. Eso hizo. Subió y bajó en él, pasó sus propias manos por su cuerpo:
- Joder...- murmuró masajeando más rápido la hombría del menor y cerrando los ojos ante la subida y bajada del felino.
Después de incesantes minutos soltando palabras de placer, de miradas inundadas en lujuria, de toques excitantes, se vinieron sin aviso, cayendo rendidos. Sus pechos subían y bajaban veloces. Se miraron y rieron, había sido perfecto. El mayor se llevó su mano a la boca, lamiendo el semen del menor que contenían estas:
- Sois jodidamente perfectos- dijo el felino jadeando echado en la cama.
El castaño se levantó completamente desnudo y caminó hacia la puerta:
- Voy a limpiarme- dijo sensualmente-. ¿Me acompañáis?
Una risotada se escapó de los labios del mayor:
- No hace falta ni que lo preguntes, pequeño- contestó igual que él.
Se levantaron riendo hacia el baño, mientras las sábanas caían, por la reciente batalla, al suelo. El libro en el suelo, con miles de letras en él y una fuerte risa seguido de un gemido proveniente del baño. Excitante y caliente era en lo que se había convertido el ambiente.
El lugar se encontraba en un gran caos. Gritos y ruidos de máquinas. Corría nervioso por los callejones, mirando para todos lados con temor. El tiempo pasaba y por primera vez en su vida esperaba que los cálculos del líder hubieran sido equivocados. Sus jadeos se dejaban oír, pero pasaba inadvertido entre la multitud. Todo estaba patas arriba. No comprendían que había sucedido mientras la final se debatía. Giraba y giraba, un presentimiento le decía que se encontraba en lo más hondo de aquel lugar. Poco a poco el silencio era menor, el frío aumentaba y el tiempo pasaba. Después de varios giros se encontró con una gran puerta en un costado. Tragó con dificultad. Un grito se oyó desde dentro, algunas voces y más barullo. Dominado por la ira, empujó la puerta con toda la fuerza que le fue necesaria. Abrió los ojos al encontrarse al felino atado, con el torso desnudo, de rodillas en el suelo y con la espalda inundada en sangre, de yaga viva. El que agarraba el látigo se detuvo para mirar al alto:
- Mira que bien, tenemos un nuevo acompañante- dijo con una sonrisa traviesa en sus labios rotos.
El otro hombre viejo y corpulento se puso ante él al ver que se acercaba a ellos. El rano cerró los ojos unos segundos, para ser dominado completamente por la rabia que había guardado durante años. Con fuerza y sin vacilación alguna encestó un perfecto gancho en su estómago. El corpulento señor se llevó las manos al pecho sorprendido de las habilidades del chico. Sin poder evitarlo escupió al suelo sangre:
- Ahora sí que la hiciste buena, maldito insecto- dijo mostrando unos dientes podridos.
Se le hacían los segundos más veloces. Tomó aire, no podían esperar más allí, debían comenzar a moverse, alejarse más de aquel lugar, marcharse sin dejar huella. Se mordió el labio impotente:
- Chicos, vamos a tomar la mano de nuestro compañero y con cuidado nos iremos moviendo, ¿vale?- les preguntó.
Todos asintieron a sus palabras. Se tomaron de las manos, y comenzaron a alejarse, no sin antes una última mirada. Tragó con dificultad y continuó:
- Jonghyun-hyung- escuchó de uno de los pequeños que se había detenido. Lo miró sin comprender-. ¿Esos chicos no van con nosotros?
Siguió la línea que el dedo del menor hacía, señalándolos, mostrándolos ante él. Una sonrisa se formó en sus labios:
- ¿¡Te marchabas sin nosotros!?- le preguntó en voz alta el cara rana.
Negó aún con la sonrisa de sus labios:
- No mientas- dijo riendo.
Miró el reloj, no quedaba nada. Los menores continuaron avanzando con velocidad, mientras el rubio y el moreno se acercaban a ellos. Ya no quedaba nada, ya había finalizado.
Se despidieron de ellos, algunas lágrimas se escaparon de sus grandes y avivados ojos:
- Nos vemos pronto- les dijo el rubio.
Las sonrisas en ellos eran anchas:
- Toma- le dio el peliblanco al mayor de ellos un sobre-. Cuando los veas entrégales esto- añadió sonriendo.
El niño asintió y lo agarró fuertemente:
- Juguemos- habló el alto.
- ¿A qué?- dijo el menor de todos con el rostro inundado en lágrimas.
- A 'no sé'- añadió el felino.
- ¿Cómo va eso?- preguntó otro.
- Es fácil, cuando os pregunten algo sobre nosotros, tendréis que decir 'no sé'- agregó el cara rana con una sonrisa mientras explicaba.
Los niños rieron ante aquel ridículo juego:
- Todo depende de ustedes, ¿podréis jugar bien?- preguntó el mayor de todos.
Los niños asintieron. Los tres adultos sonrieron:
- Bueno chicos, es hora de que nos vayamos y de que ustedes avancéis- les dijo.
Unos fuertes sollozos. Sonrieron con fuerza y se dieron la vuelta, dejando atrás a los menores. Doblaron la esquina y entraron en un callejón, donde se veía perfectamente donde se encontraban los menores:
- Vamos... tienen que moverse- susurró el peliblanco.
No se tardaron, a pesar de que sus pasos eran lentos, llegaron hasta allí, donde se veía como un policía los miraba sin comprender y como Kwang le entregaba el sobre. Sonrieron cuando los pequeños entraron. Sin más, dejaron el lugar.
Sus pasos eran débiles y cansados, ya no podían con sus almas, les pesaba todo el cuerpo. Un suspiro sonoro en el lugar. Sonrisas de alivio en sus rostros. Las calles oscuras por la recién caída noche dejaban un tenebroso fular de niebla. Miraban al frente con los ojos entrecerrados. Les quedaba poco para llegar, las casas vecinas se acercaban a ellos. Poco a poco un sonido extraño entraba en sus oídos:
- Ese ruido...- dijo el rubio ligeramente.
De repente, delante de los dos, comenzó a correr el peliblanco. Asustados por lo que conllevaba esa reacción lo siguieron sin dudarlo un segundo. Recorrieron el poco tramo que quedaba hasta la chillona casa que habitaban. La puerta fue abierta con prisas y temblores por parte del mayor, que al entrar continuó con su recorrido. El cara rana dudó, pero se marchó a la caja de electricidad de la casa. El rubio no pudo evitarlo y siguió al peliblanco:
- ¿¡Taemin!?- gritó el moreno entrando en su habitación.
Lo localizó en el suelo, acurrucado. Abrió los ojos y bajó sus manos. En mi mitad de todo aquel alboroto la luz volvió y el grito incesante acabó. Tomó su pulso, que iba tranquilo y acompasado. Suspiró aliviado, cerrando los ojos por unos segundos, sintiendo como el alivio lo dominaba. Se fijó en el menor, en como su pecho subía despacio y como bajaba igual, como su rostro lucía pacífico y en descanso, al igual que sus facciones. Su mente corría veloz, hasta que lo había comprendido. Se puso erguido y con una fuerza brutal dio un golpe a la mesa, donde las cosas saltaron. El maknae abrió los ojos de repente, asustado y sin comprender que sucedía. Miró al peliblanco con los ojos abiertos, observando como su mirada ardía en rabia. El felino miró aquella escena con el corazón a mil, no se esperaba esa reacción del mayor:
- ¿Hy-
- ¿Puedes explicarme qué estás haciendo?- le interrumpió lo más tranquilo que pudo.
- Pu- pues- intentó decir.
El moreno lo miró a los ojos, transmitiéndole lo que sentía:
- ¿¡Te estoy preguntando que qué hacías!?- le volvió a preguntar alzando la voz a más nivel.
El menor abrió los ojos:
- No lo sé...- murmuró asustado de aquel rostro.
- ¿¡No sabes!?
El rubio, que miraba todo desde la puerta, se acercó al mayor y subió la mano a su hombro:
- Jonghyun-hyung, tranquilízate, no vas a conseguir nada de esta manera- le pidió.
- ¿¡Por qué dormías!? ¡Te pedí que guiaras a Key, solo eso!- le dijo alzando la voz de mala manera-. ¡Solo tenías que hacer eso, pero al parecer te molesta!- le echó en cara.
El castaño no daba crédito a las palabras del médico. Se levantó como pudo, sintiendo un mínimo dolor en sus piernas:
- Hyung, yo no hice eso- comenzó-. En serio que no me dormí- agregó con el rostro descompuesto en confusión.
El mayor chistó molesto, volviendo a dar otro golpe más:
- Parece que no eres consciente de lo que está sucediendo... ¡Key casi muere en esta misión por tu falta de responsabilidad!- le gritó.
El maknae al oír aquellas palabras de su boca sintió como su mundo se derrumbaba, no comprendía como él, la persona que más amaba en el mundo, le estuviera diciendo eso, recalcándole aquello que en un día le dijo que jamás hiciera, aquello que prometió jamás hacer, y aquello que nunca había hecho:
- ¡Estuvo a punto de formar parte de aquel gran trozo de mierda y escombros! ¿¡No lo entiendes!?- le volvió a gritar.
La ira lo tenía dominado, y al ver las lágrimas del menor aún más:
- ¡No llores!- le gritó.
Se mordió el labio impotente de la rabia, acumulada días atrás, que lo tenía contaminado. Dio un nuevo golpe a la mesa y salió de la habitación, empujando al alto que se entrometía en su escapada. Un último portazo se dejó oír en la puerta de salida. La casa se inundó de un silencio cargado de incomodidad, que fue roto por el llanto del menor. El rubio ante la vista de este se acercó a él rápido y acarició su espalda:
- Lo sé, es un gran idiota, pero tienes que entenderlo- le susurró con una pequeña sonrisa en sus labios.
- Estaba muy preocupado- entró en la conversación el cara rana-. No es normal en él verlo de esa manera, es más, bastante extraño- agregó-. Pero llevamos días sin dormir y pues... encontrarte durmiendo...
El maknae lo miró entre lágrimas:
- Lo entiendo- habló como pudo-, pero yo no hice eso, no me quedé dormido- miró a ambos-. Os lo prometo, yo no me quedé dormido. Fue todo tan de repente... los sistemas fallaron y...- cerró los ojos intentando recordar algo que nunca llegó a retener.
Un ligero beso fue dejado en su frente:
- Te creo, pequeño. Intentaré hablar con él- le dijo el felino-. Mientras tanto intenta tranquilizarte y tomar algo, estás pálido. Minho estará aquí contigo- agregó esto último mirando al nombrado, quién asintió.
Salió por la puerta, entrando en la fría y oscura noche nuevamente. Miró para todos lados, el menor le había contado de su lugar, donde el peliblanco tenía la costumbre ir. Comenzó a caminar con paso rápido. La espalda le escocía, pero eso no le importaba en esos instantes, debía solucionar aquello que su corazón mantenía duro y con dolor.
El recorrido fue cansado, se había encontrado con una gran subida. Después de pasar un tramo de árboles, se encontró con el paisaje más perfecto que jamás había visto. El cielo coloreado con tonos oscuros, la ciudad pintada con puntos amarillos y una fina niebla que la cubría. Entró en él con el rostro inundado en asombro:
- Esto es increíble- susurró sin dar crédito.
El mayor lo miró entrar y pisar la hierba pequeña y húmeda:
- ¿Qué haces aquí?- le preguntó débilmente.
Después de aquel lapsus se fijó en el peliblanco, que miraba lejos de aquel prado, a las tenebrosas calles. Tomó aire y se sentó a su lado:
- Vine a buscarte- murmuró ensimismado en el panorama.
Se creó un gran silencio sacudido por el movimiento de las hojas en los árboles:
- No seas así de injusto- le pidió el rubio.
- ¿Que no sea cómo?- le preguntó al mismo tono.
Un gran suspiro, miró al mayor que aún continuaba con la mirada puesta en ello:
- Sabes bien que trataste muy mal a Taemin- le dijo consternado-. ¿Realmente te crees que se haya quedado dormido en medio de una misión?- le preguntó-. Porque yo no lo veo así. Mejor que nadie eres consciente que Tae es demasiado responsable en estos asuntos. ¿Has pensado en el daño que le hiciste?- le preguntó otra vez.
- Joder Key- masculló en un hilo de voz. Miró al suelo, para luego alzar la mirada y ponerla sobre los ojos felinos, dejándose ver débil e indefenso con sus adorables ojos de cachorro-. Sé que Taemin no hace esas cosas, pero mis ojos lo vieron. Estaba durmiendo, durmiendo. En medio de una misión. Que tu vida estaba en pel-
- Deja de decir ya eso- le pidió molesto-. Sé que estaba en peligro, pero él no tiene la culpa. ¿Por qué saltó la alarma de la casa? No has pensado en ello, pero es una evidente razón de que algo ocurrió- le dijo rápido-. No tienes que enredarte en tus idiotas cavilaciones modificadas por la falta de descanso. Abre los ojos y piensa que no tiene sentido. Cree en él, hyung.
Los ojos del mayor se cerraron por un momento, largo y pesado:
- ¡Creo en él! Es mi niño, mi pequeño. Dios mío... es que no sabría que hacer sin él. Me es imposible pensar que haya hecho eso, pero... - su voz se quebró por un momento. Tomó aire intentando calmarse.
El felino sonrió ante esa reacción del mayor:
- Eres un babo- le habló con una gran sonrisa en sus labios-. No tendrías que estar diciéndomelo a mí, sino a él.
El mayor suspiró derrotado por la gran variedad de sentimientos que había en su interior:
- Pero... ¿y si no me quiere perdonar?- le preguntó-. Mis palabras fueron tan brutales, me comporté como un maldito arrogante, le grité.
- Te perdonará. Es Taemin- le consoló-. Sabe que eres un tonto de los grandes- le dijo riendo-. Hazme caso, te quiere tanto como tú a él.
Se levantó del suelo sacudiendo sus vaqueros, sintiendo una pequeña punzada en su espalda:
- Dios mío, tengo que curarte la espalda- dijo abriendo los ojos-. Lo había olvidado por completo. Encima de un agresivo, un mal médico- dijo ayudándolo a ponerse recto.
- No digas bobadas y vamos para que hagas tus deberes- le reprendió.
- ¿Ya estás mejor?- le preguntó el cara rana mientras miraba como este vendaba al rubio.
Asintió:
- Siento mi comportamiento- dijo en un suspiro.
Terminó de vendarlo y se levantó, ayudándolo a él después:
- Que mala suerte que se haya quedado dormido- dijo el herido.
Todos asintieron:
- Estaba llorando mucho- murmuró el alto-. Le obligué a sentarse después de comer y se quedó dormido- añadió con una pequeña sonrisa.
- Vas a tener que esperar a mañana. Mejor, así tienes una noche de sueño extendido en medio.
Este asintió y suspiró:
- ¿Llamaste a Jinki-hyung?- preguntó el peliblanco.
- Sí- asintió el alto-. Está con Kai muy ocupado, dice que tardará unos días en regresar.
Se quedaron en silencio, digiriendo todo lo que había sucedido en el día.
Los ojos le escocían. Suspiró quitando las sábanas que habían acabado sobre su rostro. Se levantó parpadeando como pudo. Le dolía todo. Fue en busca de un gran vaso de agua que refrescara su seca boca, para después dirigirse al baño. Se sorprendió al ver al menor dentro de la bañera con la mirada pérdida:
- ¿Taemin?- preguntó a duras penas.
El menor lo miró a los ojos ante su llegada:
- Pequeño perd-
- Cierra la puerta y siéntate- le pidió en un tono leve y monótono.
Hizo caso a lo que el menor pedía y se quedó en silencio, esperando sus próximas palabras:
- Sé cómo te encontrabas, al igual que te comprendo- comenzó hablando sin mirarlo-. También sé lo que me sucedió. No fue tan simple, no me quedé dormido. Porque jamás lo haría y porque no lo hice. Algo sucedió. Recuerdo perfectamente cuando Onew-hyung vino a mi habitación y se despidió de mí. Después de eso continué tranquilamente guiando a Key-hyung. Escuchaba ruidos, pero que creí de los ordenadores. Estaban calientes y era algo usual. Poco a poco sentía mi cuerpo un tanto pesado, que no catalogué como extraño. Me imaginé que tal vez por todo. El algún momento mis ojos se volvieron pesados y el sistema dio el aviso de que se apagaría. Te juro que me sorprendí tanto que creí que moría, no tenía sentido que eso ocurriera. Me levanté para ir en buscar de la caja de electricidad, eso no era normal. Sí, me temblaba el cuerpo, pero no podía arriesgarme a perder conexión. Cuando pisé el suelo mi cuerpo dolió y mis ojos de repente se cerraron, albergando ver una sombra ante mis ojos. Volví a la consciencia cuando llegasteis- terminó de contar.
El silencio que había mantenido el mayor se acabó cuando asimiló aquellas palabras:
- Lo siento- murmuró-. Te eché la culpa de todo y te llamé irresponsable, es más, te grité y me dejé llevar por algo inexplicable. No me creía que hieras eso, pero me era imposible creer en algo más en las circunstancias que me encontraba. El ir a nuestro lugar me hizo aclarar todo aquello. No sé, fue como si mi mente se hubiera aclarado drásticamente. No me gusta verte llorar, diablos, odio verte si quiera con una cara larga. Pero fui cegado por mis estúpidas especulaciones- se detuvo unos segundos, fijando su mirada en sus ojos, que lo habían mirado en ese instante-. Perdóname. Miénteme si hace falta, porque no voy a poder vivir si no lo haces.
Escuchó un sollozo, el menor sonrió sintiéndose ridículo:
- Eres un tonto, lo sabes, ¿verdad?- le preguntó secándose las lágrimas calientes.
El peliblanco asintió:
- Lo sé, y el más grande del mundo- añadió levantándose abriendo los brazos.
Estos fueron ocupados por el menor, que con una sonrisa lo abrazaba fuertemente:
- No lo vuelvas a hacer- susurró a su oído-. No quiero volverte a ver así. Eres muy feo enfadado- añadió para dar un toque de diversión.
Ambos rieron:
- Muy feo- murmuró.
Se sentó sobre la cama, mirándolo:
- Minho se marchó- le dijo-. ¿Sabes cuándo va a venir Onew-hyung?- le preguntó.
El mayor negó sin despegar la mirada del libro que ocupaban sus manos:
- ¿Qué lees?- le preguntó poniéndose cómodo, tapándose con las sábanas.
- Un libro sobre un síndrome- le dijo sin despegar la mirada del libro.
El rubio alzó una ceja y rio. Tomó una revista y entró en ella. Ambos eran consumidos por sus lecturas, sin ser conscientes de la entrada de un intruso. Gateó divertido por el suelo. Alzó la mirada y abrió la cama, entrando por debajo de las sábanas. Caminó como una pequeña oruga, hasta que tuvo ante sus ojos lo que andaba buscando. Con una sonrisa traviesa acarició el muslo. Sonrió al sentir como la persona daba un pequeño respingo.
Soltó una pequeña risita sin quererlo. Subió una de sus manos por el torso del otro, entrometiéndose dentro de su camisa. Sintió la calidad de este, sus definidos abdominales. Estaba irremediablemente poniéndose duro. Su otra mano jugó rebelde en el bulto que tenía el rubio. Escuchó un gemido. Sonrió, cuando vio como el mayor levantó la sábana, dejándolo en evidencia:
- Eres un chico malo- le dijo con una sonrisa de lado.
Agarró su mano y lo subió con fuerza, dejándolo a la misma altura que él. Sin ningún impedimento se lanzó hacia sus labios. Sus lenguas excitadas por la lujuria jugaron en la boca del otro. Recorriendo toda su cavidad. Sus manos se entrelazaban y pasaban, sin perder detalle, por el cuerpo del otro. El menor fue rodeado por unos brazos, recibiendo un masaje en su oreja. Estaba demasiado excitado, podía sentir que se corría sin siquiera haber sido tocado allí. El mayor soltó sus labios para deshacerse de su camisa, dejando a vista su bien formado tronco. La mano del maknae fue directa, jugando a recorrer sus abdominales. El rubio celoso le lamió el cuello. Ante esto sonrió y tumbó al felino. Le quitó la camisa sin ningún comentario por parte de él y luego sus pantalones y bóxer. Dejándolo totalmente indefenso ante sus miradas. El peliblanco y el castaño estaban hambrientos. El primero de estos tomó los labios del de piel de porcelana y poco a poco bajó hasta sus tetillas, donde sin pensarlo jugó con ellas. Al igual que el mayor, el maknae lamió uno de los botones rosados y excitados del felino. Un sobresaliente gemido escapó de sus labios acorazonados. La mano del menor paró sobre su erecta hombría, y con lentitud y delicadeza comenzó a masajearla.
Los jadeos empezaron a inundar el gran lugar, el ambiente pesado y acaramelado manchaba la habitación. Una de las manos del moreno se escapó y apretó el trasero del rubio. Sonrió y soltó un gemido. Ambos le estaban dando un placer sin precedentes. Su mano poco a poco dejó penetrar uno de sus dedos. Metió otro y otro. Lo masajeaba al igual que el menor. No soportaba la sensación de éxtasis que lo dominaba. Estaba a tan solo un movimiento más de correrse.
- Me... v-voy a correr- murmuró inaudiblemente.
El menor sonrió y mordió sus labios. Causando lo tan esperado, el rubio soltó todo el líquido blanco que lo había mantenido pendiendo de un hilo. Su gemido llenó el lugar, su espalda se arqueó y sus ojos se pusieron en blanco. Los jadeos llenaron el lugar.
- Ya estás- habló el peliblanco lamiendo los dedos.
El menor se quitó toda prenda que lo mantenía atado, teniendo la mirada de los demás sobre él. El moreno lo siguió, los vaqueros le presionaban. Lo agarró por la espalda, y con admiración perfiló su cuerpo con sus manos. De arriba hasta su cadera, donde entrometió dos dedos en su rosado agujero. Un pequeño gemido salió de sus labios, que fue atrapado por la boca del rubio. Con ansias sacó los dedos y despacio entrometió su hombría. El menor abrió la boca sin emitir sonido alguno.
- Dios... eres tan perfectamente apretado- murmuró el mayor.
Entonces lo hizo, se metió en él, llenándolo por completo.
- Vamos, ven Key-hyung- le incitó el menor.
No lo dudó por un segundo y se acercó a este de espaldas, mientras el maknae se metía en él. Sin esperar demasiado el peliblanco salió de él y volvió a entrar, haciéndolo gemir del placer, el rubio hizo lo mismo, sacando su cuerpo para adelante y nuevamente para atrás. Los gemidos que salían de sus bocas, las palabras incomprensibles y los suspiros era lo único que se dejaba oír en el gran silencio del lugar. El continuo vaivén, el choqué entre los tres, el roce de sus cuerpos, la vista perfecta...
- Dame más, hyung- pidió el castaño desesperándose por la lentitud.
Una sonrisa de lado y una fuerte estocada:
- ¡Ah!- gritaron los otros dos de placer.
El felino también aumento la velocidad, mientras el menor le masturbaba. La cadena que mantenían fue destruida por el éxtasis. Sus cuerpos temblaban. El peliblanco se echó por completo en la cama, el menor se acostó en su costado y el rubio igual. Jadeaban con velocidad, el corazón les iba a mil. Se sentían liberados. El felino se enredó en el cuerpo del mayor y besó su costado, sus manos recorrieron su pecho, causando escalofríos en este. De un momento a otro ya estaba de nuevo. Este se despegó de él y se montó encima. El maknae miraba la escena con recelo. El de piel de porcelana mordió sus labios, bajando por todo él, dejando un leve camino de saliva, hasta llegar a su hombría, donde dio una pequeña lamida. El mayor soltó un suspiro. Esperando unos segundos para hacerlo desesperar, metió el pene en su boca, chupándolo sin vergüenza alguna ante ambos.
El castaño empezó a masturbarse mirando la escena, pero su mano fue detenida por la del moreno, quien lo hizo por él, tocando de vez en cuando sus testículos, haciéndolo sentir a punto:
- Me...ah ah...- susurraba.
El rubio sacó de su boca el pene del mayor y besó sus labios, sentándose sobre él, obligándole a que se metiera. Su mirada chocó con la del mayor, quién le pedía más, quería gritar del placer. Eso hizo. Subió y bajó en él, pasó sus propias manos por su cuerpo:
- Joder...- murmuró masajeando más rápido la hombría del menor y cerrando los ojos ante la subida y bajada del felino.
Después de incesantes minutos soltando palabras de placer, de miradas inundadas en lujuria, de toques excitantes, se vinieron sin aviso, cayendo rendidos. Sus pechos subían y bajaban veloces. Se miraron y rieron, había sido perfecto. El mayor se llevó su mano a la boca, lamiendo el semen del menor que contenían estas:
- Sois jodidamente perfectos- dijo el felino jadeando echado en la cama.
El castaño se levantó completamente desnudo y caminó hacia la puerta:
- Voy a limpiarme- dijo sensualmente-. ¿Me acompañáis?
Una risotada se escapó de los labios del mayor:
- No hace falta ni que lo preguntes, pequeño- contestó igual que él.
Se levantaron riendo hacia el baño, mientras las sábanas caían, por la reciente batalla, al suelo. El libro en el suelo, con miles de letras en él y una fuerte risa seguido de un gemido proveniente del baño. Excitante y caliente era en lo que se había convertido el ambiente.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 22]
CAPÍTULO 22
Caso 5 – Comienza la cuenta atrás.
Abrió los ojos pesadamente, su propio cansancio no lo dejaba dormir. Había algo en todo esto que seguía sin encajarle y lo preocupaba de sobre manera. Se levantó con cuidado para no despertar al menor y al rubio quienes habían caído rendidos a su lado. Los tapó de nuevo con la manta y se alejó de allí dirigiéndose a su habitación.
Cuando abrió la puerta, una corriente de aire lo sacudió fríamente. Alzó la vista extrañado y vio como la ventana permanecía abierta dejando ver la oscura noche que bañaba la ciudad. ¿Qué hacía la ventana abierta? Juraría que él la había cerrado, jamás dejaban las ventanas abiertas. Jamás se dejaba nada abierto y menos cuando el maknae estaba solo. Frunció el ceño confundido y se acercó.
Justo cuando iba a cerrarla, un extraño olor se hizo presente en la habitación. Cerró los ojos captando el aroma más detenidamente, podría ser cualquier cosa….o…
Su consciencia se fue aflojando, liberando su cuerpo de toda la tensión que traía encima y…:
- ¡Somnífero! –abrió los ojos y se tapó la nariz.
Sus ojos comenzaron a recorrer la habitación en busca de la evidencia, hasta que dio con el pequeño bote que yacía en el suelo debajo de la mesa. Se agachó para cogerlo, totalmente vacío. Ahora comprendía la situación, ahora…todo encajaban. Lo que provocó que el maknae se durmiera había sido el somnífero y como estaba la ventana abierta, le había llegado hasta él.
[Flash Back]
Me levanté para ir en buscar de la caja de electricidad, eso no era normal. Sí, me temblaba el cuerpo, pero no podía arriesgarme a perder conexión. Cuando pisé el suelo mi cuerpo dolió y mis ojos de repente se cerraron, albergando ver una sombra ante mis ojos. Volví a la consciencia cuando llegasteis- terminó de contar.
[Fin Flash Back]
Un escalofrío lo recorrió de punta a punta. Alguien había entrado a la casa. El pequeño había estado en verdadero peligro. La casa estaba diseñada como una fortaleza aunque por fuera pareciera normal. Era imposible entrar sin ser detectado, alguien debió de haberse colado en los sistemas de Taemin para desactivar la alarma de la casa y poder entrar, pero no contó con que el pequeño había conectado para que se activara cuando las acciones realizadas en los ordenadores no fueran reconocidas por sus huellas en los aparatos. ¿Quién tendría la capacidad suficiente como para engañar a su pequeño genio?
Aquello no le gustaba ni un pelo y lo más importante era que había sido muy conveniente puesto que el líder no estaba en ese momento, ¿por qué fue justo después de irse él? ¿Los habían estado vigilando? ¿Cómo se les podía haber escapado algo tan sencillo? O por lo menos eso parecía. La situación se tornaba peligrosa a cada momento.
Abrió los ojos como pudo, mientras de sus labios se escapaba un pesado y profundo bostezo. Miró en derredor un poco desorientado, hasta que todo se puso en su sitio. Palmeó en el suelo buscando algo para ponerse en los pies, el frío lo iba a consumir. Tomó unos calcetines y se los puso, saliendo, acto seguido, de la cama. Se rascó el ojos intentando caminar recto, aún se encontraba grogui y no sabría decir siquiera cómo se llamaba. Entró en la cocina y bebió un gran vaso de agua, refrescando su seca garganta. Dejó escapar un suspiro de alivio. Más lúcido se fijó en la cama, siendo consciente la falta de alguien. Recorrió el pasillo arrastrando los pies, y tocó la puerta, donde no escuchó nada. Con cuidado la abrió despacio, encontrándose al peliblanco con su cabeza apoyada sobre sus manos y los ojos cerrados.
Se acercó a él y con cuidado lo tocó:
- ¿Hyung?- preguntó despacio.
El mayor abrió los ojos:
- Buenos días- le dijo.
Sus ojos se encontraban cansados, transmitían la noche en vela que había pasado:
- ¿Sucedió algo?- preguntó preocupado.
Negó, no quería que supiera nada aún. Se levantó y lo empujó:
- Vamos a desayunar- le dijo.
El castaño asintió sin comprender nada. Se dirigieron a la cocina entre pequeños empujones que ambos se daban:
- Quiero una gran taza de leche con cacao- le pidió el menor sentándose en una de las sillas libres.
El mayor alzó las cejas incrédulo:
- Nunca me haces el desayuno tú- le dijo.
- Soy malo cocinando- se defendió.
El peliblanco sonrió enternecido. Se dio la vuelta y comenzó a preparar lo que el menor le había pedido:
- ¿Desde cuándo llevas despierto?- le preguntó jugando con el frutero de metal.
Añadió el cacao y lo miró:
- No mucho, deja de preocuparte- le dijo poniendo los ojos en blanco.
El castaño lo fulminó con la mirada, dejando a la vista una divertida mueca:
- Mientes.
Se rio sin poder evitarlo y negó con la cabeza mientras añadía la leche caliente:
- No lo hago, feo- le contestó.
Antes de que el menor pudiera decir algo ante aquello, el timbre se dejó oír en el lugar. El peliblanco miró al maknae, que se veía emocionado:
- ¿Esperas a alguien?- le preguntó.
Se levantó de la silla y salió por la puerta. El mayor lo miró sin comprender, terminando de prepararle el desayuno.
El menor se acercó a la puerta y abrió ilusionado observando al señor que podía empaquetar su felicidad. El hombre revisó la dirección una vez más:
- ¿Lee Taemin?
- Soy yo –sonrió.
- Esto es para ti, ¿verdad?
El menor asintió contento:
- Muy bien, ¿hay algún responsable en la casa?
- ¿Qué? –lo miró confundido.
- Tiene que firmar un adulto, ¿están tus padres?
- Yo soy mayor –frunció el ceño adorablemente.
- Ya claro, seguro. ¿Y bien?
El castaño bufó molesto:
- ¡Appa! ¿Puedes venir?–lo llamó desde la puerta.
Tan pronto como lo escuchó, el peliblanco apareció en el salón acercándose a él:
- ¿Qué pasa Minnie?
- Tienes que firmar –le señaló al cartero.
- Un momento, ¿tú eres su padre?
- Sí, ¿hay algún problema?
- ¿No eres demasiado joven para tener un hijo con esa edad?
- ¿Quieres que te traiga los papeles o le importaría continuar?
- No, está bien. Firme aquí. –le dijo extendiéndole una hoja.
El moreno la leyó rápidamente y acto seguido firmó la recogida del paquete:
- Aquí tienes –le devolvió la hoja.
- Muchas gracias y toma –le entregó por fin lo que el pequeño pedía a gritos con la mirada. Le brillaban los ojos.
- Tiene usted un hijo muy adorable.
Jonghyun sonrió y dirigió su vista al menor que rompía el paquete desesperado en mitad del salón sentado en el suelo:
- Lo sé, es hermoso. Gracias por su trabajo.
- Disculpe las molestias y buenos días.
Una vez que se fue, el mayor cerró la puerta de nuevo:
- Hyung, dime una cosa, ¿es que acaso no tengo pinta de mayor? ¿Por qué nadie me cree cuando se lo digo? –hizo un adorable puchero.
El peliblanco soltó una sonora carcajada. ¿Se lo preguntaba en serio?
- Pues no lo sé –sonreía enternecido por su expresión de niño infantil-. Realmente no lo sé, pequeño. –le acarició la mejilla tiernamente-. Vamos, el desayuno ya está hecho.
- ¡Eh! ¡Hyung no te rías! ¿Acaso no es verdad? –se colgó de su cuello antes de que este se incorporara para dirigirse allí.
El mayor lo cogió por la cintura y lo levantó en brazos:
- El problema es que eres muy bonito. –sonrió.
- No lo soy –frunció el ceño-. Eso es una tontería.
- Pequeño, eres lo más hermoso que vi en mi vida, así que lo eres. –le depositó un tierno beso en la frente mientras lo sentaba en la silla de nuevo.
Ante la seguridad del mayor y la mirada que le echó cuando intentó replicar algo, se quedó callado y comenzó a beber la leche que le había preparado. Le encantaban esos momentos con su hyung, su appa, la persona que significaba todo para él, la persona por la que moriría mil veces si hiciera falta.
El sol quemaba el suelo con rabia, mientras ellos caminaban sobre él:
- Siento que me estoy quemando- masculló molesto el rubio.
Una melodiosa risa se dejó oír ante aquel comentario, que recibió una mirada de odio del de piel de porcelana. Más carcajadas y pasos grandes. El móvil comenzó a vibrar en su bolsillo, que no tardó en ser contestado ante el número:
- ¿Kai?- preguntó asombrado.
- ¿Hyung?- preguntó con su voz temblando.
El peliblanco sintió una vacía sensación:
- Dime qué sucedió- le dijo seriamente, asustado.
El jadeo del menor se dejaba oír perfectamente, desbocado. El rubio y el alto al ver la reacción del mayor lo miraron esperando algo, pero nada salía de los labios de este:
- Necesito que vengáis ya, es urgente- pidió quebrándosele la voz.
- Pero... ¿todos?- preguntó.
- ¡Ya!- habló alzando la voz, asustado-. Por favor, hyung, no tardes. Es realmente urgente- susurró antes de colgar, antes de dejar aquella sensación en el mayor.
