¿Qué pasaría si el camino que eliges te lleva a donde jamás te habías imaginado?

PRÓLOGO

Siempre he sido una persona curiosa. Quizás demasiado curiosa. No puedo evitarlo, ¡Está en mi ADN! Y aunque la gente a mi alrededor solía decir que mi gatuna curiosidad nunca me llevaría a ningún lado, les demostré que sí podía, y que incluso me traería a otro continente.
¡No es que me crea la todopoderosa! Pero he aprendido algo a lo largo de mi vida: Si quieres algo, no veas los obstáculos, sólo corre y lucha hasta conseguirlo con los ojos vendados. Y si caes… Levántate, quítate el polvo y vuelve al ruedo. La meta nunca se mueve, nosotros alargamos el camino.
Pero no es momento de que me ponga tan filosófica. Si estás leyendo esto es porque quieres hechos y no un soberano sermón acerca de cómo ganarte el cielo.

¿Mi nombre? ¿Mi edad? ¿Mi nacionalidad? ¿Mis datos médicos? ¿Son demasiado importantes? Para contar una historia, sólo necesitamos una fecha y un lugar. Lo demás son ramas que necesitan cortarse y arrojar a la basura. Porque decir mis datos como si de una entrevista de trabajo se tratara, sólo ocasionaría que te aburrieras. Sinceramente… No es de mí de quién quieres saber.
Sino de ellos.

SHINee.
Ese grupo de cinco chicos flor de los que estás perdidamente enamorada. Aquellos que brillan aunque estén en fachas y no haya ningún reflector sobre ellos.

Por un lado, tenemos al magnifico líder. Ese chico lindo, de alargados ojos rasgados, rostro ovalado y delicadamente perfilado. Con irises tan oscuras que no puedes definir el límite con sus pupilas, aunque le estés mirando muy de cerca a los ojos. 1.77 metros de estatura. Complexión delgada. Piel pulida. Cejas pobladas e increíblemente gruesas.
Pero Onew es más que eso. Onew es Lee Jin Ki. Jin Ki es más que un rostro bonito, una voz angelical y un humor fresco y jovial. Onew es comprensión, es cariño, es trabajo duro, es esfuerzo, es talento y creatividad. Es dar y recibir. Es amor y paz. Es ternura y distracción. Es todo lo que alguna persona querría tener. Lo que a mí me gustaría tener. Es primavera en otoño. Es azúcar pura.
Lee Jin Ki es mar de agua dulce.

Si tuviéramos que ir en orden por edades… Creo que debería continuar con Jonghyun. Al que, si estuviéramos en mi país, podría definir con la palabra “cabrón”. En todo el buen sentido, quiero aclarar. Si hablamos de sus rasgos físicos en general… No es muy diferente a Onew. Pero, ¡hey! Creo que ya sé por qué dicen que todos los asiáticos son iguales. No encontramos otras maneras de describirlos: Piel blanca, cabello negro, ojos rasgados. Y ahí construimos estereotipos que hacen que la gente diga… que todos son chinos y que se parecen entre sí. Pero no voy a hablar sobre mi trauma de hacer una corrección escandalosa cada vez que insinúan que los asiáticos son todos iguales. Arg… es un fastidio, creo que ustedes me entienden a la perfección, así que no hace falta explicarles mi sentido sentir. Ok, sí, así hablo yo. Bueno, mejor dicho: Así escribo yo.

Volviendo a Jonghyun, puedo resaltar sus juguetones ojos negros, y la manera curiosa en que se rizan en el lagrimal. Cuando lo vi por primera vez, dije “Wow, ¿Qué es esto? ¿Le trasplantaron los ojos de un cachorro o algo así?”. ¿Quéeee? Soy sincera. Eso fue lo que pensé de verdad. Siempre digo la verdad.
Y la verdad es: que Jonghyun tampoco es muy alto. Aunque sí más que yo, y no sé por qué se me viene a la mente esa frase… “el burro hablando de orejas”… Dios sabrá. Y que se note mi tono irónico.

Y siguiendo del más viejo al más joven, tenemos a KiBum. ¿Cuál es esa palabra que todo el mundo suele vincular con él? ¡Ah, sí! Mamá. Omma. Omma Key. No puede haber otro apelativo que mejor le quede. Ustedes ya deben saberlo, pero Omma en verdad hace bien su trabajo. Me mima demasiado, ¿Es eso legal?
Ya sé, no debería presumirles, pero… Ok, seré niña buena y no presumiré.
Sólo puedo decir, que sus rasgos felinos son más hermosos en persona que a través de una pantalla de televisión o un frío monitor. Los pómulos altos, los ojos atigrados, los rasgos afilados… La primera vez que alguien lo ve, de verdad puede pensar que es una especie de flor exótica. KiBum es como un pedacito de verano en el Polo Norte.

Y ahora tenemos a Taemin. SÍ. Taemin. ¿Y qué puedo decir de él? ¿De qué manera explicarles que él es el mejor amigo que una chica podría tener? Aún si volviese a nacer, pediría que siguiese siendo mi mejor amigo en este mundo. Puede parecer un poco tímido y a veces callado frente a una cámara… Pues, déjenme decirles… Cuando se apagan los reflectores, los camarógrafos se van y no hay paparazzi alguno, ¡No lo es!
Y les aseguro: Que su esbelto cuerpo, y su ovaladita cara angelical no coinciden con su fuerza y carácter a la hora de molestar a sus hyungs. O de tomar venganza por algo que le hayan hecho. Síp. Ese es Taemin.
Cuando lo veo, puedo comparar su temperamento con el de un pequeño cachorro chihuahua. Frágil y tierno por fuera, lo ves y dirías que no rompe ni un plato. Pero la verdad, es que destroza la vajilla completa.
Somos demasiado parecidos muy en el fondo, y no cambiaría absolutamente nada de lo que hay entre nosotros dos.

