Pensé que me tendrías la confianza.

El corazón de Minho se hizo añicos. Claro, ¿Por qué no lo había pensado? A veces le costaba recordar que EunSook y él tenían el orgullo tan grande que podía ser demasiado para los dos.
Pero, ¿No había intentado él hablar con ella? Incluso cuando lograba acercarse mientras ella le decía a alguno de sus compañeros de universidad que se sentía mal, Minho intentaba darle alguna palabra de aliento, pero al final EunSook sólo sonreía y se marchaba.

Minho sólo intentaba ayudarla, y hacerla sentir mejor. Pero, ¿Cómo iba a saber que estaba tan mal? Si lo único que veía eran flashazos que ella le permitía observar. No le había contado nada, y eso a Minho también le hacía pensar que no le tenía confianza. Él había andado con la seguridad de que EunSook sabía que aunque él estuviera cayéndose a pedazos, siempre tendría la fuerza y el tiempo necesarios para escucharla. ¿O no lo sabías? ¿Me faltó decírtelo antes? Escuchar que no estás solo, que no eres el único que sufre, Minho quería que ella compartiera con él sus sentimientos.
Si EunSook le hubiera dicho cuánto le dolían los pies, hubiera corrido hasta ella con toallas y cremas para curarlos. Si EunSook le hubiese dicho cuánto le dolía el corazón, Minho hubiese ido a por un ungüento, en lugar de encajarle más alfileres. Si EunSook le hubiera dicho que quería llorar, Minho la habría abrazado contra su pecho para que liberara todas esas lágrimas que sólo la lastimaban más. Para eso quería estar él.

Pero ella no le había abierto el corazón, y Minho tenía miedo de hacerlo también. Habían quedado en un acuerdo tácito, y aunque había intentado cientos de veces decirle cara a cara cómo se sentía respecto a ellos, no sabía si EunSook lo tomaría como a un niñito de prescolar caprichoso… Porque ella tanto se quejaba de JungHee y él parecía estar comportándose igual. Y Minho tenía miedo. Miedo a perderla, aunque ahora todo estuviese yéndose al retrete.

JungHee la lastimaba, la hacía sentirse mal. Y Minho siempre procuraba secar sus lágrimas tristes y estar para ella. Realmente, y sólo porque EunSook se lo pedía, tenía que contenerse para evitar decirle a JungHee lo que pensaba de ella. La hería.

¿Y no estoy yo haciendo lo mismo?

Quizás… Muy en el fondo, sabía que era su culpa. Pero, ¿Qué podía hacer? Se había sentido olvidado, como si EunSook lentamente estuviera abandonándolo. Los ratos de ocio son los peores amigos. Más ponzoñosos que una víbora, hacían más daño con la cizaña que cualquier otra cosa.

Aquél intento por llamarla y hablar con ella había terminado muy mal. Se había malinterpretado muchas cosas. Y Minho se había sentido decepcionado. “Ella está huyendo”. Huyendo de él, de la situación, de lo que fuera. Pensaba que seguramente ella iba a pretender que no había pasado nada. Que no quería saber de él. Que estaba cansada de sus teatros.

Cuando aquella llamada se había cortado, sólo Taemin había estado ahí para escucharlo entre reprimidos sollozos. Se había aterrado ante la idea de que EunSook estuviera malinterpretando las cosas. De repente otra preocupación le había asaltado el corazón.

“Quizás piense que soy posesivo, que voy demasiado rápido en esto”.

—Piensas demasiado las cosas, hyung—Le había dicho el menor, palmeándole la espalda mientras los ojos de Minho luchaban por tragarse las lágrimas. Odiaba llorar. Odiaba sentir dolor. Odiaba saber que él era el único que complicaba más y más las cosas—. No creo que ella piense que eres posesivo, o quieras ir muy rápido. Esa es tu forma de ser, con todos. Con ella, con GwiBoon noona, conmigo. Te preocupas por todos, y quieres saber qué sucede. No quieres quedarte a un lado, eres cálido de corazón.

—Pero, ¿Y si ella piensa que quiero controlarla? Sólo quiero saber qué le sucede… Quiero saber si está bien, si puedo ayudarla en algo. Ella no me lo dice. ¿No quiere decírmelo? ¿La he hartado? ¿Soy demasiado empalagoso y entrometido?

—No creo que sea así.

Pero, ¿Y si lo era? GwiBoon también le había dicho que le daba muchas vueltas a todo. Ese era su principal problema. Sacaba conclusión tras conclusión, y lo peor era que siempre eran catastróficas. ¿Cómo iba a salir de esta dolorosa situación?
Era obvio que no quería perderla. La quería lo suficiente. Pero en ocasiones no estaba seguro de que fuera algo equivalente del otro lado.
A Minho le costaba decirles a las personas cuándo se encontraba mal, porque él también sabía que estas tenían sus propios problemas. Y aunque en un principio había encontrado un dulce hombro en el cual apoyarse, no sabía cuándo había cambiado la situación.

Cuando tú tampoco me dijiste nada…

A veces, él también odiaba ser el menor. Quería pensar que actuaba de forma racional en medida de lo que podía, pero en ocasiones como esta, se sentía como un mocoso berrinchudo, y actuaba como tal. Odiaba creerse tan maduro, y resultar siendo tan infantil.

— ¿Qué voy a hacer? Dios mío… Empecé mal, no quiero que termine así. No quiero.

Había enviado aquél mensaje como un último grito desesperado por conseguir una palabra. “¿No te importo?”.

Porque a mí sí me importas. Dormir ha sido como un deseo que no se puede conceder. Mandar la coherencia al diablo, y hacerlo todo mal porque no puedo dejar en lo que nos está ocurriendo. Me duele el corazón. Saber que estoy mal. Odio estar mal. Y eso hace que duela más. Odio que tú estés mal. Me hace sentir impotente, inútil. Como si mi presencia de nada sirviera. Como si no fuera suficiente para animarte un poco. Sólo quiero que sepas, que yo siempre estuve ahí. Que sólo faltó coraje para acercarme o confianza para que te acercaras.

¿Había sido Minho? ¿Había sido EunSook? Él apuntaba más a que habían sido ambos. Habían tenido tanta comunicación, ¿Por qué sus inseguridades ahora afloraban con mayor fuerza ahora que no las necesitaba? ¿No las había dejado enterradas en algún sitio de su oscuro pasado?

¿Iba a costar mucho volver a tenerla? ¿Iba a costar mucho recuperarla? A ella. Quería que volvieran a ser los mismos. Que EunSook volviera a sonreírle como lo hacía, y que le dijera cuanto quisiera, que le contara incluso que había visto a un gato negro por la calle. Pero que nunca volviera a alejarse. Si aquella semana había sido dura, no sabía si otra más resultara soportable. No quería vivir su vida. No quería que EunSook viviera la de él. No quería cambiar nada de ella. Porque así la había conocido, y así la quería intensamente. Sólo le pedía… Que compartiera su vida con él. Que le permitiera estar para festejar sus logros, consolarla en sus tristezas, y animarla en sus depresiones. Quería sentirse… útil.

¿Y qué tenía EunSook para responderle? Él había dado una respuesta. Pero no se trataba de él. No se trataba de que Minho tuviera la última palabra. Porque en una relación, de cualquier tipo, existían dos personas. Y la ultima palabra se jugaba entre ambos. Entre EunSook y Minho.