—Déjame salir, ¿¡estás loco!?... ¿Dime por qué haces esto? — gritaba mientras azotaba con todas sus fuerzas aquellas puertas que impedían la salida. Las que estaba seguro no cruzaría en mucho tiempo –. Por favor déjame ir – suplicaba mientras las lágrimas se hacían notar en mis ojos.

— ¡No entiendes!... Carajo, lo hago por tu bien Taemin. Por nosotros… Te pido que me comprendas. Lo que menos quiero es lastimarte – decía el chico con grandes ojos tratando de que el pequeño lo comprendiera sus razones.
— No, no entiendo nada… Solo déjame ir por favor – imploraba por su libertad.

— ¡No puedo!... No dejare que te alejes de mí, no lo permitiré. Ahora solo eres mío y de nadie mas – Repetía el alto, jadeando ligeramente por la frustración que sentía en ese momento.

Ellos habían sido novios no hacía más de un mes. Sin embargo los celos del pelinegro acabaron rápidamente con la paciencia del menor. Quien no aguanto ni una escena más por parte del alto. El pequeño siempre había mantenido el margen. Nunca en su vida sería capaz de engañar a su amado Minho. Sin embargo su novio no le tenía toda la confianza que le debería tener a su pareja.

El más joven era bailarín, se dedicaba a enseñar coreografías. Lo que implicaba estar rodeado de muchas personas con las que el practicaba sus rutinas. Cosa que al pelinegro no le agradaba ni en lo más mínimo. La paciencia del menor termino cuando su amado le pidió que dejara de hacer lo que le apasionaba; el baile. Una fuerte discusión termino con su relación en un abrir y cerrar de ojos. El más joven aun sentía algo por el alto, no obstante, no soportaba sus constantes ataques de celos a cualquier contacto que tuviera este con cualquier persona ajena a él.

No supo de Minho durante 2 largas semanas. No podía negar que todo lo que ocurrió le dolía de sobremanera. Pero estaba decidido a olvidarlo y seguir con su vida. Nunca se esperó que el despechado chico hiciera lo que hizo. Al final de todo no estaba tan bien de la cabeza.

—Minho, yo aún te amo. Pero esta no es la forma de arreglar las cosas. Ábreme y hablaremos – el rubio trataba de negociar con su secuestrador quien solo azotaba su cabeza contra la pared en desesperación.

—Si me amas ¿por qué me dejaste? – lanzo un puñetazo al duro concreto. Su amor y los enfermizos celos que sentía cada vez que alguien se le acercaba al pequeño lo habían segado por completo y lo habían convertido en eso que era ahora.

—Solo necesitaba pensarlo. Necesitaba tiempo – el menor con lágrimas en los ojos trataba de hacerle a entender a su ex amado, que lo que hacía no era lo mejor.

—No hablare ahora contigo, tengo que irme. Trata de dormir, por ahora no saldrás. Lo siento – limpio las lágrimas de sus ojos y jadeo de coraje. Después se retiró sin esperar la respuesta del rubio.

—No te vallas. Joder, ¡Minho! ¡No me dejes aquí! – callo cuando se dio cuenta que se encontraba solo. Se sentó el frio piso y con sus rodillas cubrió su cara. Estaba tan confundido y enojado. No sabía cómo reaccionar. Sin embargo mares de lágrimas comenzaron a salir sin previo aviso.

El rubio concilio el sueño después de haber llorado durante más de 3 horas. Estaba cansado y hambriento, no tuvo otra opción y cayó rendido.
El alto entro a su casa, donde tenía como rehén a su amado. Él sentía que todo lo que hacía estaba bien, ya que según pensaba lo hacía en nombre del amor que le tenía. Estaba convencido que nadie le quitaría a su pequeño.
Nadie.

El chico de ojos grandes entro a la habitación donde se encontraba el chiquillo. Deseaba tanto estar cerca de él, pero tenía miedo que este no lo odiase. Lo levanto del piso donde quedo profundamente dormido media hora antes y lo recostó en la cama que se encontraba a un costado. Con mucho cuidado lo recostó y se sentó a su lado contemplando sus sueños.