Bajó el móvil y lo guardó en su bolsillo:
- ¿Jonghyun-hyung?- preguntó el cara rana.
- Tenemos que irnos a dónde están Kai y Onew- les murmuró.
- ¿Por qué? ¿Qué ocurrió?
El mayor negó:
- No sé, solo me dijo que tenemos que ir- habló-. Tenemos que ir a casa- añadió antes de recorrer el camino antes tomado.
La casa se vio sacudida por los tres, apresurados y nerviosos. El peliblanco les había contado lo poco que sabía al respecto en el trayecto:
- ¿Por qué estáis así?- preguntó el menor mirando al mayor entrando por el pasillo.
Este suspiró y entró a su habitación con él:
- Taemin, ha ocurrido un problema- comenzó a decir con un nudo en la garganta-. Me molesta tener que hacer esto. Es más, aún me pregunto si debo hacerlo o no, pero sé que aquí te encontrarás más seguro, en cierto modo.
La mirada de confusión del maknae lo tenía con el corazón comprimido:
- Kai nos ha llamado- habló-. Algo sucedió. No, no sé de qué se trata- atinó a decir antes de que le preguntara-. Solo pude percibir su voz preocupada y sé que no es algo agradable, y por ello no quiero que vengas- atajó.
- Pero hyung, yo no quiero quedarme aquí sabiendo que algo sucede- le dijo.
El mayor negó:
- No me hagas esto más difícil. No quiero dejarte solo, pero es algo que va más allá de mis posibilidades- añadió serio-. Pondremos todas las alarmas y demás, estarás bien, te lo prometo- dijo dudoso de aquellas palabras. ¿Realmente era capaz de cumplirla?
Los ojos del menor se tornaron tristes:
- No quiero estar aquí- susurró.
Realmente no quería. Todavía tenía en su cuerpo aquella sensación horrible que lo invadió justo antes de que se quedara dormido cuando saltó la alarma. Le daba miedo, no sabía por qué, pero le estaba dando otra vez miedo…como en el orfanato. Aquella soledad, allí encerrado, siendo utilizado. ¿Por qué le asaltaban esos pensamientos ahora? No tenía sentido, pero solo sabía que su cuerpo temblada internamente. Pero también entendía que era algo urgente y su egoísmo no se lo iba a impedir. Él no era así, había pasado algo y era de suma prioridad.
El peliblanco se acercó y acarició sus cabellos:
- Solo por esta vez, acepta sin rechistar, por favor- murmuró-. Si sucede algo tú nos podrás ayudar.
El maknae asintió intentando que su inseguridad no fuera expresada, pues él lo conocía perfectamente:.
- Te quiero, pequeño- dijo propinándole un dulce beso en la frente.
El castaño cerró los ojos:
- Yo también, hyung, muchísimo- dejó escapar en un hilo de voz.
Sus jadeos eran fuertes y sonoros, no aguantaban más, sentían como sus pies dolían y sus almas pesaban. Recorrieron el pequeño barrio con prisas y sin detenerse a mirarlo, solo una casa era el centro de atención. Al llegar a ella se detuvieron ante la puerta, abriéndola tras penetrar en la cerradura una pequeña llave:
- ¿¡Kai!?- gritaron adentrándose en la pequeña y humilde casa.
Un sollozo se dejó oír fuerte en la habitación del nombrado. Sus rostros demostraron horror al ver aquella escena. Lágrimas caían rápidas y ácidas por el rostro del menor, mientras el líder se encontraba sobre la cama, extendido con un paño lleno de sangre. El peliblanco ante aquello corrió a este último. Los otros dos solo pudieron mirar aquella escena desde la puerta. El rubio tragó con dificultad un gran nudo que se le había creado en la garganta, las lágrimas amenazaban:
- ¿Qué ocurrió, Kai?- preguntó el médico, esperando una respuesta que no llegaba-. ¿¡Qué demonios ocurrió Jong In!?- volvió a preguntar alzando la voz.
El menor dejó oír más su llanto, no podía contestar, no se veía capaz:
- ¿Onew-hyung?- susurró el rubio acercándose despacio a ellos.
Miró el rostro de este, pálido y frío, inundado en pequeñas gotitas de sudor. El mayor abrió los ojos un poco, observándolos:
- Oh, Onew-hyung- murmuró dejando salir sus lágrimas silenciosas sentándose en frente de él-. ¿Qué te sucedió?- acarició su rostro con cuidado, estaba helado.
- ¿Kai?- le preguntó el cara rana sonriéndole falsamente, intentando transmitirle confianza-. ¿Puedes decirnos?
El menor dejó escapar un sollozo:
- Nos p- intentó decir.
El alto miró como el líder dejó escapar un doloroso quejido de sus labios, por el trabajo que realizaba el peliblanco sobre él, que tomaba aire continuamente, intentando calmar sus nervios a flor de piel:
- ¡Nos pillaron!- soltó alzando la voz de repente, asustando a todos en el pequeño lugar.
- ¿Qué?- preguntó el felino quebrándosele la voz.
El llanto se dejó oír más alto y doloroso:
- Saben quiénes somos, lo saben- repitió.
- ¿Quién?- se dejó oír el peliblanco.
- Creo que es un ag-ente de la policía- dijo con dificultad.
Sus corazones se detuvieron unos segundos. El de piel de porcelana acarició al rostro del herido. En un gesto adorable el menor miró a los demás, como si él tuviera culpa, sintiéndose la persona más sucia del mundo. Subió su mano y limpió sus ojos, en vano.
- Tranquilízate, pequeño- le pidió el rano.
Este asintió tomando aire con dificultad.
- ¿Solo lo sabe ese agente?- preguntó.
Asintió. Después de aquel momento, de un prolongado silencio de miradas y más miradas en el líder, sus corazones se dejaron oír lastimosos y asustados ante lo que se les acercaba, ante aquello que sin evitarlo sabían que algún día llegaría:
- Vamos, Jinki- murmuró dolorosamente el peliblanco.
- Y... ¿por qué está hyung así?- susurró dejando salir sus ácidas lágrimas el felino.
- Pequeño, ¿puedes traerme agua? –le pidió el líder al más pequeño de todos.
El menor se levantó en silencio y abandonó la habitación dirigiéndose a la pequeña cocina:
- Hyung…-lo nombró el alto.
- Chicos… -intentó incorporarse a pesar del dolor.
- Te dije que no te movieras –le recriminó el doctor.
- Jjong, esto es más importante. –logró sentarse en la cama.
El castaño intentó coger aire, preparándose para lo que venía:
- No es un agente de policía.
- ¿Qué? –preguntó confundido el rubio.
- Es él…y lo he encontrado.
Los corazones presentes parecían haberse detenido al escuchar esas palabras. No podía ser cierto, ¿lo había encontrado? Tantos años de búsqueda, tantos años de tristeza, tantos de dolor, amargura, sufrimiento…al fin podrían ser vengados:
- ¿Hablas en serio?
Él asintió:
- Es el mismo que nos arruinó la vida… -cerró los ojos cansado unos segundos.
El alto apretó sus puños ante la impotencia, pero no fue el único:
- Cuéntanos.
El líder volvió a abrir los ojos vagando en sus recuerdos:
- Después de que Kai me llamara, yo me dirigí al punto de reunión que habíamos fijado, lejos de aquí. Me contó que al parecer, los de la policía habían contratado a un cerebro brillantísimo para el caso de Dark Soul. Dijeron que eran un detective privado de renombre, pero la verdad es que ni yo conozco su nombre, no me suena para nada. Al parecer todos le tienen respeto.
Después de que estuviéramos hablando, nos dispusimos a venir a aquí, ya era tarde para estar en la calle, así que teníamos que regresar lo más pronto posible, pero…
[Flash Back]
Ambos chicos pasaban silenciosamente por un pequeño callejón. De repente una corriente gélida azotó el estrecho lugar y una extraña presencia se situó justo enfrente de ellos:
- Mira a quién te tenemos aquí, al traidor y al líder del rebaño. –una ronca carcajada retumbó en el lugar.
El menor se tensó automáticamente y los nervios se presentaron. El mayor reconoció ese tono, aunque hubiera pasado una eternidad desde la primera vez. Su cuerpo se tensó completamente reaccionando a todo el mar de sentimientos que había acumulado durante todos estos años por culpa de su asquerosa persona. Se posicionó delante del moreno intentando protegerlo de algo que desconocía que iba a suceder:
- Lo habéis hecho muy bien hasta ahora sinceramente, pero ha llegado el momento de acabar con ustedes.
Tras sus palabras, las sombras se multiplicaron en la oscuridad. Se acercaron a ellos y los agarraron, bloqueándolos por completo:
- Tú…pequeña rata -sonrió acariciando el pecho del menor- tal vez puedas engañar a la inservible policía en la que te camuflas, pero a mí no, ¿te quedó claro? –le propinó un cachetón en toda la mejilla.
Las lágrimas comenzaron a bañar su rostro, estaba muy asustado, en shock y no podía reaccionar:
- ¡No lo toques maldito! –su vista se dirigió hacia él.
- Ustedes deberían haber muerto cuando les di la oportunidad, pero osaron enfrentarme –se acercó al responsable- Os creéis muy valientes, pero no sois nada, nadie os quiere, nadie sabe de vuestra existencia, no le importáis a nadie, ¿por qué no acabar con vuestra vida de una jodida vez?
Aquellas palabras sonaban duras, pero era la realidad, para el mundo, ellos habían desaparecido. Pero habían vivido con ello, no les importaba. Se tenían los unos a los otros, ellos seis formaban su propio mundo, lo demás les daba igual:
- ¿Te comió la lengua el gato? –otra carcajada- Sabes perfectamente que tengo razón –metió la mano en su bolsillo.
- Tú… no sabes nada de nosotros, así que cierra la boca.
- Quizá no lo sepa, pero lo que sabré es como acabareis –dijo para rápidamente clavarle el objeto afilado que había sacado del bolsillo.
- ¡¡Hyung!! –gritó el menor desesperado.
El mayor abrió los ojos ante el rápido movimiento y sintió como aquel cuchillo se clavaba profundamente en él, atravesándole. La sangre fluía libremente por su blanca piel y el dolor parecía congelarlo:
- Espero que sobrevivas, después de todo, he reconsiderado la situación y creo que será más divertido jugar con vosotros. A ver cuánto aguantáis.
De nuevo su risa fue lo último que se escuchó en el lugar y rápidamente la soledad los volvió a envolver. El líder cayó al suelo con la mano en su abdomen y el menor fue a socorrerlo con su rostro inundado en lágrimas.
[Fin Flash Back]
La rabia se reflejó en sus ojos, los tenía rodeados, los estaban obligando a luchar por su vida y bien sabían que tenían que ganar esta batalla:
- Entonces irá a por nosotros –escupió el rubio furioso.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 23]
CAPITULO 23
Su mirada iba ansiosa a las grandes pantallas, no podía reprimir las ansias de saber qué había ocurrido, de aquello que había obligado la marcha de los demás. Un suspiro salió de sus labios. Se encontraba agotado psicológicamente. No podía retener todo lo que había sucedido en tan pocos días.
Desde algún lugar de la casa se dejó oír un fuerte estrépito, que llegó a sus oídos como grandes cuchillas. Su corazón se detuvo y su cuerpo se quedó congelado. El miedo estaba haciendo acto de presencia. No podía creérselo, no llegaba a ello. Quería girarse, pero no tenía control sobre sí mismo, la cabeza le daba vueltas. Después de varios segundos lo consiguió, giró la silla, mirando la puerta, observando aquel cuerpo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, su respiración se detuvo, no reconocía aquel sujeto que se le hacía relativamente familiar. Se levantó instintivamente de la silla, dejando una gran separación entre ambos:
- ¿Quién eres?- preguntó con dificultad.
Una sonrisa se dibujó en el rostro del "desconocido". Este ante aquella pregunta se movió hacia él, despacio, aumentando más la tensión. El castaño asustado daba pasos hacia atrás, intentando escapar de aquella persona, pero la pared le detuvo. Sus manos tocaron esta con un fuerte golpe, no podía escapar, estaba totalmente enjaulado:
- Te echaba de menos- articuló acariciando su rostro.
Las palabras fueron clavadas con fuerza en su corazón. Sus piernas comenzaron a temblar y sus ojos empezaron a doler:
- No- murmuró con miedo-. No puedes ser tú.
Su voz temblaba. El chico se acercó a él:
- Me alegra que me hayas reconocido- le susurró al oído.
Un fuerte escalofrío recorrió su espina dorsal, no podía resistirlo, estaba dominado. Encontrando una pizca de coraje le empujó con fuerza, obligándolo a retroceder:
- ¡No me toques!- le gritó alto y claro.
- Pensé que no habías cambiado- dice sacudiendo sus ropas-, pero al parecer te has vuelto muy osado- terminó de decir acertándole un perfecto golpe en el rostro.
El menor salió disparado al suelo, donde apoyó su mano en el lugar dañado. Las lágrimas recorrían su rostro, inundadas de malos recuerdos y de un incesante dolor. El muchacho apartó la silla y se subió sobre él, mordiendo sus labios con fuerza.
El castaño se removía debajo. Las manos del mayor recorrieron su vientre, deshaciéndose de su camisa, dejando su torso expuesto:
- ¡Suéltame!- gritaba con fuerza, con su rostro manchado por las sucias lágrimas-. ¡No me toques!- volvió a gritar ante el toque de este en sus delicados botones rosas.
Le dolía todo:
- Tranquilo- dice toscamente-. Si te portas bien no te haré daño.
- ¡Por favor, te lo ruego, no me toques!
Sus manos pararon en el pantalón, que fue desechado. La violencia ya había aparecido. No podía hacer nada ante aquel maldito sujeto:
- ¿Por qué?- murmuró inconscientemente-. ¿Por qué has vuelto?
Parecía perdido, totalmente desorientado:
- Me perteneces, Lee Taemin. No puedes huir de mí-gruño deleitándose ante la debilidad que dejaba entrever el menor-. Te dije que serías mío para siempre.
Desabrochó sus vaqueros oscuros y raídos, dejando a la vista su asquerosa hombría. Alzó las piernas del castaño, y se las abrió. Metiéndose con brusquedad. Un fuerte alarido, lleno de dolor y tristeza, se dejó oír de los labios del menor.
- Ya no estás tan apretado- dijo mientras le profería una rápida estocada-. Te has vuelto toda una putita- añadió riendo-. Después de todo ese mal nacido no perdió el tiempo- agregó nuevamente.
Ya no sabía lo que hacía. Había perdido el total control sobre sí. Las palabras le sonaban lejanas, y los recuerdos lo nublaban. Se encontraba apesadumbrado, afligido. Su cuerpo ya no le pertenecía, otra vez le era robado. Se sentía insignificante, un simple muñeco de usar y tirar. Sus manos grandes llenas de callos tocaban su cuerpo, su rasposa lengua jugaba con sus labios, y su maldito pene entraba y salía continuamente de él, provocándole dolor:
- Cuánto te echaba de menos, mi juguete- masculló llegando al éxtasis.
El líder se levantó de la cama no pudiendo evitar sentir una punzada:
- Hyung ten cuidado con tu herida –se preocupó el alto.
- Chicos sabéis que esto ya no es por diversión o porque necesitemos dinero. Esta lucha ya es en serio, nuestras vidas van a depender de cómo juguemos la partida con nuestras cartas, pero a la vez yo también tengo miedo. Todos corremos peligro…
- No puede ser… -el alto abrió los ojos.
- ¿Qué pasó? –todos lo miraron.
- Esto ha sido adrede. –dijo seriamente.
- ¿De qué hablas?
- Hyung –miró al doctor asustado.- Taemin…
El corazón del peliblanco se paró instantáneamente. Su respiración dejó de oírse durante unos segundos. No quería creer es esa posibilidad. Entonces esto ya se había previsto, dejarlo solo en casa…el pequeño…su niño.
Todos captaron el mensaje dicho por el alto incluso el menor que había vuelto a la habitación en ese momento. Cuando recobró el sentido, Jonghyun salió corriendo del lugar y el resto hizo lo mismo detrás de él. La preocupación reinaba sobre sus seres, rogaban al cielo que realmente todo fuera una simple suposición.
Entró a aquella sala desde dónde dirigía todos sus asuntos. Una sonrisa divertida se formó en su rostro. Se sentó en la silla negra que se encontraba detrás de la mesa y rebuscó en la gaveta su caja de cigarros. Tras coger uno y encenderlo se lo llevó a la boca dando una pequeña calada:
- Estos idiotas…
De repente un sonido en la puerta lo sacó de su mundo:
- Pase.
- Siento molestarlo señor, pero en la comisaría me preguntan si ya ha encontrado a Dark Soul.
- ¿Dark Soul? –rio roncamente- No, aún no. Diles que tomará tiempo.
El nuevo presente sonrió:
- ¿Crees que saldrá vivo de su casa?
- Lo dudo, ellos no son tontos. Apuesto a que ya han descubierto que todo fue una maniobra para que abandonaran la casa dejando a su pequeño tesoro solo. Él solo me pidió que lo ayudara a encontrarlo para follárselo, nadie dijo que saliera vivo de ahí, ¿o sí? –sus blancos dientes no habían sido tapados.- Posiblemente su padre se encargará personalmente de que abandone este mundo. Que muera o no, no altera mis planes.
- ¿Su padre? Había entendido que eran huérfanos todos.
- Y lo son, pero esos chicos han hecho muchas cosas desde entonces me da a mí. –el humo nublaba su rostro.
- ¿Entonces qué va a hacer con ellos?
- Vamos a jugar a la cogida, a ver quién cae antes. –Su sonrisa se ensanchaba más a cada segundo. Todo aquello lo estaba entreteniendo, un nuevo reto era lo que necesitaba para matar el aburrimiento.
- ¿Y si mueres?
- Quien sabe, quizá sean lo suficientemente capaces como para vengarse de mí. Estoy deseando verlo. Que comience la partida.
Un fuerte portazo y pasos rápidos. Su cuerpo temblaba de la rabia, no quería pensar lo que se encontraría. Unas risas se dejaron oír en aquella habitación, en ella. Corrió aún más rápido, encontrando lo que más temía. El tiempo se detuvo ante sus ojos. Aquel chico, con una ancha sonrisa en sus labios, abrochándose los vaqueros, su pequeño totalmente desnudo, con lágrimas en su rostro, hecho bolita en el suelo. La rabia lo nubló, la sed de sangre se hizo presente. Veloz, volviendo el tiempo a la carga, estampó un fuerte golpe, tirando al suelo a aquel maldito joven.
Unos gritos se hicieron presentes, pero no supo nada, en ese instante solo existían sus ganas de acabar con él. Miró su rostro asustado y le dio un nuevo golpe, acertando en su antes inmaculada nariz. Una perfecta sonrisa se dibujó en sus labios, daba miedo. Pasó la lengua por sus labios, para darle una fuerte patada en todo el costado. Nada como verlo sufrir. Un fuerte gritó de dolor. El labio partido, la sangre veloz por su rostro.
Sus miradas se encontraron, el miedo en una, las ansias de matar en otra:
- Va a acabar con él- dijo horrorizado el alto mirando como el peliblanco lo hacía sangrar, acababa con su vida poco a poco.
- ¡Hyung!-gritó Kai a sus espaldas.
Se giraron y miraron al menor con el cuerpo del rubio. Sus ojos se abrieron y el alto fue a él.
- ¿Key?- preguntó.
Respiraba, pero no contestaba:
- Se desmayó- contestó el líder mirando al maknae-. Muchas impresiones en un día.
No podían resistir todo aquello. Sus cuerpos estaban agotados y sus mentes colapsadas:
- Hija de puta- murmuró débilmente observando al castaño-. Te juro que te haré pagar todo lo que has hecho- añadió mirando al peliblanco.
Otro grito más. Las lágrimas salían despavoridas por sus hinchados ojos. Estaba asustado, sabía que no iba a salir con vida de allí:
- Por...fa-vor- dijo llorando-. Ten pi-e...dad de... mí- rogó.
Otro más, en el estómago, sangre por la boca. Y nuevamente, un fuerte talonazo en los huevos:
- ¿¡Tú tuviste piedad de él!?- gritó encolerizado.
El terror en sus labios temblorosos y el fin de sus días en manos del peliblanco. Su rostro se puso totalmente serio:
- Me desharé de la escoria como tú- farfulló fulminándolo con la mirada.
Poseído por la cólera le propinó un fuerte y fatal golpe en el rostro. Se montó encima y con seguidos golpes dejó su rostro rojo, lleno de sangre. Sus ojos lo miraban, abiertos como platos, totalmente dilatados. Se encontraba cegado ante aquello, quería matarlo, arrancarle todo señal de existencia:
- ¡Jonghyun!- escuchó a sus espaldas.
Unos brazos lo agarraron, levantándolo de allí. Intentó huir de ellos, no quería parar, quería deshacerse de él:
- ¡Soltadme!-gritó-. ¡Lo voy a hacer pagar todo!- profirió.
- Jonghyun, ya está muerto- le susurró el líder al oído-. Él ya se acabó. Tranquilízate, en estos instantes el importante es el pequeño.
El peliblanco jadeaba entrecortadamente, no tenía el control sobre él. Las imágenes se agolpaban en sus ojos. Estaba totalmente cegado por la ira:
- Hyung, Tae- le susurró.
Cerró los ojos unos segundos. Se debatió en los brazos de ambos:
- ¡Quitad!- les gritó tristemente.
Los brazos dejaron de hacer presión, quedando totalmente libre. Se acercó al menor y lo miró. Estaba lleno de morados, sucio y manchado de aquel desgraciado:
- ¿Taemin?- murmuró débilmente acariciando sus cabellos.
Miraba inexpresivo a algún lugar de la habitación, temblaba débilmente. Tragó con dificultad, dirigiendo la mirada a aquel cuerpo inanimado. Lo tomó en brazos, sin recibir respuesta alguna. No podía quedarse quieto y esperar a que algo ocurriera. Acarició su rostro y salió de allí, con él en sus brazos, a salvo:
- ¿Y Key?- preguntó el alto mirando al rubio.
- Vamos, yo sé lo que hacer- dijo el líder alzando al felino en brazos.
El lugar se quedó en silencio. Kai miró el rostro de aquel chico, los ojos lo miraban. Un escalofrío lo dominó por completo. No podía creer todo lo que había sucedido en pocas horas. Ya uno, había caído, punto para ellos. Cerró los ojos y salió de allí, en busca del peliblanco y castaño.
Sus manos agarraban al menor con fuerza y seguridad, abrió la puerta y entró, echándolo en la camilla con cuidado. Su cuerpo temblaba de los nervios. Miró al menor con expresión destrozada. Su mente no conseguía centrarse. Se dirigió al lavabo, donde metió las manos, dejando que el agua las limpiara. Sus ojos se quedaron en ella, aturdido. No podía pensar en nada, nada más allá de sus sentimientos destrozados, comprimidos en millones de fragmentos. Un gran vacío lo inundaba, el pecho le dolía y su corazón pedía a gritos tranquilidad.
Apoyó sus manos en el borde y cerró los ojos, siendo dominado por el cauce del agua, por el aparente silencio que el lugar mostraba. No tardó en abrirlos de nuevo, en cerrar el agua y en calentar un poco de ella, metiendo un paño. Lo sacó, escurriéndolo con la mirada perdida en aquel pequeño ser. Con delicadeza comenzó a limpiar sus partes bajas. La sangre escapaba por ellas. Se mordió el labio mientras pasaba el paño con cuidado. Sabía que el dolor le era insoportable.
Los recuerdos lo abatían. Era igual. Lo había aseado, observándolo y paseando sus manos con delicadeza por su cuerpo, intentando causar el menor dolor posible. Mientras aquellas imágenes caían en su mente, mientras sus manos paseaban por él, llegaron sus palabras:
- Te lo prometí- susurró con agonía.
Aquella promesa, sus ojos brillar, y en ese momento, la rotura de ella. La pérdida de sus palabras, el olvido de sus luceritos. El nudo en su garganta se hizo presente. Lo había fallado, había roto su promesa. El dolor parecía crecer, aumentar desde dentro, y tomar cada uno de los rincones de su corazón, porque ver al menor en aquel estado era el peor de los castigos.
Agarró su mano y la acarició, pasando un nuevo paño. Las manchas se marchaban, menos las futuras marcas violáceas que se dejarían ver por todo su cuerpo.
Tragó y cerró los ojos, intentando despertar de aquella maldita pesadilla.
Abrió los ojos desorientado, mirando a todos lados:
- ¿Ya despertaste?
Miró de dónde provenía la voz, encontrándose al líder:
- ¿Qué sucedió?- preguntó confuso.
Un suspiro escapó de los labios del rano:
- Nada que tú no sepas- le reveló.
De repente llegaron los sucesos a su cabeza, como balazos:
- ¿Y Taemin?- preguntó-. ¿Y Jonghyun-hyung?
Un gran silencio inundó la sala, el ambiente era pesado, cargado de malos pensamientos:
- Esto es deprimente- refunfuñó molesto Kai.
Solo pensaba, en ese silencio, en el ruido que las neveras hacían, en el molesto 'tic tac' que el reloj no le dejaba escapar. Jugueteaba con sus dedos, nervioso, con los ojos cerrados, intentando evadir la realidad.
Un ruido se dejó oír, perturbando el silencio. Sus ojos se abrieron instintivamente, encontrándolo. Se levantó al instante de la silla, mirando cómo se movía incómodo en la pequeña camilla:
- ¿Taemin?- preguntó ligeramente, tocando su espalda, después de ponerse de lado.
Un movimiento lo sorprendió, se alejó de él, pegándose a la pared:
- No me toques- murmuró débilmente.
El mayor se alejó paralizado ante aquella reacción, su corazón estaba congelado. El castaño tomó la ligera sábana que lo tapaba con cuidado y se hizo bolita, mirando la blanca pared:
- ¿Te encuentras bien?- consiguió articular.
- Márchate- habló en un hilo de voz.
No entendía nada, no encontraba la razón por la que estaba así. Se aproximó y antes de que pudiera acariciar sus cabellos, los ojos del maknae se clavaron en los de él, como cuchillas afiladas. Su alma se marchó lejos y sus pies se clavaron en el suelo.
Esa mirada no, no la quería, no otra vez en sus hermosos ojos:
- Vete -murmuró otra vez.
- No, Taemin- murmuró elevando la voz-. No te hagas esto- le rogó.
Los ojos del menor se marcharon, dándole la espalda:
- No te quiero ver- dijo en un triste tono-. Lárgate- añadió severo, más de lo que realmente podía.
Sus piernas flaqueaban, el dolor lo estaba consumiendo. Todo se repetía, parecía que la cinta comenzaba nuevamente, desde aquellos momentos, aquella mirada, aquel sentimiento, sus palabras...
- No me voy a ir, Taemin- le dijo con un nudo en la garganta.
- ¡Lárga-te!-gritó quebrándosele la voz-. ¡Me traicionaste! ¡Creía en ti! ¡Creí en tus malditas palabras!- el llanto, sus cuchillas.
Su semblante se encontraba inexpresivo, se había quedado anonadado por sus palabras. El corazón oprimía su interior, lo destruía en millones de pedazos.
- Yo...- murmuró débilmente-. Yo lo siento- añadió mirando al suelo-. No lo sabía. Fui cegado por la reacción que Kai me demostró al teléfono. Yo...- se detuvo, su voz se había quebrado-. Maldita sea, no quería que esto ocurriera. No quise romper la promesa que en su día te hice... pero la rompí- rió con tristeza mientras una lágrima se escapó de su ojo.
El silencio barría al ambiente:
- Vete, por favor- le pidió entre lágrimas.
- Taemin, yo... yo tengo la culpa de todo- le reveló-. Sé que hice mal, sé que no debí hacer eso, soy escoria- miró sus manos dañadas por los golpes que había dado-. Te dejé solo, me marché sin pensar en lo que podía suceder, ¡pero no sabía sobre esto!- alzó la voz clavando sus ojos en él-. ¡Jamás quería que te pasara eso!
Un sollozo escapó de los labios del menor. Lloraba, al igual que él, que sus lágrimas corrían silenciosas por su rostro.
Salió por la puerta agotado. Le pesaba el cuerpo de sobremanera. Pasó el gran pasillo en silencio, la noche estaba bien caída, no faltaba mucho para que el gallo cantase en la cima de la montaña. Desordenó sus cabellos en un intento de ordenar sus pensamientos, imposible.
Entró por la cocina y sacó todo lo necesario:
- Hyung- escuchó a sus espaldas.
Se giró y miró al rubio, adormilado:
- ¿Te desperté?- preguntó secamente.
El menor negó y se acercó a él:
- ¿Cómo está?- preguntó con dificultad.
- No quiero saber nada de mí- murmuró agarrando un vaso.
El felino no comprendía a qué se refería. Se acercó a él, intentando mirarlo a la cara:
- Explícame.
Sus labios comenzaron a soltarlo todo. Ambos con los ojos rayados. Movimientos lentos y tristes:
- Es lo que he causado- susurró el peliblanco.
El rubio sorbió y lo miró molesto:
- No es así. Solo tienes que darle tiempo. Está aturdido- añadió a sus palabras.
El moreno lo miró, recibiendo un fuerte abrazo del felino, que dejó caer las lágrimas que inevitablemente había intentado mantener ante todo.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 24]
CAPÍTULO 24
Abrió lentamente los ojos a causa de la intensa luz que comenzaba a entrar por la ventana. Miró a su costado encontrando al peliblanco profundamente dormido en su hombro. Se habían quedado dormidos en la cocina, sentados en el suelo. Soltó un largo suspiro. La situación en la que se encontraban era realmente difícil, el final se acercaba y las cosas no parecían mejorar. Se dispuso a levantarse recostando al moreno en el suelo suavemente. Se desperezó como pudo y sin hacer mucho ruido empezó a hacer el desayuno:
- Key… -susurró débilmente.
El felino se giró lentamente observando cómo se sentaba:
- Siento si te desperté, ¿cómo estás? –dijo agachándose a su altura.
- ¿Tú? –intentó sonreír.
- No lo sé.
El peliblanco tenía la mirada gacha, perdida, inerte. Había perdido su brillo. El rubio alzó su mano acariciando su mejilla. Él levantó la vista encontrándose con los ojos de Key:
- Tranquilo –lo abrazó- Ya verás que pronto se solucionarás las cosas.
El doctor correspondió su gesto apoyándose en su hombro de nuevo:
- Sabes que a partir de ahora, podemos morir en cualquier momento. Quizá esta sea la última vez que nos veamos o la última que hablemos.
- Lo sé perfectamente- su voz sonaba rota.
- Haremos lo posible.
- ¿Tú crees que lo conseguiremos?
- No lo sé realmente, todo depende de nuestro trabajo, pero tal y como están las cosas –una sonrisa melancólica- moriremos demasiado rápido.
- No seas así. –le recriminó en voz baja intentando crear algo de esperanza.
- Quizá sea lo mejor…quizá debería morir –su voz sonaba distante, fría.
- Jonghyun cállate. No vuelvas a decir eso, ¿me oíste idiota?
- ¿Qué más da?
- ¿Cómo que qué más da? Todos te necesitamos, él te necesita…Taemin te necesita.
- Él no necesita a alguien que lo traicione.
- No, tienes razón. Taemin necesita a su padre, Jonghyun.
- No…no sé hacer nada. No sirvo.
- No te engañes. Has hecho lo que has podido. Hiciste y haces un gran trabajo. El pequeño es un gran ejemplo de ello. Lo has hecho estupendamente. ¿Me oyes? –le elevó su rostro con ambas manos- solo tienes que darle tiempo, es inevitable. Pienso que más que la rotura de tu promesa, es el pasado el que lo atormenta, sus recuerdos habrán salido a flote y en ellos también estas tú. Estoy seguro de que ahora mismo desea estar contigo, abrazarte y decirte lo mucho que te quiere, pero…le duele.
El rubio le limpió las finas lágrimas que comenzaban a mojarle el rostro:
- Tiempo… -le sonrió tiernamente.
El rubio siguió con su labor y terminó de hacer el desayuno. Tras levantarse el resto, ayudaron a poner la mesa y a servirlo, menos el peliblanco quien se aún se encontraba ausente en el piso de la cocina:
- Jonghyun, levántate de ahí que el suelo está frío y vamos a desayunar. Tienes que reponer fuerzas.
- Onew, no tengo hambre.
- Me da igual, levántate y no te lo digo dos veces, ¿me oíste?
El moreno vio la mirada seria que el líder le dirigía y soltó un gran y profundo suspiro cerrando los ojos en ello. Se levantó con pesadez y se dispuso a salir de la cocina cuando sintió una mano en su hombro:
- No te preocupes, ¿vale? –le sonrió cálidamente.
Ya estaba acostumbrado a los cambios del líder tan repentinos:
- Lo intentaré.
Una vez que todos se sentaron, el rubio cogió algo de comida y la sirvió en un plato:
- ¿A dónde vas?
- Voy…a llevarle el desayuno a Tae. –dijo un poco dudoso.
- ¿Estás seguro?
- Tiene que comer algo, no puede estar encerrado sin probar bocado.
Intentando aparentar confianza se dirigió hacia aquella habitación en la que el maknae se ocultaba. Tocó dubitativo y al no obtener respuesta alguna, abrió dándose de lleno con la completa oscuridad. Una vez que se acostumbró al cambio pudo visualizar la pequeña silueta que se encontraba envuelta en la sábana y se acercó dejando la comida encima de la mesa:
- Taemin…te traje el desayuno.
- No tengo hambre. –afirmó sin moverse ni un pelo.
- Pero tae, tienes que comer.
- Ya te he dicho que no tengo hambre, vete.
- Oye Taemin –intentó acariciar su brazo.
- ¡No me toques! –se pegó más a la pared.
- Pequeño… -sus ojos se rayaron.
- ¡Vete! ¡¿No me oíste?! –otra vez sus lágrimas se paseaban por su pálido rostro.
- Yo, Taemin… lo siento. Por favor come algo, lo tienes encima de la mesa –lo miró por última vez antes de cerrar la puerta otra vez.
Realmente el maknae estaba sufriendo de verdad. Pudo notarlo, en sus gritos había dolor y su voz…ahogada.
El silencio taladraba en sus oídos. No podía resistir aquello, no quería seguir con aquello, con el continuo dolor. Un ruido se deja oír en su lugar, perturbando su posición. Ve como la luz entra molesta por la puerta, como aquel cuerpo pasaba sin avisar. La claridad desapareció por unos momentos, antes de que sus manos cayeran sobre el interruptor y dejaran que este inundara con luz la habitación.
