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Photographs. Jongkey.
Titulo Original: Fotografías / El Pianista.
Autora: Sou-Tan / Danna.
Genero: SongFic / Angst / Romántico / Tragedia / HC / AU / Fantasía o sobrenatural.
Pareja: Jonghyun - Key
Personajes: Key, Jonghyun, Minho.
Nota: Esta historia esta basada en otra historia, la de Edgar Allan Poe y Virginia Clemm. A su vez, también esta basada en cuatro canciones: Delirios de amor, Hello, My Inmortal y Taking Over Me, las tres ultimas de Evanescence.
Dato: Las fotografías 'Post Mortem', se trataban de fotografías tomadas a los muertos usando sus ropas, algunas veces acompañados de sus familiares, con los ojos abiertos o cerrados como si estuviesen dormidos. Esta tradición comenzó en París, y pronto paso a ser común en otros países, todo esto en la época victoriana, una época en que se tenia un concepto muy diferente sobre la forma de ver la muerte.
Nublado, el cielo no me alentó a querer levantarme en la mañana. El malestar que había estado sometiendo mi cuerpo parecía haber desparecido y con un suspiro pesado salí de la cama. Me talle los ojos al ponerme las pantuflas y divise en la esquina de la mesa de noche el frasco de pastillas casi vacío. Omití tomar mi medicina pues ya me comenzaba a sentir mejor, y fui a la cocina para tomar un vaso de leche al que estaba acostumbrado.
Espero que les gustase. ¿Asusto eso de la muerte, cierto? Casi lloro escribiendo eso TT TT
Pronto escribiré una versión de lo que paso con el 2min. Espero les gustase y perdón si se me paso un error, primera vez que reviso dos veces antes de publicar lol.
Autora: Sou-Tan / Danna.
Genero: SongFic / Angst / Romántico / Tragedia / HC / AU / Fantasía o sobrenatural.
Pareja: Jonghyun - Key
Personajes: Key, Jonghyun, Minho.
Nota: Esta historia esta basada en otra historia, la de Edgar Allan Poe y Virginia Clemm. A su vez, también esta basada en cuatro canciones: Delirios de amor, Hello, My Inmortal y Taking Over Me, las tres ultimas de Evanescence.
Dato: Las fotografías 'Post Mortem', se trataban de fotografías tomadas a los muertos usando sus ropas, algunas veces acompañados de sus familiares, con los ojos abiertos o cerrados como si estuviesen dormidos. Esta tradición comenzó en París, y pronto paso a ser común en otros países, todo esto en la época victoriana, una época en que se tenia un concepto muy diferente sobre la forma de ver la muerte.
Photographs…
"Tomaremos la muerte como otra oportunidad para vivir"
Nublado, el cielo no me alentó a querer levantarme en la mañana. El malestar que había estado sometiendo mi cuerpo parecía haber desparecido y con un suspiro pesado salí de la cama. Me talle los ojos al ponerme las pantuflas y divise en la esquina de la mesa de noche el frasco de pastillas casi vacío. Omití tomar mi medicina pues ya me comenzaba a sentir mejor, y fui a la cocina para tomar un vaso de leche al que estaba acostumbrado.
El reloj en la pared del corredor indicaba dos minutos pasados de las siete, por lo que supe que las criadas debían estar en la iglesia, la cocinera durmiendo aun y los demás trabajadores estarían haciendo sus quehaceres en el resto de la casa. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al momento en que termine de cruzar el pasillo, el ambiente parecía mucho más frio y desolado que días anteriores.
Aun en estado de ensoñación camine hasta toparme con las escaleras que baje con la misma pereza con la que me levante esa mañana normal de otoño. Tal como supuse, el lugar estaba tan solo como siempre a esa hora de la mañana. Solía levantarme tarde, por lo que no era necesario que alguien estuviese al pendiente de mí. Lo único raro, era que no había nadie para asegurarse de mi salud que hasta hacia poco había estado no muy bien.
