Imaginense a Tae con quien quieran por ahora

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Dime que es el pollo!Donde sea Minho me agarro a llorar ;w; -detesta el 2min-

¡Hermoso cap! ~Ya me medio imaginaba qué era Key, ahora me lo aclaraste ~ Thanks ~~
¿Taemin es inmortal? Wow -hace una "o" con su boca-


¡Gracias por actualizar! Esperaré el próximo cap ~

Lloraba, corría y lloraba. La muerte del anciano que lo escondía le tomo desprevenido, ahora, su vida estaba en grave peligro. Su única opción era luchar, luchar firmemente por conservarse vivo y a salvo, aunque su existencia fuera miserable, prefería morir por sí mismo antes que sucumbir en manos de pueblerinos supersticiosos. Y solo tenía quince años recién cumplidos, solo tenía quince años de mísero sufrimiento.

Lo que había escuchado de los aldeanos, era que su naturaleza no era de ese mundo, que desprendía un aura demoniaca, y que si se quedaba en el pueblo, pronto todas las reses morirían, la región entera perecería en la guerra y la hambruna no se haría esperar. En esa noche, cada mirada despectiva y palabra hiriente, eran reemplazadas por el rumor del bosque, las dríadas lanzaron mil halagos a su belleza, y mil maldiciones contra quienes hicieron daño a tan hermosa criatura. Se había preguntado siempre si las leyendas de su origen serian ciertas, y si algún día lejano, al salir el sol, su alma en tinieblas se pondría en pie y le permitiría seguir un camino lejos del dolor.

Lo que nunca se planteó, fue que su salvación no estaba en el claro cielo mañanero, sino en el firmamento azul nocturno.


“Hikari”, ese nombre que no le resulto para nada extraño resonó en su cabeza como un tambor esa mañana al despertar. El calor de Jonghyun se negaba rotundamente a abandonar su cuerpo y tenía miedo. No miedo de que el calor corporal de la estrella nunca se fuera, al contrario, terror de que luego de algunas horas, este se desprendiera de su piel y el frio se colora en su lugar. Horror, eso producía la idea.

Con el chico de la cafetería, Taemin, estuvieron hablando en la mañana y supo que sus ojos azules no eran para nada unos lentes de contacto. Le agradaba, el tiempo de clases paso igual de rápido que el tiempo que le llevo volver a casa. En cuanto a la joven de la cafetería, con esta no hablo mucho, solo se dirigieron unas palabras de cortesía, sin embargo, esa sonrisa, le pareció que escondía algo más que buenos modales y agrado.

Casi como se le advirtiera de algo, pero no pudiese hacer nada por comunicárselo. Ese sentimiento de impotencia y desesperación solo lo había tenido con Jonghyun, y en ese momento que se puso a pensar, aquel gesto también estaba relacionado con él.

Últimamente, por omitir “toda su vida”, era como si una voz que comenzó como un pequeño susurro parecido al de las dríadas, y se fue convirtiendo en un grito ahogado, le previniera, pero no podía entenderle las palabras que quería comunicarle.

Estaba en el balcón, mirando al cielo como todas las noches. Las estrellas parecían brillar menos cuando fijaba su miraba en el destello azul, todas se volvían pequeñas a su lado, y de un momento a otro, el destello ya no estaba. Poso su mirada en la luna llena, nunca pudo encontrar motivos, pero con todas sus fuerzas, odiaba la luna llena, siempre la detestó y esa noche no fue una excepción.

El calor que hacía desaparecer el frio que producía la brisa abrazadora de la noche, se agudizo cuando una mano tomo su muñeca, y giro su cabeza, clavando su mirada en dos ojos con melancolía, que con algo de comprensión le miraban. Jonghyun sentía lo mismo, lo podía ver, sentir y casi que escuchar.

Estabas sentado en el barandal del balcón, cosa que cambio cuando se lanzó a los brazos de las estrella súbitamente, sorprendiéndolo y aferrándose a él como si en ese mismo instante se le fuese a desvanecer. Su pecho era aprisionado por un dolor punzante y en sus ojos el brillo se hizo más presente que antes, volviéndose estos blancos.


No podía dejar de mirarle desde las alturas. La lluvia no dejaba de caer. La arena en la tierra se convirtió en lodo, y las gotas camuflaron las pequeñas lágrimas que sus ojos favoritos derramaban sin mermar. El agua proveniente de las nubes empapo el rostro y cuerpo del delgado cuerpo que veía correr, y quito la mugre de su blanca piel.

Odiaba, odiaba a los humanos más que a cualquier otro ser viviente que respirara o simplemente existiera. Su luz azul brillo más y su cuerpo se tensó al ver caer, de fauces contra el suelo, al joven que noche tras noche escuchaba sollozar enterrando su cabeza entre sus piernas. Estuvo a punto de apagarse cuando, por vez primera, una vez que la hermosa criatura en la tierra se levantó, sus ojos se encontraron. Su luz titilo y se ser completo se llenó de regocijo.

El de ojos cristalinos lo miraba, y no pudo saber, en ese momento, que de verdad era así.


Dos manos tiritaban a causa del viento salvaje proveniente de la nada. Los ojos azules de Taemin no se humedecieron ante lo que sus oídos escuchaban. Se aferró inútilmente a su gran túnica negra, y esta cayó al suelo, luego paso a hondar en el viento mientras era sostenida por él. Rendido y frustrado, gruño mirando al firmamento azul de la noche y dejo caer la prenda entre sus dedos.

Maldijo al círculo brillante en el cielo y por primera vez en mucho tiempo, le volvió a dar la razón, que siempre tuvo, pero que era innecesaria su manera de recordarla.

“¿Por qué te limitas solo a insultarme entre dientes? Veo que has entendido que todas mis palabras no son más que verdades.” Hablaba la luna en tono burlesco y con una sonrisa siniestra que no podía apreciarse.

Ese era el motivo por el cual se abstenía de salir de noche o dejar que sus azulados ojos se encontraran con la luz de esta. La luna siempre estuvo tan sola y aburrida que no perdía oportunidad para recordarle sus desgracias y pesares a los inmortales. Era cruel, siempre tenaz, tan necesitada de hacer sentir a otro como ella se sentía: Miserables.

Con el ceño fruncido, miro directo a la luna, cerró sus puños y una sonrisa ladina fue lo que sus labios formaron, cinismo, una sonrisa de cinismo. Con el valor que no le falto nunca, alzo su tono de voz para que llegara a todos los rincones del cielo.

