Se sentó en la bonita silla de madera tallada, su respiración estaba agitada por una razón que no logró comprender, las manos le sudaban y lo que se encontraba frente a él se le antojó imponente e intimidante.

Estaba decidido… pero no estaba seguro de qué hacer o cómo empezar. ¿Qué debía decir? ¿Cuánto debería abarcar? Tenía demasiado tiempo que no hacía eso, ya no sabía cómo dirigirse a él, desde hacía bastante dejó de creer en su palabra y en el mito que se había formado alrededor suyo, ese en el que era imposible separar al individuo de la leyenda.

Decidió que lo mejor sería que sus manos hicieran el trabajo, como en otras tantas ocasiones. Simplemente pondría su mente en blanco y algo surgiría… al menos así pasaba cuando de escribir canciones se trataba, ¿por qué habría de ser diferente con una simple carta? Tomó el bolígrafo, pasó la palma de la mano sobre la hoja de papel, como para alisarla, cerró los ojos y suspiró profundamente…

Querido Santa: (porque, supongo que nunca se es muy grande para creer en ti):
Sé que es muy temprano aún para escribirte… pero no sé a quién más acudir. Rezar no se me da, no creo mucho en el karma y de cualquier manera, no he sido una muy buena persona, lo sé. Nada bueno saldría de eso. Tengo la esperanza de que tú te apiades un poco de mí y consideres lo que deseo (No te angusties, porque aunque sí, es una lista larga, no tendrás que gastar un solo centavo). En fin… comienzo la lista. Lo que quiero este año es:
• Valor, para enfrentar las cosas como se presenten, buenas o malas, y tener la capacidad de darles la cara con una sonrisa, aunque duela.
• Fuerza para seguir adelante con mi vida.
• Paciencia para adaptarme al futuro, para no dejarme caer, se que a él no le hubiera gustado verme derrotado.
• Visión, para diferenciar las cosas, para poder enfocarlas como son realmente y no como a mí me gustaría que fueran.
• Cordura, entereza y serenidad para no terminar atravesándome los sesos con un arma.
• Buena memoria, para no olvidar nunca su risa, su aroma, sus besos, el tacto de sus manos sobre mi piel, sus ojos ni el sabor de sus labios… nunca me dejes olvidarlos, su recuerdo será lo único que me quede.
• Pero definitivamente, lo que más deseo en este mundo, es un verdadero milagro… Quiero que lo traigas de vuelta a mí, sé que esto contradice los puntos anteriores de la lista, pero velo de esta manera: si me cumples esto último, no tendrás que preocuparte por las demás. Tráelo de vuelta, tráelo sano y salvo, no me importa que todos los argumentos y pruebas estén en mi contra, es realmente lo único que quiero…
Sé que puedes concederme todo esto, aunque no se realmente si me lo merezca…

Con cariño,
Taemin.

La leyó una sola vez, no se molestó en revisar ortografía o en si se había expresado correctamente, estaba en una especie de trance, un trance muy doloroso, apenas hace una semana le había llegado aquella otra carta, un telegrama de hecho, el contenido ya lo predecía, pero le asustaba mucho ver esas palabras juntas.



La estúpida guerra se había llevado a Minho de su lado un año atrás, con la promesa de que volvería… ¡¿por qué demonios no lo habían enlistado a él también!? ¡¿Por qué carajos lo habían apartado de su lado!?

“-Minho… dime que volverás. Dime que volverás cuanto antes, que volverás bien y que me amarás aun entonces.
-Te amaré cada segundo, Taemin. Te amaré y pensaré en ti hasta el día en que nos traigan de vuelta a casa, y después simplemente te amaré aún más. Lo juro- rozó los labios del menor en un casto beso, antes de subir a la camioneta que los llevaría a la base; su uniforme camuflajeado estaba impecable, las botas de combate recién lustradas y el caso color verde ocultaba su hermoso cabello azabache.
En cuanto subió y se sentó junto a un tal Kim Jonghyun, que vestía de la misma forma que él, la camioneta avanzó lentamente sobre la acera apenas mojada por la ligera llovizna que comenzaba a caer. A Taemin le agradó el hecho de que comenzara a llover. Así, nadie podría adivinar si estaba llorando o las gotas que recorrían su rostro provenían del cielo…”

Hubiera preferido mil veces morir en pleno campo de batalla, que vivir quién sabe cuántos meses en agonía y desesperación, temiendo la llegada de ese inevitable telegrama, y de ahí, los años que le quedaban de su patética vida.

Hablando de eso…

El mar de pensamientos en su cabeza fue interrumpido súbitamente por el timbre del teléfono. Contestó al cuarto timbrazo, tragó saliva antes de contestar, rogando por qué su voz no se escuchara cortada.

-¿Bueno?
-Hola, Taemin- dijo tranquilamente la conocida voz. También estuvo presente el día en que su amado se alejó para siempre, con la promesa de volver.
-Hola Key- no tenía caso ser egoísta y creer que él era el único que sufría, después de todo, su amigo también había perdido al amor de su vida… ¿por qué la vida era tan injusta?