La puerta del refrigerador yacía entre abierta, como si alguien se hubiese escabullido en la cocina y fugado antes de que nadie pudiese verlo. O tal vez solo había sido yo la noche anterior. Antes de que el vaso pudiese hacer contacto con mis labios, lo solté asustado, casi sintiendo una presencia respirarme en la nuca y manchando el piso que estaba infestado de trozos de vidrios.
Me gire, mirando a todos lados y sin abandonar mi lugar donde estaba rodeado por miles de cristales con los que podía cortarme. Entonces observe casi con dolor todo lo que ahí había: Los muebles, los utensilios…y la casa. Una sensación deprimente que parecía más infundada que real, como cuando el miedo se apodera de ti cuando escuchas una historia de horror local.
Observe la sombra de unos pies por la hendidura que separaba el bode de la puerta del suelo, y supe que no estaba solo. Tan pronto como vi desaparecer la sombra, me dispuse a ir tras quien quiera que fuese. Antes de poder hacer nada me di cuenta que era imposible salir de ahí sin herirme: Necesitaba recoger eso o saldría lastimado.
Me agache casi a regañadientes a recoger los trozos de vidrio uno a uno, para luego tomar un pañuelo de cocina y comenzar a limpiar el suelo que había quedado pegajoso. Alguien no estaría feliz por tener que limpiar eso.
Nada orgulloso de mi trabajo me dispuse a irme a averiguar a quien pertenecían esos pies. No era alguien que trabajase ahí, puesto que estaba claramente descalzo. Las criadas llevaban zapatos de tacón, la cocinera y los trabajadores zapatos bajos que resonaban por toda la casa al golpear el suelo de madera.
-¿Qué haces aquí?
Solté la perilla girándome a ver con seriedad a la enfermera asignada, cuya expresión tétrica me dejo helado unos segundos. Sus mejillas ahuecadas, su baja estatura, su cabello rubio desteñido, sus ojos azules abiertos a mas no poder, sus cejas pobladas enarcadas y sus labios rojos mal pintados esbozando una sonrisa torcida espantarían a cualquier niño que fuese a ser atendido por ella en un hospital. Parecía haber estado despierta durante 365 noche seguidas dado su estado deplorable.
-Baje a por un poco de leche, es todo.
-No deberías estar abajo, ve arriba.
Su tono amable reflejaba también la impaciencia escondida al hablar entre dientes, sin quitar esa sonrisa. Sentí la necesidad de obedecerle al instante sin rechistar, por primera vez tuve miedo del enojo disimulado en una sonrisa y evidente en esos ojos.
Asentí al tiempo en que me encaminaba escaleras arriba, para encerrarme en mi habitación. Pude escuchar sus paso antes de abrir la puerta: Venia tras de mí.
-¿Tomaste ya tu medicina?
Estuve a punto de dar una respuesta positiva, pero hablo antes de que pudiese hacerlo:
-No mientas.- Dijo ya en tono mordaz.
Me facilito un vaso con agua y se quedó a observar cómo me tomaba la pastilla antes de hacerme entrar de nuevo en cama. La vi salir por la puerta, ya más aliviado de estar sin su molesta presencia.
Cerré los ojos consiente de que no podía salir de mi encierro. Estaba cautivo en mi propia habitación cual damisela en apuros. No pude dormir otra vez por mí mismo, pero, al parecer, hubo algo que lo cambio: Había un sonido tan calmo que hacía que cualquiera que lo escuchase desease tomar una siesta eterna.
Las teclas de un piano inundaron mis oídos, encantándolos ante la suavidad y delicadeza con la que el instrumento era tocado. Quien quiera que fuese, deduje que debía ser la misma persona que había estado abajo en la cocina. La persona parecía tener un talento nato, desarrollado y perfeccionado con nada más que la pasión y esfuerzo de años de práctica.
Caí sumido en un sueño, como si la música proveniente de alguna de las habitaciones contiguas a la mía fuese un hechizo.
Temblorosos, mis dedos se deslizaron por las frías paredes llenas de fotografías familiares viejas que casi no dejaban oportunidad de adivinar qué color tenía la pared tras ellas. Todos y cada uno de los retratados de diferentes edades y fotos tomadas en diferentes épocas, cada persona desconocida para mí.