Y no. No cometí ni un solo error. Bueno, sí, pero a propósito. Estoy de acuerdo en que iba en orden por edades… Pero he decidido dejar a lo último a un ogro… Quiero decir, a un chico en especial. ¿Hace falta mencionar su nombre? ¿De verdad necesitan leerlo? Me alegro que no.

Pues… ése… No puedo comprender cómo es que alguien puede ser tan… irritante. Dejando de lado sus atractivos ojos, grandes y oscuros, su nariz perfecta y aristocrática, sus pómulos altos, sus cejas de ensueño, sus labios de cereza y su quijada de dios griego, su increíble estatura y… Ok, basta. Como sea.
Ese chico tiene algo contra mí. No me quiere aquí, y lo acepto. Pero, ¿Por qué no puede limitarse a ser educado? ¿Tiene que darse media vuelta e ignorarme como si fuese un saco de papas? ¿Qué le he hecho yo en la vida? No le caigo bien, lo acepto, no soy ninguna monedita de oro para caerle bien a todos… Y es que suelo ser muy bocazas, algo escandalosa, parlanchina, irrevente, impertinente... En fin. Pero de ahí, a que me odie como me odia…

Puede que él sea todo lo guapo que dicen sus fans, puede que él sea todo lo lindo que dicen sus noonas… ¡Esas molestas noonas de las que tanto habla!; puede que sea amable y caballeroso con sus dongsengs… Aquellas que le caen bien; y puede que parezca lo contrario… ¡NO ME GUSTA!
Choi Minho y yo somos como el agua y el aceite, si estamos juntos, no nos aguantamos el uno al otro. Es un ciclo vital en el que… Lejos estamos mejor.

Y punto final. Esa fue mi presentación personal acerca de SHINee.
Deséenme suerte, porque sinceramente, la necesitaré para no enloquecer aquí.

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CAPÍTULO 1
"Ésto es real, ésta soy yo.
Estoy exactamente donde debería estar ahora.
Dejaré que la luz brille sobre mí"

Como me parece haber dicho antes… Para comenzar a contar una historia, sólo necesitamos una fecha y un lugar. No quiero enredarme con esas habladas sobre mi pasado. ¿Por qué? Porque no quiero. Es una pérdida de valioso tiempo Tiempo que usaré para explicarles cómo llegué a mi presente, porque en mi pasado no hice nada que sea digno de destacar.

Empecemos con mi primer día en Corea… ¿O debería empezar con “por qué llegué a Corea”? Sí, creo que sería lo más factible. Aclaro: No estaré hablando de mí pasado, pero necesitan saber cómo diantre llegué aquí, o esto sería una loca historia con tanta coherencia como un borracho tratando de explicar la teoría del Big Bang. No saldría nada entendible, ¿O sí?

Bueno, en pocas palabras, la razón por la cual estoy aquí –y aunque sea fácil de predecir- es: Ser una cantante. Sí, sí. Ya lo han leído en cada lugar, incluso han leído inclusive Fanfictions sobre esto… Yo también los leía, pero de repente lo que yo leía se volvió mi realidad. Como sea, proseguiré:
Desde que tengo uso de razón, la música es la sangre que corre por mis venas. Pero desde que tuve quince años, no me permití conformarme con México. México, a pesar de ser un país rico en gente y territorio, no era lo que yo quería en ese momento para mí. Y hasta la fecha me encuentro en la misma situación.

Por otro lado, siempre sentir esa euforia por la cultura coreana, esas ganas de saberlo todo de este país asiático, de estar por lo menos un día en medio de su gélido clima de invierno y jugar en la nieve, supera mi realidad. No importaba cuánto lo pensase, cuán imposible pareciera y cuántas veces mis padres se negaron, yo me aferré a la idea de vivir en Corea del Sur.
Después, la música popular coreana se hizo parte de mi vida diaria. Y sí, soy una típica fanática más, que se pasaba horas en foros, tumblrs, sentada frente a una computadora sólo viendo videos de mis cantantes favoritos.
Y me decidí por completo: “Cantaré y viviré en Corea del Sur”.
Así. Espontaneo. Ni siquiera lo planeé.

Nunca me he considerado una buena cantante, tampoco muy bonita. Mi “belleza” se limita a un par de ojos grandes y redondos, largas pestañas rizadas y densas, y cabello ondulado… Demasiado ondulado para mí gusto. Odio cuando se riza y cuando me levanto o salgo de la ducha, parece que me he hecho un peinado al muy estilo afroamericano. Herencia de mi madre. ¡Gracias mamá!

Volviendo al punto inicial… Aigoo, ¿Por qué me pasa que siempre me desvío del tema?
Después de enviar mi audición a las nuevas convocatorias de SM Ent., sinceramente no esperé que me escogieran. Solía mirar los videos de otros concursantes y pensaba: “Ni siquiera eres competencia para ellos”.

Pero… Algo ocurrió. Alguien arriba tuvo piedad de mí, y… me envió una carta de aceptación. Imagínense cómo estaba yo… Y cómo se pusieron mis padres.
Entre rotundos “no”, y suplicantes “Por favor”, logré convencerles de dejarme venir. Me dolía dejar a mi familia, honestamente. Contando la verdad, hay ocasiones en que me invade el impulso de salir corriendo de la habitación y tomar el primer vuelo a México. Pero si regreso a México… ¿Cómo podré llegar a mis metas? Me prometí a mí misma que conseguiría mis objetivos, y lo haré. No hay duda de que lo haré.

En pocas palabras, y sin una larga e interesante historia detrás, así es como mis pies finalmente tocaron Corea del Sur.
Y no me importa si es verdadero destino, o si alguien se equivocó al hacer la selección, yo vine aquí con una finalidad y con los pies bien plantados en el suelo.