Cerró los ojos escondiendo aún más su rostro en sus piernas. Pasos que se aproximan:
- Taemin- escucha su voz en un susurro a pesar de lo cerca que se encuentra-, ¿cuándo vas a salir?
Se acurrucó más en un débil movimiento, intentando volverse pequeño, desaparecer de allí. Nuevamente el silencio volvía a hacer acto de presencia. Un suspiro salió de los labios del mayor:
- No sabes- comenzó a decir-. La casa está inundada en un ambiente lúgubre. ¿Sabes lo molesto qué es tenerte aquí, sufriendo, y nosotros no poder ayudarte? Alejándote de nosotros.
Sus ojos comenzaban a escocer, le dolían. No quería moverse, solo esperar a que se marchara, a que lo dejara de una vez solo. Malgastar su poca dignidad hablando con aquel nudo en la garganta sería su carta de despedida.
Tragó como pudo:
- Taemin... solo no vas a conseguirlo, nosotros estamos aquí. Sé por lo que estás pasando- se detuvo por unos segundos-. Qué diablos, no sé por lo que estás pasando- se contradijo-. Quiero que salgas de ahí, que nos enseñes que realmente quieres cambiar esto. No dejes que aquellas personas te tomen, que se hagan con tu ser, porque eso es lo que quieren, debilitarte. Tenerte a su merced.
Su tono de voz era igual, tranquilo y profundo, como si al levantar la voz, pudiera causar un gran caos. Pero a pesar de ello, sus palabras no consiguieron su cometido. Sus ojos se clavaron en el alto, como dagas inundadas en ponzoña:
- Fuera- dijo.
Sus palabras se precipitaron frías de sus labios. El rostro del mayor dejó entrever horror. Sus ojos habían perdido aquel brillo que tanto lo caracterizaba, la alegría que siempre tenían. Estaban llenos de tristeza y dolor, de miedo e ira, impotencia y molestia.
Intenta cambiar su expresión, tornando una sonrisa muy poco real:
- No eres el único que sufre, Taemin- dijo poniéndose erguido-. No eres el único que teme y se siente mal. Piensa que nosotros también lo estamos.
Se aproxima a la puerta con los ojos del menor aún en él:
- No tienes aquí- susurró antes de cerrar la puerta.
Su cuerpo no atendía a cualquier orden. No podía moverse, el alma le dolía.
Después de incesantes minutos una sonrisa melancólica se escapó de sus labios, levantándose del suelo, escapando de aquella esquina, dirigiéndose a aquel botón, que recibió un fuerte golpe. Ante él la luz se apagó, dejando nuevamente el lugar a oscuras, como a su corazón. Dejó que sus piernas cedieran y que estas tocaran el suelo, soltando un sollozo de sus labios:
- Te odio, maldita rana- masculló consumido por el dolor de su pecho.
Había dado justo en el clavo, otra vez.
Miraba los papeles, en un necio intento de distraerse, de no pensar en lo que ocupaba completamente su mente. Soltó un fuerte suspiro, dejando que sus manos soltaran aquel papel y que sus ojos fueran a parar a aquellas fotos que contenían su mesa. Sonrió con dolor al recordar el día que le había sacado esa foto. Se encontraba distraído, bebido un latte que el rubio le había comprado.
Quería darle un abrazo. Uno fuerte e interminable.
Tomó aquel porta-retrato que contenía su foto, su mirada brillante y hermosa. Acarició su rostro a través de aquel molesto cristal. Una molesta sensación lo dominó por completo, recorriendo todo su ser, comiéndose la poca cordura que le quedaba.
Se levantó de la silla titubeante. Tomó un vaso, no sin antes dejar a aquel hermoso muchacho sobre la mesa nuevamente, y se puso agua. Observo la foto mientras se la tomaba. De repente, una oleada fuerte de angustia lo dominó. Se abrió desde dentro hacia fuera.
Enorme.
Su cuerpo se entumeció. Apretó el vaso con fuerza. El dolor le era insoportable. Su alma pesaba, la sentía húmeda y molesta. Como si algo hubiera explotado, como si hubieran activado algo dentro de su ser, las emociones que se había empeñado en sepultar, lo dominaron. Su cuerpo dolía, su pecho se comprimía. Miraba sin verla aquella imagen. A su hermoso pequeño sonreír. Su vista se volvía borrosa y su cuerpo perdía fuerzas. El vaso cayó rápido al suelo, rompiendo en mil pedazos.
Como él.
- ¿Qué fue eso?- preguntó al rubio que se encontraba a su lado.
Este lo miró sorprendido y sin comprender:
- ¡Minho, ¿tiraste algo?!- preguntó el felino asustado ante aquel ruido.
Este se asomó por la cocina y negó. Ante aquella negación, sus cuerpos salieron veloces de aquel lugar. La primera puerta se hacía lejana. El líder la abrió sin vacilar, encontrándolo.
Su cuerpo se paralizó por unos instantes:
- ¡Jonghyun!- gritó el alto entrando en el laboratorio, empujando al mayor para poder entrar.
Se arrodilló junto a él, al igual que el rubio:
- Está sangrando- susurró el mayor.
Los ojos del rano cayeron en su mano, llena de pequeñas cortadas. El cristal de lo que había sido un vaso inundaba el suelo:
- Vamos- comenzó a decir el felino tomando su rostro con cuidado-, ¿a qué esperáis para ayudarme a levantarlo?- preguntó molesto y nervioso.
El alto lo tomó en brazos, como si de una pluma se tratara y lo sacó de allí:
- Hyung- le dijo el de piel de porcelana al castaño-. Trae agua, un paño y vendas- le ordenó.
Este asintió, intentando no desmoronarse.
Un ruido llega a sus oídos. Se detiene ante este. Nada bueno traía con él, aquel presentimiento lo abrumaba por completo. Abrió los ojos en la oscuridad, intentando así agudizar el oído. No tardó en llegarle a los oídos el ruido de unos pasos apresurados, pasando cerca de su habitación, deteniéndose en la de él.
Su corazón se detuvo:
- ¡Jonghyun!- escuchó de los labios del rubio.
Su cuerpo se congeló. Quería aparecer ante ellos, saber qué demonios ocurría.
Empieza a caminar hacia la puerta, pegando el oído, intentando oír algo más, alguna palabra por parte del peliblanco, algo que le pudiera dejar salir un suspiro de alivio. Pegó sus manos a la puerta, pisando una el cerrojo. Lo apretó con fuerza. La impotencia lo estaba comiendo:
- Trae agua, un paño y vendas- pudo apreciar nuevamente.
Su mente se quedó en blanco unos segundos, hasta que millones de imágenes aparecieron, miles de situaciones, nada buenas.
La ansiedad lo dominaba, quería saber que sucedía. Qué le había ocurrido. Una lágrima se precipitó por su rostro silencioso, lleno de impotencia.
La noche llegó lenta. No podía resistir la curiosidad que le comía por dentro. Se movía nervioso por todo el lugar, con la luz totalmente apagada, vagando. Se mordía el labio molesto ante todo aquello, y jugaba con sus dedos, indeciso. Su caos mental.
Su cuerpo temblaba nervioso. Ya no escuchaba nada, hace tiempo que las voces se iban deshaciendo en la noche y que los ruidos se iban perdiendo. Pasó la mano por sus cabellos molesto consigo mismo. Se detuvo en medio del lugar con la vista fija en la puerta, a la que se acercó dubitativo y abrió con cuidado, recibiendo la oscuridad del pasillo y el silencio de los demás. Miró para todos lados, intentando divisar a alguien.
Nadie.
Tragó con dificultad y vacilando unos segundos, salió por la puerta. La cerró con cuidado, intentando hacer el menor ruido posible. Recorrió el pasillo con sumo sigilo, intentando no levantar sospecha alguna. Se asomó por la puerta, albergando a ver un cabello blanco en el sofá. Una sonrisa se escapó de sus labios sin ser consciente. Se puso recto con cuidado y como si de un ladrón se tratara se acercó a él.
Sintió un enorme regocijo al verlo entero. Se fijó en su cuerpo y en la evidente venda que se dejaba ver en su mano derecha. Clavó sus ojos en su rostro. Tenía el ceño fruncido y los ojos cerrados. Sus labios formaban una perfecta línea recta. La nostalgia lo tocó. Había echado tanto de menos a ese idiota. Un cosquilleo apareció en su estómago. Su cabeza daba vueltas, no podía resistir las miles de sensaciones que jugaban en su ser. Tomó aire sigilosamente y sin pensarlo acercó poco a poco su mano a su rostro. Tocó suavemente su mejilla. La separó rápido al ver cómo sus ojos de cachorro se abrían rápidos y caían sobre él. Se alejó hacia atrás, y dio la vuelta. Se maldijo internamente por haber sido tan inconsciente. Se dispuso a escapar, pero antes de hacerlo, su mano lo sujetó, reteniéndolo:
- Taemin- murmuró débilmente.
Un escalofrío lo recorrió ante su toque. Sacudió su mano, zafándose de su agarre y huyó de allí, no sin antes oír un pequeño quejido.
Sus pasos eran claros a su espalda, quería huir y desparecer. Abrió la puerta que lo llevaría a otro mundo, pero antes de poder cerrarla, sintió como nuevamente tomó su brazo, pero esta vez, sí que lo tenía retenido. Se sacudía bajo él, en un intento fallido. Sintió como el mayor entraba en la habitación con él, pudiendo oír como la puerta era cerrada a sus espaldas. Se mordió el labio nervioso, otra vez solos:
- Taemin- le escuchó decir con la voz rasposa, dañada.
Sus ojos se abrieron ante ella, había estado llorando... Se quedó quieto, sabiendo que el peliblanco lo miraba. Escuchó un ruido más. No pudiendo evitarlo, se giró, observándolo de rodillas en el suelo, con las manos en el suelo y su cabeza igual. Lo miró sin comprender y dolido. Abrió la boca:
- Perdóname- rogó en un débil susurro.
La mirada del menor se perdió en él:
- No puedo vivir sin ti- añadió-. Te quiero conmigo, feliz y sonriendo. Soy un maldito que se merece de todo, pero tú no. Te mereces ser feliz y vivir la vida, amarla- su voz se volvía ahogada-. No puedo aguantarlo, el verte aquí, encerrado de todo, camuflado de todos, intentando desaparecer... Por favor, te lo pido, te lo ruego, sal.
No podía dejar de mirarlo, de escuchar sus palabras atropelladas e inentendibles, pero que sí comprendía. Las lágrimas amenazaban salir de sus ojos. Otra vez aquella maldita sensación que tanto odiaba lo llenaba por completo. Se abrazó a sí mismo, intentando olvidarla y perderla en el olvido.
Algo imposible:
- No me perdones si quieres- añadió el mayor alzando la mirada, clavándola en él-. No me lo merezco. Pero ellos... ellos sí, la desean y sufren por ti. No tienen la culpa de nada, al igual que tú. Todo es mi fallo, mi equivocación- sonrió tristemente-. También me maldigo, cada noche lo hago, pensando en esa maldita hora en la que nací, en la que te conocí y arruiné tu vida. Doy asco- añadió-. Pero aquí estoy, rogándote que te perdones, que les perdones, y que salgas de esta jaula. Te prometo- dijo besando su mano vendada-, que me marcharé de aquí, me borraré de tu vida y no me verás jamás, pero te lo vuelvo a pedir, no lo hagas, no sigas con esta tortura.
No creía sus palabras. No podía entender cómo podía soltarlas ante él, decir eso de sí mismo. La rabia lo consumía por completo, no quería saber más sobre eso. Comenzó a mover la cabeza de un lado a otro, intentando espantar los cuervos que se alojaban en él. Lo miró mal, realmente inundado por la rabia:
- Deja de decir esas tonterías de una vez- le ordenó frío-. No digas nada y levántate- se fijó en cómo le hacía caso despacio y con cuidado de no hacer ningún movimiento en falso que causara algo peor-. ¿¡Por qué eres tan molestamente idiota!? ¿Cómo puedes decir eso de ti mismo? ¿Cómo te atreves a decirlo ante mí?- preguntaba incrédulo y con ira-. ¿Maldecir el día en el que naciste? ¿Desear no habernos conocido nunca? ¿Qué te marcharás?- las preguntas salían rápidas de sus labios, sus ojos estaban a punto de salirse de sus órbitas-. ¿¡Cómo demonios te atreves a decirlo ante mí!?- repitió alzando la voz otra vez-. ¡Te odio! Solo me das más razones para odiarte, pero también me odio a mí mismo. Eres... ¡no sé ni lo que eres! Me molestas con tus palabras, con las boberías que sueltas por tu boca. ¿Dónde me deja a mí todo? Dónde, ¿eh? No entiendo que pretendes que haga- miró para todos lados intentando buscar una razón oculta-. ¿¡Qué sería de mí ahora mismo si no estuvieras en mi vida!? ¿¡No entiendes que lo eres todo!?- le gritó nuevamente. Los ojos del mayor estaban entrecerrados, escuchando sus palabras, mirando como las lágrimas caían calientes por su demacrado rostro-. No podría vivir sin ti. Maldita sea, ¡eres mi appa! Eres todo. ¡Mi ejemplo a seguir! ¿Sabes cuántas noches caigo en sueño pensando en ti? ¿Sabes cuántas estuve esperando a poder verte? ¿¡A caso lo sabes!?
Se detuvo esperando respuesta del peliblanco el que negó con su expresión inundada en tristeza:
- ¿Entonces cómo te atreves a decir que ojalá jamás hubieras nacido?- preguntó más débilmente-. Fui tan feliz cuando te vi aparecer por la puerta... en ese instante creí ver el cielo. No podía parar de esperar a que me despertaras con tu hermosa sonrisa, que me dijeras 'hola' con tus ojos inundados en felicidad por estar a mi lado. Quería olvidar todo eso, que no estuviera sucediendo, pero... lo hacía, estaba ocurriendo y tú no estabas allí. Me empeñaba en culparte de todo, y lo hice. Te eché en cara la maldita promesa que en su día me hiciste, pero yo sabía que tú no la tenías. Joder... no sabes cuantas veces quería traspasar estas paredes y darte un abrazo, y verte sonreírme- las lágrimas nublaban su vista, negaban poder observar como el mayor lloraba en silencio, escuchando cada una de sus palabras. Se acercó a él, a pesar de no poder ver bien-. Me asusté mucho esta tarde. No sabía lo que ocurría y nadie me dijo nada. Estaba preocupado por ti.
Se detuvo, levantando el rostro del peliblanco, mirando sus ojos, olvidando las molestas lágrimas:
- Tú eres mi vida, appa- susurró con una sonrisa triste en sus labios.
Aquellas palabras no hicieron dudar al moreno, quien lo abrazó con fuerza, quien dejó que este se escondiera entre sus brazos y dejó que soltaran todo aquello que escondían dentro:
- Lo siento, pequeño- susurró acariciando sus cabellos.
Solo se escuchaban sus respiraciones y sus sollozos. Interrumpiendo la tranquilidad que se había creado, el reloj que adornaba la pared comenzó a sonar, indicando la media noche, la llegada de un nuevo día.
El menor inhaló su aroma, cerrando los ojos, dejándose inundar por él. Las manos del mayor recorrían su espalda, calmando así su respiración. Sonrió y se separó de él, recibiendo una hermosa sonrisa por parte del mayor:
- Appa- dijo alargando la palabra cariñosamente. El mayor alzó una ceja esperando respuesta-. Tengo hambre.
Una carcajada se escapó de sus labios, que besaron su frente, pegándolo a él:
- Te quiero, feo- le dijo riendo.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 25]
CAPÍTULO 25
La noche había llegado a la ciudad tranquila, serena. La luna hoy se escondía de todos y no se dejaba ver, por lo que la única claridad en el cielo eran minúsculas estrellas que brillaban como si nunca hubiera pasado nada, pequeñas expectantes de la noche.
El silencio reinaba en el ambiente, pues todos dormían plácidamente. Solo el incesante ‘’tic tac’’ del reloj y las luces de los ordenadores mostraban actividad. Pero de repente, un molesto ruido retumbó sin piedad en toda la estancia. De manera automática, los presentes abrieron sus ojos y sus pulsos se aceleraron, atemorizados.
El líder tomó el mando y se levantó, nervioso, dirigiéndose a la puerta, lugar del que provenía el ruido. Escuchó tras de ella una respiración agitada que reconoció inmediatamente, así que sin dudar esta vez, la abrió:
- Kai, ¿qué haces a estas horas por aquí? –le reprochó.
El menor entró apresurado y antes de comenzar a hablar, se concentró en tranquilizarse:
- Hyung… -lo miró preocupado.
- ¿Qué pasó?
- Hoy en el trabajo, hemos –cogió aire- hemos tenido una reunión para tratar sobre un tema.
- ¿Qué tema?
- Nosotros.
- ¿Qué? –abrió los ojos- No me digas que…
- Ya saben que somos más de uno, aproximadamente cinco o seis y dejaron claro que en la sala en la que estábamos se encontraba el infiltrado de Dark Soul. Tienen un montón de información en una carpeta que no abrieron, pero yo me fijé en las codificaciones, es un archivo protegido, sellado y me temo que han descubierto más cosas de las que nos dijeron –respiró por fin- hyung, pronto me van a descubrir, tengo miedo –temblaba notoriamente.
- Shh…tranquilo pequeño –lo abrazó- evitaremos eso a toda costa.
- Entonces ya casi nos tienen –susurró el rubio.
- Pero tardarán en encontrarnos –aportó Taemin.
- ¿Por qué lo dices tan seguro? –preguntó el menor.
- Por el sistema de la casa. El otro día estuve trabajando en la protección de la casa, aunque lograran ubicar nuestra localización, está programada para que cada vez que entren les de unas coordenadas nuevas. Tendría que ser un genio de la informática para burlarlo.
- Has hecho un gran trabajo con eso –le dijo el peliblanco-pero tampoco podemos subestimarlo, ya que fueron capaces de entrar sin problemas.
- Lo sé, pero la alarma saltará desde el momento en que las coordenadas exactas de la casa sean reveladas, así que tendremos tiempo –sonrió.
- Nuestro pequeño genio en acción –sonrió Minho.
- Eso nos da una ventaja clara relativamente. Tenemos que borrarles la información que tengan.
- Entonces Kai me tendrá que ayudar desde dentro.
- Haré lo posible –afirmó el más joven.
- No te preocupes, no podrán saber quién lo hizo ni desde que ordenador, borraré las acciones según se vayan completando, ¿vale?
- Está bien hyung –suspiró un poco más relajado.
- Vale, ahora quédate a dormir ya que estás y mañana Tae te dará las indicaciones.
Abrió los ojos cansado por todo lo sucedido. Esa noche había dormido mejor que en las anteriores. Se tapó la boca, dejando escapar un bostezo. Se levantó aún grogui, caminando con dificultad hasta el baño. Se encerró en él, y salió pasado los minutos. Sus cabellos aún estaban ligeramente húmedos. Miró hacia los chicos, que dormían, parecían inquietos, pero faltaba alguien. Comenzó a caminar hasta llegar al pasillo, donde pudo ver la puerta cerrada. Se acercó a ella y la tocó, con un ligero roce de nudillos.
No escuchó nada dentro, con lo que pasó. El menor se encontraba de espaldas a él, con las pantallas inundadas de documentos y páginas incomprensibles para él. Se acercó, pudiendo ver como este se encontraba con la cabeza agachada:
- ¿Taemin? ¿Te encuentras bien?- preguntó acariciando sus cabellos y arrodillándose a su lado.
El maknae se mordió el labio y negó.
No se sentía bien, estaba derrumbado, otra vez había sucumbido y le habían demostrado que no servía para nada, que era totalmente inservible. No podía concentrarse ni hacerse con ello, no era capaz:
- ¿Qué pasó?- preguntó preocupado el peliblanco.
Le molestaba la situación en la que se encontraba, salía de una y se metía en una nueva, en una que jamás creyó encontrar:
- No puedo entrar en los archivos- dijo en un susurro casi inaudible.
El mayor tomó su rostro y lo hizo mirarle:
- ¿Qué dijiste?- preguntó acariciando sus mejillas sonrojadas por la impotencia y el enfado.
Lo miró a los ojos. Quería gritar, no podía creer lo que le estaba ocurriendo:
- No puedo entrar en los archivos, appa- comenzó a decir sintiendo el dolor en su alma-. No puedo entrar, no puedo- volvió a repetir poniendo una mueca, que dejaba entrever la fuerza que hacía para que las lágrimas no salieran de sus ojos.
El peliblanco lo tomó por las mejillas, haciéndole poner un hermoso morrito:
- No me llores- le dijo.
El menor bajó los ojos y los cerró:
- Pero es que... si no puedo hacer esto, soy totalmente inútil- murmuró.
Abrió los ojos después:
- No eres inútil, babo- le dijo apretándolo más.
Soltó un suspiro lleno de agonía:
- ¿Y qué hago?- preguntó.
El moreno lo soltó y se levantó, revolviendo sus pelos castaños:
- Vamos a intentarlo otra vez, tantas veces hasta que nos cansemos- habló-. No podemos permitirnos tirar la toalla tan fácilmente, pequeño- le sonrió ante su mirada-. Vamos a demostrarle a la persona que está detrás de esto que con nosotros no se juega- le alentó.
El maknae lo miró dudoso, pero tenía razón. No podían permitirse el abandonar, no ahora, cuando estaban a punto del final. Todos sus movimientos eran decisivos, dependían los unos de los otros más que nunca, y en ese momento le tocaba a él hacerlo. Debía creer en él e intentarlo hasta que sus dedos se desgastaran de tanto teclear:
- Tienes razón, appa- añadió mirando con confianza la gran pantalla.
Sonrió y besó su cabeza:
- Vamos a enseñarle que con Dark Soul no se juega, pequeño.
El más joven sonrió ahora repleto de nuevas energía para continuar:
- Voy a preparar el desayuno –dijo en vista de que el rubio no se había levantado todavía, recibiendo asentimiento por parte del otro.
Alargó su brazo sin apartar la vista de la pantalla y tecleó el número de su dongsaeng:
- ¿Hyung?
- Kai, empezaremos de nuevo.
- De acuerdo, tú dime y yo cumplo.
- Acabo de borrar lo anterior así que no te preocupes por eso. Ahora necesito que conectes el cable que te di antes de irte, ¿lo tienes?
- Sí, aquí está.
- Bien, ahora mete la tarjeta por detrás y ábrela como un dispositivo normal.
- Hecho.
- Vale, ahora solo tienes que esperar hasta que yo te diga.
Intentaría hacerlo de otra forma. Abrió una de sus numerosas carpetas y buscó lo que desde el inicio había estado intentando transferir, un virus remoto. Ese virus en el que había estaba trabajando años atrás, cuando lo transferías a un aparato, actuaba como un lector, comenzaba a mostrar todas las acciones realizadas y cambios producidos, por lo que si esa carpeta había sido descodificada, ahora sabría lo que escondía. El problema era que todavía no estaba perfeccionado y el virus se perdía a mitad de camino en la transferencia… y eso debía arreglarlo ya. Era su única arma en este momento:
- ¿Hyung?
- Dime.
- Queda poco para que vuelvan de patrullar, ¿cómo vas?
- Tengo controlado todo el sistema de vigilancia, incluido el de las puertas, tranquilo. Estoy intentando acabar un virus para mandarlo a tu ordenador, pero me está dando un poco la lata. Creo que… si… tal vez… ¡Ah! Creo que ya está.
- ¿En serio?
- ¡Sí! ¡Por fin! Bueno, ahora lo transferiré, no toques nada.
Una vez que la barra indicó que la tarea estaba completada, el virus se puso a trabajar mostrándole las acciones tiempo atrás y, por fin pudo entrar en aquella extraña carpeta que no hacía más que ponerle de los nervios al no abrirse. Pero para su sorpresa dentro de ahí, se volvían a ramificar los datos, otra búsqueda más, pero esta vez eran miles y miles de carpetas. Suspiró agotado por el descubrimiento y sin remedio se puso a volver a buscar. Era extraño, porque ya llevaba unas cuantas y estaban vacías.
¿Le estaban tomando el pelo? Tecleó un par de veces, casi fugaz para la vista de otra persona y comenzó una búsqueda rápida. Observó unos quince minutos como el ordenador trabajaba solo hasta que en una de las carpetas dio error obligándole a poner la contraseña. Omitió esa con una sonrisa y siguió con las otras.
¿Serían el resto de carpetas para despistar? Pues al parecer sí, porque no daba más señales. Volvió a la anterior y le aplicó el virus de nuevo al ordenador en el que se encontraba su amigo. Con suerte alguien la había desbloqueado antes de pasarla a ese lugar. Rezó para que así fuera, quizá tras esa carpeta se escondiera algo muy importante.
Un ruido llegó a su oído, llegado de pasos veloces y de una respiración agitada. Cerró el libro y aguzó el oído, intentando adivinar qué era lo que sucedía, hasta que la puerta de la habitación se abrió, y el menor y la alegría de la casa, saltó sobre él con fuerza y sin previo aviso:
- ¿Qué diablos?- preguntó con los ojos abiertos como platos.
La risa del castaño ante su reacción resonó en toda la habitación, moviéndose como loco sobre él, hasta quedar frente a frente:
- Hyung, lo conseguí. Lo hice- comenzó a farfullar palabras con tal rapidez que le eran totalmente inentendibles.
Intentaba comprender algo de todo lo que decía, pero le era imposible. Suspiró:
- ¡Tae!- le dijo tomándole el rostro entre sus manos-. Detente un momento, toma aire, relájate...
El maknae asintió mientras se sentaba a horcajadas sobre él:
- Lo siento- habló riendo-. A ver... he conseguido entrar en los archivos.
El mayor sonrió ante las palabras del pequeño:
- Eso es maravilloso- murmuró-. Sabía que lo conseguirías- añadió desordenando sus cabellos.
Un sonrojo mínimamente notable, pintó las mejillas del castaño, que se tapó el rostro de manera inocente e infantil:
- Aún tengo que mirar la carpeta- puntualizó.
El peliblanco asintió y sin un mínimo esfuerzo, se levantó, obligando al menor que se subiera a la pela:
- Vamos a abrir esa carpeta, ¿sí?
Asintió como si de un niño pequeño se tratara y pataleando al aire, se dejó llevar hasta su paraíso informático. Se bajó a duras penas y observó cómo su hyung tomaba asiento en la silla. Esperó a que se pusiera bien para sentarse sobre sus piernas. Tomó el ratón y comenzó con su labor, mientras las manos del mayor jugaban sobre sus muslos.
Observaba como los ojos del maknae volaban sobre las pantallas con tranquilidad y expectación, que inesperadamente desaparecieron al instante, dejando su cuerpo tenso:
- ¿Qué ocurre, pequeño?- le preguntó mirando hacia el monitor.
- Hyung...- sus palabras no salían, se encontraba en shock. No comprendía como podían haber hecho eso-. Todo ha sido un juego... Todo. Somos sus malditos muñecos- gruño molesto ante lo que veía.
- Taemin no comprendo nada- le susurró al oído.
Apretó el puño, intentando resistir las oleadas de rabia que le inundaban.
- Hemos sido manipulados- espetó.
- Explícate- le pidió.
Se quedaron en silencio, mirándose a los ojos. El castaño se encontraba tenso y pálido ante lo que sus ojos habían albergado, mientras que el peliblanco lo miraba esperando una respuesta. La puerta de la habitación se abrió, dejando ver al rubio, que entraba con una sonrisa en los labios, que no dejó ni rastro al ser consciente del ambiente.
- ¿Qué ocurre?- preguntó acercándose a ellos.
- He conseguido entrar en los archivos... Pero...- se detuvo y tragó el nudo que se mantenía en su garganta-. Maldita sea, hemos sido un experimento, nuestras vidas. ¡Todo! Han jugado con nosotros, somos juguetes- agregó inundado de ira.
El felino se acercó al maknae.
- ¿Cómo...?
- Lo he visto. Todo lo que pasó realmente- masculló.
- Hemos sido totalmente manipulados- susurró el peliblanco.
Key salió de la habitación sin añadir ni decir nada, en busca de los demás. Con pocas palabras y sudando frío le explicó qué era lo que había encontrado el menor. No tardó en presenciarse el silencio pesado y cargado que se alojó en el lugar.
De repente, las pantallas respondieron solas y se tornaron negras, desapareciendo cualquier rastro de iluminación que había en la estancia. Los latidos no tardaron en coger fuerza y velocidad, sonando estrepitosamente en sus pechos. Sus ojos permanecían abiertos ante la repentina acción del sistema. A los pocos segundos, la pantalla central comenzó a escribir sola, palabras tétricas a su parecer se iban dando a conocer en aquel fondo negro:
‘’Si estáis leyendo esto, significa que habéis llegado muy lejos y el juego tiene que terminar. Este es el momento de acabar con vuestras vidas, despedíos porque será la última vez que os miréis a los ojos. ‘’
Sus cuerpos congelados ante tal acción. Justo cuando iba a seguir escribiendo, como si una flecha atravesara su cuerpo haciéndolo reaccionar, el maknae llevó sus manos, veloz, al teclado, con rapidez…precisión. Entró rápidamente en la línea de conexión que había irrumpido en su sistema y luchaba por alcanzarla, lograr su ubicación, su paradero…su tumba. Sus ojos apresurados y su cuerpo en una tensión extrema luchaban con toda su capacidad en funcionamiento.
Él sonrió descaradamente, pero poco le duró al darse cuenta de las intenciones de una de sus víctimas:
- Estúpido niño –murmuró entre dientes.- No te dejaré que lo consigas.
Una lucha cibernética se acababa de desatar entre ellos dos. Ambas inteligencias marchaban a la velocidad de la luz, en su máximo exponente. Bloqueando y desbloqueando, lanzando toda la artillería incomprensible para el resto de los mortales:
- Maldito hijo de puta, tienes que caer –pensaba para sí el menor, no tenía tiempo ni de vocalizar. Sus ojos ardían y su mente parecía agotarse del cansancio previo para encontrar aquellos archivos.- No…no me falles ahora, tengo que resistir…
- Se acabó, insecto. Con esto te pongo punto y final –dijo apretando el botón.
El menor abrió los ojos, no podía creer que hubiera perdido. Así que aquel había sido su haz bajo la manga. Estaba a punto de conseguirlo, si no hubiera sido por eso…
Sus manos se quedaron congeladas ante lo que había ocurrido y con una mueca y una maldición, profirió un fuerte golpe sobre la mesa, haciendo saltar a los demás. La frustración volaba por el ambiente. El sollozo del rubio reanimó la tensión en sus cuerpos. El líder cerró los ojos y el puño con fuerza mientras el alto rodeaba con sus brazos al felino, que hundió su rostro en el pecho del rano. El peliblanco suspiró resignado, dejando caer su cabeza en la espalda del menor.
Parecía como si el propio reloj empezase a convertirse en arena.
Una venganza perseguida cruelmente durante años. Deseos de matar, sed de sangre, de su sangre... el resto de sus miserables vidas dedicadas al más bajo fondo moral de la humanidad. La muerte. ¿Qué pasaría si te dijeran que lo que has perseguido hasta ahora, está a punto de cumplirse? Seis personas, seis vidas, un anhelo...el mismo objetivo. El momento es ahora.
Se colocó los tirantes antes de ponerse la camisa y la chaqueta del esmoquin. Se apretó la pajarita mirándose en el espejo. Suspiró y colocó bien sus cabellos:
- Te ves muy bien- le aseguró el alto.
El peliblanco sonrió y se acercó a él:
- Tú también- alzó la mano, donde el rano le puso la pajarita-. Vamos a ponerte esto para que te veas aún mejor.
Se la colocó sin ningún problema y acomodó la chaqueta, quedando totalmente perfectos.
El líder apareció por la puerta vestido igual que ellos, pero de color azul oscuro. El rubio jugaba con sus cabellos en el baño, mientras esperaban expectantes al maknae. El mayor tomó su cartera, escondiéndola en el bolsillo interior de la chaqueta:
- Venga, Taemin, eres el único que falta- dijo el felino saliendo del baño con su pelo perfectamente peinado.
- Tenemos que tener cuidado y, sobretodo, observar con detalle- explicó el castaño-. Todo apunta a ese casino.
Después de una exhaustiva búsqueda por parte del menor, habían conseguido atar cabos, llevándoles a ese lugar. Un casino nuevo, que mantenía mucha fama y que, ni mucho menos, se encontraba en el punto central de todo:
- ¡Taemin! El tiempo pasa- le avisó el alto.
- ¡Esto es muy vergonzoso!- gritó desde dentro de la habitación-. ¡Yo quiero ir como ustedes!
Unas sonrisas brillaron en sus rostros:
- No seas bobo, seguro que estás guapísima- añadió con burla el rano.
El peliblanco lo fulminó con la mirada y rieron en voz baja:
- Os odio por tener que hacer esto- les recriminó.
Poco a poco entreabrió la puerta, saliendo por ella. Los ojos de los admiradores se abrieron como platos al observar al menor de la casa:
- Estás... increíble- murmuró el líder.
Con paso lento, el maknae se paseaba vestido con un hermoso vestido rojo hasta los tobillos, junto con unos tacones de aguja negros. Su cabello se encontraba peinado de lado con una hermosa flor negra en la cabeza que mantenía los pelos rebeldes. Sus manos eran protegidas por un pañuelo del mismo color de los zapatos. Su rostro maquillado y sus labios rojos, realzaban su feminidad:
- Pareces una mujer de verdad- murmuró el rubio.
Se acercó a él tocando sus pechos de mentira y rio. El menor se encontraba totalmente sonrojado ante la vista de los demás:
- Vámonos ya- susurró bajando la cabeza.
Asintieron. Tomaron las cosas que necesitarían y con paso rápido se aproximaron a la salida. El peliblanco se acercó a él, dándole un dulce beso en la frente:
- Me debes un baile, pequeño- le dijo al oído mientras salían por la puerta.
Todo apuntaba al casino. Tras la investigación, todo parecía caer en la misma casilla. La ruleta giraba, las miradas expectantes, después de todo, esto había sido un juego... El dado había caído.
Sus perfectos y profundos ojos grandes se paseaban con disimulo mientras conversaba con las hermosas damas que se le habían acercado por obvio interés. Acercó su copa con elegancia hasta que aquel sabor dulce del vino inundó su paladar:
- Y dígame, señor Choi, ¿en qué trabaja? –preguntó una de ellas apoyando su brazo en el del nombrado.
- Ya sabe, altos cargos, empresas. No creo que sea de mucho interés ahora que estamos aquí, ¿verdad? –le sonrió.