Vivía solo en aquella casa gigantesca con un sinfín de habitaciones y empleados de servicio. Mis padres habían muerto hacía muchos años y casi no podía recordar nada sobre ellos. Tenía unos cuantos parientes en pueblos y ciudades muy lejanas, a los que nunca conocí en persona, solo tenía a Minho, un amigo de la infancia, y a las personas que trabajaban para mí.
Mis pies descalzos estaban helados, y yo parecía caminar sin rumbo, como un fantasma yendo de pasillo en pasillo con una expresión lastimera en el rostro, intentando buscar en su mente alguna sonrisa memorable de la que estar orgulloso. Pero no encontré nada. Yo solo era un joven de dieciséis años huérfano, apartado de la poca familia que le quedaba, heredero de una gran fortuna que para lo único que servía era para pagar cuentas de medicinas y médicos para las muchas enfermedades que a lo largo de su vida había padecido.
Curiosamente, seguía intentado recordar algo que me dijese que había sido de mí en el pasado, pero mis recuerdos parecían bloqueados: Solo me podía ver a mí, recostado en una cama, con la piel pálida y el cabello negro desordenado, rodeado de enfermeras, remedios y pastillas. Sin embargo, era como si aún faltase parte de mi historia y que yo no pudiese ser consciente de ello.
Ningún rayo de luz solar entraba por las ventana abiertas semi-cubiertas por cortinas bien recogidas, el cielo seguía tan o más gris que días anteriores y un poco de niebla podía verse a lo lejos, donde solo era campo y los techos de las casa del pueblo apenas sobresalían del paisaje. El olor a humedad me hacía sentir como si el mundo se hubiese detenido a la espera de una desastrosa tormenta.
Curiosamente la mujer que me hacia los días más miserables no había aparecido, y la puerta que daba al patio trasero está abierta, dejando ver que había fuera.
Me acerque buscando con la vista el origen de aquel rechinar constante. Sorpresivamente, me encontré con que el ruido provenía de los columpios viejos que yo casi nunca use porque mi frágil cuerpo había pasado casi toda su vida en cama. No supe si asustarme o seguir el impulso de acercarme.
Apenas columpiándose, un hombre de tal vez mi edad, de espaldas a mí se sostenía de las cadenas gimientes que emitían el sonido agudo. Vestía una bata blanca, como los internos de los hospitales y tenía el cabello castaño. Más que parecer infantil, la escena parecía la más triste y desolada que cualquiera que yo había visto hasta ese día.
Súbitamente sentí la necesidad de acercarme, como si solo fuese un espejismo en el desierto que se desvanecería frente a mis ojos. Mi respiración se agito, a tal punto que fue difícil respirar y mis músculos se tensaron impidiéndome moverme. Era miedo. Era pánico.
Y mientras yo luchaba contra mis sentidos sin poder entender, la persona frente a mi comenzaba a girarse para verme. Antes de que eso sucediese, la misma molesta e intimidante voz se escuchó a mis espaldas.
-¿Qué miras? ¡Por dios santo!, ¡Mírate nada más! Pareces congelado. Venga, a la cama a descansar.
La vi con una expresión de angustia, a la vez que ella me tomaba las manos y mis músculos comenzaron a responderme. Me volví a ver al hombre del columpio, pero ya no había nada más que un columpio siendo empujado por el viento.
El pánico se fue siendo reemplazado por la incertidumbre.
"La enfermedad se está llevando también mi cordura, como si no bastara con mi vida. " Me dije.
Luego de eso no fui consciente de nada más por el resto del día.
Los días pasaron y comencé a dudar sobre si Minho vendría alguna vez a visitarme de nuevo, desde que caí enfermo el había estado viniendo seguido, pero de pronto sus visitas tan solo cesaron.
Me hallaba mirando por el gran ventanal en la pared de la sala, el ambiente no había mejorado mucho, y sonreí al ver como un auto tan conocido para mi estacionaba frente a la casa. Minutos después vi su larguirucha silueta aparecer en el umbral de la puerta que daba acceso a la sala.