Así, después de quince horas, atascada en un avión, y una hora y media en el aeropuerto de Seúl, toqué tierra coreana el 20 de enero del 2012. Esa es la fecha en que comenzamos.
20 de enero.
Los primeros cinco días del año, cuando aún quedan 345 días de por medio para que termine el 2012 y empiece el año siguiente. No quiero que este año acabe, no. Ha sido demasiado bondadoso conmigo, y su muerte me traería demasiada nostalgia.

Me recibieron dos trabajadores de la SM, y aunque hablaban un enredado inglés, agradecí infinitamente tener facilidad para los idiomas y hablar un 60% de coreano. “Felicidades, Lu” quise decirme justo después de presentarme nerviosamente ante los dos hombres. Por alguna razón, esperaba que fuesen altos, guapos…, ustedes saben, el típico coreano que se presenta en tu drama favorito. Pero… Me llevé, siendo sincera, un chasco.
El señor Gyeong Shik, aunque era alto, no era… mi prototipo de protagonista guapo. De cualquier forma, no me concentré en eso. ¡Estaba en Corea!
Sinceramente, estaba regodeándome interiormente, gritando en silencio: “Estoy en Corea, ¡Estoy en Corea! Oppas por todos lados, siento que voy a morir”. Fue mi lapsus, aunque tranquilas, me contuve de pasar vergüenzas en el paraíso oriental. Guardé la compostura, me porté como una tímida niña no coreana que muere por serlo y por lo tanto, actúa mejor que una.

— ¿Tuviste un buen viaje? —Me preguntó el señor Gyeong Shik en un inglés golpeado. No suele utilizar el inglés para comunicarse, así que su acento es muy marcado y fuerte. Me limité a hundirme un poco más en el asiento trasero de la vagoneta y aspirar profundamente… El aire coreano. ¡No podía creer que estuviera respirando el mismo aire que mis artistas favoritos respiran! Me sentía como en un ambiente de opio y otras drogas que me elevaban como tres metros sobre el cielo… Y no me refiero precisamente a la novela.

—Sí, sunbae-nim —. Contesté en el mismo idioma en que me había hablado, haciendo gala de mis conocimientos coreanos al mismo tiempo. ¡Tanto tiempo soñé con referirme así a una persona coreana! ¿Estoy en el cielo? ¿He muerto y llegado al paraíso? ¿Acaso aquellos dos ángeles me están llevando a las puertas de San Pedro?

—Aunque se sale de nuestros métodos, el presidente de SM quiere hablar contigo personalmente, Lucía-sshi. Canceló todos sus compromisos para hoy…

Me quedé lívida.

Espera. ¡Alto, pausa, regresar! ¿Quéeee?
— ¿Pe-perdón? —Balbuceé sintiendo que mis manos temblaban. Y hasta la voz me temblaba.

—Creo que tiene planes diferentes para ti. Te llevaremos al hotel donde te hospedarás temporalmente, te pondrás tu mejor ropa y vendré por ti a las dos de la tarde, ¿Te parece bien? Una de mis asistentes se quedará contigo por si necesitas algo… Por cierto, ¿Entiendes coreano, al menos un 30%? ¿Lucía-sshi, te sientes bien? Estás muy pálida de repente…

—Debe ser porque aún no me acostumbro a la altura…
Y dejé caer mi cabeza hacia atrás, recargándome en el respaldo del asiento trasero, sintiendo como si cada una de mis neuronas fuera explotando, ocasionando una reacción en cadena. Todo me daba vueltas. ¡Y cómo no me iba a dar vueltas, cuando me acababan de decir que conocería al magnate de Corea! Ni siquiera empezaba a digerir la idea, y ya estaba temblando como una hoja de papel china a pleno viento. No es necesario decir que mi futuro en Corea dependía de cómo le pareciera a ese hombre. Un solo fallo… Un solo fallo.

Al hombre no podía conocerlo, oía cosas de él aterradoras, aquellos tratos a otros grupos y cantantes solistas… Aunque nunca me detuvieron al llegar. Simplemente pensaba:
¿Y qué tal si es un ex comandante del ejército que castiga a sus empleados con lagartijas y latigazos en la espalda? ¿Y si es un pervertido? Peor aún: ¿Y si se parece a mi madre y no para de hablar durante todo el tiempo que yo esté ahí? ¿O es un perfeccionista meticuloso que se esconde tras su computador y se dedica a psicoanalizarme desde que me escuche llegar a la recepción? ¡Ahh! ¿No podría simplemente saltarme este paso e ingresar de una vez a la academia? ¿Era estrictamente necesario hablar con él? ¡Por favor, en estos momentos me siento muy cobarde!

Mi rostro debió reflejar mis abrumadores pensamientos, puesto que al llegar al hotel y que el señor Gyeong Shik me registrara, se giró hacia mí, tan alto y serio como parecía, y me dijo con una mueca:

—Despreocúpate. Solamente haz lo que sabes hacer, y sigue las costumbres coreanas que te sepas. No es tan malo como lo pintan.

Pero no me despreocupé. Sí, sabía los tratamientos coreanos para con las personas mayores, para con los superiores, y ese tipo de cosas. Pero… ¡Yo suelo ponerme muy, muy nerviosa cuando me enfrento a situaciones como esa! Quería simplemente encogerme y quedarme como un ovillo en mi cama de hotel. ¡Aaaaahhhh, qué nervios! No puedo explicarte al 100% la sensación, pero si decirte que era como si tuviera leones peleándose en mi interior.