-Sí, es verdad que mi estrella se apagó, que tengo que vivir sin envejecer, que tengo que esconderme en las noches para no escuchar tu voz chillona, también que tengo que ver morir a todas las personas que conozca. Pero no son las únicas verdades, entre ellas tenemos el hecho de que mi estrella ha vuelto a brillar…veamos, no sé si olvide algo. ¡Claro! Es verdad, también, luna querida, ¡Que la gran, hermosa y majestuosa luna, solo puede hablar sin medir sus palabras, solo para que alguien más comparta su mísera existencia, porque las estrellas la repudian. Una falsa, eso es lo que eres, inferior a todos, incluso a los humanos. Me das lástima!

-Brillas gracias a la luz de una estrella, el sol. Eres tan insoportable que ni el mismo cielo logra aguantar tu presencia, miras a las estrellas con desprecio porque brillamos con luz propia, pero quieres ser como ellas y los humanos no te necesitan, ya tienen luz falsa para la noche, además de ti, claro está. Dime, ¿Qué se siente ser un inútil estorbo para todos?

El dueño de la última voz entro escena de manera sigilosa, sin que se pudiese notar su llegada. La luna hizo una mueca de descontento y grito frustrada porque nadie nunca había osado encararla y decirle tales palabras. Una estrella mucho menos.

El cuerpo del de ojos azules dio un giro, ya no estaba solo enojado, estaba furioso y preocupado. La luna solo siguió con su imparable parloteo, aumentando su furia.

-¡Maldita sea, cállate ya, por eso nadie te soporta, maldición!

Esta vez, el satélite opto por seguir las palabras de Taemin. La estrella recién llegada solo lo miro con los ojos bien abiertos y suplicantes. No quería estar en el cielo, no, nunca más pudiendo estar ahí, con él. Y el de ojos azules lo sabía, conocía el sentimiento, pero a pesar de haberlo esperado más de tres siglos, no podría permitir que pasase de nuevo. Que se separase de él no era una opción.

La estrella quiso acercarse, pero solo consiguió que el otro retrocediera y le mirara con calma, tan apacible que daba miedo, y tan fuerte que produjo que un escalofrió recorriera la columna vertebral de la estrella.

Taemin recogió su túnica y se la coloco ágilmente. El viento soplaba salvajemente, haciendo que su cabello se peinara de una forma diferente a la que tenía cuando salió es noche, el perfecto peinado de la estrella no se quedó atrás. Sus miradas se encontraron, y el mayor busco en aquellos círculos azules, un pequeño rastro de esa luz que tenían cuando los vio por primera vez, resultando nulos sus intentos.
Los ojos de Taemin tenían solo un pequeño brillo, producto del nuevo encuentro con su estrella.
Sus planes de protección no se hubiesen visto en gran parte frustrados si no fuese por la extrema necedad de Lux. Era cierto, cierto que el inmortal necesitaba besar sus labios hasta que el oxígeno les faltase y cayera inconsciente, que quería abrazarse a la estrella y no medir su fuerza, que no le importaba si fuera tanta como para romper a Lux en mil y un trozos, que le hacía falta su melodiosa voz al caer la noche. Si, lo necesitaba tanto como la estrella a él, pero el riesgo de que el consejo se enterase algún día era algo inaudito.

Conformarse con verlo desde la tierra, en el cielo despejado de la noche en una parte remota de la ciudad, con eso estaría bien.

-Debes irte.

-La noche a duras penas a caído, no pasara nada.

El inmortal soltó un suspiro lleno de desesperación e impotencia. En vista de que Lux no se iría, era momento de hacerlo el, o sino, todo se iría al demonio, y a belial no le interesaban ese tipo de cosas, así que era mejor irse por su cuenta.

Taemin giro sobre sus talones y, luego de dar unos pasos, hecho a correr. Sintió los pasos de alguien más detrás de sí, así que no hubo duda alguna de que la estrella le seguía pisándole los talones. Por un momento la estrella pensó que le había perdido de vista, pero pronto volvió a ver el borde de la prenda negra cruzar un estrecha calle, así que decidió seguirle, no importaba cuanto tiempo tuviese que hacerlo, no se cansaría y no se rendiría.

Le extraño que Taemin quisiese tanto alejarse, sabía que tenía miedo, pero parecía ocultar algo, como si supiese algo más que él. Como sí  que se acercara desencadenaría una imparable tragedia.

-¡¿A caso sabes algo que yo no?!

Los ojos azules se abrieron como platos y el menor –porque era en menor- detuvo sus pasos. Sus ojos volvieron a la normalidad y esbozo una sonrisa de soslayo.

-Se muchas cosas que necesito y otras que no, así como también he visto y escuchado cosas que necesito y otras que no.- Afirmo y se perdió entre los callejones oscuros, perdiéndose de la vista de cualquiera, incluso de la estrella.

Luz solo quedó pasmado y ya no le vio caso a seguirle.


Escucho, detrás de los murmullos de las dríadas, gritos.

Exclamaciones que le hicieron reanudar su escape luego de la caída, y retirar la mirada de aquellos ojos negros que todas las noches le hacían sentir protegido, sin embargo, en ese momento nada podría hacerle sentir así.

“¡Oh, pequeño. Ven rápido, te esconderemos!” una voz femenina a la que no tardo en obedecer llego a sus oídos. Conocía a las dríadas, había hablado con ellas en ocasiones y, a diferencia de las personas, parecían encantadas con su presencia.

Tras un gran árbol oculto su cuerpo, y rápidamente muchas hojas de diferentes texturas y tonalidades, camuflaron su cuerpo entre todo el follaje, sin llegar a tocarle, limitándose a girar a su alrededor.

Miro al cielo como por enésima vez esa noche, y por primera vez no lo vio, el brillo azulado no estaba. Se giró y apoyo su frente en el gran tronco, dejando caer más lágrimas. La lluvia seguía aumentando su intensidad, y ni los grandes árboles que lo rodeaban, pudieron evitar que las gotas golpearan violentamente su piel. Siempre escucho que aquella estrella no era real, pero siempre la vio y creyó en ella, creyó en ella más que en sí mismo, en ese momento, saber que todo había sido una ilusión, incluso ese joven que veía en el cielo, junto con esas miradas protectoras, habían sido el detonador para que toda su miseria fluyera, y saliera a relucir.

Sin tener nada en que creer, nada en que aferrarse, entonces, caer desde la cima de la montaña, que su cuerpo rodara y chocara contra las irregularidades y piedras, que su sangre quedara desparramada por su cuerpo y por todo el trayecto hasta el pie de la montaña, donde por fin sentiría el intenso dolor en todo sus músculos y huesos quebrados, y soltando una última lagrima acompañada de una leve sonrisa, morir lentamente y tortuosamente; se le antojo más que placentero para la ocasión.


Desde el cielo, el brillo blanquecino bajo a la tierra de forma calmada. La estrella llamada Minho tomo su forma humana y sus pies tocaron suelo. Vestía unos pantalones blancos y una camiseta gris, iba descalzo y su cabello largo, el cual llevaba en una coleta de la que se desprendían carios mechones, estaba un poco rizado en las puntas.