Se notaba cansado, como si en las noches hubiese algo que le costase asimilar o un gran problema que le costase resolver. Intente ver detrás de él, que había esbozado una de sus sonrisas tranquilizadoras, pero nada, Taemin no había venido junto a él esta vez.
Tomo asiento en el sillón frente a mí, ya no regañándome por subir las piernas al cojín del sillón donde yo estaba.
-¿Paso algo por lo que no habías podido venir?-. Cuestione tratando de sonar discreto, para que no creyese que estaba molesto.
Él se tensó en su sitio, sorprendiéndose un poco y tragando pesado, como si yo hubiese dicho algo fuera de lugar. Luego bajo la mirada, sonriendo ladinamente.
-¿No lo sabes aun, cierto?-. Pregunto sin mirarme.
-¿Debería saber algo?
-Una que otra cosa, sí.
-¿Cómo cuáles?
Esta vez me miro.
-No soy quien para decírtelo.
Su tono me dio a entender que el asunto del que estábamos hablando –y del que yo no entendía nada- le incomodaba o afectaba de alguna forma, por lo que quise desviar la conversación.
-¿Y Taemin? ¿Por qué no ha venido contigo?
Entonces fue peor. Vi sus ojos perderse mirando a la nada a la vez que soltaba un suspiro, perecía que había dado justo en el clavo, pero conociéndolo el no me diría nada.
-¿Has notado algo extraño los últimos días, Kibum?
-Mi salud ha mejorado repentinamente, y la enfermera se comporta de forma exagerada. Pero supongo que todo normal.- Conteste rápido. Ahora el había sacado un tema que a mí me incomodaba.
Se acercó un poco, analizando mi expresión y tuve miedo cuando la satisfacción de haberme descubierto se reflejó en su expresión.
-Dime, ¿Qué te preocupa?
-Creo que me estoy volviendo loco. Escucho y veo cosas que realmente no existen.
El asintió levantándose, anunciando que su corta visita había llegado a su fin. Tomo su sombrero y se lo coloco, guardándose el reloj de mano en su bolsillo. Me dio la espalda encaminándose a la salida.
-Hazte una pregunta antes de sacar conclusiones.
-¿Cuál?
-¿Cómo sabes que lo que has experimentado no es real?-. Y dicho esto me dejo sumido en mis pensamientos y en la soledad del lugar.
Pasado un tiempo las exigencias de la enfermera se volvieron más estrictas hasta tal punto que no salía de mi habitación, dejándome más tiempo para concentrarme en pensar en lo que le comenzaba a suceder a mi mente. Yo mismo me estaba llevando a la locura.
El aire fantasmal que se respiraba en la habitación me estaba sofocando, necesitaba salir así fuese hasta el corredor. Abrí la ventana llevándome la gran sorpresa de que llovía fuerte, entonces desesperado la cerré evitando mojarme y que el agua entrase.
No comprendía mi pánico, no comprendía porque tenía miedo, solo actué por instinto, ni siquiera escuchaba el aguar golpear el techo, pero tenía que salir de ahí.
Escuche los mismos pasos de aquel día en la cocina, y no pude evitar ir presuroso hacia la puerta para intentar abrirla. Estaba cerrada. La golpee intentando tumbarla, pero no lo logre, gire hasta el cansancio la perilla pero nunca abrió. Más tranquilo y cayendo en cuenta de que estaba haciendo, caí sentado en el suelo. Debía controlarme.
Vi la puerta abrirse un poco, como si lo que sea que estuviese fuera recorriendo la casa se hubiese apiadado de mí y me hubiese dejado salir.
-¿Tardaras mucho?
Una voz melodiosa se escuchó al fondo del pasillo, me pareció levemente conocida, pero poco me importo. Me levante, tratando de seguir sus pasos, su voz parecía ser como un hechizo, así como aquella melodía de piano que había tocado anteriormente.
Llegue a estar frente a una puerta que no reconocía por ser todas iguales. Respire profundo antes de entrar, y lo que había dentro hizo que el pánico se esfumase.
Era ya de noche, pero toda la habitación estaba perfectamente iluminada por un gran candelabro de cristal en medio del techo, las paredes estaban tan amarillas como las recordaba, y en un extremo de la habitación estaba un gran piano y el mismo hombre del otro día de espaldas. Titubeante me fui acercando, cuidadoso de cada uno de mis pasos.