Hubo un silencio bastante largo, Taemin pensó incluso que la llamada pudo haberse cortado.

-Feliz cumpleaños- soltó finalmente al otro lado de la línea, sonaba tímido, inseguro de si sería buena idea decir aquellas palabras, dadas las circunstancias.
-Gracias amigo- ahora el que dudaba era él, sentía que debía preguntar para saber si era el único desdichado, después de todo, Minho y Jonghyun eran compañeros de escuadrón y debía saber algo, pero no sabía qué palabras emplear. Al final se decidió, y preguntó de golpe:- ¿Te llegó algún telegrama?

Taemin pudo escuchar como Key contenía la respiración al escuchar aquello, luego como soltó el aire en un ligero sollozo. No había preguntado correctamente.

-Desaparecido. Oficialmente.
-También Minho…

Otro silencio. Ambos comenzaron a soltar calladas lágrimas en sus respectivos hogares, se despidieron y colgaron el teléfono.

Taemin regresó frente a su escritorio y tomó la carta que recién había escrito. No la volvió a leer por miedo a parecer estúpido.

“Creo que ya no hay ninguna esperanza, después de todo”, pensó mientras doblaba la hoja de papel por la mitad y la confinaba al fondo de un cajón.
***


Había pasado más de un mes desde aquel hecho y Taemin se encontraba en su hogar, colocando de mala gana los adornos de Navidad. Había hecho un trato con Key, habían prometido salir adelante, apoyándose mutuamente, y esa era una de las acciones que formaban parte de la terapia. Fue idea de su amigo, debían encontrar actividades para distraerse, ahora que llegaban las festividades se encontraban en la sala del pelirrojo, desempolvando esferas y guirnaldas, colocándolas en el hermoso y aromático pino que habían comprado un día atrás, la casa de Key había quedado lista esa misma mañana, iluminada y llena de color… faltaba poco para que la de Taemin luciera igual, sin embargo, aunque ambas casas se veían realmente lindas, les faltaba un algo… les faltaba calor, les faltaba espíritu.

Al sacar un adorno particular, los ojos de Taemin se tornaron acuosos en cuestión de segundos. Key se dio cuenta de esto enseguida.

-Taemin… ¿qué pasa amigo?
-Nada- dijo con una sonrisa forzada mientras limpiaba una única lágrima de su mejilla con el dorso de su mano-. Esto- señaló el pequeño adorno, me recuerda a él.
-¿Enserio?- tomó el diminuto objeto entre sus manos y se quitó los anteojos para poder apreciarlo mejor- ¿por qué?
-Bueno, es que él fue quien insistió en comprarlo. Está defectuoso, si te das cuenta, la estrella tiene tres picos de más, parece más una pequeña explosión que una estrella de Belén. No era la única que había, pero Minho insistía en que esos tres picos extra eran lo que hacía especial a la estrella. Era un poco excéntrico, pero eso era lo que me encantaba de él.
-Ya veo…- contesto el más bajo mientras le devolvía al otro la peculiar estrella, este tuvo que pararse en las puntas de sus pies para poder colocarlo en la cima del árbol.
-Listo, ya quedó. Y aún no es Nochebuena oficialmente- dijo burlonamente orgulloso.
-Pero, si es 24…
-Sip, pero es la tarde todavía, ¿ves? El sol sigue en el cielo, seguirá ahí un par de minutos, entonces aun no se puede decir que es de noche, y por lo tanto, Nochebuena…
-Claro, como digas- río tímidamente Key.
-¿Cenaremos juntos, amigo?
-Claro, como quedamos ayer. Bien, debo ir a arreglarme y a revisar el pavo, lo dejé en el horno, ¿recuerdas?
-Oh, claro, ve y apresúrate, no quiero tener que cenar sándwiches en Navidad- rió un poco mientras empujaba a su rubio amigo hacia la puerta.

Se quedó sólo, después de todo no había sido una mala idea pasar tiempo con Key ni decorar la casa, y aunque todo lo animaba un poco, también le dolía inmensamente todo eso, cada detalle de la decoración le recordaban a su Minho, todo… ¿sería eso porque se conocieron justo en vísperas de Navidad, hacía ya cuatro años?

Aun recordaba cómo aquel extraño de ojos lindos chocó contra él en la puerta de aquel pequeño café donde ambos desdichados acudieron a “celebrar” la Navidad, Minho simplemente ya no soportaba a su familia ni los escándalos y alborotos que seguramente harían, y Taemin quería escapar de ese mundo surrealista y falso que había en su enorme casa. Tenía por cruz el apellido Lee, el apellido quizá más importante de la ciudad, si de empresas se trataba. Después de que un apurado “lo siento” salió de la boca de ambos a la vez, comenzaron a charlar y el resto… el resto era historia. Ahora más que nunca.