- Veo que es usted muy suspicaz –le guiñó un ojo esperando respuesta.
- No puedo imaginarme con otra dama de las aquí presente si no es usted, señorita.
Sabía que había caído en el engaño. Había conseguido llamar un poco la atención de las mujeres de su sector, cuanto menos gente en alerta mejor.
Su grácil cuerpo se movía de un lado a otro con refinación, meneando sus caderas, siendo el punto de vista de los que allí bebían:
- Muñeca, porque no te vienes conmigo a dar una vuelta –rio roncamente.
Una sonrisa ladina asomó por su nívea cara y continuó sirviendo la bebida a su cliente:
- Seguro que estás deseando que te la meta por ese agujerito tuyo –sus carcajadas provocaban al resto la risa.
- No cariño, no caigo tan bajo –le dio un beso volado mientras se acercaba a aquel hombre que acababa de atender.
- Aquí tienes cariño –rio en voz baja.
El moreno lo miró divertido mientras cogía su copa:
- Te sienta bien el uniforme de camarero.
- Dirás a mi trasero.
- Seguramente, no paran de violarte con la mirada.
- En realidad me divierte todo esto, consigo distraerme.
- Ya te veo –dijo echando un vistazo con la mirada a su alrededor.
- Tú no te quedas atrás, estás siendo observado por una gran cantidad de señoritas, hablando fino y bien.
El peliblanco rio antes de llevarse la copa a sus labios:
- ¿Localizaste a Minho? –le preguntó al ‘’nuevo camarero’’.
- Sí, está a tu derecha en aquella esquina. Maldito galán -rio por lo bajo.
- De momento el plan marcha bien.
- Esperemos que siga así hasta poder recaudar toda la información posible.
Abrió la puerta caballerosamente y dejó pasar a las figuritas que tenía detrás. Con una elegante sonrisa, se ganó las miradas de su alrededor. Entro con una mirada desinteresada que vagaba por doquier. Sus pestañas hacían acción de vez en cuando y su paso se volvió marcha, arrastrando los pies como si el tiempo se detuviera para ir a su ritmo. Con una mano en su bolsillo, rechazó la invitación a una copa sin borrar la sonrisa de su rostro. Aprovechó la vista que tenía del camarero que se la había ofrecido y visualizó una de las máquinas que había vacías.
Giró su cabeza encontrándose con la mirada de su compañero alto y descifró una sonrisita de lado. Todo iba bien, así que podía proceder. Se dirigió hasta las máquinas y se sentó en la del centro. Aquella era perfecta, pues podía controlar su panorama. Sacó una moneda del bolsillo y con visible de rogar, la metió por la ranura dando comienzo a la partida.
‘’Bingo’’
Parecía estar de suerte, no había perdido ni una partida y solo había llevado aquella moneda. Las personas de alrededor se le iban acercando encerrándolo en un coro, ocultándolo…intentando averiguar cuál era el truco de aquel caballero de sonrisa misteriosa.
‘’Ya era la hora de jugar la última carta de la noche’’
El fin no justifica los medios.
La noche había llegado a la ciudad tranquila, serena. La luna hoy se escondía de todos y no se dejaba ver, por lo que la única claridad en el cielo eran minúsculas estrellas que brillaban como si nunca hubiera pasado nada, pequeñas expectantes de la noche.
El silencio reinaba en el ambiente, pues todos dormían plácidamente. Solo el incesante ‘’tic tac’’ del reloj y las luces de los ordenadores mostraban actividad. Pero de repente, un molesto ruido retumbó sin piedad en toda la estancia. De manera automática, los presentes abrieron sus ojos y sus pulsos se aceleraron, atemorizados.
El líder tomó el mando y se levantó, nervioso, dirigiéndose a la puerta, lugar del que provenía el ruido. Escuchó tras de ella una respiración agitada que reconoció inmediatamente, así que sin dudar esta vez, la abrió:
- Kai, ¿qué haces a estas horas por aquí? –le reprochó.
El menor entró apresurado y antes de comenzar a hablar, se concentró en tranquilizarse:
- Hyung… -lo miró preocupado.
- ¿Qué pasó?
- Hoy en el trabajo, hemos –cogió aire- hemos tenido una reunión para tratar sobre un tema.
- ¿Qué tema?
- Nosotros.
- ¿Qué? –abrió los ojos- No me digas que…
- Ya saben que somos más de uno, aproximadamente cinco o seis y dejaron claro que en la sala en la que estábamos se encontraba el infiltrado de Dark Soul. Tienen un montón de información en una carpeta que no abrieron, pero yo me fijé en las codificaciones, es un archivo protegido, sellado y me temo que han descubierto más cosas de las que nos dijeron –respiró por fin- hyung, pronto me van a descubrir, tengo miedo –temblaba notoriamente.
- Shh…tranquilo pequeño –lo abrazó- evitaremos eso a toda costa.
- Entonces ya casi nos tienen –susurró el rubio.
- Pero tardarán en encontrarnos –aportó Taemin.
- ¿Por qué lo dices tan seguro? –preguntó el menor.
- Por el sistema de la casa. El otro día estuve trabajando en la protección de la casa, aunque lograran ubicar nuestra localización, está programada para que cada vez que entren les de unas coordenadas nuevas. Tendría que ser un genio de la informática para burlarlo.
- Has hecho un gran trabajo con eso –le dijo el peliblanco-pero tampoco podemos subestimarlo, ya que fueron capaces de entrar sin problemas.
- Lo sé, pero la alarma saltará desde el momento en que las coordenadas exactas de la casa sean reveladas, así que tendremos tiempo –sonrió.
- Nuestro pequeño genio en acción –sonrió Minho.
- Eso nos da una ventaja clara relativamente. Tenemos que borrarles la información que tengan.
- Entonces Kai me tendrá que ayudar desde dentro.
- Haré lo posible –afirmó el más joven.
- No te preocupes, no podrán saber quién lo hizo ni desde que ordenador, borraré las acciones según se vayan completando, ¿vale?
- Está bien hyung –suspiró un poco más relajado.
- Vale, ahora quédate a dormir ya que estás y mañana Tae te dará las indicaciones.
Abrió los ojos cansado por todo lo sucedido. Esa noche había dormido mejor que en las anteriores. Se tapó la boca, dejando escapar un bostezo. Se levantó aún grogui, caminando con dificultad hasta el baño. Se encerró en él, y salió pasado los minutos. Sus cabellos aún estaban ligeramente húmedos. Miró hacia los chicos, que dormían, parecían inquietos, pero faltaba alguien. Comenzó a caminar hasta llegar al pasillo, donde pudo ver la puerta cerrada. Se acercó a ella y la tocó, con un ligero roce de nudillos.
No escuchó nada dentro, con lo que pasó. El menor se encontraba de espaldas a él, con las pantallas inundadas de documentos y páginas incomprensibles para él. Se acercó, pudiendo ver como este se encontraba con la cabeza agachada:
- ¿Taemin? ¿Te encuentras bien?- preguntó acariciando sus cabellos y arrodillándose a su lado.
El maknae se mordió el labio y negó.
No se sentía bien, estaba derrumbado, otra vez había sucumbido y le habían demostrado que no servía para nada, que era totalmente inservible. No podía concentrarse ni hacerse con ello, no era capaz:
- ¿Qué pasó?- preguntó preocupado el peliblanco.
Le molestaba la situación en la que se encontraba, salía de una y se metía en una nueva, en una que jamás creyó encontrar:
- No puedo entrar en los archivos- dijo en un susurro casi inaudible.
El mayor tomó su rostro y lo hizo mirarle:
- ¿Qué dijiste?- preguntó acariciando sus mejillas sonrojadas por la impotencia y el enfado.
Lo miró a los ojos. Quería gritar, no podía creer lo que le estaba ocurriendo:
- No puedo entrar en los archivos, appa- comenzó a decir sintiendo el dolor en su alma-. No puedo entrar, no puedo- volvió a repetir poniendo una mueca, que dejaba entrever la fuerza que hacía para que las lágrimas no salieran de sus ojos.
El peliblanco lo tomó por las mejillas, haciéndole poner un hermoso morrito:
- No me llores- le dijo.
El menor bajó los ojos y los cerró:
- Pero es que... si no puedo hacer esto, soy totalmente inútil- murmuró.
Abrió los ojos después:
- No eres inútil, babo- le dijo apretándolo más.
Soltó un suspiro lleno de agonía:
- ¿Y qué hago?- preguntó.
El moreno lo soltó y se levantó, revolviendo sus pelos castaños:
- Vamos a intentarlo otra vez, tantas veces hasta que nos cansemos- habló-. No podemos permitirnos tirar la toalla tan fácilmente, pequeño- le sonrió ante su mirada-. Vamos a demostrarle a la persona que está detrás de esto que con nosotros no se juega- le alentó.
El maknae lo miró dudoso, pero tenía razón. No podían permitirse el abandonar, no ahora, cuando estaban a punto del final. Todos sus movimientos eran decisivos, dependían los unos de los otros más que nunca, y en ese momento le tocaba a él hacerlo. Debía creer en él e intentarlo hasta que sus dedos se desgastaran de tanto teclear:
- Tienes razón, appa- añadió mirando con confianza la gran pantalla.
Sonrió y besó su cabeza:
- Vamos a enseñarle que con Dark Soul no se juega, pequeño.
El más joven sonrió ahora repleto de nuevas energía para continuar:
- Voy a preparar el desayuno –dijo en vista de que el rubio no se había levantado todavía, recibiendo asentimiento por parte del otro.
Alargó su brazo sin apartar la vista de la pantalla y tecleó el número de su dongsaeng:
- ¿Hyung?
- Kai, empezaremos de nuevo.
- De acuerdo, tú dime y yo cumplo.
- Acabo de borrar lo anterior así que no te preocupes por eso. Ahora necesito que conectes el cable que te di antes de irte, ¿lo tienes?
- Sí, aquí está.
- Bien, ahora mete la tarjeta por detrás y ábrela como un dispositivo normal.
- Hecho.
- Vale, ahora solo tienes que esperar hasta que yo te diga.
Intentaría hacerlo de otra forma. Abrió una de sus numerosas carpetas y buscó lo que desde el inicio había estado intentando transferir, un virus remoto. Ese virus en el que había estaba trabajando años atrás, cuando lo transferías a un aparato, actuaba como un lector, comenzaba a mostrar todas las acciones realizadas y cambios producidos, por lo que si esa carpeta había sido descodificada, ahora sabría lo que escondía. El problema era que todavía no estaba perfeccionado y el virus se perdía a mitad de camino en la transferencia… y eso debía arreglarlo ya. Era su única arma en este momento:
- ¿Hyung?
- Dime.
- Queda poco para que vuelvan de patrullar, ¿cómo vas?
- Tengo controlado todo el sistema de vigilancia, incluido el de las puertas, tranquilo. Estoy intentando acabar un virus para mandarlo a tu ordenador, pero me está dando un poco la lata. Creo que… si… tal vez… ¡Ah! Creo que ya está.
- ¿En serio?
- ¡Sí! ¡Por fin! Bueno, ahora lo transferiré, no toques nada.
Una vez que la barra indicó que la tarea estaba completada, el virus se puso a trabajar mostrándole las acciones tiempo atrás y, por fin pudo entrar en aquella extraña carpeta que no hacía más que ponerle de los nervios al no abrirse. Pero para su sorpresa dentro de ahí, se volvían a ramificar los datos, otra búsqueda más, pero esta vez eran miles y miles de carpetas. Suspiró agotado por el descubrimiento y sin remedio se puso a volver a buscar. Era extraño, porque ya llevaba unas cuantas y estaban vacías.
¿Le estaban tomando el pelo? Tecleó un par de veces, casi fugaz para la vista de otra persona y comenzó una búsqueda rápida. Observó unos quince minutos como el ordenador trabajaba solo hasta que en una de las carpetas dio error obligándole a poner la contraseña. Omitió esa con una sonrisa y siguió con las otras.
¿Serían el resto de carpetas para despistar? Pues al parecer sí, porque no daba más señales. Volvió a la anterior y le aplicó el virus de nuevo al ordenador en el que se encontraba su amigo. Con suerte alguien la había desbloqueado antes de pasarla a ese lugar. Rezó para que así fuera, quizá tras esa carpeta se escondiera algo muy importante.
Un ruido llegó a su oído, llegado de pasos veloces y de una respiración agitada. Cerró el libro y aguzó el oído, intentando adivinar qué era lo que sucedía, hasta que la puerta de la habitación se abrió, y el menor y la alegría de la casa, saltó sobre él con fuerza y sin previo aviso:
- ¿Qué diablos?- preguntó con los ojos abiertos como platos.
La risa del castaño ante su reacción resonó en toda la habitación, moviéndose como loco sobre él, hasta quedar frente a frente:
- Hyung, lo conseguí. Lo hice- comenzó a farfullar palabras con tal rapidez que le eran totalmente inentendibles.
Intentaba comprender algo de todo lo que decía, pero le era imposible. Suspiró:
- ¡Tae!- le dijo tomándole el rostro entre sus manos-. Detente un momento, toma aire, relájate...
El maknae asintió mientras se sentaba a horcajadas sobre él:
- Lo siento- habló riendo-. A ver... he conseguido entrar en los archivos.
El mayor sonrió ante las palabras del pequeño:
- Eso es maravilloso- murmuró-. Sabía que lo conseguirías- añadió desordenando sus cabellos.
Un sonrojo mínimamente notable, pintó las mejillas del castaño, que se tapó el rostro de manera inocente e infantil:
- Aún tengo que mirar la carpeta- puntualizó.
El peliblanco asintió y sin un mínimo esfuerzo, se levantó, obligando al menor que se subiera a la pela:
- Vamos a abrir esa carpeta, ¿sí?
Asintió como si de un niño pequeño se tratara y pataleando al aire, se dejó llevar hasta su paraíso informático. Se bajó a duras penas y observó cómo su hyung tomaba asiento en la silla. Esperó a que se pusiera bien para sentarse sobre sus piernas. Tomó el ratón y comenzó con su labor, mientras las manos del mayor jugaban sobre sus muslos.
Observaba como los ojos del maknae volaban sobre las pantallas con tranquilidad y expectación, que inesperadamente desaparecieron al instante, dejando su cuerpo tenso:
- ¿Qué ocurre, pequeño?- le preguntó mirando hacia el monitor.
- Hyung...- sus palabras no salían, se encontraba en shock. No comprendía como podían haber hecho eso-. Todo ha sido un juego... Todo. Somos sus malditos muñecos- gruño molesto ante lo que veía.
- Taemin no comprendo nada- le susurró al oído.
Apretó el puño, intentando resistir las oleadas de rabia que le inundaban.
- Hemos sido manipulados- espetó.
- Explícate- le pidió.
Se quedaron en silencio, mirándose a los ojos. El castaño se encontraba tenso y pálido ante lo que sus ojos habían albergado, mientras que el peliblanco lo miraba esperando una respuesta. La puerta de la habitación se abrió, dejando ver al rubio, que entraba con una sonrisa en los labios, que no dejó ni rastro al ser consciente del ambiente.
- ¿Qué ocurre?- preguntó acercándose a ellos.
- He conseguido entrar en los archivos... Pero...- se detuvo y tragó el nudo que se mantenía en su garganta-. Maldita sea, hemos sido un experimento, nuestras vidas. ¡Todo! Han jugado con nosotros, somos juguetes- agregó inundado de ira.
El felino se acercó al maknae.
- ¿Cómo...?
- Lo he visto. Todo lo que pasó realmente- masculló.
- Hemos sido totalmente manipulados- susurró el peliblanco.
Key salió de la habitación sin añadir ni decir nada, en busca de los demás. Con pocas palabras y sudando frío le explicó qué era lo que había encontrado el menor. No tardó en presenciarse el silencio pesado y cargado que se alojó en el lugar.
De repente, las pantallas respondieron solas y se tornaron negras, desapareciendo cualquier rastro de iluminación que había en la estancia. Los latidos no tardaron en coger fuerza y velocidad, sonando estrepitosamente en sus pechos. Sus ojos permanecían abiertos ante la repentina acción del sistema. A los pocos segundos, la pantalla central comenzó a escribir sola, palabras tétricas a su parecer se iban dando a conocer en aquel fondo negro:
‘’Si estáis leyendo esto, significa que habéis llegado muy lejos y el juego tiene que terminar. Este es el momento de acabar con vuestras vidas, despedíos porque será la última vez que os miréis a los ojos. ‘’
Sus cuerpos congelados ante tal acción. Justo cuando iba a seguir escribiendo, como si una flecha atravesara su cuerpo haciéndolo reaccionar, el maknae llevó sus manos, veloz, al teclado, con rapidez…precisión. Entró rápidamente en la línea de conexión que había irrumpido en su sistema y luchaba por alcanzarla, lograr su ubicación, su paradero…su tumba. Sus ojos apresurados y su cuerpo en una tensión extrema luchaban con toda su capacidad en funcionamiento.
Él sonrió descaradamente, pero poco le duró al darse cuenta de las intenciones de una de sus víctimas:
- Estúpido niño –murmuró entre dientes.- No te dejaré que lo consigas.
Una lucha cibernética se acababa de desatar entre ellos dos. Ambas inteligencias marchaban a la velocidad de la luz, en su máximo exponente. Bloqueando y desbloqueando, lanzando toda la artillería incomprensible para el resto de los mortales:
- Maldito hijo de puta, tienes que caer –pensaba para sí el menor, no tenía tiempo ni de vocalizar. Sus ojos ardían y su mente parecía agotarse del cansancio previo para encontrar aquellos archivos.- No…no me falles ahora, tengo que resistir…
- Se acabó, insecto. Con esto te pongo punto y final –dijo apretando el botón.
El menor abrió los ojos, no podía creer que hubiera perdido. Así que aquel había sido su haz bajo la manga. Estaba a punto de conseguirlo, si no hubiera sido por eso…
Sus manos se quedaron congeladas ante lo que había ocurrido y con una mueca y una maldición, profirió un fuerte golpe sobre la mesa, haciendo saltar a los demás. La frustración volaba por el ambiente. El sollozo del rubio reanimó la tensión en sus cuerpos. El líder cerró los ojos y el puño con fuerza mientras el alto rodeaba con sus brazos al felino, que hundió su rostro en el pecho del rano. El peliblanco suspiró resignado, dejando caer su cabeza en la espalda del menor.
Parecía como si el propio reloj empezase a convertirse en arena.
Una venganza perseguida cruelmente durante años. Deseos de matar, sed de sangre, de su sangre... el resto de sus miserables vidas dedicadas al más bajo fondo moral de la humanidad. La muerte. ¿Qué pasaría si te dijeran que lo que has perseguido hasta ahora, está a punto de cumplirse? Seis personas, seis vidas, un anhelo...el mismo objetivo. El momento es ahora.
Se colocó los tirantes antes de ponerse la camisa y la chaqueta del esmoquin. Se apretó la pajarita mirándose en el espejo. Suspiró y colocó bien sus cabellos:
- Te ves muy bien- le aseguró el alto.
El peliblanco sonrió y se acercó a él:
- Tú también- alzó la mano, donde el rano le puso la pajarita-. Vamos a ponerte esto para que te veas aún mejor.
Se la colocó sin ningún problema y acomodó la chaqueta, quedando totalmente perfectos.
El líder apareció por la puerta vestido igual que ellos, pero de color azul oscuro. El rubio jugaba con sus cabellos en el baño, mientras esperaban expectantes al maknae. El mayor tomó su cartera, escondiéndola en el bolsillo interior de la chaqueta:
- Venga, Taemin, eres el único que falta- dijo el felino saliendo del baño con su pelo perfectamente peinado.
- Tenemos que tener cuidado y, sobretodo, observar con detalle- explicó el castaño-. Todo apunta a ese casino.
Después de una exhaustiva búsqueda por parte del menor, habían conseguido atar cabos, llevándoles a ese lugar. Un casino nuevo, que mantenía mucha fama y que, ni mucho menos, se encontraba en el punto central de todo:
- ¡Taemin! El tiempo pasa- le avisó el alto.
- ¡Esto es muy vergonzoso!- gritó desde dentro de la habitación-. ¡Yo quiero ir como ustedes!
Unas sonrisas brillaron en sus rostros:
- No seas bobo, seguro que estás guapísima- añadió con burla el rano.
El peliblanco lo fulminó con la mirada y rieron en voz baja:
- Os odio por tener que hacer esto- les recriminó.
Poco a poco entreabrió la puerta, saliendo por ella. Los ojos de los admiradores se abrieron como platos al observar al menor de la casa:
- Estás... increíble- murmuró el líder.
Con paso lento, el maknae se paseaba vestido con un hermoso vestido rojo hasta los tobillos, junto con unos tacones de aguja negros. Su cabello se encontraba peinado de lado con una hermosa flor negra en la cabeza que mantenía los pelos rebeldes. Sus manos eran protegidas por un pañuelo del mismo color de los zapatos. Su rostro maquillado y sus labios rojos, realzaban su feminidad:
- Pareces una mujer de verdad- murmuró el rubio.
Se acercó a él tocando sus pechos de mentira y rio. El menor se encontraba totalmente sonrojado ante la vista de los demás:
- Vámonos ya- susurró bajando la cabeza.
Asintieron. Tomaron las cosas que necesitarían y con paso rápido se aproximaron a la salida. El peliblanco se acercó a él, dándole un dulce beso en la frente:
- Me debes un baile, pequeño- le dijo al oído mientras salían por la puerta.
Todo apuntaba al casino. Tras la investigación, todo parecía caer en la misma casilla. La ruleta giraba, las miradas expectantes, después de todo, esto había sido un juego... El dado había caído.
Sus perfectos y profundos ojos grandes se paseaban con disimulo mientras conversaba con las hermosas damas que se le habían acercado por obvio interés. Acercó su copa con elegancia hasta que aquel sabor dulce del vino inundó su paladar:
- Y dígame, señor Choi, ¿en qué trabaja? –preguntó una de ellas apoyando su brazo en el del nombrado.
- Ya sabe, altos cargos, empresas. No creo que sea de mucho interés ahora que estamos aquí, ¿verdad? –le sonrió.
- Veo que es usted muy suspicaz –le guiñó un ojo esperando respuesta.
- No puedo imaginarme con otra dama de las aquí presente si no es usted, señorita.
Sabía que había caído en el engaño. Había conseguido llamar un poco la atención de las mujeres de su sector, cuanto menos gente en alerta mejor.
Su grácil cuerpo se movía de un lado a otro con refinación, meneando sus caderas, siendo el punto de vista de los que allí bebían:
- Muñeca, porque no te vienes conmigo a dar una vuelta –rio roncamente.
Una sonrisa ladina asomó por su nívea cara y continuó sirviendo la bebida a su cliente:
- Seguro que estás deseando que te la meta por ese agujerito tuyo –sus carcajadas provocaban al resto la risa.
- No cariño, no caigo tan bajo –le dio un beso volado mientras se acercaba a aquel hombre que acababa de atender.
- Aquí tienes cariño –rio en voz baja.
El moreno lo miró divertido mientras cogía su copa:
- Te sienta bien el uniforme de camarero.
- Dirás a mi trasero.
- Seguramente, no paran de violarte con la mirada.
- En realidad me divierte todo esto, consigo distraerme.
- Ya te veo –dijo echando un vistazo con la mirada a su alrededor.
- Tú no te quedas atrás, estás siendo observado por una gran cantidad de señoritas, hablando fino y bien.
El peliblanco rio antes de llevarse la copa a sus labios:
- ¿Localizaste a Minho? –le preguntó al ‘’nuevo camarero’’.
- Sí, está a tu derecha en aquella esquina. Maldito galán -rio por lo bajo.
- De momento el plan marcha bien.
- Esperemos que siga así hasta poder recaudar toda la información posible.
Abrió la puerta caballerosamente y dejó pasar a las figuritas que tenía detrás. Con una elegante sonrisa, se ganó las miradas de su alrededor. Entro con una mirada desinteresada que vagaba por doquier. Sus pestañas hacían acción de vez en cuando y su paso se volvió marcha, arrastrando los pies como si el tiempo se detuviera para ir a su ritmo. Con una mano en su bolsillo, rechazó la invitación a una copa sin borrar la sonrisa de su rostro. Aprovechó la vista que tenía del camarero que se la había ofrecido y visualizó una de las máquinas que había vacías.
Giró su cabeza encontrándose con la mirada de su compañero alto y descifró una sonrisita de lado. Todo iba bien, así que podía proceder. Se dirigió hasta las máquinas y se sentó en la del centro. Aquella era perfecta, pues podía controlar su panorama. Sacó una moneda del bolsillo y con visible de rogar, la metió por la ranura dando comienzo a la partida.
‘’Bingo’’
Parecía estar de suerte, no había perdido ni una partida y solo había llevado aquella moneda. Las personas de alrededor se le iban acercando encerrándolo en un coro, ocultándolo…intentando averiguar cuál era el truco de aquel caballero de sonrisa misteriosa.
‘’Ya era la hora de jugar la última carta de la noche’’
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 26]
CAPÍTULO 26
Se creó un gran revuelo ante la nueva intrusa del casino. Caminaba con porte y con el rostro serio mientras se adentraba en el gran lugar. Su hermoso cuerpo y rostro atrapaba miradas de hombres y mujeres interesados en quién era esa muchacha.
Agarraba con fuerza su bolso de mano ante los nervios del momento. Prestaba toda su atención a los enormes tacones de aguja que llevaba. Alzó la mirada del suelo, encontrándose con un gran tumulto de gente, que se agolpaban serios y asombrados para poder observarlo. Tomó aire y siguió recto:
- Nuestro pequeño causa admiración- le guiñó el ojo al peliblanco, quien con él miraba de lejos al menor.
El líder consciente de que las miradas caían sobre Taemin, aprovechó la ocasión para trucar las máquinas, mientras que el alto se hacía con alguna que otra cartera en busca de información privilegiada.
Sonrió a los muchachos que se acercaban y le piropeaban. Hablaba con ellos coqueto y juguetón deshaciéndose de sus propuestas:
- ¿Quieres que salgamos de este antro?- preguntó uno.
- Te invito a una copa- propuso otro.
Sus ojos saltaban de aquí a allá. No aguantaba el calor que lo asfixiaba. Observó cómo un hombre alto y de buen porte se acercó a él y le tomó la mano, dejando un beso en ella:
- Éste no es lugar para una mujer tan hermosa como usted- le dijo quedando a pocos centímetros del suyo.
Abrió los ojos como platos, sentía el aliento del chico chocar en su cara. Puso una mueca sin dejar desaparecer su sonrisa y dio un paso atrás, chocando con un cuerpo, que lo tomó por la cintura. Destensó su cuerpo:
- Disculpad, esta hermosa señorita se va a tomar una copa conmigo- dijo en un tono tenso-, ¿me concedería su tiempo?- le preguntó mirándolo a los ojos con una sonrisa en los labios.
Asintió embobado. Observó a los hombres que lo miraban irse junto a él, quien lo llevaba a la barra, donde localizó al rubio, que sonreía con sorna ante la escena. Tomó asiento con ayuda de su acompañante y se sonrojó:
- Díos mío...- susurró mirando a la barra-. Gracias por salvarme de esos tigres.
El felino riendo le puso un vaso de vino tinto:
- Menos mal que aquí el león de la manada te salvó- dijo mirando al mayor mientras le tendía la copa.
El maknae la tomó y sonrió fijando su vista en el peliblanco, que tomaba su whyski con un gesto molesto:
- ¿Has grabado todo?- preguntó en voz baja y clara.
El menor asintió:
- Estos zapatos me están matando los pies- se quejó poniéndose de morritos.
- Bueno, no te puedes quejar, al menos estás sentado, cara dura- le recriminó el rubio con diversión en sus palabras. Dejó un vaso de vodka al hombre, comiéndoselo con la mirada-. ¿A mí no me salvas, Jonghyun-hyung?
Este lo fulminó con la mirada, prestando su atención en el menor:
- Te haré un masaje cuando lleguemos a casa, solo aguanta un poco más- le dijo acariciando su rostro.
El maknae sonrió y asintió:
- Ugg... que sobreprotector- dijo en voz quedo el felino preparando un cóctel.
Le guiñó el ojo al castaño y sonrió sacándole la lengua, éste se levantó y pasó la mano por el vestido:
- Voy a dar una vuelta por el local, tengo que tomar una panorámica de todo- susurró para que lo escucharan.
Ambos asintieron:
- Ten cuidado, por favor- le pidió el peliblanco colocándole bien el pañuelo.
El felino asintió y sonrió, mientras ambos observaban como el pequeño se marchaba con paso ágil, alejándose de su mirada.
Sonrió satisfecho y miró el reloj. Nada había marchado mal así que todo seguía según el plan. Volvió a meter la mano en su bolsillo y se levantó con pereza. Se encaminó hacia la salida por donde mismo había entrado y cuando el viento hizo contacto con su acalorado rostro, sacó las llaves del bolsillo interior y puso rumbo hacia el coche para dirigirse al punto acordado.
El alto de ojos saltones miró a su alrededor y divisó la ausencia del líder, eso significaba que había llegado la hora de irse:
- Disculpadme esta noche señoritas, pero debo irme. Mi chofer me está esperando.
- ¿Tienes chofer privado?
- Por supuesto, soy como esos arrogantes que van presumiendo de su dinero –les guiñó un ojos.- Un placer, damas.
Observaban atentos al gentío que jugaba en las mesas, cuando repararon en el gran reloj que adornaba una de las paredes. Era la hora. Ante aquello se miraron y asintieron. No tardó en llegar el menor, con su paso dócil, hasta ellos. Tomó la mano del mayor, quien le dio un beso en la cabeza:
- Hora de marcharse- le susurró mientras caminaban tranquilos.
El maknae asintió y, antes sonriéndole al rubio, se dejó llevar por el moreno. La gente los observaba desde lejos hasta que, desapareciendo de su vista, quedaron en el olvido.
Los observó salir. Sirvió una copa a la linda muchacha, que le sonreía descarada y, se alejó de ella, deshaciéndose de su delantal corto. Ya se había acabado. Le tocó el hombro a un señor que se encontraba mirando a la gente, y con una sonrisa le dijo:
- Todo tuyo.
El hombre se levantó y le sonrió, entrando y reemplazando al felino. Éste salió por la puerta del personal, observando el coche, en el que se encontraban ya todos. Subió en él y, acelerando el conductor, dejaron atrás el casino.
Suspiró mientras abría la puerta y dejaba sobre el sillón el pañuelo y en el suelo los molestos tacones de aguja. Los demás lo siguieron, con chaquetas colgando en sus hombros, camisas desabotonadas y pajaritas sueltas al cuello:
- Es la última vez que me visto de mujer en mi vida- gruñó molesto.
Las risas se extendieron por la casa. El peliblanco se acercó a él y dándole un beso en el cuello, desabrochó la gran cremallera que se extendía por su espalda, dejando caer el vestido a sus pies:
- No habrá próxima- le dijo con una sonrisa.
El pequeño tomó el vestido y salió de allí en busca de su ropa. El rubio entró por la puerta y se quedó mirándolos:
- Podríais haber esperado a llegar a casa antes de quitaros la ropa, indecentes- dijo mirándolos mal.
El mayor rio quitándose la, ya suelta, pajarita del cuello. El maknae apareció, con unos vaqueros y una camisa:
- Es todo sí que es cómodo- murmuró sentándose en frente del alto.
Los demás tomaron asiento, en un descanso momentáneo:
- ¿Qué opináis?- preguntó el líder.
- ¿Sinceramente?- preguntó el rubio. Todos asintieron-. Yo no vi nada más allá de lo normal en un casino- murmuró echándose hacia atrás.
Un suspiro general:
- Lo mismo- dijo el peliblanco ante la mirada del mayor.
El maknae se acomodó en el sillón y se masajeó los pies con una mueca:
- Miraré la grabación con tranquilidad, algo se nos habrá escapado- murmuró.
El alto y el rubio se levantaron y se fueron a cambiar en otra habitación, mientras que los demás se mantenían en silencio:
- Voy a mirar la grabación ya- sentenció el menor colocándose bien. Se levantó y tomando la cámara del bolso, se acercó al moreno-. Hyung... me debes un masaje en los pies- le susurró al oído.
Se alejó, observando la sonrisa que se extendía en los labios del peliblanco antes de desaparecer por el pasillo:
- Todavía no asimilo todo- murmuró el castaño.
Los ojos del doctor cayeron en él:
- ¿El qué?- preguntó en el mismo tono.
Los ojos perdidos del mayor se enfocaron en él:
- Jonghyun, desde años hemos estado luchando, batallando por esto- se detuvo y tomó aire-. Y ya está llegando el final- le miró y alzó los hombros-. No puedo creerlo aún.
El peliblanco se levantó y le dio un abrazo a su amigo de toda la vida:
- Es lo que hemos estado buscando siempre, Jinki- le susurró al oído.
Se mantuvieron así unos segundos, hasta que el felino hizo acto de presencia:
- ¿Qué os pasa a ustedes ahora?- preguntó con los ojos abiertos.
Se separaron con una sonrisa y se guiñaron un ojo. Pasaron de largo junto al rubio, quien los miró extrañado y riendo se marchó a la cocina:
- ¡Taemin! Cuando puedas vienes para quitarte el maquillaje- gritó.
No tardó mucho en escucharse unos pasos detrás suya, se giró y miró al moreno:
- Kibum, yo hago la cena- dijo tomando el vaso de sus manos.
El menor asintió y se sentó en una silla, mirando cómo se movía y esperando a que el menor, quien apareció minutos después, viniera.
Entró en la cocina con los cabellos alborotados:
- Quítame esta cosa ya de la cara, por favor- le pidió a Key.
El felino se rio levantándose de la silla, mientras el pequeño se subía en la encimera de la cocina. El de piel de porcelana se hizo con unas toallitas y comenzó a limpiar su hermoso rostro infantil:
- Creo que deberíamos ver todos juntos la grabación- dijo de repente-. Diez ojos son mejores que dos- sentenció.
Los demás asintieron y retomaron una improvisada conversación en lo que el rubio se deshacía de la pintura y el pequeño jugueteaba con sus pies en el aire, observando al moreno preparar la cena. El líder entró en la cocina y tomo asiento, entrando en la conversación. En cambio el alto, mientras tanto, se quitaba su esmoquin e intentaba enlazar ideas y, sobretodo, recordar y analizar todo lo que había visto esa noche, sentía que había algo que se le pasaba por alto.
En realidad, los chicos tenían razón. No había nada extraño, pero ese era el problema, que no había nada raro. En ese lugar no podía estar todo simplemente bien, había algo que no podían ver, algo se les había escapado:
- ¡Minho, la grabación! ¡Ven!