Al menos, HaNa Unnie es un encanto de persona. Habla inglés, y pocas palabras en español. Y yo estaba como en el cielo con ella. Tenía un léxico muy amplio, y podría decirse que hablaba un 95% de inglés. Lo cual facilitó nuestra comunicación desde el principio. Por cierto, HaNa Unnie es la asistente del señor Gyeong Shik, nacida y criada en Corea, con padre coreano y madre americana. Fue un bálsamo para mí cuando me lo contó, y yo que no lo sospeché cuando la vi.
En realidad, toda ella es una típica coreana. Salvo las débiles ondas que se le forman en las puntas de su cabellera, y los ojos un poco más grandes que los del promedio. Piel blanca, rostro redondo, las mejillas rellenitas, y un poco más alta que yo. ¿No se supone que las asiáticas son de baja estatura? ¿Por qué sigo siendo más enana que todas las que he visto hasta el momento? Es frustrante.

HaNa Unnie me explicó muchas cosas que me faltaban por saber de Corea. Por ejemplo: Hay muchas tiendas subterráneas. La vida en Corea no se lleva a cabo en altos rascacielos, sino debajo de las calles. Increíble pero cierto. Prometió llevarme de compras en cuanto “mi situación se viera resuelta”. Y en ese entonces yo pensaba que eso llevaría mucho tiempo.

Para no hacerte el cuento largo, a las dos de la tarde con treinta minutos, yo ya estaba en la oficina del Señor Kim Young-Min. ¿Es necesario explicarte cómo me sentía? Bueno, ¡Pues me sentía como si fuese a explotar de tantos nervios! Mis latidos se volvieron tan fuertes que yo creí que se escucharían hasta México. Pero entonces recordé algo que me dijo HaNa Unnie minutos atrás, mientras iba conmigo en el asiento trasero de la vagoneta que conducía el señor Gyeong Shik.

—No demuestres temor, nerviosismo, inseguridad o timidez; si el presidente Kim nota un poco de debilidad, los planes que tiene para ti se vendrán abajo.

—Pero, ¿De qué se tratan esos planes, qué tan importantes son? —Pregunté, sintiéndome trastornada. Quería respuestas, y creo que tenía derecho a conseguirlas, pero ellos se limitaron a intercambiar una mirada y decir:
—Son grandes, ya te darás cuenta.

¿Y qué tan grandes deben ser estos planes? Me preguntaba ansiosa. ¿Me convertirá en la próxima Madonna o solamente me arrojará a los leones? ¿Bajo qué concepto tiene la palabra “Grande”?
Para ser sincera, yo seguía temblando interiormente cuando entré a su oficina. Es enorme, lujosa. El ventanal panorámico le regala al presidente de la devoradora SM una vista espectacular de todo el centro financiero de Corea: Seúl. Cuando me atreví a acercarme un paso hacia ese ventanal, lo diminuto que se ve el mundo desde ahí arriba me recordó mi pánico a los edificios demasiado altos. Estaba en mí, ¿Qué podía hacer? Sentía que el piso se derrumbaba majo mis pies si miraba desde la ventana de un rascacielos. No soy la única que lo siente, ¿O sí?

Estaba tratando de controlar mi respiración cuando la puerta del despacho se abrió y delante de un destello de luz blanca, provocado por las luces del pasillo, entró derrochando seguridad y petulancia… El omnipotente Kim Young-Min.
Alto, de duros rasgos asiáticos, frente amplia y cabeza de huevo… Sí, ¡Es que su cabeza parece un huevo! Sin ofender, por supuesto. Pero si buscan fotografías suyas, me darán la razón.

Soy tan irreverente, que en mis propios pensamientos suelo llamarlo “Señor Cabeza de Huevo”, si se me escapa decirlo frente a otras personas en voz alta, tengo una ventaja mayor: La barrera del idioma.

—Annyeong-haseyo —Saludé inclinándome noventa grados, con los brazos pegados a mi torso, sintiéndome rígida por completo. Recuerdo que caminó lentamente hasta su enorme escritorio de cristal y se sentó con elegancia en su cómodo asiento de oficinista de cuero negro.
La burocracia delante de mis narices, genial.

Sus pequeños ojos negros me escrutaron, repasando mi cabello enrollado en una apretada cebolla, dejando que sólo las puntas enrizadas escaparan disparadas en todas direcciones. Ese día me esforcé a sobre manera para que mis ojeras –las que me heredó mi padre y las que aparecieron por el cansancio y la falta de sueño- fueran lo menos visibles posible. No suelo maquillarme mucho, pero quería dar una muy buena impresión.

—Entonces, usted debe ser Lucía Ballester, ¿No es así?—Preguntó en su idioma natal. Hablando por primera vez, con aquél acento tan fuerte y utilizando el lenguaje formal para dirigirse a mí. Supongo que imaginó que no podría entenderle. O quizás quería probar mis habilidades en el idioma. Aún así, que se dirigiera de manera tan formal para con una mujer menor que él, fue algo desconcertante para mí.

—Sí, yo soy Lucía Ballester —Contesté en coreano, utilizando el lenguaje más “ultra” formal que me sé y me incliné nuevamente hacia delante. Si me había hecho la pregunta en su idioma, debía responderle en su idioma, ¿no? A la usanza de ellos. Porque como dice el dicho: “A donde fueres…”. A pesar de todo, logré mantener una cara de póquer durante todo el rato, mostrándome confiada, tranquila, obediente pero no sumisa, casi inteligente.

—Habla bastante bien el coreano, ¿Dónde lo estudió? —Me preguntó como si fuera una visita frecuente y sólo se tratara del clima, después de haberme hecho varias preguntas insulsas sobre mi procedencia y datos generales, que obviamente él ya sabía. Él me preguntaba y yo me limitaba a contestar con una sonrisa plástica en los labios, como si fuese la perfecta Barbie. Nunca dejamos el coreano para conversar. Se inclinó sobre el respaldo de su cómodo asiento, haciéndolo parecer como un trono y él el rey de la selva. Aunque seguía sintiéndome alterada, mis nervios se habían tranquilizado un poco. Al menos, aún no se me lanzaba encima para devorarme. Hipotéticamente, claro está.