—Entiende, amor. Entiéndeme yo te amo y no sé qué aria sin ti – le susurraba acercándose para rozar sus labios con los de su pequeño amado. A quien estaba seguro amaba con todas sus fuerzas.

—Si me amas déjame ir – respondió el chico con voz débil, se encontraba mal tanto física como emocionalmente. No tenía fuerzas, las lágrimas que hace unos minutos descargó le habían arrebatado la poca fuerza que aún le quedaba.

El pelinegro se levantó de la cama y no lo quiso ver a los ojos. Simplemente no quería que su mirada lo debilitara; siempre había sido su debilidad. Con tan solo una mirada del rubio, el alto accedía a sus peticiones por más absurdas que estas fuesen. Alejándose del débil chico salió del cuarto y lo volvió a encerrar esperando a que descansará y que se resignará a que no podría salir más. Al menos mientras el viviera no lo dejaría ir.

La noche paso muy lenta para el pequeño quien se sentía muy debilitado a causa de no haber probado bocado desde mucho tiempo atrás. Escucho la puerta abrirse y de inmediato vio al pelinegro en el umbral de la puerta con el desayuno en la mano. Este solo la puso en piso al darse cuenta que el rubio ya no se encontraba descansando. Tenía la esperanza de contemplar sus sueños antes de irse a trabajar.

—Espera, no te vayas… Espera – esta última palabra la dijo con resignación ya que podía escuchar los pasos del pelinegro alejase rápidamente. No se hizo esperar y comenzó a comer de una manera atascada. Moría de hambre; cierto era que tenía que comer aunque no tuviera todas las ganas de hacerlo.

Al terminar su desayuno de nuevo comenzó a llorar de frustración e impotencia. Recordaba los momentos felices que había pasado junto a Minho. Antes de que este enloqueciera; literalmente. Se volvía quedar dormido, no tenía más opción. Simplemente deseaba que su amado volviera a ser la persona de quien se enamoró ciegamente. Aquel a quien no le tenía miedo; aquel Minho que lo comprendía; al verdadera Minho.

Los días pasaron y la rutina siempre era la misma. El alto siempre le dejaba el almuerzo a una hora; antes de irse a trabajar. Y por último le llevaba la cena. En veces entraba a la habitación del rubio a contemplar sus sueños y a que sus manos tuvieran contacto con esa piel tersa que lo volvía aún más loco.

—Te amo, Taemin – le dio un beso en la frente y se dispuso a salir del cuarto. Con ganas de hacerlo suyo y que este le correspondiera. Sabía que era imposible, así que solo se conformaba con tenerlo cerca y rozar sus labios de vez en cuando mientras el pequeño dormía.

Todo lo que pasaba era prácticamente lo mismo cada día, el rubio se sumergía en sus pensamientos. Él pensaba en su situación y la meditaba una y otra vez. Aun quería a Minho; no lo negaba, no obstante, él creía que lo mejor para él era recibir ayuda profesional. Eso que hizo no lo hacían las personas normales, aunque amaran demasiado a su pareja. El alto tenía un amor enfermizo hacia el pequeño. Este se fue resignando y aunque aún quedaba algo de esperanza en él. Aún quedaba una pizca de esperanza, aun creía que su ex novio lo dejaría ir.

—Taemin ¿Estas despierto? – hizo su aparición el alto como todas las tardes lo hacía. Ya era casi un mes desde que había raptado al chiquillo. Se las ingenió para que nadie pensara que él lo había secuestrado y que nadie lo buscara.

—Si – mostro desanimo como siempre lo hacía. No podía estar feliz por más que lo deseara.

El chico de ojos grandes entro a la habitación donde se encontraba a su amado. Con una única intención; ya no aguantaba las ganas de que ese cuerpo le perteneciera. No quería esperar más, infinitas veces se detuvo ante el deseo que sentía. Otras ocasiones había sido capaz de conténtense. Eso se acabó aquella noche.

Se acercó primero lentamente hacia su rehén. Lo sostuvo y lo abrazo cálidamente. Comenzó a besar su cuello de una forma tierna y pausada, succionaba la tersa piel del pequeño sacándole ligeros jadeos que hacían que este se estremeciera de sobre manera.