Con un semblante tranquilo, la cabeza bien alta y caminando apresurado, llego a una vieja casa, muy bien cuidada, de esas tradicionales coreanas, grande, muy grande.

Abrió la gran puerta de entrada y, como si lo hubiese estado esperando, una joven de unos veinte años, de cabellos negros, labios finos y rojos por naturaleza; deslizo la puerta corrediza y le miro sonriente. Se acercó a ella y se perdió en sus ojos, así como ella lo hizo en los suyos azul verdoso.

Una mano de la estrella retiro un mechón de cabello de la mujer y lo recogió detrás de su oreja, luego sus dedos viajaron a su mejilla, donde se quedaron un rato.

-Sé que no has venido a eso exactamente, pero solo te informo que no se el por qué ni como ocurrió todo.

El tono de la joven fue suave, pero esto alarmo más al astro. Las palabras de Lux lo desconcertaron, y en ese momento, en el que ella no tenía respuestas a sus preguntas, solo le quedo una opción: Buscar por sí mismo.

Suspiro resignado.

-Cuéntame, ¿Cómo es eso de que eres inmortal? Lux intento explicarme, y solo logro empeorar todo.

Hablo también calmado y sin retirar la mano de la mejilla contraria, esta vez con una mirada cariñosa. La joven sonrió, el astro, aunque muy reservado, siempre había sido un romanticista desastroso. Lo tomo de la mano y le invito a pasar a la habitación principal, en donde los dos tomaron asiento en dos cojines grandes en el suelo.

-Esa noche,-comenzó ella.- los dioses solo no midieron sus fuerzas, lanzaron ataques a diestra y siniestra sin mirar donde, pocos fueron los alcanzados por estos, pro hubo un grupo determinado de personas, incluyéndome, que no solo fueron alcanzados por uno, sino por dos. La mezcla de poderes tan fuertes mato algunos, otros solo lo asimilamos y terminamos convirtiéndonos en inmortales.

-¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?

-He estado donde me corresponde, por supuesto, Minho.

Al escuchar su nombre la estrella bajo la cabeza y cerró los ojos, con aires de culpabilidad. Su cabello cubrió la mitad de su rostro, y la joven sonrió casi acostumbrada, y se acercó a él. Le dio unas palmaditas en la espalda y le hizo mirarle, tomándole por el mentón y girando su rostro.

-Lo siento yo…

-Tú, me has dado tanto que es imposible pedir más. ¿Es correcto, entonces, que exija más aun? Lo siento, pero no creo eso justo. Te estuve esperando, y no sufrí mucho. Las riñas con la luna son más entretenidas de lo que parecen, ¿sabes?

La estrella sonrió.- Yo que tú, me estuviera golpeando y desearía haber muerto antes que escucharla.- Agrego divertido.

-¿Estás diciendo que me quieres muerta, Minho sshi?-. Su tono también fue divertido.

-Lo que quiero es haber estado contigo.

La estrella la abrazo por los hombros y dejo un beso efímero en la frente.

-Pero ahora debes volver allí arriba. Vamos, espabila.- La joven se levantó y tomo la mano de la estrella para llevarla a la salida.- Tu fuerza disminuirá y lo sabes.

-Siempre tan correcta.

-Más de lo que desearía, querido.- Y le dio un pequeño empujón para que terminara de salir.

-Suzy…

-Ve a la biblioteca de Lee Taemin, el inmortal de ojos azules, será fácil para ti reconocerlo. Creo que él sabe, pero nunca he ido a ese lugar. Yo, a diferencia de ti, no tengo motivos para querer conocer la historia.

-Gracias.


La gran turba de aldeanos tomo otro camino, haciendo su huida más fácil y sencilla. Cuando las hojas de las dríadas volvieron a los árboles, salió de su escondite y limpio sus lágrimas sin mirar al cielo una vez más.

Miro al frente y se encontró con la gran montaña. Una idea se ilumino en su joven mente de quince años. Camino con sus pies ensangrentados de tanto correr por ese sendero casi interminable en medio del bosque, que era en demasía estrecho; hasta la base de la montaña, la cual subió lentamente.

Sus pies dolían horrores, su cuerpo se sentía ligero, como una pluma que sería arrastrada en cualquier momento por el fuerte viento, sus ropas, que solo consistían en un largo camisón que le llegaba hasta poco más debajo de las rodillas, eran mojadas por la fuerte lluvia, y un nudo en el estómago, formado por la sola idea de encontrar la dulce libertad, le avisaba que por vez primera, estaba feliz.

Termino de subir hasta la cima en lo que le parecieron unos segundos, pero que en realidad fueron más de treinta minutos. Estaba consiente, muy consciente de lo que estaba por hacer, y la sola anticipación de los hechos le hicieron esbozar una sonrisa socarrona y sínica. Vio, del otro lado de la montaña, en el pie de esta, las orillas del gran rio. Esto se le antojo más que oportuno, si no terminaba de morirse en la caída, entonces seria arrastrado por la violenta corriente y golpeado contra las grandes y solidas rocas.
Miro al cielo y vio otra vez al brillo azul, peor era tarde, muy tarde para arrepentirse. “Brilla, brilla, dulce estrella, por el cielo en que naciste. Siempre te hallare la más bella, siempre te hallare la más triste.” Susurro el viejo poema en tono de despedida.

Dio un paso y luego dio otro, y otro después de ese, hasta que sintió que su cuerpo ya no pesaba nada, y caer era el placer más grande, más eso no duro mucho.


Jonghyun lo había observado, noto en sus ojos tristeza mientras lo observaba. En el momento en que se aferró a su cuerpo con desespero, sus sospechas de que Kibum tenía miedo, se convirtieron en seguridad de eso.

Y no pudo preguntar el por qué, solo se quedó sin palabras. En su mente surgió la hipótesis de que lo más probable, es que el menor hubiese recordado la noche del viernes. ¡Oh, pero que equivocado estaba!

Para el de ojos claros el temor sin fundamento que le producía mirar al cielo no podía siquiera compararse con el que sentía al recordar aquello, de hecho, esos sucesos ya no importaban, nada. Todo podría desaparecer para el mientras Jonghyun no se separara de él.

El menos quería estar así toda la noche, el día y así sucesivamente para siempre. Deseaba que los brazos de la estrella lo rodearan y protegieran siempre, como el ser indefenso que no era, que le besara en la nariz así como lo hizo en ese instante para calmarle, que dejara caricias en su espalda y en su cabello, y que susurrara que todo estaría bien a pesar de que nada iba mal.

Porque el brillo azul se había convertido en todo, como si lo necesitara de antes y no quería despegarse de él, así como el mayor tampoco tenía intención de soltarle.