La emoción que surgió dentro de mí al estar más cerca de él fue algo que me desconcertó. Quería conocerlo, quería descubrir el motivo de sus notas y quería saber cómo lucia su rostro. Una revolución se armó dentro de mí al estar a un metro de él, que parecía no percatarse de mi presencia.
Rodee el piano, incapaz de subir la mirada para verlo, fue cuando sentí su mirada sobre mí que me vi obligado a mirarle.
-¿Tardaras mucho?
Esta vez supe que él no había hablado, era en mi cabeza. Sus carnosos labios no se movieron, y rápidamente volvió su vista al instrumento para seguir con su trabajo de hipnotizarme con sus notas. ¿Era acaso un fantasma? ¿Era real? ¿Me había vuelto loco?
Él tenía una piel clara levemente tostada dándole un aspecto mucho más vivo que el de todas las personas que había visto hasta ahora, era bonito. Tenía unos ojos rasgados y brillantes, con pestañas un poco largas, su cabello le caía cubriéndole las cejas y yo lo reconocí al instante.
-¿Tardaras mucho?
La voz en mi cabeza me hizo volver a la realidad. El miedo, el pánico y el horror que había intentado reprimir, descontrolados se me fueron de las manos. Los recuerdos que había guardado muy en el fondo de mi memoria por temor a someterme ante ellos volvieron, y no encontré otra opción que salir corriendo.
-¡Hey! ¿Dónde vas? ¿No te quedaras a escuchar mi canción?
Me llamo pero yo ya no podía hacerle caso, debía alejarme.
-No eres real…-. Susurre para mí mismo mientras corría a encerrarme en la sala, donde la lluvia se podía ver caer a través del ventanal.
Me senté en el mismo sillón de siempre en un vago intento por controlar las oleadas de sufrimiento que oprimían mi pecho hasta tal punto que tuve que romper el nudo en mi garganta, soltando todas esas lágrimas en un llanto desgarrador, para poder volver a respirar.
Era primavera cuando vio entrar a Jonghyun por la puerta con una sonrisa gigante y dos maletas, una en cada mano. Corrió a su encuentro emocionado por tenerlo en casa, esta vez para siempre.
El mayor le recibió con los brazos abiertos y le alzo en el aire cuando lo tuvo entre ellos, estrechándolo contra su pecho y contagiándose de su calor corporal, siendo cuidadoso a sabiendas que el pequeño cuerpo en sus brazos era tan frágil como una figurilla de cristal.
Una vez lo bajo, tomo su mano para llevarlo y mostrarle toda la casa porque hacía mucho que no iba por ahí y era imposible que no se perdiese sin conocerla bien. Desde ese día los empleados pudieron jurar ver una evidente mejoría en su joven amo.
-¿No crees que vas muy rápido, pequeño?-. Pregunto el riendo, pero dejándose guiar.
-No, ¡Que va! Hyung, tengo mucho que mostrarte. ¡No hay tiempo!
Jonghyun sonrió ante su ansiedad, deteniéndolo porque sabía que no era cierto. Le obligo a voltearse para que le mirara. Le mostro su más serena y feliz expresión, fijándose con más detalle como la belleza de su pequeño había aumentado considerablemente.
Cerró sus brazos alrededor de su cintura, atrayéndolo con cuidado a su cuerpo. Kibum subió tímidamente sus manos a sus hombros, siendo más bajo que él.
-Ahora tu yo tenemos todo el tiempo del mundo, cariño…-. Le susurro antes de besarle castamente.
Ellos eran primos, ambos compartiendo el apellido Kim. Su matrimonio estaba dispuesto desde su infancia, pero sin necesidad de que ellos conociesen esa información el sentimiento indómito de una inminente pasión los ato a ambos, amándose y manteniendo aun así su lazo fraternal.
Kibum tenía apenas catorce años, y Jonghyun veinticinco recién cumplidos.