- ¿Y la cena?
- Se está haciendo a fuego lento, vamos a aprovechar para verla.
- Voy –se terminó de vestir y salió de la habitación.
Atravesó el pasillo y se reunió con el resto en la habitación del maknae. Una vez que el menor le dio al botón, dio por iniciada la analización del video con todos los sentidos puestos en ello. Paso por paso, pixel por pixel…aquello era desquiciante, ¿dónde estaba el truco?
- Parece que no hay nada sospechoso -suspiró el rubio.
- Tiene que haberlo, seguro que no nos estamos fijando bien.
- Ya lo hemos revisado tres veces, a lo mejor nos equi… -intervino el menor.
- ¡No! –la obstinación del alto no abandonaba la sala.- ¿No os dais cuenta? No hay nada, ese es el punto para que lo haya.
- Pero…
- Ponlo una vez más por favor.
Todos suspiraron con cansancio. El maknae volvió a reproducir todo lo que habían grabado, de nuevo…otra más…:
- Espera Taemin –entrecerró sus ojos.
- ¿Qué pasa? –este dio la vuelta a la silla mirándolo fijamente.
- Ahí –señaló con el dedo.- Amplía esa parte.
- ¿El camarero?
- Sí, su cara me suena de haberla visto en otra parte del casino.
- ¿Qué estás diciendo Minho?
- ¿Puedes ampliarle el rostro?
- Déjame aclarar la resolución –dijo tecleando rápidamente.- Aquí la tienes.
- ¡Ah! –exclamó el líder-. Ese hombre estaba a mi lado cuando jugaba a las máquinas.
- ¿Qué? Imposible –se extrañó el rubio.- Ese hombre estaba en la barra bebiendo que yo lo atendí.
- Pues también estaba cuando yo entré –aportó el castaño menor.
- ¿Todos lo hemos visto? –se extrañó el alto.- Eso resultaría imposible.
- Estoy seguro que estaba conmigo –dijo el rubio.
- Sí, yo lo vi sentado a un par de metros mío en la barra –apoyó el peliblanco la teoría del felino.
- Si ustedes lo vieron, Onew-hyung también, Taemin también y yo….
- Esto ya es extraño, ¿cómo pudimos verlo a la vez?
- Quizá no fue a la vez precisamente, por eso no nos hemos dado cuenta –dijo mordiéndose el labio mientras analizaba la situación-. Tae, ponlo de nuevo, pero páralo. A ver, en este momento estaba yo de pie aquí cuando lo vi –dijo señalando el recuadro en la pantalla.- Captura esa imagen.
- Hecho.
- Luego, avanza más en el tiempo –pidió.- Aquí estaban ustedes en la barra. –dijo mientras la imagen volvía a ser congelada en una captura.- Y más adelante estaba Onew-hyung ya jugando después de entrar, ¿recuerdas en qué momento lo viste? –lo miró.
- Creo que fue después de las séptima partida –se rascó la nunca.
- Más o menos, cinco minutos más de tiempo –señaló.- Y luego está la entrada de Taeminnie justo aquí después. Bien ya tenemos las diferentes situaciones en las que decimos haberlo visto. ¿Podrías escanear los rostros y ver si concuerdan?
- Claro hyung –asintió.
- ¿Estás insinuando que puede que nos haya estado vigilando?
- Es posible, si el escáner lo afirma. Además si te das cuenta la indumentaria de las presentes de cada recuadro es similar unas entre otras y la diferencia de tiempo entre las diferentes situaciones es notable, no es de extrañar que le haya dado tiempo de cambiarse para que no lo notáramos.
Era un razonamiento muy bueno y gracias a eso, los cinco se encontraban expectantes ante el veredicto de la pantalla:
- Parece que has acertado Minho –dijo tras observar cómo el escáner confirmaba sus sospechas.
- Ese hombre nos tuvo vigilados toda la noche.
- Sí, y para hacerlo tuvo que saber quiénes somos –afirmó el pequeño.
- Así es, así que está relacionado.
Un silencio profundo se hizo en la habitación. Las mentes vagaban hasta que la armoniosa voz del peliblanco los interrumpió:
- Será mejor que vayamos a cenar, ya pensaremos en esto más tarde.
Colocaban la cena con tranquilidad y en silencio. Pensando en lo sucedido y en cómo solucionarlo. El peliblanco colocó el último plato y miró a los demás, que comenzaban a tomar asiento, notando su ausencia:
- ¡Taemin, ven a cenar!- le gritó.
El menor apareció segundos después y, tomando asiento con el rostro serio, comenzó a comer, diciendo alguna que otra palabra de vez en cuando. La cena no se alargó más de lo necesario, todos se levantaron, como siempre hacían, escabulléndose de tener que recoger, pero Taemin no se marchó, se quedó allí, junto al rubio y lo ayudó. El mayor lo miró asombrado, pero no dijo nada al respecto, tan solo aceptó la ayuda en silencio.
El menor dejó dentro del fregadero los platos y comenzó a lavarlos, en silencio, pensando en cómo podría comenzar:
- Esto... Hyung- dijo en un susurro. El mayor se giró y, quedándose quieto, le prestó atención-. Tengo un plan, pero necesito que me escuches, y sobretodo,... que no te cierres.
El felino frunció el ceño y se quedó en silencio, y con una seña lo hizo continuar:
- De acuerdo. Tenemos que volver al casino- le susurró en voz baja, mirándolo a los ojos-. Tienes que volver tras la barra y yo tengo que volver a ser un chica- la mirada del mayor era puro asombro ante sus palabras.
- ¿Por qué?
- Va a beberse una droga, la que Jonghyun-hyung hará, y tú le darás para que se tome y así... hable.
El mayor lo mira en silencio, cuestionando sus palabras:
- Hay algo que falla- le dice.
Suspiró:
- Yo solo tendría que... seducirlo y llevarlo a tomar una copa, que sería la que tú le darías y... eso.
El mayor lo fulminó con la mirada:
- ¿Y eso?- alzó las cejas.
Se mordió el labio:
- Sí, bueno, lo llevaría a algún lugar, porque la droga... como que en medio de todo el casino...- susurró.
El rubio lo miró con los ojos abiertos:
- ¿Lo dices en serio?- le preguntó.
El menor asintió:
- Oh, no, pequeño- comenzó a negar riendo.
El maknae suspiró:
- Hyung, es la única manera, lo sabes perfectamente- le rogó con la mirada-. No hay más opciones. ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué Minho-hyung y Jonghyun-hyung vayan a darle una paliza para que hable? ¡Sabes que no va a funcionar!- dijo en un intento de convencerlo-. No me va a suceder nada, tú vas a estar allí.
El felino se quedó en silencio, asimilando sus palabras.
- No voy a estar allí todo el rato- le reprende.
- Hyung, sabes que va a estar tan drogado que no va a saber ni lo que es dos más dos- susurró indignado.
Sabía que tenía razón, pero era peligroso...:
- Bueno, aunque me dejara convencer, te olvidas de tu appa.
El castaño bajó la cabeza y habló en voz baja:
- No tenemos que decirle...
El mayor abrió los ojos como platos:
- Estás mal de la cabeza... A ti te afectó el hacerte pasar por mujer.
Puso los ojos en blanco:
- A ver hyung, es lo único que podemos hacer, nuestra única opción. Si le decimos a hyung, él no va a querer, nadie va a querer, lo veo capaz de atarme a la cama para que no me vaya- dijo derrotado-. Solo... debemos pedirles un voto de confianza.
El de piel de porcelana se quedó en silencio, pensando en todo lo que le había dicho, y que no iba a durar dos telediarios después de realizar ese descabellado plan:
- De acuerdo- susurró.
El menor sonrió victorioso y con un beso en la mejilla del mayor, lo tomó de la mano, sacándolo de allí, dirigiéndose a la boca del lobo:
- Tenemos un plan- dice el menor en voz alta, tomando la atención de todos.
- ¿Un plan?- preguntó el líder tomando asiento al lado del alto.
El maknae asintió mirando al rubio.
- Sí- susurró.
Los chicos esperaron expectantes a la explicación de éste, pero que nunca llegó:
- Taemin, necesitamos saber en qué consiste- murmuró el peliblanco.
Tragó el nudo en la garganta:
- Esa es la cosa, que no podemos deciros- dijo débilmente.
La mirada de los mayores cayeron sobre él con fuerza, haciéndolo sentir pequeño e indefenso:
- ¿Cómo?- preguntó.
- Necesitamos que confiéis- susurró.
Miró al rubio, quien tenía los ojos abiertos ante lo que se esperaba:
- ¿Confiar?- chistó el moreno, que se levantó y lo miró serio-. ¿De qué va esto?
Tomó aire y con determinación, se hizo con la valentía:
- Necesito que hagas una bebida bien efectiva, te explicaré de qué va, pero para ello, es necesario que confíes en nosotros, hyung. Necesitamos que confiéis en ambos- añadió señalando al felino también.
- No voy a hacer nada sin una explicación- gruñó acercándose y mirándolo a los ojos.
La fuerza de estos eran desbordantes, mal asunto, no podía resistirse ante ella:
- Jjong-hyung- habló el felino, tomando su atención. Los ojos del mayor cayeron sobre él, llameando-. Yo voy a ir con él. No temas. El plan no tiene riesgo alguno, es más, es territorio conocido. Nos vigilareis a través de las cámaras si hace falta, y estaremos en contacto si así lo queréis. Pero necesitamos eso, la bebida y la confianza.
- ¿Territorio conocido?- preguntó el alto.
El felino asintió, dirigiéndose a él.
- El casino.
Volvió a mirar al peliblanco, conocido como el hueso duro de roer:
- No- sentenció.
El de piel de porcelana puso los ojos en blanco:
- Hyung, no va a suceder nada, te lo prometo- dijo serio y con coraje-. No dejaría que Taemin hiciera nada que pusiera su vida en juego, además, no tenemos otra opción que no sea este plan. Así que... o dejamos escapar el tren o crees en nosotros- declaró.
El doctor observó al rubio y dejó su mirada en el maknae:
- Siento decirlo, y aunque entienda el peligro que esto conlleva... Key tiene razón- tomó la palabra el líder acercándose a ellos y poniendo su mano sobre el hombro del peliblanco.
- Estoy de acuerdo con hyung- susurró el alto desordenando los cabellos del menor.
- Solo quedas tú- le recordó el felino.
Cerró los ojos y con un fuerte suspiro los abrió:
- De acuerdo, pero yo iré con ustedes.
Un suspiro:
- Dios, hyung, has el esfuerzo.
Gruñó:
- ¡Vale! Pero quedáis avisados, como hagáis algo que ponga vuestra vida en peligro, por muy absur-
El menor lo interrumpió y asintió:
- Somos conscientes de ello- dijo.
El peliblanco suspiró y bajó la cabeza:
- Te quiero, appa- murmuró el menor dándole un beso en la mejilla y dándose la vuelta para continuar hablando con los demás.
- Soy un gran idiota- susurró para sí.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 27]
CAPÍTULO 27
El menor comenzó a preparar el sistema con las cámaras del casino para que sus hyungs pudieran vigilarlos mientras desarrollaban su idea en mente. Por una vez que les dan una oportunidad, debían aprovecharla aunque sabía lo que vendría después:
- Ya está todo listo. Todas las cámaras están conectadas y podréis ver lo que pasa en el casino.
Los cuatro presentes asintieron mentalmente todavía no muy convencidos de su voto de confianza. El maknae se giró en su silla y los miró con una expresión dubitativa:
- ¿Hyungs?
- Está bien, está bien.
Salieron con la misma cara de desconformidad con la que entraron y cada uno continuó a lo suyo. Justo cuando atravesó el pasillo, el felino llamó al peliblanco:
- Hyung, necesito un favor.
- ¿Es para esta noche?
Este asintió esperando la reacción del mayor. Un suspiró largo:
- Dime, ¿qué tengo que hacer?
El menor revisó las cosas dos veces consecutivas y aun así no estaba seguro:
- ¿Hyung, cogiste todo?
- Sí, Tae. Ya está todo, vamos saliendo.
- Vale, bueno hyungs. Ya saben que desde las pantallas se puede ver todo.
- Cuídense y Key… -dijo el más bajo con su voz paternal que ponía siempre en estos casos.
- Tranquilo –le sonrió con cariño-. Yo lo cuidaré, no pasará nada. –le besó en la mejilla.
No tardaron en volver al mismo sitio que los había acogido en su anterior plan, pero esta vez la puerta de entrada sería otra. El rubio guio al menor hasta la puerta de servicio por la que entraba él y lo apartó a un lado:
- Tae, escúchame. Voy a entrar para ocupar mi turno como camero. En cuanto me cambie, que será rápido –pensó cuando cayó en la cuenta de que iba a dejar solo al castaño con esas pintas tan apetitosas en la calle de noche-. Volveré y te abriré, ¿vale?
- No tardes hyung –dijo preocupado.
- No te preocupes pequeño.
En cuanto lo vio desaparecer, su cuerpo se encogió por la sensación de vacío, pero debía demostrarle al resto que era capaz de hacerlo, aunque seguramente, si pudieran ver por fuera tendrían el impulso de venir y protegerle como guardaespaldas que actuaban. Dio un suspiro relajado, menos mal que no conectó las del exterior:
- Taeminnie, ven –le susurró su compañero.
- Eso fue rápido hyung –se sorprendió entrando al cálido lugar.
- ¿Pensabas que me hacía gracia dejarte fuera solo? –enarcó una ceja-. Que te haya acompañado no significa que deje de cuidarte –le apuntó con su índice en la frente, moviéndola hacia detrás.
El menor sonrió, por un momento lo había olvidado:
- Bueno, vamos al ataque.
Una vez entrado al gran recibidor, la sala de fiesta por excelencia. Cada uno ocupó su lugar. Key se posicionó detrás de la barra volviendo a soportar las babas de los bebedores mientras no le quitaba el ojo de encima a su ‘’pequeña’’.
El castaño avanzó siendo observado por todos aquellos que irrumpían su vista o más bien su búsqueda. Tenía que dar con él si no, nada de esto habría tenido sentido. Comenzó a moverse disimuladamente por fuera de la aglomeración de personas situadas en el centro y justo cuando su mirada iba a caer al suelo desesperanzada, lo localizó no muy lejos de él. Caminaba tranquilo y con la mirada en alto, observando todo con detenimiento. Tomó aire y, pasando la mano por su largo vestido de seda azul oscuro, fue a él. Los ojos del desconocido se toparon con los suyos. Se detuvo en frente de él, y con su mejor sonrisa, le habló:
- Buenas noches, caballero- dijo con voz melosa-. ¿Me permite invitarle a tomar una copa?
El chico sonrió y asintió. El maknae se dio la vuelta con la sonrisa aún en sus labios, caminó hacia la barra, seguido de ese hombre. Encontró su mirada con la del rubio, quien se fijó en su acompañante y sus labios se estiraron en una sonrisa.
Tomaron asiento y el felino no tardó en llegar a ellos:
- Dos de lo mejor que tengas, por favor- dijo el menor, ahorrándole las palabras.
El rubio asintió y se puso con la bebida, con la mejor bebida del local. El desconocido observaba al menor con interés:
- ¿A qué se debe que una hermosa señorita como usted invite a un hombre como yo a tomar una copa?- preguntó con lo que parecía ser su voz de ligar.
El castaño sonrió ante ella:
- Esta hermosa señorita lo lleva observando desde hace rato- dijo en el mismo tono.
Ambos se observaban:
- Las mejores bebidas de la casa- dijo el mayor poniendo en frente del chico una copa y en frente del menor otra-. A su salud- susurró.
Miró la bebida que le había preparado el peliblanco. Lo suficientemente fuerte como para dejarle ido en solo unos segundos después de haberlo bebido. El color marrón de ésta, resaltaba entre todas las copas del lugar. Alzó la mirada con ojos desafiantes:
- De una sola vez- murmuró con sorna.
El muchacho lo miró y con una sonrisa, se llevó la copa a la boca, bebiéndose todo el líquido. La sonrisa del menor era grande y satisfecha:
- Eres todo un hombre- dijo riendo. Se llevó su copa a sus labios y también, de un solo trago, se la bebió mientras le guiñaba un ojo al rubio, quien lo miró serio.
Lo tomó del brazo y se lo llevó consigo, hablando y diciendo cosas que poco le interesaban a aquel hombre que, poco a poco, iba perdiendo sus sentidos, se iban lejos de la vista de los demás.
Un lugar seguro. Un lugar donde no correrían peligro.
Sus ojos se toparon con una puerta, que parecía alejada de la multitud, y sin pensarlo dos veces, fue a ella. Casi arrastrando al hombre, abrió la puerta y lo empujó hacia adentro, cayendo al suelo, totalmente fuera de sí. Observó como aquel líquido lo había puesto de esa manera. Intentaba levantarse, pero se tambaleaba, no pudiendo aguantar su propio peso. El menor sonrió, alegrándose de que el peliblanco no fuera su enemigo.
- Veamos que nos puedes contar, amigo.
- ¿Qu-é m-e pa-sa? –decía con mucha dificultad. L alengua se le iba para atrás
- Vas a responderme unas preguntitas, ¿vale?
- ¿Quién er-es tú? –dijo entrecerrando los ojos.
- ¿Para quién estás trabajando?
- ¿Tra-ba-jando? Yo…no trabajo muñeca.
- Responde a la pregunta, no lo hagas más difícil -entrecerró los ojos amenazador.
- Creo…que ambos sa-bemos pa-ra quién tra-ba.jo –soltó una risita.
- Bien, ahí es donde quería llegar.
- ¿Dónde se esconde esa sucia rata?
- Pu-es yo creo que dónde todas las demás –volvió a reír fuera de sí.
- No juegues conmigo –le pisó la mano con el tacón.
- ¡Ah! Pe-da-zo de zorra.
- Gracias, me lo he ganado –sonrió inocentemente.
- Oh… -soltó una carcajada-. ¿Ves eso? –señaló al espacio vacío-. Mucha luces.
- ¡Responde! –dijo a punto de perder la paciencia.
- Dos, seis, nueve, diez, catorce, veinte, treinta y cinco…cuarenta y cuatro.
¿Qué se supone que estaba diciendo el hombre? Creía recordar que se contaba de uno en uno:
- ¿D..
Un ruido en la puerta lo interrumpió:
- Nos tenemos que ir ya, alguien está viniendo hacía aquí.
- Pero hyung… -dijo viéndolo entrar.
- ¡Vamos he dicho! –lo cogió del brazo, tirando al suelo una pequeña bomba de gas somnífero para que a la víctima no se le fuera la lengua.
Abrieron la puerta despacio y sin hacer mucho ruido, eran más de las tres de la mañana. El menor, con los tacones en la mano, pasó detrás del mayor y cerró la puerta:
- Genial, ya llegaron los inconscientes de la casa- la voz del peliblanco llegó a sus oídos, asombrándolos. Los zapatos que el menor aún llevaba en sus manos cayeron al suelo, al igual que las llaves que el rubio sostenía.
Se dieron la vuelta y se fijaron en los tres. Tragaron saliva. Imponían con sus rostros serios:
- Ustedes estáis locos, ¿o qué?- preguntó el alto mirándolos con los ojos abiertos ante la evidente estupidez que habían cometido.
Ambos suspiraron:
- No ocurrió nada, no seáis de esa manera- habló el maknae se quitó la diadema del pelo.
- Pero podría- gruñó el peliblanco.
- Os dijimos que confiarais- dijo el rubio.
- Y esta será la última vez- sentenció el líder.
Suspiraron ante la necedad de los mayores. El felino se quitó la pajarita y se desordenó los cabellos. El maknae siguió al mayor, quien se dirigía a la habitación:
- ¿A dónde os creéis que vais?- preguntó a punto de perder la cordura el moreno.
El menor se dio la vuelta y lo miró:
- A cambiarnos- contestó con aires de grandeza antes de correr hacia la habitación.
El rano se rio ante la osadía el maknae, pero se calló al ver la mirada que le lanzó el mayor.
Se quitó el vestido mientras refunfuñaba:
- Siempre igual- masculló molesto.
El rubio se comenzó a reír, recibiendo una mirada confundida del menor. Se quitó los pantalones de pinza y se metió su viejo pijama azul de lunas:
- ¿Qué es tan gracioso?- preguntó.
El felino lo miró, ajustándose bien la cintura y poniéndose una camisa gris de baloncesto:
- De tal palo, tal astilla- dijo con diversión.
El menor soltó el traje sobre una mesa y se colocó sus shorts de dormir. Agarró las pulseras que adornaban sus muñecas y las puso sobre el vestido:
- ¿Estás jugando conmigo?- preguntó resignado.
El mayor se acercó a él y desordenó sus pelos castaños:
- Entiende que nuestro plan fue... demasiado arriesgado. Aunque haya salido bien, pusimos tu vida en juego- se detuvo y tomó una toallita y comenzó a eliminar el maquillaje de su rostro infantil-. Sabes que si hubieran sido conscientes de tu maravillosa, aunque arriesgada, idea, ni locos nos hubieran dejado salir. Tú bien lo dijiste. Así que- acarició sus ojos cerrados-, no los culpes por ponerse de esa manera.
El menor suspiró, sintiendo como el mayor limpiaba esa capa incómoda de maquillaje que pringaba sus ojos:
- Pero salió bien, hyung- susurró.
El rubio soltó una pequeña risilla:
- Y eso es un punto a favor, pero no les va a valer de mucho- contestó.
Palmeó los muslos del maknae cuando terminó de limpiar su rostro. Éste abrió los ojos y tomó aire mientras se ponía una camiseta. El felino lo miró y con una sonrisa abrió la puerta y se dirigieron hacia donde ellos se encontraban.
Se detuvieron ante ellos, echándose en el sofá:
- ¡Agh! Me duelen los pies. No sé cómo las mujeres pueden resistir estar tantas horas con esos zapatos mortales- murmuró el maknae acariciándose los pies.
El peliblanco se sentó junto al menor y lo tomó del rostro:
- ¿Sabes lo peligroso que fue lo que hiciste?- le preguntó.
El maknae suspiró:
- Lo sé, hyung. Pero tenía que hacerlo- le susurró.
Bajó la cabeza, agotado. El día había sido demasiado largo:
- Taemin, hay más formas- le recordó.
Alzó sus ojos y los encontró con los de él:
- ¿Más? No había ninguna más. Y si la hubiera, no tenemos tiempo para pensar tranquilamente sentados en el sillón mientras ese maldito sigue jugando con nosotros- se detuvo y, mirando a cada uno antes de volver a él, sentenció-: Tiempo es lo que menos tenemos.
El alto tomó asiento en el brazo del sillón y se quedó en silencio mirando a través de la ventana:
- Lo sabemos- susurró-. Pero tampoco es cuestión de que ustedes hagáis estas cosas- los miró a ambos y suspiró.
El líder posó su mano sobre la cabeza del rano y le sonrió, para luego mirar al peliblanco:
- Taemin tiene razón- dijo-. Sé que también la tiene Minho, al igual que tú, y me encuentro totalmente de acuerdo con ustedes dos, pero no hay tiempo y este plan ha salido bien a pesar de ser todo un peligro. Vamos a dejar que descansen.
El peliblanco lo fulminó con la mirada:
- No los apoyes, lo que han hecho está mal.
El líder asintió:
- Lo sé, por ello no volveremos a dejar que hagan nada más sin saber de qué se trata- respondió sonriendo y dirigiéndose a la cocina.
El moreno suspiró y miró al rubio y al maknae:
- La próxima os la corto- les amenazó antes de levantarse y seguir al mayor.
Después de cenar, cada uno volvió a lo suyo menos el rubio y el castaño quiénes se dirigían directamente a dormir, después del ajetreado día. Hoy les tocaba dormir juntos, así que no había problema. El rubio se sentó en la cómoda cama y se tapó con las sábanas antes de apagar la luz, pero no sintió movimiento por parte de su compañero:
- ¿Taeminnie? –se giró en su dirección.
El menor se había quedado sumido en sus pensamientos mirando al vacío mientras permanecía sentado en la cama:
- ¿Qué te pasa? –se incorporó para verlo mejor.
- Oh –volvió en sí-. Nada hyung, perdona ya me acuesto.
- ¿Seguro? –no estaba muy convencido.
- Sí, no te preocupes.
- Bueno, entonces descansa. Buenas noches.
- Buenas noches hyung.
Cuando la luz se ausentó, un leve golpe en la puerta llegó a sus oídos. El mayor volvió a encenderla y le permitió el paso a la persona que tocaba:
- Perdón chicos, siento si os desperté.
- No, tranquilo.
- ¿Qué ocurre Onew-hyung? –preguntó curioso el castaño.
- Quería hablar con vosotros acerca de lo de esta noche.
- ¿Otra vez? –frunció el ceño.
- No es por eso, me refiero a lo que averiguaron.
- Hyung si te soy sincero, no es que sea muy específica la información. Puede que ni si quiera nos pueda ayudar.
- ¿Qué fue lo que te dijo?
Tras parafrasearla lo que aquel individuo le dijo, el líder se quedó con una interrogación en el rostro:
- La verdad es que no es muy claro que digamos.
- Por eso te lo dije –dijo apenado el maknae.
- Bueno, ya mañana con más calma lo averiguaremos.
- Está bien, buenas noches hyung.
- Buenas noches, chicos.
El castaño mayor salió de la habitación y se dirigió a la suya. Cerró la puerta y se sentó en la silla apoyando ambos codos sobre la mesa. Tenía que haber algo en esa información que les pudiera servir de ayuda. El peliblanco no se equivocaba en sus experimentos y sumándole que estaba ebrio, no había podido mentir a conciencia.
Ratas…dónde todas las demás… Dos, seis, nueve, diez, catorce, veinte, treinta y cinco…cuarenta y cuatro.
¿Se referirá a los alcantarillados? Es dónde suelen habitar el mayor número de ellas. ¿Sería así de fácil? No concebía la idea de que ese hombre pudiera estar escondido en semejante lugar, aunque si lo parabas a pensar, le venía la mar de bien el sitio. Rio de lado ante la ocurrencia y comenzó a jugar con el lápiz que se encontraba en su mesa de trabajo.
Los números eran los que no encajaban, no seguían ningún orden ni alguna secuencia visible. Parecían números completamente aleatorios. Su mente iba a estallar, ¿qué clase de información había sido esa? Se maldijo mentalmente por no ser capaz de ver las cosas. Suspiró con resignación…Por muy estúpida que fuera la idea de las alcantarillas, era lo más cercano a una pista que tenía.
Un momento…Sus ojos se abrieron como platos. Las ratas…las alcantarillas…los números quizá…Podría ser qué…o quizá tan solo fuera una suposición…
Se levantó esperanzado y se apresuró a la ratonera electrónica del menor. Dio gracias a que uno de los ordenadores estaba encendido y comenzó a buscarlo.
Los planos del alcantarillado de la ciudad. Al parecer los habían renovado hace poco porque estaba fechado no hace mucho. Pero algo no encajaba, el casino aparecía situado en el mapa superficial. ¿Cómo aquello posible? El casino apenas tenía dos años y los planos eran de hace cinco. Frunció el ceño disconforme y buscó en otros sitios por si hubiera alguna equivocación, pero no. Todos decían lo mismo. Entonces los antiguos…Rebuscó por todos sitios en busca de la antigua canalización perdiendo la paciencia en el transcurso. Habían desaparecido por completo y no olía muy bien. Hay que mantener ambos planos guardado. Aunque estuviera colándose en unos archivos no autorizados, debían mantenerlo ahí, pero no había ni rastro de él. Se llevó una mano al rostro intentando relajarse. Vale, en algún momento debieron haberlos publicado, aunque sea en el más recóndito periódico del país, así que solo tenía que encontrar esas ediciones pérdidas en el tiempo.
El reloj marcaba ya pasada la media noche y sus ojos no se habían cerrado para descansar en ningún momento. Debía encontrarlos, era primordial descubrir aquello.
Aunque quizá estuviera perdiendo el tiempo y se hubiera equivocado de suposición pero tras encontrar aquella incoherencia, su sospecha crecía:
- Por fin… -susurró cansado.
Había dado con los planos antiguos en una página de un periódico que había dejado de publicarse alrededor de diez años. Comenzó a comparar ambos planos y descubrió que el lugar donde el casino se situaba en el nuevo, era inexistente en el antiguo, como de esperarse, pero a cambio había una red de pasadizos que conectaban unos con otros. El mayor sonrió satisfecho, había acertado. Con su habilidad característica copió a mano ambos mapas y se dirigió de nuevo a su mesa de trabajo. Puso ambos delante de su vista y cogió papel y lápiz y comenzó a recrear lo que sería la actualidad y todos los puntos que conectaba con cada nueva edificación, porque sí. El nuevo mapa había sido modificado a la prisa y adrede, y sabía muy bien de quien había sido la culpa o la treta.
Ahora entendía lo de la fecha y la desaparición de los planos reales que sí contaban con todos los detalles o con todas las trampas en este caso.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
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> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 28]
CAPÍTULO 28
- Hyung... ¿de verdad está por las alcantarillas?- preguntó despacio y temiendo la respuesta.
- Taemin... no te va a pasar nada- dijo mirando su aparente rostro pálido.
El alto se rio y pasó por su lado, posando una mano en su hombro:
- Atacaremos a cualquier mutación que se quiera hacer con tus sesos- dijo en voz baja.
Un escalofrío recorrió el cuerpo del menor antes de que el peliblanco le diera un pequeño codazo al rano:
- Deja de hacer eso- le discutió. Minho se rio y le guiñó un ojo al maknae-. No te preocupes, Tae. No va a suceder nada, y no estás solo- le reconfortó el peliblanco con una sonrisa.
El castaño asintió no muy convencido mientras dejaba escapar un suspiro:
- Entonces... tenemos que ir a ellas, pero ¿por dónde se va?- preguntó el rubio después de escuchar la conversación con una sonrisa.
El líder suspiró y se pasó la mano por los ojos. Colocó en la parte superior el plano que contenía el casino y después de echarle un vistazo, señaló una habitación de él:
- Aquí es por donde debemos entrar- contestó-. Pero no sé qué habitación es y cómo esté vigilada... pues tenemos otro problema.
Se asomaron y se fijaron en la habitación que señalaba el mayor:
- Yo sé cuál es- dijo el menor rompiendo el silencio que se había hecho en el lugar-. Es en la habitación de las fichas.
Los demás lo miraron asombrados:
- ¿Cómo lo sabes?- preguntó el rubio.
- Allí es adonde llevé al topo- contestó-. Es un lugar en el que podemos entrar sin ningún problema. No tiene vigilancia.
Un suspiro general de alivio:
- Pero... va a ser muy evidente que entren cinco personas allí, como si nada- dijo el alto.
El menor se quedó mirando los planos, mientras todos pensaban en una idea para poder entrar en esa habitación sin que levantara sospechas:
- Tengo una idea- dijo el felino-. Pero para ella necesitamos tres uniformes de la persona que se encarga de la limpieza y uno más de camarero.
- ¿Qué pretendes?- preguntó el líder.
- Si somos empleados, el hecho de que entremos en una habitación no es tan raro. Yo ya conozco cómo va eso. He trabajado de camarero ahí dos veces, de algo puede servir.
- ¿Y quién se va a vestir de quién?
- Odio esto- lloriqueó el líder con el carrito de la limpieza en sus manos.
El peliblanco se rio:
- Venga, tampoco es gran cosa- dijo mirando al menor que caminaba a su lado mirando todo mientras los llevaba hacia aquella habitación.
El mayor suspiró y se dejó llevar mientras arrastraba el carro:
- Allí está, es esa- dijo señalando una puerta negra.
Los demás asintieron. Se separaron y esperaron a entrar uno por uno. Con total normalidad, sin levantar sospechas. Ya los tres dentro, miraron el lugar, intentando buscar algo por donde poder salir:
- En nada estarán aquí los otros dos- dijo el mayor.
- No veo nada- masculló el menor buscando y moviendo todo.
De repente la puerta se abrió y dejaron de tocar las cosas para mirar hacia ella. El alto entró con una sonrisa en los labios:
- Soy yo- dijo cerrando la puerta tras de sí y fijándose en el lugar.
- ¿Habéis encontrado algo?- preguntó el rubio adentrándose en la habitación.
El peliblanco lo miró y negó:
- Nada de nada- respondió.
El felino miró el lugar y suspiró:
- Pues entonces vamos bien. Este lugar es pequeño y no encontramos un maldito lugar por el que salir, ya me dirás cómo lo encontraremos en las alcantarillas- murmuró.
Siguieron buscando. Arrimando cajas, armarios, mesas..., hasta que una palmada los interrumpió:
- El suelo.
Miraron al líder sin entender sus palabras, hasta que cayeron en la cuenta. El suelo estaba con una moqueta roja oscura. Sonrieron y con paciencia buscaron en él. El menor se fijó en un corte artificial que mantenía una parte de la habitación:
- Creo que lo he encontrado- dijo levantándola y encontrando ante sus ojos una trampilla. La levantó usando toda la fuerza que tenía, dejando ver unas largas escaleras:
- ¿Quién es el primero?- preguntó este con temor en la voz al ver y oler el lugar.
El peliblanco se acercó a ella y revolvió sus cabellos:
- Yo voy.
Antes de bajar, apoyó los pies en las escaleras y se columpió un poco en ellas para comprobar que eran resistentes. Al ver que sí, bajó poco a poco por ellas, mirando a su alrededor. Cuando sus pies tocaron el suelo, un ruido de agua llegó a sus oídos:
- Todo bien. Venga, el siguiente- dijo desde abajo y en voz alta.
El rubio tomó una mochila que se escondía en el carrito de la limpieza y bajó por las escaleras.
Todos y cada uno de ellos, realizó el mismo procedimiento, hasta que el último cerró la trampilla y se dejó caer en el suelo de las alcantarillas. El mayor los miró serios:
- Ya no hay vuelta atrás- murmuró.
El menor temblaba y miraba a todos lados:
- No hay lugares para uno esconderse, no. Tiene que ser en las malditas alcantarillas. Donde hay…Bichos y roedores y...- tragó con esfuerzo y trató de que las lágrimas salieran de sus ojos.
- Tranquilo pequeño- le susurró el peliblanco dándole un beso en la frente.
El menor suspiró e intentó tranquilizarse. El líder sacó los planos y los miró con detenimiento. Esperando encontrar algo que le dijera por dónde ir. Pero no había nada anómalo o diferente. Miró cada uno de los conductos, lo que había hecho más de mil veces a lo largo del día. Algo se le escapaba y no sabía el qué. Miró el plano antiguo y se quedó embelesado en él. ¿Qué podía ser?