Pero el incesante tiritar del menor los obligo a separarse y entrar rápidamente. Kibum apago la luz y tomo a Jonghyun de la mano, lo guio hasta dejarlo frente al piano y le hizo sentarse frente a este. Le dejo ahí y se fue a sentar en medio de su cama, también encendió una pequeña lámpara que reposaba en la mesa de noche, iluminando un poco.

Y le estrella toco, toco hasta que las ganas de dormir un rato le fueron insoportables, pero no le apetecía una de esas siestas ocasionales que se tomaba cuando era de día en la tierra, no. La estrella quería dormir con el de ojos claros.

Kibum cubrió su cuerpo con las cobijas y Jonghyun lo acompaño en esto. El mayor rodeo la cintura contraria con sus brazos y el menor rodeo su cuello. El de ojos negros sonrió dulcemente sin despegar los labios ni ocultar mucho los ojos, dudaba sobre por qué la luz energía cósmica que tenía como corazón, se intensificaba y disminuía de manera continua.

-Bum, ¿Qué es el amor?- pregunto en susurro, dejando escuchar su melodiosa voz.

El aludido también sonrió sin despegar los labios una vez lanzada la pregunta en cuestión. Pensó unos momento y solo no tenía idea de que responder antes eso. Había escuchado, por series televisivas, películas románticas que vio a causa de su madre, y algunos parloteos de sus compañeras de escuela en secundaria, que el amor era el sentimiento más hermoso, que no podía forzarse, y que solo estaba ahí, solo eso, nadie podía cambiarlo y nadie podía hacerle aparecer de golpe. Pero sobre todas las cosas, el amor no era un sentimiento efímero ni fugaz, el amor duraba siempre. Si el amor se acaba, nunca fue verdadero.

Kibum sonrió ampliamente, mostrando gustoso sus blancos dientes, la lámpara estaba apagada ya, pero el mayor pudo notarla a la perfección. El de los ojos blancos rozo sus labios con los del de rostro canino, y se separó solo un poco a mirarle fijamente.

La estrella sabía que la forma natural de que surgiera una estrella era el amor, mas nunca nadie le hablo de dicho sentimiento, no creía conocerlo, pero el, ellos lo conocían mejor que nadie.

-No sé cómo explicártelo con palabras, no es una pregunta fácil de responder, Jjong…

La estrella bajo un poco la cabeza y hundió está un poco más en su almohada.

-Y aunque yo no esté seguro de que me entiendas, estoy seguro de que se cómo se siente.

-¿Cómo? –El rostro se le ilumino.

-Se siente como lo que siento por ti, Jonghyun.- Kibum cerró los ojos y se dejó hacer cuando el mayor retiro un mechón de cabello de su rostro con su dedo.

-Entonces creo que también sé que se siente, mi pequeño…

Jonghyun se acercó más y junto sus narices, tenía que dormir así como el menor, que estaba placida y profundamente quizá en el quinto sueño. Pronto cerró sus ojos, y el temor de perderle, no fue más grande que la alegría de tenerle.


Algo se aferraba a su torso y estaba impidiendo su caída. Estaba muy enojado en ese momento con quien fuera que le hubiese salvado, tal vez era uno de los aldeanos y entonces, se encontraba perdido porque de ellos nadie lo salvaría. La lapidarían o lo quemarían, tal vez las dos o tal vez más.

Fue girado y sus ojos vieron algo que hizo que el antojo que tenia de lanzarse desapareciera. El rostro de la persona frente a él lo conocía perfectamente, nunca habían cruzado palabras, pero desde hacía mucho tiempo que le había notado en el cielo. Quería hablare, pero el miedo de que el joven hermoso también lo rechazase le aterraba, aún más que cualquier muchedumbre furiosa.

Dos grandes pozos negros se le antojaron preciosos. Sin decir palabra, quien le sostenía aun, lo estrujo fuerte contra su pecho en un abrazo, que correspondió sin chistar.

-Hikari...-pronuncio el nombre del joven en un susurro.

Desde el cielo le había visto, y una vez cayo en cuenta de lo que aquella persona deseaba hacer, no le importaron los motivos que el joven tenía para hacerlos. De ser necesario, dedicaría cada gota de luz a cambiar esos motivos para morir, por unos para vivir, así como lo había hecho el.

Su luz estuvo a punto de apagarse cuando, después del último paso, el joven llamado Hikari, despego sus pies del suelo de la montaña y caía, cosa que logro detener al segundo de que pasara.

Cuando sus ojos se encontraron, supo que, desde siempre, aquel delgado cuerpo entre sus brazos había deseado verle, lo hizo todo el tiempo, sin que él pudiese darse cuenta.

Hikari logro sorprenderse aún más al escuchar un nombre que nadie más que él conocía. La lluvia comenzaba a detenerse, y sus lágrimas le siguieron a esta. Se preguntaba cómo era que, si hacía nada más unos pocos segundos que él se encontraba en el cielo, en ese instante lo estuviese abrazando, ahí, con los pies sobre la tierra áspera de la montaña.

-¿C-Co-Como sabes que ese es mi nombre?

Titubeo al preguntar, y se golpeó mentalmente porque esa no era la pregunta que quería plantear.

De quien aún el nombre no había sido mencionado, deshizo el abrazo y se alejó dos pasos, para después sonreír, y sus ojos brillaron, como si dos pequeñas estrellas brillaran convertidas en dos puntos blancos en sus ojos negros.

- Porque te conozco, por supuesto, pequeño.

-¿Cómo te llamas?

-Kakitsune-. Respondió la estrella, porque si, lo era, una estrella.

*~**~***~**~*

~****~

Los días estaban pasando con extrema rapidez. Las horas, como minutos y segundos, volaban. Por las noches le veía, a su estrella, se dormía acunado en sus brazos y no notaba como, con sigilo, salía por el balcón para volver al cielo, donde la claridad amenazaba con volver celeste al azul.

El culpable de la muerte de sus padres fue encontrado, encarcelado y enjuiciado. Pareció distante durante el juicio, no el criminal, sino Kibum. Nada de eso le satisfacía, la justicia mundana era tan inútil, para algunos era un alivio, para era solo atormentar su mente durante unos días con los desagradables recuerdos. El juez, el jurado, los que llegaban a mirar, los pocos familiares que pudieron presentarse, alguno de los oficiales, ¿iba alguno de ellos, luego de encarcelar durante algunos años a ese tipo, devolverle algo de lo que le fue arrebatado? La respuesta siempre fue no. El culpable, un desequilibrado mental, joven, estudiante de su misma universidad, con varios registros en su historial; tenía una obsesión con él, le había mirado de lejos durante un tiempo y por fin se decidió a actuar.