Su relación había pasado de ser amigos a ser hermanos, luego termino en ese inevitable sentimiento llamado amor que los atraparía tiempo después. Superaron durante años montones de complicaciones. Al mayor le preocupaba mucho la salud de su pequeño prometido, y estaban separados por la distancia de sus hogares. No podían estar juntos hasta que Jonghyun terminase sus estudios y que Kibum se recuperase.
Ahora que el mayor había llegado a quedarse por fin a su lado, podrían estar juntos de la manera en que querían. No más cartas, no más viajes poco frecuentes, no más ansiedad por saber del otro y no más miedo de que les ocurriese algo.
Supo que el mayor estaba lleno de alegría al igual que él, ahora podría cuidar de él y velar por su bienestar. Por fin se llevaría a cabo su matrimonio y no habría nada que pudiese alejarlos.
De la mano entraron y salieron felices, desbordantes de amor. Jonghyun le había brindado su corazón y el había hecho lo mismo con gusto.
Cuando se ponía un poco enfermo, o cuando dormir se le hacía dificultoso, Jonghyun se encargaba de tocarle las más hermosas tonadas de piano para ayudarle a sentirse mejor, y sus canciones parecían mágicas, mucho más eficientes que las medicinas. Al parecer lo único que necesitaba para estar mejor era el amor de la persona con la que había compartido los días más felices de su vida y con la que compartiría los demás.
Su casa se volvió más alegre y la sensación de soledad se antojaba lejana con él a su lado.
Kibum era joven, incluso parecía serlo mucho más si se comparaba con el mayor, pero era consciente de que lo que unía a ambos era algo imposible de explicar con palabras y que iba más allá que cualquier definición de amor.
Solían caminar de la mano todo el tiempo, como si así no fuesen a separarse nunca. Las personas en el pueblo no desaprobaban su relación, solo se limitaban a crear rumores sobre aquella unión. Pensaban que no era nada más que una actuación, y que solo estaban juntos para mantener los negocios en la familia.
Pero no era así…
Ellos juntos eran felices…lo que ellos compartían era tan profundo que hasta podía dar miedo a algunos.
Entonces todo cambio. Una mañana despertó y al salir de su habitación se encontró con que un montón de criadas iban preocupadas a la habitación de su esposo, vio aparecer a un doctor acompañado de un ayudante, y supo que nada andaba bien.
La tuberculosis estaba destruyendo lentamente su felicidad. La enfermedad había llegado de repente a Jonghyun, y prontamente supieron que el final era inevitable. Se pasó los días siguientes a ese a su lado, sonriendo y cuidando de cada cosa que le molestase o necesitara. En las noche que pasaba en vela cuidando de su sueño salía un rato al balcón para no despertarlo, y lloraba hasta ya no poder más, tan dolorosamente como la perdida que día a día parecía ser más difícil de aceptar.
El único motivo que tenía su existencia estaba sucumbiendo ante una cruel enfermedad en cama, mientras él le daba ánimos y decía que todo estaría bien, aun sabiendo de Jonghyun no era tonto, y que sus sonrisas entristecidas le decían que dejase de fingir porque sabía que se estaba rompiendo, porque le amaba tanto que soportaba verle aguantando tanto sufrimiento.
Los últimos días de Jonghyun los sufrieron juntos, tanto como los dos últimos años en que habían estado juntos.
Todos se hallaban reunidos observando como los dos amantes, sumidos en su dolor, compartían amargas lágrimas siendo incapaces de despedirse.
-Escúchame bien…Kibum
-Si
-Debes mejorarte, comer bien y salir de la cama para vivir, te enamoraras de nuevo…
-Jonghyun…-. Sollozo.
-Guardaras una foto mía con recelo, tendrás muchos hijos, y vivirás suficiente como para ver crecer a varios de tus nietos…
-No…-. Negó. Odiaba ese tono que usaba, como su fuese un inminente adiós y como si fuese posible tener una vida sin él.
-Si…- Sonrió con los ojos brillantes en lágrimas, sin fuerzas para sollozar.- Serás fuerte, crecerás y serás aún más bello.