—Minho, detente… no… - decía entre jadeados que aumentaban con el pasar de la lengua de su ex novio por su cuello.

—Solo por esta vez. Prometo no lastimarte – murmuraba el alto sin detener su acción.

Antes de que el rubio musitara otra palabra, el alto lo calló con un dulce beso, el cual se fue intensificando a medida que la lengua del pelinegro pedía permiso para recorrer la cavidad del pequeño. Quien accedió con facilidad dando paso al sinhueso del alto. Sus leguas danzaban y recorrían las cavidades ajenas por turnos y jugando al mismo tiempo. Lo que siguió era de imaginarse. Ambos se entregaron. La lujuria y la pasión fueron demasiado demandantes en ese momento.

—Más rápido Minho, hazme tuyo – decía en menor entre gemidos. El miembro del alto ya hacia acto de presencia dentro de las estrechas paredes del menor, que imploraba por recibir más placer haciendo que la deliciosa fricción que hacia el pene del pelinegro con la cavidad angosta del rubio aumentara y diera paso al placer puro en toda la extensión de la palabra. Ambos llegaron al orgasmo al mismo tiempo. Cayendo sobre la cama rendidos.

Minho nunca imagino que el chiquillo aceptaría acostarse con él. Llego a pensar que este lo odiaba, sin embargo se contradijo a él mismo cuando sintió que el pequeño cedía rotundamente a todo lo que el alto le hacía. Sin duda esa fue una de las mejores –si no es que la mejor – noches de su vida.
Morfeo los arrastro a su mundo después de haber terminado lo que tanto deseaba el alto. Siempre había soñado con ello, los sueños húmedos que presenciaba cada noche solo aumentaban el deseo rotundo que tenía hacia el menor.

A la mañana siguiente el pelinegro se despertó tallando sus ojos para ver con claridad. Ciertamente ya era de día. Esperaba encontrar al pequeño a quien ahora amaba más que nunca a su lado. Se llevó un gran sorpresa al percatarse que el ya no estaba. Tomo sus ropas y solo atino a ponerse sus pantalones, las manos le temblaban. No quería creer que su chiquillo lo había abandonado.

— ¡Taemin! ¿Dónde estás? ¡No me dejes! – gritaba con furia y despecho. Se sintió utilizado; sintió que el menor solo se acostó con él para tener una oportunidad de escapar. Se sentía tan estúpido e impotente. - No me dejes~ – se desplomo al susurrar por última vez aquellas palabras en medio de la cocina. Toda esa situación lo tenía la mar de estresado y debilitado.

El pelinegro abrió los ojos lentamente encontrándose con aquella figura esbelta que tanto amaba. De alguna forma creyó que todo se trataba de un sueño, un hermoso sueño donde su querido niño se quedaba con él y ante la oportunidad que tuvo para escaparse no la supo aprovechar para quedarse eternamente con él. Eso era lo que tanto había deseado desde el momento que se convirtió en su secuestrador.

— ¿T-Taemin? – musito en voz baja, ya que aún se encontraba débil al haberse desmayado repentinamente.

—Sí, Minho. Estoy aquí y nunca te dejare. Te amo – Rozo sus labios a los del pelinegro. El cual rogaba que todo se tratara de la realidad y que en verdad estuviera sucediendo. Que en verdad su Taemin se estaba quedando con él y correspondía a su amor enfermizo.

— ¿Esto es real? – cuestiono ante la posibilidad que fuera solo un sueño o producto de su maniática imaginación –. No me importa, sea o no un sueño yo también te amo, Minnie – termino su frase con un dulce beso depositado en los carnosos labios del rubio.

Efectivamente el pequeño Taemin se había resignado al amor que el alto le bridaba. Acostumbrándose y amándolo tal y como este era. Cuando tuvo el momento de escapar lo hizo, pero se dio cuenta que no podría vivir sin el amor de Minho, quien se había convertido en más que un simple novio psicópata. Durante días pensó y analizó su situación llegando a la conclusión el también sentía amor enfermizo hacia el alto. Su hermoso secuestrador.
FIN~