Se repitió los números continuamente. Levantó la vista y cayó en la cuenta, estaban numerados y... ya todo tenía sentido:
- Creo que los números tienen algo que ver con las numeraciones de los conductos –dijo el líder.
- Podría ser, vamos a probar –afirmó el alto.
Los cinco se pusieron en marcha hacia el primer número:
- Este es el primero, el número dos –anunció el rubio.
Y siguiendo el eco se adentraron por aquel oscuro y sucio túnel. El maknae iba pegado a su appa muerto de miedo, no por el hecho de que fueran a encontrarse al malnacido por algún lugar, sino por su terror a todo ser que pareciera un insecto o se hiciera llamar rata.
Siguieron adentrándose y se toparon por desgracia con un muro o un ‘’sin salida’’. Sus miradas de confusión no se hicieron esperar y volvieron a mirar el mapa:
- Probemos con otra, quizá nos equivocamos.
La siguiente era la número seis, la nueve, la diez y hasta la catorce…Todas las salidas bloqueadas. Estaban empezando a frustrarse, ¿si no eran aquellos números qué se supone que significaban? Se sentaron en uno de los pasadizos, aunque no muy contento el maknae, quien lo hizo sobre las piernas del peliblanco:
- Creo que nos hemos estancado.
- No podemos quedarnos aquí, tenemos que averiguar cómo salir y encontrar a la verdadera rata.
Un escalofrío recorrió la espalda del menor:
- Por favor hyung –lloriqueó-. No digas esa palabra aquí –suplicó.
Los demás chicos del grupo rieron ante la ternura de su puchero:
- No sigas pensando en esas cosas Taeminnie –le acarició la espalda el médico.
- Pero es que appa… -dijo con su peculiar voz infantil-. Me dan mucho miedo –se abrazó a su cuello siendo envuelto por los brazos del moreno.
A pesar de las duras condiciones en las que estaban, tan apunto de completar su venganza, pero tan lejos a la vez, mirar al menor del grupo les recordaba que después de todo eran todavía humanos, y que habían sentimientos más importantes, pero está claro que el dolor…las profundas heridas hechas en sus corazones no se curarían de otra manera, aun así le dieron las gracias mentalmente al pequeño por mantenerlos con los pies sobre la tierra y nunca llegando a cegarse por ese sentimiento venenoso:
- Hyung… ¿puedes darme un momento los planos? –dijo pensativo.
El moreno identificó esa cara de concentración que siempre utilizaba cuando iba a realizar un análisis profundo de algo. Los cuatro miraban al más pequeño concentrarse en el papel, cuando de repente un sonido irritante sonó encogiendo sus corazones:
- ¿Es…tú teléfono? –dijo el rubio inseguro de que tuviera cobertura aquí debajo.
- Parece ser que sí –afirmó el líder.
- Tae, ¿tienes tú algo que ver con que tengamos cobertura aquí?
- Quizá –sonrió inocente y siguió concentrándose.
El líder sonrió ante su tierno gesto y atendió la llamada:
- ¿Hyung? –dijo una voz apresurada.
- ¿Kai? ¿Qué pasó?
- Hyung, ¿dónde están?
El mayor notó su voz temblar…insegura:
- No te sé decir exactamente, estam…
- Es una trampa, tienen se salir de allí. ¡Tienen que salir ya! –un sonido ensordecedor atravesó el aparato.
- ¡Kai! ¡¿Eso fue un disparo?! ¿Kai estás bien?
- Hyung…descubrí que…la policía…es una trampa, él es el…culpable.
- ¡¿Qué clase de trampa Kai?! ¿Qué ocurre?
- Perdonadme, hyung…lo siento…
Un sonoro disparo hizo eco desde el móvil dejando a todos los presentes congelados:
- Kai… ha…hyung él…
Los ojos del castaño menor comenzaron a cristalizarse según procesaba lo ocurrido:
- ¿Quién lo mató? –preguntó el rubio con la voz destrozada.
- No lo sé –susurró el líder.
- Pudimos haberlo protegido –apretó los puños el alto.
La pérdida del menor, quizá la impotencia o también la rabia y más sed de venganza se escurrían por sus mejillas, silenciosas:
- Tenemos que seguir, pese a esto, a lo que dijo…tenemos que seguir precisamente por él.
- Tenemos que matarlo, solo así podremos vivir en paz.
Un silencio sepulcral, querían hacer como si todavía su amigo estuviera latiendo con vida, pero no podían negar la realidad:
- Creo que ya lo tengo –dijo el menor limpiándose las lágrimas de su rostro. Tenía que ser fuerte, por él y por todos.
- ¿Estás seguro?
- Quiero hacer una prueba a ver si estoy en lo cierto, déjenme intentarlo.
- Claro, vamos. Tú nos guiarás.
El menor pensó mentalmente durante unos segundos antes de poner rumbo:
- Vale, ya. Vamos, pero appa…tú al lado mío –dijo tirando del brazo del nombrado.
El mayor esbozó una triste sonrisa y el resto les siguió. Sabían que se estaba haciendo el fuerte, que no quería que ellos lo vieran débil, así que por su esfuerzo en aparentar, ellos también lo serían:
- Vale, a ver. Este pasillo es el número dos.
- Sí, por aquí ya pasamos antes.
- Espera, seguimos por aquí –señaló con el dedo hacia la derecha.
Caminaron un buen rato hasta que el menor se detuvo en seco. Despegó la cabeza del mapa y miró el número: 8. Haciéndole caso al menor sin rechistar, movieron sus pies tras los de él. Un par de minutos tardaron en encontrar otra red de túneles:
- ¡Bingo! –se sorprendió de que no diera a un callejón sin salida como los otros.
Los chicos se sorprendieron por el descubrimiento del maknae:
- Hagámoslo otra vez, quiero estar seguro.
- ¿Nos vas a contar cómo lo hiciste?
- Espera, seguidme.
Entonces la segunda salida estaba en la número quince. En efecto, había acertado, no estaba bloqueada. Siguiente. Número diecinueve. Sí, había acertado en su deducción:
- Hyungs, ya lo tengo –sonrió orgulloso.
- Ya vemos, ya –sonrió el rubio.
- ¿Cómo lo adivinaste?
- Bueno es cómo escribir la salida indirectamente. Tienes que sumarle el número siguiente al número que te pone primero, después al siguiente le sumas el otro, pero no suma tras suma. No sé si me explico.
- Quieres decir que a la puerta número dos le sumaste seis y por eso dimos con la ocho, ¿cierto? –dijo el líder.
- Exacto.
- Entonces esta salida, es el resultado de sumarle nueve a la número seis y luego diez al número nueve.
- Así es.
- Muy astuto, pequeño.
Cada vez estaban más dentro. El pequeño había acertado y lo seguían como fieles corderos. Poco a poco el aire se volvía más espeso y estaban más cansados. No sabían hasta cuán dentro tendrían que llegar. El peliblanco iba al lado del menor, atento a él. Aún estaba intentando asimilar lo sucedido, pero lo único que le causaban eran unas tremendas ganas de matar al desgraciado que lo había hecho, pero... a ello iban. Mientras pensaba, un extraño olor le llegó. Se puso a olisquear, parándose en seco en medio, haciendo que los demás lo miraran sin comprender:
- ¿Qué sucede, hyung?- preguntó el menor en alerta.
- ¿Jonghyun?- preguntó el líder.
El doctor alzó la mano, para que se esperaran y siguió oliendo el ambiente, confundido. Abrió los ojos cuando comprendió:
- Mierda, es un gas tóxico- dijo tomando al menor de la mano y llevándoselo-. ¡Es un gas letal, joder!
Comenzaron a correr. Sumaban sobre la marcha. El maknae poco a poco les iba diciendo. Estaba nervioso y no pensaba con claridad. El peliblanco tomó el mando y comenzó a guiarlos. El líder tenía de la mano al rubio, quien estaba alejado.
Seguían corriendo. Conducto tras conducto, suma tras suma. Jonghyun se detuvo y todo se quedó en silencio, esperando a que dijera algo:
- ¿Qué...
- ¡Mierda! ¡Ya no hay más números!- gritó molesto, encontrándose con una enorme pared al final, que bloqueaba el conducto, como las otras muchas que habían visto.
Dio un fuerte golpe a un lateral de metal y resonó por todo el lugar:
- ¿Cómo?- preguntó el alto tomando los planos-. Esto tiene que ser una maldita broma pesada. ¡No es momento para bromear!- gritó.
- No os pongáis nerviosos- maldijo el mayor, intentando buscar una salida.
El menor tocó la pared y suspiró:
- No me creo que este sea nuestro maldito fin- masculló.
El peliblanco lo fulminó con la mirada y bajó la cabeza:
- No podemos darnos por vencidos. Aquí nos trajeron los números. Es hora de que pensemos, joder. No nos lo va a poner tan fácil- dijo el rubio, tomando la atención de todos.
El líder miró la gran pared:
- Kai nos lo dijo, era una trampa. Estamos en un callejón sin salida- murmuró.
El peliblanco se acercó a él y le dio en la mano:
- Si vas a decir esas cosas no digas nada. Necesitamos pensar cómo salir. No va a tardar mucho en que ese maldito veneno nos mate- explicó el moreno.
El maknae miró junto con el rubio la gran pared y vio algo raro:
- Esto es... ¿chapa?- preguntó tocando la pared de metal.
- ¿Cómo que chapa?- preguntó también el alto-. Es metal, Taemin.
Negó mirándolo:
- Esto es metal- dijo golpeando una parte de ella, y dirigiéndose a la otra habló otra vez-: Y esto es chapa.
El alto lo miró asombrado y realizó el mismo procedimiento del menor:
- Es cierto. Eres un genio, Tae- dijo con una sonrisa en los labios.
El rubio los miró sin comprender:
- ¿Qué significa eso?- preguntó.
- Que podemos salir de aquí- añadió el líder dando unos pasos al frente.
- ¿Cómo?- preguntó.
El menor se puso a toquetear el metal sucio por el tiempo y encontró un pequeño y mínimo agujero escondido por el agua:
- Necesito ayuda- dijo haciendo fuerzas.
El peliblanco fue a él y ambos abrieron lo que parecía ser una puerta. Miraron al otro lado, esperando ver algo que se les escapara, pero no podían concebir nada que no fuera negro.
Debían pasar a la oscuridad. El peliblanco la levantó bien y pasó el primero. Abrió los ojos y al principio, todo era total oscuridad. Uno por uno, los demás fueron entrando, hasta que el último cerró la puerta.
De repente y de la nada, unas enormes luces se encendieron, cegándolos por unos momentos:
- ¿Qué demonios?- maldijo el alto mientras sus ojos se adaptaban a la luz.
Un ruido estruendoso se comenzó a oír por encima de sus cabezas. Y un polvo y un fuerte sonido de metal los dejó sin oír solo unos segundos. Poco a poco iban volviendo a sus sentidos, pudiendo ver cómo se encontraban, completamente encerrados.:
- ¿¡Dónde estás!?- gritó el líder completamente rojo de la ira.
El maknae se puso nervioso al ser consciente de ello. Estaban en un enorme almacén, encerrados entre unos grandes barrotes de hierro. Se acercó al peliblanco y apretó su agarre.
Desde el fondo del lugar, donde no se encontraba iluminado, pudieron ver un cuerpo. Se acercaba despacio, como si el tiempo no importara. No dejó que la luz le llegara, solo en las sombras, se pudo ver claramente su sonrisa:
- Cuanto habéis crecido- dijo. Su voz grave y rasposa inundó el lugar-. Es asombroso el poder de la venganza, ¿verdad?- dijo con sorna-. Pero ya todo se acabó.
Sus cuerpos se quedaron quietos y congelados. Solo el goteo de una vieja tubería resonaba en todo el lugar. El tiempo parecía haberse detenido en ese instante. Todo iba lento. La gota que inevitablemente iba a caer, parecía no llegar nunca a su fin:
- Ha sido divertido- dijo.
Y lo vieron. En medio de toda la oscuridad en la que se encontraba, una pequeña llamita brillaba en medio de la nada. De repente, sin más tardar, lanzó el mechero y antes de que tocara el suelo, murmuró:
- Game Over.
- Hyung... ¿de verdad está por las alcantarillas?- preguntó despacio y temiendo la respuesta.
- Taemin... no te va a pasar nada- dijo mirando su aparente rostro pálido.
El alto se rio y pasó por su lado, posando una mano en su hombro:
- Atacaremos a cualquier mutación que se quiera hacer con tus sesos- dijo en voz baja.
Un escalofrío recorrió el cuerpo del menor antes de que el peliblanco le diera un pequeño codazo al rano:
- Deja de hacer eso- le discutió. Minho se rio y le guiñó un ojo al maknae-. No te preocupes, Tae. No va a suceder nada, y no estás solo- le reconfortó el peliblanco con una sonrisa.
El castaño asintió no muy convencido mientras dejaba escapar un suspiro:
- Entonces... tenemos que ir a ellas, pero ¿por dónde se va?- preguntó el rubio después de escuchar la conversación con una sonrisa.
El líder suspiró y se pasó la mano por los ojos. Colocó en la parte superior el plano que contenía el casino y después de echarle un vistazo, señaló una habitación de él:
- Aquí es por donde debemos entrar- contestó-. Pero no sé qué habitación es y cómo esté vigilada... pues tenemos otro problema.
Se asomaron y se fijaron en la habitación que señalaba el mayor:
- Yo sé cuál es- dijo el menor rompiendo el silencio que se había hecho en el lugar-. Es en la habitación de las fichas.
Los demás lo miraron asombrados:
- ¿Cómo lo sabes?- preguntó el rubio.
- Allí es adonde llevé al topo- contestó-. Es un lugar en el que podemos entrar sin ningún problema. No tiene vigilancia.
Un suspiro general de alivio:
- Pero... va a ser muy evidente que entren cinco personas allí, como si nada- dijo el alto.
El menor se quedó mirando los planos, mientras todos pensaban en una idea para poder entrar en esa habitación sin que levantara sospechas:
- Tengo una idea- dijo el felino-. Pero para ella necesitamos tres uniformes de la persona que se encarga de la limpieza y uno más de camarero.
- ¿Qué pretendes?- preguntó el líder.
- Si somos empleados, el hecho de que entremos en una habitación no es tan raro. Yo ya conozco cómo va eso. He trabajado de camarero ahí dos veces, de algo puede servir.
- ¿Y quién se va a vestir de quién?
- Odio esto- lloriqueó el líder con el carrito de la limpieza en sus manos.
El peliblanco se rio:
- Venga, tampoco es gran cosa- dijo mirando al menor que caminaba a su lado mirando todo mientras los llevaba hacia aquella habitación.
El mayor suspiró y se dejó llevar mientras arrastraba el carro:
- Allí está, es esa- dijo señalando una puerta negra.
Los demás asintieron. Se separaron y esperaron a entrar uno por uno. Con total normalidad, sin levantar sospechas. Ya los tres dentro, miraron el lugar, intentando buscar algo por donde poder salir:
- En nada estarán aquí los otros dos- dijo el mayor.
- No veo nada- masculló el menor buscando y moviendo todo.
De repente la puerta se abrió y dejaron de tocar las cosas para mirar hacia ella. El alto entró con una sonrisa en los labios:
- Soy yo- dijo cerrando la puerta tras de sí y fijándose en el lugar.
- ¿Habéis encontrado algo?- preguntó el rubio adentrándose en la habitación.
El peliblanco lo miró y negó:
- Nada de nada- respondió.
El felino miró el lugar y suspiró:
- Pues entonces vamos bien. Este lugar es pequeño y no encontramos un maldito lugar por el que salir, ya me dirás cómo lo encontraremos en las alcantarillas- murmuró.
Siguieron buscando. Arrimando cajas, armarios, mesas..., hasta que una palmada los interrumpió:
- El suelo.
Miraron al líder sin entender sus palabras, hasta que cayeron en la cuenta. El suelo estaba con una moqueta roja oscura. Sonrieron y con paciencia buscaron en él. El menor se fijó en un corte artificial que mantenía una parte de la habitación:
- Creo que lo he encontrado- dijo levantándola y encontrando ante sus ojos una trampilla. La levantó usando toda la fuerza que tenía, dejando ver unas largas escaleras:
- ¿Quién es el primero?- preguntó este con temor en la voz al ver y oler el lugar.
El peliblanco se acercó a ella y revolvió sus cabellos:
- Yo voy.
Antes de bajar, apoyó los pies en las escaleras y se columpió un poco en ellas para comprobar que eran resistentes. Al ver que sí, bajó poco a poco por ellas, mirando a su alrededor. Cuando sus pies tocaron el suelo, un ruido de agua llegó a sus oídos:
- Todo bien. Venga, el siguiente- dijo desde abajo y en voz alta.
El rubio tomó una mochila que se escondía en el carrito de la limpieza y bajó por las escaleras.
Todos y cada uno de ellos, realizó el mismo procedimiento, hasta que el último cerró la trampilla y se dejó caer en el suelo de las alcantarillas. El mayor los miró serios:
- Ya no hay vuelta atrás- murmuró.
El menor temblaba y miraba a todos lados:
- No hay lugares para uno esconderse, no. Tiene que ser en las malditas alcantarillas. Donde hay…Bichos y roedores y...- tragó con esfuerzo y trató de que las lágrimas salieran de sus ojos.
- Tranquilo pequeño- le susurró el peliblanco dándole un beso en la frente.
El menor suspiró e intentó tranquilizarse. El líder sacó los planos y los miró con detenimiento. Esperando encontrar algo que le dijera por dónde ir. Pero no había nada anómalo o diferente. Miró cada uno de los conductos, lo que había hecho más de mil veces a lo largo del día. Algo se le escapaba y no sabía el qué. Miró el plano antiguo y se quedó embelesado en él. ¿Qué podía ser?
Se repitió los números continuamente. Levantó la vista y cayó en la cuenta, estaban numerados y... ya todo tenía sentido:
- Creo que los números tienen algo que ver con las numeraciones de los conductos –dijo el líder.
- Podría ser, vamos a probar –afirmó el alto.
Los cinco se pusieron en marcha hacia el primer número:
- Este es el primero, el número dos –anunció el rubio.
Y siguiendo el eco se adentraron por aquel oscuro y sucio túnel. El maknae iba pegado a su appa muerto de miedo, no por el hecho de que fueran a encontrarse al malnacido por algún lugar, sino por su terror a todo ser que pareciera un insecto o se hiciera llamar rata.
Siguieron adentrándose y se toparon por desgracia con un muro o un ‘’sin salida’’. Sus miradas de confusión no se hicieron esperar y volvieron a mirar el mapa:
- Probemos con otra, quizá nos equivocamos.
La siguiente era la número seis, la nueve, la diez y hasta la catorce…Todas las salidas bloqueadas. Estaban empezando a frustrarse, ¿si no eran aquellos números qué se supone que significaban? Se sentaron en uno de los pasadizos, aunque no muy contento el maknae, quien lo hizo sobre las piernas del peliblanco:
- Creo que nos hemos estancado.
- No podemos quedarnos aquí, tenemos que averiguar cómo salir y encontrar a la verdadera rata.
Un escalofrío recorrió la espalda del menor:
- Por favor hyung –lloriqueó-. No digas esa palabra aquí –suplicó.
Los demás chicos del grupo rieron ante la ternura de su puchero:
- No sigas pensando en esas cosas Taeminnie –le acarició la espalda el médico.
- Pero es que appa… -dijo con su peculiar voz infantil-. Me dan mucho miedo –se abrazó a su cuello siendo envuelto por los brazos del moreno.
A pesar de las duras condiciones en las que estaban, tan apunto de completar su venganza, pero tan lejos a la vez, mirar al menor del grupo les recordaba que después de todo eran todavía humanos, y que habían sentimientos más importantes, pero está claro que el dolor…las profundas heridas hechas en sus corazones no se curarían de otra manera, aun así le dieron las gracias mentalmente al pequeño por mantenerlos con los pies sobre la tierra y nunca llegando a cegarse por ese sentimiento venenoso:
- Hyung… ¿puedes darme un momento los planos? –dijo pensativo.
El moreno identificó esa cara de concentración que siempre utilizaba cuando iba a realizar un análisis profundo de algo. Los cuatro miraban al más pequeño concentrarse en el papel, cuando de repente un sonido irritante sonó encogiendo sus corazones:
- ¿Es…tú teléfono? –dijo el rubio inseguro de que tuviera cobertura aquí debajo.
- Parece ser que sí –afirmó el líder.
- Tae, ¿tienes tú algo que ver con que tengamos cobertura aquí?
- Quizá –sonrió inocente y siguió concentrándose.
El líder sonrió ante su tierno gesto y atendió la llamada:
- ¿Hyung? –dijo una voz apresurada.
- ¿Kai? ¿Qué pasó?
- Hyung, ¿dónde están?
El mayor notó su voz temblar…insegura:
- No te sé decir exactamente, estam…
- Es una trampa, tienen se salir de allí. ¡Tienen que salir ya! –un sonido ensordecedor atravesó el aparato.
- ¡Kai! ¡¿Eso fue un disparo?! ¿Kai estás bien?
- Hyung…descubrí que…la policía…es una trampa, él es el…culpable.
- ¡¿Qué clase de trampa Kai?! ¿Qué ocurre?
- Perdonadme, hyung…lo siento…
Un sonoro disparo hizo eco desde el móvil dejando a todos los presentes congelados:
- Kai… ha…hyung él…
Los ojos del castaño menor comenzaron a cristalizarse según procesaba lo ocurrido:
- ¿Quién lo mató? –preguntó el rubio con la voz destrozada.
- No lo sé –susurró el líder.
- Pudimos haberlo protegido –apretó los puños el alto.
La pérdida del menor, quizá la impotencia o también la rabia y más sed de venganza se escurrían por sus mejillas, silenciosas:
- Tenemos que seguir, pese a esto, a lo que dijo…tenemos que seguir precisamente por él.
- Tenemos que matarlo, solo así podremos vivir en paz.
Un silencio sepulcral, querían hacer como si todavía su amigo estuviera latiendo con vida, pero no podían negar la realidad:
- Creo que ya lo tengo –dijo el menor limpiándose las lágrimas de su rostro. Tenía que ser fuerte, por él y por todos.
- ¿Estás seguro?
- Quiero hacer una prueba a ver si estoy en lo cierto, déjenme intentarlo.
- Claro, vamos. Tú nos guiarás.
El menor pensó mentalmente durante unos segundos antes de poner rumbo:
- Vale, ya. Vamos, pero appa…tú al lado mío –dijo tirando del brazo del nombrado.
El mayor esbozó una triste sonrisa y el resto les siguió. Sabían que se estaba haciendo el fuerte, que no quería que ellos lo vieran débil, así que por su esfuerzo en aparentar, ellos también lo serían:
- Vale, a ver. Este pasillo es el número dos.
- Sí, por aquí ya pasamos antes.
- Espera, seguimos por aquí –señaló con el dedo hacia la derecha.
Caminaron un buen rato hasta que el menor se detuvo en seco. Despegó la cabeza del mapa y miró el número: 8. Haciéndole caso al menor sin rechistar, movieron sus pies tras los de él. Un par de minutos tardaron en encontrar otra red de túneles:
- ¡Bingo! –se sorprendió de que no diera a un callejón sin salida como los otros.
Los chicos se sorprendieron por el descubrimiento del maknae:
- Hagámoslo otra vez, quiero estar seguro.
- ¿Nos vas a contar cómo lo hiciste?
- Espera, seguidme.
Entonces la segunda salida estaba en la número quince. En efecto, había acertado, no estaba bloqueada. Siguiente. Número diecinueve. Sí, había acertado en su deducción:
- Hyungs, ya lo tengo –sonrió orgulloso.
- Ya vemos, ya –sonrió el rubio.
- ¿Cómo lo adivinaste?
- Bueno es cómo escribir la salida indirectamente. Tienes que sumarle el número siguiente al número que te pone primero, después al siguiente le sumas el otro, pero no suma tras suma. No sé si me explico.
- Quieres decir que a la puerta número dos le sumaste seis y por eso dimos con la ocho, ¿cierto? –dijo el líder.
- Exacto.
- Entonces esta salida, es el resultado de sumarle nueve a la número seis y luego diez al número nueve.
- Así es.
- Muy astuto, pequeño.
Cada vez estaban más dentro. El pequeño había acertado y lo seguían como fieles corderos. Poco a poco el aire se volvía más espeso y estaban más cansados. No sabían hasta cuán dentro tendrían que llegar. El peliblanco iba al lado del menor, atento a él. Aún estaba intentando asimilar lo sucedido, pero lo único que le causaban eran unas tremendas ganas de matar al desgraciado que lo había hecho, pero... a ello iban. Mientras pensaba, un extraño olor le llegó. Se puso a olisquear, parándose en seco en medio, haciendo que los demás lo miraran sin comprender:
- ¿Qué sucede, hyung?- preguntó el menor en alerta.
- ¿Jonghyun?- preguntó el líder.
El doctor alzó la mano, para que se esperaran y siguió oliendo el ambiente, confundido. Abrió los ojos cuando comprendió:
- Mierda, es un gas tóxico- dijo tomando al menor de la mano y llevándoselo-. ¡Es un gas letal, joder!
Comenzaron a correr. Sumaban sobre la marcha. El maknae poco a poco les iba diciendo. Estaba nervioso y no pensaba con claridad. El peliblanco tomó el mando y comenzó a guiarlos. El líder tenía de la mano al rubio, quien estaba alejado.
Seguían corriendo. Conducto tras conducto, suma tras suma. Jonghyun se detuvo y todo se quedó en silencio, esperando a que dijera algo:
- ¿Qué...
- ¡Mierda! ¡Ya no hay más números!- gritó molesto, encontrándose con una enorme pared al final, que bloqueaba el conducto, como las otras muchas que habían visto.
Dio un fuerte golpe a un lateral de metal y resonó por todo el lugar:
- ¿Cómo?- preguntó el alto tomando los planos-. Esto tiene que ser una maldita broma pesada. ¡No es momento para bromear!- gritó.
- No os pongáis nerviosos- maldijo el mayor, intentando buscar una salida.
El menor tocó la pared y suspiró:
- No me creo que este sea nuestro maldito fin- masculló.
El peliblanco lo fulminó con la mirada y bajó la cabeza:
- No podemos darnos por vencidos. Aquí nos trajeron los números. Es hora de que pensemos, joder. No nos lo va a poner tan fácil- dijo el rubio, tomando la atención de todos.
El líder miró la gran pared:
- Kai nos lo dijo, era una trampa. Estamos en un callejón sin salida- murmuró.
El peliblanco se acercó a él y le dio en la mano:
- Si vas a decir esas cosas no digas nada. Necesitamos pensar cómo salir. No va a tardar mucho en que ese maldito veneno nos mate- explicó el moreno.
El maknae miró junto con el rubio la gran pared y vio algo raro:
- Esto es... ¿chapa?- preguntó tocando la pared de metal.
- ¿Cómo que chapa?- preguntó también el alto-. Es metal, Taemin.
Negó mirándolo:
- Esto es metal- dijo golpeando una parte de ella, y dirigiéndose a la otra habló otra vez-: Y esto es chapa.
El alto lo miró asombrado y realizó el mismo procedimiento del menor:
- Es cierto. Eres un genio, Tae- dijo con una sonrisa en los labios.
El rubio los miró sin comprender:
- ¿Qué significa eso?- preguntó.
- Que podemos salir de aquí- añadió el líder dando unos pasos al frente.
- ¿Cómo?- preguntó.
El menor se puso a toquetear el metal sucio por el tiempo y encontró un pequeño y mínimo agujero escondido por el agua:
- Necesito ayuda- dijo haciendo fuerzas.
El peliblanco fue a él y ambos abrieron lo que parecía ser una puerta. Miraron al otro lado, esperando ver algo que se les escapara, pero no podían concebir nada que no fuera negro.
Debían pasar a la oscuridad. El peliblanco la levantó bien y pasó el primero. Abrió los ojos y al principio, todo era total oscuridad. Uno por uno, los demás fueron entrando, hasta que el último cerró la puerta.
De repente y de la nada, unas enormes luces se encendieron, cegándolos por unos momentos:
- ¿Qué demonios?- maldijo el alto mientras sus ojos se adaptaban a la luz.
Un ruido estruendoso se comenzó a oír por encima de sus cabezas. Y un polvo y un fuerte sonido de metal los dejó sin oír solo unos segundos. Poco a poco iban volviendo a sus sentidos, pudiendo ver cómo se encontraban, completamente encerrados.:
- ¿¡Dónde estás!?- gritó el líder completamente rojo de la ira.
El maknae se puso nervioso al ser consciente de ello. Estaban en un enorme almacén, encerrados entre unos grandes barrotes de hierro. Se acercó al peliblanco y apretó su agarre.
Desde el fondo del lugar, donde no se encontraba iluminado, pudieron ver un cuerpo. Se acercaba despacio, como si el tiempo no importara. No dejó que la luz le llegara, solo en las sombras, se pudo ver claramente su sonrisa:
- Cuanto habéis crecido- dijo. Su voz grave y rasposa inundó el lugar-. Es asombroso el poder de la venganza, ¿verdad?- dijo con sorna-. Pero ya todo se acabó.
Sus cuerpos se quedaron quietos y congelados. Solo el goteo de una vieja tubería resonaba en todo el lugar. El tiempo parecía haberse detenido en ese instante. Todo iba lento. La gota que inevitablemente iba a caer, parecía no llegar nunca a su fin:
- Ha sido divertido- dijo.
Y lo vieron. En medio de toda la oscuridad en la que se encontraba, una pequeña llamita brillaba en medio de la nada. De repente, sin más tardar, lanzó el mechero y antes de que tocara el suelo, murmuró:
- Game Over.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
> EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS < (+17, LEMON) [CAPÍTULO 29]
CAPÍTULO 29
El mechero cayó en el suelo y unas largas llamas de fuego comenzaron a crearse. El rubio se lanzó hacia los barrotes:
- ¡No huyas maldito!- gritó con todo el poder de sus cuerdas vocales-. ¡Te voy a matar, hijo de puta!- aulló a la soledad del almacén.
Sintió como las lágrimas ardían en sus ojos cuando observaba al fuego acercarse a ellos. El metal comenzaba a arder. Se alejó de él e intentó calmarse. Fue hacia los demás y cerró los ojos. El peliblanco se quitó la mochila y comenzó a sacar cosas:
- Tae aléjate, una gota de esto y te quemarás- dijo.
El menor asintió y se puso junto a los otros mientras el doctor se ponía a mezclar líquidos totalmente desconocidos.
El fuego los rodeaba. Las llamas eran feroces. El aire cada vez era menos, debían respirar despacio y poco a poco. Miraban impacientes como el peliblanco mezclaba cosas a mucha velocidad y mientras decía palabras que no lograban entender.
El rubio comenzó a toser. El humo estaba por todo el lugar. No tardaron en comenzar a toser los otros también. El menor se torció, intentando coger algo de aire, pero le era imposible. El peliblanco ante esto continuó con ello y acelerando más, era su última oportunidad.
- Hyung- murmuró el menor asfixiado.
- Shhh- le dijo despacio y con voz tranquilizadora mientras sus manos volaban.
El rubio se cayó al suelo, intentaba coger aire de algún lado, pero todo estaba contaminado por el humo. Se comenzó a poner morado, y el menor no tardó en seguirlo. El peliblanco soltó una maldición mientras no dejaba de mirar los botes. Tenía que ser consciente de lo que mezclaba. El alto y el líder los miraban sin saber qué hacer:
- Por favor, vamos, resistid un poco. Ya estamos a punto. Solo un poco más- decía el peliblanco.
El menor y el rubio buscaban, pero no encontraban:
- Maldita sea, ¡vamos!- gritó exasperado el moreno.
Alzó un bote blanco, lleno de un líquido igual y no se lo pensó dos veces, lanzó el pequeño, pero suficientemente fuerte, ácido hacia los barrotes, que comenzaban a derretirse.
Miró a los chicos y señaló a los menores:
- Vamos, tenéis que aguantar unos segundos más, por favor, os lo ruego- susurró el líder ante la vista de los menores que cada vez intentaban tomar aire con más velocidad, en un intento en vano.
Este no sería el final de la historia. Aún.
El causante de aquel experimento y el alto sostuvieron al rubio y al maknae para sacarlos de esa jaula improvisada que los había encerrado. Los dos jóvenes comenzaron a respirar normal al igual que los restantes quienes limpiaron sus pulmones con oxígeno:
- Tenemos que darnos prisa o se escapará –dijo entrecortadamente el más pequeño de todos.
- Shhh… trata de recuperarte y respira tranquilamente –le reprochó el moreno peliblanco.
- Pero Tae tiene razón –prosiguió el felino.
- Hyung, vayan ustedes. Nosotros los alcanzaremos después –volvió a sugerir el maknae.
- Ni hablar, no vamos a dejaros aquí ni locos –sentenció el líder.
Ante el semblante del mayor, ambos dejaron de replicar y se tranquilizaron. Miraron hacia atrás y vieron las llamas consumirse en aquellas planchas que los habían acorralado. De repente, en el profundo y oscuro silencio, se escucharon unos crujidos que, acompañados por el goteo incesante, hicieron temblar aquella especie de almacén:
- ¿Qué fue eso? –preguntó el alto.
- Parece como si algo se estuviera cayendo.
Todos miraron a su alrededor temerosos, hasta que una pequeña piedra tocó el hombro del más bajo. Este siguió su recorrido hasta el techo, observando estático la inestabilidad en la que se encontraba la infraestructura. Sus ojos se abrieron y justo cuando sus labios se separaron, otro estruendo ensordeció el lugar:
- Hyung…
- ¡Corred! –los empujó hacia la única salida que parecía visible.
El techo de aquella sala comenzó a caerse justo cuando entraron en aquel húmedo pasadizo:
- Esto se está derrumbando, ¡corran! –los apresuró.
Los cinco chicos comenzaron a correr con el corazón en la boca. Una gran cantidad de escombros se hacían pedazos a su espalda y si no tenían suerte, morirían aplastados en ese túnel que recorrían a pasos agigantados:
- ¡Tenéis que correr con todas vuestras fuerzas, no miréis atrás!
- ¡Se nos va a caer encima! –se asustó Taemin
- ¡No pienses en eso Tae, solo sigue corriendo!
El polvo levantado parecía querer atraparlos y las piedras amenazantes, deseosas de descansar sobre ellos. Los estruendos les pisaban los talones, aumentando más la tensión y los nervios:
- ¡¿Y la salida?! –preguntó agitado.