Durante todo ese tiempo que había trascurrido, casi dos meses, esa fue la única noche en que necesito más abrazos de los que pedía normalmente, sentía que sin el caería. Sinceramente no sabía cómo agradecer tanto cariño, tanto que el amor de sus padres se estaba quedando corto y en el olvido.

Kibum cambio su carrera de astrología por historia y mitología. El pasado, parecía enfrascado en entenderlo a como diese lugar, incluso si su historia no estaba escrita en los libros que debía estudiar. Los libros le decían los sucesos trascendentales que formaron el futuro actual, y Jonghyun le contaba historias de como surgió todo, incluso antes de existir el tiempo. Le fascinaba conocer lo que les impartían a las estrellas para formarlas en conocimientos. Escuchaba de sus antiguos padres, de los que conoció como suyos, de la noche en que nació, de Astrea y de su desagradable pero necesario trabajo, también de las Nornas (pasado, presente y futuro), y de sus desolados años de espera por una persona a la cual proteger.

Sentía que, al mirar al cielo, a cada estrella viva y muerta que había dejado su luz, todo le llevaba al pasado, porque solo las estrellas recordarían siempre lo que ven y lo que viven. Porque las estrellas jamás olvidarían la noche en que, en medio de un solitario bosque, a manos de un vil hombre y de su arma, dejaron su último aliento dos amantes al intentar proteger su amor. O la noche en el Peter prometió a Wendy volver y Wendy prometió a Peter no crecer, así como también la noche en que Peter, esperanzado y sin saber que había dejado pasar más de diez primaveras, llego en busca de Wendy, y al final, la promesa no se pudo cumplir para el niño que nunca creció. O aquella noche en que los dioses de la noche liberarían su furia contra la tierra y sus habitantes, las estrellas siempre recordarían las muertes, los cuerpos sin vida, la increíble cantidad de sangre, las despedidas, la culpa, las lágrimas y los brillos que se desvanecieron. Por supuesto, Kibum no sabría acerca de este último recuerdo hasta muy pronto.

-¿Por qué las estrellas pueden recordar todo eso?

-No sé, no sé. Las pocas que conozco, porque siempre me mantuve en silencio, recuerdan sobre sus vidas pasadas. Pero, supongo que, esta es mi primera vida, así que, estos recuerdos…duraran por siempre.

-Jonghyun, ¿Si sabes que algún día yo me iré?

Los ojos negros se volvieron símbolo de sorpresa, Kibum casi podía ver el espacio reflejado en ellos, como si todas las estrellas pudiesen estar guardadas ahí. Contuvo el llanto y una sonrisa torcida apareció en sus labios. De lejos, escondido en el oscuro manto de una noche sin luna, fue como te mire al principio. Y no podía creérmelo, que al final, los brillantes ojos me miraban también.

-Por eso, pienso recordarte como el único ser al que soy capaz de amar.

¿Quién diría, que, además de dos personas, podría encontrar a alguien que le hablase de amor a pesar de todo lo malo que escondía? Tal vez las estrellas, con tantos pasados y recuerdos, eran capaces de aceptar mejor.

~*****~

Minho y Suzy  habíase encontrado muy poco. Las sonrisas y abrazos decían que todo estaba bien y la búsqueda de la verdad detrás de las mentiras de la diosa, de la falta de memoria de Kakitsune y la inmortalidad de su amada parecía solo una excusa para estar juntos. Sus manos se tocaron más sus labios no se besaron, como si temieran a ese amor que una vez fue tan fiero y valiente que los llevo casi a la destrucción. Como si, al permitirse ser felices, todo fuese a desvanecerse y la tragedia vendría a ellos nuevamente.

La estrella murió al dar su luz para salvar a Suzy, y ella sabía que podría perderlo una vez más. Él ya le había dado suficiente.

-¿No has encontrado nada aun?

-No…Nadie habla, nadie dice nada. Creo que no lo saben, o no quieren hablar de ellos. Aquellos días, debieron haber sido duros para todos.

-Es un alivio que no estuviese para verlo. Fue… -. Ella frunció el ceño, como su buscase una palabra.-…insufrible de ver.

-Yo, aun no entiendo nada, pero, quiero hacerlo.

-Han pasado muchos años, y yo no he tenido intención de descubrirlo. Te he dicho que vayas con Taemin, el bibliotecario.

-¿Ese también es inmortal ahora?

-Existieron más personas enamoradas de estrellas involucradas en este asunto de las que puedes imaginarte.- Dijo con un deje de nostalgia-. Lux es su estrella, de una u otra forma, ellos dos terminaron juntos. El punto es, que ese inmortal de ojos azules, puede decirte como sucedió todo.

-La última persona del mundo antiguo humano…es sorprendente que pudiese entregar su corazón a una estrella cuando no podía tener sentimientos.

Suzy rió ante su irónico comentario. Tenía razón en ello. Tomo un papel y con tinta negra y un pincel escribió rápidamente las indicaciones para encontrar al aludido, quien en ese momento se encontraba escapando de su estrella.

-Ya tienen algo en común ustedes dos, ¿vez? Se supone que ninguno debió haber desarrollado sentimientos, y aquí están, de nuevo. El humano y la estrella, los dos inmortales, sin sentimientos, ambos enamorados. Ahora, estrella de corazón de piedra, ve a por tu verdad.- Hablo la chica cual Quijote.

El rio, ella también tenía razón. Sus sentimientos…ella los despertó.

~****~

En cuanto a Taemin y a la estrella de ojos grises, Jinki, el inmortal procuraba mantenerlo lejos, sonriendo al alejarse mientras las pequeñas lágrimas empapaban sus mejillas. La capa desaparecía en las esquinas, en los callejones oscuros y la estrella siempre volvía todas las noches. ¿Por qué no podía quedarse en el seguro cielo? Él podría mirarle brillar cada noche y amarle desde lejos, donde su mente estaría tranquila y no temiendo que la mano le soltara de nuevo.

Y ahí estaba, corriendo lejos, con las piernas cansadas y como si las ganas de sostenerle un momento para saber que era real no le estuviesen matando la voluntad de correr. Pero no cedería.

-¿Por qué te empeñas en sufrir?

-¿Por qué sigues pensando en ti como mi sufrimiento?-. Pregunto su voz de cerca, asustándolo. Taemin dio un respingo, deteniéndose, y él le robo un beso de sus labios, fugaz como la estrella, para luego ir al cielo, acatando la orden. Solo por esa vez.

 

~**~~***~~**~

Pensativo, pateo la piedra lejos y se despidió de su acompañante de todo el camino a casa. Saco sus manos de sus bolsillos y retiro la capucha que cubría el cabello y parte de su rostro. Frente a él, una gran estructura de apariencia rustica se alzaba imponente detrás de grandes muros adornados con una especie de estatuillas de guerreros. Una gran casa moderna de unos cuatro pisos a simple vista. Una gigantesca casa tradicional milenaria más allá de eso.