-¡No, maldita sea! No puedo…-. Se tapó la boca amortiguando un grito lastimero.- No puedo sin ti…
-Lo sé, pero hagamos de cuenta que no será mucho tiempo. Sera como despertar de un sueño, yo algún día despertare y tu estarás de nuevo a mi lado.- Se armó rápido una historia, evitando un final desastroso como el que estaban viviendo.
Asintió sin convencerse, pero dándole un poco de consuelo, mintiendo porque no tenía fuerzas para soportar respirar cuando a él se le hubiese detenido el corazón.
-¿Tardaras mucho?
-Estará bien…Todo estará bien, amor.
Los presentes retiraron sus sombreros y el, casi perdiendo la cordura escapo de ahí, incapaz de ver como sus ojos se cerraban y la respiración se le cortaba.
Paso días encerrado en la habitación del piano, como si en las noches, alguna vez, lograría volver a escucharlo tocar. Todavía podía verle ahí, concentrado en tocar y dedicando todas y cada una de sus canciones a él. Kibum había aprendido a tocar desde la misma edad que Jonghyun, pero su talento era nulo al lado de él. Con sus vagos recuerdos de como tocar, compuso una melodía, la más triste que pudiese haber escuchado.
Estaba anclado al recuerdo, al dolor y al sufrimiento que los buenos momentos traían, porque había sido feliz solo a su lado.
Sin más tonadas de piano y sonrisas que le consolasen, se hundió en una depresión inevitable. En la soledad de la gran casa su llanto se escuchaba a toda hora todos los días. Kibum estaba muerto sin Jonghyun.
Desee que se fuera, que pudiese dejarme, o que al menos yo pudiese dejarlo ir, estaba tan cansado de tanto penar…pero no pude hacer nada para salvarlo, y ahora su pérdida me estaba arrancando la poca cordura que me quedaba.
Lo que había visto no eran más que los deseos masoquistas de mi mente.
El sonido de la puerta al ser tocada me hizo ir a abrir, al parecer solo estaba yo…y su recuerdo en casa. Era Minho.
-¿Por qué esa cara? ¿Estuviste llorando?
Asentí incapaz de ocultarle algo a él. Me aleje a pasos lentos, con miedo de hacer algo, lo que fuese y que él también me abandonase
-Me he vuelto completamente loco…Minho, le he visto como tres veces, y puede escucharlo. ¡He perdido la cabeza!-. Grite exaltado, con las lágrimas escapándose porque no lo soportaba.
-Kibum, ¿todavía no lo sabes?
-¿¡Saber que!? ¿¡Qué demonios tengo que saber!?
-¿Recuerdas que Jonghyun murió, cierto?
-¿Qué clase de pregunta es esa?-. Le reclame en un susurro ahogado, tomándole de los hombros y zarandeándolo.
Me alejo sin tenerme miedo, él nunca le había temido a mi enojo, que no era común pero si peligroso. No podía controlarme.
-Jonghyun está muerto.
-Eso lo sé.
-Pero lo que tú no sabes que tú y yo también estamos muertos.-Soltó por fin.
Me paralicé, no me esperaba sus palabras. ¿Muertos? ¿Pero cómo?
-¿Aun no recuerdas eso?
Negué lentamente sin parpadear, en estado de shock.
Pronto su salud física se vio afectada también, esta vez por la misma enfermedad que había terminado con la existencia de su amado esposo. Era la segunda persona en el pueblo en contraer la tuberculosis, no fue difícil padecerla considerando su vulnerabilidad.
Cayó en cama, y sufrió poco, mucho menos que Jonghyun. Kibum era más frágil y más enfermizo. Poco tiempo fue suficiente para que la enfermedad afectase todo su cuerpo y le hiciese sucumbir ante ella con insultante facilidad.
Y murió…murió de nuevo.
Me lleve una mano en la boca, como el día en que le vi morir, amortiguando un grito esta vez de impresión. Los sucesos extraños, los comportamientos impropios de la enfermera y el por qué no había visto a ninguno de los trabajadores y los motivos que habían impedido que Minho fuese de visita, todo cobro sentido.
-Somos… ¿Fantasmas?
El rio divertido.
-Seriamos fantasmas si apareciésemos en la tierra, donde ya no pertenecemos.