- ¡No sé, sigan!
De repente un pitido irritante comenzó a mezclarse entre tanto eco:
- ¡¿Qué es eso?!
Una sonrisa se asomó por los labios del líder:
- Bingo… -susurró para sí mismo.
El sonido provenía del este, así que había salido por allí. Quizá no todo acababa aquí:
- ¡Síganme! –gritó desviándose a la derecha.
- ¡¿Qué fue eso hyung?! –cuestionó el rubio.- ¿A dónde vamos?
- ¡Ya sé dónde está la salida y él también!
Continuaron corriendo siguiendo al líder del grupo, hasta que tras doblar una esquina, la luz asomó por un pequeño agujero, quitándoles las esperanzas de salir con vida:
- ¡Jonghyun!
- Déjamelo a mí.
El doctor volvió a hacer uso del poco ácido que le quedó en el anterior experimento y siendo estrellado con la puerta, esta comenzó a derretirse. Los cinco rogaron al cielo que se abriera rápido el agujero antes de llegar. Tan solo un poco más…rápido…a tan solo segundos…sonrisas.
La luz de las farolas portuarias iluminó los jóvenes rostros aliviados por su salvación, pero sus expresiones volvieron a contraerse al escuchar una explosión:
- ¿Qué es eso?
- Minas –aclaró el líder-. Ha caído en la trampa. Vamos.
No hubo nada que explicar, con esas palabras quedaba justificada la salida nocturna del líder la noche anterior. Todos corrieron hacia el sonido que había llamado su atención. Tan solo unos pocos metros y la vista que acontecían ante sus ojos era… perfecta, quizá hasta hermosa…
- Se acabó el juego –sonrió al verlo estático sin mover ni un dedo mientras lo rodeaban.
El hombre sonrió ante la evidente derrota. Había pisado una de las minas sin darse cuenta y si levantaba el pie, saltaría por los aires:
- Vaya así que al final he perdido yo.
- Eso parece.
- Me divertí bastante, ¿sabéis? –rio.
- ¿Por qué lo hiciste? ¡¿Por qué todo esto?!
- ¿Por qué? Mmm… -hizo el ademán de pensar-. Por nada en especial. Solo me aburría y quería entretenimiento.
- Te divertiste arruinándonos la vida, ¿eh? Llenándonos de este horrible sentimiento como es la venganza. Es triste saber que tu corazón y hasta tu mente busque eso. Te hace perder el sentido de todo, pierdes el rumbo y la ceguedad ante esa asquerosa sensación es decepcionante…pero no te importó nada –escupió con auténtico odio.
- Nadie les dijo que se tuvieran que vengar, fueron ustedes quienes eligieron ese camino, ¿o me equivoco?
- ¿Qué esperabas que hiciéramos? ¿Aplaudirte? ¡Maldito hijo de puta! Nos destrozaste a todos, y encima tienes la cara de decir eso.
- No seáis tan rencorosos o he hecho un favor. Le he dado sentido a vuestras patéticas vidas.
- ¡Cierra la boca! El único favor que nos harás es cuando quites el pie y salgas por los aires en pedazos.
Este rio roncamente y levantó ambas cejas:
- ¿Y qué te hace pensar que lo levantaré? No me importaría quedarme así para el resto de mis días y tampoco podéis acercaros porque en cuanto lo haga, sí que levantaré el pie y uno de ustedes se irá de paseo conmigo y sé que eso sería un golpe más trágico que el dejarme vivo, ¿verdad? Os queréis patéticamente mucho y no podrías sobrevivir sin uno de vosotros. ¿Verdad? –dijo clavando su vista en el menor de todos-. ¿O acaso el doctor Jonghyun podría vivir sin su querido hijito? –sonrió de lado- me pregunto qué pasaría si al pobre le pasara algo.
El moreno se puso delante del menor soltando odio por cada poro de su piel. No iba a permitir que lo siguiera mirando de esa manera, no delante de él. Era lo único que podía agradecerle, el haber llevado a Taemin a su vida, pero acosta de su sufrimiento también. Todos habían sido desechados como basuras y eso… no tenía perdón.
De repente, la sirena de la policía se escuchó a la lejos:
- Mira que oportunos, ahora sí que esperaré.
- Hyung… -murmuró el castaño inconsciente.
Todos se miraron entre ellos. La tensión se respiraba en el ambiente. A tan solo un movimiento, su objetivo culminaría, pero a tan solo unos minutos estaban seguros de que no acabaría como querían. De repente, el rubio hizo su movimiento improvisado lanzando una cuerda a ras del suelo, logrando llegar hasta Minho quien se encontraba de frente a él. Su mente lo comprendió:
- ¡Tira!
Los cinco presentes al momento se taparon el rostro y se echaron hacia detrás volviéndose el ambiente sofocante ante las llamaradas que se desprendían de aquel punto. Un fuerte golpe seco inundó sus oídos logrando aumentar el pulso. Una sonrisa, quizá un suspiro de alivio, el fin de su objetivo, el fin de su anhelo, su vida había acabo ahí…aunque pareciera que la de ellos también.
El silencio que se hizo en el lugar fue sepulcral. El sonido de las sirenas, que avisaban la llegada de la policía, desapareció por un instante. Sus cuerpos estaban relajados, mirando con expectación hacia lo que ahora era nada.
El menor agarró con fuerza la mano del peliblanco y sonrió ante la mirada de éste. El mayor apretó de vuelta el agarre y le mostró una cálida sonrisa. Se sentían como si no existiera nada, como si estuvieran en el mismísimo cielo. El rubio sonrió y dejó que una pequeña y diminuta lágrima se desprendiera de uno de sus ojos:
- Yo...- intentó articular mientras se limpiaba la lágrima-. No puedo creer que esto haya acabado...
El alto posó su mano sobre el hombro del felino y asintió:
- Yo tampoco- murmuró.
Estuvieron segundos, que se les hicieron eternos, sin decir nada. Poco a poco todo comenzaba a volver, la realidad se comenzaba a discernir sobre sus cuerpos. El líder miró al cielo, la noche estaba oscura y totalmente cerrada. Las estrellas se escondían y la luna observaba tras las nubes lo que, inevitablemente, se les echaba encima. Miró a sus compañeros:
- Aún no se ha acabado- dijo agudizando el oído.
Todas las miradas cayeron sobre él:
- Debemos huir, no podemos dejar que todo sea en vano- contestó el peliblanco observando la mirada decidida del mayor.
Tomó con fuerza el agarre del menor y señaló hacia un pequeño callejón que se encontraba no muy lejos. El líder sonrió y empujo ligeramente a los demás:
- La policía no está muy lejos- dijo el menor, acelerando el paso.
No tardaron en comenzar a correr por entre las calles del lejano puerto, hacia lo que sería un lugar seguro, la ciudad.
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
Re: > El fin no justifica los medios < (+17, Lemon) [30/30] + A&Q
Maldicion. Su historia es tan execelente, ni crean que me he olvidado de ella, es solo que desde finales de junio no tengo computadora y ando desde el celular donde es bastante lidioso leer. Muy pronto me veran por aqui, dejando mi comentario a cada capitulo perdido. Gracias por compartir, este foro parece un funeral :LMAO:
{Yaoi/Varias-SHINee} < El fin no justifica los medios > [30/30]
¡Hola! Bueno, por fin, llegamos al final de este fic. Nuestra primera colaboración y a la que le hemos cogido mucho cariño y nos apena acabar. Pero sabemos que es así, esperamos que hayan disfrutado hasta aquí como nosotras lo hemos hecho escribiendo.
Gracias a esas personas que han comentado y a esos lectores que han leído (tal vez) y no han comentado, esperamos que hayan disfrutado también :3
Les recordamos que publicaremos el A&Q tras publicar este último capítulo, para que quien tenga dudas o curiosidades no mencionadas del fic, puedan preguntar sin problemas que serán contestadas todas y cada unas. <3
CAPÍTULO 30
Sus corazones latían a mil y sus piernas temblaban. Se adentraron en una vieja calle, iluminada por dos farolas, que les dejaban atisbar como, a lo lejos, habían coches con luces brillando. Maldijeron en silencio y retrocedieron, adentrándose en otra callejuela.
Parecían pequeños gatos que huían de la noche, intentando acercarse a la luz de la población. Sus cuerpos impregnaban adrenalina cuanto más corrían. Sabían que, por mucho que hicieran, estaba cerca:
- Temía este día- dijo el líder mientras corría tras los demás. Sus pasos eran apresurados, mientras sus palabras eran altas y firmes.
Sabían que estaban cerca, les estaban pisando los talones-. Estoy tan malditamente feliz de haberos conocido- volvió a decir.
- ¡Cállate y sigue corriendo, Onew!- gritó el peliblanco encolerizado, que iba encabezado en la carrera junto con el maknae-. ¡Cállate la maldita boca, joder!
El castaño mayor sonrió ante sus palabras y continuó corriendo. La insistente sirena los perseguía. Daba igual cómo y por dónde fueran, sabían que no había vuelta atrás. Estaban detrás. Los oía. Tal vez, si les concedía tiempo...
Poco a poco, mirándolos desde atrás, fue aminorando la velocidad. Observó cómo se iban alejando:
- Os prometo que jamás habrá nadie que estará tan agradecido como yo lo estoy con ustedes- dijo lo más alto que pudo. Miraron atrás, y observaron cómo el mayor sonreía y como poco a poco iba perdiendo el ritmo.
- ¡Hyung! ¡Maldita sea, acelera, corre!- gritó el alto.
El mayor sonrió, dejando que una rebelde y fina lágrima se escapara de su ojo:
- ¡Hyung!- escuchó el grito del menor y del rubio al unísono.
Observó al peliblanco, la fría mirada que le daba. Éste cerró los ojos y posó una mano en el pecho. Sabía que no iba a hacerlo cambiar de idea, ya era imposible, no había vuelta atrás:
- Me distéis la vida- dijo deteniéndose en seco y dándoles una enorme sonrisa.
El rubio soltó un fuerte sollozo, estaba aflojando el paso, pero el alto lo agarró con fuerza y lo empujó consigo.
Comprendían al mayor, entendían su sufrimiento.
Giraron en la siguiente esquina que encontraron. No sabían qué iba a pasar, solo siguieron corriendo. No tardó en escucharse un gran alboroto a sus espaldas. Comprendían a qué se debía. Un fuerte ruido resonó entre las calles...
Seguido de un disparo.
[Flash Back]
Caminaban tranquilos entre las tiendas de la gran avenida. Los escaparates brillaban y se encontraban adornados de millones de cosas de Navidad. Parecía que Papá Noel había vomitado sobre ella. El frío era notorio y la nieve no dejaba de caer sobre el asfaltado suelo. Miraban aburridos las tiendas, que se comprendían a sus lados, mientras calentaban sus manos. El felino revoloteaba aquí y allá con el líder pegado a su espalda, pidiéndole para marcharse a comprar al supermercado, que no tardaría mucho en cerrar. Esa noche tocaba pollo. No prestaba atención a los quejidos que continuamente hacía el mayor. Se detuvo en una tienda y, con pequeño saltitos de alegría entró en ella. El líder puso una mueca y suspiró:
- Mira, hyung- dijo el maknae poniéndose un adorable gorro de un pollo.
Las risas entre los que aún se mantenían en la calle fueron cálidas y altas. Entraron en las tiendas que el menor había estado observando, abandonando al rubio, que se quedaría un buen rato observándolas.
Miraron las peculiares y divertidas cosas que contenía la tienda. El líder se paseaba por ella desanimado, cuando entró en un pequeño rincón de la hogareña tienda. Observó las cosas que se encontraban en él. Habían millones de telas y mantas de colores diferentes. Se puso a mirarlas sin interés, hasta que algo amarillo tomó su atención.
Los demás se fijaron en cómo el felino salía de la tienda de enfrente, con morros en la cara:
- ¡Onew-hyung, nos vamos, venga!- le llamó el alto mientras salían.
Se encontraron con el rubio:
- No tenían mi talla- dijo consternado-. ¿Dónde está, hyung?- preguntó buscándolo con la mirada.
- Aún no ha salido, ¿no?- preguntó el menor.
Asintieron, y miraron alrededor, asegurándose de que no se encontraba en otro lugar:
- ¡Vámonos a comprar, mi pollo me espera!- gritó el líder saliendo con una enorme y radiante sonrisa en el rostro.
Los ojos de los demás se dirigieron a algo amarillo que resaltaba en su ropa:
- ¿Qué es eso?- preguntó el maknae acercándose a él.
El mayor sonrió y levantó su pequeña bandolerita:
- ¡Se llama PINee! Es nuestro nuevo compañero- dijo con orgullo y sonriendo.
Las risas no tardaron en llegar y observaron cómo el líder se había encargado de comprarle unos ojos en la misma tienda:
- Un placer, PINee- dijo el peliblanco con una sonrisa.
El mayor le guiñó un ojo y se colocó bien el bolso.
[Flash Back]
Siguieron corriendo con insistencia. No debían detenerse, no podían perder a nadie más. Los fuertes gritos y ruidos que antes habían albergado, ahora no se encontraban. La noche estaba en silencio.
El peliblanco agarró con fuerza la mano del menor y lo empujó para que acelerara el paso. El menor alzó la vista y comprendió lo que debía hacer. El rubio corría delante del alto, quien lo ayudaba de vez en cuando, cuando se tropezaba con sus propios pies.
Habían recorrido demasiadas calles, algunas se encontraban cerradas y otras eran interrumpidas por una gran estampida de policías. No sabían dónde estarían esperándolos, y eso, les aterrorizaba.
El peliblanco vio dos calles, entró en la de la derecha, sin pensárselo mucho. Continuaron avanzando con prisas. La sirena era molesta y los tenía nerviosos. Otra más.
El alto observó cómo esta se encontraba demasiado oscura al final, y un extraño sentimiento de sobrecogimiento lo inundó. Sentía como si lo estuvieran observando, como si se hubiera quitado el seguro de un arma. Se detuvo en seco y abrió los ojos:
- ¡Parad!- dijo a voz en grito.
Los demás le hicieron caso y lo miraron:
- Corred maldita sea, están al final- dijo aún más alto.
Los ojos de ellos se abrieron ante sus palabras, y corrieron. Un disparo les dio cerca de sus pies.
- Mierda- maldijo el rubio mientras corría no muy detrás del peliblanco y el menor-. ¡Vamos Minho, te quedas atrás!- gritó nervioso.
El peliblanco tomó el rostro del menor, que miraba para atrás nervioso, y le obligó a mirar hacia delante:
- ¡Minho!- gritó con toda su garganta el rubio.
Este sintió como la sangre salía veloz por su cuerpo, posó su mano en ella y la alzó para observarla:
- No os preocupéis- susurró. Sonrió y cayó de rodillas al suelo-. Jamás os abandonaré, os estaré esperando- les aseguró con su mano en el pecho y una triste sonrisa en sus labios.
El peliblanco intentó tomar aire y no mirar atrás:
- Mueve tus piernas, Kibum- le dijo lo más alto que pudo a pesar del enorme nudo en su garganta-. No pares.
El menor apretaba con fuerza su mano. El rubio miró por última vez al rano y dejó que más lágrimas recorrieran su rostro. Obligó a sus piernas moverse rápido, debía resistir, debía llegar al final, por ellos.
[Flash Back]
Miraron como colocaban la caseta y pusieron una mueca:
- Definitivamente, Onew-hyung fue el más inteligente- lloriqueó el menor.
El alto se levantó y sacudió sus pantalones. Observó la pequeña caseta que les había costado una vida colocarla y sonrió:
- No te creas- dijo con diversión-. Es maravilloso escuchar el ruido de los animales por la noche- susurró con diversión.
El maknae se puso pálido y miró al peliblanco con los ojos inyectados en sangre:
- ¡Hyung!- gritó yendo a sus brazos-. No hagas que me quede aquí, por favor- dijo a punto de dejar salir sus lágrimas-. No puedo estar aquí. Me van a atacar, lo sé.
El peliblanco lo fulminó con la mirada, causando la risa en el rano:
- No seas así, Tae- le dijo con una sonrisa-. Es para divertirnos. Verás que no sucederá nada.
El maknae no muy convencido asintió y miró mal al alto:
- Mala persona- le dijo sacándole la lengua.
Todos comenzaron a reírse ante su reacción. El peliblanco colocó las bolsas que habían traído dentro de la casa de campaña y se estiró cuando las dejó:
- ¿Entonces? ¿Adónde vamos a ir?- le preguntó al alto.
Este miró a su alrededor y sonrió:
- Vamos a un sitio, os va a encantar- dijo con los ojos brillándole.
El rubio asintió y tomó su pequeña mochila. Tomaron camino hacia el lugar al que les llevaba el alto. No tardaron más de dos horas en llegar, y cuando lo hicieron, un reconfortante aire les dio la bienvenida. Observaron la límpida agua del enorme lago ante sus ojos. El maknae se acercó y la tocó con sus manos:
- Está fría- dijo con un mohín.
El frío comenzaba a ser notable en esa época del año, el otoño estaba cerca. El felino no tardó en acercarse y tocarla:
- Dios mío, es verdad- puso cara de espanto y quitó la mano con rapidez-. Está helada.
El alto se acercó:
- A ver...
Su sonrisa no se le quitaba de los labios. Se acercó y antes de agacharse, extendió la mano y empujó al felino al agua. Este cayó con un grito. Se hundió y cuando salió sus ojos irradiaban ira:
- ¡Rana!- gritó señalándolo.
El maknae intentó huir, pero no llegó muy lejos. Fue empujada dentro del agua, donde cayó con otro grito más y riéndose. Salió a superficie y se puso a toser mientras reía:
- Tragué agua- dijo aun no pudiéndose detener.
El alto miró como el peliblanco se reía y se acercaba. Iba a tirarlo tan pronto como bajara la guardia. Esperó riéndose de los incesantes intentos del menor por hundir al felino. Era el momento. Se acercó, pero no sé fijo en el movimiento rápido que hizo y en cómo su mano lo empujó al agua. Gritó sin esperarse ese movimiento y acabó en el agua, totalmente empapada y arrepintiéndose de haber comenzado el juego, el agua estaba totalmente helada:
- ¡Me traicionaste, enano!- gritó el rano.
El moreno se comenzó a reír en voz alta, mirándolo a los tres, para luego sacarle la lengua:
- Solo te la devolví por adelantado- contestó.
El alto lo fulminó con la mirada.
- ¡Te vas a enterar!- dijo saliendo del agua y yendo detrás del peliblanco, que se reía de él mientras corría como alma que es perseguida por el diablo.
No pararon de jugar, de divertirse y de bromear. A la noche, no paraban de estornudar:
- La última vez que caigo en tus garras- dijo lloriqueando el rubio mientras se tapaba con una manta.
El alto se rió y se la quitó, poniéndosela sobre él:
- Ustedes comenzaron.
- Nos empujaste- le recriminó el menor.
El peliblanco comenzó a reírse y apoyó al alto:
- Lo estabais deseando.
- ¡Exacto!- gritó el rano antes de comenzar a reírse como un loco.
[Fin Flash Back]
Ingresaron en una enorme calle. El maknae tomó la mano del rubio y la apretó con fuerza. El rubio le sonrió con tristeza, pero no dejó de correr. La ciudad estaba cerca, a tan solo unos minutos más:
- Podemos hacerlo- murmuró el peliblanco observando las luces de la ciudad.
Miró hacia atrás, estaban allí, mirándolos con una sonrisa victoriosa, con la mirada sobre ellos. Aceleró. Se negaba a abandonar. No podía hacerlo. No quería hacerlo. Habían perdido a demasiadas personas por el camino. Los habían perdido. Ya no había marcha atrás. No podían cambiar su pasado.
El felino siguió la mirada del mayor, y se sintió a morir. Las lágrimas ya no corrían por su níveo rostro, no tenía más. Se le habían gastado. Su corazón dolía como el infierno y sus piernas temblaban. No sabía si podría seguir. Miró a los chicos. Solo quedaban ellos.
Observó la expresión del peliblanco y comprendió que no era el único que lo sabía, luego paró sus ojos en el menor, quien se mantenía fuerte, sin ninguna lágrima en sus ojos. Su niño se había convertido en todo un hombre.
Sus manos sudaban frío. Se preguntaba qué le pasaba, pero sabía la respuesta, tenía miedo, pero sabía que no era el único. La mano del menor lo agarraba con fuerza, aunque se resbalaran por el sudor. Estaba agotado. En sus pulmones no entraban más aire, necesitaba un maldito descanso, pero no lo tendría, al menos no se permitía tenerlo aún. Debía luchar por ellos. Kai…Onew…Minho.
Se tropezó con su propia pierna, pero consiguió seguir en pie. Si caía, no podría levantarse jamás:
- ¡Hyung! Agárrate fuerte- le dijo el menor.
Observó sus ojos, angustiados. No iba a dejarse morir, iba a luchar y conseguirlo, iba a llegar hasta el final.
Se puso a su nivel, por un arranque de adrenalina, que poco a poco se iba agotando. Se mordió el labio e intentó avanzar. Podía hacerlo.
De repente un fuerte barullo se formó en sus espaldas:
- ¿Qué está pasando?- preguntó en voz baja.
No fue consciente del ruido que hizo, ni siquiera de cuando el peliblanco le gritó, ni cuando soltó la mano del menor. Solo fue consciente del dolor que sintió en su pecho. Se trastabilló y se quedó rodando, hasta que se detuvo.
El maknae le miró e intentó detenerse, pero el peliblanco no lo dejó, jaló de él con fuerzas:
- Taemin, no hagas esto más difícil, por favor- le pidió.
El menor soltó un fuerte grito cuando se fijó en cómo el rubio le mandaba un beso volado:
- Todos esos momentos que habíamos pasado juntos. Tantas sonrisas y lágrimas que compartimos... Jamás las olvidaré- articuló el rubio antes de que perdiera el conocimiento, antes de soltar sus últimas lágrimas.
[Flash Back]
- Hyung- ronroneó el menor mientras entraba en la cocina.
El rubio lo miró y rio:
- ¿Qué quiere la alegría de la casa?- preguntó riendo ante su gesto.
El menor se acercó y le dio un abrazo por la espalda, con mimo. El felino acarició su rostro y le sonrió:
- ¿Qué pasó, cariño? -preguntó con su tono de voz maternal.
- Quiero hacer una tarta- respondió con un puchero en sus labios.
El rubio se quedó mirándolo con los ojos abiertos e intentando aguantar la risa:
- ¿He oído tarta?- preguntó el peliblanco con una sonrisa.
El de piel de porcelana no resistió más y comenzó a reírse:
- ¿De qué quieres hacer la tarta?- le preguntó con diversión.
El menor miró al moreno y puso su cara de pensar. Se separó de él y fue hasta el mayor:
- ¿Tú qué me dices, hyung?- le preguntó.
El moreno puso el mismo gesto y ambos se quedaron mirándolo. El rubio no pude resistir mucho, comenzó a reírse de manera exagerada, con su risa exagerada, como solo él sabía hacer:
- Vaya par, Dios mío- dijo a duras penas.
El peliblanco lo siguió y abrió la nevera:
- ¿Qué os parece chocolate?- preguntó.
Los ojos del menor brillaron:
- ¡Pocholate!- gritó saltando.
Rieron y comenzaron a preparar las cosas.
Se pusieron a preparar la tarta con diversión, jugando y manchándose:
- ¿Estáis listos?- preguntó el menor.
Se asomó por la puerta de la cocina y los miró. Ambos estaban sentados en la mesa, esperando a que el menor trajera la tarta:
- Déjanos ver cómo la adornaste- dijo riendo el rubio.
El castaño los había echado para poder adornar la tarta a su manera:
Sonrió y apagó las luces. Entró en la cocina y salió de ella, con la tarta en sus manos y unas velas encendidas sobre ellas. El felino miró al peliblanco sin comprender, este le sonreía, y comenzó a cantar junto con el menor, una extraña modificación de la canción de cumpleaños:
- ¿Qué es esto?- preguntó mirando la tarta que el menor había puesto ante sus ojos.
Estaba emocionado y al borde de las lágrimas:
- ¡Hyung!- dijo el menor tomando un poco de merengue y manchándole la nariz-. ¡Feliz no-cumpleaños!
El rubio sonrió y miró a los chicos:
- Pide un deseo- le avisó el peliblanco.
Asintió y con una sonrisa en los labios y el corazón latiendo de alegría, sopló las velas.
[Fin Flash Back]
Sus ojos quemaban, pero no iba a llorar, no iba a darles el gusto, no lo haría. Lloraría por ellos cuando estuvieran en casa, juntos, recordándolos con una enorme sonrisa en los labios. Tragó el angustioso y desesperante nudo que se le formó en la garganta y apretó más fuerte la mano de su hyung. Éste respondió su apretón e hizo lo mismo que el menor. No iba a romper en llanto.
Continuaron corriendo, siguieron recto, sin querer mirar atrás. Pero lo vio. Su corazón se comprimió cuando fue consciente de la triste realidad. Poco a poco fue frenando y se detuvo en seco, con la mirada del menor sobre él:
- ¿Hyung?- preguntó atacado el maknae.
El peliblanco lo miró y forzó una sonrisa:
- Lo siento- murmuró intentando mantener la cordura-. Estamos atrapados.
El menor observó cómo el final de la calle se cerraba letalmente sobre ellos. Soltó un sollozó y cerró los ojos con fuerza. El peliblanco se giró y quedó ante el menor, agarrando sus dos manos. Intentaba coger aire, poder hacerse con él. Poco a poco sus respiraciones se fueron normalizando y sus corazones, perdiendo fuerza:
- Este es vuestro final- dijo una voz electrónica no muy lejos de ellos.
El castaño asintió. Sabían lo que venía ahora:
- Así que este es el final de Dark Soul, ¿eh?- dijo dejando que sus lágrimas salieran.
El peliblanco sonrió tristemente y asintió:
- Lo fue desde que perdimos a uno de los nuestros, pequeño.
El peliblanco lo abrazó con fuerza y lo pegó a su pecho, cubriéndolo de los policías, de la bala que ahora se encontraba en su pecho. El menor escuchó el gruñido de dolor que soltó el mayor y abrió los ojos ante ello. Se quedó en silencio y escuchó las voces de los policías, como comentaban la escena que veían, como se reían de ellos. Se sintió perdido. Miró a todos lados, sus manos se manchaban de la sangre de su appa. No podía ser así. También fue consciente de la siguiente bala, la que inevitablemente, penetró en su cuerpo. Sintió el dolor y como ardía. Cayó al suelo, junto con el peliblanco, quien no lo soltaba:
- Hyung...- susurró-. Duele.
El mayor lo apretó contra él:
- Lo siento, pequeño, lo siento mucho- dijo dejando que las lágrimas cayeran por su rostro.
- No es tu culpa, hyung- dijo besándole el cuello-. No es nuestra culpa- susurró.
Sentía como su cuerpo comenzaba a sentirse frío y como las voces comenzaban a parecer lejanas. Comenzó a recordar todo:
- ¿Hyung?- preguntó el menor con una pequeña sonrisa en los labios y los ojos llenos de lágrimas.
El peliblanco alzó la mirada y le sonrió:
- Dime pequeño- dijo a media voz.
- ¿Me perdonas?- preguntó quebrándosele la voz por un sollozo.
- ¿Perdonarte? ¿Perdonarte por qué, pequeño?- preguntó en un susurro leve.
- Por todo lo que te he hecho- dijo con una sonrisa en los labios y la mirada perdida.
El moreno apretó con fuerza al menor en sus brazos y sonrió:
- No hay nada que perdonar, pequeño- le dijo al oído levemente mientras, inevitablemente, sus manos se manchaban de rojo.
El menor rio levemente, sabía que mentía. Le debía la vida. Todo. Siempre se había preocupado por él, siempre le había dado cariños, siempre le había apoyado, siempre estaba él ahí. Sintió su alma llorar:
- Appa- volvió a decir-. ¿Recuerdas lo que te dije aquella vez?- preguntó.
El mayor rio junto con un sollozo:
- Juntos hasta el final- murmuró a su oído.
- Lo sé, pequeño. Siempre juntos- dijo en un pequeño y leve murmullo. Apretó con aún más fuerza y se dejó llevar, sintiendo como poco a poco todo se desvanecía ante él-. Cierra los ojos y piensa en cosas bonitas, bebé.
El menor le hizo caso y cerró los ojos. La calle no existía, solo estaban los dos. La gente no estaba. Miró detrás del peliblanco, como ellos estaban ante sus ojos, y sonrió. Habían tardado. Dejándose llevar por su deliciosa esencia, tomó la mano de los demás, como su appa le había pedido:
- Te quiero, pequeño. Te quiero como a nadie en el mundo. Siempre, hijo mío- dijo en su último aliento.
[Flash Back]
Todos se habían marchado, solo quedaba él. Miraba hacia la ventana mientras se encontraba acurrucado en la cama, con una manta sobre su pequeño cuerpo. Lo habían dejado solo en ese infierno. Suspiró e intentó no llorar. Se negaba a dejar que las lágrimas salieran de sus ojos. Ya había llorado demasiado durante su vida. Debía madurar, ser un hombre.
Él vendría a buscarle si se convertía en un hombre.
Era demasiado temprano, no podía conciliar el sueño. No había comida, ni tenía ganas. Solo quería encontrarse allí dentro, mirando hacia la ventana, esperando a que, tal vez, algún día apareciera.
Un fuerte golpe en la puerta lo sobresaltó. Se tapó completamente con la sábana y aguantó el aire:
- Taemin, abre la puerta.
Era uno de los cuidadores. Suspiró angustiado, iban a comenzar desde tan temprano con la molestia:
- Vamos, chico. Tengo una sorpresa para ti- dijo.
El chantajeo no funcionaba con él. ¿Qué le iban a dar? ¿Una chocolatina? No gracias, prefería quedarse en su habitación. Cerró los ojos y siguió con lo que antes hacía:
- Abre la puerta o iré a buscar las llaves, Taemin- avisó.
Mejor que fuera a buscarla cuanto antes, porque no pensaba abrirle la puerta. Escuchó como los pasos de la persona se alejaban, pero sabía que no tardaría en aparecer de nuevo. Se sentó sobre la cama y se colocó los tenis. Iban a sacarlo a rastras de allí, ni siquiera le dejarían tiempo para vestirse.
Suspiró:
- ¿Esta?- preguntó la segunda voz.
El encargado de llaves:
- Sí, ábrala por favor. Lo han adoptado y la persona nos ha pedido que lo llevemos- respondió.
¿Adoptar? Se quedó congelado ante las palabras del educador. No podía creérselo. Se levantó antes de que abrieran la puerta y se escondió dentro del armario. No podía marcharse. Él aún no había venido. No. No quería marcharse de allí.
Sintió las lágrimas picar en sus ojos y se recordó que no debía llorar. Sintió como se rompía cuando escuchó los pasos:
- Ya está escondido de nuevo- suspiró.
Cerró los ojos, en un vano intento de desaparecer. El armario no tardó en abrirse y en aparecer ante él, el educador:
- Vamos, chico. Te espera alguien- dijo con una sonrisa forzada.
Se negó y se echó hacia atrás en el armario. El señor tomó su mano y jaló con fuerza, sacándolo de dentro del armario:
- Me da igual si no quieres- le dijo.
Se comenzó a mover, intentando huir:
- No quiero irme- dijo alzando la voz. El educador apretaba con fuerza su agarre, le estaba haciendo daño, pero debía ser un hombre-. ¡No me voy a ir de aquí!- gritó.
El señor lo jaló, llevándoselo a rastras de la habitación. El castaño se revolvía continuamente. Le agarraba la mano e intentaba deshacerse de ella.
Cuando pasaron la zona de las habitaciones, comprendió que no podía hacer nada contra la fuerza que tenía el señor. Así que solo se dejó llevar. Recorrieron los comedores y tuvieron que bajar unas grandes escaleras. Se miró en un espejo al pasar por al lado. Estaba pálido. Era consciente de ello. No quería salir de aquel lugar, no cuando él sabía que estaba allí. Si se marchaba, no podría ir a buscarle. Su corazón quería llorar y sus ojos se ahogaron. Tomó un poco de aire:
- Te va a gustar tu nuevo tutor- dijo el señor.
No dijo nada, solo se quedó en silencio, por mucho que le molestara, tenía curiosidad:
- Es joven, te caerá bien- añadió mostrándole una sonrisa.
Si no era el joven que él quería que fuera, no le caería bien. Suspiró. Se estaban acercando, cuando giraran en la siguiente esquina. La entrada de ese lugar. Se puso nervioso, su corazón iba a mil. ¿Quién sería la persona que pedía a un muchacho que dentro de unos años cumpliría la mayoría de edad? Se quedó estático. Era joven, eso se lo había dicho el educador, pero... sus piernas comenzaron a temblar. ¿Qué clase de cosas le haría?
Se detuvo y el señor lo miró:
- No voy a ir- dijo tajante.
Suspiró:
- Venga, Taemin. Date una oportunidad, dame un respiro, chico- dijo angustiado.
Puso una mueca. Le molestaba ese señor:
- He dicho que no. No me voy a ir con nadie. Nadie en su sano juicio pediría adoptar a un chico de mi edad- dijo consternado.
Su imaginación volaba. Millones de cosas le vinieron a la mente. Todo lo que podría hacerle esa persona sin cara. Le dio un escalofrío:
- En eso tienes razón- dijo riendo-. Pero es un muchacho diferente. Aquí ya lo conocemos- añadió.
- ¿Conocerlo?- preguntó.
El hombre asintió y lo tomó de la mano:
- Y ahora tienes que conocerlo tú- le dijo.
Sacudió la cabeza, nervioso:
- ¡No!- gritó.
El señor jaló fuerte de él, y lo obligó a doblar la esquina. Cerró los ojos, nervioso, no quería mirar, pero... la curiosidad mató al gato. Abrió los ojos y observó al chico que hablaba con la señora detrás de la tarima. Tenía el pelo blanco, y vestía ropa formal, era joven, eso era evidente. Tenía un cuerpo bien formado y tenía una gran espalda:
- ¿Por qué tardan tanto?- preguntó el no-desconocido.
Abrió los ojos como platos y se quedó en medio del lugar. Su corazón latía demasiado rápido, temía que se le estallara en cualquier momento. Sintió como sus ojos ardían. No lo podía creer. Estaba allí. La persona que lo había abandonado hace años y que lo había hecho vivir día a día sin sus sonrisas. Sintió como su pecho dolía.
Estaba confundido. No sabía que sentía. Ardía en ira, pero también en felicidad. Vio como el hermoso chico de cabello blanco se giró sobre sus piernas y su mirada se encontró con la del castaño.