Las llaves se escucharon rompiendo el silencio sepulcral, y en el momento que termino de cruzar el jardín, la delgada figura de un joven peliblanco de ojos escarchados se asomó por la puerta para luego dejarse ver por completo.

Una sonrisa surco los labios de Taemin al ver a Lu Han, dicha sonrisa se ensancho más cuando la puerta termino de abrirse y pudo divisar a la chica a su lado, Boa, de cabello blanquecino con rastros de azul y rosa pálido, de ojos igual de escarchados que los del chico. La sorpresa se reflejó  en el trio de ojos claros.

Corrió hacia ellos en un impulso. Una parte de su pasado, de su vida, no había muerto. Ellos y su estrella representaban lo único humano que quedaba en él.

-¿Dónde? ¿Dónde han estado tanto tiempo?

Antes de que alguno de ellos pudiese responderle se escuchó una voz desde dentro de la casa.

-¡Adentro! La luna comienza a aparecer y no podemos darnos el lujo de permitir que cuente a alguien sobre esto.

Una vez dentro, las túnicas aparecieron de nuevo sobre sus cuerpos. Taemin tomo la mano de ambos, a sabiendas de la inseguridad y los nervios que el primer encuentro oficial producía.

Los inmortales eran un grupo totalmente oculto de los ojos de mundo mortal e inmortal en el cielo.

-Para empezar, podrían narrarnos sus últimos recuerdos antes del suceso.- Les animo la chica de ojos verdes y brillantes.

Taemin oculto su pequeña sorpresa al encontrarla ahí. No recordaba haberla visto jamás entre su grupo. Entonces sonrió al verla. Taemin era un historiador. Era una persona del mundo antiguo, donde lo mortal se mezclaba con lo inmortal, donde cosas increíbles sucedían hasta que las reglas, las creencias impuestas y las comunidades destruyeron todo. Él podría leerte con solo una mirada, saber de tu vida, de las persona que se conectan a ti, con solo una mirada en el fondo de tus ojos. Entonces sintió tristeza, la historia de aquella inmortal, la historia de su infelicidad y años de tortura oculta, había comenzado el mismo día, por las mismas causas que la suya propia.

Ambos habían sido arrastrados a vivir en la eternidad en aquella masacre a la que algunos llamaron guerra.

-Algunos de ustedes pueden no saberlo, pero nosotros venimos de una larga dinastía de lobos albinos, al norte, muy al norte, donde el frio podría matar a cualquiera en simples horas. Tenemos dos formas, una humana y otra animal. Una noche, nosotros simplemente estábamos cumpliendo con algunos de nuestros ritos, y entonces todo ocurrió, varios rayos se escaparon violentamente de las auroras…-. Lu Han no pudo seguir con su relato. Los recuerdos estabas tan amontonados y desordenados que llego a confundirse por completo entre tantos. Aun no podía asimilar cuanto tiempo había transcurrido desde aquella vez.

Al ver que su hermano se trababa y ensimismaba en los recuerdos, Boa dio un paso hacia adelante reconfortándolo con una mano en su hombro.

-Eran rayos de poder provenientes de un lugar lejano a nuestro hogar.-Continuo ella.- El poder de los dioses había llegado desde muy lejos hasta nuestras tierras. Muchos murieron, y solo nosotros estamos aquí hoy. Corrimos a refugiarnos en las cuevas cerca de la cascada sin esperar que unos rayos nos golpearan y fue tal su poder que una avalancha derrumbo todo. Todo este tiempo hemos estado congelados. Hace algunos años despertamos, ¿Ustedes saben la historia completa, cierto? ¿Cómo fue que esto sucedió? ¿Por qué todos nosotros vivimos aun y no morimos por el poder?- Pidió respuestas.

Todos callaron y ellos dos se miraron casi con miedo de saber aquello, pero con igual deseo de saber lo que en realidad había sucedido.

Solo uno, el que conocía la historia con lujo de detalles, sonrió para sus adentros y fue hasta ellos. Los tomo de las manos, se encerró con ellos en una habitación amplia y adornada con muebles de la época de los 40’s. Los conoció en una época lejana en una situación ajena a aquella tragedia que por lo visto no todos podían recordar, así que, sería el, Taemin; quien les dijese todo.

Los dos; Boa y Lu, se miraron impactados y luego reemplazaron esa expresión de su rostro por una de resignación pero aun sin terminar de asimilarlo. Vivirían para siempre, su cuerpo se quedaría fuera del tiempo y por lo tanto, nunca envejecerían.

~*~***~*~

La estrella bajo despacio, con sigilo. Tal fue su precaución que ni la luna noto su partida del cielo nocturno. No necesito recorrer las calles esta vez para encontrarle, aquella gran casa se mantenía igual que hacía tres siglos. Igual cuidada, sí. Igual de habitada, no tanto.

De casi mil generaciones, solo una había logrado sobrevivir. El ultimo descendiente de los Lee se encontraba de pie en el patio central, mirando al cielo y dando caladas a un cigarrillo. Su mirada tenía un aire nostálgico y tranquilo y no daba señales de querer escapar de su presencia.

Llego a su lado sin que retrocediese un paso, alejándose.

-No sé tú, pero hay días en que me canso de todo esto – Susurró soltando el humo - ¿Cuántas están muertas y han dejado su luz por un amor que siempre es doloroso? Saber cosas como esa no hacen nuestra existencia más llevadera. – Siseo y luego suspiro – Han sido millones, Lux.

Que le llamase por su nombre de estrella le hizo saber que ahora le hablaba como en aquel entonces; como un amigo, alguien que lograba entender su tristeza.

-Al final termine amando cada uno de tus demonios.

Vio como resoplaba botando el humo por la nariz, se tambaleaba y le regalaba por un momento una mirada soslayada. Era como aquellas noches donde parecía que el viento podría llevarse su delgada figura muy lejos. Noches donde se sentía pesado su cuerpo y muy ligera su alma.

-Se suponía…- Tomo aire y le miro a los ojos. Su voz parecía acabarse y deshacerse al hablar, como si fuese a quedarse sin aliento.-, se suponía que no podía tener este tipo de sentimientos.

Dio un paso al frente y, al ver que no se oponía, dio otro y otro hasta estar tan cerca como para rodearlo con sus brazos. Entonces pareció solo la evanescencia de un Taemin cansado de huir del pasado y de quererlo tanto que a veces podría doler.

~*~***~*~

El camión partió una vez el ultimo articulo estuvo dentro. Y ahí se iban las pertenencias de sus padres, tan lejos donde con el tiempo él podría olvidar todas y cada una de ellas.