—Empecé a estudiarlo de manera autodidacta, pero tomé un curso intensivo durante el verano pasado—Respondí con toda la calma que pude acopiar en ese momento.

— ¿Y por qué le gusta tanto el coreano? —La pregunta me desconcertó, y me tomé varios segundos para asimilar lo que iba a responder. Por alguna razón, mientras pensaba mi respuesta, se me olvidaron los pocos nervios que me quedaban. Después de todo, el hombre no parece un león a punto de atacar. Pero sigo dudando acerca de su pasado como ex comandante militar y sus castigos para con los empleados de su imperio empresarial.

—Hay muchas razones, señor presidente —Contesté, sin dejar de lado nunca el lenguaje formal. NUNCA —. Pero una de ellas es porque amo la cultura coreana y su idioma me parece simplemente fascinante.

— ¿Por qué te parece fascinante? —Aquello parecía un examen psicológico… Si no es que lo era. Y aunque hubiese rebuscado en mi mente la respuesta, esta acudió a mis labios en un segundo:

—Porque voy a cumplir mis metas, y el coreano me ayuda a hacerlo.

Y era cierto. Aunque amo el idioma en sí, lo que yo quiero saber, lo puedo descubrir si hablo coreano. Si quiero decir algo, necesito hablar coreano. Si quiero cumplir mi sueño, el coreano me ayudará a descifrar hacia donde tengo que dirigirme. ¡Y mis oppas favoritos hablan coreano! ¿No son incentivos suficientes?

Kim Young-Min no dijo nada. Sólo asintió con la cabeza, y durante casi tres minutos, algo me decía que hasta ahí había llegado mi sueño. Entonces los hilitos de pánico empezaron a tensarse en mi interior.
Se levantó. Rodeó su escritorio. Caminó en círculos. Se dirigió hacia el ventanal. Perdió la mirada. Y dijo:

—No me equivoqué.

Lo miré sin comprender lo que decía. Aunque entendí sus palabras, no supe en ese momento el por qué lo comentaba. Se volvió para mirarme, caminó hasta mí, me cogió de los hombros con la larga separación de sus brazos y sonrió ampliamente. Lo miré sorprendida por su inesperada y sorpresiva reacción. “¡¿Ahora qué sucede?!”.

—Es usted demasiado tenaz, Lucía-sshi. Y su tenacidad la ha traído hasta aquí, felicitaciones. ¿Trae consigo a su representante?

— ¿Repre…? ¿Eh? —Balbuceé negando sosamente con la cabeza. No controlé mi ceño fruncido, mi rostro desencajado por tal información.

—No importará, asumiré a Gyeong Shik como tal, después de todo sólo nos estaremos saltando un par de pasos. Lo llamaré justo en este momento para que haga la revisión de su contrato… Si está de acuerdo con cada clausula, no tendremos ningún inconveniente, ¿Estoy en lo correcto?

¡Woo! Espera. ¿Contrato? ¿Clausulas? ¿Revisión? ¿QUÉ?

¿No se suponía que eran audiciones abiertas para la academia SM? ¿De qué estaba hablando el presidente? ¿No se supone que el contrato se hace cuando vas a pertenecer directamente a una discográfica? Y para eso debes estar dentro de un grupo, o significaría que te lanzarán como solista. El pánico me atacó de repente. ¡No estaba lista para ser solista!

—E-Espere… ¿Y mi entrenamiento? Debería entrar a la academia desde un principio, hacer mi entrenamiento y después hablar de un contrato, ¿No es así como se maneja esto? —Balbuceé nerviosa, sin enfocar la mirada en el hombre que caminaba hacia el escritorio para coger un grueso folder de cuero negro que descansaba encima. Yo no podía creer lo que estaba ocurriendo, y aún hoy en día, «no me cae el veinte». Las cosas se sucedieron con demasiada rapidez, como si de una película se tratara. Pero NO es una película. Sólo una locura fenomenal. Una locura que, en ese momento iba a causarme un desmayo si no regresaba a mis cabales. Afortunadamente, tengo mucho autocontrol con mi cuerpo…Creo. Al menos lo suficiente como para aferrarme a la consciencia y no desmayarme. No cuando tenía muchas preguntas por hacer. Aunque… Dejándome de estupideces, sí, me sorprende el que no me haya desmayado en ese momento… Aunque claro, de los desmayos no me salvé.

— ¿Entrenamiento? ¡Usted no necesita nada de eso! Quizás un poco de práctica al bailar, pero sus compañeros de grupo pueden encargarse de eso… —Murmuró sonriendo y caminando como si fuera modelo de pasarela hasta la puerta.

¡Quiero despertar!

— ¿Compañeros de grupo? ¿Lanzará un grupo nuevo? ¿Me está incluyendo a mí?—Chillé, olvidándome por completo de cómo debía comportarme. Pareció no incomodarle cuando fui hasta él y me planté frente a la puerta con mis ojos completamente abiertos por… ¿La ansiedad? ¿El impacto?

—No, señorita Ballester, estoy anexándola a un grupo que ya ha debutado —Fue todo lo que respondió en un fluido y pulido inglés, dejándome más chueca que una rama torcida. “Anexándola a un grupo que ya ha debutado”. ¿A qué se refería con eso? ¿Me incluiría en un grupo de chicas? Después de pensarlo por unos minutos… La idea de pertenecer a F(x), SNSD, o algún otro grupo de SM que se les parezca, no sonaba tan loco como lo que de verdad me esperaba.