Era él.
Sus labios se estiraron en una sonrisa y le abrió los brazos. No se movió de su sitio, solo se quedó en medio de aquel lugar, mirándolo, perplejo. No podía moverse, sus pies no respondían:
- ¿Lo conoces, chico?- preguntó el educador al ver la reacción de ambos.
El menor asintió:
- Lo conozco demasiado- susurró.
El peliblanco no paraba de sonreír:
- Taemin-ah, se me cansan los brazos, ¿sabes?- dijo divertido.
Algo dentro de él se activó y salió corriendo para encontrarse con sus brazos. Saltó sobre él y sintió su aroma. El mayor lo apretó con fuerza y sonrió:
- Ya estoy aquí, pequeño- susurró.
Las lágrimas caían sobre su rostro, redondas y perfectas:
- Hyung- dijo en un dulce hipido-. Te he echado de menos.
El moreno sonrió:
- No sabes cuánto yo a ti- le dijo al oído.
El menor se separó y lo miró a la cara y sintió como su pecho dolía:
- ¿Por qué me dejaste?- preguntó entre lágrimas-. ¿Sabes cómo me sentí?- le preguntó casi gritando.
- Sé todo lo que hacías, pequeño- susurró, poniéndose un dedo sobre los labios para que bajara la voz.
- ¿Cómo...
- Eso ahora es lo de menos- le dijo-. Estás conmigo, ahora y siempre.
El menor se arrimó a él y apretó su camisa:
- Hyung, no vuelvas a dejarme, por favor. Juntos hasta el final, ¿vale?- dijo en un susurro.
- Te lo prometo.
[Fin Flash Back]
¿Justifica el fin los medios? ¿Podemos ciertamente decir que el motivo es lo más importante y todo vale? ¿Quién es más asesino, el asesino o la justicia? No existe la verdadera justicia…al derramar la primera gota de sangre, tus manos quedan manchadas, tu conciencia grita y tu corazón se encoge. No es más asesino el que mata que quien lo mata, ambos son criminales. No podemos apagar el fuego con fuego, no podemos ahogar un vaso de agua en el mar, no podemos limpiar la sangre de las heridas con sangre, pero lo que sí podemos es curarnos. ¿Puede el hombre justificar sus actos? ¿Puede tirar la piedra y esconder la mano? Por mucho que nadie le haya visto, su propio ser lo sabe, no es peor el qué dirán, tan solo…lo que tú mismo pensarás… ¿podrás perdonarte a ti mismo? Llegará el momento en el que mires hacia detrás y te darás cuenta de que no…el fin no lo justifica.
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Gracias por haber leído hasta aquí <3
Gracias a esas personas que han comentado y a esos lectores que han leído (tal vez) y no han comentado, esperamos que hayan disfrutado también :3
Les recordamos que publicaremos el A&Q tras publicar este último capítulo, para que quien tenga dudas o curiosidades no mencionadas del fic, puedan preguntar sin problemas que serán contestadas todas y cada unas. <3
- Respuesta 29:
- Sou-Tan: Vaya, nos alegra que digas eso ^^ Pues esperamos que pronto lo tengas, para que puedas leer tranquilamente :3 Es verdad que es incómodo leer de esa manera D: Esperamos verte pronto, ya que este será el último capítulo. Gracias por haber comentado, pensamos que nos habías dejado :S Pero estarías en todo tu derecho si lo hiciese ^^ Gracias a ti por comentarnos <3
CAPÍTULO 30
Sus corazones latían a mil y sus piernas temblaban. Se adentraron en una vieja calle, iluminada por dos farolas, que les dejaban atisbar como, a lo lejos, habían coches con luces brillando. Maldijeron en silencio y retrocedieron, adentrándose en otra callejuela.
Parecían pequeños gatos que huían de la noche, intentando acercarse a la luz de la población. Sus cuerpos impregnaban adrenalina cuanto más corrían. Sabían que, por mucho que hicieran, estaba cerca:
- Temía este día- dijo el líder mientras corría tras los demás. Sus pasos eran apresurados, mientras sus palabras eran altas y firmes.
Sabían que estaban cerca, les estaban pisando los talones-. Estoy tan malditamente feliz de haberos conocido- volvió a decir.
- ¡Cállate y sigue corriendo, Onew!- gritó el peliblanco encolerizado, que iba encabezado en la carrera junto con el maknae-. ¡Cállate la maldita boca, joder!
El castaño mayor sonrió ante sus palabras y continuó corriendo. La insistente sirena los perseguía. Daba igual cómo y por dónde fueran, sabían que no había vuelta atrás. Estaban detrás. Los oía. Tal vez, si les concedía tiempo...
Poco a poco, mirándolos desde atrás, fue aminorando la velocidad. Observó cómo se iban alejando:
- Os prometo que jamás habrá nadie que estará tan agradecido como yo lo estoy con ustedes- dijo lo más alto que pudo. Miraron atrás, y observaron cómo el mayor sonreía y como poco a poco iba perdiendo el ritmo.
- ¡Hyung! ¡Maldita sea, acelera, corre!- gritó el alto.
El mayor sonrió, dejando que una rebelde y fina lágrima se escapara de su ojo:
- ¡Hyung!- escuchó el grito del menor y del rubio al unísono.
Observó al peliblanco, la fría mirada que le daba. Éste cerró los ojos y posó una mano en el pecho. Sabía que no iba a hacerlo cambiar de idea, ya era imposible, no había vuelta atrás:
- Me distéis la vida- dijo deteniéndose en seco y dándoles una enorme sonrisa.
El rubio soltó un fuerte sollozo, estaba aflojando el paso, pero el alto lo agarró con fuerza y lo empujó consigo.
Comprendían al mayor, entendían su sufrimiento.
Giraron en la siguiente esquina que encontraron. No sabían qué iba a pasar, solo siguieron corriendo. No tardó en escucharse un gran alboroto a sus espaldas. Comprendían a qué se debía. Un fuerte ruido resonó entre las calles...
Seguido de un disparo.
[Flash Back]
Caminaban tranquilos entre las tiendas de la gran avenida. Los escaparates brillaban y se encontraban adornados de millones de cosas de Navidad. Parecía que Papá Noel había vomitado sobre ella. El frío era notorio y la nieve no dejaba de caer sobre el asfaltado suelo. Miraban aburridos las tiendas, que se comprendían a sus lados, mientras calentaban sus manos. El felino revoloteaba aquí y allá con el líder pegado a su espalda, pidiéndole para marcharse a comprar al supermercado, que no tardaría mucho en cerrar. Esa noche tocaba pollo. No prestaba atención a los quejidos que continuamente hacía el mayor. Se detuvo en una tienda y, con pequeño saltitos de alegría entró en ella. El líder puso una mueca y suspiró:
- Mira, hyung- dijo el maknae poniéndose un adorable gorro de un pollo.
Las risas entre los que aún se mantenían en la calle fueron cálidas y altas. Entraron en las tiendas que el menor había estado observando, abandonando al rubio, que se quedaría un buen rato observándolas.
Miraron las peculiares y divertidas cosas que contenía la tienda. El líder se paseaba por ella desanimado, cuando entró en un pequeño rincón de la hogareña tienda. Observó las cosas que se encontraban en él. Habían millones de telas y mantas de colores diferentes. Se puso a mirarlas sin interés, hasta que algo amarillo tomó su atención.
Los demás se fijaron en cómo el felino salía de la tienda de enfrente, con morros en la cara:
- ¡Onew-hyung, nos vamos, venga!- le llamó el alto mientras salían.
Se encontraron con el rubio:
- No tenían mi talla- dijo consternado-. ¿Dónde está, hyung?- preguntó buscándolo con la mirada.
- Aún no ha salido, ¿no?- preguntó el menor.
Asintieron, y miraron alrededor, asegurándose de que no se encontraba en otro lugar:
- ¡Vámonos a comprar, mi pollo me espera!- gritó el líder saliendo con una enorme y radiante sonrisa en el rostro.
Los ojos de los demás se dirigieron a algo amarillo que resaltaba en su ropa:
- ¿Qué es eso?- preguntó el maknae acercándose a él.
El mayor sonrió y levantó su pequeña bandolerita:
- ¡Se llama PINee! Es nuestro nuevo compañero- dijo con orgullo y sonriendo.
Las risas no tardaron en llegar y observaron cómo el líder se había encargado de comprarle unos ojos en la misma tienda:
- Un placer, PINee- dijo el peliblanco con una sonrisa.
El mayor le guiñó un ojo y se colocó bien el bolso.
[Flash Back]
Siguieron corriendo con insistencia. No debían detenerse, no podían perder a nadie más. Los fuertes gritos y ruidos que antes habían albergado, ahora no se encontraban. La noche estaba en silencio.
El peliblanco agarró con fuerza la mano del menor y lo empujó para que acelerara el paso. El menor alzó la vista y comprendió lo que debía hacer. El rubio corría delante del alto, quien lo ayudaba de vez en cuando, cuando se tropezaba con sus propios pies.
Habían recorrido demasiadas calles, algunas se encontraban cerradas y otras eran interrumpidas por una gran estampida de policías. No sabían dónde estarían esperándolos, y eso, les aterrorizaba.
El peliblanco vio dos calles, entró en la de la derecha, sin pensárselo mucho. Continuaron avanzando con prisas. La sirena era molesta y los tenía nerviosos. Otra más.
El alto observó cómo esta se encontraba demasiado oscura al final, y un extraño sentimiento de sobrecogimiento lo inundó. Sentía como si lo estuvieran observando, como si se hubiera quitado el seguro de un arma. Se detuvo en seco y abrió los ojos:
- ¡Parad!- dijo a voz en grito.
Los demás le hicieron caso y lo miraron:
- Corred maldita sea, están al final- dijo aún más alto.
Los ojos de ellos se abrieron ante sus palabras, y corrieron. Un disparo les dio cerca de sus pies.
- Mierda- maldijo el rubio mientras corría no muy detrás del peliblanco y el menor-. ¡Vamos Minho, te quedas atrás!- gritó nervioso.
El peliblanco tomó el rostro del menor, que miraba para atrás nervioso, y le obligó a mirar hacia delante:
- ¡Minho!- gritó con toda su garganta el rubio.
Este sintió como la sangre salía veloz por su cuerpo, posó su mano en ella y la alzó para observarla:
- No os preocupéis- susurró. Sonrió y cayó de rodillas al suelo-. Jamás os abandonaré, os estaré esperando- les aseguró con su mano en el pecho y una triste sonrisa en sus labios.
El peliblanco intentó tomar aire y no mirar atrás:
- Mueve tus piernas, Kibum- le dijo lo más alto que pudo a pesar del enorme nudo en su garganta-. No pares.
El menor apretaba con fuerza su mano. El rubio miró por última vez al rano y dejó que más lágrimas recorrieran su rostro. Obligó a sus piernas moverse rápido, debía resistir, debía llegar al final, por ellos.
[Flash Back]
Miraron como colocaban la caseta y pusieron una mueca:
- Definitivamente, Onew-hyung fue el más inteligente- lloriqueó el menor.
El alto se levantó y sacudió sus pantalones. Observó la pequeña caseta que les había costado una vida colocarla y sonrió:
- No te creas- dijo con diversión-. Es maravilloso escuchar el ruido de los animales por la noche- susurró con diversión.
El maknae se puso pálido y miró al peliblanco con los ojos inyectados en sangre:
- ¡Hyung!- gritó yendo a sus brazos-. No hagas que me quede aquí, por favor- dijo a punto de dejar salir sus lágrimas-. No puedo estar aquí. Me van a atacar, lo sé.
El peliblanco lo fulminó con la mirada, causando la risa en el rano:
- No seas así, Tae- le dijo con una sonrisa-. Es para divertirnos. Verás que no sucederá nada.
El maknae no muy convencido asintió y miró mal al alto:
- Mala persona- le dijo sacándole la lengua.
Todos comenzaron a reírse ante su reacción. El peliblanco colocó las bolsas que habían traído dentro de la casa de campaña y se estiró cuando las dejó:
- ¿Entonces? ¿Adónde vamos a ir?- le preguntó al alto.
Este miró a su alrededor y sonrió:
- Vamos a un sitio, os va a encantar- dijo con los ojos brillándole.
El rubio asintió y tomó su pequeña mochila. Tomaron camino hacia el lugar al que les llevaba el alto. No tardaron más de dos horas en llegar, y cuando lo hicieron, un reconfortante aire les dio la bienvenida. Observaron la límpida agua del enorme lago ante sus ojos. El maknae se acercó y la tocó con sus manos:
- Está fría- dijo con un mohín.
El frío comenzaba a ser notable en esa época del año, el otoño estaba cerca. El felino no tardó en acercarse y tocarla:
- Dios mío, es verdad- puso cara de espanto y quitó la mano con rapidez-. Está helada.
El alto se acercó:
- A ver...
Su sonrisa no se le quitaba de los labios. Se acercó y antes de agacharse, extendió la mano y empujó al felino al agua. Este cayó con un grito. Se hundió y cuando salió sus ojos irradiaban ira:
- ¡Rana!- gritó señalándolo.
El maknae intentó huir, pero no llegó muy lejos. Fue empujada dentro del agua, donde cayó con otro grito más y riéndose. Salió a superficie y se puso a toser mientras reía:
- Tragué agua- dijo aun no pudiéndose detener.
El alto miró como el peliblanco se reía y se acercaba. Iba a tirarlo tan pronto como bajara la guardia. Esperó riéndose de los incesantes intentos del menor por hundir al felino. Era el momento. Se acercó, pero no sé fijo en el movimiento rápido que hizo y en cómo su mano lo empujó al agua. Gritó sin esperarse ese movimiento y acabó en el agua, totalmente empapada y arrepintiéndose de haber comenzado el juego, el agua estaba totalmente helada:
- ¡Me traicionaste, enano!- gritó el rano.
El moreno se comenzó a reír en voz alta, mirándolo a los tres, para luego sacarle la lengua:
- Solo te la devolví por adelantado- contestó.
El alto lo fulminó con la mirada.
- ¡Te vas a enterar!- dijo saliendo del agua y yendo detrás del peliblanco, que se reía de él mientras corría como alma que es perseguida por el diablo.
No pararon de jugar, de divertirse y de bromear. A la noche, no paraban de estornudar:
- La última vez que caigo en tus garras- dijo lloriqueando el rubio mientras se tapaba con una manta.
El alto se rió y se la quitó, poniéndosela sobre él:
- Ustedes comenzaron.
- Nos empujaste- le recriminó el menor.
El peliblanco comenzó a reírse y apoyó al alto:
- Lo estabais deseando.
- ¡Exacto!- gritó el rano antes de comenzar a reírse como un loco.
[Fin Flash Back]
Ingresaron en una enorme calle. El maknae tomó la mano del rubio y la apretó con fuerza. El rubio le sonrió con tristeza, pero no dejó de correr. La ciudad estaba cerca, a tan solo unos minutos más:
- Podemos hacerlo- murmuró el peliblanco observando las luces de la ciudad.
Miró hacia atrás, estaban allí, mirándolos con una sonrisa victoriosa, con la mirada sobre ellos. Aceleró. Se negaba a abandonar. No podía hacerlo. No quería hacerlo. Habían perdido a demasiadas personas por el camino. Los habían perdido. Ya no había marcha atrás. No podían cambiar su pasado.
El felino siguió la mirada del mayor, y se sintió a morir. Las lágrimas ya no corrían por su níveo rostro, no tenía más. Se le habían gastado. Su corazón dolía como el infierno y sus piernas temblaban. No sabía si podría seguir. Miró a los chicos. Solo quedaban ellos.
Observó la expresión del peliblanco y comprendió que no era el único que lo sabía, luego paró sus ojos en el menor, quien se mantenía fuerte, sin ninguna lágrima en sus ojos. Su niño se había convertido en todo un hombre.
Sus manos sudaban frío. Se preguntaba qué le pasaba, pero sabía la respuesta, tenía miedo, pero sabía que no era el único. La mano del menor lo agarraba con fuerza, aunque se resbalaran por el sudor. Estaba agotado. En sus pulmones no entraban más aire, necesitaba un maldito descanso, pero no lo tendría, al menos no se permitía tenerlo aún. Debía luchar por ellos. Kai…Onew…Minho.
Se tropezó con su propia pierna, pero consiguió seguir en pie. Si caía, no podría levantarse jamás:
- ¡Hyung! Agárrate fuerte- le dijo el menor.
Observó sus ojos, angustiados. No iba a dejarse morir, iba a luchar y conseguirlo, iba a llegar hasta el final.
Se puso a su nivel, por un arranque de adrenalina, que poco a poco se iba agotando. Se mordió el labio e intentó avanzar. Podía hacerlo.
De repente un fuerte barullo se formó en sus espaldas:
- ¿Qué está pasando?- preguntó en voz baja.
No fue consciente del ruido que hizo, ni siquiera de cuando el peliblanco le gritó, ni cuando soltó la mano del menor. Solo fue consciente del dolor que sintió en su pecho. Se trastabilló y se quedó rodando, hasta que se detuvo.
El maknae le miró e intentó detenerse, pero el peliblanco no lo dejó, jaló de él con fuerzas:
- Taemin, no hagas esto más difícil, por favor- le pidió.
El menor soltó un fuerte grito cuando se fijó en cómo el rubio le mandaba un beso volado:
- Todos esos momentos que habíamos pasado juntos. Tantas sonrisas y lágrimas que compartimos... Jamás las olvidaré- articuló el rubio antes de que perdiera el conocimiento, antes de soltar sus últimas lágrimas.
[Flash Back]
- Hyung- ronroneó el menor mientras entraba en la cocina.
El rubio lo miró y rio:
- ¿Qué quiere la alegría de la casa?- preguntó riendo ante su gesto.
El menor se acercó y le dio un abrazo por la espalda, con mimo. El felino acarició su rostro y le sonrió:
- ¿Qué pasó, cariño? -preguntó con su tono de voz maternal.
- Quiero hacer una tarta- respondió con un puchero en sus labios.
El rubio se quedó mirándolo con los ojos abiertos e intentando aguantar la risa:
- ¿He oído tarta?- preguntó el peliblanco con una sonrisa.
El de piel de porcelana no resistió más y comenzó a reírse:
- ¿De qué quieres hacer la tarta?- le preguntó con diversión.
El menor miró al moreno y puso su cara de pensar. Se separó de él y fue hasta el mayor:
- ¿Tú qué me dices, hyung?- le preguntó.
El moreno puso el mismo gesto y ambos se quedaron mirándolo. El rubio no pude resistir mucho, comenzó a reírse de manera exagerada, con su risa exagerada, como solo él sabía hacer:
- Vaya par, Dios mío- dijo a duras penas.
El peliblanco lo siguió y abrió la nevera:
- ¿Qué os parece chocolate?- preguntó.
Los ojos del menor brillaron:
- ¡Pocholate!- gritó saltando.
Rieron y comenzaron a preparar las cosas.
Se pusieron a preparar la tarta con diversión, jugando y manchándose:
- ¿Estáis listos?- preguntó el menor.
Se asomó por la puerta de la cocina y los miró. Ambos estaban sentados en la mesa, esperando a que el menor trajera la tarta:
- Déjanos ver cómo la adornaste- dijo riendo el rubio.
El castaño los había echado para poder adornar la tarta a su manera:
Sonrió y apagó las luces. Entró en la cocina y salió de ella, con la tarta en sus manos y unas velas encendidas sobre ellas. El felino miró al peliblanco sin comprender, este le sonreía, y comenzó a cantar junto con el menor, una extraña modificación de la canción de cumpleaños:
- ¿Qué es esto?- preguntó mirando la tarta que el menor había puesto ante sus ojos.
Estaba emocionado y al borde de las lágrimas:
- ¡Hyung!- dijo el menor tomando un poco de merengue y manchándole la nariz-. ¡Feliz no-cumpleaños!
El rubio sonrió y miró a los chicos:
- Pide un deseo- le avisó el peliblanco.
Asintió y con una sonrisa en los labios y el corazón latiendo de alegría, sopló las velas.
[Fin Flash Back]
Sus ojos quemaban, pero no iba a llorar, no iba a darles el gusto, no lo haría. Lloraría por ellos cuando estuvieran en casa, juntos, recordándolos con una enorme sonrisa en los labios. Tragó el angustioso y desesperante nudo que se le formó en la garganta y apretó más fuerte la mano de su hyung. Éste respondió su apretón e hizo lo mismo que el menor. No iba a romper en llanto.
Continuaron corriendo, siguieron recto, sin querer mirar atrás. Pero lo vio. Su corazón se comprimió cuando fue consciente de la triste realidad. Poco a poco fue frenando y se detuvo en seco, con la mirada del menor sobre él:
- ¿Hyung?- preguntó atacado el maknae.
El peliblanco lo miró y forzó una sonrisa:
- Lo siento- murmuró intentando mantener la cordura-. Estamos atrapados.
El menor observó cómo el final de la calle se cerraba letalmente sobre ellos. Soltó un sollozó y cerró los ojos con fuerza. El peliblanco se giró y quedó ante el menor, agarrando sus dos manos. Intentaba coger aire, poder hacerse con él. Poco a poco sus respiraciones se fueron normalizando y sus corazones, perdiendo fuerza:
- Este es vuestro final- dijo una voz electrónica no muy lejos de ellos.
El castaño asintió. Sabían lo que venía ahora:
- Así que este es el final de Dark Soul, ¿eh?- dijo dejando que sus lágrimas salieran.
El peliblanco sonrió tristemente y asintió:
- Lo fue desde que perdimos a uno de los nuestros, pequeño.
El peliblanco lo abrazó con fuerza y lo pegó a su pecho, cubriéndolo de los policías, de la bala que ahora se encontraba en su pecho. El menor escuchó el gruñido de dolor que soltó el mayor y abrió los ojos ante ello. Se quedó en silencio y escuchó las voces de los policías, como comentaban la escena que veían, como se reían de ellos. Se sintió perdido. Miró a todos lados, sus manos se manchaban de la sangre de su appa. No podía ser así. También fue consciente de la siguiente bala, la que inevitablemente, penetró en su cuerpo. Sintió el dolor y como ardía. Cayó al suelo, junto con el peliblanco, quien no lo soltaba:
- Hyung...- susurró-. Duele.
El mayor lo apretó contra él:
- Lo siento, pequeño, lo siento mucho- dijo dejando que las lágrimas cayeran por su rostro.
- No es tu culpa, hyung- dijo besándole el cuello-. No es nuestra culpa- susurró.
Sentía como su cuerpo comenzaba a sentirse frío y como las voces comenzaban a parecer lejanas. Comenzó a recordar todo:
- ¿Hyung?- preguntó el menor con una pequeña sonrisa en los labios y los ojos llenos de lágrimas.
El peliblanco alzó la mirada y le sonrió:
- Dime pequeño- dijo a media voz.
- ¿Me perdonas?- preguntó quebrándosele la voz por un sollozo.
- ¿Perdonarte? ¿Perdonarte por qué, pequeño?- preguntó en un susurro leve.
- Por todo lo que te he hecho- dijo con una sonrisa en los labios y la mirada perdida.
El moreno apretó con fuerza al menor en sus brazos y sonrió:
- No hay nada que perdonar, pequeño- le dijo al oído levemente mientras, inevitablemente, sus manos se manchaban de rojo.
El menor rio levemente, sabía que mentía. Le debía la vida. Todo. Siempre se había preocupado por él, siempre le había dado cariños, siempre le había apoyado, siempre estaba él ahí. Sintió su alma llorar:
- Appa- volvió a decir-. ¿Recuerdas lo que te dije aquella vez?- preguntó.
El mayor rio junto con un sollozo:
- Juntos hasta el final- murmuró a su oído.
- Lo sé, pequeño. Siempre juntos- dijo en un pequeño y leve murmullo. Apretó con aún más fuerza y se dejó llevar, sintiendo como poco a poco todo se desvanecía ante él-. Cierra los ojos y piensa en cosas bonitas, bebé.
El menor le hizo caso y cerró los ojos. La calle no existía, solo estaban los dos. La gente no estaba. Miró detrás del peliblanco, como ellos estaban ante sus ojos, y sonrió. Habían tardado. Dejándose llevar por su deliciosa esencia, tomó la mano de los demás, como su appa le había pedido:
- Te quiero, pequeño. Te quiero como a nadie en el mundo. Siempre, hijo mío- dijo en su último aliento.
[Flash Back]
Todos se habían marchado, solo quedaba él. Miraba hacia la ventana mientras se encontraba acurrucado en la cama, con una manta sobre su pequeño cuerpo. Lo habían dejado solo en ese infierno. Suspiró e intentó no llorar. Se negaba a dejar que las lágrimas salieran de sus ojos. Ya había llorado demasiado durante su vida. Debía madurar, ser un hombre.
Él vendría a buscarle si se convertía en un hombre.
Era demasiado temprano, no podía conciliar el sueño. No había comida, ni tenía ganas. Solo quería encontrarse allí dentro, mirando hacia la ventana, esperando a que, tal vez, algún día apareciera.
Un fuerte golpe en la puerta lo sobresaltó. Se tapó completamente con la sábana y aguantó el aire:
- Taemin, abre la puerta.
Era uno de los cuidadores. Suspiró angustiado, iban a comenzar desde tan temprano con la molestia:
- Vamos, chico. Tengo una sorpresa para ti- dijo.
El chantajeo no funcionaba con él. ¿Qué le iban a dar? ¿Una chocolatina? No gracias, prefería quedarse en su habitación. Cerró los ojos y siguió con lo que antes hacía:
- Abre la puerta o iré a buscar las llaves, Taemin- avisó.
Mejor que fuera a buscarla cuanto antes, porque no pensaba abrirle la puerta. Escuchó como los pasos de la persona se alejaban, pero sabía que no tardaría en aparecer de nuevo. Se sentó sobre la cama y se colocó los tenis. Iban a sacarlo a rastras de allí, ni siquiera le dejarían tiempo para vestirse.
Suspiró:
- ¿Esta?- preguntó la segunda voz.
El encargado de llaves:
- Sí, ábrala por favor. Lo han adoptado y la persona nos ha pedido que lo llevemos- respondió.
¿Adoptar? Se quedó congelado ante las palabras del educador. No podía creérselo. Se levantó antes de que abrieran la puerta y se escondió dentro del armario. No podía marcharse. Él aún no había venido. No. No quería marcharse de allí.
Sintió las lágrimas picar en sus ojos y se recordó que no debía llorar. Sintió como se rompía cuando escuchó los pasos:
- Ya está escondido de nuevo- suspiró.
Cerró los ojos, en un vano intento de desaparecer. El armario no tardó en abrirse y en aparecer ante él, el educador:
- Vamos, chico. Te espera alguien- dijo con una sonrisa forzada.
Se negó y se echó hacia atrás en el armario. El señor tomó su mano y jaló con fuerza, sacándolo de dentro del armario:
- Me da igual si no quieres- le dijo.
Se comenzó a mover, intentando huir:
- No quiero irme- dijo alzando la voz. El educador apretaba con fuerza su agarre, le estaba haciendo daño, pero debía ser un hombre-. ¡No me voy a ir de aquí!- gritó.
El señor lo jaló, llevándoselo a rastras de la habitación. El castaño se revolvía continuamente. Le agarraba la mano e intentaba deshacerse de ella.
Cuando pasaron la zona de las habitaciones, comprendió que no podía hacer nada contra la fuerza que tenía el señor. Así que solo se dejó llevar. Recorrieron los comedores y tuvieron que bajar unas grandes escaleras. Se miró en un espejo al pasar por al lado. Estaba pálido. Era consciente de ello. No quería salir de aquel lugar, no cuando él sabía que estaba allí. Si se marchaba, no podría ir a buscarle. Su corazón quería llorar y sus ojos se ahogaron. Tomó un poco de aire:
- Te va a gustar tu nuevo tutor- dijo el señor.
No dijo nada, solo se quedó en silencio, por mucho que le molestara, tenía curiosidad:
- Es joven, te caerá bien- añadió mostrándole una sonrisa.
Si no era el joven que él quería que fuera, no le caería bien. Suspiró. Se estaban acercando, cuando giraran en la siguiente esquina. La entrada de ese lugar. Se puso nervioso, su corazón iba a mil. ¿Quién sería la persona que pedía a un muchacho que dentro de unos años cumpliría la mayoría de edad? Se quedó estático. Era joven, eso se lo había dicho el educador, pero... sus piernas comenzaron a temblar. ¿Qué clase de cosas le haría?
Se detuvo y el señor lo miró:
- No voy a ir- dijo tajante.
Suspiró:
- Venga, Taemin. Date una oportunidad, dame un respiro, chico- dijo angustiado.
Puso una mueca. Le molestaba ese señor:
- He dicho que no. No me voy a ir con nadie. Nadie en su sano juicio pediría adoptar a un chico de mi edad- dijo consternado.
Su imaginación volaba. Millones de cosas le vinieron a la mente. Todo lo que podría hacerle esa persona sin cara. Le dio un escalofrío:
- En eso tienes razón- dijo riendo-. Pero es un muchacho diferente. Aquí ya lo conocemos- añadió.
- ¿Conocerlo?- preguntó.
El hombre asintió y lo tomó de la mano:
- Y ahora tienes que conocerlo tú- le dijo.
Sacudió la cabeza, nervioso:
- ¡No!- gritó.
El señor jaló fuerte de él, y lo obligó a doblar la esquina. Cerró los ojos, nervioso, no quería mirar, pero... la curiosidad mató al gato. Abrió los ojos y observó al chico que hablaba con la señora detrás de la tarima. Tenía el pelo blanco, y vestía ropa formal, era joven, eso era evidente. Tenía un cuerpo bien formado y tenía una gran espalda:
- ¿Por qué tardan tanto?- preguntó el no-desconocido.
Abrió los ojos como platos y se quedó en medio del lugar. Su corazón latía demasiado rápido, temía que se le estallara en cualquier momento. Sintió como sus ojos ardían. No lo podía creer. Estaba allí. La persona que lo había abandonado hace años y que lo había hecho vivir día a día sin sus sonrisas. Sintió como su pecho dolía.
Estaba confundido. No sabía que sentía. Ardía en ira, pero también en felicidad. Vio como el hermoso chico de cabello blanco se giró sobre sus piernas y su mirada se encontró con la del castaño.
Era él.
Sus labios se estiraron en una sonrisa y le abrió los brazos. No se movió de su sitio, solo se quedó en medio de aquel lugar, mirándolo, perplejo. No podía moverse, sus pies no respondían:
- ¿Lo conoces, chico?- preguntó el educador al ver la reacción de ambos.
El menor asintió:
- Lo conozco demasiado- susurró.
El peliblanco no paraba de sonreír:
- Taemin-ah, se me cansan los brazos, ¿sabes?- dijo divertido.
Algo dentro de él se activó y salió corriendo para encontrarse con sus brazos. Saltó sobre él y sintió su aroma. El mayor lo apretó con fuerza y sonrió:
- Ya estoy aquí, pequeño- susurró.
Las lágrimas caían sobre su rostro, redondas y perfectas:
- Hyung- dijo en un dulce hipido-. Te he echado de menos.
El moreno sonrió:
- No sabes cuánto yo a ti- le dijo al oído.
El menor se separó y lo miró a la cara y sintió como su pecho dolía:
- ¿Por qué me dejaste?- preguntó entre lágrimas-. ¿Sabes cómo me sentí?- le preguntó casi gritando.
- Sé todo lo que hacías, pequeño- susurró, poniéndose un dedo sobre los labios para que bajara la voz.
- ¿Cómo...
- Eso ahora es lo de menos- le dijo-. Estás conmigo, ahora y siempre.
El menor se arrimó a él y apretó su camisa:
- Hyung, no vuelvas a dejarme, por favor. Juntos hasta el final, ¿vale?- dijo en un susurro.
- Te lo prometo.
[Fin Flash Back]
¿Justifica el fin los medios? ¿Podemos ciertamente decir que el motivo es lo más importante y todo vale? ¿Quién es más asesino, el asesino o la justicia? No existe la verdadera justicia…al derramar la primera gota de sangre, tus manos quedan manchadas, tu conciencia grita y tu corazón se encoge. No es más asesino el que mata que quien lo mata, ambos son criminales. No podemos apagar el fuego con fuego, no podemos ahogar un vaso de agua en el mar, no podemos limpiar la sangre de las heridas con sangre, pero lo que sí podemos es curarnos. ¿Puede el hombre justificar sus actos? ¿Puede tirar la piedra y esconder la mano? Por mucho que nadie le haya visto, su propio ser lo sabe, no es peor el qué dirán, tan solo…lo que tú mismo pensarás… ¿podrás perdonarte a ti mismo? Llegará el momento en el que mires hacia detrás y te darás cuenta de que no…el fin no lo justifica.
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Gracias por haber leído hasta aquí <3
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
32
A&Q
¡Hi! Bueno como anunciamos posteriormente, estamos de vuelta para publicar esta sección de preguntas y respuestas que hayan tenido, puedan tener y si tendrán los lectores. Cualquier dato, curiosidad o incluso algo que no hayan entendido después del fic ahora es el momento de poder preguntar con total libertad.
Les recordamos que:
Las preguntas se deben realizar de una en una referentes a una misma persona, es decir, si preguntas algo, hasta que no se te haya respondido la primera pregunta, no pueden publicar otra.
No importa el número de preguntas siempre que se respete el anterior punto y así evitaremos repeticiones.
Estaremos encantadas de responder a todas y cada una :D
Cualquier cosa que quieran saber, ya saben <3
Les recordamos que:
Las preguntas se deben realizar de una en una referentes a una misma persona, es decir, si preguntas algo, hasta que no se te haya respondido la primera pregunta, no pueden publicar otra.
No importa el número de preguntas siempre que se respete el anterior punto y así evitaremos repeticiones.
Estaremos encantadas de responder a todas y cada una :D
Cualquier cosa que quieran saber, ya saben <3
~ Dongmaeng ~
Jonghyun y Taemin <3
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Re: > El fin no justifica los medios < (+17, Lemon) [30/30] + A&Q
Ay por la mierda... no puedo con esto TT^TT Fue tan extraño pero tan hermoso... fue un fic realmente diferente, lo amé desde el primer capitulo Y... TT^TT se acabó...
No se que mas decir, es que no puedo con mis feels~ ... Gracias por este fic y pues... esperare proximos proyectos... Cuidense mucho y eso... Bye!
No se que mas decir, es que no puedo con mis feels~ ... Gracias por este fic y pues... esperare proximos proyectos... Cuidense mucho y eso... Bye!
ThamiieKyu
Lee Tae Min
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