Vio el árbol, la bizarra pero hermosa estrella con puntas extra, cada brillante y redonda esfera y cada pequeño bombillo que conformaba la serie de colores… Key y él habían olvidado adornar cierta parte del árbol, no era la gran cosa, solo una rama sin esfera, escarcha o foco alguno, tenía el espacio preciso para una carta…

No, tenía que estar loco si pensaba colocar esa carta en el árbol, su contenido era por demás patético, además, si alguien lo leía, no se tragarían más el cuento de que Lee Taemin se estaba reponiendo del trágico hecho.

“Bah, nada pierdo”, pensó al final, se levantó del sillón de piel y se dirigió a su estudio. Llegó hasta el escritorio de roble, abrió con cuidado el cajón de este con ayuda de la llave que guardaba en un lapicero, hurgó en él… y no la encontró. No podía ser posible, él recordaba haberla guardado hasta el fondo, debajo de una carpeta de archivos olvidados sin importancia, recordaba haberla doblado por la mitad y meterla debajo de esa carpeta el día de su cumpleaños. Se alteró, no podía evitarlo, el contenido era patético pero de cierta forma era su terapia, su lista de “cosas por hacer y actitudes por conseguir” ahora que debía continuar solo.

Sonó el teléfono, no le dio importancia, si fuera alguien importante lo habría hecho, después de Minho, ya nada importaba. El molesto timbre del aparato insistió, Taemin lo ignoró tres, cuatro, cinco veces, quien quiera que fuese se dio por vencido. Comenzó a arreglarse de mala gana, aunque le gustaba pasar tiempo con Key, lo hacía más por el bien de su amigo que por él mismo… Key era tan sensible que si Taemin no hubiera hecho ese pacto de terapearse mutuamente, seguramente su amigo estaría ya seis metros bajo tierra.

Estaba haciéndole el nudo a su corbata cuando oyó pasar una camioneta… no volteó, había dejado de hacerlo eventualmente. Ya no esperaba que nadie pudiera llegar, incluso un par de semanas después del telegrama seguía volteando hacia la ventana… pero ya no tenía caso, ¿cierto?

Se miró en el espejo, se veía arreglado, elegante podría decirse incluso, pero su mirada ya no tenía ese brillo que lo caracterizaba. Sus labios ya no formaban esa bella sonrisa, habían olvidado cómo hacerlo. Los minutos transcurrieron lentos, miserables, ¿cuánto más tardaría Key? Justo en ese momento sonó el timbre, suspiró profundamente, preparándose para la que seguramente sería la peor y más triste navidad de su vida. Bajó las escaleras a paso lento, y abrió la puerta…

-Te regalo todo el valor que tengo, no sé si sea mucho o poco, pero te prometo que usaré cada gramo de él para protegerte y ayudarte a enfrentar la vida… te daré también mis fuerzas, todas las que poseo, para mantenerte en pie, pues de esa manera yo mismo voy a poder vivir… Te tendré toda la paciencia del mundo si tú la tienes conmigo, te propongo enfrentar esta vida juntos amor… ¿Visión del mundo? Lo veremos a nuestro modo, y te darás cuenta de que poco a poco, nuestra percepción de las cosas será la acertada… Cordura, entereza y serenidad no puedo darte, te amo con una locura tan grande que temo que terminarás contagiándote de ella… y buena memoria, no la necesitarás, porque yo diariamente te daré todo eso que quieres recordar- finalizó el azabache con una sonrisa.
-¿M… Minho?- el pelirrojo sentía sus pupilas inundadas en un líquido salino, ese que tantas veces había derramado, ahora lo hacía por motivos distintos. Cubrió su boca con las palmas de las manos, no lo podía creer, su Minho estaba ahí, había vuelto...-¡Minho! Gritó finalmente y se abalanzó sobre él, sus labios se fundieron en el más hermoso beso que jamás se hubiera visto… curiosamente estaban bajo un trozo de muérdago-. Pero… ¿cómo es posible? El telegrama decía que estabas…
-Ni yo tengo idea, cariño. Fue como un milagro.
-Vaya que sí. ¡Espera! Debemos buscar a Key, quizá…
-Hey Taemin, así que tú recibiste ya tu regalo también- dijo Key esbozando una de las sonrisas más honestas que había mostrado jamás, sus brazos rodeaban el abdomen y espalda media de Jonghyun.
-El mejor regalo de todos- dijo Taemin con una sonrisa también. De pronto, recapacitó lo que su amado le había dicho apenas un par de minutos antes…- ¿Minho? ¿Cómo sabías que yo…?
-Tampoco sé cómo pero…- metió la mano en el bolsillo de su casaca y sacó una hoja de papel maltratada.
-¡La carta!
-Sí, de camino a acá sentí algo raro en mi bolsillo… y era esto. No puedo explicarlo.
-No hace falta- habló Jonghyun-. A los milagros no se les cuestiona- Y dicho esto, procedió a besar los labios de su pareja, quien recibió gustoso la boca del mayor.

Minho y Taemin estaban a punto de hacer lo mismo cuando el menor escuchó un sonido bastante peculiar, un completo cliché en todas las historias que se relataban de él… pero vamos, un buen cliché después de todo.

-Ho ho ho, ¡Felíz Navidad!

“Creo que, después de todo, sí te apiadaste un poco de mí”