Sin embargo, creer que me anexaría a un grupo de esos, me había aliviado el pánico un poco. Siendo sincera, aunque estar en un grupo masculino ha sido mi sueño loco, no estaba tan segura de cómo es estar dentro de uno.
Por un lado, podría enamorarme de todos ellos… Bueno, como fanática, ya lo estoy. Pero por la otra cara de la moneda, ellos son… Hombres.
Hay conversaciones diferentes, hay tratos diferentes… y adjetivos diferentes. Si yo entro a un grupo de chicos, no voy a encajar ni llevándome con el zapatero. Así que la idea de entrar a un grupo de chicas me reconfortaba. Aunque no por mucho tiempo.
Me tuve que obligar a mí misma a calmarme, o quedaría como una inmadura niña miedosa. Cosa que yo no… Bueno, no quería demostrar.
Después de que el presidente saliera de su oficina, dejé que mi frente chocara contra la fría pared de colores terrosos, aunque dolió un poco. ¡Suelo ser tan brusca conmigo misma! Fruncí el rostro un momento y el hombre regresó de nuevo, con tres personas detrás… Y Gyeong Shik.
De repente sentí como si tuviera que ir al hospital. En serio. Iban dos mujeres, que parecían ser secretarias. Con sus lacios cabellos recogidos en coletas ajustadas, tan estiradas y elegantes que me provocaban nauseas. Iban envueltas en faldas negras que les llegaban a las costillas, como si fueran pequeños dulces góticos. Tan delgadas y altas con aquellos tacones rompe-tobillos y los escotes de sus blusas que decían claramente “ábrase en caso de incendio”. Me contuve todos estos comentarios sardónicos y sonreí nerviosamente.

Gyeong Shik se ocupó del puesto de representante. Y sinceramente, sigo sorprendida por cómo tenía Young-Min Sunbae-nim todo planeado.
Entre más lo pienso, más ilógico, loco e incoherente me parece. En cuestión de… un par de horas, me explicaron de qué iba el contrato. Y para resumirles, yo entro a un grupo consolidado para ser la conejilla de indias. Conmigo probarán su suerte incluyendo a una completa extranjera –que ni siquiera era asiática- en una agrupación. Es temporal, sólo un año, una producción discográfica con ese grupo. Si al final del año, el éxito esperado se duplica o se mantiene al margen, yo puedo decidir qué hacer, de las dos opciones que me presentaron:

1. Marcharme a mi casa, olvidarme de Corea y de crecer artísticamente aquí.
2. Integrarme a una agrupación debutante y seguir en Corea hasta que Corea se canse de mí o yo de ella.

Aún es demasiado rápido para elegir una… Demasiado. Lo peor que puede pasarme, es regresar a casa con los sueños rotos. Y lo mejor, es incluirme en otro grupo… Quedarme en Corea. Pero tengo un año para convencer a la gente… Y a los directivos, para que me quedara en Corea. De repente todo se resumió a… Mi trabajo arduo. Pero, en ese momento, ni siquiera lo pensé.
Me dieron trabajo –con muy buena paga y regalías- y todos los gastos que éste genera, una casa… Lo demás corría por mis gastos. Pero, ¡eso no importa! Teniendo una casa y un trabajo, cualquier persona puede sobrevivir. Y estando en este país, yo era más que feliz.
Así que firmé. Sin más. Después de todo, no era un contrato de esclavos. O eso pensé yo. No puedo quejarme, sinceramente. Hasta la fecha, no me arrepiento de haber firmado aquel papel.

Aunque Gyeong Shik lo sugirió, no hubo una celebración especial, salvo un poco de whisky escocés fino, de la colección personal del presidente Kim. Pero yo pasé. Beber no es mi fuerte, nunca lo ha sido. Y aunque la tradición mundialmente conocida de Corea es “Nunca rechazar bebidas alcohólicas de tus mayores”, el presidente achacó mi negación a la diferencia de culturas, supongo, y no insistió así como tampoco me regañó por mi “falta de respeto”. Aunque obviamente, la gravedad se escribió en el pequeño y blanco rostro de HaNa Unnie apenas escuchó mi firme “No, gracias, no acostumbro beber”.

—Me alegra muchísimo que hayas aceptado unirte a la familia SM, Lucía-sshi. Disfruta de tu estancia en Corea, hazme sentir orgulloso y esfuérzate para ganarte la residencia —Me dijo antes de despedirse y salir por la puerta tan galante como había llegado hacia cuatro otras antes.

Cuando sólo quedamos Gyeong Shik, HaNa Unnie y yo en el despacho… Solté un grito liberador que fue seguido de un torrente de lágrimas. Es verdad, odio llorar en público, porque sólo se consiguen dos cosas: Preocupación o lástima. Pero nada me importó en ese momento. Ni siquiera el ligero maquillaje que había aplicado sobre mi rostro antes de salir hacia el edificio de la SM.

La timidez de HaNa Unnie, quizás no le permitió acercarse primero. Pero cuando corrí hasta ella con los ojos inundados de lágrimas y la abracé fuertemente sin poder creerlo, me recibió con los brazos abiertos.

—Está bien, está bien —Me decía en coreano, y cuando me separé de ella, sequé mis lágrimas, llevándome con mis dedos un manchón oscuro por el maquillaje que Unnie me había ayudado a ponerme en los ojos —. ¿Por qué eres así? Arruinaste mi preciosa obra de arte… —Bromeó dulcemente, tomando de la mano de Gyeong Shik un blanco pañuelo de algodón para limpiar mis ojos y secar mis lágrimas con él. Agradezco tanto ese gesto suyo… Aparte de los chicos, puedo asegurarles que HaNa-sshi es la persona que nunca podré arrancar de mi vida. Desde el principio, fue como haber conocido al primer angel salvador —. ¡Quedaste como nueva! No te preocupes por el maquillaje, tus ojos destacan de todos modos aquí —Bromeó nuevamente, recordándome que mis ojos no eran rasgados. Es tan fácil creerte coreana cuando te reciben de manera tan cálida y familiar…

—Lucía-sshi, por ahora no podrás conocer a tus compañeros… Llegarán hasta mañana, puesto que están en Japón por una entrega de premios. Te llevaré a casa después de que pases a recoger tus cosas al hotel, si te parece bien, te instalaré en una habitación y mañana por la tarde, cuando los chicos lleguen, HaNa les ayudará a organizarse…

¿Por qué de repente escuché la frase…“Los chicos”?