-¿Qué es este lugar?
-No lo sé, solo estamos aquí, viviendo en un mundo más cerca de lo que parece a la vida de la tierra. No estamos muertos. El concepto de muerte se define como dejar de respirar o que tu corazón deje de latir, nosotros tenemos otro tipo de existencia anclada a diferentes cosas.
-¿Basada en qué? ¿Anclada a qué?
-Estamos anclados a esto...
El me paso una foto, donde claramente se veía el en cama mientras dormía, con los ojos desorbitados. Pero yo sabía que él no dormía, estaba muerto.
-¿Cómo tu…
-Fue una epidemia, casi todos nos contagiamos del virus.
-¿Y Taemin? ¿Onew?
El pareció afectado de nuevo.
-Onew está bien, ha tomado muchas precauciones…Taemin, el no está enfermo…pero…
-Ha de estar destrozado sin ti, lo sé.
Asintió. Me sentí triste por el que alguna vez fue alguien querido para mí, viví lo mismo, perder a la persona más importante para ti es lo más doloroso, y pude ver la misma culpa que vi en los ojos de Jonghyun el día en que murió. Ninguno de ellos quería que sufriésemos su perdida, pero fue inevitable.
Comprendí que la desaparición de mi malestar se debía a que yo ya no podía enfermar.
-Debería dejarlos solos…-. Hablo mirando por sobre mi hombro y yéndose rápido.
Sentí nervios, y una vez más una revolución se armó en mi interior. Me sentí tan feliz como el día en que llego a casa para vivir junto a mí, como cuando me dedicaba canciones, como cuando me cantaba, como el día en que le entregue mi vida.
Me gire temblando, sintiendo su presencia debilitarme como siempre. Lo único que pude ver fue el color marrón de su chaleco cuando mi mejilla hizo contacto con su pecho y sus brazos me rodearon fuertemente. Ya nada podía dañarme, pero siempre pude sentirme frágil entre sus brazos con todo gusto, seguro de que me protegería incluso de sí mismo.
Sonreí y pude escuchar como él también lo hacía.
-Estamos juntos…-. Susurro en mi oído causándome cosquillas.
Por primera vez fui yo el que junto nuestros labios. Ya no había respiración que guardar, por lo que no me molesto quedarme así por horas, dejando que me hiciera el amor con su mirada mientras nos besamos, mientras parecía que todo el sufrimiento había valido la pena y comprendimos que incluso la muerte es otra oportunidad para vivir…
Espero que les gustase. ¿Asusto eso de la muerte, cierto? Casi lloro escribiendo eso TT TT
Pronto escribiré una versión de lo que paso con el 2min. Espero les gustase y perdón si se me paso un error, primera vez que reviso dos veces antes de publicar lol.
Re: Photographs. Jongkey.
Guau~~
Me encantó!
Lloré.
La manera en que lo expresaste, como lo narraste y la hermosura y delicadeza de cada palabra que describía la situación.
El amor que Kibum siente por Jonghyun, al igual que el amor que siente Jonghyun por Key. Indescriptible. Es hermoso, un amor que cualquiera quisiera sentir.
Pobre Taemin. Pronto regresará a los brazos de su amado, ¿cierto?
Onew llegará pronto también.
Tan solo en poco tiempo volverían a estar juntos.
Me encanta, esto es arte o.~
Muchísimas gracias por subir maravilloso One-Shot.
Kansamnida ^/////^
Me encantó!
Lloré.
La manera en que lo expresaste, como lo narraste y la hermosura y delicadeza de cada palabra que describía la situación.
El amor que Kibum siente por Jonghyun, al igual que el amor que siente Jonghyun por Key. Indescriptible. Es hermoso, un amor que cualquiera quisiera sentir.
Pobre Taemin. Pronto regresará a los brazos de su amado, ¿cierto?
Onew llegará pronto también.
Tan solo en poco tiempo volverían a estar juntos.
Me encanta, esto es arte o.~
Muchísimas gracias por subir maravilloso One-Shot.
Kansamnida ^/////^
DulChoc!
Jonghyun :$
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