Al entrar a casa recordó las fotos que tenía guardadas y realmente deseo haber tendió una con su estrella. Pero Jonghyun no tenía idea de que existiese una cámara, o las fotos. Nada en general. Sonrió tontamente al imaginar su rostro cuando viese alguna.

Sería capaz de salirle con algo parecido a “¿Cómo has detenido el tiempo y puesto eso en un trozo de…? No tengo idea de que sea esta cosa”.

Había aprendido a cocinar y se había tomado el tiempo de preparar una sencilla cena que desde siempre había sido su favorita. Compro algunas golosinas que seguramente harían brillar los ojos negros y serían las culpables de que le hiciese un montón de preguntas. Jonghyun aún no sabía nada sobre comida y, aunque no la necesitaba para vivir, le gustaría mucho.

Hizo malabares turnándose mientras limpiaba y terminaba de arreglar el nuevo orden de los muebles, se veía más espaciosa y grande pero también sola y vacía. No tenía amigos que invitar a casa, jamás fue un maestro ni nada parecido en las relaciones y después de aquel incidente en casa, se le veía más retraído. Incluso esa forma tan llamativa de vestir había sufrido cambios.

Al caer la noche, todo era diferente. Podía reír, gritar y tener tanta confianza en sus acciones como quisiese. Ser dueño de sí mismo. Y aun así podía ser a veces un juguete del miedo. Porque sabía que si al salir el sol Jonghyun aún estaba durmiendo en su cama, todo terminaría para la estrella.

Subió todo a su habitación casi sin dejar espacio en la cama, metió el CD al reproductor y espero afuera un poco para cuando llegase. Los minutos pasaron volando mientras a él le parecían eternos. La estrella no llegaba y comenzaba a hacer frio allí.

Fue dentro dejando la puerta que daba acceso al balcón abierta. Miro hacia atrás antes de entrar y se quedó así unos segundos, como llamándole sin decir nada; pero no llego.

Y cuando entraba hubo algo que le detuvo, que le helo la sangre, que hizo que sus ojos brillasen más que antes.

“Incluso antes fui lo mismo, con nombres distintos que no conozco”. Una vivida sensación de unas manos que le tomaban las suyas le hizo estremecerse. “La noche esconde muchos secretos”. La calidez recorrió su cuerpo entero, abrumándole y segándole. “Un momento estas aquí y en un segundo desapareces; es lo que tenemos en común humanos y estrellas”. Veía recuerdos que no eran suyos, como una película que se reproducía y él estaba sentado en la última fila del fondo, viéndola a lo lejos; sintiéndola más que nadie. “Te veré mañana, o después. Te veré cuando todo se termine y seamos nada…”. En ese punto sintió como las manos le soltaban y una insufrible sensación de angustia se apoderaba de él. No la incesante preocupación que causa el amor amargamente no correspondido, sino aquella que producía la pérdida.

Todo ocurrió como en un abrir y cerrar de ojos. Un shock que no esperaba y que duro poco le dejo atontado un largo rato. Como pudo recobro la compostura y fue a para a su cama. Poco a poco todo dejo de dar vueltas sin control y los pensamientos volvieron a su lugar. Olvidando rápido, como en un abrir y cerrar de ojos, tan rápido como desaparece una estrella fugaz, la sensación amarga y a aquellas extrañas visiones que la producían.

Y mirando a todos lados, se encontró con muchas fotos regadas en las paredes. También con esas estrellas en el techo que con el tiempo dejaron de brillar en la oscuridad. En ninguna de las fotos podía encontrar rastros de jonghyun.

Era una suerte que las estrellas se hubiesen apagado, porque, mientras los días de soledad pasaban y no podía ver a su estrella, aquello solo hubiese sido un recuerdo de las cosas que había perdido.

Tal vez era causa de los momentos del pasado, algo que no recordaba con exactitud; que sonreía al pensar que había pasado gran parte de su niñez con la estrella. Tal vez eran las risas cómplices cuando alguno de sus padres iba a entrar y ver a un desconocido con su hijo. Quizá fueron las tonadas de piano que a Jjong se le ocurrían de repente. Tal vez eran sus preguntas estúpidas y lo mucho que siempre tenía que contar sobre la vida en cielo. Si, tal vez, solo estaba enamorado.

Esperando en su habitación no pudo evitar recordar las únicas palabras completas que recordaba de aquellos días.

~*Flash Back*~

-Son bonitas, ¿cierto? –Comento tomando la pequeña mano entre las suyas- Desde aquí son bastante menos brillantes y grandes y su luz parpadea. Se ven hermosas así, pero se tiene una existencia bastante solitaria; cada uno por su cuenta.

-Entonces puedes bajar y quedarte aquí siempre, no tienes que volver.

Ante la sugerencia le sonrió, revolviendo el cabello porque a veces él no era el único con ideas extrañas.

-Moriría si eso pasa. Desaparecería para siempre…

-¿Qué hay de la reencarnación?

-Cuando desapareces en la luz del sol es imposible volver jamás.

El niño callo ante la respuesta tan decepcionante. Se sumieron en un silencio peculiar. Parecía que en cualquiera momento alguno de los dos le diría al otro “Todo está bien”.

Kibum se acercó un poco más a él y paso como pudo su pequeño brazo sobre sus hombros, luego de un rato le revolvió su cabello como el siempre hacia. Jonghyun le miro extrañado pero de algún modo feliz.

-Supongo… -Suspiro en niño-, que tendremos que conformarnos con nuestro trocito de noche.

~*Fin Flash Back*~

En el presente las palabras parecían cobrar más fuerzas aun. -Solo un pedacito de noche, unas cuantas horas de tantas, por ahora son más que suficiente. Pero tal vez mañana o al día siguiente no lo sean.-Pensó.

Aquel pensamiento del pasado había logrado calmar un poco sus nervios hasta el punto en que ya podía pensar en la extraña situación de hacia un rato sin turbarse. Sin embargo, aún le preocupaba un tanto aquello.

Le rugió el estómago. Al parecer Jonghyun tardaría y sería mejor la espera sin estar hambriento.

~*~*~

Sería inútil hace la pregunta o tal vez intentar describir el lugar donde se encontraba nuestra tan aclamada estrella. El lugar de nacimiento de la diosa de la vida y la muerte, de lo que eres y lo que te convierte no es un lugar donde todos entren.

Arianrhod le miraba con autosuficiencia. La diosa siempre había tenido una apariencia solemne, pero esa noche era nada más y nada menos que un reflejo viviente de la benevolencia humana que algún día se había ido. Se reflejó en sus ojos la confianza rota y no pudo esperar nada sobre el motivo de aquel llamado repentino.

Busco a Astrea por todo el lugar, pero solo estaban ellos dos.

La diosa miraba a la tierra y el la miraba a ella en busca de respuestas.

-¿No se te hace conocido este lugar?