— ¿«Los chicos»? No está diciéndome que acabo de firmar para un grupo masculino… ¿Ve-verdad? —Tartamudeé, sintiendo que la garganta se me secaba.

¿Cómo explicar la sensación? Simplemente, sentí como si fuera a vomitar el desayuno. El poco que alcancé a ingerir en el avión a las seis de la mañana.

Mis ojos apenas alcanzaron a ver ambas sonrisas incómodas y vagamente escuché como Gyeong Shik canturreaba un débil “Welcome to the SHINee World”, como una singular parodia poco entusiasta.

Quizás fueron muchas emociones durante un día. Quizás fueron demasiadas GRANDES NOTICIAS en tan poco tiempo. O tal vez el cansancio, la falta de comida… No sé qué fue exactamente. Pero terminé cayendo inconsciente sobre los brazos de alguna de las dos personas que estaban ahí… Sucumbiendo finalmente al desmayo que me había amenazado horas antes.

Y en mi mente no dejaba de repetir: ¡¡Oh, Dios mío!!

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CAPÍTULO 2
"¿Quién seré? Depende de mí. Todas esas posibilidades sin fin que puedo ver"

¿Estoy soñando? ¿Se trata de alguna cruel broma? ¿Es el efecto de alguna droga alucinógena?
Cuando me desperté con eso en la mente, sentí un intenso dolor en la cabeza que me hizo desear tumbarme de nuevo en la cama, tibia y cómoda que estaba bajo mis espaldas. Dios, hasta ahora deseo haberme quedado ahí acostada.
Pero como los “Hubiera…” no existen, no puedo recriminarme por eso ahora.
Me pareció escuchar a HaNa Unnie por algún lugar y sinceramente, yo estaba muriéndome de hambre. Completamente segura de que estaría en el hotel –y qué equivocada estaba- me levanté, sentándome al filo de la mullida cama, buscando con mis pies el tacto de mis pantuflas. No las encontré. Abrí los ojos en ese instante y me quedé lívida al encontrarme en… La casa de los siete enanos. No porque todo sea pequeño. Sino por… Tantas cosas regadas. Definitivamente, no era el hotel.
Me erguí, sintiendo que las piernas me flaqueaban un poco y mi estomago gruñó furioso, exigiendo alimento. Me froté los ojos con ambas manos. La luz del crepúsculo matutino se colaba por las persianas entreabiertas de color blanco. Las había dejado así al dormirme, porque odio la oscuridad absoluta. Me siento maniatada.
Escuché murmullos venir desde el pasillo. ¿Cuánto había dormido? Sentía todo el cuerpo pesado… Después de tantas horas de viaje, las malcomidas, el sueño, el fastidio mental, los nervios, el estrés de haber entrado a una banda de chicos solamente…

¡De chicos solamente!

La realidad me golpeó como un coletazo de tiburón en la cara. Di un salto fuera de la alfombra, totalmente alterada, ignorando el intenso frío surcoreano que helaba por las mañanas, y mis ojos se abrieron de par en par como si hubiera hilillos jalando mis parpados. Observé con más detalle la habitación.

Dos camas sin hacer. Ropa… masculina, regada por todas partes. Ese aroma a desodorante para hombres. Balones de futbol ordenados perfectamente sobre una repisa, trofeos, computadoras portátiles descansando en un pequeño escritorio repleto de papelitos arrugados y lapiceros tirados. Quise gritar.

Entonces… Era real. Estaba en una casa donde vivían cinco hombres…
«Dios mío, sácame de aquí, voy a terminar loca».
Estaba en medio de una abrumadora decisión: Salir o no salir de aquella habitación. ¿Qué me encontraría al cruzar la puerta?

Bajé la vista hasta mis ojos y me encontré… con que no me había cambiado de ropa para dormir. Con razón me dolía la espalda, ahora que lo pienso, después de esa noche, no se me apetece mucho dormirme con la ropa que ando.
No había espejos, ni siquiera un cristal en el que pudiera reflejarme y ver qué tan despeinado estaría mi cabello. Pero había una pequeña puerta en la esquina… Una puerta parecía llevar a algún baño.
¡Sí, sí, sí, un baño!
Eché a correr sobre la alfombra, con las pantuflas a medio pie. Como si fuera un jaguar en plena carrera, intenté saltar sobre un montículo de ropa arrugada a mitad de la habitación…
¿Han experimentado ese penoso momento en que, cuando quieres que todo salga bien, resulta salir peor de lo que podría?
Bueno… Háganse una idea:
Mis pies se enredaron entre la ropa, y como si fuese una cámara lenta, miré como toda la habitación se ponía patas arriba en mi mente, fue como volar por los aires. Hasta que mi cuerpo chocó sonoramente contra el piso, que a pesar de la alfombra mullida, no amortiguó el golpe.
Sí. Caí de bruces a mitad de la recámara. Y atraje al enjambre de abejas. Aún a pesar del terrible dolor que se apoderó de mi cuerpo al instante, escuché claramente un “¿Qué rayos fue eso?”, ronco y profundo. Seguido de pasos que hacían eco conforme corrían hacia la habitación, y vergonzosamente, levanté el rostro, tratando de rescatar la poca dignidad que me quedaba.
La puerta se abrió de par en par, entrando dos altos chicos, uno detrás del otro. No vi sus rostros, sólo escuché la brusca inhalación de uno de ellos. Cerré los ojos. Me apoyé en un codo, tragándome las ganas de llorar que el dolor y la vergüenza me causaban, esbocé una socarrona sonrisa más falsa que una imitación de la Mona Lisa, y entrecerré mis ojos por tan amplia sonrisa, y chillé un quedo “Hola”, en coreano. Mirando apenas los rostros distorsionados de dos altos muchachos.
“Estás muerta, Lucía”.

~*~

— ¿Quién demonios es?

—Eso no importa, sino: ¿Cómo entró al apartamento?

— ¿Deberíamos llamar a la policía?

—Yo voy a llamar a Choi Jin-hyung…

— ¡Paren, paren, alto! ¡Cállense un segundo!

¿Saben? No estoy sorda.

Un rubio, el último que había hablado en medio de aquél bullicio que se llevaba a cabo detrás de la barra de la cocina, a unos metros de mí, rodeó al grupillo cerrado y se dirigió a pasó rápido hasta la sala, donde yo me encontraba sentadita el filo del único sofá, largo de cuero negro, con los brazos cruzados bajo mi pecho, tratando de ocupar el menor espacio posible de aquél enorme mueble.
Se plantó delante de mí, con el hermoso rostro serio, sus rasgos afilados duros y las perfectas cejas rubias fruncidas.

— ¿Podría decirme quién es, por favor? —la exigencia formal me dejó helada en mi sitio. Y mi primer impulso fue salir corriendo hacia la puerta y escapar. Pero ni siquiera mis piernas pudieron reaccionar a la desesperada orden de mi cerebro.

Aún lo recuerdo perfectamente.

Tartamudeé. Me encogí sobre el sillón. Acercó su impasible rostro al mío, y me miró fijamente a los ojos.

—Yo… Yo… Yo soy Lucía Ballester, vengo de México y tengo diecisiete años, y yo… —Solté inclinándome hacia delante sin levantarme de mi lugar, puesto que el largo cuerpo esbelto del rubio me obstaculizaba por completo, y parecí más una grabadora que reproducía palabras en automático que una persona presentándose. Mi corazón latió completamente enloquecido y mi mente se vació sin enviar palabras a mi boca.

— ¿Lu…? ¡Pero si eres tú! —De repente el chico saltó un paso hacia atrás, tapándose los labios con ambas manos, y salió corriendo hacia la cocina nuevamente, agitando las manos, exclamando en voz alta: — ¡Es ella, es ella! ¡Lucía Ballester! ¡La chica nueva! ¡Es ella! ¡Aigoo!

Tan pronto como lo escucharon los demás, fue como si una manada de ñus saliera en estampida hacia donde yo estaba.
Aún recuerdo los pequeños ojos de Jinki Oppa agrandados por la sorpresa, y el rostro desencajado e inocentemente fijo en mí. La sonrisa burlona en Jonghyun y una amable que me dedicaba Key a su lado. Pero aquél rostro… Severo que posaba su mirada en mí, me dio escalofríos. Era la diferencia más absurda entre aquellas variadas expresiones.

Pero nadie volvió a decir nada. Jinki salió, escabulléndose con su teléfono móvil en la mano, mientras que el más bajo lanzaba un suspiro cansino al aire y se dirigía a la cocina nuevamente, seguido de un inexpresivo chico, cerca de diez centímetros más alto que el primero que se alejaba.
Sin embargo, dos pares de ojos seguían clavados en mí, mirándome, escudriñándome, buscando algo en mi rostro. Intenté sonreír, pero solamente curvé ligeramente los labios, haciendo que mis ojos se empequeñecieran.

—Increíble —Musitó uno de ellos, de grandes ojos con doble parpado que al momento captaron mi vista. ¿Y cómo no iba a captarla? La verdad es que tiene unos ojos preciosos, intensos y profundos, grandes y fijos. Majestuosamente castaños. Y en este momento es cuando sus corazones se enloquecen. Sí, Taemin se acercó hacia la mesita de centro y se sentó sobre ella quedando justo en frente de mí —. Nunca pensé que este día fuera a llegar.

Yo tampoco. Créeme, amigo mío, yo tampoco.

—Lu-sshi —Key se acercó a Taemin, apoyando un codo sobre los hombros del menor, con sus hermosos ojos felinos fijos en mí como dos canicas brillantes — ¿Ya has comido?

Y así comenzó mi estadía. Con solamente dos sonrisillas nerviosillas y nada más. Y en ese momento, créanme que nada me hacía más feliz.

Key-gun nunca paró de hablar, con aquella extraña voz suya, gruesa y agudilla al mismo tiempo. Me mostró toda la casa con amabilidad, respetando mi tenso –e inusual- silencio. Nunca imaginé que sería tan callada, pero me sentía… No bienvenida. El único que se comportó cálido desde el primer día fue Key, pero aún seguía siendo tímido, puesto que ante mi falta de palabras bajaba la vista con el color del atardecer en las mejillas.

No fue un buen comienzo, a los demás no les importó. ¿Creen que algo cambie de eso, en algún momento¿ ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Tiene algún sentido? Y aun si me pongo a analizar mi primer encuentro, aquél vergonzoso momento en que me hallado tumbada en el suelo, no me hace sentir mejor.

Desde el momento en que entré a sus vidas, no parecí ser bienvenida. Para decirlo de una mejor manera, aún cuando ya han pasado varios días desde ese momento, es como si yo siguiera siendo excluida. Tampoco espero que me traten como a una más, como si me conocieran de toda la vida…
Pero supongo que debo tener paciencia. Aún cuando nunca la he tenido.