-No lo sé, es muy confusa la sensación de estar en este lugar.

Ella sonrió, no porque fuese gracioso, sino más como cuando una madre sonríe al notar que su hijo desconoce alguna cosa y se encuentra inseguro. Claro que ese no era un sentimiento que el conociese.

-Han pasado 385 años desde la última vez que estuviste aquí, Jonghyun.

El aludido no pudo evitar encogerse en su sitio, estaba simplemente flotando y eso se lo hizo más fácil. Ese lugar en el espacio contenía menos cantidad de estrellas, un poco más de oscuridad pero un cielo un tanto más claro…O seco y gris. Ella se encontraba en su trono y su arco la rodeaba.

-¿Cómo

-Escucha bien – Ordeno autoritaria – Te he mentido. Mis planes para evitar que tu camino se perdiese parece no dar resultado. Lo siento, pero tu jamás dormiste unos cuantos años, unos pocos. Has dormido unos 385 años terrestres como una estrella apagada. – Su extrema honestidad le hacía sentirse culpable sin haber hecho nada.

Sabía lo que eso significaba y realmente estaba aterrador. Dormir, para las estrellas es como simplemente estar inconsciente durante mucho tiempo en una camilla de hospital, nada más que eso. En cambio, vivir como una estrella apagada, era como estar en estado de coma.

-¿Años terrestres ha dicho?

-Sí, Jonghyun, el equivalente a casi mil trecientos años aquí en el cielo para una estrella. 1276 con exactitud – Ella suspiro sin rastro de arrepentimiento por haber ocultado eso tan importante – Escucha, estas aquí otra vez, y eso sucedió porque el mismo amor que te hizo surgir como estrella una vez volvió a hacerlo de nuevo. Luego de muchos años. Tu caso ha sido, por demás, uno de los más extraños. Hubo algo en tu viejo pasado, en aquellos días que no recuerdas sobre tu vida anterior, que hizo que restos de vida quedaran dentro de ti y no te apagases por completo. Eso te salvo, por muy increíble que sea para mí.

Asintió sin querer responder nada. Ni siquiera podía asimilar ninguna palabras.

-¿Sabes? He estado en el mundo desde el principio de los tiempos. He visto morir y nacer. Los humanos no se merecen algo más desprecio y lo han demostrado con sus acciones en reiteradas ocasiones. Se dejaron llevar y se perdieron, tú mismo lo has visto miles de veces… Pero no puedo pedirte que me digas algo. No puedo pedirte que no bajes esta noche ahí con ese astromano y que no creas en que ese amor existe. Tampoco te exijo que recuerdes todo. Solo quiero aconsejarte, porque te compadezco mucho a ti, querido; así que por favor rompe tus hilos.

Entonces todo desapareció, como devorado mágicamente por un agujero negro en cuestión de un instante.

-Así que más de trescientos años durmiendo como estrella apagada. Ahora todas esas frases, los flashes de luces con memorias que no me pertenecen tienen sentido. Hay cosas que no puedo explicar y que quiero preguntar, pero por ahora ella no querrá responderme. Aceptar que mintió ha sido mucho ya para alguien como Arianrhod.-

Y ella tenía razón, nada impediría que bajase a la tierra.

~*~**~*~

-Siento la demora…

Un frio aliento estremeció su cuerpo suavemente mientras se dejaba sostener por unos fuertes brazos pálidos y brillantes. Él le miraba con esa sonrisa pequeña que pocas veces mostraba y los ojos tal vez un poco menos negros que hacia una simple noche. Sabía que la pregunta “¿Estas bien?”, sobraba y que algo haba ocurrido. Pero si fuese algo que le involucrase, entonces Jonghyun no hubiese tardado en decirlo todo de una forma tan rápida que no podría entender nada.

Pero no pudo dudar en dejar todo eso de lado cuando una exclamación por parte de su fantástico acompañante le hizo reír escandalosamente.

-¡Wo! ¿Cómo es que todas esas personas caben en una caja tan pequeña?

-Es una televisión…

-¿Eh?

Y así fue como el tema surgió. ¿Qué es una peluca? “P-E-L-I-C-U-L-A” ¿Qué es un programa? ¿Qué es una maraca? “No es maraca, es cámara.” “De todos modos no sé qué demonios es”. Al final pudo hacer entender. La película ya iba por la más de la mitad, casi al final, y la comida ya había desaparecido para cuando eso sucedió.

-Esto, yo lo sé, lo sé. Esas palabras, las leí. ¡No lo recuerdo mucho! – Gruño frustrado – Había un chico que leía con la ventana abierta, tenía una pequeña cosa que alumbraba y un montón de papeles en sus manos de forma ordenada y junta. Era extraño pero muy interesante.

-Era un libro. Son muchas hojas de papel, es cierto. Los libros como ese cuentan historias que se escriben ahí, eso son libros.

-Bueno, haces bien en usar un término en plural, son seis historias en una sola. – Señalo con una mueca - ¡Oh, esa es la parte donde…!

-¡No lo digas! – Le riño – Me arruinaras la película.

La estrella obedeció y escucho y observo en silencio como la chica de cabello corto pronunciaba las palabras que tanto le habían gustado aquella noche junto al chico que no podía verle. La mujer explicaba como los sucesos del pasado se conectan con el presente de forma inevitable, como las acciones de una sola persona pueden cambiar al menos un aspecto de la historia y, que el amor y el odio así como otras fuerzas de gran poder tenían lugar mucho antes de nosotros y sobrevivían mucho después. Era inevitable que aquello no recordase lo de sus años durmiendo y el pasado que no recordaba. Porque lo había, lo había seguro. Y dolía.

Ellos terminaron de verla pronto, sin poder evitar secar alguna que otra lagrima. Aquella había sido, por mucho, una historia conmovedora y apasionante sobre lo que el pasado, presente y el futuro significaban.

Kibum apago la tv tallándose los ojos pero sin querer dormir aun. Aquello del  pedacito de noche le había hecho pensar que a noche realmente era corta y que las horas eran pocas.

-Kibum, ¿alguna vez has pensado que paso antes de que hubiese posibilidades de que viviésemos? Es decir, antes de que tus padres hubiesen nacido y que tu ni siquiera estuvieses en el plan de las nornas.

-¿Nornas?

-Tejen el destino…Ellas son el presente, el futuro y el pasado. Son tres y una sola.

-Pues no puedo saberlo.

-Eso creí.

El menor, al ver la expresión resignada en su rostro, no tuvo otro remedio para animarle que buscar una respuesta más completa y honesta. Una que siempre estaba en su mente…

Y eso fue todo lo que necesito para hacerlo sonreír.

Nos leemos~

PD: La película y libro mencionados se llaman "Cloud Atlas" (atlas de las nubes) Se los recomiendo~